Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.


Entre amores y karate.

Capítulo 1.- Giro radical

Corría a gran velocidad por las calles de Nerima. Su mochila color azul cielo adornado con un llavero de Pompompurín colgaba del hombro derecho, moviéndose al ritmo que sus piernas dictaban. Su cabello largo, suelto y adornado tan solo por una diadema amarilla parecía cobrar vida debido al viento que soplaba con ganas. Agradecía haberse puesto sus siempre cómodos tenis blancos y un cárdigan amarillo, ya que aunque estuviera entrando la primavera aún el clima era fresco. Y a pesar de llevar una falda tableada color blanco su destreza logró que en ningún momento tuviese un "accidente" al moverse de forma apresurada, además de que tenía puestas unas licras para evitar que se vieran sus bragas.

Maldecía el no poder despertarse más temprano. Definitivamente trabajar a medio tiempo en un Konbini, aunque fuera solo en algunos días, le estaba cobrando factura, aún cuando el local quedaba cerca de su casa. Akane Tendo no podía creer que, a sus 21 años estuviera sintiendo un peso enorme y un cansancio colosal en su ser.

Revisó su celular para saber la hora, encontrándose con el mensaje de su amiga Yuka advirtiendo que el profesor Fujikawa ya estaba empezando su clase. Bufó exasperada; todavía le quedaba bastante camino para llegar a su escuela.

Estudiaba ciencias de las artes marciales en la Nittaidai. Y como la escuela queda en Setagaya debía darse prisa para, al menos, llegar a la segunda clase. Es por eso que estaba ensimismada, acelerando el paso a pesar de estar jadeando fuertemente y de sufrir un adolorimiento ligero en sus piernas.

Pasó cerca de una casa donde al parecer un camión de mudanza estaba estacionado. Al ir demasiado rápido por poco tira a una señora que cargaba una pequeña caja con, probablemente, pertenencias. Frenó angustiada, tomando la caja que casi salía volando con sumo cuidado a la par que aquella mujer le miraba impactada.

—L-Lo siento...— Artículo de manera suave, casi con pena.

La mujer le sonrió amablemente tratando de quitarle pesadez a la pobre chica. —No te preocupes, estoy bien. Los accidentes suelen pasar.

Ella sonrió, aliviada de que no estuviera furiosa por lo sucedido. Dio una ligera reverencia y continúo corriendo hacia su destino, siendo observada por la señora desde lejos.

Aquella mujer pudo notar como la pobre chica tenía algo marcadas las ojeras. Además, aquellas manos que sostuvieron la caja se sentían demasiado delgadas. Pensó en que tal vez la chica estuviera pasando por una situación complicada. Deseaba que, sea lo que sea que le ocurriera, pudiera mejorar su situación, pues aunque no la conociera podía jurar sin dudarlo que ella era una persona noble y de buen corazón al ver su mirada de arrepentimiento.

—Mamá, ¿Por qué tardas tanto?

Salió de su trance al escuchar una voz masculina perteneciente a su hijo. Acomodó la caja entre sus brazos y se adentró a la casa que se encontraba aún medio vacía.—Lo lamento. Una jovencita casi choca conmigo.

—¿Pero estás bien? ¿No te hiciste daño?

—Claro que si, hijo. Anda, vamos a seguir desempacando.

—Tuviste suerte de llegar a la segunda clase. La profesora Goro te hubiese matado si no llegabas a tiempo.

Akane comió un onigiri de su obento. Lo saboreó, pensando en que era demasiado delicioso. Se aseguraría de agradecerle a su hermana Kasumi por siempre hacerle sus almuerzos. A pesar de ya ser una universitaria ella seguía siendo un desastre en la cocina, y aunque al menos ya llevaba un progreso en algunas cosas prefería que su hermana le preparara su comida para no gastar en la cafetería. Tragó su alimento para poder contestar. —Me quedé dormida. Regresé muy cansada del trabajo y caí rendida.

Yuka y Sayuri miraron a su mejor amiga con preocupación. Sabían que ella tenía algún problema, pero estaban seguras de que nunca se los diría. Akane era demasiado orgullosa, tanto que prefería cargar con sus propios problemas sola antes de admitir que necesitaba ayuda. Lo sabían porque ya les había tocado darle un buen sermón sobre el tema desde que la conocían.

Akane solo asintió. Por más cansada que estuviese, no podía faltar a los entrenamientos. Estaban a solo un año de elegir a los mejores candidatos para representar a la universidad en las competencias nacionales. Esto le beneficiaba no solo para sacar adelante una carrera deportiva, sino que también conseguiría una beca para poder solventar sus gastos en lo que le quedaba de estancia en la escuela.

—Oye, Akane, ¿No crees que te estás exigiendo demasiado?— Preguntó Yuka con la preocupación impresa en su voz.

—No se preocupen chicas, estoy bien.— Sonrió para que estuvieran más tranquilas. —Les prometo que descansaré más. Soy fuerte, y ustedes lo saben.

Yuka y Sayuri se miraron entre sí. Movieron la cabeza negando y resignadas dejaron el tema en paz.

—¡Bien chicos! ¡Muy buen entrenamiento!.

Akane miraba con admiración a la profesora Matsuda. Chieko Matsuda, su sensei en karate, es campeona de artes marciales desde hacia ocho años, además de ser miembro del Comité Nacional de Deportes y egresada destacada de la misma universidad. La joven considera a la profesora como su heroína, su modelo a seguir. Quería ser como ella, tener su fortaleza y su destreza. Es por ello que se inscribió a la clase de Karate con ella, y aún cuando el cansancio estuviera en su sistema por las extensas jornadas que tenía que llevar siempre estaba más que satisfecha al entrar a esa clase en particular. Ahí se olvidaba de todo para disfrutar de su amor por el deporte.

—¡Gracias, sensei!.— Exclamaron todos al unísono, realizando una inclinación respetuosa.

—Dentro de una semana empezaré a elegir a los estudiantes que representarán a la escuela en el torneo internacional del año siguiente. No se desanimen si no los selecciono, aún así, espero que lo den todo. ¡Nos vemos el miércoles!

Cada estudiante empezó a tomar sus cosas para dirigirse a los vestidores a cambiarse. Akane hizo lo propio, o al menos eso trató de hacer. Sintió unas manos más grandes que le tapaban los ojos. Rió suavemente, tocando las grandes manos que le rodeaban, reconociendo inmediatamente a su dueño.

—Soy el espíritu de las artes marciales. ¡Arrepiéntete por no dar suficientes patadas!

Akane apartó las manos divertida y encaró al muchacho de cabellos castaños que no paraba de carcajear por la ocurrencia que soltó. —¡Shinnosuke!

—Creí que si caerías en este juego. Sería más divertido si te espantaras de verdad.

—Pues no te va a funcionar, tonto. Sabes que solo me asustan las películas de terror.— Sacó su lengua de manera burlona. —Voy a cambiarme y enseguida te veo.— Tomó su mochila con sus pertenencias y corrió a los vestidores para no hacerlo esperar mucho.

Shinnosuke Ueda es el mejor amigo de Akane. Ambos se conocieron desde primaria de una manera peculiar. A Shinnosuke solían molestarlo mucho debido a que provenía originalmente de una población cercana a un bosque, por lo cual su familia era de escasos recursos. De igual forma solo vivía con su abuelo debido a que sus padres fallecieron en un trágico accidente automovilístico. Un día varios de los niños que solían acosarlo lo empezaron a molestar en un parque cercano a la escuela, llegando al grado de golpearlo. El pobre solo se cubría, indefenso, hasta que de pronto cesaron los golpes. Levantó la cabeza, y ahí fue cuando pudo observar a su salvadora. Akane alejó a los niños y los pateó con una fuerza poco común en una niña de esa edad. Shinnosuke pensó al principio que se trataba de otro niño debido al corte de cabello, pero mayúscula fue su sorpresa cuando, en una ida hacia la dirección escolar, pudo constatar de que quien detuvo los golpes fue su compañerita de clase.

Akane fue reprendida por la directora, y a la vez halagada por intervenir, por lo cual el único castigo que recibió fue una semana de suspensión de clases, mientras que el resto de niños recibieron un mes de limpieza del salón de clases sin posibilidad de rotar con alguien más, una semana de suspensión y clases extracurriculares. Cuando ella regresó después de su castigo, Shinnosuke le agradeció con un lunch extra que su abuelo le empacó para que lo compartiera con "la niña que golpea". Y fue así que ambos forjaron esa amistad que se vio fortalecida con el paso de los años. Y a pesar de que Shinnosuke era ahora un estudiante de artes en la Geidai y ella aspirante a artista marcial, seguían viéndose a como diera lugar.

—¿Cómo están las cosas en tu casa?— Preguntó el castaño mientras caminaban en la calles de Nerima, acompañados del atardecer que se asomaba teñido de colores purpúreos.

—Siendo sincera, no sé qué es lo que vamos a hacer. Papá sacó un préstamo y la casa está hipotecada. Nabiki hace lo posible por ayudar con su salario de principiante y yo me esfuerzo para poder trabajar en el Konbini y para ganar la beca deportiva.— Detuvo su charla. Con él sentía la libertad de expresar su desánimo, pues a parte de ser su mejor amigo, ella tenía sentimientos románticos por aquel chico. Pero no quería verse expuesta, porque tenía miedo de arruinar su amistad.

Shinnosuke sabía que ella estaba soportando muchas cosas, y que aunque se hiciera la fuerte su corazón y su mente estaban demasiado alterados. Se detuvo abruptamente enfrente de una casa, tomó los hombros de la chica y la obligó a mirarle. —Akane, sabes que puedes confiar en mí. Si necesitan un préstamo, yo y mi abuelo podemos...—

—Shinnosuke, no.— Interrumpió Akane con voz suave. Temía echarse a llorar enfrente de el, y a la vez tenía necesidad de abrazarlo para nunca soltarle, pero lo que menos quería era preocupar a su amigo, por lo que decidió tratar de sonreír a pesar de no encontrarse del todo bien. —Descuida, estaremos bien. Tu abuelo y tú necesitan el dinero para sacar adelante tu carrera, además, el está enfermo también, por si no lo recuerdas.

—Pero tu...—

Un ruido fuerte proveniente del jardín de la casa frente a ellos les interrumpió. Ambos se asomaron en la puerta principal que se encontraba entreabierta, pudiendo notar como una mujer vestida con un kimono tradicional estaba en el suelo con un montón de objetos regados a su alrededor y una caja vacía a su lado. Akane no lo pensó dos veces y entró a la casa, olvidándose de las etiquetas japonesas sobre no inmiscuirse en las situaciones ajenas.

—¿Está bien?— Preguntó mientras le ayudaba a ponerse de pie a la señora. Por otra parte, Shinnosuke ayudaba a recoger los objetos y depositarlos en la caja.

—Si, muchas gracias... ¡Oh! Eres tú, linda.

La chica reconoció inmediatamente a la persona a su lado con los ojos llenos de sorpresa. —Oh, es usted.

—Mira que soy torpe, te agradezco mucho la ayuda.— Sonrió amablemente. —Mi nombre es Nodoka Saotome.

Akane se inclinó con respeto. —Mucho gusto, señora Saotome, Yo soy Akane Tendo.

Shinnosuke terminó de levantar los objetos y se posicionó al lado de su amiga. Hizo lo propio. —Me llamo Shinnosuke Ueda, un placer.

La chica cayó en cuenta que era la casa de un vecino conocido por todo el barrio. No recordaba que aquel señor hubiese mencionado que se mudaría a otro lugar. Nodoka pudo ver la duda en sus ojos, por lo que se apresuró a aclarar las cosas. —Mi familia y yo nos hemos mudado. Recién llegamos hoy.

—Ya veo. Lo siento. En la mañana iba tan deprisa que no recordaba que había un camión de mudanza estacionado aquí.

—Entiendo, cariño, no te preocupes.

Shinnosuke carraspeó. —¿Puede indicarme donde dejo esta caja?

—Oh, claro. Por favor déjala en aquella mesa de jardín.— Dijo Nodoka señalando el lugar. El joven obedeció y se encaminó a dejar la caja.

—¿Segura que está bien? ¿No se hizo daño?— Le preguntó a Nodoka, inspeccionando de pies a cabeza.

—No te preocupes, cielo. Estoy muy bien.

—Me alegra escuchar eso. Si necesitan atención médica hay una clínica cerca de aquí. Ahí atiende el doctor Tofu. Es el médico de cabecera de mi familia.

—Muchas gracias, lo tendré en cuenta. ¿Vives en este vecindario?

—Si. Si algún día quiere visitarnos, puede ir al Dojo Tendo. Ahí serán bienvenidos.

—Te agradezco mucho la atención, y perdona por ser tan torpe, mira que hacer que me ayudaran con este pequeño problema.

—No se preocupe.

—Ah, que desconsiderada soy.—Nodoka puso su mano en su mejilla, apenada por no ser la mejor anfitriona. —¿No gustan un vaso de agua, o una taza de té?

Akane negó. —No, muchas gracias. De hecho ya debo irme.

—No hay problema, será otro día. De nuevo, muchas gracias por ayudarme, y un gusto conocerlos. Espero volverlos a ver pronto.

—El gusto es nuestro.— Respondió Shinnosuke.

—Seguro que si. Con permiso.— Despidió Akane.

Ambos muchachos emprendieron el paso nuevamente. Nodoka sonrió, dejó la caja en aquella mesita de jardín pensando en que era suficiente movimiento por ese día, y se adentró a su hogar para descansar y relajarse.

Mientras tanto, unos ojos azules miraban por la ventana de uno de los cuartos del segundo piso al par de amigos caminando por la calle, poniendo demasiada atención a la joven de cabello largo.

—¡Ya estoy en casa!

Al instante apareció en el recibidor una chica de cabellos castaños amarrados por un moño, formando una linda coleta lateral. Se limpió las manos húmedas con su delantal, recibiendo a su hermana con una sonrisa cálida. —Bienvenida a casa, Akane.

La joven se acercó a su hermana mayor. Kasumi siempre le recibía con esa sonrisa, a pesar de la situación que había en casa ella nunca perdía ese brillo cálido en su mirada ni esa amabilidad con cualquier persona. Era admirable. —¿Cómo está?

—Por el momento bien, la quimioterapia la dejó exhausta pero al parecer la recibió positivamente. Está despierta, puedes ir a saludarla.

—Gracias, Kasumi.

Akane subió las escaleras con su mochila aún puesta en su hombro derecho. Llegó a la habitación principal, tocó suavemente, escuchando un quedo "adelante". Abrió la puerta con cuidado, como si hubiera un monstruo al que no se quiere provocar. Pudo ver la iluminación tenue de la lampara cercana a la cama, las cortinas cerradas y sintió el olor a medicamento que impregnaba todo el lugar llenando sus fosas nasales.

—Akane, querida. Me alegra que llegaras a casa.

—Hola, mamá.— Akane se acercó a la cama tan cuidadosamente. Tomó las manos de su madre, aquellas que durante mucho tiempo la cuidaron y curaron de golpes que había recibido en sus lecciones de karate y en las tantas peleas de infantes. —¿Cómo estás?

La señora Naoko acarició una de las manos de su hija, intentando comunicarle que todo estaba bien, a pesar de que su enfermedad le dijera a todo el mundo otra cosa. —Estoy bien. La quimio no fue tan pesada hoy.

—Me alegra saberlo.

—¿Qué tal te fue en la universidad?

—Bien. Dentro de una semana elegirán a los representantes de la escuela para el torneo anual de artes marciales, así que pondré todo mi esfuerzo para resultar seleccionada.

Naoko trató de no demostrar la preocupación en su rostro. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo gigante con el trabajo de medio tiempo y con la escuela, así que no podía evitar preguntarse si es que realmente todo estaba bien. —Me alegro mucho, pero recuerda descansar más. Me preocupa que no te alimentes bien ni descanses lo suficiente.

—No te preocupes mamá, estaré bien.— Y aunque en el fondo Akane sabía que no era así, no lo mencionó para no afectar a su madre.

Toda la familia se encontraba concentrada en el comedor, a excepción de la señora Naoko, quien descansaba en su alcoba después del día tan pesado que tuvo. A pesar de que Kasumi hacía la comida más deliciosa que ellos pudiesen probar, la amargura que los envolvía opacaba el apetito que se suele tener al finalizar una jornada diaria. Nadie probaba bocado y todo era silencioso, hasta que la voz del patriarca resonó en el comedor.

—Ya no sé de donde sacar más dinero. Tuve que pagar por adelantado cinco sesiones más de quimioterapias, así que solo nos queda un pequeño porcentaje de dinero para poder pagar parte de la hipoteca y sacar adelante los gastos del hogar.

Nabiki bufó. —Vaya situación tan jodida tenemos.

—Nabiki, no digas esas cosas.— Reprendió Kasumi a su hermana del medio.

—Pero es la verdad. Estamos jodidos.

Nabiki era la experta en cuestiones administrativas, no en balde sacó adelante su tan anhelada carrera de administración con honores. Y aunque trabajaba en el área de contabilidad de una empresa grande seguía siendo apenas una principiante, por lo cual el sueldo que ganaba no era demasiado. El hecho de que ella admitiera que las soluciones se acababan y que estaban en una encrucijada era para tomarse en serio. La fría y calculadora Nabiki Tendo veía un escenario negro ante la situación familiar que tenían. No encontraba salida alguna.

—Estuve pensando, quizá es hora de volver a sacar adelante al dojo.

Las tres chicas miraron a su padre. Eso sería complicado debido a que Soun ya no tenía la fortaleza ni la destreza para poder sacar adelante las clases él solo. Sin mencionar que el nombre del dojo y su fama estaban más que muertos.

—Papá, apenas podemos sostener un horario adecuado para cuidar de mamá.— Dijo Kasumi preocupada.

—Kasumi tiene razón. No nos damos abasto para poder cuidar de mamá. Además, las reparaciones que hay que hacer cuestan dinero. En estos tiempos ya no son tan populares los dojos, lo de ahora son los gimnasios. Apuesto que nadie querrá pisar un viejo y aburrido lugar tradicional.

Por mucho que le dolieran las palabras de Nabiki, Akane sabía que tenía razón. La mayoría de sus compañeros preferían entrenar karate en un gimnasio que en un dojo. Los gimnasios contaban con maquinarías adecuadas para el ejercicio, cosa que en un dojo no era así.

—Papá, Nabiki está en lo cierto. Muchos compañeros prefieren entrenar en gimnasios con equipos y maquinaría moderna.

—Te lo está diciendo la voz de la experiencia. Akane sabe perfectamente sobre eso.

Sin embargo, esto no desanimó a Soun Tendo. Si había desesperación, quería decir que había esperanzas, por lo que haría lo que sea necesario para poder sobrevivir a la prueba que presentaban. —Ya está decidido. Voy a reabrir el lugar, no queda otra opción. Akane podrá enseñar algunos de los días libres que tiene.

—Papá, entiende. Akane ya se mata trabajando en ese estúpido Konbini como para que tenga que exigirse de más.— Nabiki sabía que Akane, al ser la menor sufría más por la situación, pero sería tan terca como para poder ponerle un límite a su padre.

—Entonces veré la forma de sacar adelante esto. No hay más que discutir.

Todos se sumieron en un silencio nuevamente, cada quien pensando en toda la situación y en los sacrificios que tendrían que hacer, sobre todo Akane.

Un nuevo día de clases comenzaba, y con ello las responsabilidades golpeaban imparables. La menor de los Tendo se encontraba en su salón junto a sus amigas. Aunque la idea de reabrir el dojo le ilusionaba, las palabras de Nabiki la tenían nerviosa. Muchos solo entrenaban artes marciales debido a intentos de verse cool para impresionar a los demás, sin pensar en ellas como lo que son: un arte. Solo querían presumir en redes sobre lo fuertes que serían, y sobre como patearían traseros, lo cuál le sonaba patético. Detuvo sus pensamientos al notar como el profesor entraba al aula. Todo sería normal, de no ser porque aquel hombre con gafas venía acompañado de un muchacho de ojos azules y un curioso pelo negro trenzado. Esto llamó la atención de todo el aula, provocando cuchicheos nada discretos.

—Clase, me alegra que estén bien. Se nos ha unido un nuevo estudiante. Viene desde Kyoto.

Aquel muchacho se presentó sin reverenciarse. —Mi nombre es Ranma Saotome.

La mayor parte de las chicas del salón no pudieron evitar soltar un suspiro profundo. Decir que era alguien apuesto significaba muy poco, pues estaban ante alguien que no parecía sacado de este mundo terrenal. Akane pudo notar como hasta Yuka y Sayuri no dejaban de mirarlo con los ojos llenos de brillitos.

—Saotome, no sé si te explicaron, esta es una clase de tronco común que toman por defecto otros alumnos que no estudian la carrera de artes marciales, por lo cual conocerás a mucha gente. Así que espero que recibas una buena bienvenida y puedas convivir sanamente. Por favor, toma asiento para poder empezar.

Muchas chicas miraron hacia sus lados para descubrir donde tomaría asiento. Algunas intentaban correr a sus compañeros varones de su lugar, mientras que otras se resignaban a no poder sentarse junto a ese adonis. Ranma caminó en el pasillo, mirando a cada hilera de estudiantes. Sin embargo, unos ojos castaños y pelo adornado con un moño blanco le llamaron la atención, haciendo que detuviera su paso. Los miró fijamente durante unos segundos, para luego dirigirse al lugar vació cercano a dicha chica, al lado de dos jovencitos.

—Akane.— Murmuró quedamente Sayuri. —¿Fue mi imaginación o aquél chico te miró?

—No lo sé. No lo conozco.— Respondió de vuelta Akane.

La joven miró de reojo hacia la dirección, descubriendo que aquel joven le miró con cierto asombro impreso en sus ojos. Ante esto Akane dejó de prestarle atención desviando la mirada al pizarrón, un poco consternada por toda la situación.

—No puedo creer que estudie artes marciales.— Suspiró Sayuri mientras estaba sentada al lado de Akane en el autobús.

Yuka se recargó en el respaldo delantero justo donde estaban sentadas sus otras dos amigas, sin importarle la incomodidad del pasajero a su lado. —¿Tendrá novia? ¿O será soltero?

Sayuri carcajeó con las manos en su boca. —No lo sé, solo sé que es guapo. Y demasiado. Pensé que ese tipo de chicos solo se veían en la tv. ¡Que suerte hemos tenido!

Akane rodó los ojos y cambió su gesto a uno de asco. Sus amigas tendían a fijarse mucho en los chicos, sobre todo los apuestos. Tanta era su fijación con ese tema que usualmente le pedían averiguar información sobre sus compañeros en clases de karate. —No sé que le ven, es solo un chico como los que hay por toda la escuela.

Yuka soltó una carcajada algo escandalosa, lo cuál provocó un ligero malestar al anciano junto a ella. A veces sentía que su amiga no soportaba a los chicos. —Lo que pasa es que tu tienes a tu atractivo amigo, Ueda.

—¿Y eso que tiene?

—No creas que no nos hemos dado cuenta.— Sayuri le miró suspicazmente. —¿Cuándo le dirás que te gusta?

La chica se vio atrapada, pero por suerte supo disimular el nerviosismo a causa de la pregunta. Claramente no le diría nada a Shinnosuke para no arruinar la amistad que tenían, por lo cual mentiría, como siempre hacía con todo el mundo cuando le preguntaban si eran novios. —El y yo solo somos amigos, así que no se hagan ilusiones.

—¿Y si también le gustas?

—Imposible.

Mientras las chicas hablaban, en la parte trasera del autobús se encontraban tres muchachos. Resultaba que Hiroshi y Daisuke, otros dos compañeros de Akane, se le pegaron a Ranma durante todo el día, por lo cual ahora estaban montados en el mismo transporte. Los dos primeros se alegraron de que su nuevo compañero viviera en Nerima, así podrían congeniar mucho más, pues les había simpatizado el joven. Ambos hablaban sobre cosas random que encontraban navegando en sus redes sociales, sin embargo el ojiazul se mantenía distraído mirando al grupo de amigas que conversaban alegremente. Posaba su mirada sobre una de ellas, en específico.

—Oye, Saotome.— Dijo Hiroshi, sacando de su distracción al de trenza. —¿Tienes novia o estás soltero?

A Ranma le impactó un poco la pregunta, pero respondió sinceramente. —Estoy soltero.

Daisuke soltó un bufido de sorpresa. —Vaya, pensaba que tenías novia. Bueno, en ese caso no tendrás problema en encontrar alguna.

Alzó una ceja. —¿A que te refieres?

Hiroshi y Daisuke soltaron una carcajada. No entendían como podía ser tan despistado. Hiroshi carraspeó un poco, tratando de controlar la risotada que quería escapar. — Bueno, mi estimado, la mayor parte de las chicas en todas las clases donde estábamos no te quitaban la mirada de encima.

Ranma se sonrojó levemente. Sí que se había dado cuenta, pero no quería hacerse ideas erróneas. —Ah, ya veo. Ahora que lo mencionan es cierto, todas me miraban.

—Bueno, todas salvo una.— Completó Daisuke.

—¿Qué?

El otro joven sonrió ligeramente. —La chica que ves enfrente con el moño blanco. Ella era la única que no te prestó demasiada atención.— Ranma la miró, descubriendo a su distracción del día. —Una de las chicas más populares por su belleza y destreza. Akane Tendo.

Hasta que por fin había descubierto su nombre. Cuando la vio en la escuela no podía creer que era la misma chica que ayudó a su madre el día anterior, cuando tuvo el pequeño accidente en el jardín. Y debía admitir que en ella había algo que le llamaba la atención, pero no sabía que era. Le desesperaba el no saber que le estaba pasando, usualmente no le sucedía eso con las chicas, ni siquiera con la última con la que había estado. —Bueno, tal vez no le llamé la atención. Pero, está bien, después de todo no es como que me interese salir con ella.

—Yo si.— Comentó Daisuke. Ranma le miró extrañado. —Es mi crush. Me gusta desde que estábamos en la preparatoria.

—Amigo, realmente es muy linda, es el crush de medía universidad, hasta los de grados más altos la pretenden.— Le comentó Hiroshi.

Esto solo dejó a Ranma un poco consternado y con demasiadas ganas de averiguar más de ella.

Ya eran las ocho de la noche, y eso significaba que ya solo faltaba una hora para salir de su turno. Se encontraba atendiendo a unos cuantos estudiantes de preparatoria, cobrándoles a cada uno los snacks que consumirían, probablemente por el exceso de tareas y trabajos escolares no pudieron comer antes. Viéndolos, recordó como en la preparatoria solía tener una vida no tan complicada como la que vivía ahora mismo. Cuando terminó de cobrar suspiró. Se tocó el cuello, tratando de disipar los nudos que se le habían formado por el estrés y dio vuelta para poder llenar parte del inventario, descontando los productos que había cobrado recién. El timbre de la puerta sonó, anunciando que alguien había entrado. Pero al ser un sonido al cual estaba más que acostumbrada no volteó hacia la entrada.

No pasaron más que unos dos minutos cuando alguien dejó en el mostrador un paquete de galletas de chocolate. Akane lo miró rápidamente, dejó la libreta a un lado y alzó la mirada. —Buenas noches...—

De todas las posibles personas, ¿Por qué ÉL tenía que aparecer ahí?

—Buenas noches.— Saludó Ranma, sorprendido por verla trabajando en un konbini.

Ella no sabía a que se debía, pero sentía cierta incomodidad al lado de ese muchacho. Se notaba que era un tipo presumido, al cuál solo le importaba la atención de medio salón de clases. —¿Sería todo?

—Si.

Akane pasó el código de barras en el lector. —Son 180 yen, por favor.

Ranma le tendió el dinero de manera robótica. —Gracias.— Soltó secamente.

—De nada.— Volvió a anotar ese movimiento en la libreta. —Vuelve pronto.— Dijo nada más por pura cortesía.

El joven se dio la vuelta y salió del lugar. Cuando estuvo fuera de la tienda recibió un mensaje de su padre, pidiéndole que por favor lo alcanzara en el Dojo Tendo. Ranma dudó en si entrar de nuevo a la tienda para preguntarle a la joven si sabía donde estaba esa dirección, pero no lo hizo porque la inquietud que le generaba su presencia era demasiada. Prefirió optar por una app de GPS y seguir el camino que el aparato le marcaba.

Akane salió del establecimiento corriendo deprisa. El mensaje de su padre había sido demasiado escueto pero alarmante: "Es una emergencia, ven pronto a casa". Rogaba que no le hubiese pasado algo grave a su madre.

Llegó a su hogar sin anunciarse. Se sacó rápidamente sus zapatos y los dejó botados sin siquiera detenerse a acomodarlos. Empezó a subir las escaleras apresuradamente, sin embargo, al llegar arriba sintió un fuerte impacto en todo su cuerpo. Acto seguido pudo sentir como rodaba en las escaleras junto con alguien más. Finalmente notó cuando ella y la otra persona dejaron de rodar. Se levantó un poco posando las manos sobre el pecho de, aparentemente, un hombre. Creyendo que se trataba de su papá, abrió los ojos para pedir disculpas por lo sucedido, pero al abrirlos solo pudo atinar a poner una expresión de sorpresa.

Se escucharon pasos de varias personas corriendo hacía el lugar. Aparecieron Soun, Kasumi y un hombre de turbante y lentes que en su vida había visto. También, en la entrada, apareció Nabiki, quien llegaba después de su jornada laboral en la empresa.

—O-oye, ¿Estás b-bien?— Preguntó esa voz aterciopelada y conocida, para su desgracia, por ella.

Quería responder algo, de verdad. Pero sintió unas manos tocándole el trasero y la cadera, encima no ayudaba el que llevara un vestido puesto, pues la mano en el trasero tocaba directamente la piel. Maldijo no haberse puesto licra en esa ocasión. Gritó fuertemente, le propinó una cachetada y se alejó del chico levantándose más rápido que un rayo.

—¡P-Pervertido!— Le gritó colérica.

Ranma se levantó con el gesto descompuesto. —¡¿Como me llamaste?!

—¡Lo que escuchaste! ¡Eres un pervertido!

—¡¿Q-que?!— No podía creer lo que estaba pasando, ¡Ella había chocado con él, y solamente procuró que no sufriera daño alguno! Tenía que darle las gracias por no salir siquiera con un rasguño. —¡Yo evité que te lastimaras!

—Si, claro.— Añadió, sarcástica. —¡Y por eso tu mano debía estar tocándome el trasero! Además, ¿Qué hacías en la planta de arriba?

—No sabía donde quedaba el baño.

—Entonces eso demuestra que eres un imbécil.

Rio secamente. Se cruzó de brazos soberbiamente. —No entiendo como puedes ser la más popular de la escuela, no sé que te ven de especial si tienes un temperamento horrible, nada delicado y digno de un hombre. Sinceramente todos esos chicos son unos estúpidos ciegos.

—¡¿Que?!

Volvió a reír. —¿De verdad piensas que coloqué esa mano a propósito en ese intento de trasero que tienes? ¡Por favor! He tocado traseros más lindos y de chicas más guapas que tú. No te creas la gran cosa.

Akane, sumamente furiosa, tomó la mesita del recibidor que estaba cerca y la estampó contra el muchacho. Empezó a respirar agitadamente, producto de la rabia. No creía que de verdad existiera un ser humano tan detestable como él. ¡No lo conocía bien y ya lo odiaba!

Soun carraspeó llamando la atención de todos. Ciertamente no esperaba la escena montada ahí mismo. —Escuchen, necesitamos hablar. Por favor, no hagamos más ruido para no molestar a mi querida esposa. Vayamos al comedor.

El silencio y la quietud que se sentían ahí mismo era demasiado filoso, lo tocabas un poco y terminabas sangrando. Akane estaba tratando de comer su porción de arroz servida por su hermana Kasumi. Nabiki hacía lo mismo, solo que ella sonreía divertida por la escena que la recibió en casa. Parecía que las cosas se iban a poner interesantes y divertidas, y es lo que necesitaban después de tanta pena que les inundaba a todos ahí.

—Hijas mías, les presento a Genma Saotome. Él es un gran amigo mío, entrenábamos juntos artes marciales hace mucho tiempo.

Genma comía y comía sin parar, avergonzando un poco a Ranma por la forma tan descarada en la que su padre aprovechaba la hospitalidad y el alimento ajenos, preguntándose como se comportaría si su madre estuviera ahí presente. Tragó su arroz y sonrió. —Mucho gusto, Soun tiene tres lindas hijas, tanto como lo es su madre. Éste muchacho fuerte que ven aquí es mi hijo, Ranma. Por cierto, debo ofrecer una disculpa en nombre de él, suele ser un poco grosero con las personas.

—Lo dice el barril sin fondo que solo parece un enorme parásito aprovechándose de los demás.— Murmuró Ranma.

—Me encontré con Genma mientras iba a comprar con Kasumi. Nos saludamos, y lo invité a comer. Hablamos, y resulta que él y su hijo estuvieron entrenando en China durante bastantes años, por lo cual he decidido hacer una alianza. Como sabrán, en un mes será la reunión anual de escuelas de combate, por lo que veo una gran oportunidad de poder obtener un lugar privilegiado y más oportunidades de competir en el torneo internacional de artes marciales de finales de año. Genma y su hijo nos ayudarán a realzar el nombre del dojo. Akane, hija mía, tu y Ranma serán los encargados de representar la escuela de combate y, si jugamos todas las cartas bien lograremos que ambos compitan en ese torneo.

—¡¿Ah?!— Exclamaron ambos a la vez.

—Vaya, eso no lo esperaba.— Murmuró Nabiki.

—Este fin de semana ambos nos ayudarán a alistar el dojo para reabrirlo, haremos panfletos y los colocaremos esperando una gran afluencia.

—Suena interesante.— Comentó Kasumi feliz.

—¡Alto ahí!— Ranma se levantó de su lugar. —¿Siquiera está a mi altura?

Akane le imitó frunció el ceño. —¡Claro que lo estoy!

—Ranma, no seas descortés con ella.— Regañó Genma.

—Mi hija también sabe artes marciales, ha entrenado desde muy pequeña.

—De esto damos fe, Ranma-kun, ella es una chica muy fuerte, desde pequeña peleaba mucho y siempre ha sido muy terca para demostrar su fuerza, además es de carácter fuerte.— Mencionó Kasumi con una sonrisa.

—Eso no ayudó Kasumi.— Dijo Nabiki divertida.

—Soun, mi hijo acepta gustosamente.

—Están locos si creen que voy a aceptar esto.

Akane sonrió con suficiencia. —Está bien, eso significa que no eres lo suficientemente hombre como para dirigir una escuela de combate por ti mismo.

Ranma se cruzó de brazos, con un ligero tic de ojos. El hecho de que le dijera eso una chica solo picó su frágil ego, cortándolo en pedazos. —¡Bien, te lo demostraré! Acepto.

—¡Bien!

—¡Bien!

Mientras Ranma y Akane se reñían entre sí, Genma y Soun se miraron satisfechos, abrazándose por la proeza lograda. El patriarca de los Tendo por fin podría matar dos pájaros de un tiro; lograr que el dojo volviera a cobrar prestigio y vida, y por otra, ganar más dinero para ayudar a su esposa enferma y mejorar la situación en su casa. —¡Kasumi, trae el sake!

—Perdona si no pudimos cuidar bien de papá. estaba realmente emocionado con todo esto.— Se disculpó Kasumi mientras arropaba a su padre, ya pasado de copas, acostado en un futón al lado de la cama de la señora Naoko.

—No se preocupen, queridas. Su padre merece divertirse de vez en cuando. Las cosas han sido muy difíciles para el, y el reavivar el dojo le hace mucha ilusión porque lo había descuidado demasiado.

—Oh, y será demasiado divertido, porque al parecer Akane hizo un nuevo amigo.— Comentó Nabiki.

—Eso no es cierto.— Murmuró Akane.

—¿De verdad? ¿Quién es?

—Es el hijo de su amigo, el señor Saotome.— Respondió Kasumi.

—Se llama Ranma, y según nos contaron, es artista marcial al igual que Akane, solo que más fuerte.— Nabiki estaba más que divertida molestando a su hermana.

—Ya basta.— Mencionó entre dientes la menor de las Tendo.

—Akane.— Naoko tomó las manos de su hija menor. —Sé que tal vez no te lleves bien con aquél muchacho, pero prométeme que harás lo posible por ayudar a tu padre con esto. Para mi es igual de importante, porque me interesa mucho el bienestar de cada uno de ustedes. Además, tu sueño de ser artista marcial profesional también depende de esto. Prométemelo, por favor.

Akane asintió, suspirando.

Una vez ya en su cama, aquella muchacha sintió ligereza en su ser. Todo en su vida parecía ser un caos total, pero por alguna razón, esto que acababa de pasar se sentía refrescante. Nunca se imaginó que volverían a abrir el dojo, y ciertamente era algo que extrañaba muchísimo. El hecho de que su padre confiara en ella para poder manejarlo le llenaba de felicidad y realización. Y aunque no le gustaba la llegada de ese chico grosero, debía admitir que el giro radical que le había otorgado la vida con su presencia no le era innecesario ni horrible.

Por más que fuera difícil, se prometió a si misma que lo lograría. Y era una promesa que pensaba cumplir a como diera lugar, en nombre de ella misma. En nombre de su padre, de sus hermanas. En nombre de su madre.


Pompompurin: Personaje de la marca Sanrio.

Konbini: Tienda de autoservicio japonesa, tipo 7 Eleven.

Nittaidai: Nippon Sport Science University. Universidad de ciencias del deporte, locación real y se ubica en Setagaya.

Onigiri: Bolas de arroz rellenas de atún.

Obento: Almuerzo empaquetado japonés.

Geidai: Universidad Nacional de Bellas artes y música de Tokio, locación real ubicada en Ueno.

Sake: Bebida alcohólica tradicional a base de arroz.

¡Hola a todos!

Espero les guste el primer capítulo de esta historia que estaré escribiendo. La verdad, será una historia llena de bastante drama, unas buenas dosis de romance, algo de comedia y angustia también. Será una mezcolanza muy divertida, espero les vaya agradando. Pido disculpas por el capítulo largo, pero me emocioné demasiado escribiendo, ya saben, cosas de fickers c:

Espero no tardar en actualizar. Ahorita lo puedo hacer porque me operaron de la vesícula, y aún me falta una semana y media para regresar al trabajo en oficina, aunque ya puedo ir trabajando en casa. Pido paciencia, esto de ser un adulto es medio pesado :c no lo intenten en casa. O bueno, si, háganlo, así se compran sus caprichos.

Por último, les agradezco por los reviews y los favs de mi one-shot anterior, Euforia. Me llenó de vida ver que el regreso a la plataforma como ficker ha valido la pena.

Sin nada más que agregar, me despido.

Con amor, Sandy c: