Cuando entraron al Gran Comedor esa mañana, Harry vio a los gemelos asentir con la cabeza en señal de aprobación, lo que le confirmaba que Percy había aceptado participar en su plan y que se reuniría con Harry más tarde para hacerle preguntas al respecto. Los gemelos tomaron sus asientos habituales después de darle un golpe en la nuca a su hermano menor, quien se quejó indignado, pero fue ignorado por Percy, que continuó hablando con su amigo. Una vez que los gemelos se sentaron, Harry les dio una leve inclinación de cabeza, señalando que se reuniría con ellos más tarde en el rinconcito donde se había encontrado con los gemelos el día anterior.

Al darle una mirada a la mesa, Harry observó cómo la señorita Perfecta estaba en modo regañón una vez más, sin estar del todo seguro de por qué, aunque parecía que la mayoría de los alumnos de segundo año de Gryffindor se estaban alejando lentamente de ella.

—Lo está haciendo de nuevo —comentó Draco con fastidio.

Harry no se giró al oírlo.

—Me pregunto si se ha dado cuenta de que la gente solo se sienta con ella porque no les queda más opción.

—Escuché que los que más puntos perdieron ayer fueron los que estaban más cerca de ella —murmuró Theo mientras se servía jugo de calabaza—. Weasley es el único que se sienta voluntariamente a su lado.

—Los demás solo la usan para poder terminar sus tareas —agregó Blaise, recordando haber visto a varios alumnos pasar por la mesa de la señorita Perfecta para hacerle preguntas—. Uno de ellos pregunta mientras los demás anotan todo lo que dice.

—Y Weasley simplemente le entrega sus tareas para que las haga —dijo Draco, pasándole el frutero a Blaise—. No hay uvas otra vez.

Harry vio a Dumbledore entrar en el Gran Comedor y supo que no era el único que lo notaba. Cualquiera con un mínimo de astucia de Slytherin observaba a Dumbledore, quien siempre pasaba junto a la mesa de Gryffindor antes de dirigirse a la mesa del profesorado. Harry observó cómo Dumbledore saludaba cortésmente a los alumnos hasta que llegó donde estaban sentados Weasley y la señorita Perfecta, deteniéndose unos segundos junto a ellos antes de continuar su camino. Normalmente, Dumbledore no se demoraba así. Harry se preguntó de qué habría tratado esa breve conversación mientras Dumbledore finalmente tomaba asiento y daba comienzo al desayuno.

Harry no tenía clases hasta el tercer periodo, y Severus iba a hablar con la señora Bones esa mañana, lo que le generaba tranquilidad respecto a Pettigrew. Miró de reojo a Weasley, preguntándose por qué no se había dado cuenta de que su mascota había desaparecido, ya que normalmente la traía consigo a las comidas.

Al finalizar el desayuno, Draco le dio un codazo a Harry mientras salían del Gran Comedor.

—Dumbledore te está observando otra vez.

—También estuvo hablando con la señorita Perfecta y el idiota de Weasley.

—Genial, nos van a molestar todo el día —se quejó Draco, sin prestar atención a los dos leones que los seguían y siempre causaban problemas en clase—. Algunos estudiantes mayores se reunirán más tarde para estudiar Encantamientos. ¿Quieres ir?

—Sí, será mejor que aguantar a esos dos idiotas siguiéndonos hasta la biblioteca —respondió Harry, consciente de que tenía muchas cosas que hacer ese día y sin ganas de que Dumbledore interfiriera en sus planes.


Como Dumbledore estaba ocupado en su reunión con el Consejo Escolar, Severus pudo reunirse con la señora Bones, quien había llegado ese día a través de la red flu de su oficina. Ambos se quedaron observando por un momento a un aturdido Peter Pettigrew en su forma de rata.

—¿Así que dices que el señor Potter lo vio transformándose y lo atrapó? —preguntó la señora Bones con escepticismo.

—Así es. Harry estaba jugando con los gatitos de la señora Norris cuando vio a la rata. Los gatitos la persiguieron, y Harry los siguió. Al doblar en una esquina, vio a Pettigrew transformarse de una rata a humano, asustar a los gatitos y luego volver a su forma de rata. Harry lo atrapó cuando la rata regresaba a Hogwarts y, como no confía en Albus, me lo trajo a mí —explicó Severus con calma y confianza.

—Sí, estoy al tanto de lo poco que el señor Potter confía en Albus —dijo la señora Bones mientras le colocaba a Pettigrew unas esposas que restringen el uso de la magia.

Había estado lidiando con los problemas legales que Dumbledore y Molly Weasley habían causado durante más de un año, y no creía que la situación mejorara pronto.

—¿Entonces ha estado en Hogwarts todo este tiempo? —preguntó la señora Bones con una mueca.

—No, llegó por primera vez como la mascota de Percy Weasley, y ahora le pertenece a Ronald Weasley —respondió Severus, preguntándose cómo nadie se había cuestionado que una rata viviera tanto tiempo.

Las ratas mágicas vivían más que las muggles, pero ninguna superaba los diez años. Severus nunca le había prestado mucha atención a los Gryffindor, excepto para castigarlos, pero ciertamente Minerva debería haber notado algo inusual.

—¿Harry necesitará testificar? —preguntó Severus, mientras pensaba en los próximos pasos legales.

—No, el hecho de que Pettigrew siga vivo cambia muchas cosas, pero ninguna requerirá el testimonio de Harry. Después de todo, estoy segura de que ni siquiera recuerda la noche en que murieron sus padres —afirmó la señora Bones, no muy entusiasmada por tener que explicarle a Fudge que habían condenado a un inocente en Azkaban.

Lo único positivo de esta situación era que ni Fudge ni ella tenían culpa de lo que sucedió durante la última guerra. Dumbledore, por otro lado, tendría muchas explicaciones que dar. La señora Bones iba a revisar el expediente de Sirius Black para comenzar a gestionar su liberación ese mismo día.

—Harry ni siquiera sabía que sus padres eran mágicos hasta que llegó a Hogwarts —comentó Severus, evitando mencionar a Black y los detalles de la guerra.

—Sí, sé que sus familiares no estaban contentos con la falta de conocimiento de su sobrino —respondió la señora Bones, recordando cómo ella misma había tenido que calmar a los Potter tras los numerosos incidentes provocados por Molly Weasley y Dumbledore contra ellos—. Será mejor que lleve a Pettigrew al Ministerio y comience el papeleo sobre su arresto y la liberación de Black.

La señora Bones no tenía intención de permitir que Dumbledore ocultara lo ocurrido, y además quería saber cómo Sirius Black había sido sentenciado y enviado a Azkaban si Pettigrew seguía vivo.

—Por supuesto. Te agradezco por haber atendido este asunto —dijo Severus, acercándose a la chimenea.

—Puedes llamarme por la red flu si tienes preguntas —añadió la señora Bones, usando su varita para que el cuerpo aturdido de Pettigrew la siguiera.

—Gracias, así lo haré —respondió Severus mientras ella desaparecía con Pettigrew hacia el Ministerio.

Severus se quedó pensando cuánto tiempo le tomaría a Dumbledore descubrir lo de Pettigrew. Estaba convencido de que Dumbledore debía saber que la rata Scabbers era Pettigrew. Después de todo, las barreras de Hogwarts detectaban quiénes ingresaban a los terrenos, y Dumbledore había visitado la Madriguera en numerosas ocasiones durante más de una década, donde seguramente había visto a Scabbers.

Severus se preguntaba qué clase de juego estaba jugando Dumbledore al mantener a Black en Azkaban, cuando podría haber usado su liberación para fortalecer su control sobre Harry. ¿Acaso mantenía a Black encarcelado como parte de un plan futuro, con la esperanza de conectar a Harry y Black cuando fuera conveniente? Eso sería algo que Dumbledore sin duda haría. Severus estaba seguro de que también involucraría a Lupin en ese plan para asegurarse de mantener controlado a Black.


A Harry no le sorprendió encontrar a los tres Weasley esperándolo en el rincón. Percy estaba de pie entre los gemelos, quienes habían estado hablando de algunos miembros de la familia cuando Harry entró.

—No tenemos mucho tiempo. No quiero que nadie nos vea juntos —advirtió Harry, sin querer que Dumbledore se enterara de su asociación con alguno de los Weasley, ya que eso podría darle falsas esperanzas al director.

—Estoy de acuerdo. Eso no sería bueno —concordó Percy, mirando a los gemelos—. Mis hermanos quieren que le escriba a mi padre para informarle sobre tu plan. Yo también creo que sería buena idea. Mi hermano menor necesita aprender las posibles consecuencias de los problemas en los que nos metió. Pudo habernos costado todo lo que tenemos si tú hubieras decidido castigarlo.

—Si todo sale bien, esto podría enseñarle una lección a tu hermano menor, para que finalmente se dé cuenta de lo que pudo pasar si hubiera ignorado el código de honor con otra familia, o si hubiera cometido ese error en un lugar más público o frente a alguien mayor. Si lo hubiera hecho en público, habría sido un problema mucho mayor. Al menos aquí, Dumbledore le ofrece algo de protección —señaló Harry, consciente del carácter recto de Percy.

Percy, siempre defensor del cumplimiento de las reglas, no era como Granger, quien intimidaba a los demás para que la escucharan. Además, con la actitud y el carácter de Percy, el trabajo ideal para él estaba en el Ministerio.

Percy no respondió de inmediato, reflexionando seriamente sobre lo que Harry acababa de decir.

—También estoy de acuerdo. Hemos intentado hacerle entender lo que pudo haber sucedido, pero no quiere escucharnos. Cuando éramos jóvenes, papá nos enseñaba las viejas costumbres, pero después de la guerra las cosas cambiaron. Bill y Charlie solían contarnos cómo nuestro padre nos hablaba de nuestra historia, nuestros rituales e incluso nuestras tradiciones —contó Percy con nostalgia.

—Este plan no requerirá mucho, solo un poco de actuación. Tu padre solo necesita fingir estar enojado. Tendrá que hacer un gran escándalo por la disculpa patética de tu hermano, y yo le daré unos minutos antes de intervenir y sugerir que hablemos en privado —explicó Harry, queriendo mantener las cosas simples.

No quería complicar el plan ni montar un drama innecesario; cuanto más tardaran, mayores serían las posibilidades de que Dumbledore llegara y lo arruinara todo.

—Debemos asegurarnos de que el director no interfiera —dijeron los gemelos al unísono como si hubieran leído sus pensamientos.

—Dumbledore empezará a interferir tan pronto como mi padre entre al Gran Comedor —señaló Percy, frunciendo el ceño—. A menos que podamos organizarlo fuera del castillo. Si lo hacemos antes del partido de Quidditch del sábado por la tarde, Dumbledore no podrá llegar a tiempo para detenerlo.

—Es cierto. Si lo hacemos en el Gran Comedor, Dumbledore nos detendría y no lograríamos nuestro objetivo —coincidió Harry, asintiendo.

Aunque no le importaría asistir a otro partido de Quidditch, le encantaba esa pequeña bola de metal que volaba por el campo. Sin duda, no quería que Dumbledore interfiriera en sus asuntos más de lo necesario.

—Entonces lo haremos el sábado. Si tu padre tiene problemas con eso, háganmelo saber. Si no escucho nada, asumiré que todo sigue en pie —concluyó Harry, satisfecho de que el plan se estuviera concretando.

—Es un buen plan. Debemos irnos, no queremos que nos vean juntos —advirtieron los gemelos, mirando a Percy—. ¿Crees que Bill y Charlie deberían ayudarnos a convencer a papá?

—No, en su última carta, papá sonaba muy decepcionado por lo que pasó, pero mencionó que no sabe cómo arreglarlo. Le encantará este plan porque va a hacer lo que le gusta: enseñarle a Ron una lección, inculcarle algo de historia y lo que significa honrar nuestra cultura.

—Es hora de que me vaya, tengo que reunirme con Snape —avisó Harry algo conmocionado.

No pensó que esto tomaría tanto tiempo; esperaba simplemente coordinar una hora y lugar para llevar a cabo el plan, no escuchar una discusión sobre la dinámica familiar.

—Por supuesto, gracias por hacer esto —dijo Percy, agradecido.

—No pasa nada —respondió Harry, dándoles un rápido asentimiento a los gemelos antes de irse.


~No ha cambiado nada.~ señaló Amber, parada junto a Harry en la oficina de Dumbledore.

Fawkes se encontraba visitando al rey.

~Nop, y uno pensaría que lo haría.~ comentó Harry, caminando hacia el escritorio y quitando unos libros.

Al no encontrar nada interesante, se dirigió hacia los estantes.

~¿Ha hecho algo nuevo?~

~No, no ha hecho mucho. Solo ha estado trabajando en su teoría de que Severus te lleve al lado luminoso, con la esperanza de que el próximo año estés dispuesto a escucharlo.~ informó Amber, recordando que había estado espiando a Dumbledore y enseñando a los gatitos a espiar también.

~Tengo una idea, Amber.~ avisó Harry, formando un plan en su cabeza mientras veía a los retratos congelados.


Dumbledore miró alarmado su oficina, notando que su escritorio y los muebles básicos seguían en su lugar, pero faltaban todos los retratos, decoraciones, alfombras, tapices y candelabros. Cerró los ojos y contó hasta diez, volviéndolos a abrir solo para confirmar que todo seguía desaparecido. Nuevamente le habían robado. Caminó hasta su escritorio y se sentó, mirando automáticamente su reloj para verificar la hora, pero al observar su escritorio y sus cajones, se dio cuenta que le habían robado tanto el reloj como todo lo que había en el escritorio. Cerró el cajón de golpe, se levantó y fue a la chimenea para hacer una llamada por la red flu, solo para descubrir que también le habían robado los polvos flu.

Encabronado, Dumbledore salió de su oficina y se dirigió a la de Minerva, planeando convocar a Severus una vez que llegara allí. En ese momento, Minerva caminaba hacia su oficina cuando Dumbledore la vio.

—Ah, Minerva, me preguntaba si podría tener unos momentos de tu tiempo —pidió Dumbledore, sin estar dispuesto a anunciar a los cuatro vientos que le habían robado otra vez.

—Por supuesto, justo iba a tomar un té, acompáñame —aceptó Minerva, ansiosa por relajarse un poco.

Dumbledore la siguió hasta su oficina. Una vez dentro, fue directo a la chimenea.

—Disculpa, Minerva, pero tengo que llamar a Severus.

Minerva, aunque algo desconcertada, presentía que su tranquila hora del té no se materializaría antes de la cena. Escuchó a Dumbledore pedirle a Severus que pasara, haciéndole recordar que debían estar en el Gran Comedor para cenar en una hora. Cuando todos estuvieron sentados, Minerva sirvió el té y, tras repartir las tazas, se acomodó.

—¿Qué sucedió?

—Me han vuelto a robar. Esta vez se llevaron todos los retratos, libros, alfombras y tapices de mi oficina. Solo dejaron los muebles —confesó Dumbledore, aún sin saber cómo explicar lo ocurrido.

Después de todo, ya habían actualizado las barreras de seguridad en su oficina y en Hogwarts.

—Mi oficina parece como si alguien hubiera movido los muebles y se hubiera llevado todo lo demás —continuó Dumbledore.

—¿No habían actualizado las barreras de protección en tu oficina y Hogwarts? —preguntó Minerva, sorprendida.

El robo había ocurrido durante la jornada escolar. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta? ¿Acaso nadie vio a alguien caminando por los pasillos con todas las cosas que Dumbledore acababa de mencionar?

—Así es. Yo mismo hice venir al Departamento de Misterios la semana pasada para que revisaran las barreras y concluyeron que todo estaba intacto —contó Dumbledore—. Incluso robaron mis caramelos de limón y los platos con dulces.

Severus estaba impresionado. Todavía no había descubierto cómo Harry lograba agarrar cosas del castillo de Hogwarts durante la noche, temprano en la mañana y durante el día sin que los estudiantes y el personal que se encontraba deambulando lo descubrieran. Eso sí que era interesante.

—¿Solo dejaron tus muebles? —preguntó Severus, sin estar esta vez seguro de cómo lo había hecho Harry.

Sabía que Harry no había usado a Fawkes; él ni siquiera conocía la magia antes de llegar a Hogwarts.

—Sí, se llevaron hasta los candelabros —respondió Dumbledore, comenzando a repasar la lista de las diferentes cosas que le faltaban y dejando escapar un poco de su frustración al enumerar lo que le habían robado en los últimos dos años, como su gárgola, que era lo que más le molestaba—. Es como si Hogwarts se hubiera convertido en el Callejón Knockturn —se quejó, dejando que la expresión de su rostro entreviera su edad.

Severus miró a Minerva y se preguntó si debería agregar una poción calmante al té de Dumbledore.

—No es tan malo, Albus. Sí, te robaron algunas cosas, pero Hogwarts no se está convirtiendo en el Callejón Knockturn.

—Minerva tiene razón, Albus. Alguien parece estar apuntando hacia ti —añadió Severus intencionadamente.

Él sabía que Dumbledore nunca daría demasiada información sobre sus planes o ideas, pero algunas pistas serían útiles. Severus también esperaba que, al convencer a Dumbledore de que alguien lo estaba apuntando a él y no a Hogwarts, se enfocaría en eso y comenzaría a dejar en paz a Harry.

—Debe ser Tom.

Severus quería gritar de frustración porque su plan acababa de fracasar.

—Él es el único hablante pársel que existe —continuó Dumbledore, sonando como si ya hubiera repetido esto varias veces—. También es el único capaz de entrar a Hogwarts sin ser detectado y hacer exactamente esto. Tengo que averiguar qué está buscando. Debo hablar con algunas de las agencias de vigilancia de otros países para ver si tienen a algún hablante que pueda ayudarnos. Tom sabe que Harry está aquí, pero no ha ido tras él y estoy un poco preocupado por si existe algún motivo oculto. Tom siempre ha sido vengativo y querrá deshacerse de Harry por la profecía y como venganza.

—¿Qué te preocupa de Harry? —cuestionó Minerva, dejando su taza de té en el plato.

Ambos habían estado escuchándolo parlotear sobre la profecía durante más de una década, y se había vuelto aburrido.

—Estoy preocupado porque Tom no ha ido tras Harry. Además, no creo que Harry haya tenido alguna interacción con él. Me pregunto si Tom está preparando algo para atraer a Harry hacia él y que se le una. Debe creer que, dado que Harry es un Slytherin, no es un peligro para él —explicó Dumbledore, suspirando—. Estoy un poco preocupado de que Harry se sienta atraído a unirse a Tom. No ha demostrado nada que indique que se va a unir a nuestro lado luminoso. Ni siquiera es amigo de los hijos de los miembros del lado luminoso. Sus únicos amigos son los hijos de los seguidores de Tom.

—Tampoco ha demostrado estar dispuesto a unirse al lado tenebroso —señaló Minerva, enfadada por el giro que estaba tomando la conversación, convirtiéndose en una reunión de lamentos de Dumbledore—. Los parientes estadounidenses de Harry son una gran influencia para él.

—¿Podrías escanear mi oficina después de la cena, Severus? —pidió Dumbledore, arrugando su rostro en una expresión amargada que les hizo saber exactamente lo que pensaba sobre los estadounidenses.

—Sí, pero sabes muy bien que no saldrá nada nuevo —le recordó Severus, sin estar seguro de por qué Dumbledore no llamaba otra vez al Departamento de Misterios como todos los demás hubieran hecho—. ¿Vas a llamar a los aurores por la red flu?

—Después de ver los resultados de los escaneos de mis barreras, no quiero llamar a los aurores a menos que sea necesario —respondió Dumbledore, sin querer que se arruinara aún más su reputación.

—Nos ocuparemos de eso después de la cena —indicó Minerva, levantándose—. Bueno, a menos que desees encargarte de eso ahora mientras Severus y yo nos encargamos de la cena.

—Creo que será mejor que me ocupe de la situación mientras los estudiantes se encuentran en el Gran Comedor —aceptó Dumbledore, parándose y dirigiéndose a la chimenea—. ¿Puedo volver a usar tu chimenea, Minerva? También me robaron los polvos flu.

Severus utilizó el movimiento de su cuerpo para empujar su silla hacia adentro, tratando de recuperar la compostura después de dejar que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro, provocada por la idea de que Harry había robado incluso los polvos flu. Realmente debería reprender a Harry por este último robo, pero no tenía pruebas de que él hubiera sido. Harry nunca lo admitiría a menos que lo atraparan. Si intentaba reprenderlo, Harry no lo negaría, pero tampoco lo admitiría. Severus había pasado muchas horas tratando de averiguar cómo lo hacía y aún no tenía idea.

—Avísame si me necesitas —dijo Severus, haciéndole un gesto con la cabeza.

—Gracias, Severus —respondió Dumbledore, asintiendo agradecido.

Minerva y Severus salieron de la oficina mientras Dumbledore hacía su llamada. Minerva esperó a que estuvieran un poco lejos antes de detener a Severus y poner un encantamiento de privacidad.

—Va a usar el regreso de Tom para obtener la custodia de Harry —dijo Minerva fuerte y severamente.

—Sí, eso me temo, y será contraproducente —respondió Severus, negando con la cabeza ante este teatro.

—Sí, así es.


Los aurores leyeron los resultados que el experto en barreras del Departamento de Misterios les había entregado tras ser convocados a Hogwarts. Uno de los aurores era Kingsley, acompañado de dos aurores subalternos.

—Todos regresen al ministerio —ordenó Kingsley con severidad—. Yo me encargaré de esto.

Nadie habló mientras se marchaban, y Dumbledore pareció un poco sorprendido al ver cómo su oficina se vaciaba.

—¿Kingsley? —llamó Dumbledore con incertidumbre.

—No vas a querer seguir con esto, Albus —respondió Kingsley.

—¿A qué te refieres? Necesito que me regresen todo lo que me robaron —cuestionó Dumbledore, cruzando la habitación y sentándose en su escritorio después de haber estado de pie junto al umbral de la puerta mientras el experto en barreras del Departamento de Misterios realizaba sus escaneos.

—Los escaneos muestran que fuiste tú quien quitó todas tus cosas con magia, Albus —informó Kingsley, entregándole los pergaminos a Dumbledore—. Solo está tu firma mágica en las barreras. Es la misma que congeló a los retratos y removió todo lo demás.

—Yo no lo hice —replicó Dumbledore, leyendo los resultados y sin estar seguro de cómo alguien podría haber copiado su firma mágica—. Ni siquiera sé si es posible que alguien copie la firma mágica de otro.

Kingsley suspiró.

—Depende de ti si quieres que presente el informe. Si lo hago, sabes que tendré que arrestarte.

—Sí, lo sé. Será mejor que me quede con el informe y busque yo mismo los artículos que me robaron. Gracias, Kingsley, por tu ayuda.

—Ten cuidado, Albus —advirtió Kingsley, sacando una bolsa de polvos flu y poniéndola sobre el escritorio de Dumbledore—. Traje esto para ti —sacó otra pequeña bolsa de polvos flu que siempre llevaba consigo y caminó hacia la chimenea—. Llámame si me necesitas.

Mientras se despedía de Kingsley, Dumbledore continuó revisando los escaneos, preguntándose cómo era posible que Tom hubiera hecho eso. Estaba seguro de que Tom debió lanzar algún hechizo o haber podido modificar sus barreras para lograr eso. Dumbledore decidió que iba a hablar con Severus para ver si conocía alguna magia oscura capaz de copiar firmas mágicas.