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Capítulo 1: Caídos del cielo

El cielo sobre el Caribe estaba despejado. Las aguas cristalinas de la Isla Tortuga reflejaban el sol de mediodía, y la vida en el pequeño campamento pesquero seguía su curso tranquilo. José, un pescador veterano con un sombrero de paja desgastado, revisaba las redes junto a su sobrino Andrés. Ambos comentaban sobre lo baja que había sido la pesca en las últimas semanas.

Sin embargo, su conversación fue interrumpida por un destello brillante que atravesó el cielo, seguido de un estruendo ensordecedor que sacudió los botes cercanos. Un objeto cayó al mar, levantando una columna de agua tan alta que los pescadores se cubrieron instintivamente los rostros.

—¡¿Qué demonios fue eso?! —gritó Andrés, mientras se aferraba al borde del bote.

—¡No lo sé, pero no fue normal! ¡José, mueve el bote hacia allá! —respondió otro pescador desde un barco cercano.

José tomó los remos y comenzó a avanzar hacia el lugar del impacto, sintiendo un nudo de preocupación en el pecho. ¿Era un avión? ¿Un meteorito? Lo que fuera, no se parecía a nada que hubiera visto antes.

Cuando llegaron, lo que encontraron no era un avión ni una roca espacial. Una figura humana salió del agua con una sonrisa despreocupada, llevando a un niño desmayado en brazos.

—¡Qué agua más refrescante! —dijo el hombre musculoso y de cabello en punta, como si nada hubiera pasado. Su tono animado y despreocupado dejó a todos perplejos.

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Extraños en el mar

José reaccionó rápido. Le lanzó una cuerda al hombre, quien la tomó con facilidad y subió al bote con un solo salto, algo que no debería ser físicamente posible.

—¿Quién eres tú? —preguntó José, intentando sonar firme, aunque por dentro temblaba de nervios.

—¡Soy Goku! —respondió el hombre con entusiasmo, dejando al niño en el suelo del bote con cuidado. Luego miró a José con una expresión tan natural como si se conocieran de toda la vida—. ¿Dónde estamos?

—En... en la Isla Tortuga, Venezuela.

—¿Venezuela? —repitió Goku, rascándose la cabeza. Su sonrisa desapareció por un momento mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar—. ¡Oh, entonces este no es nuestro mundo!

—¿Qué...? —José lo miró como si acabara de decir la locura más grande del mundo.

Antes de que pudiera preguntar algo más, el niño, que hasta ese momento parecía inconsciente, se levantó de golpe y miró a su alrededor con los ojos abiertos de par en par.

—¿Dónde estamos, papá? ¿Qué pasó?

—No estoy muy seguro, Goten —respondió Goku con una risa nerviosa. Luego se volvió hacia José y los demás pescadores—. Oigan, ¿este lugar tiene buena comida? ¡Estoy hambriento!

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Un invitado hambriento

Al llegar al campamento, el pequeño grupo de pescadores y sus familias se reunió alrededor de los recién llegados, observándolos con curiosidad. Doña Carmen, una mujer colombiana que siempre estaba dispuesta a alimentar a cualquiera, se acercó con un plato lleno de pescado frito, arepas y plátanos.

—¿Quieren comer? Parece que están cansados.

Goku sonrió de oreja a oreja y tomó el plato como si le hubieran dado un tesoro.

—¿De verdad puedo comer todo esto?

Antes de que alguien pudiera responder, Goku ya estaba devorando todo con una velocidad y un entusiasmo que dejó a todos boquiabiertos.

—¡Mamá! —gritó uno de los niños locales, Pedrito—. ¡Creo que él puede comerse todo el pueblo!

—¡Está delicioso! ¿Tienen más? —preguntó Goku, limpiándose la boca con la manga mientras extendía el plato vacío hacia Doña Carmen.

Nota del narrador: En ese momento, Goku ya había terminado cuatro platos de comida... y parecía que iba por el quinto.

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Un niño más maduro de lo que parece

Mientras su padre seguía comiendo como si no hubiera un mañana, Goten decidió actuar más responsable. Caminó hacia José, quien estaba sentado en un viejo tronco con expresión pensativa.

—¿Han visto algo extraño aquí? —preguntó Goten con seriedad.

—¿Extraño como qué? —respondió José.

—Como un portal, o una luz rara en el cielo.

José asintió lentamente.

—Sí, algo cayó del cielo antes de que aparecieran ustedes. Duró un segundo, luego desapareció.

—Eso significa que fue un portal —murmuró Goten para sí mismo, frunciendo el ceño. Luego se dirigió a su padre, quien seguía entretenido con los pescadores y los niños locales—. Papá, tenemos que buscar el portal.

Goku solo respondió con una sonrisa.

—¡Claro, pero después de comer!

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Un acto heroico

Al anochecer, una tormenta comenzó a azotar la isla. Los pescadores escucharon por radio que uno de los barcos había quedado atrapado en el mar. El miedo se apoderó del grupo; nadie podía salir a buscarlo con las olas tan altas.

—¡Yo puedo hacerlo! —exclamó Goku, poniéndose de pie y sacudiéndose la arena de la ropa.

Antes de que alguien pudiera decir algo, saltó al aire y comenzó a volar hacia el mar, dejando a todos en la playa con la boca abierta.

—¿Viste eso? —preguntó Andrés.

—No puede ser humano... —murmuró José, incrédulo.

Minutos después, Goku regresó cargando el barco entero sobre su cabeza. Los pescadores del barco estaban completamente ilesos, aunque igual de atónitos que los que estaban en la playa.

—¡Aquí están! —dijo Goku alegremente, dejando el barco suavemente sobre la arena.

Por un momento, hubo un silencio absoluto. Luego, uno de los niños gritó:

—¡Es Superman! ¡Pero más fuerte!

Goku rió y se rascó la cabeza.

—¿Super qué? No sé quién es, pero si necesita ayuda, también puedo salvarlo.

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El video que cambió todo

Sin que Goku lo supiera, Andrés había grabado toda la escena con su celular. Al llegar la noche, no pudo resistir la tentación y subió el video a las redes sociales con el título: "¡LOS SUPERHUMANOS EXISTE!"

En cuestión de horas, el video comenzó a viralizarse. Sin saberlo, Goku y Goten acababan de convertirse en la sensación del mundo real... y lo que estaba por venir cambiaría sus vidas para siempre.

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