Fieles a su palabra, muchos Slytherin le proporcionaron a Harry libros sobre el honor y los Sagrados Veintiocho, mientras que Draco, Theo y Blaise le explicaban todo aquello que no estaba escrito, pero que los miembros de los Sagrados Veintiocho debían conocer y lo que se esperaba de ellos. Como la pérdida del honor se consideraba imperdonable, la persona responsable debía ofrecer una disculpa adecuada, mostrando el respeto y arrepentimiento necesario, algo que Weasley no había hecho.
—¿De verdad pude haber exigido que lo desheredaran? —preguntó Harry, aún impresionado por esa información que estaba aprendiendo.
—Sí, aunque no tendría tanto impacto porque somos menores de edad. Pero sigue siendo un insulto. En los libros lo catalogan como una ofensa grave. Si hubieras sido mayor en ese momento, podrías haber exigido un duelo de honor. Y, si lo hubieras matado, no te habrían enviado a Azkaban, ya que no se consideraría un crimen entre los Sagrados Veintiocho. Los duelos de honor todavía están contemplados en las viejas leyes familiares. De hecho, las antiguas costumbres permiten a los Sagrados Veintiocho hacer cosas que ni siquiera el Ministerio puede castigar —explicó Blaise, sacando un pergamino que tenía una lista de los Sagrados Veintiocho.
—Los Sagrados Veintiocho tienen mucho más poder que el Wizengamot. Es por eso que El-que-no-debe-ser-nombrado los quería de su lado. Creía que, controlándolos, podría dominar el mundo mágico —agregó Draco, señalando unos nombres en la lista—. Algunas de estas familias ya se han extinguido. Tú tienes mucho más poder del que Dumbledore quiere que sepas, Harry. Tus parientes pueden actuar como tus representantes en las reuniones del Wizengamot. Si suficientes miembros de los Sagrados Veintiocho se oponen a una ley, pueden evitar que se apruebe.
—Algunas de las reglas, como usar esas horribles túnicas en el Wizengamot, no aplican para los Sagrados Veintiocho —dijo Blaise con una mueca al imaginarlas, entregándole a Harry un libro sobre las túnicas ceremoniales—. A los Sagrados Veintiocho se les permite realizar rituales prohibidos porque no están sujetos a las reglas del Ministerio en lo que respecta al uso de la magia.
—Puedes aprender toda la magia que desees o que ha sido prohibida y nadie puede objetar o impedírtelo. Las familias Potter y Black son una élite aparte de las de los cuatro fundadores —añadió Draco complacido.
Él había sido quien le informó a Harry que sabía que él era Lord Black, ya que su madre pertenece a la familia Black, y su nueva posición había aparecido en el árbol genealógico debajo del antiguo heredero Sirius Black, quien fue renegado por sus padres.
Harry observó con atención el esquema que Blaise y Draco habían trazado en el pergamino, con los nombres de las familias y las líneas de los fallecidos marcadas con una "X". Pensó en lo que Storm había dicho. Era momento de encontrar los otros tres aposentos de los fundadores.
—Entonces, si Weasley no se disculpa adecuadamente, ¿puedo matarlo y salir impune si lo declaro un duelo de honor? —preguntó Harry con una mezcla de seriedad e incredulidad.
—Sí, pero más que eso, podrías haber declarado un feudo de sangre con su familia. Los Weasley perdieron mucho honor hace unos doscientos años, cuando el patriarca de esa época se negó a cumplir un contrato matrimonial y, en su lugar, se casó con otra persona. También otras acciones han hecho que la posición de su familia caiga en desgracia. Por ejemplo, lo que hizo Weasley —informó Draco con mesura, mientras abría otro libro y lo ojeaba—. Un feudo de sangre habría impedido que cualquier menor de edad se te acercara sin un tutor adecuado, quien no podía ser de su propia familia. Tendrían que mantenerse a veinte metros de distancia de ti, y solo el tutor podría acercarse para transmitir un mensaje.
—Hay muchas cosas que podrían haber ocurrido. Aparte de la compensación económica, también podrías haber exigido un castigo —explicó Blaise, entregándole a Harry un libro encuadernado de color negro—. Este libro contiene una lista detallada de todas las particularidades que conlleva ser miembro de los Sagrados Veintiocho. Incluso explica diferentes maneras en las que las leyes se aplican a las personas.
—Los miembros tienen mucho poder y, aún así, a la mayoría ni siquiera le interesa asistir a las reuniones del Wizengamot —comentó Harry, realmente confundido.
—No asisten porque nunca han tenido suficiente poder para detener a Dumbledore por lo que creen que es una tontería presentarse. Contigo ahora, eso es posible —señaló Draco, reclinándose en su silla con una sonrisa—. Creo que por eso no quiere que sepas todo esto.
Harry levantó una ceja. Debería hablar con sus parientes e Ironclaw lo más pronto posible. Se preguntaba si Severus tendría en sus aposentos libros que tuvieran más información sobre los Sagrados Veintiocho. También lo comprobaría con Storm. Tenía la sensación de que su lista de lectura estaba a punto de crecer considerablemente.
Harry había leído todos los libros y había hecho varias preguntas a los Slytherin y Ravenclaw sobre los diferentes aspectos de algunas confusas leyes. Algunos le dieron respuestas comunes, mientras que otros añadieron información sobre las lagunas legales que solo un verdadero Slytherin podría notar. Algunas de esas leyes vigentes databan de épocas anteriores a los cuatro fundadores.
Esa noche, Harry se dirigió a la oficina de Severus, ya que tenía preguntas que sentía que solo él podía contestar. Además, era su noche habitual para las clases extra. Como ya era casi la hora en que Severus terminaba su jornada, Harry esperaba que él estuviera listo para acompañarlo a la Cámara de los Secretos y revisar los libros que se encontraban allí. Amber se había asegurado de que Dumbledore estuviera en su oficina, mientras que Nanook y Midnight vigilaban a las tres molestias de Gryffindor junto a su madre.
Harry estaba a punto de tocar la puerta cuando escuchó la voz cortante de Severus.
—Estoy consciente de eso, Albus, pero presionar a Harry no hará que te siga.
—Sabes lo importante que es, Severus, y también sabes por qué. Debemos encontrar una manera de que me escuche. Lily dio su vida por él, y nosotros debemos asegurarnos de que esté listo para enfrentar a tu amo cuando regrese.
—Como te he dicho repetidamente, Albus, presionarlo y forzarlo a relacionarse con los hijos de los miembros de la Orden no es la solución. Déjalo en paz.
—Sabes por qué es importante, Severus. ¿O acaso olvidaste que Lily murió porque tú le dijiste a tu amo sobre la profecía?
Harry sintió como si algo lo golpeara en el estómago. Se giró y salió corriendo de las mazmorras, pasando junto a Draco sin detenerse.
Draco y Blaise intercambiaron una mirada cuando vieron a Harry pasar corriendo junto a ellos. Draco estaba a punto de seguirlo, pero Blaise lo detuvo.
—Creo que deberíamos avisarle a Snape para que se encargue de esto. Harry estaba llorando, Draco, así que debe ser algo grave.
—Sí, tengo la sensación de que tienes razón —respondió Draco, preocupado.
Ambos se dirigieron a la oficina de Severus y, al llegar, vieron a Dumbledore salir de allí. Intercambiaron otra mirada, preguntándose qué habría escuchado Harry.
—Es culpa del director —coincidieron, asintiendo con la cabeza.
—Buenas noches, niños. ¿Quieren un caramelo de limón? —preguntó Dumbledore afable, extendiendo la mano.
Como de costumbre, no logró que un Slytherin aceptara sus dulces.
—No, gracias, director —respondieron Draco y Blaise al unísono.
—Profesor Snape, ¿podemos hablar en privado con usted? —pidió Draco, sin intención de alertar a Dumbledore sobre los problemas de su amigo.
—Sí, Draco —respondió Severus, notando la preocupación en sus rostros y sabiendo que era algo importante.
—Entonces me retiro. Qué tengan una buena noche —se despidió Dumbledore, sonriendo mientras se alejaba.
Severus esperó a que ambos estudiantes entraran en su oficina antes de seguirlos.
—¿Qué los tiene tan preocupados? —preguntó con inquietud.
—Harry escuchó tu conversación con Dumbledore y se fue corriendo de las mazmorras mientras lloraba hace unos minutos —explicó Draco con una mueca.
—Sé de qué se trata. Me encargaré de esto —respondió Severus, furioso con el viejo loco.
Dumbledore no había colocado las barreras de privacidad que Severus asumió que puso cuando entró agitando su varita, y él estaba dispuesto a apostar que Dumbledore sabía que Harry pronto llegaría a su oficina y esperaba que escuchara la conversación. Ahora, tenía que arreglar el desastre que Dumbledore acababa de crear.
—Díganle a sus compañeros de casa que estaré ocupado por unas horas. Que no me busquen a menos que sea una emergencia, y en ese caso, ya saben cómo contactarme.
—Sí, tío Severus. ¿Harry estará bien?
—Sí, estará bien. Ahora váyanse y déjenme encargarme de la situación antes de que Harry se meta en problemas —indicó Severus, esperando a que los niños se fueran—. Fawkes.
Fawkes apareció en la oficina, tomó a Severus y lo llevó a la Cámara de los Secretos, donde Storm estaba envuelto alrededor de Harry, ofreciéndole consuelo.
—Gracias, Fawkes —dijo Severus, sentándose en una de las viejas sillas en la habitación.
Al parecer, los elfos domésticos habían saqueado los almacenes de Hogwarts para convertir la Cámara en un lugar cómodo tanto para los humanos como para Storm. Ninguno de los muebles combinaba, pero eran cómodos.
—Creo que debemos hablar, Harry.
—¿Es verdad? —preguntó Harry con su voz entrecortada, girando la cabeza para mirar a Severus.
—Sí, pero no como piensas. Déjame explicarte lo que llevó a la muerte de tu madre. Todo comenzó incluso antes de que yo llegara a Hogwarts —dijo Severus con tristeza, ya que no había hablado sobre Lily desde la noche en que murió—. Tu madre y yo éramos amigos antes de entrar a Hogwarts.
—¿En serio?
—Sí, fui yo quien le dijo que era una bruja —contó Severus, tragando saliva—. Tenme paciencia, por favor. No he hablado de tu madre en mucho tiempo —pidió, observando cómo Harry se acomodaba, listo para escucharlo atentamente.
Severus comenzó su relato, hablando de Hogwarts, los Merodeadores, Lily y cómo escuchó la profecía de Sybill. Aunque Harry apenas conocía a la mujer y solo la había visto un par de veces, escuchó con atención. Severus incluso explicó cómo se sentía culpable por la muerte de Lily.
Harry frunció el ceño al pensar en la lunática que vivía en la torre. Trelawney estaba loca, y no había forma de que él creyera en sus advertencias. Después de todo, había escuchado algunas de las profecías que hacía a sus estudiantes sobre sus muertes. Mientras Severus continuaba explicando cosas que Harry ya sabía, cómo su tiempo como espía y cómo Dumbledore se encargó de ocultar a su familia, Harry lo observó quedarse en silencio por varios minutos.
—No creo que seas el culpable.
—Lo soy, Harry. Fui yo quien escuchó la profecía y se lo dijo al Señor Tenebroso. Él te eligió a ti, por ser mestizo, en lugar de Longbottom —replicó Severus, sabiendo que nunca podría liberarse de la culpa por la muerte de Lily—. Tanto tu madre como Alice iban a dar a luz a finales de julio.
—No, tú solo le dijiste lo que Dumbledore quería que dijeras. Igual que esta noche. Apuesto a que pensabas que Dumbledore había puesto barreras de privacidad, pero no lo hizo. Si me dices que sabes que ha hecho entrevistas en lugares sin privacidad, entonces podría creer que fue tu culpa —respondió Harry, sintiéndose como un idiota por cómo había reaccionado.
Debería haber sabido que Dumbledore permitió que escuchara la conversación con Severus. Ahora se preguntaba si el director tenía algún tipo de sensor que lo alertaba cuando Harry estaba cerca. Severus también conectó los puntos, sintiendo una gran furia al darse cuenta de que siempre había asumido la culpa sin investigar más, cegado por su remordimiento. Ignoró el siseo de Storm.
—Storm dice que esa puerta lleva a una sala donde puedes explotar cosas, Severus —tradujo Harry, señalando una puerta al fondo a su derecha—. Se abrirá cuando te acerques. Al parecer, Salazar era un poco temperamental.
Harry siguió a Severus hasta la sala vacía, que solo contenía un montón de postes de madera con grandes escudos colgando. Severus comenzó a lanzarles hechizos, destruyendo uno tras otro, mientras nuevos escudos aparecían en su lugar. Harry esperó, y Storm observaba la escena, apoyando su cabeza en la puerta. Después de un rato, Harry empezó a planear cómo renovar sus visitas a la oficina de Dumbledore para descubrir si había más cosas interesantes allí. También empezó a hacer una lista mental de todo lo que quería comprobar.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Severus, parándose frente a Harry.
—En nada importante. Solo tengo algunas preguntas sobre los Sagrados Veintiocho.
Severus ya se había preguntado cuándo Harry comenzaría a indagar sobre las diversas lagunas que contenían las antiguas leyes familiares creadas por los Sagrados Veintiocho.
—Entiendo. Será mejor que continuemos esta conversación en mis aposentos. Hemos estado aquí abajo más tiempo de lo que esperaba.
Harry se ubicó entre los gemelos Weasley en la biblioteca. Amber había estado vigilando a los gemelos cuando él no podía durante la semana, ya que necesitaba encontrar la manera de hablar con ellos sin que sus dos hermanos menores lo supieran. Además, había notado que los gemelos tenían un mapa muy interesante. Harry estaba decidido a encontrar una forma de obtener ese mapa, sabiendo que pertenecía a los merodeadores.
—Tengo una idea que podría resolver el debate entre los Gryffindor sobre la patética excusa de disculpa de su hermano, caballeros —comentó Harry en voz baja.
—Podría servirnos… —empezó George, mirando a su alrededor y notando que la biblioteca estaba casi vacía. Era el momento perfecto para investigar pociones para sus bromas.
—Tus ideas interesantes. Ronald ha estado escuchando… —continuó Fred, apartando el libro que estaba leyendo.
—A Granger, quien obtiene su información del montón… —siguió George.
—De libros que ni siquiera comprende completamente, sobre lo que el código… —prosiguió Fred.
—Realmente significa —finalizaron ambos al unísono.
—Tu padre y Percy son perfectos para este plan. No obstante, yo no puedo hablar con Percy o escribirle a tu padre sin alertar a cierto director —advirtió Harry, dejando claro que no quería lidiar con Dumbledore—. ¿Qué tan bien actúa Percy?
—Muy bien —respondieron los gemelos al mismo tiempo, sonriendo.
—¿Qué estarían dispuestos a ofrecer a cambio de la información sobre quiénes fueron los merodeadores? —preguntó Harry, notando el creciente interés en los gemelos cuando ofreció el trueque.
