El sol de Naboo se filtraba por las grandes ventanas de la mansión Dursley, iluminando las impecables alfombras y los muebles de madera pulida. La casa exudaba lujo y perfección, pero en uno de sus rincones oscuros, lejos de las áreas principales, Harry Potter vivía una realidad completamente distinta. Su "habitación", una pequeña despensa reconvertida, era un espacio apenas suficiente para una cama estrecha y una lámpara vieja. Era el único rincón de la mansión donde el brillo del exterior no llegaba, y a Harry le parecía que aquello encajaba con su vida.
Desde que podía recordar, Harry había sido tratado como un intruso en la casa. Mientras Dudley, su primo, disfrutaba de todas las comodidades, Harry era ignorado, despreciado o, peor aún, castigado por cosas que ni siquiera entendía.
"¡Límpiate los zapatos antes de entrar, chico!"rugía Vernon Dursley cada vez que Harry cruzaba la puerta trasera.
"¡No toques eso, Mounstro! Dudley lo necesita más que tú,"añadía Petunia, cada vez que lo encontraba mirando uno de los juguetes de su primo.
Sin embargo, lo que más les molestaba no era su presencia, sino lo que llamaban "sus rarezas". Cosas que Harry nunca podía explicar, como el día en que Dudley intentó empujarlo al estanque y él, de alguna forma, apareció en la orilla contraria sin haberse movido. O cuando las luces parpadeaban en momentos de frustración o miedo. Estas "anormalidades" solo alimentaban el desprecio de Vernon y Petunia.
"No quiero más de esas tonterías en mi casa,"gruñía Vernon, amenazante."Si lo haces otra vez, te arrepentirás."
Harry nunca entendió por qué sucedían esas cosas, pero aprendió a temerlas, porque cada vez que algo extraño ocurría, el castigo no tardaba en llegar.
La tarde comenzó como cualquier otra para Harry. Vernon Dursley estaba más gruñón de lo habitual, mascullando cosas mientras revisaba mensajes en su comunicador. Sin embargo, algo en su tono parecía diferente, más inquietante. Petunia, por su parte, evitaba a Harry por completo, lanzándole solo miradas rápidas y nerviosas.
Al caer la noche, Vernon apareció en la despensa donde Harry estaba recluido. Su sombra bloqueaba la poca luz que entraba, y su voz sonó fría y sin emociones.
"Levántate, chico. Vamos al puerto estelar."
Harry no entendía por qué su tío necesitaba llevarlo al puerto, pero no se atrevió a preguntar. Aprendió desde muy pequeño que preguntar solo le traía problemas. Sin decir una palabra, se calzó las zapatillas desgastadas que le quedaban grandes y siguió a Vernon por la entrada trasera de la mansión.
El trayecto al puerto estelar fue silencioso. Harry caminaba unos pasos detrás de su tío, sintiendo que algo iba terriblemente mal. Cuando llegaron, la inmensidad del lugar lo sobrecogió: naves de todas formas y tamaños llegaban y partían en un flujo constante, llenando el aire con el rugido de motores y el olor a aceite quemado.
Vernon lo llevó directamente hacia una nave oscura y desgastada, estacionada en un rincón apartado del puerto. Frente a la rampa, un hombre alto y corpulento esperaba con los brazos cruzados. Sus cicatrices y el brillo peligroso en sus ojos lo hacían ver intimidante. Este era Zarrik Vane, un contrabandista que operaba en los bordes más sombríos de la galaxia.
Vernon se detuvo frente a él y le lanzó una sonrisa tensa.
"Aquí está el muchacho," dijo, señalando a Harry como si fuera un paquete de mercancía.
Zarrik examinó a Harry con una mirada calculadora.
"¿Qué puedes decirme de él?" preguntó, sin siquiera dirigirse al niño directamente.
Vernon se enderezó, como si estuviera vendiendo un producto cualquiera.
"Ha sido una carga desde que llegó. Pero no es completamente inútil. Lo hemos puesto a trabajar en cosas simples: limpiar, cocinar, hacer reparaciones menores. Es obediente cuando se le da una orden clara, aunque a veces puede ser un poco... raro."
Zarrik levantó una ceja.
Ya sabes, hace cosas... extrañas. A veces parece que los objetos se mueven solos cuando está cerca. Pero no hay nada malo en él, solo necesita disciplina. Seguro puedes encontrarle algún uso."
Zarrik observó a Harry un momento más, como si estuviera evaluando cuánto podía valer. Finalmente, hizo un gesto a uno de sus hombres. Dos contrabandistas bajaron de la nave y avanzaron hacia Harry. Fue en ese momento que el niño entendió que algo estaba terriblemente mal.
"¿Tío Vernon? ¿Qué está pasando?" preguntó, dando un paso atrás.
Pero Vernon no respondió. Simplemente miró hacia otro lado mientras los hombres lo sujetaban.
Finalmente, Vernon lo miró con una expresión fría, desprovista de cualquier emoción.
"Ya no eres nuestro problema, muchacho. Haz lo que te digan."
Harry luchó, intentando liberarse de los hombres que lo arrastraban hacia la rampa de la nave, pero ellos eran mucho más fuertes. Antes de que la rampa se cerrara detrás de él, Harry alcanzó a gritar una última vez:
"¡Tío Vernon, por favor!"
La última imagen que tuvo de su tío fue la de un hombre que le daba la espalda, alejándose sin mirar atrás.
Dentro de la nave, Harry fue arrojado a una celda metálica junto a otros niños. A pesar de estar rodeado por el llanto y los murmullos de los demás, todo lo que Harry podía oír en su mente era la voz de Vernon:"Ya no eres nuestro problema."Por primera vez en su vida, Harry sintió un vacío absoluto. No había hogar, no había respuestas, solo un oscuro futuro a bordo de una nave que lo llevaría a lo desconocido.
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La nave de Zarrik Vane era un mundo de acero frío y rugidos constantes. Harry, encadenado a una celda diminuta junto a otros niños, no podía ver más allá de los barrotes oxidados que lo rodeaban, pero el eco de las pisadas pesadas de los contrabandistas resonaba como una amenaza constante.
Los otros niños lloraban o se acurrucaban en silencio, mientras Harry se sentaba al borde de su celda, con la mirada perdida. La voz de Vernon seguía resonando en su mente:"Ya no eres nuestro problema."
Pero no pasó mucho tiempo antes de que Zarrik notara algo diferente en Harry. Recordaba bien lo que Vernon le había dicho sobre el niño: cosas que "se movían solas", "extrañas coincidencias". El contrabandista, un hombre astuto con un buen ojo para las oportunidades, había escuchado rumores en el pasado sobre algo llamado "la Fuerza". Era un poder que los Jedi usaban antes de que el Imperio los destruyera. Zarrik no entendía mucho sobre ello, pero sabía que cualquiera con esas habilidades valía mucho dinero.
Una tarde, mientras inspeccionaba a los prisioneros, Zarrik se detuvo frente a la celda de Harry. Observó cómo el chico estaba sentado, aparentemente calmado, pero con una tensión subyacente en su postura, como un animal atrapado.
"Tú eres diferente, chico," murmuró Zarrik, inclinándose hacia él. "¿Sabes por qué tu tío me vendió?"
Harry levantó la mirada, confundido y asustado. No respondió, pero Zarrik sonrió con un destello de astucia en los ojos.
"No importa si lo sabes o no. Yo tengo una teoría. Tal vez tienes algo... especial. Algo que podría ser úti"
Harry no entendía a qué se refería, pero antes de que pudiera preguntar, Zarrik abrió la celda y lo arrastró fuera.
Zarrik llevó a Harry a una de las áreas de entrenamiento improvisadas de la nave, un espacio desordenado lleno de chatarra y cajas metálicas. Allí, le entregó un rifle bláster viejo, uno de los modelos que solían usar los droides de combate B1 durante las Guerras Clon.
"Escucha, chico," dijo Zarrik, inclinándose hacia él. "Voy a enseñarte algunas cosas. Cosas que te harán útil para mí. Pero si no haces exactamente lo que te digo, te venderé a alguien que sepa qué hacer contigo. Gente como... el Imperio. O tal vez esa 'Academia de las Sombras' que he oído mencionar. Ellos pagan bien por raritos como tú".
Harry sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. No sabía qué era esa "Academia de las Sombras", pero el tono de Zarrik dejaba claro que no quería averiguarlo. Sin embargo, obedeció, tomando el rifle con manos temblorosas.
Zarrik lo puso a disparar contra blancos improvisados: latas, paneles metálicos y restos de droides que habían acumulado durante años de saqueos. Al principio, Harry falló casi todos los disparos. Los contrabandistas que observaban rieron entre dientes, burlándose de él.
"Vamos, rarito," dijo uno. "¿Eso es todo lo que tienes?"
Pero algo cambió en Harry cuando empezó a concentrarse. Cerró los ojos por un momento, respiró profundamente y apuntó de nuevo. Este disparo fue certero, impactando justo en el centro del objetivo. Zarrik se detuvo, sorprendido, pero no dijo nada. Harry continuó disparando, acertando más y más veces. No sabía cómo lo hacía, pero cada vez que apretaba el gatillo, sentía como si algo lo guiara, como si las balas encontraran su camino por sí solas.
Zarrik lo miró con una mezcla de satisfacción y recelo.
"Interesante," murmuró. "Tal vez no eres solo suerte, chico."
Aunque Zarrik le enseñaba lo básico sobre el manejo del bláster, Harry no estaba libre de la rutina de los demás prisioneros. Pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su celda, con apenas agua y comida suficientes para sobrevivir. Durante el día, los contrabandistas lo obligaban a trabajar en tareas básicas: limpiar pasillos, organizar cajas de suministros y, ocasionalmente, reparar pequeños paneles en las paredes de la nave.
Sin embargo, las sesiones de "entrenamiento" con Zarrik se volvieron más frecuentes. Zarrik lo ponía a disparar desde diferentes distancias y ángulos, incluso bajo presión, como cuando otros contrabandistas lanzaban objetos hacia él para distraerlo. Harry mejoraba rápidamente, y aunque Zarrik lo atribuía a algún talento natural, Harry comenzaba a notar algo más.
En las noches, mientras estaba en su celda, Harry reflexionaba sobre lo que había sucedido durante el día. Cuando disparaba el bláster, sentía que el arma y él se movían como una extensión uno del otro. Cerraba los ojos y podía ver el objetivo en su mente antes de disparar. Y no era solo eso. Comenzaba a notar cosas que antes no percibía: las emociones de los contrabandistas, el miedo de los otros niños, incluso los movimientos de las personas en habitaciones cercanas.
En las noches, en la soledad de su celda, Harry empezó a experimentar con estas sensaciones. Cerraba los ojos e intentaba concentrarse, expandiendo ese extraño sentido que le permitía "sentir" a las personas a su alrededor. Podía distinguir la furia latente de Zarrik, la indiferencia de algunos contrabandistas y el miedo palpable de los niños cautivos. Era como si pudiera ver el mundo de una manera diferente, no con los ojos, sino con algo más profundo.
"¿Qué me está pasando?" se preguntaba en voz baja, aunque no había nadie para responder.
A medida que sus sentidos se agudizaban, Harry comenzó a practicar en secreto. En sus momentos de soledad, usaba las emociones que sentía para prever los movimientos de los contrabandistas cuando pasaban cerca de su celda. Intentaba mover pequeños objetos, como las cadenas que lo mantenían prisionero, aunque solo lograba hacerlos temblar ligeramente.
Aunque no entendía lo que estaba sucediendo, Harry sabía que no debía revelar estas habilidades. Algo le decía que, si Zarrik descubría lo que realmente podía hacer, lo usaría para algo mucho peor.
A pesar de todo, Harry no dejó de buscar una salida. Había aprendido lo básico de los contrabandistas: cómo disparar un bláster, cómo reparar pequeñas máquinas y cómo soportar el abuso sin quebrarse. Sin embargo, algo dentro de él crecía día a día, algo que lo hacía diferente. Aunque no podía explicarlo, sabía que algún día ese "algo" sería su llave para escapar.
Por ahora, todo lo que podía hacer era esperar, practicar y mantener la esperanza.
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El tiempo se volvió una mezcla confusa de días y noches dentro de la nave. A medida que los meses transcurrían, Harry comenzó a adaptarse a la vida con los contrabandistas. Su miedo inicial no había desaparecido, pero ahora lo usaba para mantenerse alerta, para aprender cada detalle sobre la tripulación y el funcionamiento de la nave. Sin embargo, una sombra constante se cernía sobre él: el destino de los otros niños.
De vez en cuando, Zarrik hacía "negocios" en los puertos espaciales o en planetas alejados del Núcleo. Cada vez que eso ocurría, algunos de los niños desaparecían. Harry no necesitaba preguntar qué sucedía con ellos; las miradas sombrías de los que quedaban lo decían todo. Esos niños eran mercancía, y cuando Zarrik encontraba un comprador, los entregaba sin pensarlo dos veces. Cada desaparición reforzaba el miedo de Harry y lo impulsaba a pensar en su propia escapatoria.
A medida que Harry observaba los movimientos de los contrabandistas, comenzó a identificar patrones. Sabía que Zarrik prefería ciertos planetas en el Borde Exterior para sus negocios y que en esos lugares la tripulación bajaba la guardia. También sabía que los puertos espaciales eran caóticos, llenos de gente que no hacía preguntas. Si tenía que escapar, ese sería el momento ideal.
En las noches, encerrado en su celda, Harry repasaba una y otra vez posibles planes de fuga. Había memorizado los pasillos de la nave y las zonas menos vigiladas, y cada vez que se le daba la oportunidad, tomaba pequeñas herramientas o piezas de repuesto para construir algo útil. No tenía claro cómo lo haría, pero sabía que debía estar listo.
Una de las pocas cosas que aliviaban la monotonía de la nave era el entrenamiento con los blásters. Los contrabandistas, a pesar de su rudeza, disfrutaban de practicar disparos en su tiempo libre. Organizaban competencias improvisadas, apostando créditos, turnos de guardia o incluso raciones de comida. Harry, que se había vuelto muy bueno con el rifle, observaba estas apuestas con atención.
Un día, mientras limpiaba la zona de práctica después de una de las sesiones, uno de los contrabandistas, un hombre llamado Threx, lo retó.
"¿Qué dices, chico? ¿Crees que puedes vencerme?" dijo con una sonrisa burlona.
Harry levantó la mirada, dudando, pero algo dentro de él lo impulsó a aceptar.
"¿Y si gano?" preguntó con calma.
"Si ganas, te doy mis raciones de esta semana. Si pierdes, limpias mis botas por un mes," respondió Threx, riendo.
Los demás contrabandistas se reunieron alrededor, ansiosos por ver el espectáculo. Harry tomó el rifle y se colocó frente al campo de tiro improvisado. El desafío era simple: acertar a más blancos móviles que Threx en un tiempo limitado. Harry cerró los ojos un momento, respiró hondo y dejó que esa sensación extraña, esa guía invisible que había sentido antes, lo envolviera.
Cuando comenzó, sus disparos fueron certeros, uno tras otro, golpeando los blancos con precisión perfecta. Los contrabandistas murmuraban entre ellos, sorprendidos por su puntería. Al final, Harry ganó por un amplio margen, y Threx, aunque molesto, le entregó sus raciones. Fue el primer pequeño triunfo de Harry desde que había sido capturado.
Las competencias se convirtieron en algo más frecuente para Harry. Al principio, solo participaba por necesidad, para ganar algo extra que lo ayudara a sobrevivir. Pero pronto descubrió que también podía obtener créditos, los cuales guardaba en secreto. Lo que más le sorprendió fue que Zarrik no lo detuvo. De hecho, un día lo observó desde lejos mientras vencía a otro contrabandista.
Cuando la competencia terminó, Zarrik se acercó lentamente, con una sonrisa que parecía tan calculada como peligrosa.
"Así que ahora eres nuestro pequeño francotirador profesional, ¿eh?" dijo, con tono burlón. Harry se tensó, esperando algún tipo de castigo.
"Relájate, chico," continuó Zarrik, riéndose. "Mientras ganes, no me importa. De hecho, es divertido verte humillar a esos inútiles."
Zarrik le dio una palmada en el hombro y se fue, dejando a Harry confundido pero aliviado. Esa reacción le dio confianza para seguir participando, pero también reforzó su determinación de escapar. Si Zarrik encontraba útil su talento, eso significaba que Harry tenía algo que ofrecer, y tal vez, solo tal vez, eso le daría la oportunidad de liberarse.
Con cada crédito que ganaba y cada detalle que observaba, el plan de Harry se volvía más claro. Sabía que su oportunidad llegaría en uno de los puertos espaciales del Borde Exterior, donde la tripulación solía dispersarse y beber hasta perder la noción del tiempo. Solo necesitaba esperar el momento adecuado.
Mientras tanto, seguía practicando en secreto con la Fuerza. Por las noches, en su celda, expandía su percepción, tratando de detectar los movimientos de los contrabandistas e incluso las emociones de los otros prisioneros. Aunque no entendía completamente lo que hacía, sabía que esa habilidad sería crucial para su escape.
Harry no podía predecir cuándo llegaría su oportunidad, pero algo dentro de él, un instinto profundo y silencioso, le decía que estaba cerca. La vida con los contrabandistas había sido un infierno, pero lo había hecho más fuerte. Ahora solo faltaba un paso más para recuperar su libertad
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Fue durante uno de los muchos dias de aburrimiento en su celda cuando sucedio, Harry estaba sentado en el rincón de su celda, descansando después de otro día de trabajo forzado y entrenamientos en el campo de tiro. Los contrabandistas no le habían dado tareas adicionales esa noche, y aunque la celda fría y oscura nunca era un lugar agradable, al menos tenía algo de paz. Cerró los ojos, dejando que su mente se expandiera como lo había estado practicando, intentando sentir los movimientos y emociones en la nave.
De repente, un ruido fuerte rompió la tranquilidad. La puerta del corredor se abrió de golpe, y dos contrabandistas entraron arrastrando a alguien. Ambos estaban heridos, con rasguños y marcas visibles en sus rostros y brazos. Uno de ellos sostenía una mano en el costado, como si intentara detener el sangrado de una herida reciente. Entre maldiciones y gruñidos, lanzaron a su prisionera al suelo metálico con brusquedad.
Harry se levantó de inmediato, aferrándose a los barrotes para ver mejor. La prisionera era una niña, de su edad aproximadamente, con el cabello castaño oscuro revuelto y unos ojos marrones encendidos de rabia. Su ropa, un conjunto práctico pero ahora desgarrado y sucio, indicaba que venía de una familia de buen estatus, aunque eso no parecía haber importado a los contrabandistas. Incluso en su estado actual, con el rostro manchado de tierra y un leve corte en la frente, había algo feroz en su expresión.
"Maldita mocosa," gruñó uno de los contrabandistas, limpiándose la sangre del labio partido."No puedo creer que nos hiciera esto."
La niña, aunque atrapada, no mostraba miedo. Incluso mientras uno de los hombres intentaba inmovilizarla, seguía forcejeando, pateando y golpeando con tanta fuerza que parecía increíble que alguien de su tamaño pudiera causar tanto caos.
"¡Déjenme ir, idiotas!" gritó, con un tono desafiante que resonó por todo el corredor. "Cuando mi familia venga por mí, van a desear no haber nacido."
Harry observó la escena con una mezcla de asombro y diversión. Los contrabandistas finalmente lograron arrastrarla hasta la celda junto a la suya y la arrojaron dentro, cerrando la puerta de golpe. Uno de ellos, el más herido, se giró hacia Harry, quien estaba observando con una ligera sonrisa burlona.
"¿Qué miras, rarito?" gruñó el hombre.
Harry no perdió la oportunidad de responder.
"Solo me pregunto cómo una niña de su tamaño logró dejarles ese desastre en la cara."
Las risas que se escucharon de otros contrabandistas en el fondo del pasillo fueron suficientes para encender la furia del hombre. Sin pensarlo, levantó el bláster que llevaba y golpeó a Harry con la culata directamente en el hombro, haciendo que cayera al suelo.
"Tal vez eso te enseñe a cerrar la boca," dijo, escupiéndole cerca antes de marcharse con su compañero.
Harry se levantó lentamente, masajeándose el hombro con una mueca de dolor. Se acercó a los barrotes que separaban su celda de la de la niña, quien lo miraba con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
Ahora que la niña estaba más cerca, Harry pudo observarla mejor. Su cabello castaño caía en mechones desordenados alrededor de su rostro, y sus ojos, aunque duros por la situación, brillaban con inteligencia y determinación. A pesar de su ropa desgarrada, había algo en su postura que reflejaba orgullo, incluso en una celda sucia como aquella.
La niña también lo miró, con los ojos entrecerrados, como si intentara decidir si él era un enemigo o alguien de confianza. Antes de que pudiera decir algo, Harry habló primero.
"Un consejo," dijo con un tono bajo pero firme. "Baja la voz si quieres evitar que te golpeen como a mí."
La niña alzó una ceja, claramente poco impresionada.
"¿Y tú quién te crees para darme consejos?"
Harry sonrió un poco, a pesar del dolor en el hombro.
"Solo alguien que lleva suficiente tiempo aquí para saber cuándo no vale la pena discutir."
La niña lo miró en silencio por un momento, antes de recostarse contra la pared de su celda con los brazos cruzados. Aunque no lo admitiera, parecía estar considerando sus palabras.
El chirrido metálico de los barrotes al cerrarse fue el sonido que marcó el final de otro largo día para Harry Potter. Los contrabandistas lo habían obligado a limpiar los pasillos inferiores de la nave, un lugar oscuro y sofocante lleno de maquinaria y cables desordenados. Sus manos estaban sucias, sus músculos dolían, y el cansancio pesaba sobre él como una losa. Sin embargo, al menos esta vez no lo habían golpeado, lo cual, en su situación, consideraba una pequeña victoria.
Harry se dejó caer contra la pared fría de su celda, cerrando los ojos y respirando profundamente. Era un ritual casi automático después de las largas jornadas de trabajo forzado. En la oscuridad, trataba de relajarse y dejar que sus pensamientos se disiparan, como si el simple acto de concentrarse pudiera ahuyentar el miedo y el agotamiento.
Fue entonces cuando escuchó la primera patada contra la pared.
"Esto apesta" exclamó una voz desde la celda contigua.
Harry abrió los ojos y se quedó inmóvil por un momento. Aunque sabía que había alguien más al otro lado de la pared, nunca habían hablado. La voz era femenina, fuerte y frustrada. Antes de que pudiera procesar del todo lo que había escuchado, la misma voz volvió a hablar.
"Esto realmente apesta."
Harry no pudo evitar rodar los ojos. Alguien estaba más molesto de lo habitual.
"¿Puedes bajar el ruido ahí dentro?"respondió Harry finalmente, su tono cargado de cansancio pero con una pizca de sarcasmo.
La respuesta fue inmediata. "¿Quién está ahí?" preguntó la voz, esta vez con lo que parecía un intento de sonar valiente.
"¿Ya lo olvidate? Tu vecino de celda" respondió Harry con tranquilidad, sin molestarse en moverse de su lugar contra la pared.
"¿Eres un fantasma?" preguntó ella, con un tono que dejaba entrever miedo genuino.
El silencio que siguió fue deliberado. Harry podía sentir que la chica al otro lado esperaba una respuesta. Finalmente, habló con un tono evidentemente sarcástico.
"Sí, morí y decidí atormentar la celda junto a la tuya."
Eso pareció irritarla. "Bueno, ¿cómo es que hasta ahora te oigo?" replicó, claramente molesta.
"...porque nuestro querido captor ha prestado especial atención a mis... rarezas" respondió Harry en voz baja, sus palabras teñidas de un rastro de amargura.
Jaina se estremeció al escuchar eso. Sabía bien lo que significaba recibir "atención especial" de los contrabandistas. Había visto cómo la brutalidad se intensificaba con los niños que desobedecían o simplemente no cumplían con las expectativas de Zarrik. Si este chico había sido señalado, debía de ser alguien especialmente problemático.
"¿Estás bien?" preguntó ella con cautela, bajando la voz.
"...nada que una buena noche de descanso no arregle"respondió Harry, dejando que el sarcasmo cubriera su verdadero agotamiento.
Jaina no estaba segura de si creerle. Ella misma tenía cicatrices, físicas y emocionales, de las "disciplinas" que los contrabandistas aplicaban. Aunque no lo conocía, esperaba que él realmente estuviera bien.
"Entonces... ¿cuál es tu nombre?" preguntó Jaina después de un momento, intentando cambiar el tema.
"...Harry Potter, ¿y el tuyo?" respondió él, con algo de desconfianza aún en su voz.
"Soy Jaina Solo, un placer conocerte," dijo Jaina, tratando de sonar más alegre de lo que se sentía realmente. "Entonces, Harry, ¿qué hiciste para terminar aquí?"
Harry guardó silencio un momento antes de murmurar. "...por ser un fenómeno."
Jaina apenas alcanzó a escucharlo, pero lo que oyó le dejó un mal sabor en la boca. ¿Quién podría haberlo llamado así? Apretó los puños, recordando las lecciones de su madre sobre respeto y dignidad. Antes de que pudiera decir algo, Harry continuó, esta vez en voz alta.
"Mi... tío... me vendió a nuestro querido captor hace unos meses" dijo con frialdad, sin darse cuenta de que ella había escuchado su primera respuesta.
"V-Vaya" dijo Jaina, sin poder ocultar su sorpresa. Algo en sus palabras resonó en su mente. "Espera, ¿llevas meses aquí?"
"Sí, ¿por qué?" respondió Harry con curiosidad.
"Bueno, ¿por qué no has intentado escapar?" preguntó Jaina, ahora con desconfianza. Desde el primer día, ella y Jacen habían intentado escapar, fallando solo porque no conocían bien la nave. ¿Cómo alguien podía pasar semanas allí sin intentarlo?
"...¿y a dónde iría?"respondió Harry, su voz impregnada de un cansancio que iba más allá de lo físico, pensando en como ya tenia establecido un plan pero por alguna razon... una parte de el le aterraba el no tener a donde ir.
"A tu familia, ¡por supuesto!" exclamó Jaina como si fuera la respuesta más obvia.
El silencio que siguió fue pesado, casi palpable. Jaina supo de inmediato que había dicho algo mal.
"No tengo a dónde ir," dijo Harry finalmente, con una voz plana y vacía.
Jaina se sintió culpable, pero en lugar de insistir, decidió que al menos podían ayudarse mutuamente mientras estuvieran atrapados allí.
"Bueno, ya estás aquí, así que ¿por qué no intentamos mantenernos vivos juntos?" propuso finalmente.
Harry permaneció en silencio por un momento antes de responder con un leve suspiro."Sí, supongo que eso tiene sentido."
Esa conversación marcó el inicio de algo inesperado. Mientras compartían sus pensamientos y temores, Jaina se dio cuenta de que, a pesar de la situación, había encontrado a alguien con quien hablar y, quizás, a alguien en quien confiar. Harry, por su parte, aún no estaba seguro de qué pensar de su nueva vecina, pero algo en ella le inspiraba una chispa de esperanza.
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Al día siguiente amboshablaron de muchas cosas durante horas: gustos, disgustos e incluso tuvieron una pequeña discusión sobre quién sería el mejor piloto. Jaina estaba segura de que él terminaría aceptando la verdad con el tiempo. Justo entonces, sonó la alarma que señalaba la hora del almuerzo.
La puerta de su celda se abrió, y al salir miró hacia su derecha, donde estaba la celda de su nuevo amigo, y lo vio por primera más bajo de lo que esperaba considerando que era un año mayor que ella. Era casi de su altura, y aceptó, en la privacidad de su mente, que era más baja de lo promedio. Echó la culpa a los genes de su madre. Tenía un cabello alborotado que parecía como si acabara de levantarse, lo cual era una posibilidad, tan negro como el espacio entre las estrellas. Era delgado, tal vez por la falta de buena comida que les daban allí, pero sospechaba que eso solo era la mitad de la historia.
Todo esto lo notó después porque lo que más la impresionó fueron sus ojos eran de un verde esmeralda intenso que parecía mirar directamente a su alma. Se sintió desnuda bajo su mirada, y toda su valentía desapareció. Luego, sus ojos se suavizaron y, de repente, ella se sintió mejor.
"Es bueno finalmente verte", dijo Jaina con descaro.
Harry sonrió. "Igualmente."
El comedor era un espacio desolado, apenas iluminado por luces parpadeantes incrustadas en el techo metálico. Las mesas estaban alineadas de forma ordenada, pero la atmósfera sombría hacía imposible que nadie las asociara con algo parecido a una comida en familia. Harry y Jaina se sentaron juntos después de recoger sus bandejas, que contenían una ración mínima de comida apenas comestible.
Mientras se acomodaban, Harry notó que Jaina miraba a alguien más. Siguió la dirección de su mirada hasta un chico que se acercaba, con una expresión de alivio al verla. Su parecido era inconfundible.
"¡Jacen!" exclamó Jaina en voz baja, levantándose para abrazarlo rápidamente antes de volver a sentarse.
"¿Estás bien?" preguntó Jacen, ignorando la comida frente a él mientras examinaba a su hermana.
"Sí, estoy bien. Pero tengo a alguien que quiero que conozcas" dijo Jaina, señalando a Harry. "Jacen, este es Harry Potter, mi vecino de celda. Harry, él es mi hermano gemelo, Jacen."
Harry inclinó la cabeza a modo de saludo. "Un gusto conocerte."
Jacen lo evaluó rápidamente, como si intentara decidir si podía confiar en él. Después de un momento, asintió. "El gusto es mío. Cualquier amigo de Jaina probablemente sea igual de rebelde."
Jaina le dio un codazo ligero en el brazo, pero Harry sonrió, notando la conexión natural entre los dos hermanos. Había algo en ellos que le resultaba tranquilizador, como si juntos pudieran enfrentarse a cualquier cosa.
Mientras fingían comer, los tres comenzaron a hablar en voz baja. Jaina y Jacen, como era típico de ellos, estaban discutiendo ideas para escapar. Harry los escuchó al principio, intrigado por su confianza. Los gemelos hablaban con una precisión y una pasión que reflejaban semanas de planificación, aunque sus ideas seguían siendo vagas debido a su falta de conocimiento sobre la nave.
Finalmente, Harry no pudo contenerse más. Bajó la voz y se inclinó hacia ellos.
"Tengo un plan" dijo, casi susurrando.
Ambos lo miraron con sorpresa. Jacen arqueó una ceja. "¿Un plan? ¿Por qué no lo has usado ya?"
Harry se encogió de hombros, su mirada seria."Porque no puedo hacerlo solo. Pero creo que juntos podríamos lograrlo."
La curiosidad brilló en los ojos de Jaina. "Está bien, Potter. Estamos escuchando. ¿Qué tienes?"
Harry respiró hondo antes de explicar lo que había estado pensando durante semanas. "He notado que los contrabandistas bajan la guardia en los puertos espaciales. Allí es donde se emborrachan, apuestan y se distraen. Mi idea es esperar hasta que estemos en un puerto concurrido. Hay un conducto de mantenimiento que cruza por el área de carga. Si logramos salir de nuestras celdas y cruzar ese conducto, podríamos mezclarnos con los trabajadores del puerto."
Jaina frunció el ceño, pensando. "¿Y cómo salimos de las celdas?"
Harry sonrió levemente. "He estado reuniendo piezas de repuesto cuando me mandan a limpiar o reparar cosas. Puedo construir una herramienta para abrir las cerraduras. No es perfecta, pero debería funcionar."
Jacen asintió lentamente. "Es un buen inicio, pero hay muchas variables. ¿Qué pasa si nos ven cruzar el área de carga? ¿Y qué hacemos después de llegar al puerto?"
Harry se encogió de hombros. "Esa es la parte que aún no tengo resuelta. Por eso les estoy contando esto. Ustedes parecen... buenos en esto."
Jaina sonrió con confianza. "Por supuesto que lo somos. Somos Solo."
Durante el resto del almuerzo, los gemelos comenzaron a aportar ideas para mejorar el plan. Jacen sugirió observar a los contrabandistas durante los próximos días para identificar patrones de vigilancia. Jaina propuso buscar materiales adicionales en las áreas de trabajo para reforzar la herramienta de Harry y quizás crear una distracción para el escape.
"Si logramos apagar las luces en el área de carga, eso nos dará tiempo para movernos sin ser vistos" dijo Jacen. "Vi un panel de control cerca de allí la última vez que nos llevaron a limpiar."
Harry asintió, absorbiendo toda la información. Por primera vez desde que había sido capturado, sintió una chispa de esperanza genuina. No solo tenía un plan, sino también aliados que parecían saber lo que hacían.
Cuando la alarma del almuerzo sonó, señalando que debían regresar a sus celdas, los tres intercambiaron una última mirada cargada de determinación.
"Estamos en esto juntos" dijo Jaina con una sonrisa. "Y no te preocupes, Potter. Al final, seré yo quien pilote la nave cuando salgamos de aquí."
Harry rodó los ojos pero no pudo evitar sonreír. "Claro, Solo. Como digas."
Mientras los separaban, Harry regresó a su celda con una sensación diferente en el pecho. Por primera vez en semanas, no se sentía solo. Ahora tenía algo por lo que luchar, y aunque no entendía por qué, confiaba en Jaina y Jacen con todo su ser.
Durante los días siguientes, Harry, Jaina y Jacen comenzaron a poner en marcha su plan de escape. Cada uno tenía un papel específico, y sus pequeñas acciones, aparentemente inocuas, estaban diseñadas para pasar desapercibidas mientras reunían todo lo necesario. Los contrabandistas, distraídos y confiados en la eficacia de sus medidas de seguridad, no se daban cuenta de que los niños estaban preparando su salida.
Harry dedicó cada momento que podía a perfeccionar su herramienta improvisada. Cada vez que lo llevaban a limpiar o reparar algo en los pasillos de mantenimiento, recogía piezas de metal, cables y pequeños componentes electrónicos. En la soledad de su celda, trabajaba con paciencia, utilizando su agudo ingenio y una creciente intuición para ensamblar un dispositivo que pudiera desbloquear las cerraduras magnéticas de las celdas.
La herramienta era rudimentaria, hecha de piezas desgastadas y conectadas de manera precaria, pero en las pruebas que hacía con su propia cerradura, funcionaba lo suficiente como para abrirla. Era riesgoso, pero Harry sabía que no tenían otra opción.
Jacen, por su parte, asumió la tarea de estudiar los movimientos de los contrabandistas. Durante las rutinas diarias, memorizaba las rutas de patrulla y los horarios en los que los guardias solían relajarse o distraerse. Cada vez que regresaba al comedor o a las celdas, compartía lo que había visto con los demás.
"La mayoría de los guardias en el área de carga se retiran a las 22:00 para comer o apostar" explicó Jacen en una de sus reuniones en el almuerzo. "Solo queda un guardia cerca del panel de control en el turno nocturno. Si apagamos las luces en ese momento, tenemos unos cinco minutos para movernos sin que nos detecten."
Jaina se encargó de recolectar materiales adicionales para reforzar el plan. En sus tareas diarias, identificó objetos que podrían ser útiles: pequeños cables, herramientas desechadas e incluso un trozo de tela resistente que podrían usar para camuflarse en el área de carga. También comenzó a idear distracciones que podrían ralentizar a los contrabandistas si algo salía mal.
"Podemos usar los contenedores en el área de carga para bloquear las puertas si alguien intenta seguirnos," sugirió con entusiasmo. "Si los hacemos caer, no tendrán tiempo de moverlos antes de que nos hayamos mezclado con la multitud del puerto."
Una noche, cuando las luces de las celdas se apagaron, los tres decidieron hacer una prueba. Harry usó su herramienta para desbloquear su celda en silencio, demostrando que el dispositivo funcionaba. Con cuidado, repitió el proceso con las celdas de Jaina y Jacen, quienes observaron con atención cada movimiento
"Esto es impresionante, Potter," susurró Jaina, admirando la habilidad de su nuevo amigo. "Pero necesitamos asegurarnos de que puedas hacerlo rápido cuando sea el momento."
Durante los siguientes días, practicaron en secreto, perfeccionando los movimientos necesarios para abrir las celdas rápidamente. Jacen incluso sugirió ajustar la herramienta para que pudiera ser más estable, una idea que Harry logró implementar usando algunas de las piezas adicionales que Jaina había encontrado.
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La nave estaba en completo caos. Las luces en el área de carga parpadeaban, y el sonido de las alarmas resonaba en los oídos de Harry, Jaina y Jacen mientras avanzaban sigilosamente hacia el conducto de mantenimiento. Todo parecía ir según el plan hasta que giraron una esquina y se encontraron cara a cara con Zarrik y su grupo de contrabandistas. Junto a ellos, al menos media docena de droides de combate B1 estaban en formación, blásters en alto y listos para disparar.
"¿De verdad pensaban que podrían escapar de mí?" dijo Zarrik, con una sonrisa cruel mientras avanzaba hacia los niños. "Debo admitir que tienen agallas, pero esto termina aquí."
Harry sintió cómo su mente se aceleraba. Su plan estaba colapsando ante sus ojos, pero no podía permitirse perder el control. Entonces lo vio: uno de los droides sostenía un rifle bláster E-5, el mismo modelo con el que había estado practicando durante meses. Sin saber exactamente cómo, Harry extendió su mano, concentrándose en el arma. Sintió algo profundo y poderoso en su interior, como una corriente invisible que respondía a su voluntad.
En un instante, el bláster voló de las manos del droide y aterrizó firmemente en las suyas.
Los ojos de Jaina y Jacen se abrieron de par en par. Nunca habían visto algo así, y aunque podían sentir la Fuerza en Harry, no entendían cómo había hecho algo tan impresionante. Pero Harry no les dio tiempo para procesarlo. Levantó el bláster y gritó con voz firme:
"¡Corran! ¡Salgan de aquí! Yo me encargaré de ellos."
"¿Qué? ¡No podemos dejarte!"exclamó Jaina, claramente indecisa. Jacen también vacilaba, pero Harry no tenía tiempo para discutir.
"¡Ahora!" ordenó Harry, mientras disparaba el primer tiro, impactando a uno de los droides. Su precisión era impecable, resultado tanto de su entrenamiento como del misterioso poder que lo guiaba.
Los gemelos Solo, aunque renuentes, sabían que no tenían otra opción. Con un último vistazo a Harry, se giraron y corrieron hacia las celdas donde estaban los demás niños capturados. Mientras corrían, podían escuchar los disparos de blásters y las burlas de Harry resonando por los pasillos.
"¿Eso es todo lo que tienen? ¡He visto a Jawas con mejor puntería!" gritaba Harry, su voz llena de una valentía que parecía casi temeraria.
Jaina y Jacen llegaron rápidamente a las celdas, usando la herramienta que Harry había construido para liberar a los demás niños. La confusión general en la nave y los disparos provenientes del área de carga trabajaban a su favor, distrayendo a los contrabandistas.
"Vamos, rápido," urgió Jaina mientras ayudaba a un niño más pequeño a salir de su celda. "Tenemos que llegar al conducto antes de que regresen."
Los niños se movieron en fila, con Jacen liderándolos hacia la salida. A pesar de sus esfuerzos, Jaina no podía dejar de pensar en Harry. Su determinación de quedarse atrás y enfrentar a Zarrik y los droides seguía resonando en su mente. Por mucho que quisiera regresar, sabía que tenía que priorizar sacar a los niños primero.
Una vez fuera de la nave, el grupo de niños se detuvo para recuperar el aliento. Fue entonces cuando Jaina y Jacen se dieron cuenta de dónde estaban. El calor abrasador del sol gemelo y la arena infinita que se extendía ante ellos no dejaban lugar a dudas: estaban en Tatooine.
"Genial," murmuró Jaina, limpiándose el sudor de la frente. "¿De todos los lugares, tenía que ser este?"
Jacen no respondió. Sus pensamientos estaban en otra parte. "Todavía no hemos encontrado a Anakin," dijo finalmente. "No podemos dejarlo aquí."
Jaina asintió. A pesar de todo, no podían abandonar a su hermano menor ni a Harry. "Tenemos que regresar," dijo con determinación.
Los gemelos se giraron hacia la nave, decididos a volver a buscar a Anakin y a ayudar a Harry. Sin embargo, antes de que pudieran dar un paso más, dos figuras familiares aparecieron en la cima de una duna cercana.
"¡Tío Luke! ¡Tía Mara!" exclamaron los gemelos al unísono. Los dos Jedi, Luke Skywalker y Mara Jade, bajaron rápidamente la duna y corrieron hacia ellos. Ambos tenían sus sables de luz listos, claramente preparados para enfrentar cualquier amenaza.
"¿Están bien?" preguntó Luke, examinando a los niños con preocupación. Mara se acercó a Jaina, colocando una mano firme pero reconfortante en su hombro.
"Los hemos estado buscando durante días," dijo Mara, su voz seria pero cargada de alivio. "¿Qué está pasando aquí?"
"Es una larga historia," respondió Jacen, mirando hacia la nave. "Pero Anakin todavía está ahí dentro... y también alguien más. Un niño que nos ayudó a escapar."
"¿Un niño?" preguntó Luke, frunciendo el ceño. "¿Quién es él?"
"Harry Potter," respondió Jaina rápidamente. "No sé mucho sobre él, pero... usó la Fuerza, Tío Luke. De alguna manera nos salvó."
Los ojos de Luke se estrecharon. "La Fuerza..." murmuró. Miró hacia la nave, donde los disparos y gritos todavía podían escucharse. "Tenemos que entrar. No podemos dejar a ninguno atrás."
Mara asintió, encendiendo su sable de luz con un chasquido inconfundible. "Entonces, ¿qué estamos esperando?"
Con los niños Solo a salvo momentáneamente y los Jedi liderando el camino, el rescate de Harry y Anakin estaba a punto de comenzar.
Harry había perdido completamente la noción del tiempo. Los disparos de los blásters resonaban en sus oídos, y el calor de las explosiones cercanas hacía que su visión se viera borrosa en ocasiones. Pero nada de eso le impedía burlarse de Zarrik y de sus hombres.
"¡Vaya, Zarrik! Pensé que eras mejor que esto," gritó desde detrás de una caja metálica, apenas esquivando un disparo que pasó rozando su cabeza. "¿O es que estás acostumbrado a que los Jawas hagan todo el trabajo sucio por ti?"
"¡Mocoso insolente!" rugió Zarrik, disparando su propio bláster hacia el escondite de Harry. "Voy a disfrutar cuando esto termine."
El fuego combinado de los blásters comenzó a ser demasiado pesado. Las chispas volaban alrededor de Harry, y el sonido ensordecedor lo obligaba a mantenerse pegado al suelo. Sabía que no podía quedarse allí por más tiempo. En un acto de pura temeridad, se levantó y corrió hacia el interior de la nave, zigzagueando entre los pasillos y provocando a los contrabandistas para que lo siguieran.
"¿Qué esperan? ¿Tienen miedo de un niño?" gritó sobre su hombro mientras disparaba hacia atrás, acertando en un droide que colapsó con un chasquido metálico.
Mientras corría, Harry se daba cuenta de que algo dentro de él lo guiaba. Cada giro, cada cruce de pasillos, parecía claro en su mente antes de que llegara a ellos. Era como si una voz silenciosa en su interior le indicara dónde ir y cómo esquivar a sus perseguidores.
Los disparos seguían rugiendo detrás de él, pero Harry no se detenía. En el camino, disparaba hacia las luces, provocando cortocircuitos que llenaban los pasillos de humo y destellos, dificultando la visión de los contrabandistas. Sin embargo, sabía que no podía correr para siempre. Su energía comenzaba a agotarse.
Entonces, llegó a una puerta que no reconocía. Sin pensarlo dos veces, la abrió, buscando cualquier lugar donde pudiera esconderse o ganar ventaja. Lo que encontró al otro lado lo dejó sin palabras.
La habitación estaba oscura y pequeña, con un olor metálico que le revolvió el estómago. Pero lo que más le impactó fue ver a un niño pequeño, encadenado en la esquina, con marcas visibles de su cautiverio. El parecido con Jaina y Jacen era inconfundible: el mismo cabello castaño y los mismos ojos llenos de determinación, aunque ahora estaban empañados por el miedo.
Harry se quedó paralizado por un segundo antes de reaccionar. "¿Quién eres?" susurró.
"Anakin," respondió el niño, con una voz débil pero firme.
El corazón de Harry dio un vuelco. Sabía que tenía que actuar rápido. Corrió hacia Anakin y, usando la herramienta que había construido para las cerraduras de las celdas, liberó las cadenas que lo sujetaban.
"Vamos, Anakin. Tenemos que salir de aquí."
Anakin asintió, pero justo cuando estaban a punto de salir de la habitación, un disparo impactó cerca de ellos, haciéndolos retroceder. Los contrabandistas estaban cerca, y Harry sabía que no podrían moverse sin ser vistos.
"Escucha" dijo Harry, mirando al niño. "Corre por ese pasillo y busca una salida. Yo los distraeré."
Anakin lo miró con los ojos abiertos de par en par. "Pero no puedo dejarte aquí."
"Sí puedes, y lo harás," respondió Harry con firmeza. "Tu familia te necesita. Yo solo necesito que salgas de aquí."
Mientras Anakin corría, Harry salió disparando hacia los contrabandistas para llamar su atención. Cada disparo era certero, pero su energía ya estaba al límite. Un disparo le alcanzó en el costado, haciéndolo tambalearse, pero no se detuvo. Se apoyó contra una pared, jadeando, y vio cómo Anakin desaparecía en la distancia.
"Eso es, sigue corriendo," murmuró para sí mismo, antes de girarse para enfrentarse a los contrabandistas que lo rodeaban.
Zarrik apareció al frente, con una sonrisa maliciosa. "Vaya, vaya, mira a nuestro pequeño héroe," dijo, levantando su bláster. "¿Alguna última palabra antes de que terminemos esto?"
Harry, herido y sin escapatoria, dejó escapar una risa débil. "Al menos los Solo están a salvo... y tú sigues siendo un idiota."
Los contrabandistas estallaron en risas burlonas, rodeándolo como depredadores. Harry cerró los ojos, aceptando su destino.
El sonido inconfundible de un sable de luz encendiéndose cortó el aire. Harry abrió los ojos justo a tiempo para ver un destello verde y azul atravesar a los droides más cercanos. Luke Skywalker y Mara Jade habían llegado.
"¡Atrás!" ordenó Luke, su sable de luz girando con una precisión mortal mientras derribaba a los contrabandistas. Mara, con una expresión fría y letal, eliminó al resto de los droides con movimientos rápidos y eficientes.
Zarrik retrocedió, su rostro pálido de terror. "¡Esto no puede estar pasando!" exclamó, antes de intentar huir, pero Mara lo detuvo con un corte preciso que desarmó su bláster.
Harry, que había estado apoyado contra la pared, dejó escapar un suspiro de alivio antes de colapsar en el suelo. Su visión se oscureció mientras escuchaba la voz de Luke.
"Está herido, pero está vivo. Llévenlo con cuidado."
