Hace tiempo no ponía acá nada nuevo... alguien me dijo que esa sería quizá la mejor forma de obligarme a escribir más seguido y de forma más constante...
Quizá tenga razón
Esto es un "song-fic" de Too Much, de The Spice Girls... ojalá les guste
El amor es ciego
Love is blind, as far as the eye can see,
deep and meaningless words to me.
La figura se estilizó al estirarse por completo, en toda su largura, en toda su amplitud, y mientras se impulsaba con sus piernas para tomar impulso y trazando un fino arco se sumergía en la piscina, el agua acristalada saltó como fina lluvia inversa dando un matiz de inmortalidad al momento, que nadie veía, porque a nadie le interesaba apreciar aquella presencia femenina; peor, aquel era de esos maravillosos momentos que se notarían con cualquier otra persona, menos con ella en particular. A ella era casi una obligación ignorarla. Se deslizó lenta por el agua, suave, ligera y casi voluptuosa, encogió y estiró sus piernas un par de veces cual simpática ranita en agua tibia, luego salió ligera y grácil y con pequeñas y planeadas brazadas, recorrió todo el largo de la alberca, para con una profesional vuelta de campana, volver y así, por quince vueltas exactas, todas dando respiraciones pausadas y tranquilas cada cuatro brazadas, todas sin necesidad de ayuda para sus ojos grandes y expresivos, todas con la fortaleza de quien se levantó temprano, calentó con ahínco y recién empieza su práctica matutina.
Y cuando por fin asomó la cabeza de entre la claridad verdosa que los azulejos del fondo daban al agua, tras todas las repeticiones que se obligaba a hacer con una rutina de relojero suizo, el cabello castaño oscuro se le adhirió al cráneo como un gorro de terciopelo; subió la escalerilla con lentitud, quitándose los restos del agua del rostro, cerrando los ojos con fuerza para que las gotas de sus artificialmente rizadas pestañas no fueran a entrarle en ellos; la toalla que apareció delante de ella, sirvió para secarse la cara y las manos, uno a uno los delgados dedos, con pasos seguros y sosegados, Pansy Parkinson, fino traje de baño negro y figura impecable, se acercó hasta los camastros donde sus dos amigas la esperaban pacientemente, ambas charlando animadamente, según alcanzó a escuchar, de nueva cuenta sobre el nuevo "forro" que se cargaba la Chang como novio y lo buenísimo que seguramente sería tirárselo todos los días antes de ir al gimnasio.
–Nada como correr cuatro kilómetros y nadar un rato para sentirse perfecta… esto es mejor que el sexo. –Exclamó con una sonrisa socarrona, sabía lo que venía, sabía la reacción de las otras, pero estaba en su naturaleza hacerlo, decirlo, la última frase había hecho soltar a Padma una carcajada; Pansy se inclinó hacia su mesa y se acercó con elegancia la taza de té a los labios, haciendo caso omiso de la expresión de su compañera, todavía sintiéndose increíblemente bien, fuerte como nunca, perfecta y aún más.
–Cada vez que dices eso en lo único en que puedo pensar, es en que te urge una revolcada y no tienes otro modo de decirlo. –Millicent luchaba por retirarse las correas de las zapatillas de correr, Pansy se volvió a mirarla ceñuda mientras Padma volvía a reír por todo lo alto, el té estaba frío, pero no importó, apresuró hasta la última gota aun cuando lo tomaba sin azúcar, miró a todos lados y creyó ver caras muy conocidas entre los que se movían ya hacia la alberca, defecto de ir más allá de las ocho de la mañana a esa área favorita de todos.
–Ustedes son las necesitadas, si lo único que hacen es pensar en ello. –Masculló sentándose en su banco mientras se secaba los costados y los brazos con cuidado, por ahí acababa de ver una melena rubia y ya sentía cierto hostigamiento absurdo o mejor dicho, ciertas ganas de salir huyendo. –El comentario era eso, sólo un comentario.
–Mira Pansy, hay comentarios que es mejor no hacer… –Padma se levantó, había terminado su rutina matutina de estiramientos, yoga y cotilleo y debía marcharse, así que fue tomando su botellón de agua y su varita de sobre la mesilla, mientras un elfo doméstico se le iba acercando para saber qué necesitaba. -… las veo en la oficina, no se olviden que hoy por la noche es la ceremonia, así que preséntense bonitas y puntuales… y sobre todo, alegres, chicas… y eso lo digo por ti, Millicent. –La Patil se ajustaba a las muñecas un par de brazaletes de plata que el elfo le ofrecía, habían sido pulidos casi hasta hacer que Pansy, desde su distancia, pudiera ver su reflejo en ellos; le complació ver su abdomen plano, sus bien torneadas piernas y su espigado torso.
–¿De verdad es necesario que vaya? –Millicent alzó la cara enrojecida de esfuerzo, podía levantar kilos y kilos de pesas, correr quizás kilómetros enteros, había ablandado sus facciones y su figura, pero seguía costándole horrores el hacer movimientos tan simples, como el desatarse las agujetas con sus gruesos dedos, no se diga abotonarse, subirse cremalleras o ya de plano, hacerle un cariñito a su valiente en turno.
–Millicent, hablamos de ello… -Padma se volvió llevándose dos dedos a la frente con actitud cansada, el elfo había empezado a colocarle sobre los hombros una bata elegantísima, brillante y lustrosa, Padma no solía ducharse en el gimnasio. -… toda la oficina de Cooperación Mágica debe estar ahí, no es decisión mía… la orden viene directa de arriba. –Sujetó su bolso y tiró de su toalla colocada en el respaldo del camastro, mientras el pequeñín la perseguía torpemente y ella se ajustaba unas gafas de sol al rostro.
–¡Claro!… ¡Santísima Granger quiere a todos los obreros para poder presumir mejor sus logros!... listilla asquerosa. –Masticó Pansycomo no queriendo la cosa mientras Millicent asentía desde su asiento; Padma se volvió haciendo girar su bata por todo lo amplio de su dimensión, en oleadas que hicieron que más de tres se volvieran a mirar interesados, se dejó caer las gafas a la punta de la nariz y empezó con su pregón.
–Pansy, no te lo diré de nuevo, no me obligues a hablar de esto como tu jefa y no como tu amiga… ese tipo de comentarios malintencionados contra Hermione…
–Lo sé, Padma, lo sé… ese tipo de comentarios en los oídos incorrectos me van a costar el empleo, ¡lo sé! –Pansy dio un tirón tal a su bolso y salió con unas zancadas que denotaban tanta rabia que ni Millicent niPadma supieron cómo reaccionar. –Pero dime tú qué lógica tiene que tu mejor coordinadora pueda quedarse sin empleo por decir una verdad al menos en la vida… ¡Granger no es mejor que yo, Padma! –Pansy no escuchó nada de lo que dijeron, se tiró a los casilleros a pasos apresurados, no porque huyera, sino porque quería estar sola; al cabo de unos metros, un elfo le ofreció más té y hubo de rechazarlo con un gesto displicente, mientras dejaba la toalla mojada en un cesto para tal propósito y colgaba su bolso en el casillero, mientras se despojaba del traje de baño dejando que una toalla mágica la envolviera, no podía dejar de rumiar su coraje.
Así que tenía que poner cara bonita y aguantarse el ir esa noche a la ceremonia de premiación para Hermione Granger, la excelsa Jefa del Departamento de Aurores… ¡basura!, cualquiera dirigiría esa oficina con la misma eficiencia que la zopenca de Granger, pero a todo mundo le gustaba fingir que no podía nadie más, hacer la misma labor que uno de los tres héroes inmortales; por el pasillo hacia los baños evitó la mirada de todos, no quería dirigirle la palabra a nadie, ni quería que nadie notara su molestia, el fastidio en su rostro, algunas le dedicaron sonrisas burlonas, ¿de qué se preocupaba de que alguien le hablara?, la verdad es que no había personaje más odiado o menos considerado en todo el mundo mágico inglés que ella… ¿por qué?, ¡simple!, porque nadie parecía poder olvidar que fue ella la única con los ovarios para sugerir entregar a Potter aquella noche en Hogwarts, pero sí podían todos olvidar que el imbécil pelirrojo de Weasley, abandonó el trío y pasó media carrera contra Voldemort buscándolos por todos lados.
Pansy Parkinson. ¿Quién era hoy día, Pansy Parkinson?, la simple administradora de una de las oficinas de más poca monta del Ministerio, Jefa Adjunta de la Sub Coordinación de Industrialización Mágica… en pocas palabras, a Pansy le tocaba conversar con los miembros de otros organismos gubernamentales extranjeros, sobre la mejor forma de que el mercantilismo y la industrialización muggle no afectara al mundo mágico; se podría decir que hacía su trabajo de la mejor manera, era eficiente, eficaz, cumplida y dedicada, podían preguntárselo a sus últimos tres novios: DracoMalfoy,DracoMalfoy… y Draco Malfoy, que la habían botado cada vez por lo mismo:Pones más atención a tu oficina que a mí… ¡¿o es que acaso es más importante el maldito calentamiento global que yo?!... ¡Te estás volviendo una maldita muggle obstinada!, ¡y te burlabas de la sangre sucia de Granger, ja, hasta ella me pone más atención hoy día que tú!
Ni siquiera quería recordar lo que había pensado cuando le soltó aquello a la cara, pero sí recordaba bien el calorcito en su mano y el hormigueo posterior a la bofetada, ese lo recordaba con una sonrisa de oreja a oreja al momento que encontraba una regadera sola, abría la cortina, se quitaba la toalla y se metía; mientras se despojaba del frío del agua de la alberca que ya tenía mucho tiempo sobre su cuerpo y se deslizaba dentro del agua caliente dejando que le golpeara la espalda y la cabeza, no podía dejar de pensar en que la reunión sería un momento para reencontrarse con Malfoy. Y no quería verlo ni en pintura. Por eso evitaba a toda costa cualquier oficina a la que los Malfoy hubieran hecho alguna cuantiosa donación, nada más le faltaba estar arreglando un asunto y que el muy bastardo se asomara por alguno de los cuadros de su familia, para mofarse con su asqueroso y flaco rostro de ella, clavando esos ojos grises que la hacían hervir; empezó a restregarse todo el cuerpo con muy mala gana y más fuerza de la debida con la esponja y el jabón, concentrándose en esas partes que alguna vez el rubio había besado.
–Pones más atención a tu oficina que a mí… ¡ja!... patético chiquillo mimado y obstinado… –Murmuraba mientras escuchaba la regadera de al lado que se cerraba, la del otro lado de su muro de azulejo abrirse y a alguien que, parecía, la estaba pasando muy bien en compañía de sus dedos y jabón de barra. -…ridículo fanático de los anillos de platino y las putas sábanas de seda. –Masculló entre dientes mientras sentía que ya le ardían las ingles de tanto frotarse, pero seguía sintiéndose tan incómoda con la idea de pensar que lo vería por la noche que hasta se le secaba la boca. –Maldito seas, Draco Malfoy… maldito seas mil veces… ni siquiera por todo lo que te he dado… infeliz egocéntrico malcriado. –Escupió al azulejo delante de su cara mientras soltaba de un golpe la esponja, el jabón y sus hombros y se quedó ahí, dejando que con el agua jabonosa se le fuera la ira, se le fuera la histeria, se le fuera la frustración, que tristemente descubría para sí misma que era demasiada; dejó que cada lágrima que no derramaba en público se le escapara ahorita, cuando ni ella podría identificarlas, permitió que se le escaparan los sollozos cerrando los ojos para no verse, con los labios rojos de presión ahora temblorosos de tanto llorar; tras un largo minuto que le parecieron mil, cerró el agua caliente y dejó que la helada fluyera descontrolada.
Sentía que los hombros se le endurecían de frío, que cada músculo se le estaba haciendo correoso pero no se salió, quería estar bien alerta cuando se diera la vuelta, porque cualquiera que la viera ahí con los ojos llorosos la creería a ella, Pansy EntregaHéroes Parkinson, una cobarde a la que se le puede dar pulla en el baño de un gimnasio; cuando dejó de sentir el frío y en su lugar detecto cierto adormecimiento en las extremidades, cerró las llaves, jaló la toalla de su ganchillo y se enredó en ella, sacó los pies al aire del baño, y ya en el pasillo entre las regaderas se empezó a quitar el exceso de agua con cuidado, concienzudamente, mirándose los tobillos… las pantorrillas… mientras se secaba entre las piernas con el cuidado de un especialista alzó la cara hacia el extremo del pasillo, vio a un par de chicas abandonar los baños, dos elfos que corrían tras ellas llevándoles sus bolsos, y casi en seguida distinguió la figura de Padma que cruzaba rumbo a la puerta seguida de una Millicent que con el cabello empapado, debía seguir peleando por permiso para faltar a la reunión de la noche.
Volvió la cara al suelo, un elfo le tendía una toalla más, le entregó con rápido movimiento la que tenía puesta viendo con diversión que cerraba sus ojos azorado, se envolvió en la otra y lo echó con una mirada furiosa, el pequeño echó a correr y a pocos metros dio un plop y se desvaneció; repasó con la toalla seca los dedos de sus pies, apoyada la cadera contra el muro recubierto de un azulejo impoluto, una nube de vapor salió de una regadera más allá y en seguida una chiquilla de no más de trece años, salió corriendo del baño gritando "Ya voy", entonces volvió la cara al sitio del que había salido la nube de vapor y distinguió cierto movimiento en la cortina de la regadera, un cadencioso meneo de la tela plástica, clara y gruesa, un lento devenir de curvas que dejaban ver y luego no ver.
Eso avivó su curiosidad.
Distinguió un par de piernas, pantorrillas perfectamente delineadas que servían de rampa al agua hirviente según se podía ver, la nube de vapor se elevaba por el espacio reducido de aquella regadera, pero siguiéndolo alcanzó a distinguir unos muslos firmes, definidos al punto de ver el sombreado que deja la tensión del músculo en la piel firme fuente de cascada, la cortina volvió a traicionarle y dejó de ver por agónicos segundos la figura delante de sus ojos y cuando regresóla vista, sintió que una roca de tres toneladas le caía en el estómago, caliente y pesada, helada después, áspera; aquel vientre delineado por la curvatura suave de la luz dejaba ver algunas marcas del trabajo duro del ejercicio diario, la espuma que caía sedosa por la hendidura gentil del ombligo besaba voluptuoso un sombreado apenas dado por la cortina y el juego de luz del lugar, y apenas más arriba la sombra y luego el borde de unos senos tortuosamente sutiles, graciosos de tan infantiles, pero dulces… dulcísimos… saliva…
Cortina. Aire en sus pulmones.
Ahogo.
Estaba de espaldas y veía su melena empapada cayendo sobre los hombros donde podía apreciar el sombreado de la clavícula algo más allá, las manos arriba alzando el torso perfecto, delgado, curiosamente moldeado como con tientos de artista, el rostro vuelto a la pared y las manos que van a bajar y se está volviendo, con la boca abierta bebiéndose el agua de la regadera, las pestañas pegadas unas con otras, la nariz al viento y un mechón acuoso de cabello cayendo por su frente, deslizándose hacia su nariz, su labio superior, su mentón; con los ojos cerrados y los labios rojos que escurren el agua que hierve saliendo de la regadera y vuelve a hervir cuando la toca, los labios que cierran y abren y beben y dejan correr el agua, que entra a la boca y acaricia la lengua… y todo hierve, Pansy… y todo hierve cuando distingues los mechones castaños y ondulosos, incendiados y el calor rebota de la piedra en tu estómago hacia tu garganta cerrada y mientras miras, ya sin recelo y también con la boca abierta que la que se está duchando es…
–¡Hey Parkinson, que las regaderas no son eternas! –Grita un imbécil a su espalda, y siente la mano helada sobre su piel y el sonrojo que sube hasta las mejillas, con la velocidad de un pez que huye por su vida y sin saber cómo ni porqué, ha dado un salto de nuevo a la regadera y envuelta en toalla y todo ha abierto la llave del agua helada y se ha vuelto a empapar… y escupe aire como máquina descompuesta contra el azulejo, como si se le fuera la vida en impulsar aquella agua fría que en contraste con la de la otra regadera no quiere que se quede dentro de sus labios, y sólo puede pensar…
Merlín que no me haya visto… que no me haya visto… Merlín hazla ciega, por amor de Minerva y todos los dioses… ¡Hazla ciega!
Si llegaste hasta acá, gracias
