El laboratorio estaba en silencio, excepto por el suave ronroneo del gato del Dr. Brief, quien descansaba tranquilamente sobre una mesa mientras su dueño revisaba algunos planos. Vegeta entró sin previo aviso, su expresión tensa y su presencia imponente llenando la habitación al instante.

—Necesito una cámara de gravedad que alcance los 300G —dijo con firmeza, cruzándose de brazos.

El Dr. Brief levantó la mirada, sorprendido. El número que había mencionado el príncipe saiyajin era una locura, incluso para sus estándares.

—¿300G? Eso es extremadamente peligroso, incluso para alguien como tú. Podrías aplastarte a ti mismo si no tienes cuidado —respondió, ajustándose las gafas.

Vegeta apretó los dientes, sintiendo la frustración arder en su interior. —¡No estoy pidiendo tu opinión, viejo! Si Kakarotto puede superar sus límites, yo puedo hacer lo mismo. ¡Necesito ser más fuerte! Y tú vas a ayudarme.

El científico mantuvo su tono calmado, pero no pudo evitar un leve gesto de preocupación. —No estoy diciendo que no lo haga, pero deberías considerar…

—¡No quiero escuchar tus excusas! —interrumpió Vegeta, su tono subiendo de manera intimidante. La frustración que había estado acumulando durante días encontró una salida en ese momento, y la habitación tembló levemente bajo su ki. El gato del Dr. Brief saltó de la mesa y salió corriendo, asustado por la intensidad del momento.

El Dr. Brief levantó las manos en señal de paz. —¡Está bien, está bien! Lo haré. Trabajaré en ello inmediatamente.

Vegeta exhaló, relajando ligeramente los hombros al escuchar esa respuesta. Sin decir más, se dio la vuelta y salió del laboratorio, dejando al científico con una mezcla de alivio y desconcierto.

Más tarde, Bulma recorría los pasillos de la Corporación buscando a su padre. Después de no encontrarlo en su oficina ni en su sala de descanso, finalmente lo vio en el laboratorio, observando un conjunto de planos frente a una gran estructura que reconoció de inmediato.

—¿Qué estás haciendo aquí, papá? —preguntó, cruzando los brazos.

El Dr. Brief levantó la vista y sonrió, ajustándose las gafas. —Trabajando en algo para Vegeta. Me pidió una cámara de gravedad… bueno, exigió sería más preciso. Es un poco obstinado, pero vamos a ayudarlo.

Bulma arqueó una ceja, sorprendida. —¿Te trató mal?

El científico soltó una pequeña risa. —Bueno, digamos que no tiene exactamente las mejores habilidades sociales. Pero no te preocupes, hija, nada que no pueda manejar.

Bulma frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente. Aunque conocía bien el carácter fuerte de Vegeta, no podía evitar sentirse molesta por la forma en que había tratado a su padre. Pero más que molestia, algo dentro de ella vio en esto la excusa perfecta para enfrentarlo. Una sonrisa ligeramente traviesa apareció en su rostro mientras se dirigía al jardín.

En un rincón apartado del jardín de la Corporación, Vegeta entrenaba intensamente, practicando movimientos rápidos y golpes precisos en el aire. Su torso desnudo brillaba ligeramente por el sudor, y llevaba un pantalón oscuro que facilitaba sus movimientos. Cada golpe y giro estaban llenos de una fuerza contenida, un claro reflejo de su frustración y su necesidad de perfección.

Bulma se detuvo a cierta distancia, observándolo por un momento. La fuerza y la velocidad de sus movimientos eran hipnóticas, pero fue su figura lo que realmente llamó su atención. El torso musculoso y marcado de Vegeta se movía con una precisión que parecía casi coreográfica. Por un instante, se quedó inmóvil, casi olvidando por qué estaba ahí.

Pero Vegeta no tardó en notar su presencia. Se detuvo abruptamente, girando para mirarla directamente. Sus ojos oscuros se encontraron con los de Bulma, y por unos segundos, ambos quedaron en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido.

Finalmente, Vegeta arqueó una ceja, su expresión endurecida. —¿Ya me vas a decir qué quieres? —preguntó con su tono cortante, aunque en su voz había un leve matiz de curiosidad.

Bulma reaccionó, recuperando la compostura. Puso las manos en las caderas y lo enfrentó con la misma intensidad. —Ya me enteré de lo que hiciste. ¿Cómo se te ocurre tratar así a mi papá?

Vegeta bufó, girando los ojos mientras retomaba sus movimientos. —Ah, era eso. No tengo tiempo para tus quejas, ahora.

Bulma frunció el ceño, dando un paso adelante. —¡No me ignores, Vegeta! Mi papá no te debe nada, y si decidió ayudarte, fue porque es un buen hombre. ¿No crees que deberías al menos mostrar algo de gratitud?

Vegeta se detuvo nuevamente, girándose hacia ella con una mirada desafiante. —¿Gratitud? ¿Qué esperas, que yo me arrodille y le dé las gracias? Solo hizo lo que se le pidió.

Bulma no se quedó callada. —¿"Lo que se le pidió"? ¿Acaso sabes hablar con alguien sin sonar como un cavernícola?

Ambos estaban cada vez más cerca, y la tensión entre ellos era palpable. Vegeta esbozó una sonrisa sarcástica. —Vaya, ¿así que ahora eres una experta en etiqueta? Tal vez deberías enseñarle eso al inútil que tienes por pareja..

Las palabras de Vegeta hicieron que Bulma apretara los dientes. —¡El no es mi pareja!— ante aquellas palabras que salieron de repente de sus labios con una negación casi irreal, la hizo sentirse mal… —No metas a Yamcha en esto! Estoy hablando de ti, no de él. Y para tu información, Vegeta, si esperas que la gente te respete, tal vez deberías empezar por respetar tú también.—Diciendo eso sintió colo algo se removía en su interior, ¿por qué lo negó?

Vegeta avanzó un paso hacia ella, su mirada intensa clavada en la de Bulma con cierta suspicacia por sus palabras —¿Y si no me interesa el respeto de nadie? ¿Qué harás al respecto?

Bulma sostuvo su mirada, negándose a retroceder.No lo sé, pero lo que tengo claro es que no voy a permitir que me ignores o que trates a los demás como basura.

El silencio entre ellos era ensordecedor, pero estaba cargado de una electricidad casi tangible. Finalmente, Vegeta rompió el contacto visual, girando la cabeza con un resoplido. Sin decir nada más, volvió a su entrenamiento, pero esta vez con movimientos más bruscos, como si intentara liberar la tensión que se había acumulado.

Bulma lo observó por un momento más antes de girarse y marcharse, pero no pudo evitar que su corazón latiera más rápido. La discusión había sido intensa, pero lo que más la inquietaba era cómo se sentía cada vez que estaba cerca de él. Había algo en Vegeta que la atraía hacia el de una manera que ella ya no podía controlarlo, aunque no quería admitirlo, ni siquiera a sí misma.

.

La cena estaba lista. Bunny Brief había pasado el día anunciando con entusiasmo que sería ella misma quien prepararía la comida esa noche, dejando de lado la ayuda de sus robots. Su energía desbordante había logrado reunir a todos en la gran mesa del comedor de la Corporación Cápsula, donde la calidez y el aroma de los platillos recién preparados envolvían el ambiente.

Bulma llegó al comedor vestida casualmente, pero con una expresión distraída. Su mente estaba en otros lugares, pensativa. Apenas saludó al sentarse en su lugar habitual. Yamcha, por otro lado, entró animoso, con su típica sonrisa despreocupada. Sin embargo, en lugar de sentarse a su lado, tomó el asiento directamente frente a ella, que usualmente era el lugar de Vegeta.

Bulma arqueó una ceja, claramente sorprendida.

—¿Por qué te sientas ahí? —preguntó con tono curioso, aunque algo seco.

Yamcha se encogió de hombros, fingiendo despreocupación. —No sé, me parece más cómodo aquí. Además, desde aquí puedo verte mejor —dijo con una sonrisa que buscaba relajarla.

Bulma suspiró, pero no dijo nada más. Sin embargo, algo en su interior le incomodó; sabía que Yamcha lo había hecho deliberadamente, quizá queriendo evitar cualquier interacción visual entre ella y Vegeta.

Cuando todos estuvieron sentados, Bunny apareció con una sonrisa radiante, colocando los últimos platos en la mesa.

—¿Y nuestro querido Vegeta? —preguntó Bunny, mirando alrededor.

Justo en ese momento, la puerta del comedor se abrió, y Vegeta entró. Su presencia captó inmediatamente la atención de todos. Llevaba un pantalón oscuro perfectamente ajustado y un suéter beige de cuello alto, que destacaba su complexión atlética y sus rasgos imponentes.

Bulma lo miró y se quedó sin aliento por un segundo. No podía negar que ese estilo casual, diferente al traje de batalla habitual, lo hacía lucir… demasiado bien.

—¡Me encanta esa ropa de diseñador que te pedí! —exclamó Bunny emocionada, ignorando la tensión en el ambiente—. ¡Te queda excelente, Vegeta!

Bulma giró la cabeza hacia su madre con incredulidad. Ahora entendía por qué Vegeta vestía así; Bunny había intervenido para proporcionarle ropa de una calidad impresionante. Sin embargo, antes de que pudiera procesar sus pensamientos, Vegeta avanzó hacia la mesa, su mirada fija en el lugar donde Yamcha estaba sentado.

El ambiente se volvió tenso al instante. Vegeta se detuvo, su mirada seria clavándose en Yamcha como si lo estuviera juzgando silenciosamente. Yamcha, consciente de lo que significaba, levantó la vista y le devolvió una sonrisa forzada.

—¿Qué? —preguntó Yamcha, fingiendo inocencia.

Vegeta lo ignoró. Giró hacia Bunny con su típico tono autoritario.

—Que me lleven la comida a mi habitación. No tengo intención de cenar aquí.

El tono seco de Vegeta dejó a todos en silencio. Bunny, aunque sorprendida, no perdió su sonrisa. Asintió rápidamente, sin hacer preguntas.

Bulma, sin embargo, apretó los labios y observó cómo Vegeta salía del comedor. Algo en su interior se revolvió; la frustración, mezclada con una inexplicable preocupación, la hizo levantarse abruptamente.

—Yo me encargo —dijo con firmeza, dirigiéndose hacia la puerta antes de que Bunny pudiera detenerla.

—Querida, no te preocupes… —intentó decir Bunny, pero Bulma ya había salido.

Vegeta llegó a su habitación y cerró la puerta con fuerza. Se dejó caer sobre la cama, su mirada fija en el techo, tratando de calmar la irritación que sentía. Sabía que su reacción había sido evidente, pero no tenía paciencia para compartir el mismo espacio con ese humano inútil. Sin embargo, no esperaba que alguien lo interrumpiera tan pronto.

La puerta se abrió sin previo aviso, y Bulma entró sin dudarlo.

—¿Qué significa eso? —preguntó, con los brazos cruzados, su expresión llena de irritación.

Vegeta se sentó lentamente, con una mirada severa.¿Qué haces en mi habitación? ¿No sabes tocar?

—No me hagas preguntas tontas, Vegeta. ¡Estoy hablando de tu actitud! —respondió ella, dando un paso al frente—. ¿Por qué actuaste así? ¿Qué te pasa? ¡Eso de exigir que te lleven la comida a tu cuarto fue ridículo!

Vegeta la miró con desdén. —Déjame en paz. Me tienes harto.

Se levantó de la cama, caminando hacia el balcón con la intención de salir. Pero justo cuando iba a dar el salto, sintió una mano sujetándolo del brazo. Bulma lo había alcanzado.

—¡No he terminado de hablar, y me vas a escuchar! —dijo con determinación.

Vegeta giró para mirarla, pero al hacerlo, ambos quedaron peligrosamente cerca. Sus rostros estaban a centímetros de distancia, sus respiraciones casi sincronizadas. Ninguno de los dos se movió, ni siquiera un milímetro, como si el aire entre ellos hubiera desaparecido.

El momento fue interrumpido de golpe cuando un robot de limpieza entró en la habitación.

—Señorita Bulma, disculpe la interrupción...

Bulma giró bruscamente hacia el robot, su expresión llena de irritación. —¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Sal ahora mismo! —gritó, su voz resonando con fuerza.

El robot titubeó, pero continuó hablando. —Me enviaron para confirmar si el señor Vegeta desea su comida aquí o...

—¡Tráele la comida que pidió, lo que sea que quiera! —ordenó Bulma, su tono autoritario dejando al robot inmóvil por un instante.

—Pero... él dijo que no quería nada —replicó el robot, confundido.

—¡Olvídate de lo que dijo! Haz lo que te ordeno y tráesela ya —dijo Bulma, apuntando hacia la puerta con determinación.

El robot, sin decir más, salió rápidamente del cuarto. La puerta se cerró, dejando a Bulma y Vegeta nuevamente solos. Ella respiró profundamente, intentando calmarse, pero al girarse, se encontró con los ojos negros de Vegeta fijos en ella, esta vez con una expresión que mezclaba curiosidad y algo más que no podía identificar.

Bulma se sintió expuesta bajo su mirada. Su impulso inicial de enfrentarlo se estaba desmoronando poco a poco, así que, con una ligera sacudida de cabeza, se giró para salir de la habitación.

—Esto no ha terminado —murmuró, tratando de recuperar algo de compostura.

Pero antes de que pudiera dar un paso fuera, sintió una presión firme en su muñeca. Vegeta la había sujetado, obligándola a detenerse.

—A la próxima —dijo con un tono bajo, su voz cargada de una mezcla de autoridad y algo casi territorial—dile al inútil ese que no se siente en mi sitio.

Bulma lo miró, sus ojos abiertos por la sorpresa. Por un momento, no supo qué responder. Finalmente, con un suave movimiento, soltó su muñeca del agarre de Vegeta y salió rápidamente, su corazón latiendo con fuerza y su mente llena de preguntas que no quería hacerse. Detrás de ella, Vegeta permaneció inmóvil, mirando la puerta cerrada, con una expresión seria y reflexiva.

Ante lo sucedido bajó las escaleras con rapidez, tratando de mantener su compostura tras el enfrentamiento con Vegeta en su habitación. Entró al comedor con una expresión neutral, aunque su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. La cena continuó con normalidad, pero ella no probó mucho de su plato. Su mirada se perdía en el mantel mientras todos conversaban.

Yancha, sentado al otro lado de la mesa, la observaba con curiosidad. Había notado su actitud distraída y, aunque intentaba mantener el ambiente relajado, no podía evitar sentir una extraña tensión en el aire.

—Bulma, ¿estás bien? —preguntó con voz suave cuando terminaron de cenar.

Bulma levantó la cabeza, forzando una pequeña sonrisa. —Sí... pero... necesito hablar contigo un momento. Ven al jardín.

Yamcha asintió, un poco desconcertado por la seriedad de su tono. Ambos salieron de la casa, dejando atrás las risas y conversaciones de la cena. El aire nocturno era fresco y el jardín estaba iluminado por pequeñas luces que daban un ambiente tranquilo, aunque la tensión entre ellos era palpable.

Bulma se detuvo cerca de una de las bancas, cruzando los brazos. Miró a Yamcha directamente, intentando encontrar las palabras correctas.

—Escucha, Yamcha... sobre lo que pasó en la cena —empezó, su voz ligeramente nerviosa—. Quiero pedirte algo... No vuelvas a sentarte en el lugar de Vegeta.

Yamcha frunció el ceño, claramente sorprendido. —¿Qué? ¿De qué estás hablando, Bulma?

—Es que... —ella suspiró, tratando de explicarse— Ese es su lugar. Está acostumbrado a sentarse ahí y tú te sentaste en su sitio. Ya sabes cómo es, tiene un carácter especial. Es mejor no incomodarlo.

Yamcha dejó escapar una risa sarcástica, cruzando los brazos. —¿De verdad me estás diciendo esto? ¿En serio importa tanto dónde se siente ese tipo?

—Sí, importa —respondió Bulma, su tono firme pero sin ser agresivo— Es un huésped, Yamcha. Tiene que sentirse cómodo. Así como tú también estás cómodo aquí.

Yamcha dio un paso hacia atrás, mirándola con incredulidad. —¿Cómodo? ¿Eso soy para ti? ¿Un simple huésped?

—¡No! —dijo Bulma rápidamente, levantando las manos—. No es eso, Yancha. Solo digo que... es importante respetar los espacios de todos. Vegeta es complicado, y... —Se interrumpió, notando la mirada fija de Yancha.

—¿Por qué lo defiendes tanto, Bulma? —preguntó, su tono ahora más serio—. ¿Qué está pasando contigo?

Bulma lo miró confundida. —¿De qué estás hablando? No estoy defendiendo nada. Solo estoy diciendo que...

—¿Que debo dejarle su espacio? —Yamcha sacudió la cabeza, frustrado— Esto no tiene sentido, Bulma. Desde que ese tipo llegó, todo ha cambiado. Tú has cambiado.

Bulma abrió la boca para responder, pero no encontró las palabras. Yamcha la miró por un largo momento, como esperando una confesión que ella no estaba lista para dar.

Finalmente, él suspiró, su rostro reflejando cansancio y algo de decepción. —Voy a irme, Bulma. Necesito espacio.

Bulma dio un paso hacia él, su voz quebrada por la sorpresa. —¿Qué? ¿A dónde vas?

—No lo sé —respondió Yancha, evitando mirarla directamente— Necesito pensar. Iré con Puar, necesito relajarme.

Sin decir nada más, Yamcha se giró y comenzó a caminar hacia la casa. Bulma se quedó inmóvil en el jardín, viendo cómo su silueta desaparecía en la distancia. Su pecho se apretó con una mezcla de emociones que no podía descifrar del todo.

Cuando finalmente estuvo sola, se dejó caer en la banca, apoyando los codos en las rodillas y las manos en su frente. —¿Qué me pasa...? —murmuró en voz baja.

Su mente la traicionó inmediatamente, recordándole los momentos tensos que había compartido con Vegeta. Recordó su mirada, su postura firme, y cómo esa tensión entre ellos parecía crecer con cada interacción. Comparó esa sensación con lo que acababa de pasar con Yamcha. Aunque intentaba convencerse de que aún lo quería, algo dentro de ella le decía que ya no era lo mismo.

Bulma suspiró, mirando el cielo estrellado. Por primera vez, admitió en silencio que algo había cambiado dentro de ella. No sabía cuándo había comenzado exactamente, pero ahora, cada vez que veía a Vegeta, su corazón reaccionaba de una manera que no podía controlar ni entender.

Sentada en el banco, su mirada se perdió en el horizonte. La imagen de Yamcha alejándose le dejó una sensación de vacío, pero lo que la perturbaba más era que ese vacío no estaba acompañado de dolor, sino de confusión. Había esperado sentir algo más, quizás una punzada de tristeza o arrepentimiento, pero no fue así.

En cambio, su mente seguía regresando a él. A Vegeta. Ese hombre difícil, inaccesible, que parecía no importarle nadie, pero que de alguna forma había comenzado a ocupar un lugar en sus pensamientos.

—Esto es absurdo —se dijo a sí misma, cerrando los ojos con frustración.

Se levantó de la banca, intentando apartar esas ideas. Decidió regresar a la casa, pero a medida que avanzaba por el jardín, su mente seguía recordando las palabras de Yamcha. "¿Por qué lo defiendes tanto?" Había algo en esa pregunta que la inquietaba profundamente. No era solo por la situación en la cena, era algo más grande. Algo que no estaba lista para enfrentar.

Cuando entró a la casa, la encontró en silencio. Todos ya se habían retirado después de la cena, y las luces estaban bajas. Se dirigió a su habitación, intentando convencerse de que un buen sueño la ayudaría a aclarar su mente.

Mientras tanto, en otra parte de la casa, Vegeta permanecía despierto en su habitación. Estaba sentado en la cama, con los brazos cruzados y la mirada fija en la pared. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido en el laboratorio, en la cena, y en la forma en que Bulma había reaccionado.

Recordó la expresión de aquel inutil cuando se sentó en su lugar. Fue un gesto insignificante, pero para Vegeta, era una invasión. "¿Cómo se atreve?" pensó, sintiendo una pequeña chispa de ira que no lograba entender del todo. Lo que más lo irritaba era la forma en que Bulma había intervenido, tratando de mantener la paz. Ese pequeño detalle lo había hecho pensar en algo que llevaba días evitando: su creciente interés por ella.

—Es solo una terrícola... una insignificante terrícola —murmuró, como si esas palabras pudieran disipar sus pensamientos.

Pero no funcionaron. Su mente regresó al momento en el jardín cuando ella lo confrontó, a la forma en que lo miró directamente, sin miedo. Y, para su frustración, recordó cómo su mirada se había dirigido instintivamente a sus labios. No quería admitirlo, pero ella lo desconcertaba de una manera que nadie más había hecho antes.

Se levantó bruscamente de la cama y caminó hacia el balcón, dejando que el aire fresco de la noche enfriara su mente. Miró hacia el jardín y, por un momento, pensó en cómo las cosas podrían haber sido diferentes si no hubiera llegado a este planeta. Pero al mismo tiempo, algo en él sabía que esa conexión, esa tensión que compartía con Bulma, lo había cambiado de alguna manera.

Desde su balcón, divisó una luz en la habitación de Bulma. Por un instante, sintió una extraña necesidad de ir a verla, de decirle algo, cualquier cosa. Pero se detuvo.

—No. No voy a caer en eso —se dijo a sí mismo, girándose hacia el interior de su cuarto.

Cerró las puertas del balcón con fuerza, como si quisiera sellar cualquier pensamiento sobre ella. Sin embargo, en el fondo sabía que, por mucho que lo intentara, Bulma era una presencia que no podía ignorar.

Esa noche, ambos intentaron dormir, pero el peso de sus pensamientos y emociones los mantuvo despiertos mucho más tiempo del que estaban dispuestos a admitir.

.

El sonido de los tacones resonó en el suelo de mármol de la entrada de Corporación Cápsula mientras Bulma avanzaba con elegancia hacia la puerta principal. Su vestido negro, ceñido a su figura, resaltaba cada curva con una sutileza provocativa, mientras los tacones altos la hacían lucir aún más alta y majestuosa. Su cabello, suelto y brillante, caía en ondas naturales que complementaban su apariencia sofisticada.

Había regresado del congreso de tecnología donde había sido la oradora principal, y aunque estaba exhausta, se sentía orgullosa de los elogios recibidos por sus aportes innovadores en mecatrónica y sistemas de inteligencia artificial. Sin embargo, una cosa predominaba en su mente en ese momento: tenía hambre.

Al entrar en la casa, notó que todo estaba inusualmente silencioso. Miró el reloj en la pared y se dio cuenta de que aún faltaba para el almuerzo. Con un suspiro, decidió que lo mejor sería aprovechar el tiempo y buscar a su padre en el laboratorio para revisar los avances en la cámara de gravedad que Vegeta había solicitado.

El laboratorio estaba repleto de planos, herramientas y materiales dispersos, un caos organizado que solo el Dr. Brief podía comprender. Bulma abrió la puerta, encontrando a su padre inclinado sobre un conjunto de planos, frunciendo el ceño mientras calibraba un modelo a escala del alternador principal.

—¡Papá! —dijo Bulma, llamando su atención mientras se acercaba con determinación—. ¿Cómo va todo con la cámara de gravedad?

El Dr. Brief levantó la mirada y sonrió al verla. —¡Ah, Bulma! Justo estaba ajustando el alternador, pero me sigue preocupando que no sea lo suficientemente resistente para soportar 300 veces la gravedad. Este saiyajin está loco —dijo, riéndose entre dientes.

Bulma se acercó, observando los planos y los cálculos que su padre había estado haciendo. Con los brazos cruzados y una expresión pensativa, empezó a señalar algunas áreas.

—Mira, aquí el problema es la distribución de energía. Si ajustas los conductores en esta sección —dijo señalando un punto en el esquema— y amplías la capacidad de los estabilizadores, podrías evitar el sobrecalentamiento y aumentar la resistencia.

El Dr. Brief asintió mientras escuchaba atentamente las sugerencias de su hija. —Hmm, tienes razón. No había pensado en eso. Claro, si redirigimos el flujo, podríamos optimizar el rendimiento sin comprometer la estructura.

Mientras ambos discutían con entusiasmo las posibles soluciones, ninguno de los dos notó que Vegeta estaba allí.

Apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, el príncipe de los saiyajin observaba en completo silencio. Su mirada estaba fija en Bulma, y aunque intentaba mantener una expresión neutral, su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. No podía apartar los ojos de ella. Ese vestido negro, esos tacones que resaltaban sus piernas largas y bien torneadas, el brillo de su cabello... no queria admitirlo pero aquello simplemente lo desconcentraba.

Pero lo que más le impresionó no fue solo su apariencia, sino la forma en que hablaba. Sus sugerencias eran precisas, lógicas y llenas de una comprensión técnica que lo sorprendió. No esperaba que esa mujer, a la que él había considerado superficial y algo vulgar, pudiera ser tan brillante.

Cuando el Dr. Brief finalmente giró hacia la entrada, notó la presencia de Vegeta. —¡Oh! Vegeta, no nos dimos cuenta de que estabas aquí —dijo, sorprendido pero con una sonrisa afable.

Bulma, al escuchar el nombre, se tensó inmediatamente. Giró lentamente, y sus ojos se encontraron con los de Vegeta. Al verlo allí, observándola con esos ojos oscuros y penetrantes, sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Sus labios se entreabrieron ligeramente, pero no pudo articular palabra. Había algo en su mirada que la desarmó por completo, una intensidad que la hacía sentirse expuesta.

Pero Vegeta no dijo nada. Simplemente caminó hacia los planos que estaban sobre la mesa y empezó a observarlos con detenimiento, su atención aparentemente concentrada en los cálculos y diseños.

—Bueno, ya me saturé con todo esto —dijo el Dr. Brief, soltando un suspiro mientras se quitaba las gafas y las guardaba en el bolsillo de su bata—. Voy a tomar una taza de té. ¿Quieres venir conmigo, Bulma?

Bulma sacudió la cabeza, todavía algo desconcertada. —Tengo hambre… ¿ya está el almuerzo?

—¡Ah, cierto! —exclamó su padre, como si acabara de recordarlo—. Le diré a tu madre que disponga todo para que comamos.

Con una sonrisa amable, el Dr. Brief dejó el laboratorio, dejándolos solos. Bulma se preparaba para seguirlo, buscando escapar del ambiente tenso que ahora llenaba la habitación, pero antes de que pudiera dar un paso, sintió una mano sujetándola por la muñeca.

La calidez y la firmeza del agarre de Vegeta la detuvieron en seco. Giró lentamente, su corazón latiendo con fuerza, y sus ojos se encontraron con los suyos. La expresión de Vegeta no era dura ni intimidante esta vez; era seria, pero había algo diferente, algo que no podía identificar del todo. Su respiración se volvió más rápida mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo.

—Vaya… ahora veo que tu arrogancia... tienes con qué respaldarla. —dijo Vegeta, su tono bajo y directo, pero sin rastros de burla.

Bulma parpadeó, completamente atónita. —¿Qué… qué quieres decir con eso? —preguntó, tartamudeando ligeramente.

Vegeta mantuvo su mirada fija en ella, dejando que el peso de sus palabras se asentara antes de responder. —Que también sabes de ciencias —dijo finalmente, soltándole la muñeca, aunque su presencia todavía se sentía como una fuerza abrumadora— Tu padre ya está mayor, y es bueno que haya alguien que continúe su legado.

Bulma sintió cómo un escalofrío recorría su espalda ante esas palabras. Nunca habría imaginado que Vegeta, el príncipe de los saiyajin, pudiera decir algo tan… ¿reflexivo? Era extraño, inesperado, y la dejó sin saber cómo responder.

—¿Entonces es un cumplido? —cuestionó, todavía procesando lo que acababa de escuchar.

Pero Vegeta no dijo nada más. Simplemente giró sobre sus talones y volvió su atención a los planos, como si la conversación nunca hubiera sucedido.

Bulma permaneció inmóvil durante unos segundos, su mirada perdida en la figura de Vegeta, mientras intentaba calmar los latidos acelerados de su corazón. Finalmente, tomó aire y salió del laboratorio, todavía preguntándose qué significaban realmente esas palabras… y por qué la habían afectado tanto.

.

Ese mismo día…

—¡¿Sabes qué?! ¡Haz lo que quieras, Yamcha! ¡Me da igual! —gritó Bulma, antes de colgar el teléfono de golpe.

Sin contener su furia, arrojó el aparato sobre el sofá, Vegeta quien estaba dentro de la casa pero cerca a la biblioteca observó cómo luego caminaba hacia fuera de la casa con pasos rápidos y decididos. el Dr. Brief levantó la mirada, percibiendo también el estallido emocional de su hija. Con su usual tono despreocupado, comentó al aire:

—Parece que alguien está teniendo un día complicado.

Vegeta, sin decir una palabra, observó a Bulma desaparecer tras las puertas de la casa. Su expresión era inexpresiva, pero sus ojos mostraban curiosidad. Aunque intentó no prestarle demasiada atención, el impacto de su energía emocional era evidente incluso para él.

Unos minutos después, un ruido de aterrizaje en el jardín llamó la atención de Vegeta. Yamcha había llegado volando y ahora caminaba hacia la casa. Su rostro mostraba determinación mientras se dirigía al interior. Vegeta volvió a cruzarse de brazos, caminando hacia las afueras, pero con los sentidos agudos para captar lo que sucedía.

A través de las ventanas de la casi terminada capsula, Vegeta pudo ver a Yamcha encontrarse con Bulma en el jardin. Ella apareció con un semblante aún más enojado, y cuando Yamcha intentó sujetarla por la muñeca, ella lo soltó de un tirón, dejando en claro su molestia. Aunque no podía escuchar exactamente lo que decían, el lenguaje corporal de ambos revelaba una clara discusión.

Moviéndose de forma discreta, Vegeta se acercó lo suficiente a la ventana con los brazos cruzados mientras observaba supuestamente la manipulación del dr. Brief, sin embargo su mente estaba distraida en otro acontecimiento, sin poder evitar como su capacidad de analisis tomaba participación y su mirada se dirigia con sigilo sobre ellos.

—¡Eres un estúpido! —gritó Bulma, su voz clara a pesar de la distancia—. ¡Mis amigas me dijeron dónde te vieron, Yamcha! ¡Y no intentes negarlo!

—No es lo que estás pensando, Bulma. Te juro que no fue así —respondió Yamcha, con un tono desesperado.

—¿Sabes qué? —replicó ella, cruzando los brazos y fulminándolo con la mirada— No me importa. Haz lo que quieras, sal con quien quieras. Pero al menos ten la decencia de guardar las apariencias. ¡Eres mi novio, supuestamente!

Yamcha la miró, atónito. —¿Qué quieres decir con eso? ¿Que ya no te importa?

—¡Eso mismo! —contestó ella, su voz llena de frustración—. ¡No me importa! Puedes hacer lo que te dé la gana, si quieres sigue llengo a ese cabarette y has… lo que quieras… pero al menos no me hagas quedar como una idiota.

Yamcha se quedó en silencio por un momento antes de hablar. —Bulma, yo no estaría con nadie más. ¿Cómo puedes pensar eso? Yo te amo… —su voz se suavizó, pero Bulma soltó un suspiro de cansancio, desviando la mirada.

—¿Me amas? Como puedes decir eso, si te vas a esos lugares, mira, sinceramente ya no sé qué estamos haciendo juntos. —Su voz era firme, pero menos intensa.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Yamcha, herido.

—Que esto no tiene sentido —respondió ella, su tono más calmado pero lleno de reproche—. Ni siquiera ahora tenemos algo en común…

—¡Es por los androides, Bulma! —replicó Yamcha, defendiendo sus acciones— Sabes que no soy como Goku o Vegeta. No tengo su fuerza, pero estoy intentando mejorar.

Bulma rió, pero sin alegría. —¿De verdad, Yamcha? ¿Eso es lo que llamas intentar? —dijo con sarcasmo. —¿En carabarettes? —

Yamcha bajó la cabeza, claramente afectado por sus palabras. —No sé qué te pasa, Bulma. Has cambiado… Ya no eres la misma de antes, tal vez por eso, estamos tan distanciados…

Ella lo miró fijamente, sintiendo cómo sus palabras la golpeaban con una verdad que no podía ignorar. Había cambiado. Y lo sabía. Pero no estaba lista para enfrentar esa realidad.

—¿Estas excusandote? —

Yamcha la miro fijamente con cierta frustración, se toco sus cabellos pensando sus palabras, hasta que suspiro y se acerco un poco más y bajo el tono de su voz… —Bulma, esta bien, soy un idiota, no debi ir a ese lugar, pero… es que… tu y yo…—

Bulma arqueo una ceja ante su comentario… —¿Tu y yo que? —

—Tu y yo ya somos grandes, deberiamos estar juntos, tener mayor acercamiento, que se yo, algo más intimo… ¿entiendes? —

—¿Qué? —

—¿Acaso tu no lo quieres? ¿no te gustaria intentar algo asi? — cuestiono Yamcha realmente interesado, mostrando cierta frustración en su mirada. —Tu no me permites llegar a más, y eso…—

—¡Eres un idiota! Si eso es tanto lo que necesitas, entonces buscalo fuera de aqui— diciendo eso le avento un florero con fuerza y el tuvo que rapidamente esquibarlo, con eso, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la casa.

Yamcha suspiró, derrotado, mientras Puar aterrizaba a su lado.

—¡Volaste demasiado rápido, Yamcha! Apenas te alcancé… —dijo Puar, con preocupación.

Yamcha solo negó con la cabeza y lo miró en silencio, como si quisiera explicarle todo lo que acababa de pasar, pero sin saber cómo.

Desde la distancia, Vegeta observó la escena, su expresión fría y seria. Pero dentro de él, algo se agitaba de manera incómoda. Sin saber por qué, sintió que esa discusión le resultaba perturbante, irritante. al ser demasiado agil mentalmente no tuvo que adivinar para comprender de que trataba aquella discución, ni de lo que le exigia aquel idiota…

.

Bulma estaba en el jardín, rodeada de herramientas y piezas esparcidas por el suelo. Había pasado toda la mañana tratando de despejar su mente después de la tensa discusión con Yamcha. En lugar de rendirse ante el caos emocional, se había sumergido en su trabajo, concentrándose en un nuevo proyecto de drones de vigilancia. Sus manos trabajaban a toda velocidad, pero la tensión acumulada hacía que cometiera pequeños errores. Uno de los drones que estaba ajustando empezó a emitir un zumbido extraño.

—¡No, no, no! —exclamó, al ver que el dron comenzaba a elevarse de forma errática. Intentó desactivarlo rápidamente, pero en su afán por atraparlo, activó por error el mecanismo de disparo del rayo láser.

El láser salió disparado directamente hacia la cámara de gravedad de Vegeta, que en ese momento estaba en uso. El impacto hizo que la cámara emitiera un chasquido eléctrico y empezara a despedir humo. Bulma soltó el dron y se llevó las manos a la cabeza.

—¡Oh, no! ¡La cámara! —gritó, corriendo hacia el lugar del incidente.

Dentro de la cámara, Vegeta interrumpió su entrenamiento al sentir el repentino apagón. Con el torso cubierto de sudor y una expresión de furia creciente, salió del humo, mirando alrededor para encontrar al responsable. Al ver a Bulma acercándose, su mirada se endureció como el hielo.

—¡¿Qué demonios has hecho?! —rugió, su voz resonando con un tono grave y autoritario que hizo eco en el espacio.

—¡Fue un accidente! —replicó Bulma, tratando de recuperar el aliento—. Estaba probando un dron y… activé el láser por error.

—¿Un accidente? —Vegeta dio un paso hacia ella, su figura imponente y su expresión amenazante haciéndola retroceder un paso instintivamente—. ¡Tu "accidente" ha interrumpido mi entrenamiento!

—¡No tienes por qué gritarme! —exclamó ella, apuntándolo con un dedo—. ¡No fue intencional, y estoy tan molesta como tú! ¿Sabes cuánto trabajo me costó calibrar ese estúpido dron?

—¿Molesta? —Vegeta avanzó hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos. Su altura y postura la eclipsaban completamente—. ¡Eres una niña torpe, una mocosa mimada! Todo lo que tocas termina en desastre.

Bulma, que ya estaba al borde de sus límites, lo enfrentó directamente. —¿Mocosa mimada? ¡Mira quién habla! ¡Un ególatra insoportable que no sabe hacer otra cosa que gritar órdenes! ¡Si algo sale mal, no es mi culpa que no sepas cómo manejar tus berrinches!

Vegeta apretó los dientes, sus ojos centelleando con furia, y en un movimiento rápido, tomó a Bulma por el cabello, obligándola a inclinar la cabeza hacia atrás. Su agarre no era brutal, pero sí firme, lo suficiente como para dejar claro quién tenía el control.

—¡Suéltame! —exclamó Bulma, pero su voz perdió fuerza al encontrarse con su mirada. Los ojos de Vegeta eran como brasas ardientes, y su rostro estaba peligrosamente cerca del suyo. Pudo sentir el calor de su cuerpo, la intensidad de su respiración, y, por un momento, quedó completamente atrapada.

—Eres insoportable —murmuró él, su voz baja y tensa, con un tono que bordeaba lo personal.

—Y tú un imbécil... —respondió ella, pero su voz apenas era un susurro.

El mundo pareció detenerse. La cercanía entre ambos se volvió insoportablemente densa, cargada de algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. Y entonces, sin pensarlo, sus labios se encontraron. El beso no fue suave; fue un choque lleno de emociones reprimidas, de frustración, rabia y un deseo ardiente que ninguno podía controlar. Vegeta la atrajo más hacia él, sus manos firmes descendiendo hasta su cintura, mientras Bulma, como movida por un impulso desconocido, deslizó sus manos hacia su nuca, entrelazando los dedos en su cabello húmedo por el entrenamiento. La intensidad entre ambos creció rápidamente, el calor del momento envolviéndolos y haciéndolos olvidar el resto del mundo.

Vegeta no pudo contenerse ni ocultar su impulso. Con un movimiento firme, profundizó el beso, deslizando su lengua dentro de su boca, mientras Bulma lo jalaba más hacia ella, entregándose completamente al momento. Sus manos buscaban el contacto con su piel, pegándose a él, mientras el calor entre ambos se intensificaba. Vegeta, llevado por el deseo, comenzó a besar su clavícula y su cuello, dejando un rastro de caricias ardientes.

Bulma, respirando con dificultad, inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás, dándole mayor acceso. El escote de su suéter dejó entrever la delicada curva de sus senos, su piel blanca brillando con el leve reflejo de las luces de la cámara. El aroma de ella, era embriagador y adictivo para él, parecía envolverlo, llevándolo a perder completamente el control, sobre todo al evidenciar la quimica.

En un gesto cargado de intensidad, el tirante de su suéter se deslizó por su hombro, revelando más de su piel. Vegeta, con sus manos firmes, sostuvo con más fuerza sus cabellos, dominándola con cada beso, mientras ella con la mirada se lo permitia, y lo insentivaba a continuar, lo podia leer en sus ojos y en como lo sujetaba, con cierta urgencia, él Incapaz de resistir más ante aquella vista, llevó una de sus manos hacia su seno, apretándolo con una mezcla de deseo y necesidad, sintiendo algo tan intimo de ella por primera vez, arrancándole un gemido suave pero lleno de placer.

La cámara de gravedad, con su atmósfera cargada de humo y energía residual, se convirtió en el escenario perfecto para el acto. Todo en ese lugar parecía arder con la misma intensidad de sus emociones. Pero, justo cuando la tensión alcanzaba su punto más alto, un grito desde afuera rompió el momento como un trueno.

—¡¿Qué pasó aquí?! —era la voz de Bunny, la madre de Bulma, seguida rápidamente por el Dr. Brief y, pocos segundos después, por Yamcha.

Ambos se separaron de golpe, como si el peso del mundo cayera de repente sobre ellos. Sus respiraciones estaban agitadas, sus pechos subiendo y bajando mientras trataban de recuperar el control de sus cuerpos. Bulma no sabía dónde mirar; el calor seguía subiendo a sus mejillas, dejándola completamente desorientada. Vegeta, por otro lado, tenía la mandíbula apretada, intentando ocultar la tormenta interna que lo consumía.

Yamcha entró apresurado al lugar, y al ver el estado de Bulma, corrió hacia ella, tomándola por los hombros con preocupación. —¿Estás bien, mi amor? ¿Qué pasó aquí? —preguntó, su tono casi suplicante mientras revisaba su rostro.

Bulma, todavía atrapada en el torbellino de emociones, intentó sonreír de forma tensa, pero sus ojos seguían evitando los de Vegeta. La incomodidad era palpable, como si todo el aire hubiera salido de la habitación.

Vegeta, que había permanecido inmóvil, levantó lentamente la cabeza, clavando su mirada en Yamcha. Sus ojos oscuros eran fríos, casi crueles, y su expresión estaba cargada de una mezcla de disgusto y desprecio. Pero lo que más llamó la atención fue cómo desvió esa mirada hacia Bulma, su desagrado intensificándose. Era una mirada que la hizo sentirse expuesta, vulnerable, y culpable de algo que ni siquiera entendía del todo.

Bulma, al notar esa mirada, sintió un nudo formarse en su estómago. No sabía qué cara poner, cómo actuar. Su mente era un caos. Sabía que no podía explicar lo que acababa de ocurrir, ni siquiera a sí misma. Sus labios todavía ardían por el beso, y esa sensación la abrumaba tanto como la intensidad de los ojos de Vegeta sobre ella.

—Lárguense todos de mi cámara —ordenó Vegeta de pronto, su tono cortante como un cuchillo. Su voz resonó con autoridad, rompiendo la tensión de la sala— Sólo él que se quede para arreglar esto. — menciono dirigiendose al dr. Brief.

Sin esperar una respuesta, giró con brusquedad, dando la espalda a todos. Mientras lo hacía, su rostro mostraba una mezcla de furia contenida y algo más que nadie podía descifrar. Caminó hacia una esquina, su postura rígida como si estuviera luchando consigo mismo.

Bulma quiso decir algo, pero las palabras no salieron. Se limitó a mirar cómo Vegeta se alejaba, sintiendo el peso de lo que acababa de suceder. Yamcha, todavía confundido, intentó calmarla, pero su voz apenas llegaba a sus oídos.

La tensión en la cámara de gravedad era innegable, y aunque nadie más sabía lo que realmente había ocurrido, la atmósfera entre Vegeta y Bulma hablaba por sí sola.

Continuará…

Hola queridos Lectores.

Les traigo este capitulo, espero les guste, y me dejen tus apreciaciones en los comentarios, por otro lado espero hayan pasado un Linda Navidad…

Nos vemos pronto

AMAPOL