Días después del deseo, las cosas en Capsule Corp volvieron lentamente a la normalidad. Yamcha, Krilin, y el resto de los guerreros Z se reunían de vez en cuando para hablar sobre los acontecimientos recientes y su experiencia en el otro mundo. Todos parecían felices de estar juntos nuevamente, pero Bulma no podía evitar sentir que algo le faltaba, como si una pieza importante hubiera desaparecido. Cada vez que podía miraba hacia el cielo como si esperaba la vista perfecta de un nave regresando, la ausencia de Vegeta se hacía más palpable.
Bulma no hablaba de esto con nadie. Yamcha, aunque intentaba retomar su relación con ella, no lograba captar su atención de la misma manera. Algo había cambiado en su interior, en su mirada y aunque intentaba ignorarlo, la verdad era que su mente volvía una y otra vez a aquella noche en el jardín, a esos momentos intensos en los que ella y Vegeta parecían haber compartido algo juntos.
Una tarde, mientras trabajaba en el laboratorio junto a su padre, el Dr. Brief notó su expresión ensimismada.
—¿Va todo bien, Bulma? —preguntó, levantando la vista de su equipo—. Desde que todo esto pasó, te noto... distraída.
Bulma suspiró, sin saber muy bien cómo responder. —Es solo... nada, papá. Solo han sido muchas cosas en poco tiempo.
Su padre la miró, pero no insistió. Sabía que algo la inquietaba, pero confiaba en que eventualmente ella se abriría, como siempre lo hacía.
Pasaron algunas semanas, y aunque todos estaban ya inmersos en sus vidas, Bulma no lograba dejar atrás el recuerdo de Vegeta. Su presencia, su intensidad, y esa manera de desafiar el mundo con cada palabra, cada acción... Era como si, a pesar de haberse marchado, Vegeta hubiera dejado una parte de sí mismo en Capsule Corp.
Una tarde, mientras Bulma revisaba algunos documentos en el salón de Capsule Corp, Yamcha entró sin que ella lo notara. Su mirada se detuvo en ella, admirándola en silencio. Bulma estaba hermosa,más de lo que recordaba. Había algo en su actitud, en su forma de moverse, que irradiaba una confianza y un atractivo nuevos. Yamcha no podía ignorar el hecho de que, en esos meses, Bulma había cambiado. Su belleza parecía más madura, más segura, y eso lo hacía pensar en el futuro, en "formalizar su relación".
Decidido, se acercó y le sonrió. Bulma le devolvió la sonrisa, distraída pero amigable, con esa energía que siempre la caracterizaba.
—Te ves increíble, Bulma —dijo Yamcha, tomando asiento a su lado. Su tono era suave, pero sus palabras tenían una sinceridad que ella no esperaba.
—Gracias —respondió ella, sonriendo con coquetería, pero luego miró hacia otro lado. Desde que él había regresado, sentía que había algo que la inquietaba, algo que no lograba disipar.
—Oye, he notado que estos días has estado... ¿distante? —dijo él, tratando de mantener su tono casual, aunque había un matiz de preocupación en sus palabras—. No sé, te siento un poco distinta, como si algo te estuviera preocupando.
Bulma rió suavemente, intentando restarle importancia.
—¿Distinta? ¡Por favor, Yamcha! Siempre estoy igual de fabulosa —bromeó, tratando de aligerar el momento, pero Yamcha no dejó pasar la evasión.
—Bulma... en serio. Te ves increíble, y sé que hemos pasado por mucho últimamente. —Él le tomó suavemente la mano, mirándola a los ojos—. Pero hay algo más en ti, no puedo explicarlo, como si... como si hubieras cambiado.
La risa de Bulma se apagó lentamente, y lo miró en silencio, notando la intensidad en sus ojos. Ese era el Yamcha que recordaba, siempre atento, siempre buscando entenderla. Pero algo en su pecho la oprimía al escucharlo. En su mente, las imágenes de Vegeta aparecieron, nublando sus pensamientos.
—Es solo que... —comenzó, sin saber cómo continuar, pero Yamcha aprovechó la pausa para acercarse un poco más, su tono se volvió más íntimo.
—Bulma, he estado pensando mucho en nosotros. Sé que hemos tenido altibajos, y tal vez hemos pasado demasiado tiempo alejados. Pero ahora que estamos de vuelta, y después de haber estado separados... —Yamcha hizo una pausa, sus ojos fijos en los de ella—. No quiero perder más tiempo. Quiero que retomemos nuestra relación... pero en serio, Bulma. Quiero algo formal contigo.
Bulma sintió como su corazón se detenía por un instante. No esperaba esas palabras. Yamcha la miraba con una expresión tan sincera, tan llena de emoción, que por un segundo no supo cómo responder.
—¿Estás bien? —preguntó él, preocupado por su silencio.
—Sí... sí, solo... —Las palabras se le atascaban en la garganta. Mientras Yamcha hablaba de compromiso, en su mente aparecían los recuerdos de Vegeta, su presencia intensa y desconcertante, su olor, su mirada desafiante. Pensar en una relación formal con Yamcha, en comprometerse en un sentido tan definitivo, la llenaba de una incertidumbre que no podía explicar.
Yamcha continuaba mirándola, esperando una respuesta. Bulma respiró hondo, y en un intento de disipar la sensación que la oprimía, asintió levemente, casi en un susurro.
—Está bien, Yamcha —murmuró, obligándose a sonreír.
Yamcha, aliviado, sonrió y la abrazó con fuerza. Pero en el fondo, Bulma sentía que había aceptado algo que no terminaba de convencerla. La sombra de Vegeta seguía presente en su mente, y mientras correspondía el abrazo de Yamcha, sabía que estaba escondiendo una parte de sí misma, una parte que aún no lograba comprender del todo.
Ese susurro de "está bien" dejaba en el aire una promesa, pero también una incógnita, un sentimiento que ni ella misma podía entender.
Después de aquel abrazo, Yamcha se acercó lentamente a ella, sus ojos fijos en los suyos, buscando algún signo de aprobación. Bulma, sin decir nada, lo miró, y en un gesto suave, él dejó que sus labios se encontraran. Al principio, fue un beso calmado, suave, y ella respondió a su ritmo, dejándose llevar. Era un beso tranquilo, familiar.
Pero pronto, Yamcha aumentó la intensidad, intentando que el momento se transformara en algo más profundo, buscando reafirmar sus sentimientos. Su beso era firme, lleno de pasión contenida, y ella trató de corresponder, de perderse en el momento. Yamcha siempre había sido atractivo; su mirada tierna y sincera, su sonrisa confiada, eran innegables. Su rostro, tan familiar para ella, irradiaba calidez y un cariño que siempre había valorado.
Pero, mientras el beso se prolongaba, Bulma sintió que algo faltaba. Había una chispa que no terminaba de encenderse, una intensidad que no lograba alcanzar. Por más que intentaba entregarse al momento, su mente volvía, una y otra vez, al recuerdo de otro beso. Un beso que, aunque breve, había sido abrumador, imposible de ignorar. Con Vegeta, había sentido algo salvaje y desafiante, una tensión que la había atrapado sin que pudiera resistirse.
Comparado con eso, el beso de Yamcha se sentía suave, incluso seguro... pero no lograba despertar en ella la misma reacción. Era un buen beso, cariñoso, pero faltaba la fuerza, la intensidad que su cuerpo, sin querer admitirlo, anhelaba.
Cuando finalmente Yamcha se apartó, sonrió y le acarició el rostro, sin notar la confusión que se reflejaba en sus ojos.
—Nos vemos luego, Bulma —le susurró, mirándola con ternura antes de retirarse.
Ella asintió, devolviéndole la sonrisa, pero en cuanto él se dio la vuelta y se alejó, un suspiro involuntario escapó de sus labios. Se quedó allí, viendo cómo Yamcha se marchaba, sus pensamientos enredados en una mezcla de emociones que no podía ignorar.
¿Por qué había sentido esa diferencia tan marcada? Yamcha era atractivo, dulce, un compañero constante en su vida. Pero, por más que lo intentara, no podía evitar que su mente volviera a la intensidad cruda de Vegeta, a la sensación de perder el control por completo.
Suspiró de nuevo, y sin darse cuenta, una imagen de Vegeta apareció en su mente. La intensidad de su mirada, el peso de su presencia, el sabor de aquel beso tan prohibido y, sin embargo, tan inolvidable. Era una fuerza que no podía comparar con nada, y aunque no quería admitirlo, sabía que esa conexión le estaba revelando algo de sí misma que hasta ahora había ignorado.
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La tarde era tranquila en Capsule Corp. Bulma estaba en el balcón, disfrutando de una conversación con sus amigos y compartiendo el ambiente cálido y relajado de esos días. Yamcha y Puar reían y conversaban animadamente, pero Bulma mantenía una parte de su mente en otro lugar...
De pronto, un estruendo rompió el silencio. Un sonido ensordecedor sacudió los cimientos de la Corporación, y todos se sobresaltaron, mirando hacia el origen del ruido. Bulma, con el corazón latiendo rápidamente, miró hacia el lugar de la explosión y, entre el polvo y los escombros, divisó una figura conocida. Era la nave de Vegeta.
Su corazón se detuvo por un momento. La sorpresa y la emoción se apoderaron de ella, aunque trató de disimularlo. Yamcha fue el primero en correr hacia la nave, pero Bulma se quedó inmóvil, observando la escena en silencio. Él había vuelto. Ese pensamiento, simple y directo, se le ancló en la mente, llenándola de una alegría que no se atrevía a expresar.
En ese instante, Vegeta apareció entre el humo y el metal, sus ojos se encontraron con los de ella desde la distancia. Ambos se miraron, sin decir nada, pero esa mirada contenía mucho más de lo que las palabras podían expresar. Bulma sintió que todo a su alrededor se desvanecía; solo quedaban ellos dos, envueltos en una conexión silenciosa y profunda que ninguno estaba dispuesto a admitir.
Mientras tanto, Yamcha llegó hasta donde estaba Vegeta y le dirigió unas palabras que Bulma no presto atención, pero la tensión en el ambiente era palpable. Sin embargo,ella no podía apartar los ojos de Vegeta, y en sus pensamientos, aunque no lo dijera en voz alta, solo podía repetirse:"Volviste..."
Después de aquel momento, Vegeta giró hacia ella. La intensidad de su mirada la dejó momentáneamente congelada. Había algo en esa mirada que era tan familiar y desconocido a la vez, algo que hacía que su corazón latiera con fuerza. Sin saber muy bien qué la impulsaba, se acercó a él, dejando a los demás atrás, con el único pensamiento de estar más cerca de ese guerrero que la inquietaba de tantas formas.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca,sin pensar, estiró la mano y lo tocó suavemente en el torso, un gesto simple pero cargado de intención. Vegeta la miró con sorpresa, y ella, sonriendo levemente, intentó cubrir su emoción con una expresión calmada.
—Ven, necesitas un baño —le dijo, su tono suave pero firme. Había algo en su voz que era directo, familiar, como si estuviera volviendo a un lugar seguro.
Vegeta la miró con cierta desconexión, todavía descolocado por su toque y esa invitación inesperada. El aroma de Bulma lo envolvió nuevamente, ese mismo olor que había dejado grabado en su memoria sin querer, y en ese instante, todo lo que había intentado reprimir durante su ausencia pareció volver con más intensidad.
—¡Puedes darte prisa, que no eres cortes con una dama! —
Vegeta parpadeó, incrédulo ante las palabras de Bulma. "¿Qué demonios?", pensó, mientras la escuchaba decir aquello con esa familiaridad irritante, como si de algún modo tuviera el derecho de exigirle algo. Una mujer atrevida y arrogante, tratándolo a él, al príncipe de los saiyajin, como si fuera un cualquiera. Sin embargo, algo en su tono, en la simplicidad con que lo llamaba sin titubeos, lo dejaba sin palabras.
El impulso de refutarle algo ácido y cortante surgió en su mente, pero al verla girarse y esperarlo con esa expresión expectante, contuvo sus palabras. La irritación crecía en su interior,acompañada de una chispa de desconcierto. Había luchado contra los guerreros más fuertes del universo, había enfrentado las miradas de quienes solo sentían temor y respeto por él... pero esta mujer, esta humana presuntuosa, lo trataba como si él no fuera nada especial, solo alguien a quien podía hablarle de esa forma sin esperar consecuencias.
Sin decir una sola palabra, Vegeta avanzó tras ella, sintiendo el orgullo retorcerse en su pecho. Cada paso que daba lo hacía más consciente de aquella extraña tensión. Las palabras de Bulma resonaban en su mente: "¡Puedes darte prisa, que no eres cortés con una dama!". La idea de que alguien, y menos alguien como ella, insinuara siquiera que él no sabía cómo comportarse, cómo manejar la situación, lo hacía hervir por dentro.
Pero algo en él captó el mensaje y, en vez de cuestionarla, se limitó a seguirla, sin ofrecer ni una mirada de más a Yamcha, que observaba la escena a la distancia. Cuando estuvieron lo suficientemente alejados de la vista de los demás, Bulma caminó hacia la entrada de la casa, sus pasos firmes y seguros, como si no sintiera el peso de la presencia de Vegeta justo detrás.
Mientras él la seguía en silencio, notaba cómo su olor permanecía en el aire, como un ancla invisible que lo atraía sin remedio. El eco de sus palabras resonaba en su mente. Sin embargo, esta vez, eligió callar, cada paso que daba aceptando tácitamente la invitación a seguirla, sin necesidad de palabras ni reclamos. A pesar de la irritación, a pesar de su orgullo, algo en esa interacción lo mantenía firme, sin otra opción que seguir la provocación silenciosa de Bulma.
Y así fue, sin una palabra, sin un reclamo, como Vegeta, irritado y desconcertado, aceptó el reto silencioso de una mujer que lograba sacarlo de su centro con cada gesto y cada palabra que decía.
Bulma, por su parte, aunque intentaba parecer relajada, no podía ocultar la satisfacción silenciosa de verlo allí. Había vuelto. No podía dejar de repetirlo en su mente, sabiendo que, aunque no podía entender del todo por qué, la presencia de Vegeta despertaba en ella una emoción que no tenía nombre.
Continuará!
