El día había llegado a su fin. Después de la llegada del misterioso chico del futuro, todos habían escuchado con atención la advertencia sobre los androides y el sombrío destino que les esperaba. La revelación de que en tres años enfrentarían una amenaza tan grande dejaba en todos un aire de preocupación y seriedad. Poco a poco, cada uno de los guerreros Z se preparaba para regresar a sus respectivos hogares, listos para el arduo entrenamiento que les esperaba.
Cuando todos estaban a punto de irse, Goku, en un acto inesperado, se giró para mirar a Bulma. Ella, que estaba distraída hablando con Yamcha, sintió su mirada y levantó una ceja, sorprendida por la intensidad en los ojos de su amigo.
—¿Uh?—musitó, esperando alguna explicación.
Goku sonrió ampliamente, su expresión inocente pero llena de una extraña sinceridad.
Solo dijo, rascándose la nuca— Eh... Solo... deseo que tengas un hijo sano, Bulma.
Bulma parpadeó, completamente desconcertada por esas palabras. A su lado, Yamcha abrió los ojos en estado de shock, sin entender a qué se refería Goku. La tensión del momento hizo que Bulma se quedara sin palabras, observando a Goku con incredulidad.
Sin añadir nada más, Goku soltó una risa ligera y salió disparado hacia el cielo junto con Piccolo, dejando a Bulma y a Yamcha inmersos en el silencio y en la perplejidad.
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La noche envolvía las montañas con un silencio pesado, roto solo por el susurro del viento entre los árboles y el ocasional crujido de ramas bajo el peso de algún animal nocturno. En una cima apartada, Vegeta permanecía inmóvil, mirando hacia el horizonte mientras su mente era un caos de pensamientos.
Todo había cambiado en cuestión de días. El anuncio de los androides, la presencia del misterioso chico del futuro, y, sobre todo, el conocimiento de que existían más saiyajins capaces de alcanzar el poder del Super Saiyajin. Su sangre hervía con una mezcla de frustración e impotencia. Kakarotto, un tercera clase, había superado su poder. Y ahora, un joven desconocido, con una transformación igual, pero aún más limpia y poderosa, se sumaba a la ecuación.
"¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué debería importarme el destino de este planeta?" pensó Vegeta, cruzando los brazos mientras su mirada permanecía fija en el cielo nocturno. No era su pelea, no tenía razones para involucrarse en una causa que no era suya. Los androides y el destino de la Tierra no eran su problema.
Sin embargo, esa idea no lo tranquilizaba. Había algo que lo mantenía inquieto. La imagen de Kakarotto y el chico del futuro no se apartaba de su mente. Ese poder. Esa fuerza que lo superaba, que lo rebajaba a un nivel que jamás pensó que alcanzaría. Él, el príncipe de los saiyajins, estaba en desventaja. Esa realidad lo golpeaba como un puño directo al orgullo. Debía superarlos. No importaba cuánto le costara.
Por un momento, permitió que su rostro reflejara su frustración. Solo en la soledad de las montañas podía hacerlo. No tenía un reino, ni un ejército, ni un hogar. Era un príncipe sin nada que gobernar, un guerrero sin aliados ni lugar en el universo. Su vida había sido arrebatada, primero por Freezer, luego por las circunstancias. Nunca tuvo un hogar verdadero, y ahora, su existencia parecía más vacía que nunca.
Sin embargo, en medio de ese torbellino de pensamientos, una imagen surgió en su mente. Bulma. Sus palabras resonaron como un eco lejano pero claro.
—"¿Por qué no te quedas?" —esas palabras... con esa familiaridad irritante que lo desconcertaba.
Por alguna razón, recordar su invitación lo hizo detenerse. Era cierto, podía quedarse en esa casa. No tenía que mendigar, no tenía que forzarse a sobrevivir en condiciones precarias. La tecnología de la Corporación Cápsula era avanzada, podía usarla para su entrenamiento, podía aprovechar cada recurso que tuviera a su disposición.
Se quedó en silencio por un momento, meditando. Había encontrado una excusa. Los androides podían ser su pretexto para quedarse, para fortalecer su cuerpo, para alcanzar el poder que deseaba. Con esa idea en mente, dejó escapar un leve suspiro, como si finalmente hubiera tomado una decisión. "Esto no es sobre ellos. Esto es sobre mí. Sobre lo que debo ser."
Sin esperar más, emprendió el vuelo. Su figura cortó el cielo nocturno como un rayo, dirigiéndose a toda velocidad hacia la Corporación Cápsula. Allí tendría lo que necesitaba. Allí tendría la oportunidad de superar a Kakarotto, a ese chico del futuro, y a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Pero mientras volaba, un pensamiento persistente lo acompañaba, uno que no admitía en voz alta."¿Por qué ella? ¿Por qué esa mujer y su casa son ahora mi única opción?"
La pregunta quedó sin respuesta, perdida en el viento mientras la silueta de la ciudad comenzaba a aparecer en el horizonte.
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Sus zapatos verdes hicieron un leve crujido al pisar el césped húmedo de la Corporación Cápsula. La noche era tranquila, pero las luces dentro de la casa brillaban con intensidad, proyectándose a través de las grandes ventanas de vidrio. Vegeta avanzó, observando la actividad en el interior. A pesar de su semblante imperturbable, una extraña sensación de familiaridad se instalaba en su pecho, algo que él prefería ignorar.
Ingresó sin ceremonias, y al llegar a la sala principal, encontró al Dr. Brief y su esposa, Bunny, conversando animadamente. Ambos estaban relajados, con copas de vino en la mano. Fue Bunny quien lo vio primero, su rostro iluminándose con emoción.
—¡Vegeta! —exclamó ella, levantándose de inmediato y caminando hacia él con rapidez. Antes de que pudiera reaccionar, lo envolvió en un abrazo efusivo, que lo dejó completamente paralizado. El príncipe saiyajin estaba en shock, con los brazos rígidos a los costados, incapaz de entender la calidez inesperada de aquel gesto.
—¡Qué alegría verte de nuevo! ¡Eres bienvenido aquí cuando quieras! —dijo ella con entusiasmo, apartándose lo suficiente para mirarlo con una sonrisa radiante. Luego giró rápidamente hacia su esposo, ignorando por completo la falta de respuesta de Vegeta—. Me aseguraré de que le preparen su habitación. La misma de siempre, ¿verdad?
Vegeta, aún procesando lo ocurrido, no tuvo tiempo de replicar. Bunny ya estaba dando órdenes al personal, mientras el Dr. Brief lo miraba con una mezcla de curiosidad y serenidad.
—Bienvenido de nuevo, Vegeta —dijo el científico, con tono amable.
El saiyajin camino hacia él... y por un instante, Vegeta estuvo a punto de pedirle herramientas para potenciar la cámara de gravedad, algo lógico en su búsqueda de poder. Pero, de repente, una idea irracional cruzó su mente, algo que ni él mismo entendía del todo. Guardó silencio, su mirada vagando por la sala, hasta que finalmente habló.
—¿Dónde está su hija? —preguntó, su voz firme y controlada, como si fuera una cuestión trivial.
El Dr. Brief, sorprendido por la pregunta, respondió tras un breve momento de reflexión. —Oh, está en el laboratorio. Probablemente trabajando en algo.
Sin decir nada más, Vegeta giró y salió de la sala, dejando a los dos adultos mirándose entre sí con cierta confusión. No sabía por qué quería verla, no necesitaba nada de ella en ese momento, pero había algo que lo empujaba. Como un capricho que no podía ignorar, emprendió el camino hacia el laboratorio.
Mientras tanto, en el laboratorio, Bulma estaba concentrada en su trabajo, inclinada sobre un complicado circuito que intentaba reparar. Yamcha estaba a su lado, observándola con interés, aunque más distraído por su presencia que por el proyecto en sí.
—Te ves muy concentrada —dijo él, con una sonrisa que buscaba romper el silencio.
—Lo estoy —respondió Bulma sin apartar la vista de su trabajo, sus manos ajustando pequeñas piezas con precisión.
Yamcha, aprovechando la privacidad del momento, decidió acercarse más. Su mano rozó suavemente el brazo de Bulma, y cuando ella lo miró de reojo, intentó besarla. Pero ella, aún enfocada en su tarea, esquivó el gesto con naturalidad.
—Yamcha, por favor, no ahora. Estoy ocupada —dijo, riendo ligeramente para quitarle tensión al rechazo.
Pero Yamcha no se dio por vencido. Se inclinó hacia su cuello, dejando un suave beso que hizo que ella soltara una risa nerviosa.
—Te dije que no hagas eso, me da cosquillas —protestó Bulma, empujándolo suavemente, pero él insistió, con una sonrisa juguetona.
De pronto, la puerta del laboratorio se abrió de golpe, rompiendo el momento. Bulma y Yamcha se separaron de inmediato, sobresaltados, y al voltear hacia la entrada, Bulma quedó petrificada al ver quién había entrado.
Vegeta estaba allí, inmóvil en el umbral de la puerta. Su mirada recorrió la escena frente a él con una expresión gélida. Sus ojos, normalmente intensos, estaban ahora vacíos de emoción, pero había algo en su presencia que helaba el ambiente. Miró a Yamcha con un desdén que no se molestó en ocultar, como si fuera menos que nada. Luego, sus ojos se posaron en Bulma, y su mirada era tan fría y calculadora que ella sintió un escalofrío.
La tensión era palpable. Bulma, aún atónita, trató de romper el silencio.
—Vegeta... eh- eh ¿necesitabas algo?—preguntó, su voz temblando ligeramente.
Vegeta no respondió. Desvió la mirada hacia un lado, como si la pregunta no mereciera su atención, y sin más, se dio la vuelta y salió del laboratorio, cerrando la puerta tras de sí con firmeza.
El silencio que dejó fue abrumador. Yamcha frunció el ceño, evidentemente incómodo, y finalmente rompió el silencio.
—¿Qué demonios fue eso? ¿Cómo es que tiene acceso a tu laboratorio? ¿No se supone que este lugar es privado?
Bulma no respondió. Seguía mirando la puerta por donde Vegeta había salido, su mente atrapada en un remolino de emociones que no podía explicar. Había algo en su mirada, en esa forma tan directa y al mismo tiempo distante de observarlos, que la había dejado inquieta. No entendía por qué se sentía tan afectada por aquel momento.
Vegeta salió del laboratorio con pasos rápidos y firmes, dejando atrás el ambiente cargado que había creado con su inesperada aparición. Mientras caminaba por los pasillos de la Corporación Cápsula hacia su habitación, su mente estaba en caos, un remolino de pensamientos contradictorios que lo irritaban profundamente.
Al llegar a su cuarto, cerró la puerta con fuerza y, sin molestarse en encender las luces, se dejó caer de espaldas sobre la cama. Su mirada se quedó fija en el techo, su respiración algo más pesada de lo habitual. Por un momento, dejó que el silencio lo envolviera, pero era inútil; su mente seguía atormentada por la escena que acababa de presenciar.
"¿Cómo es posible?"pensó, apretando los puños contra las sábanas. "¿Cómo es que esa mujer, una terrícola inteligente, descarada, pero interesante, permite que ese inútil se acerque a ella de esa forma?"
La imagen de Yamcha, sujetándola con confianza, sus intentos de besarla, y la aparente cercanía entre ellos lo perturbaban más de lo que estaba dispuesto a admitir."¿Ese insecto es su pareja?"pensó, sintiendo una mezcla de asco y desagrado recorrerle el cuerpo. No podía entenderlo. Yamcha era débil, patético, un ser tan irrelevante que ni siquiera merecía ser considerado un rival. "Es más fuerte una cucaracha", murmuró para sí mismo con desdén.
Giró la cabeza hacia un lado, intentando apartar esa sensación que lo consumía. No sabía por qué esa escena lo afectaba tanto, por qué le molestaba verla con alguien así. Era irracional, absurdo. Vegeta no se preocupaba por los asuntos de los demás, mucho menos por los de una terrícola. Pero había algo en la forma en que la había visto allí, en la forma en que Yamcha la tocaba, que lo llenaba de una sensación extraña, una mezcla de rabia y desagrado que no podía comprender.
"¿Qué es lo que ella ve en él?"pensó, mientras giraba la cabeza hacia el otro lado, su ceño fruncido. Bulma no era como las demás personas. Tenía una forma de moverse, de hablar, que lo desafiaba constantemente, una energía que lo sacaba de su eje.Pero entonces, ¿por qué estaba con alguien tan insignificante?
"No tiene sentido. Nada de esto tiene sentido."Vegeta se llevó una mano al rostro, cerrando los ojos con frustración. No entendía por qué le importaba, por qué esa imagen se había quedado grabada en su mente. "Es solo una terrícola", se recordó, tratando de convencerse, pero la inquietud persistía.
Giró sobre su costado, con la mirada aún perdida. El príncipe de los saiyajin no solía dejar que nada lo desconcertara, pero esta vez, la situación lo había sacado completamente de su zona de control. Y eso era algo que lo enfurecía más que cualquier otra cosa.
Continuara...
Holaaaa!
Aqui un pequeño capitulo, perdón! hasta ahi fue mi inspiración, pero quise cumplir con subir un capitulo más ya que me atrace un poco porque he estado en muchas cosas! :D
Asi que espero les guste, y lo disfruten, me comentan que les pareció!
AMAPOL
