Harry vio a Amber en las vigas del Gran Comedor. Los duendecillos no habían estado felices de saber que fueron atrapados para ser usados en una clase. Tampoco estaban contentos con el querido y viejo profesor Lockhart ya que fue él quien los enjauló. Y mucho menos estaban felices de haber estado ahí. De hecho, los duendecillos estaban molestos con todo el asunto y querían una parte de Lockhart.
—¿Necesito saber lo que estás tramando?
Severus estaba parado detrás de Harry. El niño había estado muy callado los últimos días. Por supuesto, Harry no había estado lidiando con lo que tuvo que enfrentar el año pasado. Sin embargo, sabía que cuando Harry estaba muy callado significaba que planeaba algo.
Harry lo miró por encima de su hombro.
—No, ¿por qué?
—Más vale que nada esté perdido —advirtió Severus en voz baja.
En verdad no quiere lidiar con Dumbledore que aún trataba de hacer que Harry siguiera sus planes y tratando de localizar los objetos perdidos que sus dueños exigían de vuelta.
Harry sonrió y agarró una manzana.
—Nop. Hasta donde sé no falta nada.
Severus le dio una mirada severa y se fue. Odiaba esta fiesta. Siempre se aseguraba de que su casa no recibiera tanta azúcar como las demás, pero era en vano. Se alegraba de no tener que patrullar esta noche. Sabía que tendría que lidiar con sus serpientes con un menor subidón de azúcar que el de las otras casas.
—Sé que le mentiste y tengo la sensación de que algo va a suceder.
Draco había disfrutado ver a Harry trabajar contra Dumbledore y sus lacayos. También había observado a su amigo los últimos días y sabía que Harry tramaba algo.
Harry le dio a Draco una leve sonrisa. El resto del grupo a su alrededor se pusieron alerta. La fiesta comenzó con normalidad. Dumbledore divagó antes de que empezara oficialmente.
—Uno pensaría que el hombre ya se habría dado cuenta de que no hay que darle mucha azúcar a los niños antes de dormir.
Harry se aseguró de llenar sus bolsillos de comida y dulces; sabía que Amber querría algo de pollo. Le echó un vistazo a Amber que estaba sobre la viga un poco a la izquierda de donde estaba sentado Lockhart. Los duendecillos estaban ansiosos de salir de su jaula. Cuando la fiesta casi acababa, Amber abrió la escotilla.
—Miren, son mis duendecillos. Me preguntaba dónde estaban. ¿Ya les conté sobre la vez que salvé a un grupo de ellos? Me convertí en su rey.
Lockhart era bastante ruidoso y arrastraba un poco las palabras por el vino que había bebido durante la comida. Los duendecillos comenzaron por el rubio idiota.
Severus sacó su varita.
—Sí.
No estaba seguro de por qué Lockhart seguía ahí. El hombre era un farsante y por lo general suele emborracharse a la hora de la cena. Severus observó a los duendecillos ir directo hacia Lockhart. Al parecer alguien los había hecho enojar.
El caos reinó cuando Lockhart sacó su varita cuando los duendecillos fueron por su cabello.
—No, déjenme. Váyanse, duendecillos.
Lockhart comenzó a agitar su varita y a repetir las palabras "váyanse, duendecillos".
Todos empezaron a reír cuando le quitaron la peluca al hombre. Lockhart entró en pánico y apuntó con su varita a los duendecillos.
Los estudiantes saltaron fuera del camino cuando el hechizo de Lockhart golpeó cualquier cosa menos a los duendecillos que mantuvieron su enfoque en él. Colgaron al hombre sobre una de las vigas, fueron hacia las mesas, tomaron los caramelos y comenzaron a lanzárselos a Lockhart como si fueran tomates podridos y desaprobaran su actuación. Lockhart todavía agitaba su varita y gritaba "váyanse, duendecillos".
—Estudiantes, métanse debajo de las mesas —ordenó Dumbledore.
El personal sacó sus varitas y comenzó a congelar a los duendecillos que esquivaban sus hechizos. Amber se bajó deslizándose por las vigas y se dirigió hacia Harry. Los duendecillos fueron congelados y se estrellaron contra las mesas, el suelo e incluso los asientos. Harry de inmediato se guardó en el bolsillo los pocos que aterrizaron cerca de él. Conseguiría el resto después. Harry esperaba que los duendecillos pudieran calentarse en el sótano.
—A mi oficina, Potter.
Severus se giró y se dirigió a su oficina.
Harry bajó su libro y miró alrededor de la habitación. Draco se encogió de hombros. Harry se levantó y siguió a Severus. Una vez que llegaron a su oficina, Severus señaló la silla mientras se sentaba en su escritorio.
—¿De dónde sacaste los duendecillos?
—¿Los de anoche? Son del profesor Lockhart. Los ha estado buscando desde su primera clase.
Harry se movió inquieto en su silla. Prefería caminar por la oficina de Severus. El hombre tenía muchas cosas interesantes.
Severus miró a Harry. Sabía que le gustaba caminar por su oficina y que no le gustaba quedarse quieto por mucho tiempo.
—Los duendecillos de anoche están perdidos.
—¿En serio?
Dumbledore los había dejado en su escritorio. Fue muy fácil sacarlos de su oficina. Los duendecillos se encontraban ahora en una de las bodegas abandonadas en el sótano. La habían hecho su hogar.
—Sí. ¿No volverán a reaparecer?
Severus aún trataba de averiguar dónde el niño había escondido el espejo y la piedra.
—Eso supondría que sé dónde están, señor.
Harry se preguntó si a Lockhart le gustaría que los duendecillos lo visitaran durante la noche.
Severus levantó una ceja.
—Harry.
—Severus.
Se miraron. Severus sabía que era imposible conseguir información de Harry si él no quería.
—Asegúrate de que no reaparezcan.
—¿No recogió el personal a los duendecillos después de congelarlos?
Harry tendría que asegurarse de recolectar todo el polvo de duendecillo, las alas y cualquier otra cosa semanalmente. Sabía que eran elementos comunes que se usaban en pociones y quería compartir el botín.
—No dejes que vuelvan a aparecer —advirtió Severus—. Tengo unos libros para ti.
Severus había descubierto que sus propios intereses se habían ampliado un poco desde que Harry entró a su vida. Él hacía muchas preguntas. Severus se había preguntado si Harry y Draco competían para ver quién lo dejaba perplejo. Harry era el que más se acercaba a hacerlo con algunos temas de Hogwarts que no conocía.
~Los idiotas han estado molestando al niño planta.~
Amber colgaba de la cortina de la cama y los gatos dormían. Fawkes estaba en su percha con la cabeza bajo su ala.
~¿Con qué?~
Harry leía el libro que Severus le había dado. Tenía muchas interesantes pociones que se usaban con runas y aritmancia.
~No tiene sentido. Hablaban sobre cómo un tal Quién-Tú-Sabes iba a regresar.~
Harry cerró el libro.
~Me pregunto quién será y adónde va a volver. ¿Quizás sea el reemplazo de Lockhart?~
Harry se preguntó si se referían a Voldemort. Tendría que preguntarle a Severus.
~¿Será por culpa de Dumbledore?~
~Eso creo. Veré si Draco puede obtener información de su padre. También le escribiré a mis parientes para ver si pueden encontrar algo. No quiero que Dumbledore halle una razón para retenerme aquí durante las vacaciones.~
Harry no iba a permitir que Dumbledore le acercara sus títeres. Esperaba que no tuviera un nuevo plan en proceso. Sus familiares y Lucius sabrían lo que Dumbledore podría estar planeando.
~Cabeza de chorlito no ha mencionado nada. Dumbledore ha estado lidiando con los dos pelirrojos más jóvenes que siguen peleando por algo. Los que se ven igual siguen tratando de mantenerlos separados.~
~Ella se había vuelto loca por el libro que era peligroso, así que no me arrepiento de habérselo entregado a Severus.~
Harry se había sorprendido a sí mismo al acudir a Severus por ayuda con el libro. Aún no estaba seguro de lo que sentía por él. Nunca iba a confiar en Dumbledore y la mayoría de los adultos de Hogwarts, pero hasta ahora Severus había demostrado ser digno de confianza.
Fawkes sacó su cabeza de debajo de su ala y comenzó a trinar.
~Lo sabe, cabeza de chorlito. Nuestro Harry no es idiota. Cabeza de chorlito dice que Dumbledore confía en que salvarás a la niña pelirroja para así promoverte como héroe.
~Se lo diré a Severus.~
Harry iba a ver si podía visitar la oficina de Dumbledore. El hombre tenía muchas cosas interesantes. Era hora de ver si podía encontrar algo que fuera útil.
Severus, Minerva y Filius miraron el librero vacío de Dumbledore. Todos los libros del hombre habían desaparecido al igual que muchos artículos. Dumbledore estaba escaneando su oficina, las barreras e incluso los libreros.
Minerva miró la casi vacía oficina.
—¿Cuándo pasó esto?
Los platos de dulces seguían allí y llenos.
—No se llevaron tus dulces.
—¿Algo más falta de tu escritorio o archivos?
Severus no estaba seguro de por qué Dumbledore seguía escaneando. Sabía que no encontraría nada justo como con los otros objetos perdidos. Aún no descubren ni el más mínimo residuo mágico o una pista de cómo desaparecían las cosas.
Filius le entregó un pergamino que mostraba los resultados.
—Las barreras están intactas. No apareció nada.
Filius y Severus habían escaneado las barreras y obtuvieron los mismos resultados.
Dumbledore se sentó en su escritorio.
—Tenemos que averiguar quién está haciendo esto. Alguien está entrando a Hogwarts para sacar recursos valiosos. Se actualizaron las barreras durante el verano. Aún no hemos encontrado el espejo de Oesed ni la piedra.
—Y el diario de la señorita Weasley. Me pregunto si a otros estudiantes también les faltan cosas.
Minerva le iba a asignar muchas detenciones a quién sea que había robado el diario. No había tenido nada más que dolores de cabeza desde que desapareció.
—Ningún estudiante me ha dicho que faltan sus cosas.
Filius sabía que sus estudiantes informarían si sus libros o ropa desaparecían. Tal vez no notarían nada más, pero sin duda se darían cuenta si faltaban sus libros o ropa.
—A mí tampoco.
Severus sabía que la mayoría de sus Slytherin se enfadarían si algo les faltaba. Muchos de ellos eran tan mimados que si alguien tomaba sus cosas desencadenaría una guerra.
—Veré si puede venir alguien del Departamento de Misterios para que revise las barreras y mi oficina.
Algunos libros ocultos de Dumbledore también habían desaparecido, pero él no se los iba a informar.
