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UN HOMBRE DE VERDAD

Una historia basada en RANMA 1/2 de Rumiko Takahashi

Escrita por ZETAGÉ


Nota del autor:

¡Hola! Gracias por pasarte por aquí.

Esta historia aborda temáticas que son fuertes, en especial el abordaje de cómo una familia se enfrenta a una enfermedad grave y los efectos que esto puede tener sobre sus integrantes. Esto lo baso en mi experiencia personal, por lo que las temáticas las trato con el mayor respeto posible, aunque acercándolas todo cuanto puedo al universo de Ranma 1/2, por lo que, si estos temas te afectan, te pido precaución por si decides seguir leyendo.

Aprovecho de recordar que para muchos de mis proyectos añado ilustraciones en sitios donde se permite. Los links están en mi perfil (Puede que al momento en que leas esto no haya nada publicado aún, pero bueno; lo dejo como aviso para el futuro).


PARTE 1

Fin del verano


Acto I ~ Un día cualquiera

Una repentina y fría brisa hizo que Ranma despertara de un salto, casi tirándolo al suelo. Había pasado tanto tiempo dormido que el frío le caló hasta los huesos, y al moverse de forma brusca estuvo a punto de perder el equilibrio. Recién entonces cayó en cuenta de que se había quedado dormido sobre el tejado, y no tardó en comenzar a trotar sobre su sitio, frotándose los antebrazos en un intento de entrar en calor.

—La estación está cambiando —masculló con los dientes castañeando y maldijo para sus adentros la decisión de vestir una camiseta sin mangas ese día. Aunque el verano seguía ahí, el viento helado era una señal de que el calor comenzaba a ceder.

Todavía algo desorientado, miró a su alrededor para ubicarse. Las calles del barrio estaban desiertas, y el sol había avanzado en el cielo, lo que le hizo suponer que llevaba un buen par de horas tirado ahí, esperando a alguien que no se dignaba a llegar.

—Qué raro —murmuró mientras se calentaba las manos con el aliento—, ya ha pasado más de una semana. Supuse que llegaría hoy.

Sacó una carta del bolsillo del pantalón y la desdobló para releerla. El papel ya estaba arrugado de tanto revisarla, pero no había confusión posible: Ryoga lo había desafiado a un combate para principios de septiembre, y ahora el mes estaba por llegar al día diez.

—Debe ser que su sentido de orientación empeoró —dedujo con ironía, pero en seguida negó con la cabeza—. Eso es imposible.

Saltó del tejado con decisión, harto de esperar.

—En fin, eso significa que yo gano por abandono.

Pero justo cuando aterrizaba, el alboroto desde el interior de la casa captó su atención. Reconoció de inmediato la voz de Akane y el irritante chillido de P-Chan.

—¡Mira, Ranma! —Akane corrió hacia él con el cerdito negro en brazos, sonriendo de oreja a oreja—. ¡P-Chan regresó!

—Sí, ya lo veo —gruñó Ranma, acercándose al cerdito con ojos entrecerrados—. Casi dos semanas tarde, ¿eh? —exageró—. Por poco y superas tu propio récord, Ryoga.

—¡No lo molestes! —protestó Akane, apretando a P-Chan contra su pecho como si lo protegiera de un depredador—. ¡Y no entiendo por qué mencionas a Ryoga si ni siquiera está aquí!

Ranma no escuchó la última parte. El frío desapareció de golpe, reemplazado por el calor furioso de la indignación al ver la sonrisita burlona del cerdito, quien parecía disfrutar de su victoria desde el refugio del pecho de Akane.

—Eres un…

Fue demasiado. Ranma arrancó a P-Chan de los brazos de Akane y lo colocó en posición de lanzarlo lejos.

—¡¿Crees que puedes ponerte a coquetear con Akane después de hacerme esperar tanto por nuestro duelo?! ¡Me las vas a pagar!

Pero P-Chan no era fácil de atrapar; aprovechando un descuido de Ranma, le plantó las patas en la cara con fuerza, lo que acabó desatando una persecución por toda la casa. El caos habitual de los Tendo regresó: Akane persiguiendo a Ranma, quien a su vez corría tras el cerdito, lanzando amenazas mientras Akane gritaba advertencias.

Cuando pasaron cerca del comedor, Akane notó algo que la hizo detenerse de golpe: su padre y sus tíos Genma y Nodoka estaban sentados alrededor de la mesa con expresiones inusualmente serias. Sin embargo, no tuvo tiempo para detenerse a averiguar qué ocurría, porque los chillidos provenientes del baño la devolvieron a la realidad: Ranma había capturado a su mascota. Akane volvió a echar a correr, aunque con menos ahínco que antes, una inquietud creciente instalándose en su pecho.

Ranma, por su parte, sujetaba al cerdito negro por la parte trasera de la cinta que siempre llevaba al cuello en esa forma y lo arrojó sin dudarlo a la bañera, confiado por pura experiencia en que el agua estaría caliente. Y no se equivocó.

—¡Idiota! ¡¿Acaso estás loco?! —protestó la figura humana que emergió del agua tras el chapuzón—. ¡¿Qué vas a hacer si Akane me ve así?!

La respuesta de Ranma fue enterrarle la planta del pie sobre la cabeza para volver a hundirlo al agua.

—Pues escóndete, P-Chan —se burló, inclinándose hacia la bañera con las manos en las caderas y disfrutando de cómo Ryoga se sacudía de un lado a otro tratando de liberarse—. Además, ¿de qué te preocupas? Esa chica es tan despistada que de seguro ni lo nota.

—¡No le hagas daño a P-Chan! —gritó Akane desde la puerta.

Justo en ese momento, varias cosas ocurrieron al mismo tiempo: un fuerte golpe con algo contundente empujó a Ranma hacia adelante, haciéndolo caer al agua con un grito; Ryoga, aliviado por la falta de presión sobre su cabeza, emergió para tomar aire; y Akane comenzó a lanzarles a ambos todo lo que encontraba balbuceando algo incomprensible mientras intentaba cubrirse los ojos al darse cuenta de que Ryoga estaba desnudo.

El alboroto se salió de control rápidamente. Los gritos de Akane y el sonido de los objetos impactando contra las paredes amenazaban con hacer ceder los cimientos del baño. Fue entonces cuando la mampara se deslizó hacia un lado tras unos golpecitos que nadie escuchó, y Kasumi asomó la cabeza tímidamente. Ryoga, siempre astuto, aprovechó la distracción para lanzarse a un balde lleno de agua fría, regresando a su forma de cerdito antes de que alguien lo notara.

—Ranma —dijo Kasumi con voz suave, pero su tono bastó para congelar el caos de inmediato. Recién entonces Ranma y Akane notaron con sorpresa que el rostro de Kasumi estaba tenso, como si estuviera haciendo un esfuerzo por contener las emociones—. Tu mamá me envió a buscarte. Quiere hablar contigo un momento.

El ambiente cambió de golpe. Ranma sintió que algo pesado flotaba en el aire, difícil de describir, pero imposible de ignorar. Sin decir nada, asintió torpemente mientras se quitaba un bol de plástico que había usado como casco improvisado.

Justo cuando estaba por salir, Kasumi lo detuvo con una tetera de agua hervida, ofreciéndosela con una sonrisa débil. Su expresión afectada era tan evidente que incluso Ranma, poco perspicaz para leer emociones ajenas, sintió un nudo incómodo en el estómago.

—Creo que a tu mamá le gustaría hablar contigo siendo muchacho.

Solo entonces Ranma se dio cuenta de que en algún momento de la pelea se había transformado en chica.

—Sí. Gracias —murmuró, dejando que Kasumi le rociara el agua caliente sobre la cabeza.

Mientras su cuerpo regresaba a la normalidad, volvió a mirarla, notando como los nervios le tensaban los músculos. Sin más palabras, asintió nuevamente y salió del baño.

Akane recibió a P-Chan en brazos cuando este saltó hacia ella. Mientras la calma volvía lentamente, Akane no tardó en conectar el estado de su hermana mayor con la escena que había presenciado en el comedor.

—¿Ocurrió a algo malo, Kasumi? —preguntó con cautela.

Kasumi intentó una sonrisa, pero antes de que pudiera responder, una mano se posó en el hombro de Akane, Al girarse, vio a su padre junto a ella, con una expresión de gravedad y tristeza. De sus ojos corrían finos hilillos de lágrimas.

—Kasumi, llama a Nabiki —ordenó con voz grave y raspada. Luego miró a su hija menos con seriedad—. Debemos tener una reunión familiar. Ahora.

Dichas esas palabras, Akane permitió que su padre la guiara fuera del baño. Kasumi los siguió, mientras P-Chan permanecía quieto en los brazos de Akane, como si también percibiera la tensión que flotaba en el ambiente. Aunque Akane intentaba aparentar calma, sentía un miedo creciente en su interior. Era muy pequeña la última vez que su padre solicitó una reunión familiar con ese tono y seriedad. Fue cuando su madre enfermó y como familia descubrieron que sus vidas cambiarían para siempre.


Ranma 1/2 © Rumiko Takahashi