Mitsui y yo quedamos de vernos el domingo. Un día antes de volver a clases.

No hace falta mencionar que el sábado estuve inquiera y no paré de dar vueltas por mi casa solo pensando en qué ropa debía ponerme a cómo debía peinarme. Por supuesto que elegí ropa cómoda acorde a la situación. Mitsui y yo nos íbamos a ver de nuevo en la cancha de básquet del viernes.
Así que terminé mis tareas el sábado y cuando llegó el domingo Mitsui y yo nos vimos otra vez en la estación. Llevé mi bolso con dos botellas de agua y bocadillos que podíamos compartir, aunque no se lo ofrecí inmediatamente porque mi lado tímido salió a flote otra vez.

Jugamos básquetbol hasta que nos cansamos. De nuevo me enseñó a lanzar. Me enseñó la posición correcta para hacer canasta simple o de dos puntos o de tres. Poco a poquito fui mejorando mi postura y mi puntería, desde luego. El balón y yo íbamos haciéndonos más amigos, así como Mitsui y yo nos volvíamos más cercanos con el pasar de los días.
Esa tarde volví a caminar a casa tomando la mano de Mitsui.

En mis adentros me daba gracia que para un muchacho que jugaba baloncesto, sus manos fueran tan bellas y delicadas, como las manos de un pianista. Y era que Mitsui era así a sus 15 años recién cumplidos; varonil y tierno en armonía.
¡Cuánto lo quería! De verdad que me sentía segura andando a su lado.

Claro, el lunes por la mañana cuando le conté a Shiori lo sucedido se emocionó tanto como yo, aunque le desilusionó que no nos hubiéramos besado todavía.

—Por lo que oí, Mitsui es un niño rico, y ese tipo de gente no se preocupa por pequeñeces. Seguro que da por sentado que terminarán juntos…
—Eso no lo sabes —dije con recelo—. ¿Acaso has comenzado a envidiarme? No me has hablado de Hasegawa últimamente… —Sonreí con aire de victoria porque ella puso una expresión de tristeza fingida. ¡Por supuesto que no sabía nada de su chico y eso la tenía histérica! Me reí, debía permitírmelo.
—¡Pff! Lo que digo es para ayudarte… Siempre eres tú quien da el primer paso.
—No siempre.
—¿Hay excepciones? —Se cruzó de brazos.
—Claro, cuando tú y yo nos conocimos en primer año. Tú me hablaste primero a mí.
—¡Estoy hablando del MVP! —exclamó soltándome una palmada en el hombro.

Me reí a carcajadas. Vaya que sus golpes eran duros. Y a como fuera, ella tenía razón. Sin importar cuánto estuviéramos Mitsui y yo enamorados el uno del otro, él no me amaba más de lo que ya amaba al básquetbol. Pero, por supuesto, yo no me daría cuanta de ello hasta el futuro.

—Su nombre es Hisashi Mitsui. No creo que le agrade mucho ser llamado "MVP" todo el tiempo.

Ella se rio y coincidió conmigo. Esa tarde tranquila mientras las dos estábamos tomando el almuerzo en una de las bancas de la secundaria, ella se quedó pensativa y tomó mi mano. Eso me sacó de mis pensamientos y me hizo dejar de prestar atención al bollo con queso crema que me estaba comiendo.
Shiori tenía la vista fija en los árboles de cerezo con sus nuevos retoños.

—Pronto nos graduaremos… —dijo como pensando en voz alta—. Iremos a diferentes escuelas. Entonces, nuestra separación está decidida. No quiero eso…
—Vamos, no pienses en eso. —Puse mi mano sobre la suya ahora, como un pequeño sándwich.
—Estos tres años se sintieron cortos.
—Sí, pero no hay que entristecerse. Nos seguiremos viendo, ¿no? Iré a visitarte. O tú puedes ir a mi casa. Con todo gusto mi madre te recibirá también.
—Gracias. Estaré encantada de ir. —Sonrió.

Hizo una pausa y le dio un sorbo a su jugo de toronja. Creí que se quedaría tranquila hasta que regresáramos a clases, pero de repente habló con un tono de recelo.

—Es por eso que ahora estoy enojada con Mitsui.
—¿Eh?
—Me robó a mi preciada amiga. Estas últimas tardes antes de la graduación eran solo de nosotras. Pero ahora la señorita prefiere jugar al básquet con ese muchacho de cara bonita.
—No digas eso… Te aprecio mucho. ¡Por supuesto que quiero salir contigo! Pero…
—Oh, Saki, no debí invitarte a ver ese partido. ¿Por qué tenías que enamorarte de repente?

Aunque las palabras de Shiori llevaban consigo la verdad de sus sentimientos, también reía de sus propias palabras demostrando que no estaba verdaderamente molesta. Decidí hacer una broma.

—Hey, ¿qué te parece una cita doble? Tú, yo, Mitsui y Hasegawa.
—¿Qué hablas, boba? Hasegawa no tiene nada que ver en esto.
—Mitsui juega contra otras escuelas muy seguido. Puede que no lo recuerde, pero si le preguntamos ayudará en algo.
—¡Para nada! Además, Mitsui y tú ya son novios y nosotros no encajaríamos.
—¡Que no! —exclamé con las mejillas rojas—. No somos novios… todavía.
—Qué aburrimiento.
—Salgamos el último fin de semana, tú y yo. ¿Sí? Te compensaré. ¿Cine y malteadas?

Me vio dubitativa por un instante, pero luego sus facciones se suavizaron y unió su meñique con el mío sellando nuestra promesa.

—Cine y malteadas. —Sonrió y asintió.

Esa mañana en la escuela miré a Mitsui junto a sus amigos en uno de los pasillos. Me vio, se sonrojó, y alzó la mano para darme un saludo. Yo sonreí y le saludé también, y dicha acción desató un montón de bullas entre los muchachos que le acompañaban. «¡Es hora de acostumbrarse!», pensé. Y me dio algo de gracia porque en ese instante nuestro camino se cruzó, me tomó de la mano y me dijo: "Nos vemos en unas horas, Saki". Debí haber respondido: "Sí, Mitsui, nos vemos", pero me quedé helada como siempre. Fue Shiori quien me devolvió a la realidad cuando me golpeó juguetonamente con su hombro.

—Uy, uy. ¿Y dices que no se han dado ni un besito? No sabes mentir, amiga.
—Shh… Calla. No quiero que toda la escuela se entere.
—Vives debajo de una piedra, ¿no? Escogiste al muchacho más popular de la escuela para que te gustara. Tienes montones de enemigas ahora. —Comenzó a enumerar con los dedos mientras decía—: Las animadoras, la enfermera de la escuela, la profesora de ciencias, nuestras compañeras de clase, los ojitos curiosos de otras escuelas y quién sabe si también algún que otro muchacho.
—¿La enfermera y la profesora de ciencias? ¿De qué hablas? Somos prácticamente niños.
—Pues Mitsui es un muchacho guapo, lo acepto, y muchas no se detienen a pensar sobre la diferencia de edad que se interpone. Pero aclaro: no es mi tipo.
—Y más te vale que no lo sea.

Ambas comenzamos a reír.

Por la tarde volví a esperar a Mitsui hasta que la práctica del equipo hubo terminado.
Esa tarde luego de verle jugar, nos dirigimos al mismo sitio de siempre; aquel parque en el que jugábamos juntos. De un momento a otro, tuve el pensamiento intruso de que sería muy cansado para él seguir con el juego cuando acababa de hacer actividad física en la escuela. Cuando le sugerí que nos detuviéramos, repuso:

—¡Pero todavía tengo mucha energía!
—Lo sé, pero…
—¿Te preocupas por mí? —dijo jugando.
—Sería una mentira decir que no.
—Bien —dijo sonriendo y quedándose con el balón en una sola mano—. ¿Te gustaría ir a beber algo? Así podemos platicar.

Le dije que sí.
Llegamos a una cafetería cerca de lugar llamada "Coffee and Talk". Al principio cuando bebíamos de nuestros lattes no sabía cómo hilar una conversación, pero a Mitsui se le veía muy animado y fue él quien alentó a seguir con la plática.
Elegimos un lugar cómodo cerca del ventanal; no había muchos otros clientes, estaba perfecto.

—Siempre he tenido una duda, Saki… ¿A qué se debe el color de tus ojos y tu pelo? No quiero ser muy cerrado deduciendo que eres americana.
—Estás en lo cierto, no soy americana —dije dándole un sorbo a la bebida—. Y sé que como mucho otros podrás pensar que soy extranjera, pero no es así. Nací aquí en Japón y aquí he vivido toda mi vida… Solo he salido del país por navidad o el trabajo de mi padre. Cuando mi papá salió de Irlanda por negocios, conoció a mi madre al recurrir muy seguido en una cafetería en la que ella trabajada, y, bueno, le pareció que no estaba mal vivir aquí.
—Así que eres irlandesa —dijo con una sonrisa.
—Mitad irlandesa, mitad japonesa.
—Uh… Pues la verdad nadie podría adivinar que no eres de afuera. Tu rostro se destaca mucho, ¿sabes? Cuando íbamos en primero de secundaria te vi y no me fue fácil apartar la mirada. La gente como tú solo se ve en las películas.

De un momento a otro se quedó callado pensando en lo que acababa de decir. Su cara, como era costumbre, se puso roja. Tuve que fingir no darme cuenta de su tierno gesto.

—¿Qué hay de ti?, ¿juegas básquetbol desde siempre?
—Diría que sí —dijo más relajado—. Lo he amado toda mi vida. Fue papá quien me mostró cómo jugar, pero... luego él simplemente se fue lejos y, bueno, nunca supe por qué.
—Oh, lamento oír eso, Mitsui. Yo…
—No, está bien. El básquet fue todo lo que me dejó. Por un tiempo pensé en dejarlo, pero solo estaría engañándome a mí mismo, porque amo el básquet más que a nada.

«Más que a nada» se repitió en mi mente.

—Fuh… Tendrás que ayudar a que me familiarice con este mundillo.
—Por supuesto —dijo y posó su mano sobre la mía, estirando su brazo por sobre la mesa.
Para seguir la conversación, dije:
—Me da la sensación de que también eres hijo único, como yo.
—¿Quién sabe? Podría tener hermanos perdidos por ahí.
—¡Qué dices!

Ambos nos reímos y nos hablamos un largo rato con las manos unidas. La sensación se volvió agradable muy pronto. Cada fin de semana que nos habíamos visto nos tomábamos de la mano y charlábamos de esa forma sin apenarnos por el tacto. Y constantemente nuestras charlas se volvieron amenas y nos conocimos más el uno al otro. A veces bebíamos una soda, o algunas otras veces simplemente compartíamos las tardes en aquella cancha baldía con canastas de básquet que rara vez lograban encontrarse por la ciudad.
El comienzo de la semana se volvió largo, largo, largo, y en ese tiempo Mitsui y yo nos tomamos mucha confianza y abrimos nuestros corazones.
Él me dijo que antes de enamorarse de mí no había tenido antes otras chicas que le gustaran, y yo decidí creer esa historia. De igual forma, me hizo una confesión muy interesante al mencionar: "Muchas de las cartas de declaraciones de amor que me llegaban eran de otros hombres", cosa que me hizo reír por lo bajo, pues en sus ojos no había incomodidad al cien por ciento, pero sí que le elevaba el color de las mejillas. Según él, era evidente porque los varones no solían tener buena caligrafía en su mayoría. «Estabas en lo cierto, Shiori», pensé mientras me aguantaba la risa.
También me habló de cuando su madre comenzó a apoyarla por su fascinación al deporte y sobre todas las jugadas que le llevaron a lograr ser el MVP desde su experiencia en primaria. Y, como yo ya había pensando de mí misma antes, mi vida no era nada original; no era interesante ni divertida ni especialmente atrayente, pero Mitsui siempre se mantenía preguntando sobre el extranjero y la parte que me unía a esa tierra tan desconocida para él.

"¿Entonces hablas irlandés?", preguntó una vez, a lo que yo respondí: "Por supuesto". Entonces él repuso: "Oí que los irlandeses hablan inglés también". Mitsui mantuvo su mirada curiosa. "As much as english people do", dije.
Su cara se llenó de un brillo increíble igual al que siempre aparecía en sus ojos cuando lograba aprender algo nuevo de mí.

—¡¿En serio!? ¡Debes tener nota alta todo el tiempo en clase de inglés! —reflexionó.
—Irónicamente, no, no la tengo. ¿Qué?, ¿por qué pones esa cara? Al menos me va bien en caligrafía… —Acomodé mi broche con forma de mariposa para que volviera a sujetar mi fleco ya que unos cabellos estaban salidos.

Hubo un breve silencio.

—Oye, Saki…
—¿Sí?
—¿De verdad irás a Shohoku?
—No se lo he dicho a mis padres, pero… es una decisión que ya tomé. Sí.
—Creo que… deberías pensarlo mejor.
—¿Uh? —Parpadeé con confusión—. ¿Por qué?

Mitsui suspiró. Para los dos era evidente que mi casa no estaba muy cerca de esa escuela y que mi promedio era muy bueno como para elegir una preparatoria pública de tan baja categoría. A pesar de saberlo, quise preguntar, y su respuesta fue más directa de lo que esperé.

—No dejarás de gustarme solo por que vayamos a diferentes escuelas, ¿sabes?

Me quedé callada. Puede que uno no dejara de gustar de esa persona especial por unas semanas, pero en preparatoria uno tarde o temprano se abre a nuevos caminos. «Si me alejo, conocerás a alguien mejor que yo, Mitsui», pensé. Y entonces caí en cuenta de que su pensamiento ambivalente era curioso porque en un principio había sido él quien dijo que, si nos separábamos en la preparatoria, entonces una relación no podría funcionar.

—Y si vamos a diferentes escuelas, ¿quién va a acompañarme a casa cuando el sol ya se haya puesto?

Mitsui enmudeció. Se puso rígido y se pasó la mano por el pelo para echarse el fleco hacia atrás. Puede que su intención fuera genuinamente buena, pero aun así me dolía su consideración. Sabía que mi razón era únicamente para seguirle y que mis notas apuntaban a algo mejor. ¿Quién sabe?, quizá Ryonan o incluso Kainan, pero eso no era lo que yo quería.

No hablamos mucho sobre nuestros futuros planes de la preparatoria, y aunque al volver a clases no perdí la costumbre de contarle todo sobre mis citas a Shiori, sí que opté por saltar detalles. Ella fue todo el tiempo linda conmigo, pero de repente sentí que Hisashi Mitsui era mío y de nadie más, por lo que no tenía que hablar todo el tiempo sobre nosotros. Las cosas estaban bien como estaban.

Y durante todo ese lapso, me pareció curioso y a la vez triste que mis padres no se hubiesen dado cuenta jamás de que un muchacho había estado acompañándome a casa cada tarde y que me había robado el corazón. ¡Cuánta distracción!

Era un viernes por la noche cuando la ansiedad me invadió y los nervios me azotaron traicioneramente provocándome un terrible insomnio. ¿Qué haría si no me aceptaban en Shohoku?
«¡Claro que te aceptarán!» decía una vocecilla en mí. «¡Tienes un promedio perfecto y Shohoku no es muy especial!»
Veía altibajos en todos lados. Me emocionaba comenzar la escuela preparatoria con mi futuro novio y también me aterraba asistir a clases a un sitio que tenía fama por estar lleno de matones. Me puse a pensar en todo lo que había que hacer; estudiar para el examen de admisión, acoplarme a las salidas con Mitsui y convivir de vez en cuando con mis padres, pues ya eran contadas las veces que cenábamos juntos.

Tan solo cerré mis ojos y me hundí entre mis mantas. ¿Era acaso normal sobrepensar las cosas durante la juventud? Quizá. Y no me gustaba.

Me mantuve abrazada a mi almohada hasta que el sol hubo salido. Esa semana estuvo ocupada para todos. Tanto así que las prácticas de baloncesto se detuvieron porque los muchachos necesitaban dedicar tiempo al estudio para pasar sus exámenes. Por ese motivo, Mitsui y yo nos separamos cinco días completamente, porque también abandonamos durante ese lapso la costumbre de vernos fuera de la escuela. Como sea, fue una de esas semanas pesadas de todo estudiante en donde nuestra única preocupación en la vida era sacar una buena nota en cada uno de nuestros proyectos y exámenes. Era una buena vida, pero yo era muy joven para notarlo.

Durante la mañana del viernes pensé en muchas cosas. Mitsui, Shiori, mis padres, Shohoku… Todo estaba ahí.

Cuando ese mismo día mi tormento hubo terminado y entregué mis exámenes finales con la esperanza de obtener un puntaje positivo, por fin pude suspirar con alivio. Eran quizá las 4:00 de la tarde cuando en un rato de receso Mitsui fue a verme al comedor en una de las bancas en donde yo estaba sentada. Comía un sándwich de jamón con queso y pepino.

—¿Cómo te fue con tus entregas esta semana? —dijo apoyándose en la mesa.
—Siento que me fue bien. —Solté una risa nerviosa y suspiré.
—¡También yo! Esperemos que nos vaya muy bien, ¿sí?
—Sí, ¡hagámoslo! —dije y alcé mi puño en símbolo de empoderamiento. Él se rio.
—Saki.
—Sí, ¿ qué pasa, Mitsui?
—Ya que pronto estaremos ocupados estudiando para el examen de admisión, me preguntaba, ¿no te gustaría que pasaremos más tiempo juntos estos últimos días? Ya se aproxima nuestra graduación, así que…
—¡Me encantaría! —exclamé.
—La verdad es que pensé que quizá te gustaría salir conmigo este fin de semana. No lo sé… No necesariamente a jugar básquetbol, sino, quizá… ¿a comer juntos?
—Por mí es perfecto —dije sonriendo—. Conozco un sitio en donde venden unas hamburguesas riquísimas… ¡Oh! Pero no sé si tú ya has elegido el lugar.
—Comer hamburguesas suena bien. —Sonrió.

Ambos nos quedamos embobados viéndonos, hasta que él decidió irse porque sus amigos comenzaron a llamarle.
Casi grité de la felicidad. ¡Pasaría el último fin de semana junto a mi chico soñado! Y ese fue mi pensamiento infantil por el origen de mi amor, pero, ¿qué importaba? Lo quería y ya.

Durante el sábado mientras me arreglaba el cabello en casa para ir a encontrarme con Mitsui me mantuve atenta al espejo, y como si al ver mis propios ojos hubiera roto un encantamiento, recordé a mi pobre amiga Shiori.

«¡Cine y malteadas!» se repitió haciendo eco en mi mente.
Mi corazón se afligió, pero, ¿qué debía hacer? Nuestra separación ya estaba decidida y yo de verdad que quería conocer más a Hisashi Mitsui. Si luego se lo explicaba, ella entendería, ¿cierto?

Entonces salí rumbo a mi cita.