Severus necesitaba una poción para el dolor de cabeza. Sabía que debería tener un suministro cerca de él cuando tuviera que ir con Dumbledore.

—Albus, alégrate de que haya regresado.

Severus deseó haber esperado hasta la mañana para tener esta discusión, pero sabía que Dumbledore habría seguido golpeando sus barreras hasta que Severus abriera la puerta y respondiera a sus preguntas.

—No podemos dejar que se vaya de nuevo. Tenemos que alejarlo de esa familia y ponerlo con los Weasley.

—¿No me has escuchado, Albus?

Sí, Dumbledore lo iba a convertir en alcohólico.

—Si sigues haciendo lo que estás haciendo, él se irá a Estados Unidos. Déjalo en paz, haz que el trío de imbéciles deje de molestarlo. Lo digo en serio, Granger, Weasley y su madre necesitan dejarlo en paz. Él no es James Potter y no es un Gryffindor. Se crío a sí mismo. Desde luego que no va a querer a Molly Weasley cerca de él.

Severus deseaba poder golpear a Dumbledore en la cabeza con sus propios caramelos de limón. Se preguntó si podría conseguir que Poppy le hiciera un chequeo de salud mental a Dumbledore.

—Sabes lo que debe hacer.

—Sí, lo sé. Sin embargo, no ha habido señales de su regreso. Dijiste que pensabas que era Quirrell, pero está muerto. El nuevo tampoco lo es. Parece un muerto viviente.

Severus ni siquiera se había molestado en aprender el nombre del hombre. Era tan simplón como lo había sido Quirrell. Experto en troles, sí, claro. El maldito troll que él mismo metió al castillo lo terminó matando.

—No puedes llevarlo a Gringotts mañana.

Dumbledore necesitaba encontrar una manera de recuperar el control.

—Sí, como si fuera a funcionar.

Severus resistió el impulso de darle a Dumbledore una de sus miradas.

—Lo llevaré yo o él se irá solo y nunca regresará. Es tu elección. Espero que me elijas acompañándolo.

—Severus, es demasiado independiente. No podemos dejarlo hacer lo que quiera.

—Estoy de acuerdo. Sin embargo, si sigues intentando convertirlo en tu marioneta, no le darás otra opción que irse. Estás tan decidido a que él sea como su padre que estás ignorando quién es.

Severus estaba tan agradecido de que el niño no fuera como su padre. Había temido tener a otro Potter en Hogwarts. Los merodeadores fueron más que suficientes para Hogwarts y para él.

—Sobre el trato que mencionaste, ¿él tomará lecciones contigo tres días a la semana y permanecerá aquí?

—Sí, y no, no vas a asistir a las lecciones, Albus. Tienes siete años para agradarle al niño. Deja de actuar como un mocoso mimado al que le han quitado su juguete favorito. El lío en el andén debería ser suficiente advertencia. Su familia intervendrá.

—Bien. Permitiré las lecciones y que lo acompañes a Gringotts.

Severus quiso rodar los ojos ante las palabras de Dumbledore. Como sea, iba a llevar al niño a Gringotts. Dumbledore escondía más de lo que él pensaba. Además, Severus tenía la sensación de que Dumbledore intentaría influir en lo que le enseñe a Harry e incluso trataría de encontrar la manera de asistir a las lecciones.


—Necesito comprar libros.

Harry miró la librería mientras salían del Caldero Chorreante. También tenía que recoger su pedido.

—De regreso, necesito recoger mi pedido de libros y tú necesitas nuevos libros para tus lecciones.

Severus estaba sorprendido por el hábito de lectura y estudio de Harry. Draco y Harry eran los mejores estudiantes de su año. A pesar de que Granger, con el respaldo de Dumbledore, afirmaba que era la bruja más brillante de su generación. Bueno, técnicamente, ella era la bruja más brillante pero no la persona más brillante de su generación. No hablaron hasta que llegaron a Gringotts.

—Harry, esperaré aquí.

Severus sabía que Dumbledore querría saber sobre la reunión, pero Severus no era como Dumbledore.

—No tardaré.


Harry se dirigió a la oficina de Ironclaw. No había mucho que cubrir, solo inversiones, asegurarse de que sus propiedades estuvieran protegidas y Dumbledore.

—¿Cómo puedo asegurarme de que no intente dosificarme con pociones o que me hechice?

Harry había estado leyendo muchos libros de Severus, en particular sus libros de pociones que contenían muchas pociones interesantes y peligrosas.

—Ya que tienes elfos domésticos, haz que uno se encargue de todas tus comidas, lave tu ropa y limpie tu habitación. Hay muchos elfos en Hogwarts que no son propiedad del colegio, uno más no fastidiará a nadie. Voy a elevar el nivel de seguridad en tus cuentas. Puedes agregar un análisis de sangre para permitir el acceso. Si tu sangre está contaminada, no podrás pasar.

—¿Podemos agregar a Amber también? ¿Hacer que ella tenga que dar la autorización?

Amber asomó la cabeza y siseó su acuerdo.

Ironclaw estaba un poco sorprendido.

—Podemos configurarlo para que ella pueda ser una medida de seguridad adicional. Y, por precaución, que no pueda entrar sin acompañante y cualquiera que esté con ella tenga que recibir el suero de la verdad. No queremos que alguien la hechice.

Ironclaw sabía que la serpiente era muy protectora con Harry.

—Oh, me gusta esa idea. ¿Podemos hacer que también tenga que tomar el suero de la verdad y que me pregunten si lo estoy haciendo por mi propia voluntad, sin pociones ni presión?

Harry no iba a correr ningún riesgo. No quería perderlo todo por una poción.

—Sí.

Ironclaw mencionó las ideas que se le ocurrieron al Rey. Estaba encantado después de que Harry se fuera. Harry mencionó unas cosas muggle llamadas tarjetas de débito, cajeros automáticos y tarjetas de crédito. También le mostró cómo los muggles usaban las tarjetas y los cajeros automáticos. Dado que se parecía mucho a las llaves de Gringotts y cómo funcionaban, Ironclaw sabía que el Rey usaría la tecnología financiera muggle más avanzada. Haría más fácil para los magos mezclarse con el mundo muggle. Y Harry e Ironclaw obtendrían un pequeño porcentaje de las ganancias.

Severus y Harry pasaron más de una hora en la librería antes de ir a otras tiendas por suministros. Compraron artículos para animales. Severus trató de ocultar que estaba comprando juguetes y golosinas para Sofía.

—Te vi.

—No sé de qué hablas.

Severus arqueó la ceja hacia Harry, quien se rio de él.

Sofía tenía su propio lugar en su laboratorio.


Ya que ya había acabado el almuerzo, Severus se estaba preparando para comenzar a revisar las tareas de los estudiantes como siempre lo hacía los viernes por la tarde. Escuchó que llamaban a la puerta.

—Es el mocoso rubio —anunció el guardián de su puerta—. El que se cree importante.

—Su nombre es Draco Malfoy y es mi ahijado.

Severus se preguntó por qué no había cambiado de guardián. Recordó que todos los demás eran Gryffindor, estúpidos o ambos.

—Déjalo entrar.

—Te arrepentirás.

La puerta se abrió.

Draco entró como si fuera el dueño del lugar.

—Esa puerta me odia.

—Odio a todo el mundo.

La puerta se cerró de golpe.

—¿Qué necesitas, Draco?

Severus no había tenido mucho tiempo libre durante la semana ya que en varias ocasiones Dumbledore interrumpió sus lecciones con Harry. Sabía que Harry le había robado al hombre cuando le entregó un tarro de caramelos de limón diciendo que nadie se los comería.

—He venido por un consejo. Harry no me ha hablado en toda la semana. Ni siquiera me ha mirado.

—¿Te disculpaste?

Draco era de los que pensaban que, si ignorabas un problema, este desaparecería o se resolvería solo. El último recurso de Draco era pedirle a su papá que lo arreglara. Además, mucha gente permitía que Draco se saliera con la suya debido a Lucius y el apellido Malfoy.

—¿Por qué? No hice nada malo. Podría haber sido expulsado.

—Draco, traicionaste la confianza de un amigo. Si bien hiciste lo correcto, ¿de qué otra manera podrías haberlo manejado?

Severus estaba de acuerdo con Draco en un sentido. Había esperado que los niños ya lo hubieran resuelto.

Draco hizo una mueca.

—Debí haber hablado con él antes de ir a verte. Solo no quería que lo expulsaran.

—Draco, Harry no piensa igual que tú. Eres su primer amigo humano.

—Él y sus animales.

A Draco le encantaban todos los amigos animales de Harry.

—Me disculparé.

Severus no hizo ningún comentario cuando Draco se fue. Harry y Draco estaban aprendiendo qué era la verdadera amistad.


Harry vio a Dumbledore entrar al laberinto debajo de Fluffy. Se había hecho amigo del perro de tres cabezas después de darle numerosos trozos de carne. Amber se deslizó por las vigas siguiendo a Dumbledore. Harry ya había visto los obstáculos que había establecido Dumbledore. También reconoció todas las indirectas sutiles cuando Dumbledore interrumpió sus lecciones con Severus. El hombre esperaba que Harry hiciera esta prueba con sus dos peones. Harry ya investigó a Nicolás Flamel y conectó la piedra a lo que Dumbledore esperaba que protegiera. Dumbledore la puso "a salvo" en una extraña copa con barreras alrededor. Harry había tomado la taza antes de que Dumbledore viniera a revisarla. Amber siguió a Dumbledore por la trampilla. Harry salió de su escondite y comenzó a acariciar a Fluffy.

—Bien hecho, casi lo atrapas. Cuando vuelva espera hasta que los esquive para morderlo, cabeza central.

El perro movió su cola y se acomodó para esperar el regreso de Amber. Amber no tardó mucho en regresar.

~Vuelve y está furioso.~

Harry se escondió cuando escuchó a Dumbledore abrir la trampilla. Fluffy se abalanzó sobre él y cuando Dumbledore lo esquivó, la cabeza del centro lo mordió en el trasero. Harry pudo escuchar la tela de la túnica de Dumbledore rasgarse.

—Merlín, suéltame, perro estúpido.

Amber comenzó a reírse mientras Harry cubría su propia risa. Fluffy soltó a Dumbledore. El hombre trató de correr, pero su trasero sangraba. Fluffy se abalanzó sobre él de nuevo. Dumbledore salió corriendo por la puerta. Harry iba a disfrutar esta memoria.

~Trató de encontrar la copa.~

~Qué bueno que la movimos.~

Harry tomó a Amber.

~Es casi la hora de cenar. Estoy seguro de que se están preguntando dónde estamos.~

~Sí, el jefe serpiente y rubiecito. Tienes que perdonarlo pronto.~

~Lo sé. Todo volverá a la normalidad al final del fin de semana.~

~Bien. Rubiecito será mejor amigo.~

~Lo sé. Lo vimos ir a hablar con Severus. Severus lo hará entender y todo saldrá bien.~

~Lo extrañaste.~

La voz de Amber estaba llena de la autosatisfacción de tener razón.