—Severus, ¿nos acompañarías a Minerva y a mí al sótano? —pidió Dumbledore, parado junto a las enormes puertas de la entrada de Hogwarts.

—Está bien —accedió Severus.

Había estado anhelando ir a cortar algunos ingredientes del jardín de Hagrid que necesitaba para su poción. Esperaba que Harry no hubiera dejado evidencia alguna que lo incriminara en lo que fuera que Dumbledore haya descubierto. Definitivamente era una buena señal que no le pidieran ir a la oficina del director y que Dumbledore no hubiera preguntado dónde estaba Harry.

—Maravilloso, mi muchacho. Vamos. Minerva nos está esperando en la entrada —indicó Dumbledore, girándose y dirigiéndose hacia el área detrás de la escalera principal—. No nos tomará mucho tiempo.

Severus lo siguió por el pasillo que conducía al sótano, donde Minerva ya los estaba esperando.

—¿Por qué nos reunimos aquí, Albus? —inquirió Minerva, reflexionando sobre el hecho de que nadie había estado en el sótano por años, o incluso décadas—. Sabes que no guardamos nada allí debido a lo bajo que es el techo. Ni siquiera podemos pasar sin encorvarnos.

—No vamos a entrar al sótano. Nos quedaremos aquí, esperando a que Viktor regrese —contestó Dumbledore, confiando en que esta fuera la solución a sus problemas.

—¿Quién es Viktor? —preguntó Minerva, intrigada por lo que Dumbledore habría hecho con ese tal Viktor.

Severus miró a su alrededor, sin tener claro quién era Viktor, pero aliviado de que Harry no estuviera involucrado. El pasillo estaba vacío, salvo por el polvo. La puerta del sótano estaba cerrada, lo cual no era sorpresa, ya que generalmente todas las puertas que conducían allí permanecían así. Podía oír a Minerva y Dumbledore discutir el último informe de los aurores; ninguno había logrado determinar cómo es que solo se había encontrado la firma mágica de Dumbledore. Severus también intentaba resolverlo.

Harry era un verdadero enigma. Justo cuando Severus creía haberlo descifrado, algo hacía que su teoría se viniera abajo.

La puerta se abrió y apareció Viktor, un hombre un poco más alto que Filius, con el pelo rojo, ojos verdes y vistiendo un overol sucio, cubierto de una variedad de manchas antiguas, así como telarañas y polvo recientes.

—Bueno, jefe, tiene un buen lío allá abajo.

—Dulce Merlín, ¿cuál es el problema? —preguntó Dumbledore, confiando una vez más en que esta podría ser la solución a sus problemas.

—Es más de un problema, jefe. Hay serios inconvenientes allá abajo, lo digo en serio. Es un verdadero desastre. Encontré señales de duendes y gremlins, criaturas bastante desagradables y tramposas. También vi duendecillos de Cornualles revoloteando. Tiene una buena mezcla de alborotadores aprovechando los beneficios de Hogwarts.

—¡No puede ser! Ellos deben ser los causantes de todos nuestros problemas y los que han estado robando cosas —comentó Minerva, esperando que la situación no fuera tan grave como parecía.

—Así es, señora. Les encanta causar problemas, y la falta de barreras en este castillo mágico que impidan su entrada los atrae como moscas a la miel —respondió Viktor, mirando a Dumbledore—. Deberías haber colocado esas barreras antes. Ahora tendrá que traer a los de Gringotts cuando termine, para que las agreguen.

—Maravilloso, ya tenemos las respuestas a nuestros problemas. Ahora, ¿cómo podemos deshacernos de ellos? —preguntó Dumbledore, sonriendo mientras acariciaba su barba.

Ahora tenía pruebas de que no era Harry el ladrón que rondaba por Hogwarts, y finalmente podía explicar al ministro y a la Oficina de Aurores por qué solo se había detectado su firma mágica en las barreras de su oficina. Por fin, las cosas parecían ir a su favor.

—Ese no es su único problema, jefe. ¡También tiene termitas! Deberá reemplazar un montón de postes y vigas que han sido destruidos por ellas. Tiene suerte de que el castillo no se haya venido abajo; supongo que es porque la magia de Hogwarts lo mantiene en pie —informó Viktor, balanceándose sobre sus pies—. Además, tiene un montón de otras criaturas y bichos allá abajo junto con esos seres mágicos.

—¿Qué debemos hacer para deshacernos de ellos? —cuestionó Severus, intrigado por cómo había ocurrido todo esto.

Sabía que Harry había estado involucrado en esos robos, aunque nunca lo había negado ni admitido.

—Tendré que cubrir todo el sótano con una carpa y fumigarlo durante al menos un mes, después de capturar a todas esas criaturas. Quienquiera que haya traído a los duendecillos de Cornualles aquí comenzó todo este desastre —respondió Viktor, levantando la vista—. También tendré que revisar todo el castillo.

—¿Por al menos un mes? —repitió Dumbledore, visiblemente sorprendido.

Tal vez las cosas no estaban saliendo tan a su favor como había pensado. Minerva y Severus se giraron para mirarlo, mientras él lucía un poco avergonzado.

—No sabía que causarían tantos problemas —murmuró Dumbledore, recordando que nunca había tenido problemas con los duendecillos de Cornualles antes.

Claro que, eso se debía a que nadie había sido tan estúpido como Lockhart para liberarlos de sus jaulas.

—Oh, jefe, ¿no me diga que fue usted quien los trajo?

—No, solo los dejé entrar. El profesor que los trajo ya no trabaja aquí —respondió Dumbledore, detestando cómo sonaba eso.

Un mes solo para fumigar, y ni siquiera era enero. Eso significaba que no se haría nada durante meses en ese aspecto, a menos que sacaran a todos los estudiantes por un mes. No quería que eso sucediera, ya que eso solo le generaría más problemas.

Viktor comenzó a chasquear la lengua mientras meneaba la cabeza decepcionado.

—Usted provocó este problema, jefe. Esas criaturas piensan que usted quiere jugar con ellas y, como no lo ha hecho, se la pasan haciendo travesuras. Gracias a usted, este trabajo será mucho más complicado. Tendré que contratar a algunas personas para que me ayuden. Me tomará cinco meses o más atrapar a todas esas criaturas —informó Viktor, tomando la libreta y la pluma mágica que acababan de aparecer y anotando cifras—. Fumigar un lugar tan grande como este tampoco es fácil. Una vez que vea más a fondo todo el daño que han causado esas criaturas, es posible que necesite más de un mes para arreglar este lugar. También tendré que contratar un ingeniero que me ayude.

Mientras escribía, Viktor se mostraba completamente serio y su naturaleza de duende salía a relucir.

—Añadiendo el costo de las reparaciones —continuó, anotando la proyección de lo que podrían necesitar reemplazar junto con su costo aproximado.

Cuando terminó, Viktor le entregó el papel a Dumbledore.

—Esto sería la estimación por el momento. Presentaré el coste total de todo lo que necesitemos una vez que revise todo el castillo.

Severus y Minerva miraron el papel mientras la mandíbula de Dumbledore caía en shock.

—Esto es más que nuestro presupuesto anual.

—Pues, jefe, este es el resultado de haber invitado a esas cosas a entrar y no mantenerlas vigiladas. De hecho, si no fuera por ellas, quizás nunca hubiéramos averiguado que tenían termitas dándose un festín con los soportes de madera —señaló Viktor, metiendo las manos en su overol y sacando un frasco de vidrio—. Estas cositas han estado disfrutando de una buena vida allá abajo.

—¿Me las puedo quedar? —pidió Severus, señalando a las termitas que planeaba reproducir y criar para usarlas en pociones—. Soy un maestro de pociones y podría establecer un área de reproducción segura para ellas.

—Claro, jefe. A mí no me sirven —aceptó Viktor, entregándole el frasco de vidrio a Severus—. Supongo que ya sabe que son fáciles de mantener. Le entregaré después todo lo que pueda necesitar. No tendría sentido tirarlo si usted lo puede usar.

—Muchísimas gracias. Lo apreciaría mucho —agradeció Severus, guardándose el frasco de termitas en su bolsillo.

—Debo irme, jefe. Tengo otro asunto que atender. Avísame cuando quiera que empiece —avisó Viktor, comenzando a desabrocharse el overol.

—¿Podría comenzar mañana para que nos dé un costo más aproximado de sus servicios? —solicitó Minerva, quitándole el papel de la mano a Dumbledore y casi desmayándose al ver la cantidad escrita.

Sabía muy bien que Dumbledore no había hecho nada para expulsar a las criaturas que había visto en el castillo durante décadas.

—Todo esto es culpa tuya, Albus —afirmó Minerva, mirando furiosa a Dumbledore.

—Sí, claro. No hay problema, señora —accedió Viktor, vistiendo ahora unos jeans y una camiseta polo—. Vendré a las seis de la mañana —se despidió agitando la mano mientras caminaba por el pasillo para salir de Hogwarts.

—También me tengo que ir. Debo recoger unas plantas del jardín de Hagrid —avisó Severus, sin querer escuchar el sermón que Minerva le iba a dar a Dumbledore sobre su falta de cuidado con respecto a Hogwarts.

[***]

—¿Cómo te fue? —preguntó Harry, sentado en una enorme roca con Midnight en su regazo.

—Maravilloso, niño. Me contrataron. ¿Va a ser el porcentaje normal? —inquirió Viktor, sentándose en la roca cerca de Harry—. Debiste haberme involucrado antes.

—Lo sé, pero aún no necesitaba que me proporcionaras una cubierta para mis otros proyectos. Triplicaste la tarifa, ¿no? —indagó Harry, preocupado de que la falta de cuidado de Dumbledore destruyera Hogwarts.

—¿Estás bromeando? Hice más que eso. Deberías ver el desastre que hay allá abajo. Las termitas, los duendecillos de Cornualles, los gremlin y otros duendes se están divirtiendo sin parar.

—Te advertí sobre los duendecillos de Cornualles —le recordó Harry, recordando cuando descubrió a las criaturas.

Había estado explorando Hogwarts usando el mapa porque sentía que estaba cerca de encontrar uno de los aposentos de los fundadores cuando se topó con las criaturas en el sótano. No quería que interfirieran en sus planes.

—Así es. Tendré que llamar a Edgar para que venga a verificar los problemas estructurales.

—A Edgar le encantará este trabajo. Tal vez deberías traer también a Clarence y su clan para que te ayuden. ¿Cuánto tiempo te tomará completar el trabajo? —preguntó Harry, deseando ver a sus viejos amigos.

—Nos tomará varios meses antes de que podamos poner una carpa para fumigar el castillo. Ese idiota dejó que este lugar se arruinara —comentó Viktor, recordando que él era el encargado del control de plagas de Hogwarts hasta que lo despidieron.

—Te mantendré informado si necesito trabajar en algunas áreas.

—Más te vale que lo hagas. No quiero quedarme atrapado en alguna de tus maquinaciones —dijo Viktor, lanzándole una mirada dura.

—Oye, no es mi culpa que ese día asumieran quién era el responsable y que no me creyeran. Seguían insistiendo en que te estaba protegiendo.

—Sí, lo sé, y esa es la única razón por la que no te maté —mencionó Viktor con una leve risa—. Será mejor que me vaya. Le dije a Millie que volvería a casa para el almuerzo.

Harry se levantó al mismo tiempo que Viktor, y juntos caminaron hacia el puente.

[***]

Severus se levantó y, al ver a Harry y Viktor caminar juntos hacia el puente, riéndose de algo, sintió ganas de patearse a sí mismo. Debió haber sabido que Harry estaba involucrado en la situación del sótano y de las criaturas que residían allí; los dos se comportaban muy amistosamente como para ser la primera vez que se conocían. Mientras regresaba a Hogwarts, Severus se preguntó cuánto ganaría el niño de ese trato. Se sintió aliviado de que mañana fuera sábado y esperaba que el partido de Quidditch le diera un poco de paz. Quizás, uno de los equipos lograría finalmente ganar; aún no habían localizado las snitches pérdidas y la señora Hooch había tenido que buscar unas nuevas.

—Miau.

Severus bajó la mirada y vio a Midnight sentado en el suelo.

—Él sabe que estuve aquí, ¿no es así? —preguntó, inclinándose para recoger al gatito—. Supongo que no me vas a decir lo que está planeando, ¿o sí?

Midnight empezó a ronronear.

—Eso pensé. Vamos, les voy a dar un salmón fresco a tus hermanos y a ti.

Severus entró al castillo y se dirigió a sus aposentos, sin sorprenderse al encontrar a Amber y a los gatitos esperándolo.

—Vengan, les voy a dar salmón fresco —les dijo.

[***]

—¿Cuándo vas a jugar? —preguntó Harry mientras caminaba con Draco hacia el campo de Quidditch.

—No estamos seguros. Como nadie ha anotado y todos los juegos han sido cancelados, los profesores están pensando en hacer una competición al final del año. Si nadie anota en este juego, la señora Hooch quiere organizar uno cada mes para ver si algún equipo puede anotar y así volver al horario regular una vez que eso suceda.

El equipo de Slytherin había sido el último en jugar, pero el partido se canceló cuando se oscureció tanto que nadie podía ver. A Harry no le importaba; él solo quería más de esas pelotas doradas con alas.

—Hooch ha tenido que pedir más snitches porque todavía no encuentran las otras.

—Busqué qué era una snitch y, debo decir, son unas aves muy bonitas —comentó Harry, encantado de que esos "pájaros" siempre lograran escapar.

Las aves lucían tan frágiles que él creía que los buscadores las matarían si las atrapaban.

—¿Por quién vas a apostar esta vez? ¿Ravenclaw o Hufflepuff?

—Apuesta por quien quieras en mi lugar. Yo me la pasaré leyendo un libro durante todo el partido —indicó Harry, esperando también la llegada del señor Weasley.

Harry siguió a Draco hasta la sección de las gradas de Slytherin, observando que los gemelos y Percy ya estaban en las gradas de Gryffindor. Cuando Draco iba a seguir subiendo, Harry lo detuvo.

—Aquí abajo podremos disfrutar mejor del show.

Draco estaba a punto de protestar, pero al ver la sonrisa de su amigo, decidió mejor sentarse junto a él donde le indicó.

—Aquí vienen nuestros equipos. Ravenclaw sale primero al campo y luego Hufflepuff —anunció Lee Jordan desde la mesa colocada junto a las gradas de Gryffindor—. La señora Hooch se dirige al centro del campo para posicionar a los equipos.

Harry le dio un codazo a Draco, quien lo miró confundido. Harry señaló con la cabeza hacia el castillo de Hogwarts. Draco giró la cabeza y abrió los ojos sorprendido.

—¿Estás bromeando?

—Este va a ser un mejor show —afirmó Harry, sonriendo con burla.

El señor Weasley caminó directamente hacia las gradas de Gryffindor. Una vez frente a ellas, apuntó a su garganta con su varita.

—¡RONALD BILIUS WEASLEY! —reprendió el señor Weasley, su voz amplificada por los altavoces y captada por el micrófono de Lee Jordan—. Deberías estar avergonzado de ti mismo. Si crees que esa patética disculpa fue aceptable, entonces creo que tendremos que repasar lo que te enseñé cuando eras joven, después de que visitemos mi trabajo.

Mientras su padre hablaba, Ron bajó de las gradas y se paró frente a él. El señor Weasley no parecía su habitual yo despistado; lucía como un padre preocupado.

—¿Qué haces aquí, papá? —inquirió Weasley, mirando a su alrededor mientras todos en el campo tenían puesta la atención en ellos y lo que estaba sucediendo.

—Vine a corregir la grave injuria que le has hecho a Harry Potter y a su familia con tu patética disculpa, que no solo carece de remordimiento, sino que además muestra una actitud arrogante —respondió el señor Weasley, mirando a sus tres hijos—. Pídele al señor Potter que se nos una, por favor, Percy. Hagan que Lee apague esa cosa, Fred y George.

—Sí, padre —contestó Percy, dirigiéndose a las gradas de Slytherin.

—Por favor, papá. ¿Vienes solo por lo de Potter? Él es un Slytherin malvado como todos los demás, un ladrón y todo lo que dije antes. Nadie quiere aceptarlo porque es un Potter. Además, ya me disculpé, y eso es lo único que debería importar. No deberíamos esforzarnos tanto solo para cumplir con una política anticuada de sangre pura.

Granger se paró junto a Weasley, mientras Ginny se movía para estar junto a su padre, quien le colocó un brazo sobre el hombro.

—Te dijimos que no era una buena disculpa —reprendió la guarra Weasley a su hermano.

—Este no es el momento, Ginny. Vamos, papá, sabes que no es gran cosa.

—Estás muy equivocado, Ronald. ¿Acaso tienes idea de lo que pudo habernos pasado? —regañó el señor Weasley, mirando severamente a su hijo—. Déjame iluminarte al respecto mientras esperamos a que el señor Potter se nos una. El señor Potter pudo haber exigido que se hiciera justicia y que nos quitaran todo. ¡INCLUSO NUESTRO PATRIMONIO! También pudo haber exigido un duelo de honor en el que él lanzaría el primer hechizo. Te lo conté claramente cuando eras más joven.

—Así es, señor Weasley —concordó Harry, parándose con Draco junto a Percy—. También pude haber arruinado la reputación de tu familia, lo cual habría truncado las carreras a las que aspiran tus hermanos.

—Exactamente —coincidió el señor Weasley, mirando a su hijo—. Esa es una de las razones por las que te enseñé todo eso —señaló, girándose para mirar a Harry—. Señor Potter…

—No te esperaba aquí hoy, Arthur —intervino Dumbledore de inmediato—. Antes que nada, estoy feliz de informarles a todos que hemos descubierto quién ha estado robando. El castillo de Hogwarts está infestado de gremlins, duendes, duendecillos de Cornualles y otras criaturas. La situación ya se está manejando, así que no deben preocuparse más por los robos —dijo, mirando a Ron—. No fue culpa de Harry, muchacho.

—Qué increíble noticia, Albus —comentó el señor Weasley, volviéndose hacia Harry—. Esperaba encontrarme con usted en mejores situaciones y no así, señor Potter. Me disculpo sinceramente por el comportamiento de mi hijo menor. No estaba al tanto de esta situación ni de las anteriores.

—Ya lo perdoné hace tiempo. No deseo arruinarlo a usted ni a su familia. Hagamos borrón y cuenta nueva —respondió Harry, ofreciéndole la mano al señor Weasley.

El señor Weasley le estrechó la mano.

—Se lo agradezco en nombre de mi familia y de mí —dijo el señor Weasley, soltando la mano de Harry y haciendo una reverencia—. Ahora, discúlpate correctamente, Ronald. Albus ha confirmado que el señor Potter no es el ladrón de Hogwarts.

—¿Ves, Ron? El director ya te había dicho antes que no fue Harry, y ahora tienen pruebas que lo confirman.

Severus había estado escuchando la conversación mientras se acercaba al campo de Quidditch, reprendiéndose por no haberse dado cuenta antes. Después de todo, este era el tipo de plan que Harry idearía: algo muy público para asegurarse de que todos los espectadores informaran a sus tutores sobre lo sucedido, y Rita, quien Severus sabía que estaba escondida allí, lo publicaría en el periódico. Weasley lucía furioso por tener que disculparse de nuevo, pero de cualquier modo se acercó a Harry.

—Lamento sinceramente haberte acusado de ser un ladrón. Por favor, acepta mis disculpas —dijo Ron con claridad, haciendo una reverencia.

—Disculpa aceptada —respondió Harry, inclinándose, queriendo terminar con aquello lo antes posible.

—¡Qué maravilloso! —comentó Dumbledore, aplaudiendo—. Ahora, quizás Ron y Harry puedan ser amigos junto con Hermione y Ginny.

—¿Acaso te has drogado con tus caramelos de limón? —replicó Harry, sin ninguna intención de volverse amigo del idiota, la señorita perfecta y la ramera hermana del idiota.

—Ya pueden volver a sus asientos, niños, y mándenle una carta a su madre más tarde. Y tú, Hermione, escríbele a tus padres —ordenó el señor Weasley.

—Pueden regresar a las gradas de Slytherin, Draco y Harry —habló Severus, haciendo notar su presencia—. Albus, Arthur.

—Sí, profesor Snape —contestó Draco, llevándose a Harry consigo.

—Acompáñame, Albus, necesito hablar contigo —indicó el señor Weasley, comenzando a alejarse.

Severus siguió al señor Weasley, al igual que Dumbledore, quien lucía un poco perplejo. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, el señor Weasley se detuvo.

—Deja ya de forzar una relación entre Ronald y el señor Potter, Albus. Ya se lo advertí a mi esposa y ahora te lo advierto a ti. Déjalo en paz.

—Es vital que Harry esté conectado con una buena familia luminosa, Arthur. Debemos alejarlo de las potenciales influencias oscuras.

—Forzar una amistad no lo logrará, Albus. De hecho, lo único que estás haciendo es alejar al señor Potter.

—Eso es exactamente lo que te he estado diciendo, Albus —agregó Severus, molesto—. Pelea con quien quieras, pero deja de involucrar a Harry en tus estúpidos planes —y, furioso, regresó a Hogwarts, cansado de lidiar con esos idiotas.

Era un día triste cuando un niño de doce años superaba con creces a un grupo de adultos.