Bulma se recostó en la tumbona junto a la piscina, sintiendo la calidez del sol sobre su piel y dejando que una risa ligera escapara de sus labios. Había logrado exactamente lo que quería: humillar a Yamcha, hacerlo sentir pequeño ante su presencia. El plan había salido perfecto. La imagen de Yancha retirándose frustrado mientras ella disfrutaba de su momento junto a la piscina le parecía una especie de justicia poética.
—Idiota... —murmuró para sí misma, esbozando una sonrisa de autosuficiencia. Pero mientras esa sonrisa se mantenía en su rostro, también entendió algo crucial: no sentía nada por él. No había dolor, no había rabia real, solo un juego para demostrarle lo que había perdido. Yamcha ya no era más que un accesorio en su vida, y esa realización la dejó extrañamente aliviada.
Con ese pensamiento, decidió dejarlo todo atrás y disfrutar del agua. Se sumergió en la piscina, dejando que la frescura del agua la envolviera y despejara su mente. Cuando salió, su semblante había cambiado; ahora estaba decidida. La relación con Yamcha estaba terminada, solo faltaba decidir cuándo y cómo dar el golpe final.
Más tarde, a la hora de la cena, Bulma bajó al comedor. La mesa estaba perfectamente puesta, como siempre, y su madre se encargaba de que todos se sintieran cómodos. Yamcha llegó poco después, visiblemente más tranquilo que antes, aunque aún evitaba demasiado contacto visual con ella porque se sentia muy incomodo con su actitud que según él era de una creida.
Bulma, por su parte, notó algo extraño conforme pasaba el tiempo, Vegeta no bajaba a cenar. Se sentó en su lugar habitual,al lado de Yancha, pero no pudo evitar mirar hacia la silla vacía que solía ocupar el saiyajin.
—¿Y Vegeta? —preguntó, tratando de sonar casual.
Bunny, siempre animosa, se encogió de hombros. —Oh, cariño, seguro está en su cámara de gravedad. Ya sabes cómo es, obsesionado con su entrenamiento. Pero no te preocupes, le he mandado su comida directamente allá.
Bulma frunció el ceño ligeramente, pero no dijo nada más. Se concentró en la cena, aunque su mente seguía preguntándose por qué él no había asistido. Era inusual incluso para Vegeta. Él adoraba esa cámara de gravedad, pero como saiyajin no se perdia de una cena.
Esa misma noche, cuando el resto de la casa ya estaba en silencio, Bulma decidió salir a dar un paseo por el jardín. Todo estaba oscuro, y el aire fresco de la noche la ayudó a despejarse un poco. Sin embargo, algo llamó su atención: la cámara de gravedad estaba completamente apagada. No había señales de Vegeta. La puerta estaba cerrada, pero no había rastro de actividad dentro.
—¿Se habrá ido? —murmuró, sintiendo una extraña inquietud. Sacudió la cabeza, pensando que tal vez solo necesitaba dormir y dejar de pensar en él.
Pero al día siguiente, Vegeta seguía ausente. Bulma recorrió la casa con disimulo, tratando de no parecer demasiado interesada, pero no encontró ninguna señal de él. Revisó el laboratorio, la cocina, incluso la cámara de gravedad nuevamente, pero todo estaba intacto y vacío.
Su inquietud creció, aunque trato de disimular, era incluso contradictorio a lo que ella queria pensar, pero no podia evitarlo… ¿Dónde podía haber ido?
.
Dos días habían pasado desde que Vegeta había desaparecido sin dejar rastro. Bulma intentaba mantener su rutina diaria, pero algo en ella no estaba en calma. Su mente regresaba constantemente a los momentos recientes, a los encuentros tensos y a lo que había sucedido entre ambos. Aunque no quería admitirlo, la ausencia de Vegeta la inquietaba más de lo que debería.
Aquella mañana, mientras tomaba su desayuno, Bulma sentía como si el tiempo pasara en cámara lenta. Su madre estaba sentada en el comedor, sonriente como siempre, hablando sobre el clima y lo maravillosa que se veía la casa con el sol de la mañana. Pero Bulma apenas prestaba atención. Su mirada se dirigía cada tanto hacia la cámara de gravedad que seguía apagada. Era extraño. Vegeta rara vez se alejaba tanto tiempo, y la imagen de ese espacio vacío le generaba una sensación de vacío inexplicable y perturbable que jamás admitiria.
Después de un rato, decidió levantarse y buscar a su padre en el laboratorio. Algo en su interior le decía que necesitaba distraerse, pero en el fondo esperaba encontrar alguna señal de Vegeta. Al entrar en el pasillo que llevaba al laboratorio, escuchó una voz grave y familiar que le hizo detenerse en seco. Era él…Vegeta estaba ahí.
Sin pensarlo dos veces, aceleró el paso, sus botines resonando sobre el suelo de mármol. Cuando cruzó la puerta del laboratorio, se detuvo intempestivamente, lo vio. Vegeta estaba de pie junto a su padre, inclinándose sobre unos planos, su expresión seria, mientras el Dr. Brief asentía, ajustándose las gafas.
—Sí, claro que podemos hacer esos ajustes, pero necesitaré un par de días para terminarlo —decía el Dr. Brief, sin notar aún la presencia de su hija.
Bulma se quedó en la entrada unos segundos, observándolo. Aquel saiyajin lucía impecable, algo demasiado extraño si supuestamente venia de las afueras y de entrenar… Aunque su rostro no mostraba ninguna emoción, había algo en su postura que denotaba impaciencia. Finalmente, Bulma decidió hablar.
—Hola —dijo, con una voz que intentaba sonar natural pero que llevaba un leve tono de nerviosismo.
El Dr. Brief levantó la vista, sonriendo al verla. —¡Hija! Qué bueno que estás aquí. Justo estábamos hablando sobre algunas mejoras para la cámara de gravedad. Vegeta tiene unas ideas muy interesantes.
Vegeta giró apenas la cabeza para mirarla. Sus ojos negros la atravesaron como un rayo, pero su expresión no cambió. Sin decir una palabra, volvió su atención a los planos, ignorándola por completo.
La indiferencia de Vegeta la tomó por sorpresa. Bulma se quedó inmóvil, sintiendo cómo una mezcla de desconcierto e irritación empezaba a formarse en su interior. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, Vegeta se enderezó y recogió los planos que había estado examinando.
—Hagalo rápido —le dijo al Dr. Brief con su tono frío y autoritario de siempre. Luego, sin mirar a Bulma, salió del laboratorio.
Bulma lo siguió con la mirada, completamente desconcertada. ¿Por qué la estaba ignorando de esa forma? ¿Era su forma de evitar lo que había pasado entre ellos? ¿O simplemente era parte de su arrogancia habitual? Lo único que sabía era que su indiferencia la había dejado inquieta de una manera que no podía explicar, era como si le hubiera dado un golpe en el estomago y hubiera matado cualquier emoción que sintio al verlo.
No pudo evitar disimular su reacción e ir directamente a su habitación, cerró la puerta de esta y dejó caer el seguro con un suave "clic", apoyó la espalda contra la madera, mientras su mente corría a una velocidad que no podía controlar. Su respiración era pesada, como si acabara de correr una larga distancia, pero lo único que había hecho era caminar desde el laboratorio hasta su habitación.
Se deslizó lentamente hacia el suelo, sentándose con las piernas dobladas, mientras enterraba el rostro entre sus manos. Las imágenes de Vegeta pasaron por su mente como una película: su mirada intensa, sus labios sobre los de ella, el calor de su toque, y la fuerza con la que la sostuvo. Cada detalle estaba grabado en su memoria, y cada vez que lo recordaba, su corazón latía desbocado.
Pero ahora, esa misma intensidad parecía haberse desvanecido por completo. La forma en que él la miró en el laboratorio, o más bien, cómo no la miró, la dejó desconcertada. Era como si nada de lo que había sucedido entre ellos hubiera pasado, como si ella no significara nada. Vegeta no había dicho una sola palabra, ni una reacción mínima que le diera alguna pista de lo que sentía.
"¿Cómo pudo ignorarme así?" pensó Bulma, apretando los puños sobre sus rodillas. Sentía una mezcla de frustración y tristeza que se acumulaba en su pecho. Después de todo, ella no era cualquier persona. Siempre había sido una mujer segura de sí misma, consciente de su atractivo y de lo que podía lograr. Pero ahora... ahora se sentía pequeña. Vulnerable. Como si hubiera imaginado todo lo que pasó entre ellos, como si los besos y los momentos compartidos no hubieran significado nada.
Se levantó del suelo lentamente, caminando hacia el gran espejo que adornaba una de las paredes de su habitación. Se miró a sí misma, analizando cada detalle de su rostro, sus ojos ligeramente enrojecidos, su cabello desordenado. "¿Qué fue lo que hice mal?" se preguntó en voz baja.
La inseguridad que sentía era algo nuevo para ella. Siempre había tenido a hombres persiguiéndola, y aunque nunca había necesitado validación externa, ahora no podía evitar cuestionarse. Vegeta era diferente, lo sabía desde el principio, pero eso no hacía que doliera menos.
"¿Fue un error acercarme a él? ¿Un error creer que... podía haber algo más?" Su pecho se apretaba con cada pensamiento, una sensación de tristeza que no podía explicar. Lo que más le dolía era darse cuenta de que, en el fondo, ella había albergado una pequeña esperanza. Una ilusión de que Vegeta, a pesar de su rudeza y su frialdad, podía haber sentido algo similar a lo que ella sintió en esos momentos compartidos y tal vez, solo tal vez, algo creciera finalmente…
Se apartó del espejo y se dejó caer en la cama, hundiendo el rostro en la almohada. Cerró los ojos, pero las imágenes de Vegeta seguían persiguiéndola. Su mente volvía al calor de sus manos, al peso de su cuerpo sobre el suyo, a esa intensidad que había sentido cuando sus labios se encontraron, cuando lo vio dormido mostrando una seguridad en ella. Pero ahora, todo eso parecía lejano, como si hubiera sido solo un sueño del que acababa de despertar.
Una lágrima silenciosa rodó por su mejilla, y rápidamente la secó con el dorso de la mano. "No puedo permitir que me afecte así," se dijo a sí misma, intentando recuperar el control, giró su rostro hacia el velador, buscando distraerse de los pensamientos que la atormentaban. Sus ojos se posaron en el marco que estaba al costado de su cama. Era una foto que había estado allí desde siempre, una imagen que encapsulaba un momento feliz, un fragmento de su vida que parecía tan lejano ahora. En la fotografía estaban Goku, Krilin y ella, todos sonriendo despreocupados, jóvenes, llenos de sueños y con el mundo entero por descubrir. Era de una de esas aventuras en las que todo parecía sencillo, cuando su mayor preocupación era encontrar las esferas del dragón.
Tomó el marco en sus manos y trazó con los dedos el contorno de las figuras. Sus labios se curvaron en una sonrisa nostálgica al recordar aquellos días. Goku, con su inocencia y su energía inagotable, siempre dispuesto a proteger a los demás. Krilin, su fiel amigo, un guerrero valiente pese a sus limitaciones, siempre encontrando formas de hacerla reír. Y ella… ¿quién era ella en ese entonces? Una joven caprichosa y audaz, dispuesta a conquistar el mundo con su inteligencia y su encanto.
"¿Cómo han cambiado las cosas…" pensó, dejando escapar un suspiro. Ahora, Goku tenía una familia, un hijo adorable, y aunque seguía siendo el mismo en muchos sentidos, su vida había tomado un rumbo que parecía tan lejano al de esas aventuras juveniles. Krilin… bueno, Krilin seguía siendo el mismo amigo leal, pero Bulma sabía que, tarde o temprano, él también encontraría a alguien que lo acompañara en la vida.
Miró su propio reflejo en el cristal del marco y no pudo evitar preguntarse: "Qué diablos estoy haciendo?" La sonrisa en su rostro se desvaneció lentamente. Siempre había tenido claro lo que quería: una vida emocionante, llena de descubrimientos, pero también alguien con quien compartirla. ¿Por qué, entonces, sentía que algo le faltaba?
La imagen de Vegeta cruzó fugazmente su mente, como un rayo que iluminaba todo a su paso. Se estremeció al recordar sus ojos penetrantes, el calor de su presencia, y ese momento en el que parecía haber algo más entre ellos, algo que ella no podía definir pero que había despertado algo dentro de ella. Pero ahora, todo parecía tan distante, tan inaccesible. "Tal vez nunca sucederá, que frustrante…" pensó con desanimo.
Se tumbó nuevamente en la cama, abrazando la almohada mientras la foto descansaba en su pecho. "Siempre pensé que a estas alturas ya habría encontrado lo que quería," reflexionó en silencio. La vida, con sus giros inesperados, parecía empeñada en llevarla por caminos que nunca había imaginado.
Se quedó mirando el techo, dejando que los recuerdos de su juventud la inundaran, mezclados con el peso de su presente. Se sentía atrapada entre lo que fue y lo que quería ser, como si no pudiera encontrar un punto de equilibrio. Y ahí, en la soledad de su habitación, permitió que un par de lágrimas rodaran por su rostro, cargadas de una mezcla de nostalgia, frustración y una leve esperanza de que, tal vez, las cosas aún podrían cambiar.
.
Unas horas despues la peliazul caminaba por los pasillos de la Corporación Cápsula, con el corazón y la mente cargados de pensamientos contradictorios. Al doblar una esquina, se encontró de frente con Yamcha. Él estaba frente al espejo gigante de la amplia sala, acomodándose el cabello, con un perfume evidente que flotaba en el aire. Estaba vistiendo una camisa ajustada, distinta a la ropa de entrenamiento habitual, y parecía estar listo para salir.
Ella arqueó una ceja y lo observó con atención. —¿A dónde vas? —preguntó, cruzándose de brazos.
Yamcha se giró hacia ella, algo sorprendido por su tono. Tardó unos segundos en responder. —Solo... voy a salir un rato, a relajarme. Ya sabes.
Bulma lo miró de arriba abajo, con una expresión que dejaba clara su incredulidad. —¿Tan arreglado? ¿Tan perfumado? ¿Desde cuándo necesitas relajarte así?
Yamcha tosió, visiblemente incómodo, y trató de excusarse. —No es nada, Bulma. Voy a ver a unos amigos. Es solo eso. Nada importante.
Ella lo observó detenidamente, sus ojos azules escrutándolo como si pudiera leer sus pensamientos. Dio un paso hacia él, lo suficientemente cerca como para intimidarlo. —Ah, ¿sí? Entonces vamos. Vamos juntos.
La propuesta lo tomó por sorpresa. Se puso rígido y, sin saber cómo reaccionar, balbuceó: —Eh... no, no creo que sea buena idea. Es solo algo... informal, no creo que te interese.
Bulma dejó escapar una risa seca. —¿Ah, sí? Qué curioso. Tan informal como para arreglarte así. —Su tono era cargado de sarcasmo. Dio un paso atrás, pero mantuvo su mirada fija en él. —Yamcha, realmente has cambiado, ya no eres el chico que yo conocía.
Yamcha abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron. Estaba completamente desconcertado por su comentario. Bulma continuó: —No me subestimes. ¿De verdad crees que mi cerebro es solo para la ciencia y los robots? Porque si lo haces, estás cometiendo un grave error.
Ella giró sobre sus talones, dejandolo paralizado en el pasillo. Mientras se alejaba, él finalmente reaccionó. —¡Bulma! ¡Bulma, espera! —llamó, con un tono desesperado, pero ella no se detuvo. Siguió caminando con paso firme, sus botines resonando en el suelo como un eco de su resolución.
El guerrero se llevó una mano a la cabeza, sintiéndose derrotado al notar la decepción en su mirada. Sabía que cuando Bulma llegaba a ese punto, no había forma de revertirlo. Su mirada quedó perdida en el pasillo vacío mientras un leve sentimiento de arrepentimiento comenzaba a invadirlo.
Ella camino algo rapido con el fin de salir de aquella escena, y entró a la cocina, tratando de calmar las emociones que se agitaban en su interior, levanto la mirada y grande fue su impresión al ver que Vegeta estaba allí, sosteniendo una botella de agua y bebiendo con calma. Su presencia era como una sombra imponente, incluso en los momentos más simples.
Bulma lo observó por unos segundos, notando la despreocupación en su postura. En un arrebato impulsivo, colocó su vaso fuertemente sobre la mesa, lo suficiente para que el sonido resonara por la habitación. Vegeta levantó por fin la cabeza, girando lentamente hacia ella, sus ojos negros encontrándose con los de Bulma.
Ella apretó los labios, sintiendo cómo las emociones se arremolinaban en su pecho. Tener a Vegeta frente a ella, con esa actitud fría y distante, era casi insoportable. Había pasado ese tiempo acumulando preguntas, inseguridades y frustraciones, y ahora todas pugnaban por salir.
—¿Por qué? —preguntó de repente, rompiendo el silencio que reinaba en la cocina.
Vegeta la miró con el ceño fruncido, su expresión desinteresada.
Bulma respiró hondo, tratando de controlar el temblor en su voz. —¿Por qué me estás ignorando? —dijo finalmente, con un tono desafiante pero cargado de una vulnerabilidad que no podía ocultar.
Vegeta arqueó una ceja, como si no pudiera creer que ella tuviera el atrevimiento de preguntarle algo así. —No tengo tiempo para estas tonterías—espetó con frialdad, volviendo su atención al vaso de agua en su mano.
Pero Bulma no estaba dispuesta a dejarlo ir tan fácilmente. Dio un paso hacia él, cruzándose de brazos. —No. Yo sé que algo cambió. No estabas así hace unos días. ¿Por qué me ignoras ahora? ¿Por qué te desapareciste así?
Vegeta giró lentamente la cabeza hacia ella, sus ojos oscuros cargados de incredulidad y molestia. —Tú no tienes ningún derecho a cuestionarme, terrícola. Mi paradero y mis asuntos no son de tu incumbencia. Sólo porque estoy aquí no significa que puedes indagar en mi vida.
El tono seco de sus palabras la golpeó como un balde de agua fría. Bulma se quedó inmóvil, mirando hacia un lado, tratando de procesar el rechazo y la indiferencia que emanaban de él. Su corazón se aceleró, no por nervios, sino por el peso de la decepción. No entendía por qué él estaba actuando de esa manera, como si quisiera borrar todo lo que había sucedido entre ellos.
Ella levantó la cabeza, y su mirada cambió de tristeza a ira contenida. —Bien. Eres un cretino —dijo en voz baja, pero lo suficientemente clara para que él la escuchara.
Vegeta frunció el ceño, sorprendido por su elección de palabras. —¿Qué dijiste?
Bulma lo miró directamente, sus ojos azules encendidos con una furia que no podía contener. —Eres un cretino. Un idiota. Un arrogante. ¿De verdad crees que puedes tratarme así y actuar como si nada? ¿Tú quién te crees que soy yo?
El tono de su voz subió con cada palabra, mientras Vegeta se quedaba inmóvil, observándola con una mezcla de asombro y desconcierto. No estaba acostumbrado a que alguien lo confrontara de esa manera, y menos aún a que lo insultaran tan abiertamente. Sus manos se tensaron a los costados, y su mirada se oscureció mientras intentaba procesar sus palabras.
Después de unos segundos, Vegeta rompió el silencio con un tono cortante y glacial. —¿Y tú qué eres? —preguntó, sus palabras golpeándola como una daga.
Bulma lo miró, completamente sorprendida por su respuesta. —¿Qué? —logró articular, pero Vegeta continuó, sin darle tiempo a reaccionar.
—Eres una mujer vulgar que no tiene reparo en exhibirse delante de cualquier insecto que se cruce en su camino. Yo no tengo interés en tratar con alguien así como tú.
Las palabras salieron con una dureza que incluso él no esperaba, pero no mostró señales de arrepentimiento. Terminando de hablar, Vegeta dio media vuelta y salió de la cocina, dejando a Bulma sola, atónita y con una maraña de emociones que no podía desentrañar.
Bulma se quedó allí, inmóvil, mientras las palabras de Vegeta resonaban en su mente. Sintió cómo las piezas comenzaban a encajar, y de pronto recordó lo que había hecho en la piscina. Él la había visto. Esa actitud distante y fría tenía sentido ahora. Aquel momento, que había planeado para molestar a Yamcha, había tenido una consecuencia que nunca imaginó. Y ahora, el peso de su propia estrategia comenzaba a aplastarla.
.
Después de la conversación con Vegeta, Bulma se encerró en su habitación y se dejó caer sobre la cama, mirando al techo mientras los pensamientos la abrumaban. Las palabras de Vegeta resonaban en su mente, cortantes y frías. Intentó procesarlas, pero lo único que lograba era sentir cómo una ola de desánimo la envolvía. Se llevó una mano al pecho, sintiendo su corazón acelerado por la mezcla de emociones que no podía descifrar. ¿De verdad lo arruine todo? pensó, mordiéndose el labio con frustración.
Después de un largo suspiro, decidió que no podía quedarse así. Necesitaba despejarse, liberar esos pensamientos que la estaban consumiendo. Se levantó lentamente y fue al baño, donde abrió la ducha y dejó que el agua caliente corriera. Cuando finalmente se metió, sintió cómo las gotas empezaban a relajar sus músculos tensos, pero no podían calmar su mente. "Tengo que olvidarme de esto, de él… aunque sea por una noche. Necesito salir de aquí."
Terminó su ducha con una decisión firme en mente: esa noche se relajaría, se liberaría de toda la tensión acumulada. Salió del baño envuelta en una toalla, el cabello húmedo cayendo sobre sus hombros, y fue directo a su armario. "Si voy a salir, que sea con estilo." Se dijo a sí misma, buscando entre su ropa algo que reflejara confianza, poder y rebeldía. Encontró una falda de cuero ajustada que apenas llegaba a la mitad de sus muslos, una chaqueta negra que le daba un aire atrevido y unos botines que completaban el look.
Mientras se arreglaba frente al espejo, secándose el cabello y aplicándose un maquillaje ligero pero resaltando sus labios con un rojo intenso, no podía evitar pensar en cómo la percibían los demás. No puedo creerlo… de verdad no puedo creerlo, siendo tan linda, tan brillante, no es posible que no lo vean… son unos idiotas… aunque a Vegeta no lo puedo juzgar, ha malinterpretado todo, pero es un obstinado, claro, es que nunca me pediria una explicación, simplemente me descartaria como si fuera cualquier cosa, y el idiota ese de Yamcha, es un imbecil, al menos deberia intentarlo, suplicarme, desistir de sus tonterias, aunque seria en vano porque no lo perdonaria, al menos terminariamos mejor de lo que se proyecta… Un suspiro de animo mientras se mirada al espejo, habia quedado espectacular como siempre.
Cuando bajó las escaleras, el sonido de sus botines resonó en la casa. Bunny fue la primera en levantar la mirada y abrir los ojos con sorpresa.
—¡Cariño! ¿A dónde vas tan tarde? —preguntó, mirando a su hija de arriba a abajo.
—Voy a salir, mamá. Necesito despejarme un poco —respondió Bulma con calma, tomando las llaves del auto deportivo que descansaban en la mesa.
El Dr. Brief levantó la vista de los planos que estaba revisando y ajustó sus gafas. —¿Salir? ¿A esta hora? ¿Qué auto piensas llevar? —preguntó, más preocupado por cuestiones prácticas que por el motivo de su salida.
—El deportivo. Necesito velocidad esta noche —respondió Bulma con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos.
Bunny frunció el ceño ligeramente, mostrando una pizca de preocupación. —¿No crees que es un poco tarde, querida? Ya son casi las diez. ¿No sería mejor que lo dejes para mañana?
—No, mamá. Hoy lo necesito. Es solo una noche, no se preocupen —dijo Bulma con un tono firme pero educado.
El Dr. Brief intercambió una mirada con Bunny antes de asentir. —Está bien, pero ten cuidado.
—Claro, papá. Gracias —respondió Bulma mientras abría la puerta principal.
—Diviértete, querida —añadió Bunny, aunque su tono tenía un dejo de inquietud al parecerle rara su actitud.
Bulma salió de la casa y subió al auto deportivo. Encendió el motor y dejó que el rugido llenara el silencio de la noche. Miró por el retrovisor la casa que dejaba atrás y suspiró. "Esta noche es para olvidar todo."
Vegeta salió de la cámara de gravedad, con el cuerpo agotado pero la mente aún inquieta. Había pasado horas entrenando, intentando descargar toda la frustración acumulada que lo atormentaba desde su último encuentro con Bulma. Mientras se secaba el sudor con una toalla, el rugido de un motor lo sacó de sus pensamientos. Miró hacia la dirección del sonido, su mirada fría pero curiosa. El deportivo rojo de Bulma desapareció rápidamente en la distancia, dejando una nube de polvo en su camino.
Frunció el ceño, tratando de ignorar la intriga que le causaba esa escena. "¿Por qué me importa a dónde va?", pensó, apretando los puños con frustración. Sin embargo, no pudo evitar quedarse unos segundos más mirando el camino vacío antes de sacudir la cabeza y dirigirse a su habitación. "Que haga lo que quiera. No es asunto mío."
Mientras tanto, Bulma conducía por la carretera a toda velocidad, sintiendo cómo el viento entraba por las ventanas del auto y desordenaba su cabello. El rugido del motor y la velocidad le daban una sensación de libertad momentánea, pero no era suficiente para calmar el caos dentro de su mente.
Llegó a una discoteca concurrida, un lugar vibrante y lleno de luces de neón. Apenas entró, fue recibida por varios amigos y conocidos que no la habían visto en mucho tiempo. Algunos se acercaron a saludarla, otros la abrazaron con entusiasmo. Ella sonrió, sintiendo una chispa de alivio al estar rodeada de gente conocida. "Esto es lo que necesito."
—¡Bulma! ¡Hace tiempo que no te veíamos! —dijo una de sus amigas, mientras le pasaba un vaso de licor.
—Sí, he estado ocupada con mil cosas —respondió Bulma con una sonrisa, tomando el vaso y bebiendo sin pensarlo mucho.
La música retumbaba en sus oídos, las luces parpadeaban en sincronía con los latidos de su corazón. Por un momento, logró distraerse con las risas y los chistes de sus amigos. Sin embargo, la elección de canciones en la discoteca empezó a jugarle una mala pasada. Cada melodía hablaba de amor, de desamor, de pasión no correspondida, y eso solo alimentó la maraña de emociones que la perseguían.
Bulma empezó a beber más rápido, aceptando cada copa que le ofrecían. El licor quemaba su garganta, pero también parecía adormecer sus pensamientos.
Uno de sus amigos se acercó, riéndose mientras le servía otro vaso. —¡Oye, Bulma! ¿Estás bien? Te veo... muy animada esta noche.
Ella rió ligeramente, aunque su risa sonaba forzada. —Solo estoy disfrutando, ¿no se supone que para eso estamos aquí?
Pero mientras hablaba, sentía cómo el licor empezaba a hacer efecto, sin embargo no con el fin que habia imaginado. Su cuerpo se relajaba, pero su mente seguía dándole vueltas a los mismos pensamientos. Vegeta... Vegeta no me quiere cerca. Lo arruine todo… La música seguía resonando en su cabeza, cada letra parecía un golpe directo a su corazón.
Bulma siguió sumergiendose en la actuación de un buen estado de animo, buscando en cada conversación llenar esa sensación de vacío que la atormentaba. Sus amigos, aunque conscientes que algo le pasaba, también estaban sumidos en el ambiente festivo y decidieron no darle demasiada atención a su estado. Ella reía, bailaba y aparentaba estar bien, pero por dentro, sentía que cada sorbo de licor solo la hundía más en sus emociones reprimidas.
La noche seguía avanzando, y Bulma, en su intento de olvidar, estaba cayendo más profundamente en el caos interno del que intentaba escapar.
.
El reloj marcaba las 4 de la mañana, y el ambiente en la Corporación Cápsula estaba impregnado de tensión. Bunny caminaba de un lado a otro con el celular en la mano, marcando insistentemente, pero el tono de llamada caía una y otra vez en el vacío.
—Ella estaba perturbada, yo lo sé, lo vi en su mirada —dijo, mirando a su esposo, quien revisaba su tablet con seriedad— Algo no está bien, no suele comportarse así, como si quisiera simplemente olvidarse…
—He intentado rastrear el GPS del deportivo, pero está desactivado —respondió el Dr. Brief, frunciendo el ceño— Parece que no quería que nadie la siguiera.
—¿Habra discutido con Yamcha? Es raro el tampoco esta pero no salieron juntos, ¿Habran peleado? —diciendo eso se detuvo frente a la ventana, mirando hacia la oscuridad de la noche como si esperara ver aparecer el auto de su hija en cualquier momento. Su preocupación era evidente, pero había un destello de determinación en su mirada.
—¿Qué hacemos? —preguntó, girándose hacia su esposo— No sabemos dónde está, eso no me agrada.
El Dr. Brief suspiró, tratando de mantener la calma. —Quizás solo necesitaba despejarse. Sabemos cómo es ella cuando está molesta, pero entiendo tu preocupación.
Bunny apretó los labios, pensativa, antes de dar un paso hacia las escaleras. —Vegeta. Él puede encontrarla.
El Dr. Brief levantó la mirada, sorprendido. —¿Vegeta? ¿Estás segura? No es precisamente el tipo de persona que ofrecería ayuda…
—Precisamente por eso. Él tiene habilidades que ninguno de nosotros posee. Si alguien puede encontrarla rápido, es él —respondió Bunny, con absoluta convicción.
Sin perder tiempo, subió rápidamente las escaleras hasta la habitación de Vegeta. Se detuvo frente a la puerta, respiró hondo y llamó con firmeza. —Vegeta —dijo, golpeando suavemente la puerta—. Necesito hablar contigo.
No hubo respuesta. Frunció el ceño y golpeó un poco más fuerte. —Vegeta, es importante. Por favor, abre la puerta.
Tras unos segundos de silencio, la puerta finalmente se abrió con un leve chirrido. Vegeta apareció apoyado contra el marco de la puerta, su brazo derecho elevado para sostenerla. Su torso desnudo, marcado por años de entrenamiento, brillaba ligeramente bajo la tenue luz del pasillo. Su cabello desordenado y sus ojos adormilados mostraban claramente que lo había despertado. A pesar de su aspecto relajado, había algo en su postura que irradiaba autoridad.
—¿Qué sucede? —preguntó con su voz profunda y ronca, pero sin rastro de mal humor. Su mirada fría se posó en Bunny, evaluándola.
Bunny no se dejó intimidar, aunque no pudo evitar notar lo imponente que se veía. Respiró hondo y habló con seguridad. —Bulma salió a las diez de la noche y no ha regresado. No responde el celular, desactivó el GPS, y no sabemos dónde está. Estoy preocupada, y creo que tú eres el único aquí que puede encontrarla rápidamente y asegurarse de que este bien.
Vegeta alzó una ceja, cruzando los brazos mientras procesaba la información. Miró a Bunny con cierta incredulidad. —¿Y por qué crees que yo debería encargarme de esto? —preguntó, sin brusquedad, pero claramente intrigado.
—Porque sé que puedes hacerlo —dijo Bunny con firmeza, mirándolo directamente a los ojos— No te estoy pidiendo un favor cualquiera, Vegeta. Es Bulma. Confío en ti para eso.
Vegeta la observó por unos segundos, como si evaluara sus palabras. Luego desvió la mirada, soltando un leve suspiro. —De acuerdo. Pero no porque me importe lo que tu hija haga, sino porque parece que no tienes otra opción.
Bunny sonrió levemente, reconociendo la verdad detrás de sus palabras. —Gracias, Vegeta.
Dentro de su habitación, Vegeta cerró la puerta con un golpe seco. Se quedó inmóvil por unos segundos, su mano descansando sobre la cerradura, mientras cerraba los ojos con fuerza. Con un suspiro, llevó su mano al rostro y luego hacia su cabello, deslizándola lentamente mientras su mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Dónde demonios está esa mujer? —murmuró para sí mismo, su voz cargada de frustración y algo más que no quería admitir.
Se dirigió al baño con pasos rápidos. Abrió la llave del lavabo y dejó que el agua corriera por sus manos antes de llevársela al rostro. El contacto del agua fría fue como un despertar repentino, disipando el resto de sueño que quedaba en él. Se miró en el espejo por un momento, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de enojo e inquietud que lo desconcertaba incluso a él.
Sin perder más tiempo, salió del baño y empezó a vestirse. Optó por una camiseta ajustada y unos pantalones de entrenamiento oscuros. "Esto no debería importarme, pero si algo le pasa…" Sus pensamientos quedaron inconclusos mientras ajustaba sus guantes y caminaba hacia el balcón de su habitación.
El aire frío de la madrugada golpeó su rostro cuando abrió las puertas del balcón. Sin dudarlo, se impulsó hacia el cielo, dejando tras de sí un ruido seco al despegar con velocidad. Las cortinas se agitaron con fuerza por el impacto de su partida.
Desde el pasillo, Bunny escuchó el ruido. Alarmada, abrió la puerta de la habitación de Vegeta solo para encontrarla vacía. Sus ojos recorrieron el lugar, notando las puertas del balcón abiertas, y supo al instante lo que había pasado. Un suspiro de alivio salió de sus labios mientras apoyaba una mano en el marco de la puerta.
—Ya fue por ella… —murmuró, casi en un susurro, mientras sentía que su preocupación disminuía.
En ese momento, el Dr. Brief apareció detrás de ella, ajustándose las gafas. —¿Lo conseguiste? —preguntó con calma, aunque su tono mostraba una ligera inquietud.
Bunny se giró hacia él con una sonrisa ligera. —Sí, ya salió a buscarla
.
Vegeta volaba a toda velocidad, su mente completamente enfocada en una sola cosa, encontrar a Bulma. La noche era oscura, pero las luces de la ciudad a lo lejos iluminaban ligeramente el paisaje. A pesar de su entrenamiento y su experiencia, rastrear el Ki de Bulma no era tarea fácil. Era diminuto, casi inexistente, perdido entre la multitud de energías humanas que llenaban la ciudad. Pero Vegeta ya conocía ese pequeño rastro, lo había sentido antes, lo había memorizado, y sabía que podía encontrarlo.
Se detuvo en el aire, flotando inmóvil mientras cerraba los ojos, concentrándose profundamente. El rugido del viento desapareció en su mente, y todo quedó en silencio. Vegeta afinó sus sentidos, bloqueando todo lo demás. Había cientos de presencias humanas alrededor, pero entre todas ellas buscaba ese rastro único, diminuto pero inconfundible.
—Vamos… —murmuró entre dientes, sintiendo la presión de cada segundo que pasaba.
De pronto, ahí estaba. Apenas un susurro entre la multitud de Ki, pero suficiente para que lo identificara. Vegeta abrió los ojos de golpe y giró hacia la dirección donde lo había sentido. Sin dudarlo, aceleró, dejando un destello de luz detrás de él mientras se dirigía a toda velocidad hacia ese lugar.
A los pocos minutos, llegó a una zona iluminada por luces brillantes, música ensordecedora y risas. Desde el cielo, divisó un gran lugar de fiesta al aire libre, rodeado de palmeras y decoraciones llamativas. El lugar estaba lleno de personas, bailando, riendo y disfrutando de la noche. Vegeta descendió con fuerza, aterrizando frente a la entrada principal, causando que el suelo retumbara ligeramente bajo sus pies.
Los guardias de seguridad que estaban en la puerta lo miraron con asombro y curiosidad. Uno de ellos, un hombre alto y corpulento, se acercó a él con un semblante profesional.
—Disculpe, señor, ¿tiene invitación? Este es un lugar privado y no podemos permitir el ingreso sin identificación.
Vegeta lo miró con una mezcla de irritación y desprecio, cruzándose de brazos. —No estoy de humor para sus tonterías. Apártate de mi camino.
El otro guardia, un hombre más joven, dio un paso adelante, alzando una mano. —Lo siento, señor, pero no podemos dejarlo pasar sin una identificación. Si no tiene invitación, tendrá que retirarse.
Vegeta chasqueó la lengua, su paciencia al límite. Levantó ligeramente su Ki, dejando que un aura brillante azul lo rodeara. La presión de su energía era suficiente para que ambos guardias se sintieran como si el aire les faltara. Vegeta los miró fijamente, su tono bajo pero lleno de autoridad.
—Les advertí. No me hagan repetirlo, en realidad no estoy de buen animo.
Los dos guardias dieron un paso atrás, sus rostros mostrando miedo y desconcierto. Antes de que pudieran reaccionar, Vegeta levantó su mano, liberando una leve onda de energía que los hizo salir volando unos metros. No les causó daño, pero el mensaje estaba claro: no había forma de que lo detuvieran.
Sin detenerse a mirar atrás, Vegeta cruzó la entrada del lugar, su mirada fría y determinada. Caminó entre las luces y el ruido, su atención completamente fija en encontrar a Bulma.
Vegeta avanzó entre la multitud, su expresión endurecida mientras sus sentidos permanecían alerta al tenue rastro del Ki de Bulma. Los gritos y empujones de jóvenes ebrios no lo detuvieron; apartaba con fuerza a quienes se interponían en su camino. Su mirada se enfocó en un bullicio más adelante, donde un grupo de hombres gritaba y se peleaba de forma violenta.
—¡Yo la vi primero! ¡Es mía! —gritó uno de los hombres, con el rostro enrojecido por la ira y el alcohol.
—¡Eres un imbécil! ¡Ella será mía, idiota! —replicó otro, mientras el caos escalaba y los puños volaban.
Vegeta se detuvo en seco cuando escuchó otro grito, claro como el cristal entre el ruido
—¡Bulma Brief es mía! —vociferó un tercero, provocando un coro de insultos y risas burlonas.
Los ojos de Vegeta se entrecerraron, y su mandíbula se tensó al reconocer el nombre. Ahora sabía con certeza que ella estaba cerca. Caminó con determinación hacia el grupo de hombres, su Ki aumentando lo suficiente para abrirse paso entre la multitud. Pero mientras se acercaba, su mirada captó algo, un hombre salía del círculo sosteniendo del brazo a una mujer. Vegeta sintió un vuelco en el pecho al notar que era Bulma.
—¡Ya basta! —gritó ella, zafándose con fuerza— ¡Déjenme en paz, idiotas! ¡No soy un maldito trofeo! —Su rostro estaba encendido, y aunque su tono era firme, se tambaleaba ligeramente debido al alcohol.
El hombre insistió, tratando de sostenerla. —Dilo de una vez. ¿A quién prefieres?
Bulma le lanzó una mirada furiosa y le escupió con desdén: —¡A nadie! ¡Eres patético! —logrando soltarse y empujar al hombre hacia atrás.
Dos amigas se acercaron rápidamente, rodeándola para cubrirla del resto. Bulma aprovechó el momento para abrirse paso hacia los pasillos traseros, desapareciendo de la vista de Vegeta en cuestión de segundos.
—¡Maldición! —gruñó Vegeta, sus ojos ardiendo de irritación mientras trataba de seguirla. Su velocidad le permitió evitar la multitud que se interponía en su camino, pero cada obstáculo alimentaba su creciente impaciencia. Finalmente, logró verla a lo lejos, corriendo hacia una habitación y cerrando la puerta con fuerza.
Vegeta no se detuvo. De un empujón calculado, abrió la puerta, y la penumbra de la habitación lo recibió. Dentro, Bulma, visiblemente molesta, exclamó:
—¡Déjame en paz! ¡Les dije que ya es suficiente! ¡No soy un maldito objeto! —Su voz temblaba, pero su rabia seguía presente.
Ella no lo reconoció debido a la tenue luz y al alcohol que opacaba su visión. Trató de apartarlo, luchando contra lo que creía que era otro hombre empeñado en acosarla. Vegeta, con una velocidad precisa, la sostuvo para evitar que escapara de nuevo cuando ella trato de salir de aquella habitación.
—¡Suéltame! —gritó, forcejeando mientras él sentía la calidez de su cuerpo y el embriagador aroma de su piel.
Vegeta la sostuvo firmemente por la espalda, su agarre seguro mientras su cuerpo temblaba levemente contra el suyo. Era evidente que estaba algo ebria: su fragancia mezclaba el dulce aroma de su piel con un tenue rastro de alcohol. Bulma luchaba, sus movimientos torpes pero decididos mientras intentaba liberarse.
—¡Déjame ir! —gritó, con una mezcla de enojo y desesperación, sin reconocerlo aún. Vegeta no se movió ni un centímetro, su expresión endurecida mientras la acercaba más a su torso, bloqueando cualquier posibilidad de que escapara.
—Cálmate —murmuró, su tono grave y bajo, como una orden silenciosa que buscaba romper su resistencia. Bulma se retorció, y en el forcejeo, su falda se subió ligeramente, dejando a la vista más piel de la que Vegeta estaba preparado para manejar en ese momento. Apretó la mandíbula, desviando la mirada por un segundo, pero no la soltó.
—¡Basta, suéltame! ¡No quiero esto! —insistió ella, con su voz cargada de vulnerabilidad y rabia.
Vegeta, manteniendo su control con esfuerzo, acercó sus labios a su oído, tan cerca que su cálido aliento hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Bulma.
—Cálmate… Yo no soy como ellos… —dijo con un tono bajo y posesivo, dejando que cada palabra se impregnara en su mente.
Bulma se congeló al escuchar esas palabras. Aunque su visión estaba algo nublada por la embriaguez, algo en esa voz la sacudió hasta el alma. Era inconfundible. Vegeta sintió cómo ella dejó de luchar y notó cómo sus manos, que antes intentaban apartarlo, ahora tocaron sus brazos, como si buscara algo que la anclara a la realidad.
—Soy yo… Vegeta —añadió, su voz grave y profunda, mientras sus labios rozaban accidentalmente la curva de su oreja, en ese momento aquel tenia una lucha interna, porque aquel acercamiento con ella era demasiado estimulante a pesar de que queria desterrarla de su mente.
La reacción fue inmediata. Bulma cerró los ojos, y un par de lágrimas escaparon de ellos, deslizándose silenciosamente por sus mejillas. Las palabras de Vegeta, su tono firme y esa seguridad que irradiaba, rompieron cualquier barrera emocional que aún intentara mantener en pie.
—Estoy demasiado ebria… y estoy alucinando, ¿verdad? —murmuró, casi como un susurro, su voz cargada de una mezcla de tristeza, confusión y algo que no quería nombrar.
Sus dedos se aferraron ligeramente a los brazos de Vegeta, como si no quisiera que se desvaneciera, como si necesitara aferrarse a algo tangible para no hundirse por completo en la oscuridad que la rodeaba.
La atmósfera se volvió sofocante, cargada de emociones que ninguno de los dos estaba listo para enfrentar. Vegeta permaneció en silencio, su agarre firme pero cuidadoso, mientras su mirada fija en el vacío intentaba contener el torbellino de emociones que Bulma había desatado en él.
En eso sintió los delicados dedos de Bulma rozar su piel, y por un instante cerró los ojos, permitiéndose sentir esa caricia involuntaria. Había algo en ese contacto, algo que lo atravesó más allá de lo que estaba dispuesto a admitirse el mismo. Pero la realidad lo golpeó rápidamente cuando Bulma, tambaleándose nuevamente, lo obligó a sostenerla con más firmeza para evitar que cayera.
—Él no vendría por mí… —murmuró con la voz quebrada, como si hablara consigo misma. Intentó zafarse de su agarre una vez más—. ¡Suéltame! No quiero que nadie me toque.
El saiyajin la miró con una mezcla de incredulidad y molestia. Su tono bajo, pero firme, rompió el aire entre ellos.
—Cálmate. Estás demasiado ebria —le dijo, con una mezcla de irritación y preocupación. La sujetó del brazo, obligándola a mantenerse erguida—. ¿Cómo es posible que te permitas llegar a este estado?
Bulma apenas lo escuchaba, su mente embotada por el alcohol y sus emociones. Las luces tenues del lugar no ayudaban, y con Vegeta detrás de ella, su confusión aumentó. Trató de alejarlo una vez más, con movimientos torpes y desesperados.
—¡Aléjate de mí! —gritó, su voz cargada de rabia y dolor—. ¡Tú eres igual que los demás! ¡Un idiota más que solo me ve como un trofeo!
Las palabras de Bulma golpearon a Vegeta como un puño. Su mirada se oscureció, y su mandíbula se tensó al escuchar aquellas acusaciones.
—Estás hablando estupideces —respondió, su tono frío y cortante. Pero entonces, se detuvo un instante, evaluando sus palabras y su estado. Fue entonces cuando se dio cuenta: ella aún no lo reconocía. No sabía quién era él.
—¡Patético terrícola! —exclamó Bulma, empujándolo con poca fuerza pero con toda la frustración acumulada en su interior. Vegeta, por un momento, sintió algo similar a un escalofrío. Esa palabra, "terrícola", nunca la había usado para referirse a él antes.
Bulma dio un paso hacia la puerta, decidida a salir de esa habitación. Pero Vegeta, al escuchar el bullicio del exterior, los gritos, y cómo algunos idiotas aún clamaban el nombre de Bulma, no se lo permitió. En un movimiento rápido, bloqueó la puerta con su cuerpo, mirándola con una mezcla de determinación y molestia.
—No irás a ningún lado —dijo con voz grave, clavando sus ojos en ella.
Bulma, tambaleándose ligeramente, buscó apoyo en la mesa más cercana. Su cuerpo se inclinó hacia adelante, dejando que su silueta resaltara de manera casi provocativa bajo la tenue luz de la habitación. La minifalda ajustada que llevaba dejaba poco a la imaginación, algo que no pasó desapercibido para Vegeta, aunque intentara desviar la atención. Su mandíbula se tensó, y desvió la mirada hacia un costado por un segundo, tratando de mantener su concentración.
Ella, sin darse cuenta de la atención que atraía, se apoyó con ambas manos sobre la mesa y bajó la cabeza. Su respiración era pesada, su mirada perdida, mientras el mundo a su alrededor seguía dándole vueltas. Con una voz apagada, casi un murmullo, dejó escapar unas palabras que apenas llegaron a los oídos del saiyajin.
—Si tan solo él estuviera aquí…
Esas palabras resonaron como un eco dentro de la mente de Vegeta. El aire en la habitación pareció volverse más denso mientras su paciencia, ya colmada por la situación, finalmente se rompía. En un movimiento decidido, se colocó frente a ella, sus botas resonando con fuerza contra el suelo, y la sujetó firmemente por los hombros.
—¡Mírame! —le ordenó con voz grave, cargada de autoridad. La fuerza de su tono obligó a Bulma a levantar la mirada, sus ojos azules finalmente encontrándose con los de él.
Vegeta la sostuvo con firmeza, inclinándose lo suficiente para que sus rostros quedaran peligrosamente cerca. La intensidad de su mirada era como una tormenta, una mezcla de frustración, enojo y algo más que no se atrevía a analizar en ese momento.
—No sé a quién diablos esperas —continuó, su voz afilada como una navaja—, pero yo estoy aquí. Y voy a sacarte de este lugar, no porque me importe lo que pase contigo, sino porque tu madre me lo pidió. ¡Reacciona de una vez! Deberían darte una paliza por estar en este estado tan deplorable.
Bulma parpadeó, confundida y un poco aturdida por la cercanía, la firmeza de su tono y la fuerza de su agarre. Lo miró, sus ojos completamente abiertos mientras lo reconocía finalmente. La confusión y la sorpresa en su rostro eran evidentes, pero en lugar de responder a las palabras de Vegeta, simplemente lo observó, como si estuviera tratando de procesar si lo que tenía frente a ella era real o una alucinación.
Vegeta, esperando alguna reacción de su parte, suspiró con frustración al no obtener respuesta. —Ya basta de tonterías —gruñó, acercándose más para tomarla del brazo con la intención de sacarla de ahí. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algún movimiento, Bulma se soltó de su agarre con un gesto inesperado y se tambaleó hacia atrás.
Él frunció el ceño, sorprendido por su resistencia, y dio un paso hacia ella para sujetarla antes de que pudiera caerse. Pero en ese momento, ella volvió a acercarse, esta vez demasiado, quedando a escasos centímetros de él. Su mirada ferviente y sus labios temblorosos lo dejaron inmóvil, atrapado en la intensidad de su proximidad.
—Lo que viste de Yamcha… lo malinterpretaste, lo juro —dijo Bulma de repente, su voz entrecortada pero cargada de urgencia.
Vegeta parpadeó, desconcertado por su confesión. Antes de que pudiera decir algo, ella se aferró a su cuello en un abrazo desesperado. Él se quedó rígido, sus manos al aire, como si no supiera qué hacer con ellas. Al sentir su cercanía y el peso de su cuerpo contra el suyo, intentó alejarla, pero ella se negó a soltarlo.
—Si de verdad piensas así de mí, si no quieres que me vuelva a acercar a ti… lo haré. Solo dímelo ahora, dime que me aleje de ti, y lo haré, lo juro —dijo Bulma, con los ojos vidriosos, viéndolo directamente a los ojos. Su tono era tan sincero, tan vulnerable, que por un momento Vegeta no supo qué responder.
—Estás ebria, no sabes lo que dices —respondió finalmente, con su voz más fría, tratando de mantener el control de la situación.
—¡No! —gritó ella, negando con la cabeza mientras su voz temblaba— No sabes cuánto me afectaron tus palabras. No lo imaginabas, ¿verdad? Yo tampoco entiendo el porque, o que me esta pasando…
Las palabras de Bulma lo dejaron sin aliento por un instante. ¿De verdad lo que había dicho la había afectado tanto? Ese pensamiento lo golpeó como un puñetazo, pero no lo dejó mostrar ninguna emoción. En lugar de eso, apretó la mandíbula y trató de recuperar el control de la situación.
—Ya basta, debemos irnos. No voy a rogarte. Si no colaboras, te dejaré aquí —dijo con firmeza, aunque su tono traicionaba una leve vacilación.
Bulma, sin embargo, no se movió. Se quedó mirándolo, con una mezcla de desafío y dolor en su mirada. —Respóndeme, Vegeta. ¿Realmente quieres que me aleje de ti?
El silencio se hizo pesado en la habitación. La penumbra y la vulnerabilidad de la situación parecían encerrar a Vegeta en un dilema interno. Sus ojos se encontraron con los de Bulma, pero no dijo nada. Dudaba, algo que rara vez hacía.
Ella, tocándose la sien con los dedos, se tambaleó un poco más hacia él, sus pasos inseguros pero decididos, hasta que lo jaló hacia sí con una mezcla de torpeza y necesidad. Sus cuerpos chocaron con fuerza, el aroma de su piel y el calor que desprendía hicieron que su cabeza le diera vueltas aún más. Bulma levantó el rostro, con su respiración entrecortada, y antes de que Vegeta pudiera reaccionar, sus labios encontraron los suyos en un beso que comenzó suave, pero que rápidamente se llenó de desesperación, rabia y deseo acumulado.
Por un instante, Vegeta no la apartó. En lugar de empujarla, cerró los ojos y dejó que el momento ocurriera, permitiendo que la intensidad del contacto lo consumiera. Sus manos, acostumbradas a la dureza del combate, ahora descansaban torpemente en sus caderas, pero rápidamente tomaron control, sosteniéndola con fuerza. Ella, sintiendo la necesidad de más, se aferró a su cuello, deslizando sus manos por sus hombros y jalando su ajustado suéter, como si necesitara sentir más de su piel bajo sus dedos.
En un movimiento brusco y decidido, Vegeta la levantó con facilidad, colocándola sobre el mesón frío y estrecho que estaba a su lado. Bulma dejó escapar un pequeño jadeo cuando sintió cómo la superficie rígida tocaba la parte trasera de sus muslos, pero no se apartó. En cambio, abrió sus piernas instintivamente, dejando que él se posicionara entre ellas, acercándolos aún más. Sus manos firmes se deslizaron hacia su rostro, sosteniéndolo con fuerza mientras profundizaba el beso, dejando que sus lenguas se encontraran en una danza apasionada y feroz.
Bulma dejó escapar un leve gemido contra sus labios cuando sintió cómo él tiraba de sus cabellos azules con una mezcla de intensidad y control. Había algo en su forma de tocarla que la hacía sentirse completamente atrapada, pero de una manera que no podía ni quería resistir. Sus dedos se deslizaron por su nuca, aferrándose a él, mientras mordía ligeramente su labio inferior, provocándolo, incitándolo.
La oscuridad y privacidad de la habitación los envolvía, creando un ambiente en el que ambos podían liberarse de esos impulsos reprimidos que habían estado negando por tanto tiempo. Vegeta, en un arrebato, deslizó sus labios hacia su cuello, dejando un rastro de besos y mordiscos que hacían que Bulma arqueara su espalda, apoyando sus manos en los bordes del mesón para mantener el equilibrio.
—¿Qué estás haciendo conmigo? —susurró él, su voz grave y cargada de frustración, pero sin detenerse. Sus labios apenas rozaron el lóbulo de su oreja mientras hablaba, provocando un escalofrío en ella.
Bulma no respondió. En lugar de ello, jaló su rostro de regreso hacia el suyo, devorándolo con un beso aún más intenso, mientras sus piernas se cerraban ligeramente alrededor de su cintura, acercándolo aún más. Sus dedos comenzaron a deslizarse por el borde de su suéter, tratando de quitarle esa prenda que parecía innecesaria en ese momento, mientras él volvía a sujetar sus cabellos, inclinándola hacia atrás con una autoridad que parecía completamente natural.
La respiración de ambos estaba entrecortada, sus rostros apenas separados, con los ojos fijos el uno en el otro. Había una intensidad abrumadora entre ellos, como si el tiempo se hubiera detenido y el aire en la habitación se hubiera vuelto más denso. Bulma, con el rostro encendido y los labios hinchados por los besos, sintió cómo las manos de Vegeta permanecían firmes en su cintura, sosteniéndola como si no quisiera dejarla ir. Sus miradas se conectaron, cargadas de un lenguaje silencioso que ninguno de los dos se atrevía a poner en palabras.
Vegeta, jadeando ligeramente, parecía debatirse entre dar el siguiente paso o detenerse. Su mirada oscura era casi hipnótica, y su respiración pesada chocaba contra el rostro de Bulma, quien no podía apartar sus ojos de él. Había un deseo latente, una tensión que solo crecía con cada segundo de silencio.
Pero justo cuando la atmósfera parecía a punto de estallar, la puerta se abrió de golpe, rompiendo el hechizo.
—¡Ah! —exclamó una voz femenina, y una joven, al parecer una amiga de Bulma, apareció en el umbral. Su rostro pasó de la confusión a un estado de completo asombro, tapándose la boca con ambas manos al verlos en una posición tan comprometedora. Sus ojos iban de Bulma a Vegeta, analizando la escena con incredulidad.
Vegeta, con una firmeza implacable, sostuvo a Bulma por la cintura mientras se giraba hacia la joven que había irrumpido en la habitación. Su expresión reflejaba una mezcla de irritación y hastío, como si la interrupción fuera lo último que necesitaba en ese momento. Sus ojos oscuros parecían perforar a la intrusa, quien seguía parada en la puerta con la boca abierta y las manos ahora apretadas contra su pecho.
—¿Quién… qué sucede aquí? —balbuceó la chica, claramente alterada por la escena. Su mirada oscilaba entre Bulma, que aún estaba algo embria, y Vegeta, cuya imponente figura y gesto amenazante parecían llenarla de incertidumbre.
—¿No te enseñaron a tocar antes de entrar? —dijo Vegeta, su tono bajo pero cargado de una autoridad que hizo que la chica retrocediera un paso.
—¡Yo… estaba buscándola! ¡Afuera es un caos! ¡Bulma, todos están peleando por ti! —dijo la chica rápidamente, señalando hacia la puerta— Hay un montón de idiotas gritando tu nombre, y tú estás aquí... ¿con él? ¿Quién es él?
Antes de que Bulma pudiera reaccionar, Vegeta bajó ligeramente la mirada hacia ella, evaluando su estado. Su respiración era irregular, y aunque intentaba enfocarse, estaba claro que aún estaba algo mareada por el alcohol. A pesar de eso, una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Bulma.
Y entonces comenzó a reír.
Primero fue una risa suave, pero pronto se convirtió en carcajadas incontrolables, llenando la habitación con su eco. Vegeta arqueó una ceja, observándola con una mezcla de desconcierto e irritación. La joven en la puerta, completamente confundida, levantó las manos en el aire.
—¡¿Qué es tan gracioso?! —exclamó, su frustración evidente.
Vegeta no perdió más tiempo ante esa situación, sujetó a Bulma con más firmeza, atrayéndola hacia él en un movimiento fluido. Y antes de que la joven pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Vegeta y Bulma desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, dejando un vacío repentino en la habitación.
La chica quedó paralizada, con la boca abierta y los ojos completamente desorbitados. El viento provocado por la velocidad de Vegeta hizo que los objetos ligeros sobre la mesa volaran, creando un caos en la habitación.
—¡Qué... demonios... fue eso! —susurró, llevándose una mano a la boca, aún tratando de procesar lo que acababa de presenciar.
Mientras tanto, Vegeta y Bulma aparecieron en un rincón apartado del bullicioso bar principal, lejos del caos donde los hombres aún gritaban y peleaban por el nombre de Bulma. Vegeta la colocó en el suelo con firmeza, manteniéndola de pie mientras ella intentaba estabilizarse.
—¡Que humanos tan pateticos, deberia matarlos ahora mismo!—le susurró Vegeta con irritación, sus ojos perforándola con una mezcla de incredulidad y exasperación.
Bulma, aún algo mareada, levantó la vista hacia él con una expresión suave y ligeramente soñadora. Una sonrisa pícara apareció en sus labios, y, en un tono juguetón, respondió.
—Llevame a casa.
Vegeta apretó la mandíbula, pero no respondió. Sin embargo, sus manos permanecieron firmes en su cintura, como si asegurarse de que no volviera a perderse en el caos fuera ahora su principal tarea. La multitud seguía gritando afuera, pero para ambos, el tiempo parecía haberse detenido.
.
Vegeta, conocido por su rapidez mental y su capacidad para analizar cualquier situación de combate, no tardó mucho en darse cuenta del estado de Bulma. Observó cómo ella tambaleaba ligeramente, llevándose una mano a la sien y murmurando algo sobre su dolor de cabeza. Él, por un instante, evaluó sus opciones. Llevarla volando sería lo más rápido, pero solo imaginarla vomitando sobre él le causó un leve escalofrío de asco. Vegeta no era un hombre que tolerara algo así.
—No puedo llevarte volando en este estado —murmuró, casi para sí mismo, mientras sus ojos oscuros la estudiaban detenidamente.
—¿Qué? —preguntó Bulma, levantando un poco la mirada hacia él, aún tambaleándose.
—¿Tienes alguna de esas cosas tuyas que utilizas para volar? —preguntó Vegeta con seriedad, ignorando su confusión.
Bulma parpadeó, tratando de comprender. —¿Qué? ¿Qué cosas?
—Naves, cápsulas, lo que sea. Algo que no requiera que me llenes de tu... asquerosidad si te pones peor —contestó Vegeta, cruzando los brazos, claramente alarmado.
Bulma dejó escapar una risa suave, aunque entrecortada por su estado. —No, no traigo nada de eso. Solo traje mi deportivo. —Hizo un gesto vago, señalando hacia el estacionamiento.
Vegeta la miró fijamente, con cierta urgencia por salir de ese bullicio.—Dame las llaves—
—¿Vas a manejar? —preguntó Bulma, esta vez con más lucidez, aunque su sonrisa divertida mostraba que encontraba la idea bastante entretenida.
Vegeta la fulminó con la mirada, su ceja arqueándose aún más. —¿Estás hablando conmigo? —respondió, como si la idea de que él no supiera manejar fuera una ofensa personal —Muéstrame dónde está esa antigüedad…
Sin esperar una respuesta, Vegeta la sujetó con firmeza por la cintura y comenzó a caminar hacia el estacionamiento. Bulma, aunque tambaleándose, se dejó guiar, señalando con un dedo tembloroso hacia un brillante y hermoso deportivo rojo aparcado en una esquina.
Cuando llegaron, Vegeta la soltó con cuidado y analizó el vehículo por unos segundos. Era claramente una máquina diseñada para la velocidad y el lujo, algo muy propio de Bulma.
—¿Sabes manejar? —preguntó Bulma, apoyándose contra la puerta del copiloto mientras lo miraba con una sonrisa ligeramente burlona.
Vegeta se detuvo por un segundo, girándose hacia ella con una mirada que podía derretir acero. —Eres increíblemente irritante, ¿lo sabías? —respondió, antes de abrir la puerta del copiloto para que ella se siente.
Bulma, divertida, se dejó caer en el asiento del copiloto, aún tambaleándose un poco, pero no podía evitar sentirse intrigada al verlo al mando de su auto. Vegeta se sento con una confianza que daba a entender que sabia exactamente lo que hacia, tomó el volante con firmeza, estudiando los controles por unos breves segundos antes de encender el motor. El rugido del deportivo llenó el estacionamiento, haciendo que Bulma soltase un leve jadeo de sorpresa.
—No está mal para un juguete terrícola —comentó Vegeta, mientras sus dedos ajustaban el volante.
—¿Estás seguro de que sabes...? —empezó Bulma, pero se detuvo cuando Vegeta giró hacia ella, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de irritación y desafío.
—Cierra la boca y abróchate el cinturón. —Dicho esto, Vegeta pisó el acelerador, y el deportivo salió disparado del estacionamiento como un rayo, dejando un eco de velocidad detrás de ellos.
Bulma se echó hacia atrás, sujetándose al asiento mientras una sonrisa involuntaria aparecía en sus labios. —Vaya… no dejas de sorprenderme—
Vegeta no respondió, sus ojos estaban fijos en la carretera, dominando el auto con la misma precisión y control con la que enfrentaba una batalla. Para él, esto no era más que un desafío más que conquistar. Pero para Bulma, había algo indiscutiblemente fascinante en ver al príncipe Saiyajin detrás del volante, con esa confianza arrolladora y esa expresión seria que lo hacía parecer invencible.
CONTINUARÁ!
Hola,
Que les parecio este capitulo, a mi me encanto, y si Vegeta le hizo Ghosting a Bulma, y eso como a muchos le afecto terriblemente porque le genero ansiedad y duda, despues de los momentos tan cercanos que tuvieron, pero bueno asi vamos… espero les haya gustado y me lo dejen saber en los comentarios!
Me encanta saber que les gusta esta historia.
AMAPOL
