"Este restaurante es precioso." Sonrió Ran con las mejillas un poco rojas de la copa de vino que se había bebido durante la cena.

"No mereces menos." Sonrió de vuelta Shinichi mmientras apoyaba su mano sobre la suya. "¿Quieres pedir otro postre?" Preguntó sin apagar la sonrisa, era todo un placer verla disfrutar de la comida.

"Estoy llena, creo que deberíamos dar un paseo para bajar todo lo que hemos comido." Rió ligeramente.

Shinichi cogió su mano para besársela y pagó la cuenta antes de salir. Se dio cuenta de que tenía varios mensajes de sus padres cuando fue a guardar la cartera, pero estaba en una cita y no era muy cortés atender el teléfono en ese momento, podía responder más tarde. Caminaron agarrados de la mano. Su relación era extraña, pero le encantaba, ninguno de los dos le había pedido salir al otro, pero su relación era muy obvia desde la adolescencia. Se besaban, iban al cine, cenaban en buenos restaurantes e incluso se acostaban de vez en cuando. Habían sido mejores amigos toda la vida y se conocían y complementaban perfectamente cuando uno de los dos le apetecía añadir algo de romanticismo a esa amistad tan especial y peculiar.

"Espera un momento." Le frenó un momento al ver que tenía mal puesto el cuello de su camisa.

Shinichi sonrió y cogió sus mejillas para besarla y su teléfono empezó a sonar cuando quiso profundizar el beso. Protestó al ver como ella se separaba y miró la pantalla del teléfono antes de volver a bloquearlo.

"Es mi padre, luego le llamo."

"Deberías contestar." Dijo ella al ver como últimamente había notado que la relación que tenía con sus padres se había enfriado un poco. Él no era de hablar cosas profundas, pero sabía que había tenido alguna discusión con ellos. También había leído los periódicos, no estaba ciega, sabía que la familia no pasaba por un buen momento. "¿Habéis vuelto a discutir?"

"No es eso." Contestó todavía con el ceño fruncido.

"Entonces, ¿es por el trabajo?" Preguntó al ver que esa noche no había hablado mucho sobre ello, y sí, eso era raro en él. "Has cerrado un caso muy importante, ¿Por qué no te das un respiro?"

Él suspiró y se volvió a acercar a ella para besarla y así evitar contestarle. El trabajo siempre estaba en su cabeza, y después de desmantelar una organización con ese calibre, no imaginaba seguir teniendo tantos dolores de cabeza. Llevaba tres años colaborando con el FBI y había visto demasiadas cosas ir mal como para confiarse ahora que los juicios estaban acabando.

Shinichi no entendía como ese éxito en su carrera había desestabilizado todavía más la compañía de su padre, que estaba furioso por la parte que le tocaba, pero él no tenía la culpa de haber descubierto que la mayoría de los inversores eran corruptos e interesados de los que ya no se podía fiar. El dinero viene y va, y a él, no le importan tanto las grandes riquezas.

Pasó una mano tras su cuello y enredó su lengua con la suya.

Y el teléfono volvió a sonar.

Shinichi gruñó de nuevo cuando se separaron y ella le frenó cuando se disponía a apagar el teléfono.

"Puede que sea importante. Contéstale, no me molesta." Dijo Ran.

Shinichi quiso protestar, pero sabía que su padre volvería a llamar si no contestaba, así que resopló y rodó los ojos antes de tocar la pantala y poner el teléfono en se oreja.

Ran contempló lo serio que se ponía cuando hablaba con ellos, respondía con pocas palabras y apretaba mucho los labios. La conversación no duró mucho, y cuando guardó el aparato en su bolsillo, su cara mostraba la misma molestia.

"Mi padre quiere que vaya a verle, parece urgente. ¿Te llevo a casa?" Preguntó poco contento de que su cita acabase ahí.

"Tranquilo, todavía es pronto así que llamaré a Sonoko a ver si quiere tomar algo." Sonrió ella intentando no darle importancia. La vida de Shinichi siempre había sido así, aparecía y desaparecía cuando había un caso, una llamada familiar o algún negocio o cosa parecida que atender. No había tenido más remedio que acostumbrarse.

"Está bien." Dijo besando su frente antes de separarse para volver a su coche. "Mañana te llamo."

De la zona en la que se encontraba a la empresa de sus padres se tardaban unos veinte minutos, pero consiguió plantarse en menos de quince. El edificio era grande y conocía hasta el último rincón, pulsó el botón del ascensor con los ojos cerrados y se plantó en el despacho principal en un momento. Su padre siempre le pedía que tocase antes de entrar, pero esa noche estaba bastante molesto por haber arruinado su cita así que entró con más descaro, como si se olvidase de ese gesto. Hubiese preferido decir una buena frase o demostrar con gestos que sus prisas le habían molestado, pero la sorpresa de encontrarse a alguien más ahí, lo dejó con la más pura sorpresa.

"Te estábamos esperando." Dijo Yusako señalándole el asiento libre delante de esa mujer.

"¿Qué hace ella aquí?" Preguntó con el ceño fruncido y cierta molestia.

"Te dije que teníamos que hablar." Empezó a explicar Yusaku. "Las cosas se han puesto algo delicadas y-"

"¿Qué mierdas pinta ella aquí?" Interrumpió insatisfecho por la calma de su tono.

"Shinichi." Le llamó su madre para que se calmara. "No hables con ese tono, Miyano está aquí para ayudarnos."

"¿Ayudarnos? ¡Pero si es una asesina!" Reprochó empezando a arrepentirse de haber venido.

"¿Es que acaso eres tan mal educado que tienes que cortar a todo el mundo cuando pretenden tener una conversación contigo?" Habló ella por primera vez, clavando su mirada en él, logrando que cerrase la boca y apretase los dientes.

"Ya sabes que las cosas se han complicado mucho estos meses." Reanudó su padre. "Estos días se nos hace difícil encontrar inversores que quieran apoyar a una compañía al borde de la quiebra y con esta mala reputación tras la espalda."

¿Al borde de la quiebra?

Shinichi quiso volver a interrumpir, pero no quería discutir con esa mujer así que prefirió cerrar la boca y seguir escuchando. Su padre se abrió para contarle cada uno de los problemas que habían agrietado esa empresa hasta casi destruirla, el texto que nadie quiere leer y la conversación que nadie quiere llegar a escuchar.

"Tenemos muchas propuestas para volver a levantar este imperio como se merece, pero ninguna de estas puede ser posible sin ella." Dijo sin querer pronunciar su nombre para no provocarlo. "Sé que ella pertenecía a la organización que has ayudado a desmantelar, pero también tienes que entender que ella no es la criminal que te empeñas a creer."

"Es una asesina." Repitió Shinichi sin miedo de enfrentar su mirada a la suya. Sus ojos verdes imponían, pero él no estaba dispuesto a doblegarse. "Es una criminal con las manos manchadas y la misma mala reputación que tenemos nosotros ahora."

"No voy a repetirte la historia que ya conoces, así que iré al grano." Dijo su padre con pocas ganas de entrar en sus provocaciones. "Miyano tiene uno de los coeficientes más altos de entre los científicos de este país y sus padres dirigían proyectos muy importantes antes de entrar en la organización."

"Has dicho que irías al grano." Contestó Shinichi esperando escuchar algo nuevo. Conocía cosas de ella, pero en ese momento, no le apetecía ponerse a enumerar sus cualidades o defectos. No le apetecía ni mirarla a la cara.

"Shinichi." Le llamó su madre sentándose a su lado al ver que esa conversación se estaba volviendo demasiado incómoda para todos. Agarró una de sus manos para acariciarle con cariño y cierto nerviosismo. "Tu padre y yo te queremos pedir un favor, pero ambos sabemos que puede ser algo grande y complicado para ti." Explicó intentando soltar las cosas con suavidad. "El abogado nos ha dicho que con una unión podríamos conseguir la propiedad y continuidad de los proyectos. Sería fácil expandirnos en ese campo, podíamos conseguir inversores con mucha más fuerza económica y recuperar la estabilidad mucho antes de lo que lo haríamos de cualquier otro modo."

"Frena un momento." Le cortó Shinichi. "¿Una unión? ¿Acaso pretendéis que me case con ella?" Preguntó señalándola antes de estallar en una carcajada. "Tiene que ser una maldita broma. Una de muy mal gusto."

"Solo por cinco años." Comentó Yusaku con un tono serio.

"¡Ni hablar! ¿Qué pasa con Ran?" Preguntó al ver lo estúpido que sonaba todo eso. Estaban en el siglo veintiuno y esa propuesta ya parecía caducada y de otra época.

"Puedes hacer lo que quieras una vez pasen cinco años." Explicó Yusaku dándole un sorbo al vaso de whisky que tenía sobre el escritorio. "No podemos pagar ningún proyecto, ni los de Miyano ni los de nadie, la unión nos facilita mucho la parte financiera. Una vez arranque, todo volverá a su sitio, tendrás veinticinco años y podrás decidir no volver a verla nunca más y hacer lo que quieras el resto de tu vida."

Shinichi apretó los puños sin querer mirarla ni si quiera una vez. "Sé que dices que es temporal, pero estamos hablado de una boda. Me estáis pediendo demasiado...¿no hay otra manera? ¿No hay nada más que pueda hacer?"

"Si la hubiese, no te estaríamos pidiendo algo así." Contestó Yusaku mirándole fijamente. "Tiene que ser creíble, por eso tiene que durar cinco años. No podemos meternos en un fraude matrimonial."

"Venga ya, hay miles de matrimonios reales que duran mucho menos." Siguió rechistando. Cinco años eran demasiados días y un puñado de meses.

"Es un negocio, hijo." Objetó su madre intentando hacerle comprender. "No seréis los primeros ni los últimos en hacer algo así, e incluso ,hay personas que lo hacen por peores razones."

"Lo siento, pero no puedo." Contestó Shinichi levantándose para disponerse a salir.

"¡Shinichi, lo vamos a perder todo!" Chilló su madre logrando que frenase el paso. "...es la única manera para no tener que vender todas nuestras propiedades, incluida la casa familiar en la que actualmente vives."

Shinichi apretó el pomo de la puerta con fuerza y sintió que las palabras de su madre se le clavaban como cuchillo. Se giró y enfrentó a la pelirroja por primera vez con la mirada. "¿Y tú que ganas con esto?" Preguntó con desprecio. "Porque no creo que a los asesinos les vaya la caridad."

Ella se mordió la lengua para no contestarle mal, pero ganas de escupirle una faltada de las suyas no le faltaban. Estuvo callada unos segundos y Yusaku contestó antes de que ella lo hiciese.

"Si no hay acuerdo, ella también lo pierde todo. Los proyectos de sus padres, la parte de la compañía que le heredaron e incluso han pedido retirar su nacionalidad japonesa y pasaporte." Explicó con pocas palabras. Haber nacido dentro de una organización, no te libraba de ningún pecado.

Shinichi se sintió sorprendido, pero no lo mostró con el rostro, no le daba pena. Ninguno de los criminales que había atrapado la merecían.

"A los cinco años, nos divorciaremos." Dijo con firmeza, extendiendo la mano para hacer el pacto con ella antes de pensarlo con más calma y acabar arrepintiéndose, que estaba seguro de que lo haría.

Ella asintió todavía sin hablar y levantó la mano para estrecharla con la de él.

Shinichi frunció el ceño al notar como su mano temblaba por más que su actitud corporal se viese fría y firme, pero no le importaba, esa unión iba a ser tan falsa como los sentimientos que iban a tener el uno por el otro.

"Este traje te sienta fenomenal." Comentó Heiji observando a su amigo con una sonrisa de oreja a oreja. "Todavía me sorprende que tú seas el primero en casarte. Siempre has querido ir un paso por delante cuando se trata de las mujeres."

"Cállate, esto se parece más a una fiesta de negocios que a una boda." Contestó Shinichi poniendo bien su pajarita. "Ya sabes la realidad de todo esto, así que deja de pensar cosas que no son."

"Venga ya, Miyano es muy atractiva." Protestó con cierta envidia. "Todos conocemos su historia, pero tampoco te va a hacer daño intentar conocerla. Colaboró con el FBI y recuerdo que hubo un momento en el que dijiste que fue algo fundamental para que vuestra misión acabase siendo un éxito. No creo que todo sea negro."

"Eso no significa que me haga feliz verme obligado a casarme con una asesina que además pertenecía a una organización criminal." Comentó resoplando al mirar su reflejo en el espejo. ¿Cómo había acabado hasta ahí? ¿De verdad era real?

Heiji rodó los ojos y se acercó a su amigo con otro traje en la mano. "Ya sé que no es lo que querías, pero tampoco es un pacto de por vida, míralo de otra manera. Son cinco años."

"Cinco años que van a parecer cincuenta." Dijo sintiendo como si la pajarita le robase el aire. "¿Es que a nadie le preocupa que pueda pasar conmigo y con Ran?"

"Puede que esto haya sucedido para hacerte ver que Ran no es la adecuada o de que tú no eres el adecuado para ella. Piénsalo, ¿Desde hace cuando que dices sentir por Ran y por una cosa u otra nunca te atreves a decir nada? Ninguno de los dos habéis dado el paso para formalizar nada y eso que habéis tenido ocasiones de sobras para hacerlo. Hay algo que os frena a los dos y no creo para nada que sea la vergüenza."

"Unas palabras o una etiqueta no significa nada para saber que algo es serio." Intervino Shinichi. "Es una tontería lo que dices."

"Es una tontería pero os encontráis cuando os necesitáis y a la vez nunca os cerráis las puertas a la hora de conocer a otras personas." Dijo recordando la vida amorosa que había tenido desde que lo conocía. "¿No te acuerdas cuando ella conoció a Araide? ¿O cuando tú pasaste el verano con Aoko? Ahí no os molestaba a ninguno de los dos."

"Puede que volvamos siempre al otro porque realmente tenemos que estar juntos. ¿No lo has pensado tú de esa manera?" Preguntó Shinichi apretándo los dientes al no saber que más poder decir para contradecirlo. Él sabía lo que sentía, no necesitaba escuchar la opinión equivocada de nadie.

"Solo lo dices porque no estás de acuerdo con este enlace y estás buscando motivos para no hacerlo."

Pues claro que no estoy de acuerdo, nunca voy a querer a esa mujer." Dijo con un tono más molesto. "Es como si fuese a entrar en el maldito infierno."

"No alces tanto la voz." Advirtió a la vez que alzaba la mano en la que cargaba el traje. "Creo que deberías escoger otro traje, ya sabes, puede que a ella le incomode el negro por su pasado." Explicó al notar su atuendo demasiado oscuro.

"Me da igual lo que le moleste, solo tengo que limitarme a seguir un contrato." Contestó rechazando el traje que le ofrecía.

Heiji suspiró esperando que esa mujer tuviese la suficiente paciencia como para aguantarle y rezó por que no se estirasen de los pelos cuando se encontrasen a solas. No quería que su amigo interpretase que no estaba de su lado, claro que lo estaba y se oponía a una unión sin amor, pero también podía imaginar que esa situación era igual de difícil para ella, aunque no la conociera de nada.

Intentó calmar el mal humor de su amigo sacándolo de la tienda para invitarle a un trago en un local cercano. Todavía tenían un par de horas libres antes de la fiesta que habían organizado los Kudo, que ahora que el enlace de su único hijo había sido público, tenían la obligación de presentar a la futura pareja a los cercanos de la familia y de la empresa.

"Quiero que se acabe ya el día." Dijo acercándole el vaso vacío al camarero para que se lo rellenase.

"No deberías seguir bebiendo." Comentó Heiji al ver que se había pasado la última hora entre sorbo y sorbo.

"¿Es que ahora te vas a comportar como mis padres?" Preguntó con despecho.

"No te pases, soy tu amigo, pero un amigo también te avisa cuando empiezas a beber de más." Comentó notando como su propia copa se había aguado con el hielo. No era divertido beber con Shinichi cuando estaba molesto y ahora solo esperaba que no echase a perder la fiesta en la que Yukiko tanto le había insistido de que no llegasen tarde.

"No seas aguafiestas, si eres mi amigo, bebe conmigo."

Heiji suspiró cansado de sus berrinches y se levantó después de poner un billete sobre la barra y disponerse a agarrar a su amigo para ayudarlo a salir. "Creo que ya has bebido suficiente por hoy. Vamos a dar una vuelta para que se te pase un poco y vas a llegar tranquilo y con una sonrisa."

Shinichi chutó una lata con las manos en el bolsillo y caminó cabizbajo mientras agradecía el fresco aire de la noche. Notaba las mejillas calientes del enfado y el whisky que había bebido. Le daba igual enfadar a sus padres, él tenía que canalizar su rabia o al menos intentar bebérsela.

"Date un respiro." Habló Heiji intentando encontrar las palabras adecuadas. "Os habéis comprometido, pero ni siquiera has querido hablar con ella una sola vez."

Shinichi suspiró más tranquilo esta vez, podía pasarse la noche y los días protestando, pero no iba a cambiar nada. Toda esa situación le causaba mucho rechazo, pero se la tenía que comer con patatas le gustase o no.

Solo cinco años, mil ochocientos veinticinco días de una relación con fecha de caducidad.

"Lo sé..."

"No quiero excusarla de nada, pero si algo sabemos, es que no es como Gin." Dijo Heiji recordándole al pelo platino.

"Sí, lo sé...pero seguimos siendo tan diferentes. Solo la he visto dos veces frente a mis padres y es todo tan incómodo." Explicó frunciendo el ceño mientras recordaba sus miradas.

"Esta noche estaréis el uno al lado del otro, puedes empezar por aquí."

El camino de vuelta al coche se lo pasaron callados. Heiji se sentía aliviado de haber calmado un poco la rabia con la que había aparecido y Shinichi se quedó pensativo hasta que notó a su amigo frenar de golpe. Su ceño se frunció nada más alzar la mirada.

"¿Qué haces aquí?" Preguntó bastante sorprendido de encontrarla aparcada justo al lado de su coche.

"Tu padre me ha dicho que estarías aquí." Dijo ella apoyando el brazo en la ventana bajada de su coche. "Quiere que lleguemos juntos a la fiesta."

Shinichi resopló mientras Heiji le dio una mirada para que recordase todo lo que le había dicho, así que acabó asintiendo y despidiéndose de él antes de dirigirse al coche de la pelirroja.

No estaba acostumbrado a tomar el asiento copiloto con sus citas, pero ella tampoco era una cita. Se había puesto un bonito vestido azul oscuro y el maquillaje justo para resaltar su mirada y labios. Mentiría si no le reconociese a Heiji que era una mujer atractiva, pero no dejaba de pensar que esa relación iba en contra de sus principios.

No dijeron ni una palabra en todo el trayecto, ella estaba concentrada con la carretera y Shinichi pensaba en la fiesta a la que se dirigían mientras rezaba por que su madre no hubiese invitado a media ciudad. La incomodidad se notaba en el aire cuando ella aparcó un poco apartada de la entrada y Shinichi se arregló el cuello de su camisa por quinta vez antes de salir del coche.

Ella puso rápido una sonrisa en su rostro y se acercó a él peinando su pelo despeinado. "Deberías sonreír un poco, en vez de convencer a los invitados, vas a asustarlos con esa cara."

A Shinichi no le apetecía sonreír, pero en ese momento, el saber que ella parecía tener las mismas ganas que él de estar ahí, le aliviaba un poco, solo un poco. Se obligó a apartar la incomodidad para ofrecerle el brazo y caminaron hasta la entrada como una pareja acaramelada. Sus padres sonrieron aliviados al verlos cruzar la puerta juntos.

Ella se había metido en el papel a la perfección, sonreía cuando tenía que hacerlo, lo miraba de vez en cuando agradeciendo las felicitaciones de gente que ni conocía y acariciaba su brazo y su pecho como si reclamase su atención. Podía notar las miradas de envidia de la mayoría que se acercaban a ellos, pero a él solo quería salir de ahí, bajar el telón de la obra y volver a casa para meterse solo en la cama.

Cuando los camareros cambiaron los platos vacíos por nuevos canapés y los invitados se apresuraron a asaltar las mesas, la pareja principal pudo sentir que recuperaba el aire y parte de su espacio personal.

"No hace mucho disfrutaba de estas fiestas, pero ahora simplemente me repudian. La gente utiliza estás fiestas con el único fin de comer y beber hasta reventar, y si tienen suerte, encontrar alguna oportunidad de trabajo o tocarle el culo a una bonita camarera. Míralos, llevan los cuellos y muñecas bañadas en oro, pero parece que no hayan comido nada en días." Comentó Shinichi cogiendo una copa de champán de una de las bandejas que paseaban los camareros mientras veía a la gente casi empujarse en las mesas. Eso sí, con elegancia.

Ella le robó la copa de las manos y se la bebió de un trago antes de que él pudiese protestar, frunciendo el ceño frente a todas la burbujas de champán que habían explotado en su garganta.

"¿Por qué has hecho eso?" Protestó mirándola con una ceja alzada.

Miyano frunció el ceño acercándose a él a una distancia peligrosa, tan cerca que su nariz casi rozaba la suya. "Tus mejillas siguen algo sonrojadas y hueles a Whisky. Ya hemos sido la noticia de esta semana, no quieras ser también la de la semana que viene."

Shinichi rodó los ojos y señaló al resto de invitados. "¿Qué más da si bebo una copa de más o no? ¿Los has visto a ellos? La mitad de ellos ya están borrachos, a demás, ¿no se supone que es nuestra fiesta?"

"Por eso mismo te lo digo, detective estúpido, porque hoy todos los ojos están en ti." Especificó apoyando una mano en su pecho como si en vez de una disputa estuviesen teniendo una conversación romántica. "Recuerda que frente a la gente, tu único trabajo es mantener un papel y la sonrisa."

Él la miró fijamente y agarró su cintura mientras que con la otra mano le levantaba la barbilla. Podía oler su colonia a esa corta distancia, olía a tentación, a maleficio y a frenesí. Era una mujer con todas las cartas sobre la mesa y sabía jugar con ellas demasiado bien, pero él siempre había sido de los que aprendían rápido. Inclinó la cabeza rozando su mejilla con la nariz para acabar dándole un pequeño beso en el cuello. Quería ponerla nerviosa, pero ella no se veía afectada por su cercanía ni sus gestos. Se alejó de ella percatándose de que varios ojos les miraban y pasó la mano de su cintura en la parte baja de su espalda. "¿Así parezco más convincente?" Preguntó con una sonrisa.

Ella rodó los ojos antes de dejar la copa vacía en una bandeja para coger otra llena. "No eres el mejor actor que conozco, pero sí está pasable." Contestó con tranquilidad.

Shinichi se acordó de todos los videos e imágenes que había visto de la pelirroja en eventos y fiestas parecidas a estas, rodeada de trajes negros y manos que la acaparaban en cuanto podían. Recordaba la mano de Gin reclamando su cintura cada vez que se alejaba de él y recordaba el vacío e indiferencia que se reflejaba en sus ojos. Ella estaba entrenada para esto, y a él, no sabía si le molestaba o le daba pena.

Lo único que sabía con certeza, era que no podía leer su rostro con su facilidad de siempre. Ella había sido entrenada para ser toda una actriz, y con esos dotes acompañados de su inteligencia, solo conseguía hacer que se fiase menos de ella. No le causaba confianza no poder saber cual era su emoción real, no saber que podía pasar por su cabeza o si la sonrisa que esbozaba era verdadera o no. No quería una mujer así como prometida.

La siguió al ver que salía de la sala principal y frenó al ver que se había quedado parada delante del pasillo.

"¿Es que quieres acompañarme al baño?" Preguntó alzando una ceja.

Él se sonrojó y se rascó la cabeza nervioso. "Yo, no..no sabía que venías aquí, solo te estaba siguiendo."

Shiho rodó los ojos y se dio media vuelta para entrar, pero sin querer tropezó con un hombre que salía del baño de hombres. La vio chocar contra él y frunció el ceño al ver como palidecía sorprendida y ponía una mano en su pecho para apartarlo.

"Perdona, no te he visto." Se disculpó el hombre poniendo bien las solapas de su americana negra. "¿Estás bien?"

Ella asintió rápido, girando la cabeza para no mirarle y dirigiéndose con nerviosismo hacia el baño.

Shinichi se quedó apoyado en la pared observando como el hombre se marchaba, pensativo. ¿Había confundido a ese hombre por uno de los cuervos que antes tanto solía ver? Lo único que le podía recordar a ellos era el echo de que iba vestido de negro de pies a cabeza y puede que a una primera impresión hubiese imaginado cosas que no eran. Pero conocía a ese hombre, era un amigo de su padre desde hacía casi veinte años, no tenía nada que ver con ellos.

La vio salir a los cinco minutos con el rostro más calmado pero con la mirada baja.

"¿Todo bien?" Preguntó con una ceja alzada.

Ella asintió con indiferencia pero él notó algo de nerviosismo en sus manos. Las palabras que Heiji le había dicho esa tarde volvieron a su cabeza y por un momento pensó que a lo mejor si que tenía algo de razón, había sido un cuervo, pero el negro la ponía muy nerviosa.

Sin embargo,él resistía y su mente fría ganaba. Sus inquietudes o miedos no eran su problema, solo estaban ahí por un pacto, todo lo demás ya era problema de cada uno.