Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 11.- Guerra declarada.
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Mientras se encontraba sentado en la sala de su casa, frente a él un señor de traje impecable enseñaba un documento muy importante, y que según había mencionado, era de su interés absoluto. Pero en su mente solamente se atascó el apellido Kumon. ¿Ese era el padre de Ryu?
—Quiero proponerles que se unan a mi equipo. Verán, mi dojo tiene técnicas impresionantes, y además contamos con instalaciones muy bien equipadas. En la actualidad, los dojos convencionales pueden parecer un poco aburridos.— El señor Kumon extrajo su celular, mostrando un video que dejó deslumbrado a Genma. —Contamos con sistemas de entrenamiento actualizados. Para medir las habilidades y la fortaleza de quienes entrenan aquí, tenemos un escáner que muestra absolutamente todo. Y además, les ofrecemos un servicio exclusivo de nutriólogos y entrenadores personales. En caso de necesitarlos, claro.
Genma no cabía de la impresión. Ni en sus más locos sueños pudo visualizar algo como aquello. —¡Que impresionante!
Ranma y Nodoka se miraron. Cuando a Genma se le metía algo en la cabeza, no había nadie que le detuviera. Y debían temer, ya que el era un hombre que se dejaba llevar por lo material.
El señor Kumon alejó el celular, y sonrió como si estuviese posando para un comercial de pasta de dientes. —Para obtener estos beneficios, les ofrezco un contrato exclusivo.— Señaló el papel frente a él, y colocó la pluma a un lado, de forma intencional. —Siéntanse con la libertad de leerlo.
Ranma entrecerró los ojos, notando como su padre comenzaba a mostrar destellos en sus ojos. Antes de que él regordete hombre pudiese leerlo, el chico se adelantó y lo tomó. Junto a Nodoka, leyeron lo más que pudieron. Genma intentaba asomarse un poco para saber que diablos tenía escrito, pero ninguno le dejaba sitio para observar.
—Disculpe, señor Kumon... pero está cantidad... ¿no es muy exagerada?— Preguntó Nodoka un poco inquieta. No mencionaría nada, ya que su esposo sería capaz de firmar sin pensar.
—¿Pero que cantidad es?— Genma insistió, queriendo arrebatarle el contrato a Ranma. Algo fallido, ya que el chico se alejó.
Ryutaro amplificó su sonrisa. —¡Para nada! He escuchado que su hijo fue entrenado en China. Y además, que posee una gran habilidad y destreza para el combate. Creo que es un precio justo para alguien tan ingenioso como él.— Al notar el silencio formado, incentivó más a los padres del chico. —Me gustaría que formara parte de mis filas. Tengo planes de que participe en el torneo de artes marciales. Con su fuerza, estoy seguro de que...
—Ya estoy en un dojo.— Interrumpió Ranma, de forma firme. Su semblante había pasado de tranquilo a tenso.
—Oh... es cierto... el dojo Tendo, ¿cierto?
—Si. El dojo de mi prometida.— Enfatizó, aunque no tenía la necesidad de hacerlo. Tal vez sus sentimientos hacia Akane estaban mezclándose con el orgullo y el honor de ser un artista marcial. No lo sabía. Lo único claro es que aquél hombre estaba cometiendo trampa. —Señor Kumon, espero equivocarme. Per pareciera que quiere que me una para que el dojo Tendo tenga desventajas.
El patriarca Kumon le miró suspicaz. No se equivocaba, pero para que funcionara, debía mostrarse desinteresado. —Más equivocado no podrías estar, muchachito.
—Señor... — Genma tomó el hombre de su invitado sorpresa, y comenzó a tartamudear. —Mi hijo no sabe lo que está diciendo. Pero si el dinero es suficiente, entonces nosotros...
—No aceptamos.— Ranma entregó el documento con firmeza al hombre frente a ellos. —Lo lamento, señor Kumon. Pero Akane es mi prometida, y debo mucho a su padre. Además, es deshonesto.
¿Quién lo diría? Ni siquiera la suma de nueve cifras le hizo flaquear. Ryutaro se levantó, y tomó el documento en sus manos. Aparentó estar tranquilo, pero en el fondo, comenzaba a estar intranquilo. El idiota del padre parecía que si podía caer ante la trampa, así que ya vería como tener al joven en sus filas. —Bien, es una pena. En fin, agradezco mucho su atención.
Ranma ni siquiera mostró una sonrisa de cortesía. Estaba enojado, y no sabía si con el señor Kumon, o con su padre, quien demostró que podía traicionar a los Tendo. —Por favor, no tome represalias por esta decisión. Y le pido que no insista. Mi decisión es firme.
—Ténganlo por seguro.— Se reverenció. —Debo irme. Gracias por la amabilidad.
—Lo acompaño a la puerta.— Dijo Nodoka, siguiendo a la visita y mirando a Ranma.
Una vez que la indeseable presencia desapareció, Genma se abalanzó a Ranma y lo sostuvo de su camisa, zarandeando el cuerpo de su hijo. —¿Estás demente?
El de trenza sostuvo las manos de su padre, y sin mucho esfuerzo lo alejó de él. —Esa pregunta es para tí. ¿Acaso no piensas en los Tendo?
—¡Claro que lo hago!
—¡Mentiroso! Por dios... ¡La mamá de Akane está enferma, y tú solo piensas en el asqueroso dinero!
—¿Cuántas cifras eran?— Preguntó el regordete hombre, ansioso por saberlo. Pero en cuanto notó que su hijo se mantenía mudo, se lanzó a atacarlo con una patada dirigida hacia la cabeza. Ranma esquivó el golpe, y se hizo hacia un lado. —¡¿Cuanto era?!
—Cien millones de yenes.
Genma volvió a atacar a su hijo, sin importarle si la sala podía sufrir algún daño. Ranma lo esquivaba, y de repente le respondía con puñetazos que lograban impactar a su padre. La pobre Blanquinegra, al ser una cachorrita aún se mantenía atemorizada y nerviosa, ladrando y aumentando la tensión entre padre e hijo. Nodoka regresó a la sala, y ni bien miró la escena, comenzó a decepcionarse de su esposo. El dinero a veces lo cegaba.
—¡Genma, ya basta!— Reprendió la mujer. Y como su esposo no parecía oír, tomó la katana exhibida en la sala y la lanzó en dirección al par de personas. Esto pareció surtir efecto, ya que inmediatamente pararon, Ranma hizo una llave, inmovilizando a su padre.
—Viejo, no puedo creer que te vendas de esa forma.— Susurró con furia.
—¡Ranma, ya!— Regañó Nodoka.
Al menos el le hizo caso, ya que soltó al inútil de su padre y se alejó lo suficiente como para calmarse. Oh si, Ranma Saotome estaba furioso. Su padre, traicionando a su amigo. ¡Era una mierda de persona! Puso las manos en sus caderas, y trató de respirar para controlarse. Lo peor, es que no solo pensaba en los señores Tendo. Si el aceptaba, estaría traicionando a Akane. Jamás lo haría, y el solo pensar que su padre era capaz de ello le hervía la sangre.
Genma se acomodó los lentes y la ropa. —Debimos aceptar.
—Viejo, basta...— Bufó.
—Genma, por favor. Los Tendo nos han dado la confianza suficiente como para dejar pasar la impulsividad de Ranma. Nos perdonaron que se hayan comprometido imaginariamente, y le permitieron competir y dar clases en su dojo. Es como si los traicionáramos.
—¿Es que no lo entienden? Ellos se llevan casi todo el dinero.— Aleteó con los brazos de forma exagerada. Un completo bufón.
Rodó los ojos, y volvió a bufar. Realmente tenía ganas de matar a quien se supone es su padre. —La mamá de Akane tiene cáncer. Deben pagar quimioterapias, cuentas... ¡Y tú te preocupas porque ellos se llevan gran parte del dinero!
—¡No debería ser así! Pudimos firmar un contrato, y pactar la mitad. Ranma, no lo estás viendo de la forma que es. Usan tu imagen para obtener un patrocinador y beneficios. ¿No crees que debemos ganar más?
—No puedo creer lo que dices...— Susurró enojado.
—Además...— Señaló a la perrita de Ryoga. —Nos está destruyendo cosas del hogar.
Ryoga iba llegando a la residencia de los Saotome, cuando escuchó gritos. Se apresuró, y llegó en el momento más inesperado. Miró como el señor Saotome hablaba de Blanquinegra, su preciada cachorrita. Enojado pero avergonzado se acercó al animal, y lo cargó. Luego, se dirigió al señor Genma.
—Lamento que Blanquinegra les cause problemas.— Inclinó su cabeza. —No tardaré en buscar un departamento. Mientras tanto, pagaré cada cosa que ella rompa.
—Ryoga...— Susurró Ranma, un poco preocupado por su amigo. Sin embargo, se tranquilizó al verlo sonreírle.
—Descuida, Ranma.
Ranma no ocultó su furia. Asesinó con la mirada a su padre, y pronunció una amenaza para él. —Papá, no voy a permitir que firmes un contrato sin mi autorización. Recuerda que soy mayor de edad, y te puedes meter en problemas legales conmigo. Si me entero que el señor Kumon te insiste, tomaré riendas en el asunto.
—Hijo, ¡Reacciona!
—Los Tendo nos han ayudado. Y a Akane... a ella le debo fidelidad.— Tomó a su amigo, y los dos junto a la perrita se encaminaron a la habitación del chico.
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Ryutaro llegó hecho una completa furia a su oficina. Quitó de forma brusca su saco, y lo dejó botado en uno de los sillones de cuero. Prometidos... ¡Que cursi era ese idiota! Lo que no entendía, es por qué el no cayó ante la oferta. Es decir, eran cien millones de yenes, no todos los días ves esa cantidad de dinero siendo pobre. Sirvió un vaso de whisky, y lo tomó de un solo trago. Luego, tomó su celular y marcó a su contacto de confianza.
—¿Diga?
—Necesito que rehaga un contrato nuevo, y esta vez aumente los beneficios. No me importa que se vean exagerados. Tengo el dinero suficiente para hacerlos realidad.
—De acuerdo, señor Kumon.
Desde el ventanal de la oficina, admiró la noche. —Lo requiero urgentemente.— Colgó, y volvió a dar un trago a su whisky. Se ganaría al padre, y luego el hijo caería. Ya lo verían.
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Ranma se terminaba de colocar su camisa de la pijama. Ofuscado, bufaba y soltaba maldiciones ante la atenta mirada de Ryoga y Blanquinegra. —Viejo estúpido.
—Oye, Ranma... cuando dije que me mudaría, lo decía en serio. Ya estoy buscando un cuarto en el que me permitan tener a Blanquinegra junto conmigo.— Acarició y mimó a la cachorrita, tomando un juguete del suelo y dándoselo a morder. —Así ya no tendrán que preocuparse de que alguien destruya las cosas.
Suspiró, hastiado. —No, Ryoga. Mi padre no lo decía solo por ti. Ya ha pasado que unas cuantas veces termina metiéndose en líos porque le ofrecen cantidades de dinero que para el son adecuadas.— Se acostó en su cama, mirando hacia arriba. —Apenas el año pasado terminamos de cubrir su última deuda. Maldito viejo.
—Vaya... no pensé que fuese tan idiota.— Hizo una pausa momentánea. —Sin ofender.
—No te preocupes, pensamos lo mismo. Cómo sea. Ese señor no me da buena espina.
—¿Lo conoces?
—A él... no.— Entrecerró sus ojos. —Pero a su hijo si. Va en la misma universidad.
Ryoga seguía jugueteando con Blanquinegra. —¿Y que harás? Por que presiento que ese hombre no dejará de intentar convencer a tu padre de que acepte el trato hasta hartarte.
—No voy a dar mi brazo a torcer.— Chasqueó con la lengua. —Como sea. Voy a vigilar a Ryu.
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Akane caminaba junto a Shinnosuke en el parque de diversiones al que habían acordado en ir. No era Sanrio Puroland, pero aún así todo estaba siendo divertido. Con cada juego que subían ambos recordaban su infancia. Desde chicos, a Akane nunca le gustaron las montañas rusas. Las odiaba, porque le daban miedo las alturas. En si, ella era una llorona empedernida. Solía hacer berrinches con muchas cosas, y en parte eso le daba cierto toque tierno. Aunque ella no se daba cuenta de aquello. Ahora, mientras los carritos daban una vuelta completa en el aire, se aferraba al brazo de su amigo, esperando no salir disparada o morir en la atracción y siendo la llorona que era.
Shinnosuke, por otro lado, ya notaba lo linda que era su amiga. Ahora entendía por que en la escuela siempre la solicitaban los chicos. Sin embargo, en su cabeza seguía resonando lo que Saotome le confesó. A ella le gustaba él, antes del compromiso arreglado. Y si tan solo hubiese dejado de ser tan ciego, en ese momento podrían ser pareja. A pesar de ello, ya se encontraba completamente decidido a reconquistar a Akane. La amenaza a Saotome era real. Hallaría la forma en la que pudiese ganar de nuevo a la chica.
El juego terminó de dar vueltas, y los dos bajaron, sintiendo un ligero temblor y el vértigo en sus estómagos. Hacía tiempo que ninguno subía a atracciones tan extremas, así que se desacostumbraron. Lo positivo, es que al menos sus estómagos no se vaciaron.
—Uff... eso fue... terrorífico...— Se quejó Akane, sentándose en una de las mesitas cercanas a la gran montaña rusa. Se quitó las lagrimas con sus dedos, tratando de recobrar su postura. —No sé por qué me dejé convencer de que era buena idea subir ahí.
Akane si era tierna. Y ahora, viéndola vistiendo un lindo vestido de overol negro, con camisa blanca de manga larga, una boina negra en su cabeza y unos botines se le salía el alma. Tomó asiento a su lado, y soltó una pequeña risa. —Admítelo. Extrañabas esa sensación de cosquillas en el estómago.
—No lo negaré, pero es verdad. Fue divertido.— Añadió, riendo alegre. Sin embargo, cuando las risas se detuvieron, no pudo evitar pensar en que le gustaría subirse a ese juego con Ranma. ¿A él le darían miedo las alturas, al igual que ella? ¿O sería tan valiente como Shinnosuke? De igual forma, no podía saberlo, porque no llegaría a suceder nada entre ellos. Y era lo mejor, no quería pasar por otra desilusión amorosa. —¿Hace cuanto que no veníamos juntos al parque de diversiones?
Pensó, metiendo las manos a los bolsillos de su chamarra de mezclilla. —Creo que desde que salimos del instituto. La última vez, tu mamá tuvo una recaída, y regresamos temprano.
Ya lo recordaba. Aquella ocasión, ella planeaba decirle que le gustaba. Sin embargo, las cosas no salieron bien, y no pudo confesarse. Aunque lo agradecía, porque ahora entendía que tal vez estaban mejor siendo amigos que algo más. —Es verdad. Desde que estamos en universidad, las cosas cambiaron.— Apoyó sus manos en el banquito, y comenzó a balancear sus piernas. —A veces suelo extrañar cuando todo era más sencillo. Como cuando íbamos a la primaria.
—Eran buenos tiempos.
Akane presentía que su amigo no estaba tomando de la mejor forma la ruptura con Ukyo. Aunque el le dijo que fue en buenos términos, no podía saber si en serio lo estaba superando. —Shinnosuke... ¿realmente estás bien con la ruptura?
—Claro. Lo estoy. No fue fácil, pero resultó ser lo mejor. Aunque el que está más conforme con eso es mi abuelo. Dice que si por él fuera, yo ya tendría una prometida en este momento.
Ella negó. —Tu abuelo siempre quería encontrarte una novia. Me acuerdo cuando solía decir que si no lograbas tener a alguien, él nos casaría a ambos.— Soltó una carcajada juguetona, y luego paró. —A pesar de lo de Ukyo, ¿realmente eres feliz?
Sin dudarlo, respondió. —Si. En momentos como estos, soy feliz. Todo lo que pasé con ella me hizo feliz, pero también entiendo que el ciclo se acaba. Y aún así, me siento alegre. Confía en mí. Estoy bien.
—Que bueno es escucharlo. Pero, de todos modos, si en algún momento te sientes mal, está bien también.
Shinnosuke lanzó una pregunta para poder comenzar su intervención. —Akane, ¿tú eres feliz?
—¿Eh? Bueno, si. Lo soy.
—¿Qué te ha hecho feliz últimamente?
Muchas cosas, en realidad. Para empezar, que su mamá ya esté con un avance significativo de recuperación. Luego, el haber podido reabrir el dojo. Akari regresó de su intercambio, por lo que ahora tenía a su mejor amiga cerca. También estudiaba una carrera que le apasionaba demasiado, y en donde pertenecía al equipo de competiciones. Si, todo eso le alegraba. Pero, por dentro, una sola persona podía hacer que el insistente hueco dentro de sí se llenara. —Muchas cosas. Pero... creo que...— Si lo admitía un poco, tal vez le ayudaría a deshacerse de la incipiente carga en ella. Además, todos pensaban que en serio estaban comprometidos por amor. Para que todo fluyera, sería lo mejor admitirlo por ahora. —Creo que... él me hace feliz.
—¿Él?— No le estaba gustando nada de nada. —¿Te refieres a Saotome?
Asintió con suavidad. —Cuando él llegó, yo estaba hundida en una especie de tristeza. No te lo había comentado para no preocuparte, pero tenía un amor imposible rondando en mi cabeza.
A juzgar por lo que le dijo Saotome, se trataba de él. Una especie de culpabilidad se instaló en su corazón. No quería causarle daño nunca más a Akane. —Oh. Y... ¿Qué fue lo que pasó?
—Pasa que tropecé con la realidad. Ese chico jamás me vería como otra cosa. Una noche, cuando no soporté más el dolor, me derrumbé bajo la lluvia.— Sonrió, recordando el momento en el que lloraba desconsolada. —No sé como, pero las circunstancias lograron que Ranma me encontrara en ese parque. Y entonces, él me consoló. Me abrazó, mientras dejaba que llorara en su hombro. Aunque le mojara la ropa, no se despegó ni un segundo de mi lado. Luego, me llevó a su casa para que pudiera tomar una taza de té, medicamento para la gripa y para tener una muda de ropa. Después de eso, se volvió mi confidente.
—Vaya...— Susurró tratando de disimular su disgusto.
—Ranma me había dicho que no lo haría. Me dijo que él no me consolaría, y aún así... lo hizo.— Las cosquillas en su estómago salieron libremente, y ya no se debían a la montaña rusa. —Él se ha convertido en algo que me hace feliz. Y aunque a veces se le suelte la boca, y me diga cosas tontas, sigue haciéndome sonreír.— Como olvidar cuando le dijo que se veía linda cuando sonreía. La sinceridad en ella se reflejaba, pero a pesar de ser feliz por recordar cosas, sentía la dualidad. Prefería pensar que lo decía en forma amistosa, porque así el golpe de realidad no dolería como con Shinnosuke. Pero, por ese instante, se dejaría llevar.
—Eso es bueno...— Maldijo al chico por dentro, sin embargo, era momento de intervenir. —Pero, Akane... no quiero ser un poco negativo.
Akane lo observó, interesada en él. —Dime.
Trató de hablar con naturalidad. —A veces, pareciera que Saotome no es algo atento contigo. No es que quiera entrometerme en lo que ambos tienen, pero me preocupa que no te trate como debe ser. Mereces a alguien que esté dispuesto a sacrificar cosas por tu bienestar. A alguien que te haga sonreír sin hacerte pasar por las lagrimas. Alguien que no te confunda.
—Si... bueno... es que... él es un poco tímido. Es solo eso... si...— Akane excusó a Ranma, pero en el fondo, lo último le pinchó la burbuja de sueños. Ranma a veces la confundía, mareándola, haciendo que levite con el romanticismo para luego caer gracias a sus bromas pesadas. Por ello, no podía bajar la guardia. Shinnosuke tenía razón, ella merecía no sufrir por alguien. Cuando el torneo terminara, ella rompería el compromiso con Ranma. La excusa para los patrocinadores sería que no funcionaron las cosas. Y listo. Problema solucionado.
—¿Y si te dijera que hay un chico al que le gustas? ¿Qué harías?
—¿Un chico?— Curiosa, frunció el ceño. —Bueno, sabes que le gustaba a medio instituto. Y ahora a media universidad. Pero... ¿Qué de especial tiene este chico?
—Muchas cosas.— Se levantó de un salto de la banca. Caminó hasta situarse frente a su amiga, y sonrió animadamente. —Iré a comprar un par de bebidas. ¿Qué sabor quieres?
—Tal vez... coca cola.
—Bien.— Agachó su cuerpo en dirección a su amiga, logrando que ella se reclinara levemente hacia atrás. Y luego, con su dedo índice, tocó la punta de la nariz de Akane, dando un golpecito bastante tierno. —Lo lamento, tenías un mosquito. Y, por cierto, ese maquillaje te sienta muy bien. No te lo había dicho antes, pero en serio eres muy linda. Por eso le gustas a ese chico.— Se incorporó de nuevo. —Regreso en unos minutos.— Sin esperar respuesta, caminó en dirección a la fuente de sodas del parque.
Mientras tanto, Akane no pudo evitar sonrojarse un poco, parpadeando incrédula. Si su yo de hace unos meses siguiera enamorada de Shinnosuke y viviera esto, le hubiese dado un ataque al corazón. Pero ahora, con resentimiento, pensó en por qué Ranma no podía ser más claro y transparente. Así, tal vez ella no dudaría. Aunque, razonando lo que sucedió, concluyó que fue un lindo gesto de parte de su amigo. Extraño, pero lindo.
—Shinnosuke está actuando algo extraño. ¿A que chico se referirá?— Quedo pensativa por unos segundos, pero no lograba dar con la identidad. —En fin. Supongo que tiene un poco de razón. Recuerda, Akane. Ranma solo es tu amigo.
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Ranma estaba aburrido. Ryoga y su madre se acapararon la televisión para ver una comedia romántica que pasaban en el horario nocturno de los domingos. En lo personal, prefería alejarse de las cosas románticas en esos momentos, ya que no quería hacerse ideas equivocadas con respecto a Akane y su salida con Shinnosuke. Extrañamente ella no posteó ninguna foto en su estado, por lo que no tenía ni idea de como le habría ido.
Bufó, dejando su celular por milésima vez en la mesa. —Ranma, basta. No te importa. Después de todo, él tiene razón. No puedes competir contra un amigo que sabe todo sobre ella. Tal vez sepa que odia las películas de terror. O que le encanta Pompompurin. O que su actor favorito es Kento Kaku.— Entre más pensaba en lo que ese imbécil sabía de ella, más se enojaba. —Oh, si. Ha de saber que ella usa mucho el color azul y rosa porque siente que son los que le favorecen más, y también ha de saber que Akane se ha visto más de trescientas veces las películas de Bruce Lee porque le encanta como realiza las técnicas de kung fu. —Maldita sea.
Miró su celular nuevamente, y sin resistir la tentación, abrió la aplicación de mensajería. Sin embargo, un milagro se hizo realidad. Akane subió una foto a su estado. Y tan pronto como vio que apenas pasaron unos segundos, la observó. Era ella, parada al lado de una estatua de un oso. No salía Shinnosuke ahí, aunque supuso que el fue quien tomó la foto.
Su corazón dio un vuelco al observarla. Sonreía feliz, radiante. Y vestía muy lindo. Es... linda...
Juntó valor, y envió una respuesta a su historia. Lo hizo tan rápido, que cuando dejó de nuevo el celular en la mesa este terminó azotando, llamando la atención de su madre y de Ryoga. Enrojecido, decidió subir a su habitación, excusándose de que iría a leer un manga.
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Akane se desmaquillaba en completa tranquilidad. Había decidido postear la única foto que se tomó en el parque de diversiones. No es que no quisiera tomársela junto a Shinnosuke, pero por extraño que pareciera, no quería darle cosas a pensar a Ranma. Como si deseara evitar algún malentendido.
—No, Akane. No le debes explicaciones a Ranma. Pudiste tomar una con Shinnosuke... pero... ¿Por que sentía que de alguna manera traicionaría a Ranma si lo hacía?
Incluso, cuando escuchó que su amigo afirmó que había otro chico al cual le llamaba la atención, sintió culpa. Y deseaba nunca cruzarse con él. Cómo si prefiriera esperar algo más del de ojos azules. Suspiró, guardando el desmaquillante. Luego, caminó hacia el espejo de cuerpo completo, y se miró en él. Elevó sus manos, y con los dedos dibujó una sonrisa en su rostro. Los bajó, apreciando sus facciones.
—¿De verdad seré linda cuando sonrío? Shinnosuke nunca me lo ha dicho, pero, Ranma si.
Una notificación le llegó, despertándola de su autorreflexión. Desbloqueó la pantalla, y se asombró al notar que venía de nada más ni nada menos que del susodicho. Se adentró al chat, encontrando una respuesta a su estado. Sin embargo, era una que ella no esperaba.
Ranma_:
Me alegra saber que te divirtieras. Prometo ir contigo a Sanrio Puroland cuando tengamos oportunidad, y espero que te vistas así de linda. Y si puedes, sonríe junto a mí.
Lo digo porque no quiero que la gente piense que no estás comprometida.
Si, ya sabes, hay que mantener la mentira.
Aunque...
Bueno...
Ya...
Solo sonríe.
Tonta.
Apretó el celular entre su pecho, y se lanzó a su cama, rebotando. Las mejillas enrojecieron fuertemente, y sintió el vértigo en su estómago. Ranma era una montaña rusa de sensaciones, definitivamente.
Tecleó rápidamente, hizo otra cosa, y dejó el celular en la mesita de noche. Tomó una almohada, y ahí ahogó sus gritos mientras pataleaba.
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Tan pronto como el celular sonó, lo tomó. Le temblaban las manos, y sentía mucho calor. Daba gracias que ni Ryoga ni su madre le siguieran, de lo contrario, se desmayaría de la vergüenza. Abrió el chat, y encontró la respuesta de ella.
Akane_:
Hiciste una promesa, ahora te toca cumplirla. Si no lo haces, entonces no sonreiré.
Ni diré que soy tu prometida.
Aunque si lo soy.
Pero de mentira.
Si...
Y espero que me compres el llavero de Pompompurín.
¿De acuerdo, tonto?
Si no lo haces, te odiaré.
Bueno, descansa. No quiero que se te marquen las ojeras.
Y nos vemos mañana. Tonto prometido falso.
PD:
La foto de Akane, en pijama, sonriente y con la cara lavada le apareció de repente. Hizo zoom para apreciar cada detalle de la imagen, sin poder creer su suerte.
Le había mandado una foto de ella,, sonriendo.
Su corazón se aceleró, y no pudo más. Se echó en la cama, comenzando a retorcerse cual gusano, tratando de apaciguar sus latidos desbocados. Un día de estos moriré de un infarto. estúpida Akane.
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Akane llegó a la estación del autobús, con un poco de nervios. Toda la noche no pudo dormir por pensar en lo que hizo. Mandarle una foto a Ranma fue algo osado, pero se sintió agradable. Nunca había mandado fotos tan libremente. Ni siquiera con su amigo Shinnosuke lo hacía. Soltó una pequeña risita, comenzando a moverse entre tímida y emocionada. ¿Qué me pasa? Me gustó mandarle una foto sonriendo, pero ahora no sé como verlo a la cara. Además, le recalqué que somos prometidos. Falsos, pero lo somos.
Se sentó en el asiento disponible, mientras balaceaba las piernas de enfrente hacia atrás. Las pocas personas en el lugar no le prestaron atención, y eso estaba bien. Comenzó a reír nuevamente, maravillada porque al parecer, haber admitido que Ranma le hacía feliz llenaba su corazón de dicha como nunca antes. Así hubiera seguido, hasta que un toque en su espalda le interrumpió. Tan pronto como supo de quien se trataba, se acomodó para parecer que no le importaba, y giró su rostro.
Lastima que no era él.
—Xian Pu...— Ahí estaba la molesta chica, con sus brazos ocultos detrás de su espalda. ¿Ahora que quería?
La joven china afiló su mirada, realmente molesta. Esa chica andaba muy descarada, sonriente a más no poder. Algo había sucedido con Ranma, y eso le ponía furiosa a niveles altos. Su abuela no sabía nada de todo, y no tenía por qué enterarse. —¿Recuerdas lo que dije? Sobre las leyes de mi aldea.
Akane se levantó, alertando a los que esperaban el transporte. Lo lamentaba por ellos, ya que no debían de estar en este embrollo. Se alejó unos pasos, y puso posición de combate. —¿Vienes a ponerlas en práctica?
Sonrió de medio lado. —Si.— De sus brazos, sacó un arma que Akane no supo identificar. Un palo que en los extremos tenía dos esferas de metal. —Akane. Muere.
Gracias a esa palabra, las personas comenzaron a retirarse de ese lugar. Xian Pu atacó, blandiendo en el aire el arma. Akane esquivaba, sin embargo, le estaba costando trabajo seguir el ritmo de la joven china. Cuando era pequeña, sus entrenamientos iban viento en popa. Su padre se encargó de enseñarle lo más esencial, y el resto lo trabajó ella sola, a base de tardes y noches llenas de actividad imparable.
Lamentablemente, sus habilidades se opacaban frente a las de esa mujer. Cuando contó en casa sobre su oponente, Nabiki le hizo saber que la tribu se preparaba mucho más que los artistas marciales comunes. Estaba en desventaja.
Akane giró, dando un salto hacia atrás. Se despistó gracias a la bocina de un coche cercano, y esto le brindó a Xian Pu una oportunidad de embestirla con el arma. La de pelo corto logró detener la esfera de metal con las palmas de sus manos, las cuales terminaron ligeramente lastimadas. Fruncía el ceño, mientras ponía resistencia para evitar que le derrotara.
—Esto... duele...— Susurró Akane, sintiendo unas pequeñas lágrimas salir de sus ojos. —¿Qué diablos es esta arma?
—Se llama bombori.— Colocó más presión, logrando que su rival trastabillara ligeramente. —Duele, ¿no? Es un arma que usamos en nuestra aldea para matar.
—¿Por qué... lo haces? ¿Por qué me quieres lastimar?
—Porque quiero a Ranma. Y no lo puedo conseguir hasta que te mate.— Adelantó más su cuerpo, ejerciendo más esfuerzo. —Eres muy débil. ¿Y así quieres competir en el torneo?
Gruñó. Débil. ¡Ni en sueños! —Tú eres la débil... argh... atacarme de la nada es deshonroso.
—¡Calla!— Alejó el arma, moviéndola con rapidez para dar un último golpe. Sin embargo, fue detenida por un par de brazos fuertes, los cuales sostenían el arma firmemente.
—Basta.— No entendía que sucedía. Iba camino a la parada, sumamente nervioso por la interacción con Akane. Y cuando llega, ve que la molesta joven china tiene a la de pelo corto acorralada. Pero no iba a permitir que le hiciera daño. Tomó el arma, se la arrebató a Xian Pu y la arrojó hacia un lado. —Déjala en paz.
Lo maldijo, una y otra vez. —Akane Tendo. Esto no ha terminado. Cuando menos lo esperes, te derrotaré.— Xian Pu, furiosa, salió corriendo de ahí.
Akane se quejó, tomando sus palmas con delicadeza. Estaban rojas, y con los detalles de esa esfera marcados en su piel. No es que doliera demasiado, pero si le había infringido cierto daño ligero. —Duele...
Ranma, realmente preocupado, las sujetó con mucha precaución. Escuchó que se quejó un poco. Si no llegaba a tiempo... —Maldición...— Subió su vista hacia la joven, notando el rastro de lagrimas que tenía. De pronto, la preocupación le invadió. Ahora mismo había alguien protegiéndola. Pero... ¿y si él no llegaba? ¿Quién le ayudaría? —Lamento... Lamento no haber llegado antes.
Negó. —No fue tu culpa. Ella quiere hacerme daño antes del torneo. ¡Es tramposa!— Cerró sus palmas, pero se arrepintió al notar el dolor nuevamente en su piel.
—Te acompañaré a enfermería en cuanto lleguemos a la universidad.— Dijo, completamente decidido.
—Pero debemos llegar temprano a clases...
—Eso no importa ahora.
Agachó la mirada, consternada por lo sucedido. —Bueno, tienes razón.
El autobús llegaba a la estación. Cuando paró, los dos subieron y se sentaron sin decir ni una sola palabra.
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Ryutaro Kumon llegó hacia un establecimiento de dulces demasiado sencillo para su gusto. Él siempre solía frecuentar las mejores tiendas en muchos aspectos, así que estar en ese lugar se sentía impropio de él. Sin embargo, ponía todas sus cartas sobre la mesa. Los contratos en su mano servirían para presionar al chico. Tal vez, si lo hacía, él aceptaría a unirse a su dojo.
Pudo notar el cariño que realmente sentía hacia la joven Tendo, por lo que apelaría a sus buenos sentimientos con respecto a ella. Se aseguraría de que el plan no fallara.
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—¡Auch!
—Perdón. Prometo que tendrá un efecto rápido.— Se disculpó la amable doctora del consultorio. Terminó de colocar el ungüento, y en cuanto lo hizo, vendó la mano más lastimada de la joven. —Tienes suerte de haberte lesionado la izquierda, así podrás escribir durante tus clases.
—Si, tiene razón.— Pronunció Akane.
La mujer acabó con el vendaje, y se levantó de su asiento. —Debo salir por algo. Quédate aquí por lo menos media hora, que es lo que tarda en curar ese ungüento. Después de ello, ya pueden ir a clases.
—Gracias.— Agradeció Ranma.
En cuanto salió del lugar, Akane soltó un largo suspiro. Se miró las manos, y de pronto, un sentimiento completamente extraño se hizo presente. No quería ser pesimista, pero Xian Pu era fuerte, ágil y rápida. Ella también, pero no creía estar a su nivel. Más que temer por su vida, temía no poder competir de la mejor forma en el torneo. La primera ronda para elegir a los dojos semifinalistas se llevaría a cabo en cuatro meses, así que ella no tenía certeza de si lograría pasar a la etapa que le interesaba.
Ranma logró percibir que algo no andaba bien con ella. La notó seria y retraída durante su camino a la escuela. Carraspeó, tratando de llamar su atención. —¿Ocurre algo?
¿Debería ser sincera con él? —Ehm, bueno... yo... no, nada.
—Si... claro...— Metió las manos a los bolsillos de sus pantalones cargo. —Como no soy Shinnosuke, a quien le cuentas todo...
Frunció el ceño. —¿Eh? ¿Qué tiene que ver Shinnosuke en todo esto?
—Nada.— Desvió la cara, molesto.
Akane supo que tenía que ser sincera. No deseaba lidiar con malentendidos ahora, ya que habría cosas peores que tratar. — Bien. Es que... creo que estoy un poco preocupada. Es decir... necesito mejorar mis habilidades de combate. Xian Pu es ágil, y yo...— Miró nuevamente sus manos. En la derecha, el ungüento comenzaba a actuar, disminuyendo el dolor y suavizando el tono rojizo de su piel. —Me puede derrotar fácilmente.
Entendía la preocupación de Akane, pero también, sabía que se estaba subestimando. Es algo que, de cierto modo, le irritaba. Si ella no confiaba en sí misma, ¿Entonces quien lo haría? —No lo digas. Aún no estamos compitiendo, así que no te subestimes.
Ella sonrió tristemente. —Ranma, es que yo...
—Te prohíbo que lo digas.— La miró fijamente. —Ahora no es momento de bajar la guardia. Necesito que seas optimista, porque se avecinan problemas.
—¿Problemas? ¿Qué clase de problemas?
—El dueño del dojo Kumon fue a verme.— Miró a Akane, con seriedad. —Quiere que me una a su dojo. Trató de mostrar un contrato con una suma de dinero exagerada. Mi padre casi lo firma.— Apretó su puño, conteniendo la rabia que le llegó de golpe.
Se levantó de su asiento, sin importarle nada. Esta vez, la preocupación le subió hasta lo más alto de su cabeza. —¿Qué? Y... ¿aceptó?
Negó. —Más bien, no dejé que lo aceptara. Ese ingrato estaba dispuesto a traicionar a tu padre.
—Dios...
—Akane... tu sabes que yo no te traicionaría, ¿cierto?— Preguntó, con cierto tono suplicante en su voz. —Yo... yo no soy capaz de firmar un contrato. Ya di mi palabra, y...
Lentamente acercó su lastimada mano hacia la otra. El tomarse de las manos ya se había vuelto algo habitual entre ambos, después de todo, debían actuar como un par de prometidos que en serio se querían. Sin embargo, ese pequeño gesto le gustaba a Akane. Ella deseaba confiar en él, pese a que el tiempo en el que se conocían fuese relativamente corto. —Tranquilo. Confío en que tu no lo harías.
Estaba realmente apenado por el comportamiento de su padre. Sin embargo, la mano de Akane sobre la suya trajo en él una agradable sensación de calidez. —Perdona, de verdad. Mi padre es un estúpido codicioso.
Negó con parsimonia. —Ranma, cuando fui a dejar la lista de los competidores con el señor Ueda, me encontré al padre de Ryu. Hizo un comentario que no me agradó demasiado. Y creo que tenía que ver con lo que me cuentas. No sé que trama, pero... tienes razón. Creo que hay que prepararnos para los problemas que se avecinen.
—Akane, si lo que te preocupa es mejorar, entonces trabajaremos en eso. Te ayudaré.
Sonrió. —Muchas gracias.
La puerta se abrió, y de nuevo tenían a la doctora frente a ellos. En cuanto ella entró, se separaron, un poco avergonzados. De igual forma, no había tiempo de preocuparse por líos amorosos. Debían de andarse con cuidado, ya que una amenaza nueva se aproximaba a ellos.
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—Uhhh... dulces, ¿Puedo tomar uno, Ryu?
—No.
—Uy, que genio. Bueno.
Ryu llevaba en su mochila una caja llena de golosinas para su nuevo amigo. Sin embargo, se extrañó de no encontrarlo esa mañana. Lo había buscado por todos lados, y jamás obtuvo rastro de él. Le daría importancia a no verlo ese día, pero, se encontraba sumamente pensativo en lo que observó antes.
Estaba cerca de la calle donde se ubicaba la escuela de Satori, cuando a lo lejos apreció una discusión acalorada entre dos hombres. Le habría dado lo mismo, de no ser porque distinguió a su propio padre de entre ambos sujetos. Se ocultó detrás de un coche cercano, y aunque no pudo lograr escuchar algo de lo que hablaban, si le causó una tremenda curiosidad que estaba dispuesto a saciar.
Otra cosa interesante, es que se encontraban cerca de la escuela de ese niño. ¿Acaso ese hombre sería el padre de Satori? Además, ¿Por qué estaba ahí?
—¿Qué es lo que estás tramando, padre?— Susurró, mientras observaba la pelea de entrenamiento entre dos de sus compañeros de clase. Luego, dirigió sus ojos hacia la pareja de chicos.
Ranma Saotome era el objetivo que su papá deseaba adquirir, sin embargo, dudaba que lo consiguiera. Ese par parecía estar bastante unido ya, por lo que no dudaba que el chico fuese fiel a permanecer en el dojo. Pero si llegaba a enterarse de que su padre estaba usando juegos sucios, entonces él tendría que tomar alguna medida drástica.
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Ukyo llegó a la veterinaria, dispuesta a comenzar con su plan de recuperar a Ryoga. Tenía el as bajo la manga, y sonreía con malicia. Llevaba consigo una orden de okonomiyaki, hecha especialmente para la chica. Entró al lugar, saludando a la amable recepcionista. Preguntó por su víctima, y al obtener la respuesta que necesitaba, agradeció.
Caminó por los pasillos, rememorando lo que escuchó hace unas semanas. Ryoga y Akari se habían acostado. Y, bueno, ella entonces le daría una probada de su propio chocolate a la resbalosa de la joven de pelos teñidos. Llegó al consultorio, y entró sin tocar. Ahí mismo la encontró, totalmente sola.
Akari se encontraba tranquila, alimentando a unos conejitos que quedaron a su cargo cuando, de la nada, abrieron la puerta. No pudo evitar fruncir el ceño casi enseguida. Venía a fastidiar, pero ella no le permitiría que le hiciera algún desplante, ni mucho menos que le humillara. Se puso de pie, y la enfrentó.
—¿Qué haces aquí?— Preguntó ácidamente.
Ukyo amplió su sonrisa, y aventó la comida hacia el suelo, con absoluto desdén. —He terminado con Shinnosuke. Traje esta comida para celebrar.— Al notar que no había respuesta ante eso, rebatió con otras preguntas. —¿Qué? ¿No te alegras por mí? ¿Acaso te gusta verme hundida en el dolor?
—¡Usaste a Shinnosuke! ¿Sabes lo que te hará Akane si ella se entera de eso? ¡Te matará!— Más descarada no podía ser. Ahora entendía lo que Ryoga siempre le había contado.
Rodó los ojos. —¡Ay, por favor! Él también está feliz de terminar conmigo.
Akari abrió los ojos, impresionada al escuchar ese detalle. —¿Qué? ¿Feliz?
—Ambos nos dimos cuenta de lo que queremos realmente. Yo quiero a Ryoga, y él quiere a Tendo.— Se cruzó de brazos, tratando de imponer autoridad. —En fin. Venía a celebrar contigo, ya que tengo otra noticia más importante.
¡Lo suponía! Cuando ella regresó y se encontró a Shinnosuke, durante el florecimiento de los cerezos, pudo observar la cara de su amigo al mirar como Akane estaba agarrada a Ranma. —¿Noticia? ¿Dé que se trata?
—Digamos que me he enterado de que la mamá de Tendo es hermana ilegítima del señor Kumon, el dueño del dojo Kumon.— Se acercó a la chica, comenzando a caminar en círculos, rodeándola. —El señor Kumon quiere quitarle su herencia que le corresponde. Parece que se trata sobre una técnica de lucha, o algo por el estilo.
Estaba en completo shock. Atando cabos, recordaba que conocía la historia de que la madre de Akane no tenía padre, y que este nunca la reconoció. —Dios...
—Ajá. Y, bueno, ya sabes. Tengo entendido de que aquella señora está enferma de cáncer. Sería muy malo para su estado de salud recibir esas noticias tan impactantes.— Se detuvo, quedando frente a frente. Acarició la mejilla de la otra chica, sin dejar de sonreír. —Estaba pensando en ir y decirle a la señora de lo que me enteré. No es justo para ella no obtener su parte.
Akari entendió. Si la malvada de Ukyo Kuonji abría la boca, la recuperación de la madre de Akane se vendría cuesta abajo. Akane misma le contó que el doctor les comento que la señora debería estar tranquila, ya que estaba en las últimas semanas del tratamiento, y no podía permitirse descuidar su estado de ánimo. —¿Qué quieres?— Preguntó, rindiéndose. La tenía atada. Ni siquiera podía decirle nada a Akane porque no quería desconcentrarla del torneo.
—No diré nada, a cambio de que permitas que Ryoga vuelva a acercarse a mí. No te entrometerás en las decisiones que yo tome con respecto a él. Y no le prohibirás salir conmigo.
—¡Estás loca! Además, eso depende de Ryoga. ¡No puedes obligarlo a quererte nuevamente!
Pateó la bolsa del alimento, revelando lo furiosa que estaba. —Lo harás, o divulgo la información. Es real lo que te digo. O dime, ¿Quieres que se desate un caos?
La tenía entre la espada y la pared. Tampoco quería decirle a Ryoga, porque él le diría a Ranma, y ese chico podía indagar más, lo que generaría más embrollos. Apreciaba mucho a la mamá de Akane, por lo que se sentiría fatal si ella recibe las noticias y recae en el hospital. No quedaba de otra.
La puerta se abrió, y de ahí apareció Ryoga. Al notar la presencia de Ukyo, se congeló. —Ukyo... que sorpresa...
Ukyo descompuso su rostro, pasando de atemorizante a uno que demostraba cierta tristeza. —¡Ryoga!— Se lanzó a sus brazos, aferrándose a él. Las lágrimas falsas salieron de sus ojos, y trató de hacer el mejor papel de su vida. —Es que Shinnosuke terminó conmigo... y me siento tan destrozada... sé que no he sido buena contigo, pero... necesitaba un amigo con quien desahogarme...
—¿Amigo?— Dubitativo, miró a Akari. Las cosas entre ambos marchaban bien, y no deseaba arruinarlo.
Akari, rendida, suspiró. Y luego sonrió, esperando lucir comprensiva. —Puedes acompañarla. De la tristeza se le cayó la bolsa de alimento.
—Yo... ¿segura?
Asintió. —Si. Está bien.
Ryoga comenzó a caminar, tratando de ayudar a Ukyo a tranquilizarse. Mientras, en aquel consultorio, Akari se desplomó en el suelo, sintiendo como la furia y la frustración se adueñaban de su corazón. Miró la bolsa de okonomiyaki tendida ahí. Y luego, miró al conejito de la jaula cercana. —Amiguito... ¿Crees que todo salga bien? Porque yo espero que si.— Hizo un puchero, lamentando su suerte.
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Ranma caminaba ya de regreso a su casa, después de un día muy exhausto. Decidió ir y dejar a Akane hasta la puerta de su casa, esperando no encontrarse de nuevo a la china obsesionada con él. Todo le hastiaba, porque aunque ya había tratado de dejarle en claro a esa odiosa chica que no pasaría nada entre ellos, seguía insistiendo. Y lo peor, es que deseaba dañar a Akane.
Ayudaría a la menor de los Tendo a entrenar, aunque le estaba pesando un poco en el alma. Cuando estuvo entrenando junto a su padre, a veces esos métodos eran un poco rudos. Gracias a ellos, su miedo a los gatos se había desarrollado bastante. Temía que Akane se infringiera algún daño, así que pensaría la forma de adecuar las técnicas de entrenamiento a la chica.
Un auto se estacionó frente a él. Extrañado, se detuvo, pero en cuanto observó como salía de ahí aquél monigote rodó los ojos. ¿Acaso no pensaba rendirse?
—Señor Kumon, pensé que había dejado clara mi decisión.— Pronunció hastiado. Esa era la cereza en el pastel para su día de maravilla.
El hombre se acercó jovial, sosteniendo en sus manos una pila de hojas. Del montón de documentos, sacó uno, y lo extendió hacia el chico. —Disculpa la insistencia. Pero de verdad, me encantaría que examinaras este contrato. Es el cuádruple de lo que ofrecía el día de ayer.
Ranma no lo tomó. Simplemente se paró con más orgullo, cruzando los brazos. —No lo haré. Ya se lo había dicho. No pienso traicionar al dojo Tendo.
El gesto jovial se transformó en una sonrisa sardónica. Dejó de mantener la apariencia de buen sujeto, para mostrar su verdadera cara. —¿Crees que no puedo hacer lo que sea necesario para que te unas a mi dojo?— Mostró el montón de las hojas. —Estos son contratos. He averiguado quien es su patrocinador junto a sus dos aprendices que también competirán. Y digamos... que me fue fácil hacer que por lo menos echaran un vistazo a los documentos.
Gruñó, apretando los dientes. —¿Qué insinúa?
—Les dije que tenía más ofertas, y que me dieran su respuesta el viernes por la noche. Lo mismo te digo a ti. En caso de que rechaces la oferta, firmaré el contrato con todos ellos. Sería una absoluta pena que se quedaran sin patrocinador y sin competidores.
—No se atrevería...
—Ten por seguro que si.— Volvió a estirar el papel, el cual fue arrebatado de sus manos bruscamente.
Ranma leyó rápidamente, y abrió los ojos cuando vio algo. ¡El bastardo de su padre firmó ese papel nuevamente! Comenzó a temblar de la ira, sosteniendo fuertemente ese documento. —Maldito hijo de...
—El viernes espero tu respuesta, en el restaurante Koi House. Y no te molestes en romper ese. Tengo otro respaldo.— Volvió a meterse en su coche, totalmente satisfecho.
Ranma, en cambio, asesinaría a su padre en cuanto llegara a casa.
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Kotaro y Kana cenaban tranquilamente. Satori se había enfermado, por lo que no pudo asistir a clases ese día. Sin embargo, eso lo agradeció bastante Kotaro, ya que su pequeño hijo podría haberse enterado de cosas que no deseaba que él supiera.
—No puedo creer que te dijera aquello.— Dijo Kana, completamente molesta. —Trató de manipularte para que Satori dejara al dojo Tendo. ¡Que inaudito!
—Tsk. Inaudito se queda corto.— Tomó un bocado de su ración de pescado, y la llevó a su boca. —Me dijo que desea destronar al dojo Tendo. Clásico de los Kumon. Cuando ven un potencial en otros, hacen lo posible por apagarlo.
Su esposa se preocupó. —Kotaro, ¿Y si Satori llegase a conocer a los Kumon?
—No lo voy a permitir. Por cierto, he encontrado un investigador privado a bajo costo.— Extrajo de su bolsillo una tarjeta con unos datos. La dejó sobre la mesa, y se la extendió a su esposa. —Vive en Kyoto, así que me he comunicado con él por teléfono. Aceptó trabajar conmigo, ya que conoció a mi madre. Dice que empezará por investigar mañana, y que en cuanto consiga algún dato me hará saber.
Kana tomó la mano de su esposo. —Kotaro... ¿Y si la madre de la señorita Tendo si es la hija del bastardo de tu padre? Sé que puede ser apresurado sacar esa conclusión, pero tal vez si lo es.
Negó. —Algo me dice que no es así. La señorita Tendo no tiene rasgos característicos de los Kumon. Pienso que es alguien más. Alguien a quien no conocemos aún.
—Entiendo.—Apretó más la mano. —Todo estará bien. Verás que encontraremos a esa persona antes que tu hermano.
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—¡¿Que diablos te pasa?!—
Ranma y Nodoka no podían creer que la sed de dinero por parte de Genma le nublara el juicio. Y Genma, por otro lado, no entendía el nivel tan bajo de ambición de su hijo. Su esposa era obvio que no lo tendría, pero él debía ser más despierto. El patriarca Saotome se levantó del suelo, después de haber sido lanzado lejos.
—Ranma, entiende.
Apretó los puños. —No voy a entenderlo. Viejo, ¿se te ha metido mierda en la cabeza?
Negó. Y luego, procedió a realizar una llave hacia su hijo. —Ranma... estoy velando por tu futuro. ¿Acaso no leíste la cláusula en el contrato sobre tu educación? Ese hombre está dispuesto a lanzarte como artista marcial profesional de inmediato. ¡Es tu maldito sueño! ¿Lo olvidas?
Forcejeó, logrando deshacer la llave. Odiaba hacer este tipo de escenas frente a su madre, pero es que ese viejo calvo y gordo le sacaba de quicio en muchas ocasiones. —¿Y qué tiene que sea mi sueño? Si, ser artista marcial profesional es lo que más deseo. ¡Pero no pienso hacerlo a costa de otros!
—Genma, Ranma tiene razón.— Nodoka se posicionó al lado de su hijo. Ella apoyaba firmemente a Ranma, y le decepcionaba el comportamiento de su esposo. —Tú no eres el hombre con el que me casé.
Suspiró. Le dolió lo que ella le dijo, pero también, trató de negociar con el testarudo de Ranma. —Hijo, de todos modos, si no firmas ese contrato el dojo de Soun estará acabado. No lo digo por los competidores que te quitará. Lo digo porque se llevará al único patrocinador que tienen.
—¿Y eso que tiene?
—Reacciona, hijo. ¿Con que financiarán todo? Ya recibieron su primer pago con ellos, pero, ¿Y el resto?
Se adelantó hacia él, retándolo. —Veremos como lo solucionamos. Pero ni de chiste voy a hacerlo.
—Si de verdad te importa el dojo, lo mejor es que firmes con el señor Kumon.
Un dilema absoluto. Le pesaba, pero su padre tenía razón. A pesar de ello, se negaba a hacer eso. No podría perdonarse el traicionar al señor Tendo y a Akane por protegerlos. A decir verdad, no quería apartarse del lado de Akane. Respiró profundo, y con toda la seguridad, le dijo a su padre lo que pensaba hacer.
—Akane ya sabe que el señor Kumon nos ofreció el contrato, y le di mi palabra. No haré eso.
—Ranma.
—Basta, viejo.— Miró con seriedad a su padre, aferrándose a su decisión. —Puede que seamos prometidos falsos, pero a final de cuentas se ha ganado mi aprecio. No voy a aceptar la oferta, y planeo decirle a Akane todo lo que quiere hacer el señor Kumon. No importa lo que se atraviese, pero si nos quedamos sin patrocinadores, veremos que hacer.
Nodoka estaba orgullosa de su hijo. Aunque sabía que él lo decía no tanto por orgullo de artista marcial, sino porque se había enamorado de Akane. Aun si su hijo lo trataba de negar, para ella era más que obvio que él cayó por la jovencita. Se acercó a él, y tomó su hombro en señal de apoyo. Luego, observó a su esposo, igual de decidida.
—Ranma tiene mi apoyo. Genma, compórtate a la altura, o me veré en la penosa necesidad de volver a amenazarte con el divorcio.
Genma suspiró, rendido ante el ejército madre-hijo frente a su persona.
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Akane bajó las escaleras alegremente, y luego se dirigió hacia la cocina. Su madre estaba ahí, acompañando a Kasumi, quien cortaba vegetales. Le alegraba ver el avance significativo de su madre. Muchas veces, decían que cuando las personas se recuperaban, significaba que probablemente partirían de ese mundo. Sin embargo, no era el caso de su mamá. Ella había luchado bastante, y a pesar de los contratiempos logró derrotar al cáncer. Es por ello que le quedaban dos quimios más por tratar.
Afortunadamente, con el dinero del patrocinio pudieron pagarlas, así que ya solo quedaba por juntar dinero para el resto de la competición. Cosas más, cosas menos, pero no era algo que le quitara el sueño.
Tomó su almuerzo, y se despidió de ambas. Después, se encaminó a la entrada de su hogar.
Agradecía que su mamá tomase terapia durante su tratamiento. Hubo un momento en el que ya no la necesitó, pues se encontraba con fortaleza, a pesar de lo desgastante que podía ser la enfermedad. Ahora, las cosas en casa parecían mejorar. Aun así, no estaba tranquila. Entre los problemas con Xian Pu y con el dojo Kumon, no sabía que le depararía.
Akane salió de su casa, encontrándose con el de trenza, parado y mirando en dirección hacia ella. Casi chocaba con él, y si eso sucedía, ella se pondría muy nerviosa. Bueno, en realidad, ya lo estaba gracias a su presencia.
—Ranma... ¿Qué haces aquí?— Le causaba mucha curiosidad encontrarlo, pero también le provocaba escalofríos agradables en su estómago.
Sus iris azuladas observaron a Akane con cierta calidez. Sonrió amigable, pues a pesar de tener que comentarle sobre lo que sucedería, quería ser gentil antes de hacerlo. —¿Qué? ¿No puedo venir por ti?
—No es eso. Es que no creía que vinieras a recogerme. — Cerró el portón, para luego comenzar a caminar junto a él. —Digo, ayer me acompañaste de regreso a casa, y te lo agradezco. Pero en serio, me tomaste por sorpresa.
Soltó una risita nerviosa. —Antes de que te hagas ilusiones, no es porque crea que eres linda.—Sacó la lengua, jugueteando con ella.
Akane entrecerró los ojos. —Ah, si. Ya sabía que empezarías con tus bromitas de siempre.
—Pero, la verdad es que si no lo hago, Xian Pu volvería a atacarte. No quieres eso, ¿Cierto?
Ella detuvo sus pasos. Su lado orgulloso no deseaba que él tuviese alguna especie de lástima por ella. —Ranma, no deberías hacerlo. No es tu obligación cuidarme.
Se molestó de repente. ¿Qué no era su obligación cuidarla? Por todos los cielos, aunque fuesen prometidos falsos, él si quería velar por su seguridad. —Cielos, pensé que ya habíamos pasado la etapa de no ser agradecida.
—¡Lo digo en serio! Somos prometidos falsos, solamente.
Otra vez le crujió su corazón. —¿Y eso que?
—Que eso no significa que debas cuidarme de más.— Si le decía que no quería que lo hiciera porque confundiría más a su pobre corazón, seguramente se reiría. —Puedo con Xian Pu. Lo juro.
Era muy terca. —Tsk.— Rodó los ojos, y trató de calmarse. No tenía tiempo para pelear con ella. —Escucha, te llevaré a la escuela y te traeré a casa devuelta porque somos amigos, ¿De acuerdo?
—Pero...
—Nah. Nada de negativas.
Suspiró. —Bien. Ya. Tú ganas.
—Además, debo decirte algo muy importante.— Ranma metió las manos a sus bolsillos. —Tiene que ver con el dojo Kumon.
Akane le miró intrigada. El viento primaveral comenzó a soplar, moviendo el cabello de ambos, arrastrando las hojas de algunos árboles que ya estaban completamente florecidos. A juzgar por el tono serio de Ranma, algo estaba por cambiar, y Akane estaba segura de que habría un desastre desatado.
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El señor Happosai siguió caminando por las calles de Kyoto. Observaba el papelito con la dirección marcada, esperanzado de poder encontrar a alguien en ese domicilio. Según sus contactos, en ese lugar se encontraba residiendo un viejo conocido del señor Kumon padre. Esa persona tal vez podría entregarle algún dato para seguir con su búsqueda.
Llegó al destino indicado, mirando la gran fachada lujosa de la residencia. Riquillos como él serían un blanco fácil para exprimir su riqueza. Tal vez no era el detective privado más ético del mundo, pero le debía un favor a la señora Abe por salvarle el pellejo en su momento. Y juraba lograr ayudarle, así tuviera que usar artimañas bajas.
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Akari corría apresurada hacia su salón de clases. No había podido pegar un ojo en toda la noche por estar pensando en la situación en la que se había metido gracias a Kuonji. No quería que las cosas entre Ryoga y ella se arruinaran. Aunque ella le aseguró a él que no había problema en que Ukyo se acercara, la verdad sentía cierta espinita negativa con respecto a la relación extraña entre ambos.
Esquivaba personas, sin embargo, por estar pensando en esas cosas chocó contra alguien más, terminando en el suelo los dos. Apenada por su error, comenzó a levantarse con rapidez, y disculpándose insistente. —¡Lo lamento! Fue sin querer...
Frente a ella, se encontraba nada más ni nada menos que Taro, el chico nuevo de la veterinaria. También había caído junto a ella, pero en cuanto se dio cuenta de que se trataba de la chica, cambió un poco su aspecto serio por uno un poco más suavizado. —No te preocupes.
La chica se puso de pie, y sonrió. —¡Que sorpresa! ¿Estudias en esta escuela? No te había visto antes.
Asintió. —Ni yo a ti.
—¿Vas a clases?— Preguntó con curiosidad. Le tomó desprevenida el ver a ese chico. A pesar de su aura reservada, ella creía que él podía ser una gran persona.
Taro asintió nuevamente. —Si. Voy a esa dirección.— Dijo, señalando el pasillo de enfrente.
Akari hizo una leve reverencia a modo de despedida. —Te veré después. Y en serio, perdona por tirarte sin querer.— Antes de avanzar, escuchó algo que la paralizó por completo.
—¿Te gustan los toros?
—¿Eh? Bueno, si. Me encantan más los cerditos, pero me parece que los toros son muy lindos también. ¿Por qué?
—Por nada.— Avanzó, caminando hacia adelante mientras escondía una pequeña sonrisa de lado. Tal vez habría una posibilidad de que le llegasen a gustar más los toros que los cerditos.
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Ryu caminaba en su ruta habitual, pensativo sobre su padre. Durante la cena de la noche anterior pudo observar como el desgraciado llevaba un puñado de documentos en su mano. A decir verdad, no solía meterse en los asuntos de su padre. Jamás tuvo el interés de saber en que cosas estaba metido, pero extrañamente lo sucedido el día anterior le llama la atención.
Sintió un pequeño golpecito en el lado lateral de su abdomen, y cuando notó de quien se trataba, sonrió alegre.
—Ah, pequeño saltamontes. Eres tú.
Satori se enfadó ligeramente. No era pequeño, y le molestaba que le dijeran así. —No soy un saltamontes.
El joven extendió una cajita de dulces hacia el niño, quien la recibió con alegría. —Espero haber acertado en tu sabor favorito.
Asintió, aunque luego de ello, puso un puchero en su boca. —Aunque no puedo. Ayer no vine a la escuela porque me enfermé del estómago.
—Eso te pasa por comer basura.— Dijo mofándose de la situación.
Se encogió de hombros. —Era basura muy rica. Pero ya estoy mejor. Aún así, no puedo comerlos hasta dentro de dos días más.
—Pues que mal. Entonces debería quedármela yo.— Ryu iba a arrebatarle la caja, pero Satori no se lo permitió. Comenzó a reír alegre, mirando como ese niño era igual de orgulloso que él. Por eso se llevaban demasiado bien. Eran compatibles, cosa muy extraña pero emocionante.
Aquél niño guardó la cajita en su mochila, y luego habló. —Siempre que me enfermo, me pierdo de cosas interesantes. Anoche escuché a mi papá decir que un hombre lo interceptó en la calle, y le dijo que le daba un contrato si me unía a su dojo.
—¿Eh?— Recordó lo que miró durante la mañana del día anterior. Necesitaba saber detalles. —¿De verdad?
Satori asintió, comenzando a dar pequeños golpes al aire. —Mi papá dijo que ese señor le ofreció un contrato millonario, pero no aceptó. Ya pertenezco al dojo Tendo, así que no es necesario que me vaya a otro lugar. Además, no quiero. La sensei Tendo ha sido amable conmigo, y no pienso traicionarla.
Ryu, extrañado e inquieto, inició una serie de pensamientos. Atando cabos, el hombre que su padre acosó era el padre de Satori. Por si fuese poco, el niño estaba inscrito en el dojo Tendo. Entonces si estaba metido en algo.
Recordó que el viernes por la noche su padre tendría una cena de negocios. Ese día entraría a su oficina, e indagaría lo que estaba tramando. Ya se las vería si es que se encontraba haciendo trampa.
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Ranma caminaba decidido hacia el lugar donde había sido citado. Pero no iba solo. No, para nada.
Akane y él habían acordado que confrontarían al señor Kumon juntos. Cuando le contó todo a la chica, ella se notaba extremadamente furiosa. Y a pesar de estar consciente de lo que pasaría con respecto a su decisión, estaba segura de hacerlo.
Durante toda la semana se habían preparado mentalmente para lo que querían hacer. Akane, por su parte habló con su familia.
Los dados ya estaban echados, así que solo quedaba dar la cara ante esos problemas que vendrían después.
Llegaron al restaurante, totalmente apresurados. La hostess los hizo pasar, indicándoles el camino. Aquél lugar tan opulento les asqueaba por completo a ambos. El dinero era importante, y no lo negarían. Pero más importante era el orgullo y el honor. Ambos entendían que las artes marciales se rigen por un estricto código, y les era imperdonable que ese hombre utilizara trucos bajos para tener ventaja durante la competencia.
—¿Estás lista, Akane?— Preguntó el chico, enteramente decidido a dejar en claro lo que quería.
Ella asintió. —Más que lista.
Llegaron a la mesa donde se encontraba sentado el señor Kumon. Aborrecían el porte elegante que tenía, y les producía el mayor de los ascos la forma tan refinada en la que sostenía la copa del alcohol. Tal vez todo el restaurante creía que era un hombre de valores, pero nada más lejos de la realidad.
Ryutaro observó como el chico llegaba acompañado de la joven Tendo. Un poco sorprendido y complacido, se levantó de la mesa. —Vaya, no pensé que vinieras acompañado. Pero me imagino que ella viene a ser testigo de como la traicionas por un bien común.
Ranma detestó ese tono cargado de suficiencia saliendo de la apestosa boca del señor. —No es así. Vine a recalcar mi decisión de no pertenecer a su dojo.— Tomó la mano de Akane, como de costumbre. —Mi prometida sabe todo. Y ella está consciente de que no voy a traicionarla.
Soltó una risita irónica, y dejó la copa en la mesa. Luego, escaneó de pies a cabeza a los dos muchachos. —Mírense. Ambos deberían agradecer la oportunidad que les daré. Tú te llenarás el bolsillo de dinero al aceptar estar en mi dojo. Y ella no tendrá que preocuparse porque su mamita se quede en la calle. Enferma y en la calle...tsk...— Adelantó su cuerpo hacia la menor de los Tendo. —No quieres verla desamparada, ¿No es así?
Akane, harta, tomó la copa del caro champagne y lo lanzó hacia el señor Kumon, ante la atenta y asombrada mirada de Ranma y el resto de comensales que miraban el espectáculo.
—¿Cree que voy a aceptar su trato de mierda? Pues no. Déjeme decirle algo, señor Kumon.— Sin soltar la mano de Ranma, se adelantó hacia el hombre, quien le observaba con furia. —Si usted quiere ganar el torneo, hágalo limpiamente. ¿O es que acaso no cree que pueda ganarnos?
—Se van a arrepentir de no aceptar esto.— Masculló irritado Ryutaro.
Akane le examinó de pies a cabeza, tal como él hizo con ambos. —No es más que un patético debilucho al que le falta orgullo. Métase su dinero y todos los patrocinadores por donde no le da el sol. Los Tendo y los Saotome vamos a vencerlo.— Dio unos pasos hacia atrás, y levantó las manos de ambos, con orgullo. —Mi prometido y yo no nos vamos a dejar intimidar por usted. Si me vuelvo a enterar que molesta a Ranma, lo mataré.
No esperaron respuesta de aquél monigote. Akane comenzó a caminar en dirección a la salida, acompañada de Ranma. Y Ryutaro solamente explotó de la cólera. Bien, si es lo que querían, entonces era guerra declarada.
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Ryu entró a la oficina de su padre. Cuando era más pequeño, aprendió una técnica por parte de su abuelo, la cuál le permitía acceder a muchas cosas a escondidas de todos. La aprendió para usarla en múltiples ocasiones, y ahora, si es que el señor venía de camino a casa la usaría.
Llegó al escritorio. Tomó un tenedor, y con las puntas empezó a tantear la cerradura del cajón superior. No se avergonzaba de saber como robar. Al haber estado en una pandilla antes de entrar a la universidad, sabía cual era la forma correcta de abrir sin necesitar una llave. No le tomó más que un par de minutos hasta que escuchó el click en el cajón.
Abrió, y comenzó a buscar la carpeta que recordaba era la de los documentos. La encontró, y empezó a leer. Con cada segundo que leía, más se enojaba. Le había dicho que no quería que hiciera trampa.
—Maldito.— Susurró, molesto. Tomó fotos de todo, y guardó a la velocidad de la luz los documentos.
Una vez que terminó su búsqueda, salió de la oficina. Caminaba tan ofuscado, que incluso las sirvientas le miraban con temor. A decir verdad, sentía su orgullo lastimado. Su propio padre no creía en su destreza, y tenía que recurrir a reclutar a algún otro luchador a sus espaldas. Esto representaba una ofensa hasta para las amazonas que ese idiota reclutó. Y Satori, su amigo, podría también sufrir las consecuencias.
Pero no se quedaría así. Se la regresaría al idiota de su padre.
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Akane y Ranma miraban el dojo con el número reducido de alumnos que les quedaban. Si acaso solo habían seis niños y Satori. El resto de los padres habían decidido irse a otro lugar, pero ellos sabían que era la consecuencia de todo el caos que desataron. La clase había terminado, así que todos se disponían a retirarse de ahí. Mientras cada padre de familia tomaba a los niños, ellos comenzaron a observar la lista, descartando a quienes habían sido comprados por el señor Kumon.
—Sigo sin creer que te hayas atrevido a decirle esas cosas al maldito.— Dijo Ranma, riendo levemente. Tachaba cada nombre de los niños a quienes ya no vería de nueva cuenta.
Akane sonrió. —Tenía que hacerlo. Aunque, perdona si exageré al momento de decir que soy tu prometida.
—Si, bueno... lo eres.— Enrojeció de repente, sintiéndose sumamente avergonzado. —De mentira, claro... es... bueno, ya sabes...
Comenzó a reír. A veces le resultaba tierno el como se ponía tímido. —Ya. Lo entiendo, descuida.— Revisó el último mensaje que recibió del dueño de la tienda de mochi. Al menos les habían ofrecido disculpas por no poder seguir siendo el patrocinador.
Soun entró al dojo corriendo, y con una cara que solo indicaba lo ansioso y asustado que se encontraba. Llegó al lado de su hija y del otro chico jadeando, lleno de sudor. Sus manos temblorosas tenían un par de papeles que venían en lo que, aparentemente, era un sobre de carta bien decorado.
—Movieron las fechas del torneo. Las semifinales se realizarán en dos meses, y la final en tres.— Señaló sin dejar de temblar la fecha.
Akane tomó el documento, y junto a Ranma comprobaron la información. El señor Ueda les mandó una misiva con el nuevo cronograma del torneo. Eso quiere decir que solo les quedaba poco tiempo para adecuarse. Además, debían financiar lo que fuese necesario para seguir adelante. Se miraron, y concluyeron que había un culpable de todo esto.
—Maldito bastardo.— Ranma apretó los puños, y comenzó a moverse. —Lo iré a matar...
Akane le detuvo del brazo. Negó con la cabeza. —No. Le vamos a demostrar que esto no nos afecta en nada. Se lo dijimos. Debemos vencerlo.
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Kuo Long se encontraba sentada frente al joven Ryu. Lo notaba realmente molesto, y no era para menos. Hasta ella se había molestado con los movimientos del señor Kumon. ¿Quién iba a creer que ese hombre fuese capaz de quitarle los patrocinadores al dojo rival?
—Su padre no tiene sentido del honor. Es inaceptable para nosotras, las amazonas, que alguien haga trampa.— Dijo la señora Kuo Long, tomando su té con parsimonia. Dejó la taza en la mesa, y luego, dio un golpe al suelo con su enorme bastón. —¡Nos ha deshonrado!
—Yo también me encuentro molesto con lo que ha hecho. Y quisiera proponerle algo.— Dejó los pergaminos de entrenamiento chinos encima de la mesa. Los había tomado sin que ella se diese cuenta.
Sorprendida, la señora Kuo Long le observó. —¿Cómo los encontraste?
—Hagamos un trato. Si le enseño la técnica que mi abuelo desarrolló, usted permitirá que esos pergaminos le ayuden al dojo Tendo.
La anciana entrecerró los ojos. —Muchacho, ¿Por qué tanto interés en el dojo Tendo?
—Porque ahí entrena un amigo mío.— Lo hacía por Satori, a quien realmente lo consideraba un gran amigo. —¿Lo hará? ¿O no?
Pensó durante unos segundos Le había sorprendido saber que ese chico encontró los pergaminos que guardaba celosamente. Si se trataba de una técnica distinta, entonces ella estaba dispuesta a hacer todo para que Xian Pu mejorara su habilidad. —De acuerdo. Tu ganas.
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Akane, consternada, acudió a la dirección que le enviaron por mensaje. No entendía por qué Ryu Kumon le mandó mensaje para que acudiera a las instalaciones de la mansión ese día. Sin embargo, parecía estar relacionado con lo que hizo su padre. No quería pensar mal del chico, así que decidió acudir para saber de que se trataba. Le daba la impresión de que él no era igual a su padre.
Llegó al lugar, y un par de sirvientas le recibieron. Caminó por todos los sitios a donde le llevaron, hasta que llegó al dojo principal. Era gigantesco, una perfecta estructura digna de la mejor arquitectura de todo Japón. No poseía la estructura original japonesa, pero podía jurar que el lugar servía bastante bien para entrenamientos rigurosos.
Aquella sirvientas abrieron las puertas de un sitio distinto, y cuando Akane entró, encontró una gran sala para entrenamientos. Asombrada, caminó sin dejar de observar cada rincón.
—Tendo.
Escuchó su apellido, y en cuanto lo hizo, giró su cuerpo hacia la dirección de donde provino. Ryu Kumon caminaba junto a una anciana de pelo largo, canoso. Un bastón de madera sostenía a la mujer enana, y no solo eso. Ambos llevaban un par de lo que parecían ser pergaminos en las manos. Curiosa, se acercó a ambos, y realizó una profunda reverencia.
—Mucho gusto. Soy Tendo Akane.
Kuo Long también se reverenció. —Vaya. Cuando te vi en el baile de presentación de dojos pensaba que eras debilucha. Pero percibo en ti un aura de combate con bastante potencial.
—¿Eh?
Ryu habló. —Ella es la señora Wu Kuo Long. Viene desde China, es abuela de la otra chica que competirá.
Frunció el ceño. —De Xian Pu.
Kuo Long atinó a reír levemente. —Veo que mi nieta no te agrada en lo absoluto.
—No es eso. Es que...— No podía decir que se ponía celosa cuando Xian Pu se acercaba a Ranma. Negó con la cabeza. —En fin. ¿Sabes lo que hizo tu padre, Ryu?
Asintió con seriedad. —Tendo, no soy un tipo al que le guste pelear con trampa. Considero que mi padre hizo lo peor que se le ocurrió. No estoy de acuerdo con ello.
—Me alegra saberlo.
—Además, entrenas a un amigo mío.— Ryu tomó los pergaminos, y los extendió hacia Akane. —Ya que mi padre jugó así de sucio, le daremos una cucharada de su propia medicina.
Kuo Long señaló los papeles. —Son una serie de ejercicios para mejorar la habilidad en combate. Pertenecen a la tribu amazona. Te los prestamos, así pueden entrenar para la competencia.
Les miró dudosa. —¿Está bien hacer esto? Quiero decir, es jugar sucio también. Pensé que querías pelear con honor.
El chico negó. —Conoces a Satori. Me enteré que entrena en tu dojo, y que va a competir en el torneo. Es la forma en la que me puedo disculpar con él. No lo sabe, así que preferiría que no le comentes nada.
—Anda, niña. Acéptalos.
Akane tomó los pergaminos, y los aferró bien a ella. —De acuerdo. Disculpa aceptada.
Todo estaba dando un giro diferente para el dojo Tendo. La guerra estaba declarada, y ahora que Akane tenía la clave para mejorar, haría lo posible por llevarlo a cabo.
Ya lo vería Ryutaro Kumon.
¡Hola a todos! Primera actualización del año. Mood: feliz.
Perdonen la demora, pero la verdad me entretuve realizando el storytelling de este fanfic. Les digo desde ya que serán aproximadamente 23 capítulos, y ya vamos entrando a la mitad de la historia. Siendo sincera, seguirá habiendo mucho drama en los siguientes capítulos. Y planeo que los finales sean cardiacos. Ya lo sabrán en su debido tiempo. Este es un longfic, así que no se preocupen, aún hay historia para un rato.
Por cierto, ¿Ya se dieron cuenta de que hizo un cameo una técnica que sale en el manga? Adivinen cual es, pertenece a Ryu Kumon, y la usa cuando está buscando los documentos de su padre.
Las cosas se comienzan a complicar para todos, y a decir verdad, hasta yo estoy odiando a Shinnosuke y a Ukyo. Además, Taro comenzará a interponerse entre Akari y Ryoga. En cuanto a Ranma y a Akane les esperan retos enormes con respecto al torneo. ¿Qué pasará en el siguiente capítulo? Los leo.
Aprovechando, quiero anunciar que tenemos nueva página en facebook. Ahí estaré compartiendo actualizaciones de mis fics. También conviviré con ustedes. Me encuentran como 97SandySerendipity. Les dejo el link por si no lo encuentran: . ?id=61570322613031mibextid=ZbWKwL
¡Muchas gracias por leer!
Con amor, Sandy.
