Sasuke sintió una helada brisa antes de abrir por completo los ojos. Estaban volando en el aire, hallándose por encima de las ramas secas de los árboles. Cuando se movió, HanaYasha se giró hacia él, atónita, y le pidió a Kirara que descendiera.
Se ubicaron en medio de cuatro árboles solitarios, con gruesos montículos de nieve cubriendo sus raíces. La Hanyou bajó del lomo de la pantera. Tomó a su pupilo en brazos y lo sentó frente a un tronco, aprovechando la gran cantidad de nieve para que estuviera cómodo.
-¿Qué pasó? - interrogó, sintiendo una pequeña molestia en sus ojos por los rayos del atardecer que traspasaban las ramas.
-Te desmayaste. - explicó la peliplateada, sentándose a su altura. - Tu energía espiritual colapsó con el último campo de fuerza. Estuviste inconsciente un día completo.
Sasuke asintió, resignado.
-¿Y tú? - cuestionó, sintiendo mejor sus ojos.
La luz del sol los hacía brillar más de lo normal, sonrojando brevemente a la joven.
-¿Avanzaste con el Amaterasu?
HanaYasha recuperó la compostura, desvaneciendo su rubor antes de asentir y fruncir el ceño. De su bolsa de herramientas, escondida en el interior de su gabardina roja, agarró una shuriken. Arrastró las plantas de los pies para dar media vuelta y lo lanzó.
En su trayecto, lo apuntó con el sharingan en sus ojos, invocando en sus giros horizontales las llamas negras, incrementándolas antes de que el arma terminara clavándose en un árbol lejano, consumiéndose.
Pasaron unos segundos analizándolo en silencio, antes de que la Hanyou, incorporándose, parpadeara para desaparecer el Amaterasu, junto con el sharingan de tres aspas en sus ojos.
El Uchiha estaba impresionado. Solo pasaron 4 días desde su acuerdo y ya dominaba el primer tesoro como si se tratara de un miembro de élite dentro de su clan. Al igual que Kakashi, Shisuiy su hermano. Pensar en este último, ensombreció su mirada.
Aunque HanaYasha le aseguró lo contrario, no estaba ni cerca de ser tan fuerte como él. En eso, sintió un golpecito en la punta de su nariz. Extrañado, vio a su sensei, inclinada hacia él, y levantando su dedo índice derecho como si quisiera darle un sermón.
-No te des por vencido. - comentó, enderezándose y ofreciéndole su mano antes de sonreír. - Apenas estás comenzando.
Sasuke sabía que se refería a sus avances con los campos de fuerza. Sin embargo, en secreto, quiso pensar que le daba ánimos para seguir volviéndose más fuerte.
Y poder confesarle nuevamente sus sentimientos.
Parpadeó despacio. Aceptó el gesto de la Hanyou y se puso de pie. Sin embargo, como todavía seguía débil, perdió el equilibrio, cayendo hacia atrás.
HanaYasha no lo soltó, inclinándose con él hacia el tronco y apoyando ahí su mano libre. Kirara se quedó en silencio absoluto junto con el ambiente que los rodeaba. Sasuke tragó saliva, sintiéndose nervioso por tener tan cerca a la peliplateada. Ella estaba sorprendida. Como sostenía la mano de su alumno podía sentir con claridad los latidos de su corazón. Fuertes y frenéticos.
Quizás por el susto de casi caer.
FFFFF
-Te juro, por el significado de esta banda, que no estoy jugando. Mis sentimientos por ti son reales. Lo han sido durante la mayor parte de mi vida. Incluso estoy dispuesto a desafiar a mi hermano, para que desista de sus planes de casarse contigo.
FFFFF
Quizás... por ella.
Pensar en esa posibilidad, la hizo sonrojar de nuevo y negar con la cabeza. No tenían tiempo que perder. La última aldea en la que el enmascarado estuvo presente estaba al alcance. Distraerse por sus sentimientos les costaría su venganza.
Devolviendo su seriedad a su mirada, se apartó y dejó ir la mano del muchacho, dándole la espalda para agacharse. Sasuke se tomó su mano derecha, concluyendo que, por su estado actual, debía subirse a su espalda.
Tomó la capucha de su capa negra y se cubrió la cabeza, caminando despacio hacia su sensei y colocándose sobre ella. Al sentirlo, HanaYasha tomó sus piernas, permitiendo que rodeara su torso con sus brazos, y se levantó.
Kirara se transformó y empezó a caminar por su lado izquierdo, usando sus orejas y su olfato para asegurarse de que continuaban siendo los únicos presentes en la zona.
-¿Dónde están tus cosas? - cuestionó el Uchiha, percatándose de la ausencia de la mochila azul oscuro de la joven.
-Las guardé junto con tu morral en un pergamino. - respondió, manteniendo la vista al frente y moviendo sus orejas de perro al igual que Kirara.
De repente, ambas se detuvieron, fijando su atención a su izquierda. Intrigadas, corrieron entre los árboles, terminando unos segundos después, a unos metros de la entrada de una aldea. Sus postes y estatuas estaban decoradas con luces, adornos y lámparas de papel.
Al verlas, se sobresaltaron al saber que ya estaban en nochebuena.
HanaYasha tragó saliva grueso y Sasuke apretó sin querer su hombro derecho con su mano. Hace años que no pasaban juntos aquella fecha, poniéndose nerviosos.
De pronto, la mononoke maulló, consiguiendo que la joven saltara por el susto y sintiera escalofríos en todo el cuerpo. Cuando se recuperó, chasqueó la lengua e intentó ponerse la capucha de su gabardina roja.
-Espera. - le pidió el muchacho, poniéndola más tensa por haberle susurrado en el oído. - Volvamos al bosque.
Confundida, la Hanyou lo escuchó, saltando para refugiarse detrás de unos arbustos congelados y unos árboles cubiertos de escarcha. Por otra petición de Sasuke, se agachó y dejó que bajara de su espalda. Transcurrieron solo unos minutos, pero ya estaba mejor. En cuanto se puso de pie, se agachó detrás de su sensei y tomó su largo cabello plateado, deslizándolo suavemente en sus dedos.
-¿Q-Qué haces? - la joven se atrevió a preguntar, poniéndose roja.
-Si quieres usar tu capucha, primero tienes que peinar tu cabello. - contestó, empezando a dividirlo en mechones para trenzarlo.
HanaYasha permaneció inmóvil, anonadada por sus palabras. Las prisas por llegar a la aldea la hicieron olvidar algo muy básico. Al terminar con la trenza, Sasuke la convirtió en un moño, guardándolo en el interior de la capucha roja, una vez que estuvo lista. Kirara maulló con ternura, ladeando la cabeza a su derecha, al mismo tiempo que ambos se incorporaban.
-Gracias. - musitó la Hanyou, ocultando finalmente su mirada bajo la tela roja.
El Uchiha la vio inexpresivo, antes de tomar su mano izquierda y conducirla a la entrada de la aldea. La gatita de dos colas corrió y saltó, acostándose en el hombro derecho de la joven.
El anochecer cayó, haciendo brillar con intensidad todas las luces colgadas en las terrazas y azoteas de los edificios de varias calles. Los niños, bien abrigados, se arrojaban bolas de nieve.
Los adultos conversaban y reían, caminando en direcciones diferentes. Vendedores ambulantes ofrecían una probada de los mejores puestos de comida y chispas de fuegos artificiales desaparecían en la tierra congelada.
Al ver unos palillos centellando con la pólvora, sostenidos por unas niñas, la peliplateada se detuvo, llamando la atención del muchacho. Sus ojos se abrieron como platos por las sonrisas en sus rostros, dándole a entender que tenía presente un recuerdo de su hermano mayor.
Tal vez... la noche en la que rompió su promesa y la dejó sola.
La misma noche... en la que se enamoró de su silueta, iluminada por cientos de fuegos artificiales que no paraban de explotar.
Apretó ligeramente su mano, trayéndola de vuelta sin querer. Jamás sería como Itachi. Nunca se atrevería a lastimarla. Con eso en mente, entraron por un callejón, saliendo a una calle más iluminada, acompañada por una elegante fuente en el centro.
En ese lado del pueblo, las lámparas de papel iluminaban lo que parecía ser un área designada a eventos tradicionales. Y en las orillas, se extendían varios puestos de comida.
Buscó entre tantas torres de vapor y cazuelas hirvientes un puesto callejero del que ambos pudieran disfrutar sus platillos. Hallando el indicado, condujo a la Hanyou a una brillante barra de madera, permitiendo que se sentara primero en uno de los banquillos.
-¡Bienvenidos! – los saludó la dueña del puesto, pasándoles unas cartas con el menú.
Leyendo las primeras frases, HanaYasha se sorprendió de que la llevara a un puesto de ramen.
-Pide lo que quieras. – comentó Sasuke, con su vista en el menú. - Yo pago.
La peliplateada asintió, ordenando un ramen con chuletas de cerdo y una taza de té verde. También pidió un pescado asado para Kirara, cuya apariencia dejó enternecida a la dueña, por ser gran amante de los gatos. Sasuke también pidió el mismo platillo que su maestra.
Pasado un rato, la comida fue servida. Tomaron sus palillos y degustaron los platos de ramen en silencio. Estaban deliciosos. No obstante, Ichiraku seguía siendo el mejor. 20 minutos después, acabaron con los últimos fideos. Incluso Kirara solo dejó los huesos del pescado.
Dando un tranquilo sorbo a su té, HanaYasha no se atrevía a voltear hacia el Uchiha. Con él sucedía lo mismo, prestando especial atención a un evento que iba a medias.
Un baile.
Ver a la gente sonriendo y girando de un lado a otro, hizo que se preguntara si su hermano y HanaYasha alguna vez lo habían hecho. Conociéndolos, priorizarían una misión antes de intentarlo... o solo lo llevarían a cabo si fuera parte de la misión.
Estaba muy seguro de ello porque él también era así. Las misiones y el entrenamiento eran más importantes que salir a divertirse... porque necesitaba detener cuanto antes el compromiso de su hermano con HanaYasha.
Demostrar que también era digno de su mano y que sus sentimientos por ella eran diferentes. No se trataban solo de un asunto de conveniencia o poder. Eran más de honestidad y pasión, buscando superar la amistad y las adversidades a su alrededor.
Entornó los ojos. Giró hacia su plato de ramen y bebió lo que le quedaba del caldo. Acto seguido, se limpió los labios con una servilleta y dejó unas monedas de oro, incorporándose.
HanaYasha había pasado de beber su té con tranquilidad a mirar el baile de los aldeanos con melancolía, siendo sorprendida por la repentina presencia de su pupilo, ofreciéndole su mano derecha.
Estaba atónita. Por los años que convivió con Itachi, sabía que ni él, ni Sasuke, se arriesgarían a realizar actividades que no fueran acordes a las de un Shinobi. Debía tener un plan.
Con curiosidad, extendió su mano hacia la suya y dejó que la guiara hacia el festejo adornado con lámparas de papel. La gatita de dos colas se quedó en el puesto, recibiendo un pescado gratis de parte de la dueña.
La peliplateada casi se queda sin aire en sus pulmones, al verse rodeada, repentinamente, de parejas acarameladas que se abrazaban con ternura, siguiendo el ritmo de la canción que, en ese momento, interpretaba la orquesta.
En esos segundos, el menor aprovechó para activar su sharingan, analizando cada gesto y movimiento de las personas a su alcance. Sonrió confiado. Se giró hacia la Higurashi y, sin soltar su mano, llevó su mano izquierda a su cadera, empezando a moverse de un lado a otro.
HanaYasha tragó saliva, poniendo su temblorosa mano libre; la derecha, sobre su hombro izquierdo. Nerviosa, agachó la mirada, dejándose envolver por el repentino sonido del violín, acoplándose perfectamente con las teclas del piano.
Reflejaban a la perfección el caos de sus emociones, enlazándola profundamentea los antiguos festivales de Konoha. Siendo más niña, solía asistir en compañía de sus papás, encontrándose de improviso con Taichi y Ayame... aunque deseara hacerlo con Itachi, Mikoto y un pequeño Sasuke en sus brazos.
Ya en su adolescencia, resultaba más difícil que los tres amigos se juntaran para divertirse, convirtiéndose en un asunto de grupo. Si Itachi estaba ausente, HanaYasha acompañaba a Taichi y a Daika. A veces, a miembros de Akatsuki. Y cuando finalmente el Uchiha tenía la oportunidad de acompañarlos, o de tener tiempo a solas con ella... faltaba en el último minuto, haciendo más grande su pesar.
La herida que abrió más su corazón, fue enterarse de que seguía perteneciendo a Raíz, aún después de que ella fuera dada de baja junto con Taichi. Sentía que ya no tenía forma de ayudarlo. Que sin importar cuanto llorara o suplicara, Itachi seguiría cayendo en la oscuridad de Danzou.
-¡Miren eso! - gritó un niño, estremeciéndolos y obligándolos a ver el cielo nocturno, dejando de bailar.
Fuegos artificiales.
Intrigado, Sasuke volteó hacia la Hanyou. Sus ojos dorados brillaban por las lágrimas. El recuerdo de Itachi seguía latente en su corazón. Sin importar cuanto se esforzara por hacerce notar o por ayudarla a despojarla de sus malos recuerdos... su hermano siempre estaría con ella.
Sin embargo, él también. Aunque no lo viera como quisiera, seguiría a su lado, tratando de obtener un lugar en su corazón. Agachando la mirada, reuniendo valor, acercó su mano izquierda y tomó su mano derecha.
HanaYasha dio un respingo y volteó atónita hacia él. La observaba con seriedad, cerrando de a poco su mano para apretar la suya. Ese gesto fue suficiente para decirle en silencio lo mucho que le importaba.
Lo mucho que deseaba ayudarla.
FFFFF
-Te juro, por el significado de esta banda, que no estoy jugando. Mis sentimientos por ti son reales.
FFFFF
Lo mucho que la amaba.
La kunoichi dejó escapar unas lágrimas. Después de lo que sucedió con sus amigos, ya no se sentía con el derecho de ser amada por alguien.
Estaba rota. Y no cualquiera podía entenderlo. Si era demasiado sincera con las personas equivocadas, recibiría burlas o indiferencia.
No obstante, Sasuke era diferente. Él podía entenderla porque sabía lo difícil que era perder a un ser querido frente a sus ojos, sin tener la oportunidad de ayudarlo. Apretó su mano, agradecida.
Aunque la música se terminara; dándole paso a varios aplausos para la orquesta, y los fuegos artificiales dejaran de explotar en el claro cielo de esa noche, ellos no se soltaron, ni dejaron de mirarse.
No estaba tan sola como creía. Su alumno estaba a su lado, siempre lo estuvo. Solo no tenía el valor suficiente para admitirlo, temiendo que sus sentimientos escalaran a un punto sin retorno.
Y se volvieran tan frágiles como para desmoronarse a la primera decepción.
De repente, varias explosiones se escucharon en distintos puntos del pueblo, obligándolos a observar las largas columnas de humo negro, junto con extrañas aves blancas que volaban a su dirección.
Fin del capítulo.
