Ese día marcó el comienzo de una nueva era, un capítulo oscuro en la historia de los héroes. Parecía como si el universo entero se hubiera aliado en contra de la sociedad heroica. Mientras laLiga de Villanosejecutaba su brutal ataque en el campamento de lasWild, Wild Pussycat, logrando secuestrar a Katsuki Bakugo y dejando una herida profunda en la UA y en la moral colectiva, otro enfrentamiento enMusutafucambiaría el destino del mundo para siempre.

La organización conocida comoAkatsuki, bajo el liderazgo del imponenteNagato, desató un ataque con un único propósito: eliminar alSímbolo de la paz,All might. La batalla que siguió fue histórica, una que sacudiría los cimientos del mundo heroico y quedaría grabada en la memoria colectiva como el principio del fin de una era.

All Might, el pilar sobre el que descansaba la esperanza de millones, se enfrentó a Nagato con todo el poder restante que le quedaba, decidido a proteger la paz hasta su último aliento. La ciudad temblaba bajo los ecos de cada impacto. Los edificios se desplomaban como si fueran de cartón, y el cielo, casi como si también fuera parte de la contienda, se oscurecía mientras las fuerzas de ambos combatientes se entrelazaban en una feroz colisión. Sin embargo, el poder delRinnegande Nagato, su control absoluto sobre las fuerzas de la naturaleza y su devastador arsenal de técnicas, resultaron ser demasiado, incluso para el héroe más grande.

Con un último y devastador golpe,All mightcayó.

La noticia se propagó como un rayo. La caída delSímbolo dela pazmarcó un punto de inflexión en la sociedad heroica, dejando al mundo sin aliento y en un estado de shock colectivo.

-La liga de villanos, con el secuestro de Bakugo, había logrado un avance estratégico que debilitaba aún más a laUAy socavaba la confianza pública en los héroes.

-Akatsuki, al eliminar al mayor símbolo de justicia, enviaba un mensaje claro: no eran simples villanos, sino una fuerza imparable con objetivos que aún quedaban envueltos en el misterio.

Este ataque no solo cambió el rumbo de la guerra entre héroes y villanos, sino que también alteró profundamente la percepción de la sociedad. El equilibrio que mantenía a los héroes en su pedestal se desplomaba, y el futuro quedaba plagado de incertidumbres.

Hospital de Musutafu, días después.

El ambiente era sofocante. Las luces fluorescentes parpadeaban tenuemente en el cuarto donde Izuku Midoriya yacía inconsciente en una cama, su cuerpo envuelto en vendajes tras el brutal enfrentamiento con Muscular. Había dado todo para salvar a Kota, pero ahora, atrapado en el silencio de la recuperación, estaba ajeno al desastre que se había desatado en el mundo exterior.

Alrededor de la cama, sus compañeros de clase permanecían en un silencio que parecía pesar toneladas. Cada rostro reflejaba una tristeza desgarradora y una impotencia que los aplastaba.

—¿Cómo se lo decimos? —susurró Ochaco, su voz quebrada.

Nadie respondió. La pregunta flotó en el aire, un peso invisible que nadie podía levantar. Habían perdido demasiado en apenas unos días: el secuestro de Bakugo, la caída de All Might... y la certeza de que el mundo que conocían jamás sería el mismo.

El monitor cardíaco emitió un leve pitido irregular. Los ojos de Izuku comenzaron a abrirse lentamente, pesados por el dolor y la fatiga. Sus labios temblaron al intentar hablar, y aunque al principio sus palabras eran apenas audibles, pronto su voz se elevó en un grito desgarrador:

—Kacchan... Kacchan... ¡KACCHAN!

Con un movimiento brusco, intentó levantarse, ignorando las punzadas de dolor que recorrían su cuerpo. Sus manos buscaron apoyo mientras su mirada desesperada saltaba de un rostro a otro, buscando respuestas.

—Izu... ¡Izuku, cálmate! —imploró Iida, sujetándolo junto a Ochaco—. ¡Estás herido, necesitas descansar!

—¡No puedo quedarme aquí! —gritó Izuku, luchando por liberarse—. ¡Tengo que salvarlo! ¡No puedo permitir que le hagan daño!

Sus palabras, cargadas de desesperación, resonaron en la habitación. El caos en su voz era un reflejo del que todos llevaban dentro. En una esquina, Todoroki rompió en llanto. Sus lágrimas caían en silencio, pero su dolor era tan evidente que Kaminari y Jiro, al intentar consolarlo, apenas contenían las suyas.

—Todoroki... —murmuró Izuku al verlo.

Todoroki levantó la mirada, sus ojos hinchados por el llanto. Intentó recomponerse, pero su voz tembló al hablar:

—Midoriya... All Might... él...

La tensión en la sala creció. Cada palabra parecía rasgar el aire.

—All Might... —repitió Todoroki, tragando saliva—. Peleó con todo lo que tenía... pero ya no está con nosotros.

El silencio que siguió fue absoluto. Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejando solo el sonido rítmico y constante del monitor cardíaco de Izuku. Sus ojos se abrieron de par en par, incapaces de procesar lo que acababa de escuchar.

—No... no puede ser... —susurró, temblando—. ¡All Might no puede perder! ¡Él siempre gana!

—Izu... —intentó decir Ochaco, pero su voz se ahogó entre lágrimas.

Izuku cayó de espaldas sobre la cama, su mirada fija en el techo. Lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, su mente luchando por comprender el peso de la tragedia.

—All Might... mi maestro... mi símbolo... ¿cómo pudo...? —susurró para sí, sus pensamientos atrapados en un remolino de dolor y desesperación.

De repente, golpeó el borde de la cama con la fuerza que le quedaba, su rostro transformado en una mezcla de rabia y determinación.

—¡No puede terminar así! —gritó—. ¡No voy a permitirlo! ¡Voy a traer a Kacchan de vuelta y deteneré a esos malditos!

—¡Y eso es lo que vamos a hacer! —exclamó Kirishima, rompiendo el silencio con una fuerza inesperada.

Todos lo miraron sorprendidos, mientras el pelirrojo continuaba, con lágrimas en los ojos:

—Momo mencionó que logró colocar un rastreador en uno de los villanos antes de que escaparan. Tenemos una oportunidad...

—¡No! —interrumpió Iida con firmeza, su voz cargada de preocupación—. ¡Entiendo cómo se sienten, pero esto es una locura! ¡Lanzarse así solo nos pondrá en peligro!

—¡LO SÉ, IIDA, PERO NO ME IMPORTA! —rugió Kirishima, dejando escapar el dolor acumulado—. ¡NO PUEDO QUEDARME AQUÍ, SENTADO, SIN HACER NADA! ¡SI TENGO QUE MORIR, LO HARÉ! ¡PERO NO VOY A ABANDONAR A MI AMIGO!

El eco de sus palabras dejó a todos inmóviles. La intensidad de su declaración perforó el corazón de cada uno.

—Kirishima... —comenzó Momo, con voz temblorosa—. Entiendo cómo te sientes, pero si actuamos sin un plan, solo empeoraremos las cosas...

—¡No importa! —replicó Kirishima, ya decidido—. Midoriya, esta noche nos vemos fuera del hospital. Si alguien más quiere acompañarnos, los espero.

Sin esperar respuesta, salió de la habitación con pasos firmes. La atmósfera quedó cargada de tensión y dudas.

—¿Qué hacemos? —preguntó Kaminari, rompiendo el silencio.

—Lo que debemos hacer... —dijo Todoroki, limpiándose las lágrimas—. Ser héroes. Yo también iré. Ya no quiero quedarme sin hacer nada.

Izuku asintió lentamente. Su cuerpo aún estaba débil, pero su mirada, ahora más seria que nunca, reflejaba una determinación inquebrantable, incluso mientras sus ojos seguían llenos de lágrimas.

El destino los esperaba, y aunque el miedo era innegable, la esperanza aún ardía en sus corazones.

Sala de profesores de laUA.

El ambiente en la sala de maestros de la UA era sofocante, como si una sombra opresiva hubiera descendido sobre el lugar. Los rostros de los profesores reflejaban una mezcla de cansancio y desesperación; hasta los pilares más firmes de la academia se sentían tambalear ante la gravedad de los recientes acontecimientos.

La muerte de All Might, el Símbolo de la Paz, era una herida que había dejado al mundo tambaleándose. El secuestro de Bakugo por la Liga de Villanos solo añadía sal a las heridas, mientras las noticias mostraban una sociedad al borde del colapso moral. La confianza en los héroes, ya frágil, parecía quebrarse con cada titular.

Aizawa estaba sentado en la mesa central, su postura encorvada, con los codos apoyados sobre la mesa y las manos entrelazadas frente a su boca. Sus ojos, normalmente impenetrables, revelaban una fatiga que no podía ocultar. Frente a él, una pantalla mostraba las noticias, donde imágenes de All Might caído y la creciente violencia en las calles se repetían como una pesadilla interminable.

Nezu, el director de la UA, permanecía de pie frente a sus colegas. A pesar de su diminuta estatura, su presencia siempre había sido imponente, pero ahora parecía que el peso del mundo descansaba sobre sus pequeños hombros. Ajustó su chaleco con manos ligeramente temblorosas antes de hablar.

—La situación es crítica —comenzó Nezu, su voz más contenida de lo habitual—. La muerte de All Might y el secuestro de Bakugo han dejado cicatrices profundas. El público está perdiendo la fe en nosotros, y los héroes están al borde del colapso. Pero no podemos permitirnos más errores.

Aizawa asintió lentamente, sus ojos oscuros clavados en la mesa. —Estamos en una encrucijada —dijo, su voz grave—. O nos adaptamos y demostramos que podemos proteger a los estudiantes y a la sociedad, o dejamos que el miedo nos consuma.

—Eso suena bien en teoría —intervino Present Mic, nervioso, sus manos gesticulando frenéticamente—, pero los medios están destrozándonos. Esta noche hay una rueda de prensa, y si no manejamos bien las cosas, podría ser nuestra ruina. ¿Qué vamos a decir?

Nezu cerró los ojos por un momento, reflexionando. Cuando habló, lo hizo con un tono que combinaba determinación y tristeza.

—Reconoceremos nuestros errores —dijo, abriendo los ojos para mirar a cada uno de los presentes—. No podemos ocultar la verdad. Admitiremos que fallamos, pero también dejaremos claro que estamos más comprometidos que nunca. Anunciaremos un nuevo sistema de entrenamiento para los estudiantes: uno más riguroso, más realista y enfocado en prepararlos para un mundo donde las amenazas son implacables.

El silencio que siguió fue cortante. Algunos profesores intercambiaron miradas, mientras otros fruncían el ceño, visiblemente incómodos.

—¿Un sistema más riguroso? —preguntó Midnight, cruzando los brazos con una expresión preocupada—. ¿Y qué hay de su bienestar emocional? Ya han pasado por tanto. Empujarlos demasiado podría destruirlos.

Nezu inclinó ligeramente la cabeza, reconociendo el punto de Midnight. —Tienes razón. Pero también sabemos que este mundo no espera por nadie. Si no los preparamos ahora, los condenaremos más adelante.

—Esto no puede ser solo físico —intervino Aizawa, su voz más firme—. Si vamos a endurecer el entrenamiento, también debemos reforzar su fortaleza emocional. No podemos permitirnos perder a nadie más, ni física ni mentalmente.

—Estoy de acuerdo —dijo Nezu, asintiendo lentamente—. Implementaremos apoyo psicológico intensivo junto con el entrenamiento físico. Pero la realidad es que enfrentamos enemigos cada vez más peligrosos: no solo la Liga, sino también grupos como la Akatsuki. No podemos subestimarlos.

La mención de la Akatsuki hizo que el ambiente se tensara aún más. Desde su aparición, los profesores sabían que se enfrentaban a un nivel de amenaza sin precedentes.

—En la rueda de prensa —continuó Nezu—, también anunciaremos refuerzos en la seguridad del campus y nuevas medidas para proteger a nuestros estudiantes. Debemos restaurar la confianza, tanto del público como de nuestros propios héroes.

—¿Y qué hay de los estudiantes? —preguntó Cementos, su tono grave—. ¿Les diremos la verdad sobre All Might?

El silencio volvió a caer sobre la sala. Todos sabían que ocultar la verdad no era una opción, pero decirles la verdad a jóvenes ya frágiles parecía una carga demasiado cruel.

Nezu rompió el silencio, con una voz tan firme como solemne: —Se lo diremos. Ellos merecen saberlo. La verdad puede ser dolorosa, pero también es el primer paso para sanar. Si queremos que sean héroes capaces de enfrentar el mundo real, debemos confiar en su fortaleza.

Aizawa cerró los ojos por un momento, como si intentara procesar el peso de esas palabras. Cuando volvió a hablar, lo hizo con resolución.

—Está bien. Pero no dejaremos que enfrenten esto solos. Como profesores, estaremos con ellos en cada paso. Si vamos a pedirles que sean más fuertes, nosotros también debemos serlo.

Nezu asintió, con una expresión mezcla de gratitud y pesar. La UA estaba herida, pero no derrotada. Era hora de reconstruir, no solo la academia, sino también la esperanza en los corazones de todos.

Almacén abandonado, escondite de akatsuki.

El hedor a basura y desperdicios impregnaba el aire rancio del viejo almacén, un lugar olvidado por el tiempo y la ley. Los tablones podridos del techo apenas filtraban la tenue luz de la luna, proyectando sombras alargadas y fantasmales sobre las paredes cubiertas de grafitis. Este refugio improvisado parecía perfecto para un grupo como Akatsuki: oculto, oscuro y lleno de secretos.

Uno a uno, los miembros de Akatsuki comenzaron a llegar, convocados de urgencia por Tobi y Nagato. La tensión se podía cortar con un cuchillo; estas reuniones rara vez se llevaban a cabo por temas insignificantes.

Kisame fue uno de los primeros en presentarse. Apoyado con desdén contra una columna oxidada, Samehada descansaba sobre su hombro, irradiando una presencia inquietante incluso en reposo.

—¿Y ahora qué? Espero que esta vez sea algo que valga la pena —gruñó Kisame, lanzando una mirada hacia Hidan, quien, sentado en el suelo, afilaba su guadaña con una intensidad casi febril.

Hidan soltó una carcajada estridente mientras pasaba la piedra afiladora por la hoja ensangrentada.

—Tuvimos un pequeño retraso gracias a Kakuzu, que decidió cobrar unas recompensas, pero llegamos a tiempo. —Su tono burlón no escondía la admiración por su propia arma—. Y créeme, el dinero siempre es más útil que tus quejas.

En un rincón más apartado, Kakuzu ignoraba la conversación mientras contaba cuidadosamente billetes provenientes de un maletín negro. Su mirada fría y calculadora se mantenía fija en los fajos de dinero, como si fueran su único interés en el mundo.

—Un poco más —dijo sin emoción, cerrando el maletín con un chasquido metálico—, y podremos abandonar este agujero inmundo.

Desde las sombras del almacén emergió Orochimaru, moviéndose con la gracia sinuosa de una serpiente. Su silueta delgada se perfilaba bajo la luz mortecina, y una sonrisa cargada de malicia curvaba sus labios. Llevaba guantes negros impecables y sostenía un vial lleno de un líquido iridiscente que parecía vibrar con energía propia.

—¿Qué es esto? ¿Otra de tus obsesiones con cadáveres y monstruos? —se mofó Deidara, llegando junto con Sasori. La ironía en su voz contrastaba con el destello de intriga en sus ojos.

Orochimaru, lejos de ofenderse, inclinó levemente la cabeza, como si considerara las palabras un halago.

—Desde que tuve acceso a los Nomus, mis estudios sobre los quirks han alcanzado una profundidad que pocos podrían comprender. Aunque debo admitir que esta reunión merece mi atención... por ahora.

—¿Y qué has encontrado, víbora? —preguntó Sasori con desinterés aparente, aunque sus ojos de marioneta traicionaban una chispa de curiosidad.

Orochimaru alzó el vial, girándolo para que la luz reflejara los colores cambiantes del líquido.

—Lo que he descubierto es extraordinario —comenzó, su voz impregnada de un orgullo frío—. Los quirks, esas habilidades que tanto veneran en este mundo, no son más que versiones degradadas de los kekkei genkai de nuestro hogar.

Kisame, intrigado a pesar de sí mismo, se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

—¿Degradados? Explícate mejor, serpiente.

Orochimaru esbozó una sonrisa que envió escalofríos a los presentes.

—Los quirks carecen de la precisión y versatilidad del chakra. Están atados a la biología y las limitaciones de sus usuarios, incapaces de alcanzar su verdadero potencial. Sin embargo, en manos de alguien con conocimiento del chakra, esas habilidades pueden ser moldeadas, perfeccionadas y, en última instancia, superadas.

Hizo una pausa, disfrutando del suspense que había generado antes de añadir con un brillo peligroso en los ojos:

—He estado experimentando con esta teoría. Los resultados son... prometedores. Podríamos reescribir las reglas de este mundo y tomarlo como propio.

El silencio que siguió fue casi tan opresivo como el hedor del almacén. Finalmente, Kisame dejó escapar una carcajada baja y gutural.

—Interesante. Pero espero que tu teoría valga más que ese vial.

—Ya lo verás —respondió Orochimaru con un deje de desafío, mientras sus dedos jugaban con el frasco.

En ese momento, Nagato y Tobi irrumpieron en la conversación. Nagato, imponente con su figura solemne y los Rinnegan brillando en la penumbra, dirigió una mirada severa al grupo. A su lado, Tobi mantenía su actitud despreocupada, pero la atmósfera se tornó pesada con su llegada.

—Parece que Orochimaru ya comenzó con su "discurso motivador" antes de tiempo —comentó Tobi con un tono burlón mientras se sentaba sobre una pila de cajas, cruzando los brazos como si todo fuera un juego.

—Silencio, Tobi —dijo Nagato con firmeza, su voz resonando en la sala como una sentencia. La atención de todos se centró en él al instante—. Estamos aquí porque las acciones recientes han tenido consecuencias. La infiltración en la UA y nuestras confrontaciones con los héroes han comenzado a sembrar sospechas. Además, con la caída de All Might, el momento de actuar ha llegado. Es hora de dar el siguiente golpe... y de demostrar que la Liga de Villanos no tiene cabida en este mundo.

Desde las sombras, Itachi apareció con su paso silencioso, como si la oscuridad misma lo guiara. Su mirada fría recorrió el lugar.

—Durante el ataque a la ciudad, dejé clones de sombra en el campamento de la UA —explicó Itachi, su tono impasible—. Mientras Tobi y yo investigábamos la infraestructura de este mundo, los clones observaron algo interesante.

—¿Y eso qué nos importa? —interrumpió Hidan, jugueteando con su guadaña con aire aburrido—. ¿Vas a contarnos cómo haces origami con tu Sharingan o algo así?

—No —respondió Itachi, sin inmutarse—. La Liga de Villanos atacó ese campamento, y mis clones extrajeron información crucial: su ubicación, el almacén donde guardan a los Nomus y detalles sobre los quirks de sus miembros. Ahora tenemos la oportunidad perfecta para atacar.

Deidara, sentado en un rincón, dejó escapar una carcajada.

—¡Esto se pone interesante! Vamos, Itachi, no me hagas esperar más. ¿Qué vamos a volar primero?

Nagato interrumpió, su tono solemne y autoritario silenciando cualquier interrupción.

—Nos dividiremos en dos equipos. Uno se encargará de destruir el almacén de los Nomus y buscar información sobre su creador. El otro grupo irá directo contra la Liga de Villanos para desmantelarlos de una vez por todas. Esta operación es decisiva. No quiero errores.

Hizo una pausa, su mirada recorriendo a cada miembro de Akatsuki antes de continuar.

—Itachi, Orochimaru, Sasori... ustedes irán al almacén. Averigüen todo lo que puedan antes de destruirlo. Si encuentran al creador de los Nomus, captúrenlo o elimínenlo.

Itachi asintió en silencio, mientras Orochimaru dejó escapar una sonrisa enigmática.

—Por supuesto, Nagato. Siempre es un placer trabajar con mentes creativas —dijo Orochimaru, su voz impregnada de ironía.

—Los demás, iremos directamente contra la Liga de Villanos. Cada uno ha sido asignado según las habilidades de nuestros enemigos. No subestimen a nadie. No quiero que repitan los errores de Hidan en el ataque a All Might —añadió, su mirada severa recayendo brevemente en el seguidor de Jashin.

—¡Ja! Esa vez solo fue un calentamiento —respondió Hidan, girando su guadaña en el aire con un movimiento ágil—. Esta vez los destrozaré en nombre de Jashin.

Nagato ignoró su comentario y continuó con las asignaciones.

—Kakuzu, tú enfrentarás a Kurogiri y Spinner. Sus habilidades complementarias pueden complicar el combate, pero confío en tu experiencia.

—Dos trabajos por el precio de uno. Suena rentable —murmuró Kakuzu, esbozando una sonrisa codiciosa.

—Hidan, enfrentarás a Himiko Toga y Mr. Compress. Son impredecibles, pero en combate cerrado tienes la ventaja. Sé cuidadoso.

—¡Jashin-sama estará complacido con este sacrificio! —exclamó Hidan, riendo con entusiasmo.

—Kisame, te encargarás de Dabi. Su quirk de llamas azules es poderoso, pero Samehada debería equilibrar la balanza.

Kisame dejó escapar una carcajada gutural, acariciando su espada viviente.

—Las llamas más calientes se apagan con una buena dosis de chakra absorbido. Será divertido.

—Deidara, tu objetivo es separar a la liga con tus explosiones una vez lleguemos a su base—Dijo Nagato, fríamente.

—Aburrido... pero ya que... al menos puedo volar algo en pedazos—Se resigno el rubio.

Finalmente, Nagato dirigió su mirada a Tobi, quien había permanecido sentado, jugueteando con una caja.

—Tobi, tú vendrás conmigo. Juntos enfrentaremos a Shigaraki. Su quirk es peligroso, pero no podemos permitir que siga avanzando con sus planes.

Tobi se levantó de un salto, dando vueltas como un niño emocionado.

—¡Tobi protegerá a Nagato! ¡Tobi es un buen chico! —dijo, aunque una chispa de oscuridad brillaba en sus ojos.

Nagato ignoró su comportamiento y se dirigió al grupo completo.

—Esta noche marcará el inicio de su caída. Akatsuki no es una amenaza que este mundo pueda ignorar. Es hora de que lo comprendan.

La sala se llenó de una energía tensa y determinada. Cada miembro, a su manera, se preparó para la misión. Esta noche, el mundo de los héroes y villanos cambiaría para siempre.

Tres bandos... diferentes objetivos, un solo oponente en común... la batalla por la paz, por recuperar a un amigo, por devolverle la fe a las personas y por evitar algo aún peor, estaba a punto de comenzar.

Guarida de la Liga de Villanos, de noche.

Katsuki Bakugo estaba atado a una silla, las cadenas apretadas a su cuerpo, pero su espíritu indomable seguía intacto. En sus ojos brillaba la furia de alguien que no se rendiría, sin importar las circunstancias. El rubio forcejeaba contra las ataduras, desafiando con su mirada al grupo que lo rodeaba.

Tomura Shigaraki permanecía en las sombras, una postura relajada pero con una tensión palpable en su mirada. Sus dedos, cubiertos por inquietantes manos que adornaban su cuerpo, tamborileaban sobre la mesa, esperando una respuesta o algún movimiento. Kurogiri, fiel como siempre, le ofreció un vaso de cerveza espumosa.

—No entiendo por qué estás tan tranquilo, Shigaraki. Ese chico es una bomba de tiempo —comentó Dabi, apoyado contra la pared con una mueca burlona. Las cicatrices de su rostro parecían más siniestras bajo la tenue luz de la guarida.

—Eso es exactamente lo que quiero —respondió Shigaraki con voz rasposa, levantando el vaso y dando un sorbo. Sus ojos rojos se fijaron en Bakugo, quien seguía forcejeando con las cadenas—. Cuando vea las noticias... se romperá.

Bakugo escupió al suelo con desprecio, una sonrisa feroz en su rostro.

—¿Eso es todo tu plan? ¿Hablarme hasta que cambie de opinión? Buena suerte con eso, "cara de cadáver descompuesto"... ¡Porque cuando me suelten, les voy a patear el trasero tan fuerte que no se van a poder sentar en una semana, grupo de anormales!

El aire en la guarida se cargó de tensión tras su explosivo comentario. Algunos miembros de la Liga soltaron carcajadas burlonas, mientras otros parecían más irritados que divertidos.

Toga, con su habitual inclinación curiosa, giró la cabeza hacia un lado y sonrió de forma torcida, jugueteando con su cuchillo.

—Es tan ruidoso... pero me gusta cómo grita. Me pregunto si hará esos ruidos cuando le saque un poco de sangre.

—Oh, vamos, Toga, no querrás arruinar a nuestro invitado especial antes del show, ¿verdad? —dijo Twice, riendo entre dientes—. ¿Verdad, Spinner?

Spinner, ajeno a la conversación, no les prestó atención. Bebía su vodka mientras miraba su teléfono.

—¿Qué le pasa a este? —preguntó Twice, mirando a Mister Compress.

—Está deprimido... —respondió Compress en voz baja, para que Spinner no los escuchara—. Se acaba de enterar que Akatsuki convirtió a Stain en una marioneta... de manera literal.

La revelación dejó un aire pesado en el ambiente. Incluso los villanos más despreocupados, como Toga y Twice, callaron al escuchar el nombre de Akatsuki. Era un nombre que resonaba con un temor y respeto que ni siquiera los villanos más temidos de la Liga evocaban en sus enemigos.

Dabi entrecerró los ojos, frunciendo el ceño al intentar comprender.

—¿Qué quieres decir con "una marioneta literal"? —preguntó, con un tono más grave.

Mister Compress suspiró, mirando de reojo a Spinner, que aún parecía absorto en su teléfono.

—Al parecer, usaron su quirk para manipular su cuerpo como si fuera un títere. Stain ya no es más que una herramienta vacía.

Spinner dejó caer la botella de vodka, rompiéndola en mil pedazos. Sus ojos, llenos de furia y desesperación, se alzaron hacia el grupo.

—¡Stain no era una herramienta! —gritó, su voz llena de rabia—. ¡Era un símbolo! ¡Alguien que quería purificar este mundo podrido! ¡No merecía esto!

El estallido de Spinner atrajo la atención de todos en la guarida. Incluso Bakugo, a pesar de estar atado, no pudo evitar fruncir el ceño ante la sinceridad detrás de las palabras de Spinner.

Shigaraki chasqueó la lengua con impaciencia, golpeando la mesa con fuerza.

—Después hablamos de los débiles... —dijo con desdén, mientras chasqueaba los dedos.

Fue entonces cuando Kurogiri encendió el televisor, mostrando la última batalla de All Might contra Nagato, el líder de Akatsuki. La grabación mostraba la última lucha del símbolo de la paz, transmitida en vivo por miles de televisores, antes de su trágica muerte a manos de Nagato.

All Might, exhausto y debilitado por los años y las batallas, se mantenía firme, su espíritu inquebrantable en su deseo de salvar a su país. Sin embargo, Nagato, con una calma inquietante, esquivaba sus poderosos golpes y atacaba con una precisión mortal.

Finalmente, el momento que paralizó la guarida fue cuando Nagato, con un movimiento brutal y decidido, atravesó el pecho de All Might con una barra negra. La cámara se acercó a su rostro, capturando la agonía de su último aliento mientras caía al suelo.

El silencio en la guarida fue absoluto. Incluso los villanos más insensibles, como Dabi y Toga, se quedaron sin palabras al ver la derrota de su más grande enemigo. Bakugo, con los ojos fijos en la pantalla, sintió cómo el vacío en su estómago se expandía al ver a All Might caer.

—Eso no puede ser real... —murmuró Bakugo, su voz temblorosa, incapaz de apartar la vista de la imagen.

Shigaraki, con una sonrisa amarga, observó la reacción de Bakugo y los demás. Finalmente, el impacto de la caída de All Might estaba surtiendo efecto, calando hondo en todos, incluso en aquellos que luchaban por mantener la esperanza.

—¿Lo ves? —dijo Shigaraki, con una mezcla de desdén y satisfacción—. No puedes ocultar la verdad por mucho tiempo. El símbolo de la paz ha caído. Pero la Liga no les tiene miedo. Nosotros vamos a destruirlos a todos... y quiero tu ayuda. Sé lo que debes sentir, por eso mismo te estoy dando la oportunidad de tu vida para vengarte. Toda la Liga te ayudará, ¿verdad chicos?

Bakugo levantó la cabeza, sus ojos chisporroteando de ira y desesperación, pero también con una fuerte resistencia. Su cuerpo se tensó contra las cadenas, su mandíbula apretada mientras procesaba las palabras de Shigaraki. A pesar del golpe devastador que significaba la caída de All Might, la idea de unirse a los villanos le resultaba repulsiva.

—¿Crees que voy a unirme a ustedes? —espetó Bakugo con furia—. ¡Prefiero morir antes que trabajar con un montón de basura como ustedes! ¡No necesito su ayuda para vengar a All Might!

La guarida estalló en risas burlonas. Dabi se apartó de la pared, con las manos en los bolsillos y una sonrisa torcida en el rostro.

—Tiene agallas, lo admito. Pero, Shigaraki, ¿realmente crees que este niño problemático va a unirse a nosotros? Es más probable que explote este lugar antes de considerar esa opción.

—No lo entiendes, Dabi —respondió Shigaraki, sin perder la compostura—. Bakugo no necesita aceptar nuestra ayuda ahora. Solo necesita tiempo. La desesperación y la realidad de este nuevo mundo harán el trabajo por mí.

Toga se acercó, inclinándose peligrosamente cerca de Bakugo, su sonrisa siniestra iluminada por la tenue luz.

—Si no quieres unirte, tal vez podamos convencerte de otras maneras... ¿qué tal si te quedas con nosotros un tiempo? Podría ser divertido.

Bakugo gruñó, mostrando los dientes como un animal acorralado.

—¡Aléjate, loca! —gritó, intentando patear, pero las cadenas lo mantenían inmovilizado.

Mientras tanto, en un lugar cercano...

La noche caía sobre las calles desoladas de Kamino. Las sombras de los edificios se alargaban mientras los miembros de Akatsuki se movían con sigilo de un tejado a otro. Cada uno estaba listo para cumplir la misión que les había sido encomendada. Se detuvieron en lo alto de un edificio cercano, a pocas cuadras de la guarida de la Liga de Villanos.

—Aquí nos separamos —declaró Nagato, su voz calmada pero cargada de autoridad. Sus ojos, marcados por el Rinnegan, evaluaban la escena frente a ellos: un gran contingente de héroes y policías rodeaba el lugar.

—Nagato... mira eso —murmuró Itachi, señalando a los héroes mientras ajustaba la máscara blanca de gato que cubría su rostro—. Parece que ya nos descubrieron.

—No lo creo —interrumpió Konan, apareciendo en silencio detrás de Hidan y Deidara. Su repentina aparición hizo que ambos saltaran del susto.

—¡Por Jashin-sama, mujer! ¡Haz ruido, maldita sea! —exclamó Hidan, llevando una mano al pecho como si fuera a sufrir un infarto.

—Tranquilo, idiota —gruñó Kakuzu, rodando los ojos.

—Si supieran que estamos aquí, ya habrían atacado —añadió Konan, ignorando las quejas de Hidan. Su mirada se posó en los héroes y policías—. Parece que no somos los únicos interesados en desmantelar a la Liga.

Nagato asintió, observando detenidamente cada movimiento de los héroes. A pesar de la tensión palpable, su semblante permanecía sereno, casi inmutable.

—Interesante... —murmuró, su tono firme resonando entre el grupo—. Podríamos aprovechar esta situación.

Hidan soltó una carcajada, ajustando su guadaña al hombro.

—¡Déjalos venir! Si esos héroes quieren enfrentarse a nosotros, les mostraré el poder de Jashin-sama. Sangre, caos y sacrificios... ¡la trifecta perfecta!

—Controla tu maldita euforia —gruñó Kakuzu, cruzándose de brazos—. Estamos aquí para cumplir un objetivo, no para tus rituales enfermizos.

Itachi, hasta entonces en silencio, habló con calma.

—Si esperamos, los héroes y la policía podrían desgastarse enfrentándose a la Liga. Eso nos daría ventaja para movernos con mayor libertad.

—No será necesario esperar tanto —interrumpió una voz conocida. Obito apareció detrás del grupo utilizando el Kamui.

—Siempre tan dramático, Obito —comentó Kisame, mostrando una sonrisa llena de dientes afilados.

—Démosles algo con qué entretenerse mientras cumplimos el resto del plan —continuó Obito, ignorando el comentario de Kisame. Miró a Nagato con intensidad—. ¿No es así?

Nagato asintió lentamente.

—Exacto. Itachi, Orochimaru, Sasori... ya saben qué hacer.

Los mencionados intercambiaron miradas antes de desaparecer en las sombras. Orochimaru esbozó una sonrisa inquietante, lo que provocó un gesto de disgusto en Sasori y una risa ahogada de Kisame. Su objetivo: destruir el almacén de los Nomus.

Nagato levantó una mano, deteniendo cualquier comentario adicional.

—Deidara, prepárate para sacar a las ratas de su escondite. Yo me encargaré de mantener ocupados a los héroes.

Nagato y Konan descendieron del tejado con gracia y precisión. Al tocar el suelo, su presencia hizo que los héroes y policías se quedaran inmóviles, reconociéndolos de inmediato. Susurros de pánico comenzaron a extenderse:"Es él... el asesino de All Might."

Endeavor, incapaz de contenerse, lanzó una ráfaga de llamas hacia Nagato.

—¡No te permitiré hacer lo que quieras!

Nagato repelió las llamas con un Shinra Tensei, su capa ondeando mientras limpiaba una brizna de ceniza de su hombro con desprecio.

—Veo que sigues vivo, Endeavor. Qué persistente.

—Y tú sigues siendo una plaga —gruñó Endeavor, envolviéndose en fuego y lanzándose hacia él nuevamente.

Con calma imperturbable, Nagato hizo un sello de manos.

—¡Kuchiyose no Jutsu!

El suelo tembló mientras Cerbero, la gigantesca bestia de tres cabezas, emergía en medio del campo de batalla, rugiendo con furia.

—Jueguen un rato con esto —dijo Nagato con indiferencia, haciendo una seña a Deidara para iniciar su parte del plan.

Deidara lanzó figuras de arcilla hacia el edificio de la Liga. Al impactar, estas se transformaron en aves explosivas que comenzaron a sobrevolar y bombardear la base.

Mientras tanto, en la guarida de la Liga de Villanos...

—¡Estás loco si crees que voy a unirme a ustedes! —gritó Bakugo, forcejeando contra las cuerdas que lo mantenían atado a una silla.

Shigaraki rio entre dientes, deleitándose con la frustración del joven.

—¿No lo entiendes, Katsuki? —dijo Shigaraki con una sonrisa torcida—. Todo esto, Akatsuki, la Liga... lo hacemos por el mismo objetivo: destruir esta podrida sociedad.

—¡Cállate! —espetó Bakugo, sus ojos ardiendo de furia—. ¡No necesito tu ayuda para nada!

Antes de que Shigaraki pudiera responder, un estruendo sacudió la guarida. Kurogiri reaccionó al instante, abriendo un portal para salvarlos. En cuestión de segundos, tanto los miembros de la Liga como Bakugo estaban en el exterior.

Shigaraki alzó la vista, atónito por la escena. Cerbero atacaba a los héroes, mientras Nagato, con su mirada imponente y sus ojos de Rinnegan, se dirigía directamente hacia ellos.

—Así que finalmente apareciste... —murmuró Shigaraki, apretando los puños al tiempo que un grupo de miembros de Akatsuki rodeaba a la Liga.

La situación se tornó aún más caótica cuando un estruendo estremeció el aire, y los miembros de la Liga de Villanos se encontraron al borde de la destrucción. Una inmensa figura emergió entre el caos: Cancerbero, el colosal perro de tres cabezas, rugía con furia desmedida. Cada una de sus bocas escupía llamas y energía devastadora, dividiendo a héroes y policías en una desesperada lucha por la supervivencia.

Desde el borde de un portal creado por Kurogiri, Bakugo observaba con los dientes apretados y el rostro encendido de rabia. Su cuerpo estaba tenso mientras las vibraciones del combate reverberaban a su alrededor. Shigaraki, en cambio, permanecía inmóvil, incapaz de apartar la vista de Nagato, quien lo miraba con una calma inquietante.

—¿No tienes nada que decir ahora? —preguntó Nagato, su voz fría como el hielo mientras contemplaba el caos desatado. Los demás miembros de Akatsuki se desplegaron estratégicamente, listos para el combate.

Deidara ascendió con sus aves explosivas de arcilla, inundando el campo con ráfagas de explosiones. Los miembros de la Liga se vieron obligados a dispersarse ante la intensidad de los ataques.

—¡Shigaraki! ¡Abriré un portal para escapar! —gritó Kurogiri, intentando mantener la calma, pero una explosión cercana lo obligó a cubrirse.

—¿Kurogiri, verdad? —preguntó Kakuzu, sus ojos oscuros fijos en un cartel de "Se busca" que había en el campo—. Tu cabeza vale 333 millones de yenes... Así que no permitiré que escapes.

El aire estaba cargado de tensión. Kurogiri luchaba por mantener su grupo unido, pero antes de que pudiera actuar, un nuevo sonido atronador captó la atención de todos: un trueno que parecía provenir de lo alto.

—¡No te saldrás con la tuya! —gritó Kurogiri, activando su quirk en un intento desesperado de huir junto con la Liga. Pero Kakuzu no le dio tregua: sus corazones, liberando elementos de chakra, lanzaron ataques implacables contra él.

Un rayo disparado por uno de los corazones de Kakuzu impactó directamente en el portal parcialmente formado, fracturándolo como si fuera un espejo. Kurogiri retrocedió jadeando, su sombra titilando mientras intentaba mantener la estabilidad.

—¡Maldición, necesito más tiempo! —exclamó Kurogiri con desesperación.

Shigaraki, aún con la mirada fija en Nagato, dio un paso hacia atrás, su mente procesando cada detalle del líder de Akatsuki. Sus ojos captaron los brillantes Rinnegan y la postura imponente de Nagato.

—Tú... —murmuró Shigaraki, apretando los puños con tanta fuerza que sus uñas se hundieron en su piel—. Tú fuiste quien lo mató.

Nagato inclinó la cabeza, su expresión imperturbable.

—¿De quién hablas, niño? —respondió con un tono tan sereno que resultaba aterrador.

—¡De All Might! —gritó Shigaraki, su voz cargada de rabia—. ¡Era nuestro objetivo, no el tuyo! ¡Lo arruinaste todo!

El aire explotó con una súbita ráfaga de energía. Bakugo apareció de la nada, su explosivo quirk encendido y su rostro desbordante de furia.

—¡MUEREEEE! —rugió mientras se lanzaba hacia Nagato como una fiera desatada.

Una explosión ensordecedora llenó el aire cuando Bakugo desató su poder contra Nagato. Sin embargo, este último levantó una mano con calma y utilizó su Shinra Tensei. La onda de repulsión no solo detuvo el ataque, sino que lanzó a Bakugo hacia atrás con tal fuerza que el suelo tembló bajo el impacto.

Herido pero no vencido, Bakugo se levantó tambaleándose, con los ojos inyectados de ira.

—¡Te voy a matar! —gritó, pero antes de que pudiera atacar nuevamente, una figura encapuchada apareció frente a él.

Era Tobi. Con un movimiento fluido, el misterioso miembro de Akatsuki lo derribó de un golpe seco que resonó en el campo de batalla.

—Tranquilízate, niño explosivo —dijo Tobi con un tono burlón, aunque su presencia emanaba un peligro palpable.

Bakugo permaneció en el suelo, jadeando de frustración. Algo en la postura y la voz de Tobi lo hacía dudar, como si estuviera frente a una fuerza que no podía comprender ni superar.

Nagato, por su parte, se mantuvo impasible. Su mirada seguía fija en el caos, como si todo fuera parte de un elaborado juego de ajedrez.

—No me interesa tu venganza, Bakugo —declaró Nagato con frialdad—. Esto no es una simple disputa. La Liga de Villanos, los héroes... Todos están atrapados en una red de errores. Nosotros solo estamos aquí para cumplir con nuestro objetivo.

Tobi giró sobre sus talones, mirando a Nagato con su típico aire juguetón.

—Siempre tan serio, Nagato. Aunque... ¿te estás divirtiendo un poco? —preguntó con una risa que contrastaba con la destrucción que los rodeaba.

La batalla continuaba, pero en el centro del campo, Akatsuki permanecía como una fuerza imparable, lista para redefinir el destino de todos los presentes.
Flashback: Minutos atrás

La noche caía sobre Tokio como un manto pesado, sumergiendo las calles en una oscuridad espesa y casi tangible. En una esquina, débilmente iluminada por el parpadeo irregular de un solitario poste de luz, Eijiro Kirishima esperaba, su paciencia a punto de agotarse. A su lado, Momo Yaoyorozu se movía inquieta, sus ojos fijos en el horizonte, como si intentara prever el peligro que se cernía sobre ellos. Un presentimiento la envolvía, una sensación que le decía que lo que se avecinaba sería mucho más que un simple rescate; sería un infierno.

—¿Crees que lo lograremos? —preguntó Momo, su voz baja pero cargada de preocupación, aunque su tono trataba de disimularla.

Kirishima le lanzó una mirada rápida y le devolvió una sonrisa tranquilizadora, aunque la duda también residía en su mente.

—Tenemos que hacerlo. Es Bakugo. No podemos dejarlo en manos de esos tipos.

El tiempo pasó rápidamente. Pronto, Izuku Midoriya apareció corriendo por la calle, su rostro vendado y marcado por las cicatrices de su reciente lucha contra Muscular. A pesar de su estado, sus ojos brillaban con una determinación que no conocía límites.

—¡Perdón por la demora! —jadeó, inclinándose ligeramente mientras respiraba con dificultad.

—No te preocupes, Midoriya —respondió Kirishima con una palmada amistosa en el hombro—. Estamos listos para irnos en cuanto llegue Todoroki.

No pasó mucho tiempo antes de que Shoto Todoroki se uniera al grupo. Su figura emergió desde las sombras, caminando con una calma inquietante. Su mirada fría y calculadora contrastaba con la determinación de Midoriya y la ansiedad palpable de Momo. Sin embargo, su presencia añadía una sensación de seguridad al grupo, incluso si nadie lo decía en voz alta.

—¿Esto es todo? —preguntó Todoroki con su tono usual de desapego, observando a los pocos compañeros reunidos.

Kirishima suspiró y pasó una mano por su cabello rojo.

—Sí... Parece que somos los únicos que se atrevieron a venir. Traté de contactar a Itachi y Obito Uchiha para pedir ayuda, pero nada... esos tipos son como fantasmas cuando no estamos en clase. Los demás... tal vez se asustaron o vieron esto como una misión suicida... maldita sea.

Todoroki arqueó una ceja al escuchar los nombres de los Uchihas. Itachi le resultaba incómodo, desde aquel encuentro en el festival deportivo que le había dejado una marca en el ego. Aunque aceptaba que Itachi era más fuerte, su actitud le disgustaba, especialmente después de ser derrotado. Obito, por otro lado, no le sorprendía en absoluto que no se hubiera presentado. A pesar de ser uno de los más fuertes de la clase 1A, su inmadurez era evidente.

Rápidamente apartó esos pensamientos, enfocándose en el presente. No era momento de preocuparse por los Uchihas; lo que importaba era lo que tenían frente a ellos.

—No vale la pena lamentarnos por quienes no están —dijo, cruzando los brazos con una firmeza imperturbable—. Somos nosotros cuatro, y eso es suficiente.

—Tienes razón —respondió Kirishima, apretando los puños con determinación—. ¡Bakugo no necesita que seamos perfectos, solo que lo saquemos de ahí!

Momo asintió, aunque el nudo en su estómago no desaparecía. Confiaba en el equipo, pero las probabilidades eran abrumadoras. Sin embargo, sabía que no podían dar un paso atrás. No después de llegar hasta aquí.

Izuku, en silencio, observaba los alrededores con cautela. Su mirada fija, evaluando cualquier posible amenaza.

—Vamos... estamos perdiendo tiempo —dijo, su voz grave y autoritaria, algo inusual en él.

Sus palabras hicieron eco en los demás, recordándoles la razón por la que estaban allí. No era solo un rescate, era un acto de lealtad y amistad. Algo que Bakugo probablemente nunca admitiría necesitar, pero que ellos sabían que debía hacerse.

—Bien, entonces —dijo Momo, guardando el mapa en su bolso con rapidez—. Pero antes de entrar... necesitaremos disfraces... no queremos ser...

Antes de que pudiera terminar la frase, una figura se acercó rápidamente desde la distancia. Los chicos se sorprendieron al ver que era Tenya Iida, quien llegó pedaleando su bicicleta a toda velocidad. Se detuvo frente al grupo, respirando con calma a pesar de la carrera que había hecho. Ajustó sus gafas, reflejando brevemente la luz parpadeante del poste cercano. Su uniforme, como siempre, estaba impecable, y su postura rígida denotaba la disciplina que lo caracterizaba.

—No se equivoquen... yo solo vine a asegurarme de que no hagan ninguna estupidez... como delegado... es lo menos que puedo hacer por ustedes ahora —declaró Iida, mirando a cada uno de los presentes—. Iré con ustedes... pero solo con esa condición...

Kirishima fue el primero en reaccionar, soltando una risa nerviosa mientras se rascaba la nuca.

—¿En serio, Iida? —dijo, sorprendido pero aliviado—. Pues, para alguien que solo vino a supervisar, parece que realmente quieres estar aquí.

Iida ajustó sus gafas con un gesto meticuloso, un destello de irritación cruzando su rostro.

—No malinterpretes mi intención, Kirishima. Estoy aquí porque mi deber como delegado es asegurarme de que nadie cometa imprudencias. Lo que planean hacer es irresponsable, pero... —suspiró profundamente, como si admitir lo que iba a decir le costara— ...no puedo quedarme al margen sabiendo que ustedes tres se adentrarán en territorio enemigo sin un plan sólido.

Momo dio un paso al frente, inclinando ligeramente la cabeza en agradecimiento.

—Gracias, Iida. Tu apoyo será invaluable, aunque sea bajo esas condiciones. Apreciamos cualquier ayuda que puedas brindarnos.

Midoriya observó en silencio la interacción entre ellos, sus ojos verdes oscuros brillando con una intensidad nueva. Finalmente, habló, con una autoridad que Iida no había visto antes.

—Iida, sé que estás aquí por un sentido del deber. Pero también sé que, al igual que nosotros, quieres que Bakugo regrese a salvo. No importa cuál sea la razón, agradezco que hayas decidido unirte. Esto no será fácil, y cuantos más seamos, mejor.

Iida pareció incomodarse por el tono firme de Midoriya, pero no dijo nada. Solo asintió, como si aceptara la verdad no dicha.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó Todoroki, su voz corta y precisa, como siempre.

Momo sacó de nuevo el mapa de su bolso y lo extendió sobre el suelo, señalando varias marcas en rojo.

—Aquí es donde creemos que tienen a Bakugo —dijo, apuntando a un edificio abandonado en Kamino—. Nuestro plan es infiltrarnos sin ser vistos... necesitamos disfraces, y no queremos llamar la atención. Los trajes de héroes serían demasiado obvios... sería mejor ir a una tienda de ropa. Yo me encargaré de los gastos.

Los chicos asintieron, algunos con cierta risa nerviosa al imaginar lo que estaban a punto de hacer.

Kirishima no pudo evitar soltar una risa nerviosa.

—Esto va a ser... raro, ¿verdad?

Pero sin importar cuán raro fuera, todos sabían que no había marcha atrás.

Actualidad...

Ya con los disfraces puestos, aquellos trajes con pelucas tal como en la historia original, su paso era lento pero firme, como si cada uno de ellos tuviera un propósito claro. Sin embargo, a lo largo de su recorrido, algo los inquietaba profundamente: la expresión de Midoriya. Caminaba con una seriedad aterradora, su mirada fija, como si estuviera atrapado en un abismo de pensamientos oscuros. Era una mirada de odio puro, un fuego implacable que parecía consumirlo desde el interior.

Era comprensible, claro. La reciente muerte de All Might había dejado un vacío enorme, y si alguien podía sentirse profundamente afectado por ello, ese era Midoriya, el eterno admirador del símbolo de la paz. Pero había algo más en su rostro, algo más allá del luto y la pena. Ese odio... esa furia incontrolable era diferente a todo lo que habían visto antes.

Tenya Iida, caminando junto a él, reconoció esa mirada, pues él también había estado allí alguna vez. Había experimentado esa misma oscuridad, esa misma necesidad de venganza, cuando trató de hacer justicia por su hermano a costa de la vida del asesino de héroes. Esa mirada no era solo dolor; era el reflejo de una rabia tan profunda que podría llevar a alguien a perderse a sí mismo en su búsqueda de venganza. Tenya lo entendía, pero también sabía lo peligroso que era seguir ese camino.

De repente, el grupo se detuvo en seco. El callejón estaba sucio, pero desde allí veían la imponente escena que los dejó sin palabras.

—Bien... llegamos... —dijo Midoriya, con una voz gruesa y autoritaria.

—Es ahora o nunca —murmuró Kirishima, apretando los puños. Su tono trataba de transmitir confianza, pero la verdad era que estaba tan asustado como los demás.

A medida que los jóvenes héroes se acercaban con cautela, el panorama frente a ellos era aún más impactante: Gran Orca, Tiger, varios oficiales de policía y Mount Lady yacían inconscientes en el suelo. Al frente de la escena, dos figuras imponentes con capas negras adornadas con nubes rojas permanecían inmóviles, como si el caos a su alrededor fuera algo completamente irrelevante. Uno de ellos llevaba una máscara de gato que ocultaba su rostro, mientras que el otro, pálido como la nieve, irradiaba una aura helada. Estos no eran otros que Orochimaru e Itachi, miembros de la infame Akatsuki, quienes aguardaban en silencio mientras Sasori verificaba si el "creador" de los Nomus se encontraba dentro del edificio, con la intención de destruir todo a su paso.

—Espero que Sasori no mate al creador de estas cosas —dijo Orochimaru con entusiasmo—. Si estudio a ese tipo, podría verificar si mi teoría sobre los kekkei genkai y los quirk es cierta.

—No estamos aquí para eso, Orochimaru —respondió Itachi con voz tranquila.

Momo, Kirishima, Todoroki, Iida y Midoriya permanecían ocultos en el callejón, incapaces de apartar la vista de las dos figuras que representaban más que una simple amenaza: eran la personificación de un peligro que excedía todo lo que habían enfrentado antes.

—No puede ser... ¿Ellos también están aquí? —susurró Todoroki, recordando la tensión y el aura intimidante que irradiaban los miembros de la Akatsuki desde su enfrentamiento en Hosu con Deidara y Sasori.

Midoriya finalmente habló, pero su tono era tan oscuro y cargado de emociones que sorprendió a todos. El odio en sus palabras era inconfundible.

—No importa... vamos... Kacchan nos necesita... y no voy a dejar que esos malditos se salgan con la suya —dijo Deku, levantándose. La energía de One For All brillaba en todo su cuerpo mientras se ponía de pie—. Vamos... ¡Levántate, carajo!

Momo intentó razonar, mientras todos permanecían en el callejón.

—Midoriya, no podemos actuar de manera impulsiva. Si nos enfrentamos a ellos ahora, no solo pondremos en peligro a Bakugo, sino también nuestras vidas.

Pero Midoriya no le hizo caso. Con un gran salto, concentró One For All en sus piernas, avanzando rápidamente hasta quedar frente a Orochimaru y el enmascarado (Itachi).

El impacto de su aterrizaje fue ensordecedor, con un crack que hizo que los escombros alrededor de él saltaran por los aires. El aire se volvió denso a su alrededor, mientras su aura de One For All resplandecía con un verde brillante, reflejando la furia que lo consumía por dentro.

—Parece que dejamos a un héroe aún consciente —murmuró Orochimaru, mirando a Midoriya.

Los ojos de Orochimaru brillaron con una mezcla de fascinación y diversión, mientras que Itachi notó rápidamente a los demás escondidos en el callejón.

—¿Qué hacen ellos aquí? —preguntó Itachi para sí mismo, ajustándose la máscara para no revelar su identidad.

Midoriya, ahora completamente frente a Orochimaru e Itachi, no dejaba de irradiar una intensidad que sorprendió a ambos miembros de la Akatsuki. La energía que emanaba de él era palpable, un torrente de poder concentrado que podía destrozar todo a su paso, pero lo que más desconcertaba era la furia. Esa rabia cegadora que parecía consumirlo sin piedad.

Orochimaru se cruzó de brazos, observando a Midoriya con una sonrisa torcida, reconociendo al joven héroe del festival deportivo, incluso con el disfraz puesto. Ese chiquillo que se rompía las manos al usar su poder. Al principio, cuando lo vio por primera vez en televisión, lo consideró una basura, pero ahora... había algo en el joven frente a él que lo intrigaba. Había algo más en su actitud, algo que trascendía la mera agresión.

—Eres interesante, joven héroe —dijo Orochimaru, su voz cargada de una curiosa fascinación—. El poder dentro de ti... lo siento. Es algo... peligroso.

Midoriya no respondió a las provocaciones. Sus ojos seguían ardiendo con furia, pero no hubo un movimiento más. Solo estaba esperando, con cada músculo tenso, el momento exacto para atacar.

Orochimaru abrió su boca de manera antinatural, sus mandíbulas se distendieron con un sonido inhumano, como si su carne desafiara los límites de la anatomía. De su garganta emergió una serpiente, cuyo cuerpo retorcido y escurridizo parecía deslizarse entre las sombras. La criatura abrió su propia boca, revelando un brillo mortal. En un destello de luz y acero, la serpiente soltó la legendaria Kusanagi, la espada que había sido suya durante generaciones. El metal reflejó una luz siniestra, como si la propia espada deseara devorar todo lo que tocara. La Kusanagi, símbolo del poder y la muerte, estaba nuevamente en manos del temible sanin.

Midoriya no parpadeó ni un segundo. La atmósfera se tensó aún más, como si el mundo mismo hubiera dejado de respirar por un momento. La luz verde de su One For All parecía arder con más fuerza, iluminando el callejón como un faro de furia incontrolable. Todos los músculos de su cuerpo estaban listos para moverse, para estallar en un golpe devastador.

—No necesitas más que eso, Orochimaru. —La voz de Midoriya salió baja y peligrosa, con un tono de advertencia que se podía cortar con un cuchillo.

El sonido del susurro de la serpiente deslizándose por el aire, seguido por el destello de la Kusanagi, resonó como una amenaza directa. Orochimaru parecía disfrutar el desafío, como un amante del caos que nunca rechaza una oportunidad para probar la resistencia de los héroes. Su sonrisa no hacía sino crecer más amplia al ver el nivel de enojo de Midoriya.

—Creo que te has dejado llevar por tus emociones, joven héroe. No es sabio enfrentarse a nosotros con esa furia ciega. —El sanin deslizó la espada con una suavidad inquietante, ajustándola en su empuñadura mientras la miraba con una fascinación macabra. —Tu poder es enorme, sin duda, pero... ¿serás capaz de controlarlo? No dejes que la ira te ciegue.

Pero Midoriya no escuchaba. No podía escuchar nada más allá del retumbar de su propio corazón, la imagen de All Might cayendo, su sacrificio final. Algo dentro de él había roto, y no había vuelta atrás. Era como si todo lo que había creído sobre la justicia y el heroísmo estuviera desmoronándose ante sus ojos, y lo único que quedaba era la venganza.

Fue entonces cuando, sin previo aviso, Midoriya hizo su movimiento. Con un grito de pura rabia, sus músculos explotaron hacia adelante, sus piernas impulsándose con todo el poder del One For All. El suelo se quebró bajo su impacto mientras una onda expansiva de energía destrozaba los escombros a su alrededor. Orochimaru apenas tuvo tiempo de reaccionar, pero la velocidad y la fuerza de Midoriya lo dejaron sin margen para esquivar.

La Kusanagi se elevó en un destello plateado, buscando atravesar a Midoriya en su ataque. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, el héroe alcanzó su punto máximo de velocidad, y el sonido de un choque ensordecedor resonó cuando sus puños y la espada se encontraron en el aire. Un impacto tan feroz que la energía desprendida hizo temblar los cimientos del edificio cercano.

El choque produjo una onda de presión que lanzó a varios de los héroes ocultos en el callejón contra las paredes, sorprendidos por la magnitud de la batalla que acababa de desatarse. Kirishima, Iida, Momo y Todoroki se cubrieron como pudieron, mientras observaban, atónitos, la escena que se desarrollaba frente a ellos.

—¡Midoriya, detente! —gritó Iida, saltando al frente para intentar detener a su amigo, pero era evidente que su velocidad era nada comparada con la furia de Midoriya.

Pero Midoriya ya no escuchaba. El poder de su One For All había alcanzado una nueva magnitud, y su control sobre él estaba al borde de lo que cualquiera podría manejar. Su cuerpo brillaba con una luz cegadora mientras golpeaba nuevamente la Kusanagi, un eco de poder que reverberó en el aire.

Mientras tanto, en la fábrica de Nomus...

Sasori jadeaba por aire mientras movía sus marionetas con precisión, al frente suyo, un hombre que usaba una máscara de gas azul marino con forma de calavera, con tubos angulares en la parte superior, destrozaba sus marionetas, cuidándose del veneno mortal de estas. Este hombre era All for One.

—Vaya... si que son grandiosos los Akatsuki —dijo All For One, con una sonrisa en su rostro mientras aplastaba otra marioneta con uno de los quirk que había robado. Su tono era ligeramente burlón, pero su interés era claro.

—Debo decir que su organización me ha impresionado mucho —continuó, sus ojos brillando con una curiosa mezcla de admiración y codicia—, Cada uno de ustedes... sus poderes... sus quirks, son lo más hermoso y único que vi... pero... nunca les perdonaré por haber asesinado a All Might... ese era mi triunfo, mi venganza... ¡MI PELEA! ¡Y ES POR ESO QUE MATARE A CADA UNO DE USTEDES!.

—¡SUPER COMBINACIÓN DE QUIRKS! —gritó All for One, Sasori apenas tuvo tiempo de cubrirse con sus propias marionetas antes que el ataque le diera de lleno.

La explosión de poder fue tan intensa que toda la fábrica tembló con el impacto. Las marionetas de Sasori, que hasta ese momento habían servido como su defensa, volaron por los aires como si fueran simples trozos de papel. Sasori se apresuró a ordenar a sus marionetas que se reagruparan, pero el poder devastador de All For One superaba cualquier cosa que pudiera preparar. La mezcla de quirks de All For One se combinaba con una precisión mortal, cada ataque era una amenaza capaz de destrozar todo a su paso.

Sasori, con su rostro impasible, se lanzó hacia adelante, manejando sus marionetas con una destreza casi inhumana. Cada uno de sus movimientos estaba calculado, pero a pesar de la precisión y la velocidad de sus marionetas, la fuerza bruta de All For One estaba demasiado lejos de lo que Sasori podía manejar. Las marionetas fueron destrozadas una tras otra, como muñecas de trapo ante la furia de un niño desbocado.

—No es suficiente —murmuró Sasori para sí mismo, viendo cómo sus marionetas eran derrotadas sin compasión—. Pero no he llegado hasta aquí para rendirme.

All For One observaba a Sasori con una sonrisa burlona, disfrutando del caos que había desatado, pero su interés en Sasori era genuino. Había algo en la combinación de quirks de los Akatsuki que le intrigaba profundamente. Después de todo, los poderes que había robado a lo largo de su vida no eran nada comparados con los que él podía obtener de los miembros de esta organización secreta.

—Sabes, Sasori...— comenzó All For One, sus ojos brillando con un brillo cruel—. He robado poder durante toda mi vida, pero aún hay algo... algo que siento que podría complementar todo lo que he acumulado hasta ahora. Imagínate lo que podría lograr con un poder como el tuyo, algo tan... exquisito.

Sasori no respondió inmediatamente. Sabía que no podía simplemente enfrentarse a All For One en un combate directo. La batalla se estaba tornando peligrosa, y mientras sus marionetas eran desmanteladas una por una, su mente comenzó a trabajar en una solución. El peligro no solo provenía de All For One, sino también de las dos figuras que habían llegado a interrumpir la misión original: Orochimaru e Itachi.

A lo lejos, Sasori observaba el intercambio entre Midoriya y Orochimaru, con una mezcla de interés y preocupación. Midoriya había alcanzado un nivel de poder tan impresionante que casi parecía imparable, pero la furia en su rostro era algo que ningún héroe podría controlar por mucho tiempo.

En ese momento, un ruido ensordecedor resonó en toda la fábrica, seguido de un crujido inhumano que provenía de lo profundo del edificio. Sasori, como si todo estuviera predestinado, giró hacia All For One.

—Creo que lo que te interesa... está por venir —dijo Sasori, con una ligera sonrisa, como si todo estuviera bajo control, aunque las marionetas caían a su alrededor—. Pero tal vez esta vez no sea yo quien se encargue de la pelea.

All For One frunció el ceño, molesto por la interrupción de Sasori. Sin embargo, no dejó de observarlo mientras pensaba en sus propios planes. La batalla no había hecho más que comenzar.

Bueno amigos, se que es un poco decepcionante que no haga puesto las peleas, pero me salio muy largo todo... asi que en la siguiente parte vendrán los combates junto con la culminación de esta magnifica primera temporada, asi que espera que haya valido la espera para todos.
Gracias por el apoyo chicos, no olviden comentar la parte que les gusto o sugerencias/critica se tomará con tranquilidad, gracias :)