Antes que nada, les agradezco por tomarse su tiempo de leerme. Este fanfic nació de una mezcla de locas ideas, surgidas de la inspiración al leer grandiosas historias.
Quiero agradecer especialmente a Odette Kaidens Zeng e Ina Minina, por escribir los emocionantes fanfics que me hicieron volar la cabeza. Sí, me encanta el salseo y ellas son buenísimas en eso.
Es la primera vez que abordo una época en donde nunca estalló el planeta Vejita, lo cual me emociona mucho. De hecho, mi curiosidad por el Trupan, surgió a partir de un fanfic de ese tipo, uno de los primeros que leí sobre esa pareja: Pecados en la Sangre, de Schala S. Gran historia.
Una cosa más: ADVERTENCIA DE LENGUAJE VULGAR Y ESCENAS INAPROPIADAS PARA MENORES DE EDAD.
La sicología de los personajes obedece al entorno en que se desenvuelven, por lo que es natural que no posean la misma personalidad que en el canon. Al final de cada capítulo, expresaré mi opinión sobre algunas situaciones.
OBLIGACIONES DE PRINCESA
Capítulo 1
El aire le faltaba, las piernas le temblaban y las lágrimas comenzaban a nublarle la vista. Trató de ser veloz, huir lo antes posible antes de ser reconocida, porque una vez que la encontrara, no habría poder que la salvara de sus garras. Sus piernas se tornaron torpes debido al miedo, a tal grado, que terminó torciéndose un tobillo al errar sus pasos.
—Maldición —gruñó forzándose a continuar. No podía darse el lujo de parar.
Continuó su trayecto a pesar del punzante dolor en cada pisada, perdiéndose entre la multitud que abarrotaba el mercado a esa hora, lo cual le favorecía en ese momento. Agachó la cabeza, cubriendo su rostro con el velo pardo que utilizaba para no llamar la atención. Debía ser invisible si no quería ser descubierta, y obligada a regresar al planeta Vejita, lugar en donde comenzó su desgracia, dos años atrás. No entendía del todo las razones que mantuvieron a su familia huyendo en esos dos años, su padre nunca le quiso explicar demasiado, e inclusive su madre se encontraba confundida. No obstante, ambas confiaban en que sus decisiones se encontraban bien justificadas.
«Solo espero que no me haya visto».
Se repitió constantemente, engañándose a sí misma. Él la seguía, la buscaba con insistencia entre la multitud. Astutamente, su padre le había enseñado a ocultar su energía, volverla casi imperceptible, para lo que debía permanecer tranquila, controlando sus impulsos. Tragó saliva pesadamente, mientras comenzaba a caminar más lento, cojeando debido al dolor en su tobillo. Perdiéndose entre el mar de personas, suspirando con dificultad, tratando de controlar el llanto que insistía en brotar. Debía ser fuerte, debía escapar y salvar a sus padres, todo dependía de su destreza para pasar desapercibida.
Una amplia recompensa le ponía valor a la vida de su familia, lo que beneficiaría a quien diera información sobre la ubicación del híbrido saiyajin llamado Gohan, su mujer terrícola Videl, y la única hija de ambos. Condenando el destino de los mayores, pues era sabido que Gohan sería juzgado y sentenciado a muerte por traición al rey, y al príncipe heredero del imperio saiyajin.
Logró escabullirse con éxito entre las viejas carpas del mercado, hasta llegar al barrio antiguo, en donde estaba viviendo gracias a la ayuda de unos locales del insignificante planeta, tan insignificante, que carecía de cualquier tipo de transacción comercial interplanetaria. Solo servía para hacer paradas de carácter urgente, en caso de que alguna nave lo necesitara, lo cual sucedía en contadas ocasiones, ya que su tecnología se consideraba obsoleta, y no servía para dar mantenimiento a las modernas naves que llegaban del exterior.
—¿Qué hace él aquí? —se preguntó en un sutil susurro entre dientes, evitando mirar hacia atrás, mientras avanzaba entre los callejones fangosos de la poblada ciudad.
«¿Le habrán avisado que vivimos aquí? Es imposible».
Asomó sus negros ojos entre la tela que la cubría, como a la mayoría de habitantes de dicho planeta, vestimenta que le beneficiaba para pasar desapercibida, ser una Raeliana más entre el montón.
—Al fin —suspiró al estar a pocos metros de la pequeña cabaña, que había sido su hogar en los últimos dos años. Podía escuchar su corazón, lo sentía saltar desbocándose, inclusive creyó que le saldría por el pecho, provocándole ganas de vomitar. Se llevó las manos a la boca, tratando de controlar su respiración, si vomitaba, llamaría la atención, y era lo que menos deseaba. Al menos las lágrimas habían dejado de brotar. Respiró hondo y continuó su andar con calma, soportando el punzante dolor en cada agonizante paso que daba. Ella ignoraba que, a lo lejos, sobre el techo de una de las humildes construcciones, un par de ojos azules la tenían bien ubicada. No tenía escapatoria.
Finalmente, logró entrar al modesto espacio que llamaba hogar. Pasó a despojarse de la manta que estuvo cubriendo su cabello todo el tiempo, para después apoyarse con ambas manos sobre la mesa, intentando enderezar su pie derecho, lo que provocó que se le escapara un alarido de dolor. No tuvo tiempo para revisar su lesión, puesto que la puerta a sus espaldas, se abrió de golpe. Apenas alcanzó a tomar la manta para cubrirse de nuevo, lo cual no logró, debido a que ésta le fue arrebatada con violencia de las manos.
—Es un alivio saber, que mí mujer se encuentra con salud —dijo una conocida voz masculina.
Pan se negó a girarse y enfrentar al dueño de dicha voz. Apretó los ojos sosteniendo la respiración, deseando despertar, deseando que fuera una pesadilla más, una de tantas que tuvo desde su huida.
—¿Dónde se encuentra el traidor de tu padre? —lo escuchó gruñir con voz amarga y firme. No le respondió, permaneció inmóvil con los ojos cerrados, escuchándolo continuar: —Sé que el cobarde puede ocultar su insignificante energía —agregó escaneando el lugar con la vista, torciendo los labios en una mueca de desprecio, esperando por una respuesta que no lograba sacarle. Él sabía que le infundía terror a la joven, lo que en cierto grado le satisfacía y, sentía que lo merecía por haberlo humillado a él y a su reino. No dejaría escapar la oportunidad de hacerle pagar por su afrenta.
—Si no me lo dices, soy capaz de matar a cada gusano que habita en este inmundo planeta, hasta dar con él —le advirtió acercándose, quedando a un paso detrás de la adolescente.
—Mi… mi padre no se encuentra aquí —finalmente respondió con voz suave. Ya no había escapatoria y tenía que ser inteligente, no podía permitir que su padre terminara en las garras del príncipe—. Me refiero al planeta, mis padres salieron a recolectar un material fuera del planeta —agregó en un tímido susurro.
La joven sintió el par de manos masculinas tomarle de los hombros, para girarla en un movimiento brusco, que le recordó su tobillo lastimado. Sin embargo, no se atrevió a atenderlo, ni a mirar de frente al protagonista de sus pesadillas. Se limitó a desviar la vista hacia el suelo, evitando los ojos azules que recordaba a la perfección. No estaba preparada para enfrentarlo, para tenerlo tan cerca de su cuerpo; en especial, después de lo sucedido dos años atrás.
Congelada en su lugar, vio una mano enguantada acercarse hacia su rostro, levantándole la barbilla, por lo que cerró los ojos para evitarlo, como si con esa acción, lograra escudarse de su afamada rabia.
—Has crecido —opinó con voz grave—. Tu rostro luce más adulto. Supongo que tu cuerpo también ha madurado.
Se acercó un poco más, posando ambas manos sobre la mesa, acorralándola entre los muros que poseía por brazos. Por un momento, Pan creyó que la eliminaría como castigo, solo esperaba que fuera rápido. En lugar de eso, lo escuchó gruñir de nuevo.
—¿Alguien más te ha tocado en estos años? —preguntó de manera hostil, pareciéndole una molestia esperar cada vez que formulaba una pregunta—. ¡Responde! —ladró entre dientes, acercándole el rostro, hasta casi rozar su nariz.
Lo odiaba y le aterraba, su mera presencia la hacía sentir pequeña y frágil, cuando se suponía, su poder de pelea superaba al de grandes guerreros de su raza. No obstante, él le congelaba los miembros, como en ese preciso instante, donde sus piernas estaban por sucumbir. Pensó en sus padres, en el destino que les esperaba de ser atrapados y juzgados. Y no solo ellos, también corrían peligro, aquellas pocas personas que les brindaron apoyo en su huida. Debía ser fuerte, debía distraerlo de alguna manera, o tal vez pedir clemencia, aunque eso estaba muy lejos de lo que su carácter le ordenaba hacer.
—No sé de qué habla —respondió en un hilo de voz, a la espera de algún reproche. Sin embargo, lo que siguió no se lo esperaba. El príncipe la sujetó por la cintura para olfatearla con descaro, su cuello, sus hombros, su pecho. Restregó su nariz por donde pudo en cuerpo de la joven, buscando cualquier rastro que no fuese de ella. Una vez convencido de que no había nada extraño, la soltó, como si le quemara la piel, alejándose un par de pasos, rodeando la mesa a paso lento.
—Tal parece que te has portado bien. Me inquietaba que algún otro macho estuviera poniéndote las manos encima —dijo soberbio, cruzando los brazos sobre su pecho y dedicándole una retorcida sonrisa, que exponía su canino izquierdo.
La indignación se apoderó de la joven ante semejante comentario machista, brindándole el valor que le estaba haciendo falta para enfrentarlo. Se giró azotando la mesa, apenas lo suficiente para no romperla, espetando con la cara roja por la vergüenza y la rabia: —¡¿Cómo se le ocurre semejante cosa?! Después de… aquello —enmudeció apretando los labios por tres segundos—. ¡Lo último que quería en la vida, era eso que usted piensa!
Los ojos negros de la joven cobraron aquel brillo que el príncipe recordaba a la perfección, lo único que le llamó la atención de ella dos años atrás, donde le encontró potencial, gracias a su temperamento. Se encontraba conforme de haber saciado su curiosidad. Pues tenía la duda, de que su escape se había debido a que existía algún otro macho, con quien ella prefería estar, pisoteando las antiguas tradiciones de su orgullosa raza.
—Me agrada volver a ver ese fuego. Uno de los motivos, por el que tuviste la fortuna de pasar a ser mi princesa.
—¡Yo no soy princesa de nada! Usted tiene un compromiso con su prima desde hace mucho —le escupió apuntándole con el dedo índice. Arrancándole una sonora carcajada al híbrido, que hizo retumbar las endebles paredes de la cabaña.
—Compromiso que rompí cuando te elegí. Mi padre, y mi tío, están de acuerdo y conformes con mi elección —dijo rodeando la mesa para acercarse a ella.
—¡Pero ya le dije que yo no quiero! —apretó los dientes, caminando en sentido contrario a él, como si eso pudiese servir contra uno de los seres más poderosos de la galaxia; según decían.
En menos de un parpadeo, el príncipe la tenía sujetada por la cintura, apretándola contra su armadura.
—Tendré que enseñarte a obedecer —se encorvó para aspirar de los negros cabellos de la joven, luego exhaló sobre su nuca, logrando erizarle los vellos a la testaruda adolescente. —Esto lo disfrutaré como no tienes idea —le susurró con mofa, apretando su agarre como respuesta a los intentos de escapar de su presa. —Te recomiendo cooperar. De lo contrario, puedes resultar lastimada —le aconsejó, llevando la mano derecha hacia el cuello femenino, tomando los bordes de la prenda que vestía, para comenzar a rasgarla.
—No… —musitó con voz ahogada, negándose a rogar. Sorpresivamente, el príncipe la soltó.
—Gracias —agradeció falsamente, viendo un poco de esperanza que le duró menos de un suspiro. Ya que fue levantada con facilidad, y conducida hacia la primera habitación que estaba al lado del heredero. Allí la lanzó hacia la pequeña cama que crujió con esa acción.
—Me lo agradeces después —le respondió comenzando a despojarse de sus guantes y armadura, mientras era observado por la joven, que no encontraba la manera de salir de esa situación. Solo pensó en una cosa, lo ocurrido antes de huir del planeta Vejita. No quería que se repitiera, no quería sus manos sobre ella, no quería ser una princesa.
Hasta aquí el primer corto capítulo, espero que les agrade éste Trunks mucho más saiyajin. En el próximo capítulo sabrán cómo es que Bulma y Vegeta terminaron juntos, a pesar de que nunca fue destruido el planeta del príncipe guerrero.
Desde ya les advierto que habrá escenas fuertes, no aptas para personas sensibles, ni menores de edad. Inclusive a mí me perturban algunas situaciones, pero decidí salir de mi zona de confort, de escribir a un Trunks caballeroso y gran ser humano, a uno mucho más visceral. Claro está, que no pretendo romantizar la violencia, al contrario.
Algo más: Pan es adolescente al comienzo y eso es perturbador, sin embargo, al final decidí que fuera así porque me inspiré para la cultura saiyajin, en civilizaciones bárbaras de la ficción e historia, como los dothraki, por poner un ejemplo. Hasta para Trunks va a ser chocante y lo leerán más adelante.
Sin más que decir, me despido y trataré de no tardar meses editando el segundo capítulo. Que por cierto, como ventaja, ya tengo el resumen de toda la historia. Solo falta editar, lo que siempre me lleva mucho tiempo. Al menos tengo la ventaja de que ya sé que sucede en cada capítulo.
