TW: Mención a la muerte y otros temas que pueden afectar a la sensibilidad del lector. Leer bajo tu propio criterio.
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"Por favor, por favor
Por favor no me dejes, por favor
Regresa, regresa
Encima del asiento vacío me dejaste
Solo tu fría esencia permanece
Por favor no, por favor no me dejes
Regresa, regresa
Me aferraré a la esencia que aún permanece
Así que regresa a ese lugar." (1)
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La situación, entonces, era la siguiente:
Harry despertó esa mañana, recuperado de la mordida de la serpiente de Voldemort, pero sin varita la cual se había roto durante la caída y los restos de la misma, ahora aguardan encima de la mesa de noche.
Por mas que Draco y Hermione habían intentado reparar con magia, los restos no se juntaban en lo absoluto, por lo que terminaron por desistir.
Aparte de esto, no tenían comida, ese día se les habían acabado todas las provisiones. Hermione sirvió la única comida del día, y los chicos se la comieron sumergidos en un silencio abrazador.
Entonces, Hermione, para intentar cortar esa incómoda situación, sacó a colación el tema de la carta de Draco, cosa que hizo que este se enfadara.
—¡¿Qué Greyback que?! —cuestionó Harry, que se puso de pie de inmediato y apuntó a Draco con el dedo—. ¿Cómo demonios pudieron saber que estaríamos en Godric Hollow?
—O sea, va dirigida a Draco, pero no sabemos si es de Greyback, ¿no es así?
Frunció el cejo, metió las manos entre sus piernas y desvió la mirada.
—Siempre es Greyback, Granger. Ese tipo está obsesionado conmigo.
Harry se sentó lentamente y tomó a Draco del brazo, con tal de que la expresión ensombrecida se le iluminara. Al final, se puso de pie, caminó hasta su bolso y saco la carta aun sellada, para extendérsela a Harry.
Este la abrió lentamente, y en cuanto el pedazo de papel fue expuesto, un olor familiar hizo que Draco le quitara la carta de las manos de inmediato. Era un aroma que asimilaba a noches de verano en la casa de tía. Amaderado y varonil.
Querido Cachorro:
Se que merodearan por Godric Hollow. Son previsibles. Un lugar tan bonito mancillado por la inmundicia de la estirpe que te acompaña.
Cachorro ¿te extrañó la ausencia de una carta esta navidad? El tiempo no espera. Lamento la demora. Esta es la última carta que te mandaré. Los lobos están cada vez más ansiosos de conocer a la cara que se ha robado mi sueño estos últimos días.
Dime una cosa, cachorro ¿Qué pasará si no vienes y yo me desquito con alguno de las presas que los carroñeros hemos capturado estas semanas? ¿Has oído la noticia? Se que te codeas con los Tonks, la pobre preñada quedó devastada cuando supo que nos deshicimos de su padre.
Cachorro, no juegues con la suerte, toma tus cosas y vete. Será la mejor decisión que tomarás, y luego te preguntarás porque no lo hiciste antes.
Te esperaremos el 31 a las afueras de Glastonbury. Ven, abraza a la naturaleza; fúndete en ella y deja a ese mundo mágico que se está yendo al carajo sin retorno.
De tu padre,
Que siempre espera por su hijo perdido.
F. Greyback.
PDT: ¿Te gustó que guardara la sangre de tu tío para esta nota?
—Draco…
Todo se nubló. El sueño, la vida, todo cubierto por una neblina espesa. Escuchaba la voz de Harry como algo lejano, como algo que simplemente soñó.
—¿Draco, no pensaras qué…?
Exacto, el no estaba pensando. Todo era vacuo. Una página llena de manchones rojos y de palabras que creía comprender.
—Necesito… yo solo… necesito…
Soltó el pedazo de papel y corrió afuera de la tienda. Los mareos se hicieron presentes y no alcanzó a avanzar demasiado antes de vomitar lo poco y nada que había comido ese día. No podía quitarse de la nariz el olor de su tio. De ese hombre que le prestó cobijo cuando nadie más lo hizo.
Cayó al suelo, con lágrimas que brotaban de sus ojos sin ningún tipo de control. Los brazos de Harry cubrieron su espalda mientras el pánico se apoderaba de él. La sangre se mezcló con la humedad del pasto y de la nieve acumulado. Era un invierno largo. Demasiado extenso.
—No vayas —susurró Harry—. No vayas, Draco.
No respondió nada y continuó llorando. Comenzó a llover y todo lo que Draco consideró como normalidad hasta ese momento, empezó a transformarse.
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Todavía no amanecía cuando Draco despertó a Hermione una vez se dio cuenta de que Harry no se encontraba acostado a su lado. Despues de tanto llorar, cayó rendido casi de inmediato en los brazos de Harry, y se sumergió tanto en los sueños que no se percató de la ausencia de su olor hasta ese momento.
La chica asintió y los dos, aún en pijama salieron de la carpa muertos de fríos.
Escucharon un fuerte estruendo al fondo del bosque. Los dos se armaron y corrieron hacia el origen del ruido. Una bruma oscura, similar a una tormentosa nube, se elevó en el cielo y tres figuras humanas se dibujaron. Era Hermione, hermosa, pero con un aura malévola envolviendo su cuerpo que parecía desnudo, la cual era abrazada por Draco y Harry, quedando en medio de ambos.
Draco frunció el cejo, apretó la varita y siguió avanzando solo para darse cuenta de que Hermione no miraba arriba, a los espectros transformados, sino que observaba al frente, hacia donde Ron y Harry se gritaban entre sí.
"Estábamos mejor sin ti" aseguró la Hermione maligna, que enrolló los brazos en el cuello de Draco, "Es cierto, Weasley, mejor lárgate y déjanos tranquilos", dijo su versión que lucía bizarra. Harry se acercó a Hermione, la cual se relamió los labios y lo miró a los ojos: "Amigo, ¿tu? No eres más que un cobarde." Se rio Harry, que tomó a Hermione por la espalda y hundió los labios en el cuello de la chica.
Draco frunció el cejo ante la desagradable visión, y tomó a la verdadera chica por el brazo con tal de hacerla avanzar.
—¡Ron! No los escuches ¡Eso no es verdad!
Ron se mostraba dubitativo, con la espada de Gryffindor en las manos. Hermione asintió con fuerza y corrió hacia donde sus amigos, momento en que Ron recobró la consciencia.
—¡Ron! ¡Hazlo!
Ron observó a Hermione, a lo que este apretó la mandíbula y terminó de clavar la espada. Un segundo estruendo, más fuerte que el primero, los hizo caer al suelo y una vez se dieron cuenta, el guardapelo se encontraba hecho trizas.
Hermione prácticamente se abalanzó encima de Ron, quien la abrazó con la misma fuerza. Harry y Draco se miraron entre sí y desde atrás vieron como ambos chicos se reencontraban.
—¡Eres un idiota, Ronald! —le gritó Hermione— ¡¿Cómo crees que pudimos haber estado bien sin ti?! ¡Eres un tonto!
—Mione, lo lamento… yo…
—¡No! ¡Cállate! ¡Tú eres el que no entiende nada! Aparte, te apareces y de repente tienes la espada y rompes el horrocrux, ¡No entiendo nada! ¡Y tu Harry! —arguyó Hermione, que se dio media vuelta y apunto al nombrado—. ¿Cómo puedes irte por ahí, así como así? ¡¿Acaso estas mal de la cabeza?! ¡Ni siquiera traes una varita contigo!
Harry esbozó una sonrisa extraña, a lo que Draco suspiró y asintió.
—Potter siempre ha estado mal de la cabeza, Granger, no sé cuál es la sorpresa aquí.
—¡Cállate, Draco! —farfulló la chica, que terminó por caminar de vuelta, con los restos del horrocrux en las manos—. ¡De verdad que los odio a los tres!
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Hermione, una vez se tranquilizó y terminó de escuchar la historia de Ron y Harry, se levantó del asiento y trajo consigo el libro de cuentos que Dumbledore le legó.
—Tenemos que ir a donde el padre de Luna, miren —dijo la chica, que abrió la contraportada del libro y le señaló el dibujo hecho en el borde de la página—. Es la marca. Sigue apareciendo en todas partes.
—Ya te dije que es la marca de Grindelwald. No hay más misterio —suspiró Draco.
—¡No! Tambien estaba en la esa tumba en el cementerio y la fecha era mucho antes de que Grindelwald apareciera. ¡Estoy segura de que esto es algo trascendental! Y solo podemos preguntarle al padre de Luna lo que significa, porque no podemos ir donde Grindelwald para interrogarlo, porque, para empezar… ¡Ni siquiera sé si está vivo!
Los chicos se miraron entre si y Draco examinó la marca con mayor detención.
—Partiremos mañana mismo —sentenció la chica—. Y de ahí no sé cuándo regresaremos aquí… quizás nunca más, así que empaquen sus cosas.
Draco miró el calendario que Hermione señaló, a lo que este pareció dudar.
—No puedo…
—¿Qué? —la pregunta se extendió por los tres. Los cuales miraron a Draco sin comprender, pero fue Harry quien prosiguió—. ¿Por qué?
—Porque mañana es treinta y uno.
—¡No vas a ir!
—Harry, es que no lo entiendes…
—¡NO! Tu no lo entiendes, Malfoy. No puedes irte… dijiste que lo haríamos juntos —le gritó Harry—. Ahora vamos a ir a la casa del padre de Luna.
—Y se que les irá bien… pero yo, tengo que ir a donde Greyback.
Le partía el corazón ver a Harry de esa forma. Hermione, sentada en uno de los duros catres, los miró a ambos con una mezcla de pena y confusión.
Ron, por su parte, quiso agregar algo a las palabras de Harry, pero Hermione lo tomó de la muñeca y negó con la cabeza. Era una batalla que tenían que librar ambos.
Harry tiró de la camisa que Draco traía puesta, negra, que en el pasado fue cara, pero ahora reposaba como un trapo sucio sobre su flacura.
—No puedes…
—Debo hacerlo.
—¡No! No le debes a Greyback nada. ¡Tú me prometiste que jamás te convertirías en lo que él quería volverte! —estalló Harry, con esos ojos encendidos. Ese olor indescifrable. Con la voz cargada de ira—. Quédate.
—Harry.
—Si de verdad me amas, quédate aquí. Conmigo, con nosotros.
El corazón le dio un vuelco. Hermione bajó la mirada y luego la volvió a subir, pero no dijo nada, y Draco le agradeció en silencio. Ella sabía que la decisión final quedaba en manos de Draco, que tomó a Harry de las manos y quiso presionar los labios en la frente del mismo, pero este se negó.
—Te amo, Harry, pero esto es algo inevitable.
Harry lo empujó, se cruzó de brazos y cerró las manos en puños.
—¡¿Inevitable?! ¡Quédate! ¡Lo evitaremos si te quedas!
Sintió como un malestar se asentaba en el estómago de Draco. Con el peso del juramento encima. De querer quedarse, pero de saber que si lo hacía iba perjudicarlos a todos.
—No puedo…
—¿¡Por qué no puedes!? No me digas que… ¿de verdad le crees a lo que Greyback te está diciendo? ¡Es una mentira y lo sabes!
Lo tenían bajo la mira. Draco cerró los ojos y trató de acercarse a Harry, quien retrocedió incrédulo.
—Regresaré.
—No… No puedes.
—Te lo prometo, yo…
Con eso, todo el amor que llenaba el corazón de Harry pareció manifestarse en odio. El enfado llenó el ambiente y Draco no quería irse sin una despedida. Sin un "hasta pronto".
—Entonces que así sea, Malfoy. Toma tus cosas, y déjanos tirados. Has lo que quieras, pero que no se te olvide que yo fui el primero en confiar en ti y ahora mismo, tú eres el único que está destrozando esa confianza.
Draco se mordió el labio el labio y antes de que Harry se fuera lo tomó del brazo.
—Regresaré.
Harry pareció debilitarse por un segundo, pero de una fuerte sacudida, hizo que Draco lo soltara y salió de la tienda.
Se quedó ahí parado, viendo la espalda de Harry deambular por el bosque. Como una sombra pérdida, y luego se volvió casi imperceptible, a pesar de que seguía con su olor en la nariz.
El hilo entre ambos se tensó. Eran manada. Los dos iguales.
Se volteó al par de chicos restantes. Ron salió de la tienda, detrás de Harry, mientras Hermione lo miraba con una expresión torcida.
—Draco…
—Déjalo.
Draco tomó la carta escrita en trazos sangrientos y la metió en el bolsillo del pantalón.
—Cuida a Harry, por favor. Cuídalo.
La chica, sin ser capaz de articular una sola palabra, asintió.
Era como esa vez, en la sala vacía, cuando ella lloraba por un corazón roto y Draco le dio fuerzas.
La diferencia es que ahora quien lloraba era Draco.
Hermione le dio un largo abrazo y detuvo las lágrimas. Draco se dio media vuelta, agarró su bolso y salió de la tienda, rozando con la yema de los dedos la tela, sostuvo la varita y apuntó.
—Especto Patronum —pronunció, con un mensaje claro en la mente, el lobo blanco corrió y alumbró el bosque a su andar.
"Regresaré".
Se dio media vuelta y se alejó de las guardas de Hermione, buscando un sitio apto para aparecerse. Una llanura era ideal, un lugar donde pudiera aclarar la mente antes de partir.
Vio a un ciervo llegar a él, lo examinó hasta que el mensaje se disolvió frente a sus ojos.
"¿Pero quién serás a tu regreso?"
Tomó la varita, conjuró un último Patronus y se fue sin esperar respuesta, porque sabía que Harry no le contestaría. Se quedaría con esa conversación inconclusa, para terminarla algún día.
Odiaba hacer esto. Pero era momento de cumplir esa promesa.
Draco odiaba no cumplir su palabra.
"Alguien a quien valga la pena esperar".
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Draco se lo prometió a Dumbledore.
El día antes de su muerte, lo llamó a su despacho y, aunque en ese momento no lo supo, Draco se encontraba seguro que el hombre ya había asumido su muerte.
Esa citación lo tomó un poco desprevenido. Acababa de regresar de la lección de Sinistra y Draco continuaba con los sentidos latentes en el cuerpo.
Entró al despacho, para notar que Dumbledore lo esperaba con un gesto severo impropio del viejo y una taza de té a medio tomar. Draco pensó al llegar, que se había metido en algún problema del cual no tenía idea.
Dumbledore, simplemente, decidió saldar asuntos pendientes con el chico. Cerró la puerta tras de sí, y el anciano aguardó a que tomara asiento.
—Ya eres mayor de edad, joven Malfoy—dijo y Draco asintió—. Puedo hablar contigo como el adulto que eres.
Draco, en ese instante, continuaba sintiéndose como un niño (cosa que no había cambiado), pero no corrigió a Dumbledore, porque no valía la pena hacerlo.
—En efecto, director, entonces ¿Qué es lo que necesita?
—Te avisé que, cuando el momento llegara, iba solicitar tu ayuda; pero primero ¿quieres una taza de té?
Aceptó, porque era el director y no sería adecuado rechazar el ofrecimiento de persona de mayor rango. Asuntos de etiqueta que demostraban algo de respeto. Asuntos que Harry, de seguro, no seguiría.
El té que le sirvió era Earl Grey y desde entonces, no lo pudo disfrutar nunca más. Le recordaba de forma inevitable a Dumbledore y como al día siguiente todo el colegio lo encontró muerto a los pies de la torre de astronomía.
—Hace ya un tiempo que entraste a este despacho junto a tu madre, y en ese entonces, nunca pensé que las cosas se tornarían de esa manera.
—¿De qué está hablando?
—Lo siento, a veces me pongo sentimentalista —dijo, y le dio un sorbo al té—, creo que de verdad soy más viejo de lo que aparento.
Draco repasaba la situación en la cabeza. Una y otra vez. Al fin le encontraba sentido a las primera frase. Dumbledore sabía lo que se avecinaba, como el siguiente ciclo sería el peor. Sería desolado. Frio.
Sería un invierno sin final.
—Director… vayamos al punto, por favor.
—No quieras que te hagas una idea equivocada de mí, joven Malfoy. Normalmente hago las cosas sin esperar nada a cambio, de verdad, pero me veo en la obligación de hacerlo ahora, porque eres el único que puede ayudarme.
Ese día, su madre y él fueron a discutir el asunto de cómo sería su educación ahora que era un licántropo. Fue un día tenso y a Draco aún se le erizaba la piel con el mero recuerdo.
—¿Está hablando del dinero que rechazó? —el hombre asintió.
Se lo esperaba. Nadie olvidaría que Dumbledore lo dejó ahí dentro con una cobranza sin tomar. A pesar de sus palabras, él nunca pretendió dejarlo ir así como así.
—Bien, está bien… haré lo que usted quiera, como agradecimiento por haberme dejado continuar estudiando.
Y la petición fue horripilante. Fue devastadora. Fue como un balde de agua fría dado en invierno.
—Hace años, décadas mejor dicho, Remus Lupin se infiltró en la manada de Greyback para recopilar información, que no fue suficiente. Estuvo ahí dentro durante un mes, donde los lobos desconfiaron de él y lo dejaron a la deriva.
» Pero contigo es diferente. Greyback nunca lo quiso reclutar a alguien con tanta ansia como tú, Draco.
» Soy conocedor de ciertas cosas, pero no creas que es porque Harry me lo ha contado. Durante nuestras clases, me ha permitido ver gran parte de sus recuerdos, sin ser consciente de esto. No fue mi intención inicial indagar de más, pero sé acerca de las cartas. De las visitas clandestinas…
A Draco se le heló la sangre, pero sabía cómo era el asunto de la Oclumancia, que a Harry el asunto de cerrar la mente le costó más que a él, que con suerte podía repeler un par de ataques legeremánticos; por lo que no se sorprendió acerca de la cantidad de información que Dumbledore manejaba.
Se pregunto si tambien conocía como era la relación de Draco con su niño consentida y una ínfima parte de sí misma se regodeó de manera perversa.
—Greyback es un hombre orgulloso y nunca he comprendido cual es la razón por la que apoya a Voldemort. Yo lo conocí, quizás no lo suficiente, pero sé que él, desde estudiante, poseía esa ansia por ser el mejor. Necesitaba sentirse de alguna válido y lo hacía a través de la magia; era un mago excelente.
—Pero ahora él tiene otra motivación: quiere demostrar que los licántropos son la raza definitiva.
—En efecto, y por eso mismo se esfuerza tanto en reclutarte, joven Malfoy, porque tú eres el refuerzo definitivo a esa idea… debido al tipo de sangre que corre en tus venas.
Sabía que no se refería a la enferma.
Se refería a lo que los medios veían en él, a pesar de los líos de su padre. Veían un linaje de sangre pura, relacionado con familias tan grandes como lo eran los Black o Lestrenge. Veían a un mago poderoso.
—Tiene a Thomas Rosier de su lado.
—Pero no le sirve, porque nunca lo conocieron, Draco. A ti, en cambio, el mundo te conoce: saben que eres el hijo de Lucius Malfoy y Narcisa Black…—Draco se sonrojó un poco ante la verdad de esas palabras—Saben que eres el único heredero de esa un legado noble.
Dumbledore agitó la varita y sacó dos ejemplares del Profeta desde un estante, los cuales deslizó entre medio de las tazas de té. Eran ediciones viejas, que Draco nunca había visto, porque, de cualquier modo, no le tomaría la misma importancia que ahora.
El periódico más viejo fue abierto y Draco al menos se alegró de que lo que leyó no hubiese sido titular, pero sí que fue importante para que abarcara una página completa.
"ERA LO QUE LLEVABAMOS ESPERANDO".
Era una noticia acerca de su nacimiento.
Su madre siempre fue sincera al respecto. Les costó demasiado que Draco naciera. Esa era una de las razones por la que no tuvieron otro hijo— aparte de la negativa de dejar de ser el consentido hijo único—. Fue un parto doloroso y complicado, que por suerte no costó la vida de Narcisa, pero estuvo a punto.
Draco nunca le tomó demasiado peso a esto, pero ahora se daba cuenta de que su vida era algo que sus padres habían buscado con desespero y el mundo mágico lo sabía. Todo el mundo estaba deseoso de conocer que cara tenía el hijo de dos magos con apellidos tan distinguidos.
Sonrió con levedad ante la expresión cansada de su madre (pero aun así contenta) y con el dedo rozó al bebé que traía en los brazos. Ese bebé que en algún momento fue él.
«Cuando naciste, vi el cielo por la ventana y supe al instante cual sería tu nombre, Draco.»
"El bebé se llama Draco Lucius Malfoy, primogénito de Narcisa—de soltera Black— y Lucius Malfoy."
Miró a Dumbledore que se mantuvo impasible y Draco tomó el ejemplar del lado.
"GANADORES DE LA EDICIÓN XXV DEL CAMPEONATO DE NATACIÓN PARA NIÑOS MAGOS."
Se vio a sí mismo, parado en la tarima del primer lugar, mientras mordía la medalla de oro; Pansy, le tomaba la mano desde el tercer lugar, con una gran sonrisa. Ni siquiera se acordaba que había ganado ese torneo cuando era pequeño.
—¿A qué quiere llegar con esto?
—Con que el mundo sabe quién eres desde que eres un niño, joven Malfoy. Y Greyback quiere usar eso a favor de su motivación —concluyó Dumbledore, guardando los periódicos entre los cientos que tenía en el estante—. Si tiene a un Malfoy en sus filas, será como anunciar que: hasta los magos más reconocidos quieren volverse licántropos.
—Yo no busqué lo que soy.
Dumbledore se terminó el té y Draco se percató que ni siquiera había tocado el suyo, le dio un sorbo y cerró los ojos.
—¿Crees que eso tan siquiera importa? Él, en cuanto ponga las manos en ti, sabrá que es invencible… o eso le haremos creer.
Draco supo en ese momento que se puso pálido, adivinando a donde se dirigía la conversación.
—Necesito que la siguiente vez que Greyback te contacte, vayas a su manada y le hagas creer que cambiaste de parecer; que quieres seguirlo.
Entrelazó las manos para que dejaran de temblar, era casi invisible. No dejaba de agitarse. De temer ante la mera posibilidad.
—Está demente…
Dumbledore esbozó una sonrisa temible, que hizo que Draco se sobresaltara. No sabía que él pudiera adoptar ese tipo de expresiones. Esas expresiones de desdén, en donde sabía que desde el minuto en que Draco puso un pie en su despacho la primera vez, lo tenía comiendo de su mano.
—Si voy ahí dentro, como usted dice… ¡Lo sabrá todo el mundo! Si Greyback quiere volverse invencible, no tardará en hacerlo público. Hacer público que soy… un enfermo.
—Ese es el coste del plan, joven Malfoy, pero usted es quien, cuando el momento llegue, determinará que hacer —dijo Dumbledore—. He hablado con la profesora Sinistra, que me asegura que has hecho muchos avances en distintos ámbitos para cumplir una especie de sueño. Ayudar a la comunidad licántropa, ¿no?
—¿Qué tiene que ver eso con esto?
—Dime, ¿crees que si dejas a Greyback a la deriva no seguirá contaminando a la población, y cuando él no esté, le seguirá otro y otro? Si de verdad quieres generar un cambio, Malfoy, es necesario cortar el problema de raíz. Y estoy seguro de que tú sabes cómo es la mejor forma de deshacerte de un enemigo.
Conocerlo.
Vio la verdad en los labios de Dumbledore. En lo irrefutable.
Llevaba un tiempo pensando en las páginas arrancadas del libro. Y se encontraba seguro que eran relacionadas a un acercamiento a una cura definitiva, o al menos, una manera de suavizar los efectos de la transformación.
Las cosas que Draco haría por eso.
—Entonces, joven Malfoy, ¿cuál es tu decisión?
—Es una locura…
Dumbledore, esbozó una media sonrisa y abrió una carpeta con un documento, y posó un bolígrafo al lado. Draco frunció el cejo y en cuanto leyó el papel, se colocó pálido.
—¿Lo harás, no es así?
"Acta de Registro por licantropía."
—¿Qué significa esto?
—Puedo ignorar mi deber civil de informar que tengo a un estudiante con licantropía en el colegio, si es que me ayudas en esto, joven Malfoy.
—¿Me está chantajeando?
Dumbledore tomó un largo sorbo de té y destapó el bolígrafo, antes de comenzar a escribir. Claramente que era un chantaje, pero no pudo negar que las palabras dichas por el hombre tenían una verdad incalculable.
Pensó en Harry y como el aceptaría, aunque eso significara perderlo todo. No le importaba enfrentarse al peligro, sacrificarse por el bien mayor.
Sin embargo, Draco no era como Harry. Lo sabía. Todo el mundo lo sabía. Él, que siempre había velado por su integridad, pero si de verdad deseaba generar un cambio, eso era necesario.
¿Qué tan fuerte era su sueño? Ahí se definía la diferencia entre una creencia y una determinación. Y Draco desde el principio determinó que quería acabar con todo.
—Lo haré.
Dumbledore suavizó la sonrisa, quemó el documento que estaba rellenando, se sirvió más té y Draco supo que la conversación había terminado.
Aun así, se quedó terminando su té, en completo silencio y para cuando se levantó, Dumbledore lo miró a los ojos por última vez.
—Antes de que te vayas, debes de ser consciente que esto, para que salga bien, no lo puede saber nadie. Ni siquiera Harry.
—¿Quiere que le mienta?
—La relación que mantienen es arriesgada, debes asegurarte de que no te siga, que no se desvié de su objetivo. Harry es un chico terco y lo sabes, por eso es trascendental que, de ser necesario, le mientas —sentenció Dumbledore, reajustándose los lentes con la mano que no ocultaba dentro del bolsillo de su túnica—. El amor debilita a Harry, lo vuelve demasiado sentimentalista. Por eso, si es necesario, Malfoy, rómpele el corazón.
—¿Tan si quiera se escucha a si mismo? ¡Usted no puede…!
—Créeme, Malfoy, que sé que puede sonar duro, pero cuando crezcas, vas a entender mi postura.
Draco tomó el pomo de la puerta y miró al anciano de una forma despectiva.
—Me da asco.
Salió del despacho, dando un fuerte portazo y reafirmó su creencia final. Iba de camino a la manada de Greyback, pasando por las matas, hasta la cabaña que le indicó en la nota, con esa voz del viejo clavada en cada maldito paso que daba.
Con los sentidos encrespados, con el miedo desgarrándole la carne.
Dumbledore no tenía escrúpulos a la hora de alcanzar un objetivo. Era meticuloso y manipulador. Sabía que era probable que Draco no regresaría, o que, a la vuelta, Draco ya no sería más que un marginado social.
Y necesitaba que su querido Elegido se enfocara en encontrar los horrocruxes, no que se desviara por amor.
Se sentó en una piedra y miró a las hojas secas, mientras percibía esos lazos con Harry, Hermione y Ron. Este último era el más débil y el primero que rompió.
Hacía frio. Era un invierno eterno y en el murmullo de los árboles agitándose, escuchó aullidos que le recordaban que era un Malfoy, que era un ser humano.
Hermione era un lazo fuerte y cerró los ojos. Pensó en cosas malignas contra ella, se hizo creer que la odiaba, que no sacrificaría todo por ella. Estuvo cerca de diez minutos y se arañó los brazos para sentir dolor físico que opacara lo emocional.
Rompió ese lazo, soltó lágrimas, se sintió mal.
Harry con esa promesa.
"Regresaré."
Era mentira. No se lo aseguraba. Les mintió a todos. Quizás no regresaría y si llegaba a volver a ver a Harry, nadie le aseguraba que tuviera el coraje de volver apreciar esos ojos verdes.
Olió lo indescifrable, el misterio. Tocó los lazos del resto. Narcisa, Lucius, Pansy, Nott, Daphne, Zabini.
Harry. Debía romperlo, sabía que en cuanto lo hiciera el chico lo odiaría y necesitaba hacer que lo odiara. Necesitaba que ese odio le sirviera de motivación para no olvidar el camino.
Romperle el corazón.
Se fue gastando como una soga. Hilo por hilo. Segundo a segundo. Se convenció de que no lo amaba lo suficiente como para sacrificarse por él.
Que todo era una mentira. Que era de lo peor.
Que lo suyo no tenía futuro y que nunca se sintió lleno al besar sus labios.
Que no fueron uno cuando se conocieron en esa cama y que no recordaba la sonrisa de Harry como un amuleto.
El lazo se rompió y con ello la esperanza.
Se dirigió al primer bar que encontró en aquel pueblito, en donde transformó hojas secas en dinero muggle el cual intercambió por una estancia. No pudo dormir nada en toda la noche, acechado por contantes pensamientos mediocres. Dejó olvidado su bolso con todas sus pertenencias en la habitación y salió del pueblo, mientras su cuerpo temblaba involuntariamente.
Una vez vio a las afueras una cabaña de la cual emanaba un olor bestial, se detuvo.
Se convenció de que no era real.
Pero al ver a la chica de pelo lacio y a Jessica sentada en un sillón. No pudo seguir mintiéndose.
Aun así el lazo estaba roto.
Amaba desesperadamente a Harry Potter.
Entró y le sonrió a la mujer, que se mostró inexpresiva. Luego, con un golpe contundente, cayó de rodillas al suelo y el corazón hecho añicos. Dumbledore se había equivocado, Harry tenía un corazón inmenso que no podía romperse, en cambio el suyo, siempre había sido mas débil. Siempre se aferraba a lo que fuera para seguir latiendo.
Quien acabó con el corazón destrozado fue él.
—Ya está. Es hora de irnos, queridas.
Retazos de recuerdos le llegaron a la cabeza y soñó con aquel día en que, por una mera casualidad, encontró la casa de Harry.
Quizás nunca fue algo sin sentido.
La primera noche a la deriva, en plena libertad, y su lobo lo único que había hecho era correr indefinidamente, solo para conocer a su omega.
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Notas:
Please Don't: K. Will
¡Hola!
Primero, y antes que todo: ¡Feliz Halloween! Espero que coman muchos dulces y disfruten de estas fechas. ¡No olviden lavarse los dientes!
Es un poco irónico como la temática tan oscura de ese capítulo, queda tan acorde con las fechas. ¡No me odien, por favor!
Esto era inevitable. La separación, el rompimiento. Comienza el angst del fic. ¡Tomen en cuenta esto, por favor!
En el próximo capitulo: Draco en la manada de Greyback. ¿Qué sucederá?
THE MACHINE.
