Jake miraba al cielo desde las alturas en el avión que había abordado con destino a los Estados Unidos. El dinero que había ahorrado de todo su tiempo como mercenario ahora servía de algo, y aunque tenía que vivir con una identidad falsa proporcionada por el Estado americano y todas las organizaciones internacionales, por lo que podía viajar de manera 'libre', bajo estricta vigilancia por parte de la B.S.A.A.

Algunas nubes se veían suaves, otras eran difusas, pero en todas se perdía mientras que, con su característica mirada fría, brincaba de la ventanilla a su teléfono celular, el que tenía como último mensaje uno enviado a su entrañable amiga Sherry, a quien le había apenas avisado que iba de camino a Washington D.C., e inmediatamente sonrió al pensar en que ella le pudiera enviar un mensaje de vuelta, pero con una sonrisa cortada, intentando minimizar lo que se desarrolló en esos seis meses que pasaron juntos tanto en Edonia como en China.

El avión estaba a punto de aterrizar, y como el vuelo era directo, esto le representaba un alivio tras las horas de viaje por encima del mar, además de un contacto con el exterior para poder hablar con su amiga, ex escolta y de alguna manera, la salvadora de su alma o de su ética o de su herencia… aún no se decidía del qué lo había salvado, pero recordó que su vida, desde que Sherry entró en ella, no había vuelto a ser igual.

Bajó del avión, y la señal regresó a su teléfono, el que recibió un mensaje de la mujer, quien apenas recordaba que era mayor que él por seis años, y aunque le parecía curiosa la diferencia, no le abrumaba ni pensaba mucho en ella.

Solo quería verla.

Quería verla tanto por placer personal como por cuestiones que quedaron pendientes en China… hace nueve años.

Aunque ya había visto a Sherry anteriormente en viajes que ambos habían realizado para verse. Pero esa fue la primera vez que Jake se sintió capaz de poder hablar del tema de su padre, porque durante los nueve años que transcurrieron, siguió trabajando como un mercenario caritativo, únicamente por cifras simbólicas e incluso fruta, con la finalidad de despegarse de la ambición que, supo, llegó a caracterizar a Wesker cuando estuvo con vida.

No sabía mucho, apenas recordaba lo que había escuchado de la boca de los científicos en Lanshiang, y por mucho tiempo dejó que el tema se evaporara en el tiempo, pero esto no ocurrió, sino que lo abatió como un ariete en una ocasión en la que un sueño le amenazaba con convertirse en una amenaza por el don de su sangre.

En una de sus tantas charlas con su amiga, con Sherry, con quien no se animaba a pasar a más de una amistad con toques de ironía y coqueteo tras reconocer a regañadientes que sentía un cariño demasiado fuerte por ella, decidió que tenía que cerrar ese capítulo de su vida, o al menos comenzar a conocerlo. Y así compró improvisadamente un boleto para llegar a Washington D.C., precisamente a esa ciudad, porque aunque lo negara a los demás, él sabía que elegía ese destino para ver a la rubia tan pronto como fuera posible así la hubiera visto por última vez hace un mes.

Y fue así.

La vio de lejos, su cabello corto y rubio brillaba bajo la luz de las luces del aeropuerto, su piel intacta por el tiempo, sin arrugas, sin cambio significativo alguno en su físico, porque seguía tan hermosa como la recordaba de la primera vez que se vieron en Edonia, solo que ahora usaba una playera blanca de tirantes, y mezclilla con un par de botines cafés, luciendo tan fresca y juvenil que le parecía increíble tal vez por los efectos del virus G en su cuerpo -el que recordó cómo le dejó la boca callada al verla regenerarse de una herida mortal-, como los de su propio virus, que le daban una fuerza sobrehumana que no había hecho otra cosa más que aumentar, además de una velocidad que también incrementó, lo que lo dejaba preocupado.

La chica le sonrió, se acercó a él y le abrazó con ternura, una ternura que le estaba caracterizando con él, una ternura fría, porque sin verbalizarlo, solo con un abrazo o una mirada, demostraba todo lo que en realidad pensaba de él.

Que era un joven complicado, que le tenía estima, que aún le faltaba madurar, pero que tenía en su mirada y en su manera de cuidarla algo especial, además de una conexión que sus virus les brindaba por medio de sus experiencias, pero lo que más valoraba de él era, más que las charlas, el silencio, porque se daba cuenta de que con él no era incómodo, sino que por el contrario era un momento de serenidad que se sentía como un lujo, y que él apreciaba también cuando acercaba sus manos a su rostro y enredaba su rubio cabello entre sus dedos. Ella podía sentir cómo él le decía todo con sus actos a pesar de no emitir palabra alguna.

—¿Qué tal el vuelo? —preguntó Birkin mientras le ofrecía un café caliente. Jake había decidido llegar en épocas primaverales, pero lo que se le hacía extraño a Sherry era la premura con la que había llegado a la tierra americana.

—Cansado, como lo son todos —contestó el hombre, quien iba vestido con una chaqueta de cuero, mezclilla negra y una playera oscura mientras le dedicaba media sonrisa a su amiga —no llego en mal momento ¿verdad?

—¿Te refieres a que si no tengo visitas como la última vez? —preguntó Sherry, recordando que el mes anterior, cuando llegó Jake, Claire se encontraba con ella mientras le platicaba los horrores que vivió Chris durante su paso por Europa del este, cuando Ethan Winters falleció —no, ahora Claire no está.

—Vale —respondió sin añadir más.

Recordó de golpe que al llegar al departamento de Sherry, tocó el timbre y quien abrió era alguien inesperada. La hermana de Chris Redfield. Pudo notarlo en las facciones de la mujer, las que a pesar de ser suaves y ser notoriamente hermosa, le recordaban al militar con el que se había enfrentado en la planta petrolífera en China.

Claire peló los ojos al ver a un Jake Muller con gafas de sol, las que le daban un notorio parecido a Albert Wesker, con quien se encontró en la Atlántida durante su intento por buscar a Chris tras el desastre de Raccoon City. Su corazón se aceleró y el enojo casi se apoderó de ella, pero después recordó que Sherry se había vuelto amiga íntima del descendiente del infame traficante, por lo que guardó la calma a pesar de la fuerte impresión que el rostro del joven había dejado en ella.

De golpe, Claire pensó en Steve Burnside, y soltó una lágrima frente al heredero de la infame sangre.

—Jake ¿cierto? —preguntó con toda la amabilidad que pudo, tratando que su ansiedad no se notara o al menos no fuera tan evidente —un gusto.

—No lo creo… —contestó Jake mientras veía a Sherry salir de un cuarto vestida con una bata de dormir con encaje y ligeramente corta, lo suficiente para verle las piernas, pero volteó rápidamente al ver cómo la chica Redfield lo miraba atentamente.

—Pasa —dijo Claire mientras caminaba a la sala de estar y veía cómo Sherry se encerraba en su cuarto, aparentemente para vestirse con algo más apropiado o que revelara menos piel, sin pensar que Jake alguna vez la vio desnuda en China, mientras estaban en los casilleros tras lograr fugarse de los laboratorios donde los habían tenido como cobayas de experimentación —¿tú eres Jake, verdad?

—Por tu rostro creo que ya sabes quien soy —contestó el chico sin mirarla directamente, buscando escapar de esa conversación por medio de alguna ventana o mirando a cualquier otra cosa que no fuera a la hermana de Chris —creo que sabes tanto de mí como yo de ti.

—¿Qué te ha contado Sherry? —preguntó Claire tratando de mitigar la incomodidad.

Pero Jake la ignoró categóricamente, sin embargo entendió que comenzó con el pie izquierdo al mostrar tanta sorpresa al verlo por su parecido físico con su padre, más cuando su prácticamente hija le había comentado que a él aparentemente le pesaba el tema tanto que decidió alejarse lo más posible de cualquier cosa que Wesker representara.

Recordó cómo el silencio se tensó hasta que Sherry salió y lo saludó, solo para que la pelirroja se fuera del hogar de la rubia despidiéndose de ella afectuosamente.

Llegó a su cabeza también que charlaron un poco sobre la impresión que él dejó en la salvadora de Sherry, lo que para él había sido una gota más dentro de un vaso que estaba a punto de derramarse de nuevo desde que se enteró de su propia ascendencia.

Al salir del aeropuerto, subieron a un automóvil, el que era el de la chica y con un silencio tranquilo, condujeron a su departamento acompañados por algo de música y con Jake mirando por la ventanilla de nuevo, pero volteando de reojo a verla como siempre hacía cuando la tenía cerca, pero la joven no miraba.

Regresó su mirada a la carretera hasta que llegaron al departamento, pero volteando con los ojos a ver lo que más pudiera de su anfitriona, y cuando entraron a los aposentos de esta, le ofreció un vaso de agua o un café, pero no le contestó, sino que se dedicó a mirarla fijamente, pero con la diferencia de que ahora le dedicaba una media sonrisa que la chica contestó con una sonrisa corta y brillo en los ojos.

Pero sabía que ese silencio, por más cómodo que fuera entre ambos, debía terminar, especialmente porque intuía que la visita de Jake no era fortuita como en otras ocasiones.

—Me alegra que la chica Redfield no esté aquí —abrió Jake la conversación.

—¿A qué viniste, Jake? —preguntó Sherry mientras se sentaba a su lado y le dejaba una taza de té mientras le quitaba el tono inquisidor a su pregunta mientras añadía una sonrisa, pero él lo único que hizo fue arquear una ceja.

—¿No puedo visitar a una buena amiga? —contestó con ironía, picardía que mostraba con una media sonrisa y la mirada dirigida a los ojos de su interlocutora, quien ahora no pudo resistir el doble sentido del comentario de su compañero y dirigió la expresión a la mesa con una sonrisa ahora sí visiblemente completa.

Jake, al notar esto, apartó la cara buscando ocultar lo que se sentía como un sonrojo, y al tratar de retomar la compostura por su inevitable incapacidad de hablar o admitir algo que fuera sumamente íntimo como su verdadero sentir hacia ella, desvió el tema a su segundo propósito del viaje.

—Ya no aguanto no saber, Sherry —confesó, a lo que la chica volteó a verlo al rostro mientras se expresaba —sé que dije que no quiero ser como mi padre… pero ni siquiera sé cómo era.

—Jake…

—Sé lo que me vas a decir, y es lo mismo de siempre, que los actos de mi papá no tienen nada que ver conmigo, pero su sangre es la razón por la que nos conocimos, es la razón por la que pasamos por toda esa mierda en Edonia y en China y la razón por la que tu casi mamá se desconcertó apenas me vio el mes pasado —dijo, revelando que el encuentro con Claire le había pesado.

—No fue tu culpa…

—Sé que no es mi culpa, ¡pero joder, es como si lo fuera! La B.S.A.A. sigue monitoreándome para que mi ADN no se salga de control, tengo que vivir con una identidad diferente para que el mundo no se vuelva loco… no es mi culpa quién es mi papá, pero al mismo tiempo se siente como si lo fuera.

Sherry lo miraba, pero no decía nada. Era de esos momentos entre ellos en los que sabía de lo que hablaba, especialmente porque no pudo evitar recordar cuando fue rescatada de Raccoon City y la empezaron a utilizar como cobaya para hacer vacunas y le quitaron la libertad.

—¿Sabías que mi existencia es un secreto de Estado? —preguntó Sherry a Jake, quien volteó a verla intrigado, con la cara tensa, y recordando que ella no le hablaba gran cosa de su infancia o de los hechos de Raccoon más allá de lo que le contó en China, lo que tampoco fue mucho. Guardó silencio, indicándole que continuara —cuando Claire y Leon me sacaron de la ciudad y me curaron de la infección que contraje, el gobierno utilizó mi seguridad como moneda de cambio para garantizar el silencio de él y su cooperación como agente, después Simmons se volvió mi tutor legal y experimentaron conmigo para hacer de mi sangre las vacunas contra el virus G. Temían que mi seguridad estuviera en riesgo debido a que Wesker se encontraba libre, así que me resguardaron y no fue sino hasta que él murió que me dieron una libertad condicionada a cambio de trabajar como agente.

—La muerte de mi papá te dio tu libertad —dijo Jake con ironía.

—No quise decir eso —corrigió ella mientras volteaba a verlo a los ojos, en una escena que le recordó a cuando compartieron la cabaña en Edonia —quise decir que entiendo perfectamente lo que sientes. Sientes que las consecuencias de lo que hizo tu padre te persiguen y que te van a perseguir toda tu vida, y es posible que así sea. Pero tú decides que hacer con lo que es de tu vida ahora, al igual como yo lo estoy haciendo con la poca libertad que me queda.

—Sherry…

—Al menos a mí no me importa quien fue tu padre. Si a los demás les importa es problema de ellos, no tuyo… ni mío.

Se miraron profundamente, directo a los ojos, y para ambos fue como un viaje en el tiempo, como si estuvieran rodeados de la calidez de la fogata en la cabaña, solo que con la paz del clima templado al exterior, y con una sonrisa compartida, Jake dio a entender que las últimas palabras de su amiga eran lo que necesitaba en ese momento.

Sin embargo, tuvo que desviar la mirada de nuevo cuando al escuchar el horno microondas de su amiga pitar, encontró una excusa para cambiar el enfoque de lo que sentía por su amiga al tema que lo aquejaba.

—Y de vuelta a la realidad —exclamó con marcada fuerza —¿crees que me puedas hacer un favor?

—¿Qué necesitas? —preguntó la rubia mientras igual se recomponía mientras se llevaba un vaso de agua a los labios.

—¿Tendrás entre tus contactos el número de Redfield?

—¿El de Claire?

—No. De Chris…