"Porque socialmente, éramos iguales
Con padres ausentes y madres que bebían
Una historia tan antigua como el tiempo, el amor juvenil no dura toda la vida
Y ahora lo sé, ahora lo sé, es hora de irse, es hora de irse
Hemos viajado por los mares, hemos montado las estrellas
Hemos visto todo, desde Saturno hasta Marte
Aunque parezca que posees mi corazón
Es solo astronomía, estamos a mundos de distancia" (1)
• •
Despertó con muchísimo dolor, tanto que le costó dos intentos enderezarse en la cama. Se frotó los ojos mientras se acostumbraba a la luz que llenaba la habitación.
—Al fin despertaste.
La voz de Harry lo hizo llevar la mirada al costado, solo para definirlo ahí de pie, al lado de la ventana con los ojos fijos en él. Tragó en secó y decidió seguir ese olor que llenaba cada pared. Todo era Harry. Ese misterio en persona. Se dio cuenta de que tría ropa de él puesta, que en un pasado le hubiese quedado a la medida, pero ahora que había adelgazado más de lo saludable, le quedaba bastante ancha.
Notó que Harry tenía un aspecto más atlético de lo que recordaba de la última vez que lo vio, como si durante ese tiempo, mientras él se la pasaba sumergido en la aflicción, Harry tuvo que estar constantemente corriendo y peleando.
Intentó levantarse, pero Harry, con su varita en mano, lo detuvo de un hechizo paralizador. La magia en su contra se sentía desagradable, en especial cuando esta provenía de su propia varita.
—No te muevas o se te abrirán las heridas.
—Suéltame, Potter.
—Es una orden.
Harry sonó duro, mientras el apretaba los dientes. Se miraron fijamente un segundo demasiado largo, hasta que Harry lo soltó una vez se dio cuenta de que Draco había asumido que no intentaría el volver a colocarse de pie.
—¿Qué sucedió? —se apresuró a preguntar en un hilo de voz.
Harry soltó la cortina y se acercó con una silla en mano a la cama. Aquella escena le traía memorias de las lunas que pasó en Hogwarts, cuando él acababa desfallecido y Harry venía con una sonrisa para alegrare el día.
Sin embargo, ese Harry tenía el gesto ensombrecido y tampoco venía con buenas cosas para decirle. Solo traía noticias, todas desagradables.
—Dobby falleció; fue alcanzado por la daga que lanzó Bellatrix —le contó Harry, a lo que agachó la cabeza—. Lo enterramos esta misma mañana.
Recordaba al elfo a la perfección. Había sido su infaltable compañero de juegos cuando era un infante que recién mostraba sus primeros indicios de magia. Le había caído bien y reconoció que sin este, el resultado de aquel escape hubiese sido desastroso. También rememoró las tardes de sexto en las que se escabullía a las cocinas para estudiar y el elfo, sin necesidad de pedirle nada, le dejaba encima de la mesa un plato de galletas y una tetera.
No había nada que hiciera alusión al cariño que le llegó a tomar, hasta que sintió ese gran vació en su estómago.
—¿Lo enterraron?
—Estamos en la casa de Billy y Fleur —le aclaró Harry—. Ellos, junto a Luna y Ron, lo enterramos esta mañana.
Asintió y se miró las manos llenas de vendajes. No se dio cuenta de lo mucho que fue herido, hasta que notó todas esas curas a lo largo de su cuerpo.
—¿Y Granger?
—Sigue inconsciente en la habitación del lado, según Fleur despertara en la noche.
Desvió la mirada nuevamente. El sol parecía darle una pequeña muestra de anaranjado, por lo que debían ser cerca de las siete.
Se quedaron en silencio sin saber que más decir, mientras Harry observaba a la pared con un aire estoico y él se mordía el labio. Quería abrazarlo y tratar de hacerle saber todos esos sentimientos que traía encima. Todo ese afecto al que se aferró durante esos meses, como si se tratara de una plegaria que contuviera su fe.
Aun así, algo lo frenó. Quedó estático en la cama e intentó decir algo.
—Harry…
—No hables.
—Pero, Harry…
—¡Te dije que no hables! —le espetó Harry, a lo que cerró la boca—. ¿Sabes todo lo que sufrimos para dar contigo? ¿Todo lo que sufrí? No tienes ni idea, y yo creía que estaba bien, porque parecía que te habías ido convencido de tus acciones. ¡Te fuiste haciéndome creer que regresarías, Malfoy! Y yo te creí. ¡Creí que estaría bien!
Se atrevió a mirarlo a los ojos. Harry lloraba, pero al mismo tiempo era rodeado por un aura furiosa. Una magia de resentimiento puro lo envolvía por completo y lo asfixiaba cada vez más.
—¿Para qué? ¡Para que luego tuviera que ir yo a ti! No me mientas, tu no pensabas regresar ¿verdad?
—Harry… el tema es que…
—¡Respóndeme! ¡¿Me mentiste, verdad!?
No sabía en qué momento él también había comenzado a llorar. Esa faceta de Harry le aterraba, lo hacía sentir indefenso. Culpable y lleno de verdad. Lleno de remordimiento.
—¡Solo quería que te concentraras en tu objetivo!
—¡Me mentiste!
—¡Porque él me lo pidió! Yo… te juro que siempre quise decírtelo —gimió con las manos en el rostro—. Pero él me dijo que, si lo hacía, te ibas a poner en riesgo y tu debías preocuparse únicamente de los horrocrux.
—¡¿Quién!?
—¡Dumbledore! ¡El me dio la misión y yo la acepté!… creía que así iba serte de utilidad.
Harry cerró la boca de sopetón y se limpió las lágrimas de inmediato, mientras Draco continuaba llorando. Era igual que un niño agonizando porque pensaba que debajo de su cama había monstruos y nadie le creía.
—¿Él… te lo pidió? ¿Cuándo?
—Antes de que Dumbledore falleciera… y me mostró —logró decir, pese a los escalofríos a lo largo de su cuerpo— el registro de inscripción.
Ahora Harry lo miraba estupefacto, mientras él empezaba a sentirse debilitado de la nada, con muchísimo frio.
—Pero nunca me dijiste nada…
—Porque tu estabas tan feliz y luego pasaron tantas cosas… y él me dijo que tu eras lo más importante para cumplir el maldito objetivo… —Harry se pasó una mano por su cabello y lo continuaba mirando—Y yo también creo lo mismo.
Fue un tema de auto convencimiento. De reforzamiento de ideales. Siempre creyó que era capaz de matar por Harry, no obstante una vez salió de hablar con Dumbledore, supo que también sería capaz de morir por él.
Se apoyó contra los almohadones y comenzó a temblar con más fuerza. Harry se colocó de pie y le tocó la frente preocupado.
—¡Draco! ¡Estas ardiendo! —exclamó Harry, que comenzó a rebuscar entre las medicinas encima de la mesa—. Debe ser fiebre por los antibióticos que te dio Fleur hace rato… pero ella me dijo que había uno que podría ayudarte.
Vio de reojo como Harry tiraba cajas al piso desesperado hasta dar con un jarabe en específico. Abrió la boca sin pensarlo y reconoció el sabor de inmediato. Era el mismo gusto amargoso que Madame Pomfrey le dio incontables veces después de una luna llena.
Pronto comenzó a recomponerse, pero esta vez no halló fuerzas para sentarse otra vez. Harry ordenó el desorden que hizo y deseó quedarse así por la eternidad.
—Lo siento, —gimió— lo siento, tanto. Lo siento, Harry. Yo de verdad que…
—Draco… —susurró Harry, que dejó de inmediato los remedios y se arrodilló frente a la cama para quedar a la altura del rostro de Draco —. No te disculpes más. Entiendo lo que se siente ocultarle algo a alguien por tanto tiempo y morirte por decírselo.
Asintió y miró el sol. Ahora podía definirlo todo con mayor claridad. Las olas que rompían la arena, para luego retraerse de nuevo.
Regresaron al silencio. Draco solo atinó a abrir las mantas al lado suyo para invitar a Harry a meterse junto con él. Harry entendió, se quitó los zapatos y se acurrucó detrás suyo, con los brazos envueltos alrededor de él.
En ese punto ni siquiera recordaba cuantas veces se había aferrado al deseo de vivir en ese instante. Ahí, envuelto del aroma de Harry, en sus brazos, con el sentimiento de que al fin podía permitirse ser feliz.
—Cuando te vi bajar esas escaleras, solo quise destrozarle la cara a Greyback. Y luego, cuando lo vi encima de ti, yo, de verdad que pensé en matarlo. Estuve a punto de hacerlo.
Lo recordó, la ira inmensa en el gesto de Harry. Con ese nivel de sentir, el lanzar una maldición asesina hubiese sido un juego de niños.
—Lo quiero matar, lo quiero hacer pedazos por haberte puesto las manos encima —gruñó Harry—. Cuando te cambié la ropa lo vi todo. Las marcas de él en ti. En todas partes… estoy seguro de que la próxima vez que lo vea, no voy a tener el mismo autocontrol de ahora.
Pudo palpar la certeza en las palabras de Harry y ese inexistente atisbo de duda. Lo percibió al ver como rodeaba sus cuerpo con los brazos y lo apretaba en contra, como si tuviera miedo de que se le escapara del agarre.
No se atrevía a mirarlo, algo temeroso de la expresión con la que se iba a encontrar.
—Harry…
El chico pronunció un murmullo que lo invitaba a seguir. Dejó de abrazarlo y Harry pronto lo apresó de nuevo, con los labios pegados en el espacio entre su cuello y el mentón. Se sentía tan cálido aquel contacto, que no era un beso, solo era una caricia, similares a suaves cosquillas.
—Tengo hambre.
Lo sintió separarse, y decidió voltearse. Por primera vez desde que estaba con Harry en esa habitación, lo vio sonreír. Era una pequeña mueca que hizo que los ruidos de su estómago a los que estaba tan acostumbrado se callaran y solo se concentrara en esa saciedad que le producía el chico del enfrente.
—Ya me preguntaba cuando me pedirías comida —reconoció Harry, que salió de la cama y se acercó a la puerta—. Espérame un momento. Fleur me dijo que te iba a preparar algo especial para cuando despertaras.
Harry llevó la mano al pomo de la puerta y la abrió. Antes de que saliese, le volvió a llamar la atención, a lo que Harry se detuvo de inmediato.
—Gracias.
Se notaba la confusión en el rostro de Harry y como quería preguntar el motivo de ese agradecimiento.
—Por creer en mí. Por siempre creer en mí.
Harry se acercó a la cama de nuevo y tomó la cabeza de Draco con delicadeza. Le dio un beso en la frente tan cálido que lo hizo desear que nunca terminara. Desde tan cerca, los ojos verdes del chico del enfrente parecieron recobrar todo el sentido. Por un momento, cuando estaba encerrado y miraba al patio de su casa, todos los árboles parecían estar dominados por una bruna grisáceas. Las hojas eran casi azules y parecía estar sumido en una profunda oscuridad.
Después de tantísimo tiempo, volvió a recordar por qué el verde era su color favorito. Era por la paz que le trasmitía. La manera en la que deslumbraba bajo el sol y se pavoneaba sin vergüenza. Era un color del cual nunca se iba a poder cansar.
—No me agradezcas por amarte —le dijo Harry con una sonrisa. Draco estiró los brazos y enmudeció los labios, mientras Harry simplemente lo besó.
Era eso. La plenitud y la dicha lo llenaron en cuanto sintió ese beso, que llevaba anticipando durante meses. Similar al deseo de agua en medio del desierto. Creía con certeza que un beso de Harry era suficiente como para pasar una temporada en el infierno.
Harry se alejó de nuevo, mientras se apoyaba en las almohadas. En cuanto la puerta se cerró, soltó una pequeña risa y respiró pacíficamente en mucho tiempo.
• •
—Mas o menos eso fue todo…
Se lamió los labios y terminó la crema, para dejarla a un lado y comenzar a devorar la segunda ración de Dubarry que Fleur le preparó. Hace años que no comía nada de comida casera francesa y aquellos platillos que la mujer le había preparado con tanta maestría le trajeron recuerdos de las vacaciones que pasó en Lyon y Marsella cuando tenía siete.
—Entonces…¿Están seguros de que la espada es la verdadera?
—Eso dijo Griphook.
—Eso quiere decir que la que tiene Bellatrix en su bóveda es la falsa —terminó por concluir Draco—. Le mintieron en su cara, cuando se entere de que fue así, ella no va a descasar para matarlos.
Harry soltó una risotada y lo apuntó con el índice.
—Lo dices como si tu no lo hubieses hecho. Estoy tan orgulloso de ti, lo hiciste de una manera tan convincente ¡ni siquiera arrugaste la nariz!
—¿Me estas molestando? ¡Te salvé la vida!
—Eso fue genial… —murmuró Harry, mientras Draco se llevaba un poco de sopa a la boca—. ¿Esta bueno?
—¿Quieres un poco?
—¿Puedo?
Tomó un poco de pan y untó crema en él, Harry tomó el trozo de comida y lo probó encantado.
—¡Que injusto! ¡Fleur te hizo toda una olla para ti solo y está tan buena!
Se encogió de hombros y observó las otras dos bandejas llenas de comida que Fleur le había preparado. No tenía palabras suficientes para agradecerle por todo el esfuerzo que había invertido en eso, y la mujer, de cualquier manera, no le dejo decir nada antes de colocarle un pan en la boca.
—¡Solo come y calla! Me pone negviosa veg a un chico tan flaco. Ni siquiega las bailaginas de ballet lucen así ¡Que hogog!
Se limitó a asentir y masticar. Pronto iba a terminarse la bandeja y su estómago parecía gritar por más, así que sabía que no iba a tener dificultad en comerse las tres.
Harry después de recibir el segundo ofrecimiento para comer, negó con la cabeza bastante cohibido, como si se hubiera dado cuenta de algo.
—¿Qué sucede?
—Es solo que… —comenzó Harry—¿Cuánto llevabas sin comer?
—Tres días.
—¿¡Como una persona normal?! —exclamo Harry, sorprendido. Como si no pudiera hacer relación de lo delgado que se había vuelto en tan poco tiempo.
—Ah… creo que es la primera vez en dos meses que puedo repetirme ración de cualquier cosa. Pero, no me malinterpretes, donde los lobos eran buenos… ahí la comida era deliciosa, y muy saciante; comencé a adelgazar cuando llegué a la mansión.
—¿Y nadie hizo nada?
—¿A qué te refieres?
—¡A tu padre! ¿Él no es el jefe de la casa?
Frunció el cejo y se terminó la sopa. Pasó al ratatouille sin pensarlo demasiado.
—No he visto a mi padre, Harry. Nos tenían prohibido vernos —le explicó—. Aparte, aunque hubiese sido permito, no hubiese podido hacer nada. El que lleva el mando de la casa Malfoy, ahora, es el señor de las tinieblas.
—¡Oh, por favor! ¡No comiences a llamarlo así!
Se tocó los labios algo arrepentido—. Lo siento, supongo que terminé por acostumbrarme.
Continuó comiendo con ansia. Sentía los ojos de Harry encima, esa preocupación persistente que le quemaba el cuerpo. Se dio cuenta de que el lazo que había roto poco a poco iba volviéndose a unir, pero que aquello tardaría tiempo.
Tan solo pensar en la mansión le resultaba duro. Era parte del castigo, la insolación de personas cercanas a él y que solo los mortifagos (o carroñeros) que más odiaba tuvieron acceso a su recamara siempre que se lo solicitaran al señor de la casa. Era parte de esta sentencia la falta de comida. El mantenerlo sumiso y débil, siendo humillado de manera constante.
Su dieta ese último mes había consistido en un litro de agua diaria y sopa insípida. Si tenía suerte, le llegaban muslos de pollos sobrantes de la cena o un minúsculo trozo de pan duro. Ese cuarto, los barrotes de plata. Las noches se le habían hecho eternas.
En cuanto Harry lo tomó de la muñeca, por instinto se apartó asustado.
—Esas marcas… en tus brazos y tobillos.
—¿Cuáles?
Le señaló las cicatrices hechas por plata. Era imposible olvidar como Greyback llegaba a su cuarto y jugaba con su dolor. Encantaba la palta para hacerlo inmune a él y lo martirizaba la noche entera.
—Plata, Harry.
Harry tomó las muñecas de Draco y las admiró. Eran puro hueso, hasta el punto de que Harry era capaz de tomar una y rodearla completamente con su mano. Las cicatrices aún se encontraban rosadas, pero ya no dolían. Hace días que no tenía uno de sus encuentros con Greyback.
Harry se inclinó sobre las cicatrices y les dio un suave beso.
—Ahora estas a salvo.
Le soltó las muñecas, pero Draco se mantuvo ahí, inmóvil. Vio la comida y como parecía que toda la fuerza se le había drenado de los brazos. Harry lo animó a comer, pero Draco parecía no escucharlo.
Harry suspiró, agarró el tenedor y pinchó la comida. Con la mirada perdida, solo abría la boca para recibir alimento, masticar y tragar. En silencio se terminó las tres bandejas de esa forma y cuando Harry salió del cuarto con la loza sucia, pudo escuchar el llanto de Draco.
—¿Cómo está? —le preguntó Fleur una vez vio que Harry bajaba la escalera.
—Mejor —contestó Harry. La mujer le sonrió con suavidad y con un movimiento de varita hizo que la esponja comenzara a lavar los platos sucios—, pero está ido. A veces se queda callado, y desvía la mirada. Pareciera que todavía no asimila su situación.
La mujer asintió y le sirvió una taza de té. Ron continuaba revisando el ejemplar mañanero de "El profeta", como si tratara de buscar algo nuevo en las noticias escritas por los periodistas sesgados del ministerio.
—Es normal. Está tgaumado; solo él sabe lo que vio ahí.
Ron soltó un gruñido y chasqueó la lengua enfadado.
—¿Lo pintas como la víctima, Fleur? ¿De verdad? —bufó Ron—. Quizás está fingiendo. Quizás le dijo ya todo a quien-ya-sabes- quien y nos codeamos con el enemigo.
Harry soltó un manotazo encima de la meza y volteó hacia Ron.
—Draco no es un mortifago.
—Pruébalo.
—Le mintió a su tía.
—Yo también le he mentido a la mía, Harry —soltó Ron—. Él se fue del campamento. Les mintió a ambos. Lo sentí, Harry, el momento en que la poca confianza que le tenía se desvaneció de mi cuerpo. Malfoy no es de fiar.
Harry tomó la taza con ambas manos y respiró pesadamente.
—Ron, ¿tu tía es un mortifago?
—No, pero…
—¿Y tu papá?
—No entiendo a lo que pretendes llegar.
—Yo he visto a mortifagos, hemos peleado contra muchos, Ron. Y Draco, si lo fuera, al menos podría ver algo de maldad en él; de locura, pero él sencillamente parece… —Harry lo vio con fuerza. Soltó la taza y sintió las manos arder— Muerto.
Fleur lucia nerviosa. Se puso de pie y trató de interponerse entre ambos chicos, los cuales no dejaban de verse con brutalidad. Como si buscaran desmenuzar en el otro la verdad absoluta.
—Dime, entonces, ¿de verdad crees que aún te quiere? Ya te rompió el corazón una vez, ¿Qué te asegura que no lo volvería hacer? Y entonces volverás llorando. ¿Cuántas veces, Harry? ¿Cuántas?
—Él no se va a ir.
—¿Te lo dijo? ¿Te lo prometió?
Harry se mordió el labio y miró a la mesa.
—Soy tu mejor amigo, y solo quiero asegurarme de que la persona que esté a tu lado sea de confianza. Malfoy la traicionó una vez de la peor forma posible y ahora lo encontramos en su casa, vistiendo esa ropa cara, luciendo desvalido. Dando pena… No me importa una mierda él. A lo mejor le enseñaron a cómo hacer el papel, a que decir en el caso de que nos vea. Es impredecible.
—Confío en él. Siempre lo he hecho.
Ron soltó un gruñido y arrugo la nariz.
—Te ciega, Harry —sentenció, apuntando en su corazón—. Te ciega y te rompe. Pero solo nosotros, Hermione y yo, estamos dispuestos a repararte.
Harry se levantó, dejó la taza intacta y se colocó la chaqueta de un movimiento.
—Hagy… Hegmione está a punto de despegtag —dijo Fleur, que vio afuera—. No puedes…
—Volveré enseguida —aseguró Harry, cerca de la puerta principal. Se volteó a Ron y entrecerró la mirada hacia el—. No estoy ciego, por eso confío en él.
Tan pronto cerró la puerta tras de sí y salió de los terrenos cercanos de la casa, pudo comenzar a tranquilizarse. Fue de manera casi inconsciente a la tumba de Dobby, en donde Luna, a pesar de que ya era de noche, se encontraba sentada, recolectando flores para colocarle cerca.
Harry se acercó a ella y se sentó en una piedra cercana. Con la esperanza de ver algo que se le estaba saliendo.
— ¿Cómo está Draco? Fleur me dijo que había despertado.
—Si, pero sigue un poco afectado —le dijo Harry—. Ron, aparte, no parece muy contento de él.
—Lo sé —se rió Luna—, tuve que salir para dejarlo despotricar solo. No te enfades con él, Harry, ya sabes que es obstinado; pero se le pasará.
Harry respiró varias veces hasta que sintió como la neblina de sus pensamientos se disipaba. Una vez quedó sin ninguno, comenzó a buscar los pequeños hilos que lo conectaban a Draco. Los tocó suavemente. Era tan extraño hacer eso. A veces pensaba que algo estaba mal consigo mismo, pero se sentía demasiado real para ser falso. Eran similares a las cuerdas de una guitarra. Recordaba que hubo un tiempo (más corto del que hubiese deseado) que esas simples cuerdas, eran en realidad como una soga gruesa que parecía irrompible.
No obstante, al tocar estas, las sintió diferente. A pesar de ser finas y casi imperceptibles, eran más fuertes que los pequeños hilos del pasado. Se aferró a ellas y las volvió a tocar. Aquello le daba un poco de seguridad.
Vio el cielo estrellado, la tenue brisa primaveral. Eso era todo lo que ansiaba, un poco de primavera antes del verano. Un poco de paz.
—Yo confío en Draco —le dijo la chica—. Él no es como el resto.
Harry frunció el cejo y se volteó a ella—. Eres la primera que me dice eso.
—Pues puede parecer que no se muchas cosas, pero yo escuchaba las conversaciones. Si me colocaba cerca de las cañerías, se escuchaban sus ecos de voz. Draco nunca participaba en las reuniones, nadie; ni siquiera Bellatrix o quien-ya-sabes era capaz de meterse a su cabeza. Ellos se desquitaban con otros mortifagos porque no eran capaz de sacarle información.
—¿En serio?
—Draco es más poderoso de lo que parece. Lo admiro mucho. Me sorprende lo valiente que fue al soportar todo eso y creo que ustedes tres fueron la principal razón de aquello —sentenció Luna, que se sentó a su lado y le tomó las manos a Harry—. Era duro escuchar como a veces lo humillaban para la entretención de todos, y él solo se limitaba a estar ahí. Uno no hace eso solo por una leve convicción ¿verdad?
Harry miró al suelo y apretó las manos de Luna. La chica se colocó de pie de un salto y tiró de él.
—Sea lo que suceda de ahora en adelante, Harry, ten por seguro de que será más fuerte que en el pasado. Draco no será el mismo, pero eso no significa que no tenga los mismos sentimientos; al final de cuentas, los lobos son uno de los animales más fieles ¿sabes?
Se levantó y siguió a la chica a tirones.
—Vamos, apura, la luz en la habitación de Hermione se avaba de encender.
• •
Voldemort al llegar la noche siguiente y escuchar la situación, tomó a Lucius del brazo y lo aventó contra el suelo.
Bellatrix suplicaba, mientras sollozaba lagrimas que se veían grotescas. Greyback había desaparecido junto a su manada, con tal de esconderse tan pronto pudieran.
Voldemort alzó la varita y perdió la cuenta de cuantas veces hizo que Lucius se revolviera en el piso de dolor, y una vez que lo vio sollozar decidió terminar todo de inmediato.
—Tu tranquilo, Malfoy, que cuando vuelva a ver a tu mocoso, le haré lo mismo que a ti ahora —le tranquilizó Voldemort—. Y tu mujer tendrá el mismo destino.
De seguido una luz verde se proyectó por toda la sala y Lucius Malfoy exhaló el que fue su último suspiro de vida.
• •
El grito de Draco alertó a toda la casa. Hermione había despertado hace rato y estaba cenando junto al resto en el comedor.
Harry corrió escaleras arriba y llegó al cuarto del chico, en donde este respiraba con dificultad, con lágrimas saltándole de los ojos. Estaba tan pálido, que tan pronto Harry entró, este perdió toda las fuerzas de sus piernas.
En cuanto Harry lo tomó con cuidado y posó un vaso de agua sobre sus labios, Draco sintió unas profundas ganas de vomitar. Como pudo empujó a Harry y se arrastró hasta el baño, en donde volvió a caer sin entender nada.
Lo sintió. El lazo roto de manera involuntaria. Toda esa vida escapándose del cuerpo de su padre.
—Papá —sollozó, aferrándose a la polera de Harry—… vuelve… por favor… ¡vuelve!
—¡Draco! ¡Tranquilo!
Abrazó el retrete y vomitó todo lo que había comido durante el almuerzo. No fue hasta que volvió admirar a Harry que este pareció comprenderlo.
—Tu padre…
En cuanto Draco rompió en un llanto desgarrador, lo entendieron. Harry abrazó el cuerpo de Draco y este se arropó en él en búsqueda de consuelo, en búsqueda de imitar ese cariño paternal que recibió de pequeño.
Harry hundió los dedos en el pelo de Draco y lo llevó a la cama, en donde este ocultó el rostro en su pecho y no se movió en ningún momento. Harry no dijo nada, ni una sola palabra y esperó a que Draco se quedara dormido debido a las emociones intensas a las que se vio obligado a experimentar. Una vez así sucedió, lo arropó hasta el cuello y lo dejó descansar.
Al bajar, todos los miraron sin saber si era correcto preguntar algo.
—Lucius Malfoy falleció —declaró Harry, mientras se preparaba una taza de café.
Todos guardaron silencio por un minuto y asintieron. Hermione dejó los servicios con temblores involuntarios por todo el cuerpo y suspiró.
—¿En qué momento la gente dejará de morir por hacer lo correcto?
Nadie supo que responder.
• •
Notas:
Astronomy: Conan Gray.
¡Hola!
No me maten, esto era necesario, ya no podía dejar que Voldemort le siguiera perdonando faltas a la familia Malfoy.
Podemos decir que aquí comienza el penúltimo miniarco de esta serie. Que emoción.
La canción esta vez fue elegida por meramente vibes.
¡Nos vemos!
The Machine.
