La oscuridad envolvía cada rincón de la cueva, un manto pesado que absorbía toda forma de luz. Katsuki Bakugo se despertó con el corazón latiendo desbocado y el cuerpo entumecido. La humedad del suelo se infiltraba en su piel, mientras una sensación abrumadora de desesperación se adueñaba de su pecho. A su alrededor, ecos distorsionados parecían susurrar secretos que no quería escuchar.
Con un esfuerzo titánico, abrió los ojos, encontrándose rodeado de sombras, de un negro tan denso que parecía devorar la luz misma. La oscuridad era opresiva, casi palpable, como si tuviera vida propia.
Se sentó lentamente, y al hacerlo, una oleada de recuerdos lo golpeó con la fuerza de un torrente. Las imágenes distorsionadas de aquello que vivió justo antes de caer desmayado comenzaron a atormentar su mente. Sus últimos recuerdos eran difusos, imágenes intercaladas con sombras, fragmentos de un horror tangible que le dejaron una marca imborrable
Bakugo era conocido por su valentía, pero lo que vivió en ese lugar le producía escalofríos. Una visión fugaz se le presentó: la criatura domándolo, gritos y gemidos ahogados, la sensación de ser ultrajado por algo indescriptible, asqueroso.
Recobró la consciencia por completo enfrentándose a su realidad, miró su cuerpo, aún cubierto de un líquido viscoso y repulsivo. Eso lo llevó a recordar los últimos segundos antes de su desmayo, la horrible criatura se masturbó justo enfrente suyo y dejó caer su semen sobre él. Volvió a sentir náuseas, estaba mareado.
De repente, sintió una presencia detrás de él, un aire frío que erizaba su piel. Giró rápidamente y se encontró con la repulsiva figura de su captor. El rostro no humano se distorsionaba con cada latido de su corazón debido al mareo. Bakugo sintió que su voluntad flaqueaba ante el peso de su mirada.
En un acto instintivo, Bakugo juntó sus manos, preparándose para una explosión, su único refugio. Sin embargo, desistió de su intento al recordar que no funcionó la última vez, menos lo haría ahora que estaba más débil después de vomitar.
Aceptando su suerte, no tuvo más remedio que tirarse de nuevo, sentado, mientras miraba al suelo, lanzó un largo suspiro que resonó en todas las paredes de esa maldita cueva.
—Está bien, tú ganas. Haz lo que quieras conmigo, de todos modos, moriré de sed y hambre
Bakugo no era un hombre de lágrimas, nunca lo fue, no porque sea insensible, si no porque siempre trataba de hacerse el fuerte. Cuando todo comenzó, tanto él como su novio se mostraron firmes, tanto como las rocas de esa cueva, pero ambos estaban aterrados, tratando de disimular para hacer sentir seguro al otro.
El cazador sonrió, por primera vez desde que estaba en ese sitio, recordar a su amado a quien perdió trágicamente siempre le hacía sentirse vivo. Finalmente no pudo más y se quebró, tenía miedo, frío, hambré, se sentía ahogado en soledad. Así que lloró, por primera vez en muchos años. Dejó de prestarle atención a la abominable criatura, centrado en su propia desgracia. Cerró fuerte los ojos y sollozó sintiendo libertad.
De pronto, el tacto extraño de la lengua de aquel monstruo se posó sobre su mejilla izquierda, limpiando las lágrimas que caían a borbotones.
Katsuki se alteró, abrió los ojos y observó a la cosa esa, específicamente su mirada, casi humana a pesar del color amarillo y la forma reptiliana. Paralizado no hizo más que mirarla mientras ella le limpió todas y cada una de las lágrimas, después soltó un estruendoso alarido.
—¿Qué diablos? —murmuró perplejo
En toda su vida desde que llegó el virus, jamás vio actitudes tales, no fue solo el hecho de que esa bestia despertó apetitos sexuales por él, si no que ahora parecía tenerle compasión.
—Aléjate, solo vete —pidió sin fuerzas, estaba dejando ir sus ganas de vivir
La criatura vociferó de nuevo un sonido inquietante, casi como un llanto.
—Tú... puedes entenderme ¿no es cierto?
Aunque intentó acercarse de nuevo, la bestia soltó un grito de amenaza hacia él, su mirada cambió a otra completamente diferente y abrió el ocico, mostrando todos sus afilados colmillos. Bakugo se impactó y ahora fue él quien dio un paso atrás.
Pero esta vez la suerte no estaba echada a su favor, con su gran cola, la criatura lo atrapó de nuevo por la cintura, elevándolo tan alto como pudo, luego abrió su ocico y volteó hacia el techo, dispuesta a devorarlo de un bocado.
—¡No! ¡Detente! —gritó justo antes que la abominable bestia lo comiera
Los dos se miraron a los ojos, por un momento extraño la sensación fue familiar y por primera vez, Bakugo se preguntó si acaso esa mutación habría sido alguien de su pasado. Perdió comunicación con la mayoría de sus amigos y conocidos, también sus familiares, así que no supo quiénes seguían a salvo.
—No me comas, quiero vivir —suplicó
El monstruo cerró el ocico y bajó un poco al cazador, pero no lo soltó, tan solo dejó su cuerpo a la altura de su cabeza. Los ojos amarillos se posaron en ese cuerpo que parecía un poco diminuto ante él, aunque no demasiado, la bestia medía un poco más de dos metros.
—Oye, tú ¿Qué vas a?
La pregunta de Bakugo se respondió en ese mismo instante antes que terminara de formularla. La lengua que antes le limpió las lágrimas, ahora parecía limpiarle algo más, ese líquido viscoso que ella misma lanzó sobre él. La bestia lo soltó, dejándolo de pie, luego continuó.
Aunque él hubiera preferido algo de agua, no tenía problema con deshacerse de ese flúido tan desagradable. Sin embargo, sentir ese músculo moverse por su cuerpo de esa forma se sintió más que extraño. Un hormigueo le recorrió la piel, desde la punta de los pies hasta el extremo de la cabeza. Cerró los ojos.
El desliz de la lengua de forma rápida le hizo estremecer de forma diferente a la primera, pero es que ahora ¿Lo disfrutaba?
Abrió los ojos al imaginarse el horror de haberse excitado con eso, él era un ser humano y esa cosa... esa cosa ni siquiera tenía un nombre, era una mutación, un engendro del mismo demonio, venido a la tierra para semblar el temor, no para causar placer.
La criatura dejó de lamerlo, lo que antes fue semen, ahora era saliva, Bakugo estaba cubierto con ella, aunque era menos asqueroso. El cazador miró hacia su entrepierna y notó el bulto, eso le hizo sentirse humillado.
Pese a todo, la bestia enfrente de él pareció entender la situación, miró directamente hacia la entrepierna, entonces se acercó a Katsuki, estiró su monstruosa mano y de un tirón rápido y brusco, le arrebató lo poco que le quedaba de ropa. Lanzó un alarido que estremeció las paredes de esa cueva.
—¿Por qué? ¿Por qué te excitas? —preguntó al aire. Sin saber si aquello era para la criatura o para sí mismo
No hubo ninguna respuesta de parte de ninguno, Bakugo se atuvo a su suerte otra vez.
Como si creyera que obtuvo su permiso, la criatura estiró la pata escamosa hacia el cazador y le tocó la mejilla, pero su extremidad era más grande que la cabeza del humano. Se deslizó después por el cuello, con su textura rugosa y áspera, recorrió la suave piel del hombre hasta llegar a su abdomen. Bakugo sintió la uña afilada deslizarse desde su ombligo hasta la pelvis, dejando un rastro muy delgado de sangre.
Tuvo ardor al instante aunque el corte era pequeño, pero la criatura se encargó rápido de él, usando su lengua para intentar darle alivio. Bakugo evitó la mirada, observando a un lado, no quería ver a esa cosa mientras lo tocaba de esa forma.
CENSURADO
—Detente, por favor, no quiero morir
Ayudado de sus recuerdos tristes, Bakugo comenzó a llorar, sin intentar escapar ni ser agresivo, simplemente derramando lágrimas. La suerte estaba de su lado, su plan tuvo un efecto, aunque no inmediato, el monstruo reptil se preparaba para...
CENSURADO
—Tal vez pueda manipular un poco a esa cosa mientras pienso cómo huir, solo tengo que dejarla saciar sus apetitos sexuales conmigo
Por fin tenía un plan B, aunque no le gustaba del todo, pero si la convencía de hacerle otras cosas menos penetrarlo con su monstruoso miembro, seguro la convivencia no sería tan horripilante después de todo.
Hola. Espero les haya gustado el capítulo, buscarlo sin censura en AO3 o Amor Yaoi. Dejen comentarios si les gusta. Gracias por leer.
