Las fotografías y documentos se esparcieron sobre el escritorio con un leve sonido seco, cada hoja mostrando evidencias perturbadoras, un cráter profundo, árboles calcinados y las inconfundibles marcas de púas dispersas por la zona. Else, con el ceño fruncido y los nervios a flor de piel, observaba cómo la figura, sentada en una silla al otro lado del escritorio, examinaba cada imagen.
—¿Esto es todo lo que pudieron recuperar? —preguntó la figura, sin alzar la vista de las fotografías.
—Sí, señor. No logramos encontrar más evidencia —respondió Else, su voz cargada de tensión—. Las cámaras del puerto y del muelle no captaron nada.
La figura se levantó de la silla con movimientos fluidos y se dirigió hacia la ventana, observando el paisaje nocturno que se extendía más allá de los muros. Apenas iluminado por la luz tenue de la luna, su rostro permanecía oculto en la sombra, dándole una apariencia intimidante.
—Dígame, embajadora Else —dijo, sin voltear—. ¿Cree que los demonios tienen algo que ver con esto?
—No, no lo creo, señor. No encontramos rastros de ellos en la zona —contestó Else, sintiendo temor —. Pero logramos recuperar esto.
Con manos temblorosas, sacó una foto adicional de su bolsillo y la extendió hacia la figura. Él la tomó y la examinó bajo la luz tenue. La imagen mostraba una huella parcial de una bota, con patrones inusuales.
—¿Qué es esto? —preguntó la figura, su voz ahora fría y calculadora.
—Es una huella parcial, señor. Estuvimos analizando su patrón, pero no coincide con ningún diseño conocido en el mercado. Es, en efecto, inidentificable. No sabemos de dónde proviene —explicó Else, su tono controlado pero con la tensión evidente.
La figura permaneció en silencio, mirando la foto durante unos segundos más antes de girarse nuevamente hacia la ventana.
—Interesante... —murmuró, antes de hacer una pausa—. Dime, Else, ¿qué opinas de los dos niños humanos que llegaron recientemente a esa escuela?
Un nudo de ansiedad se formó en el estómago de Else al escuchar la pregunta. Respiró profundamente antes de responder.
—Bueno, señor, podría decir que el niño humano Elias es amable. Según el director, sus compañeros lo aprecian mucho. En cuanto a la nueva estudiante, su hermana, realmente no la conozco, pero supongo que es tan agradable como él —respondió, tratando de sonar confiada.
La figura se quedó en silencio por un momento, sus palabras flotando en la habitación como una amenaza.
—Mantén a esos dos vigilados —ordenó con un tono gélido—. No sabemos si realmente son estudiantes o soldados disfrazados. No podemos confiar en ellos.
La tensión aumentó en la habitación, y Else tragó saliva, sintiendo el desprecio en cada palabra.
—Sí, señor —asintió ella, con un leve temblor en la voz.
—Puedes retirarte —dijo la figura, dándole la espalda. Else giró rápidamente y comenzó a caminar hacia la puerta, con el alivio casi al alcance, cuando la voz la detuvo.
—Y, Else... —llamó la figura con un tono cortante—. Vigílalos bien. Si no lo haces, yo mismo me encargaré de ellos.
—Entendido, señor —respondió Else, con el miedo reflejado en sus ojos.
Con pasos apresurados, se retiró y cerró la puerta detrás de ella, dejando escapar un suspiro tembloroso en el pasillo vacío. A lo lejos, la figura permaneció en la penumbra, sus ojos clavados en la ventana mientras murmuraba con desprecio.
—Los humanos son seres realmente detestables.
El timbre resonó por el pasillo mientras Elias y María avanzaban, rumbo a su aula.
—Hermano, parece que nos tocó en el mismo salón —comentó María animada, revisando su horario en su primer día de clases.
—Sí, al parecer tenemos las mismas materias. Tal vez quieren ver en qué eres buena —respondió Elias mientras abría la puerta y ambos entraban al aula. Al hacerlo, las miradas de todos los presentes se dirigieron hacia ellos. Elias ya estaba acostumbrado a ese tipo de atención, pero para María era la primera vez, y se sentía un tanto incómoda. De repente, una voz familiar los llamó.
—¡Elias, María, por aquí! —Era Juno, quien les sonreía desde su asiento, con dos lugares vacíos alado de ella —. ¡Vengan!
Elias hizo un gesto para que su hermana lo siguiera, y ambos se dirigieron hacia Juno, tomando asiento. La curiosidad brillaba en los ojos de todos los presentes, quienes notaban la similitud entre los hermanos. Juno los observaba, claramente intrigada, lo cual no pasó desapercibido para Elias y María.
—¿Qué pasa, Juno? —preguntó Elias, extrañado por la expresión de su amiga.
—Nada, es solo que aún no puedo creer lo parecidos que son. Son prácticamente idénticos, aunque tú seas chico y ella chica —respondió Juno, esbozando una sonrisa.
—Bueno, supongo que no están acostumbrados a ver mellizos por aquí. Sería aún más raro si fueran gemelos —comentó Elias sonriendo—. Una vez conocimos a unas gemelas que parecían comunicarse mentalmente. A veces hablaban al mismo tiempo.
María asintió, recordando aquello y riendo un poco.
—¿Ustedes también pueden hacer eso? —preguntó Juno, llena de curiosidad. La conversación captó la atención de todos los demás estudiantes, que escuchaban atentamente.
—Mhhh, a veces —respondieron Elias y María al unísono, lo que hizo que Elias se girara hacia su hermana con una expresión agotada.
—¿Otra vez? —dijo Elias, con un tono de resignación.
—¡Ah! No es mi culpa —respondió María haciendo un puchero. Juno soltó una ligera risa al ver la interacción entre los hermanos.
—Veo que ustedes sí que son interesantes —comentó Juno, divertida.
—Bueno, supongo que no se puede evitar —dijo Elias, encogiéndose de hombros. María solo asintió con una sonrisa.
—Por cierto, hermano, ¿me pasas tus apuntes? Quiero ponerme al día antes de que llegue la profesora —pidió María, rebuscando en su mochila.
—Claro, toma —respondió Elias, pasándole su libreta.
—Gracias —dijo María, agradecida, mientras comenzaba a copiar las notas. Pasaron unos minutos hasta que la profesora llegó, entrando por la puerta.
—Buenos días. Disculpen la demora —saludó Aya, acercándose al escritorio. Al observar a la clase, notó a María sentada junto a Elias—. Oh, veo que los asignaron a la misma clase —comentó con una sonrisa—. Tú debes ser María, ¿ya te pasaron los apuntes?
—Sí, mi hermano ya me los pasó —respondió María con amabilidad.
—¡Perfecto! Supongo que eres tan buena en matemáticas como él, ¿verdad? —preguntó Aya animada, aunque el comentario hizo que María se pusiera nerviosa.
—S-sí —respondió María, riendo nerviosamente.
—Es mala en matemáticas —dijo Elias con tono tranquilo, mientras María lo miraba avergonzada y un tanto molesta.
—¡Oye! ¡Sí soy buena en matemáticas! —exclamó María, cruzando los brazos con un leve puchero.
Elias se giró hacia ella, riendo un poco.
—¿Ah, sí? Entonces, ¿qué pasa con todas esas veces que te tuve que explicar el mismo problema unas cinco veces? ¿O cuando me quedaba en la noche ayudándote a entender? —comentó Elias, divertido.
—Sabes que fue solo con algunos problemas, no con todos —respondió María, algo enojada.
Aya observaba la discusión entre los hermanos con una sonrisa en los labios, divertida por la dinámica que tenían.
"Pensé que sería igual que Elias, pero parece que no es así en todo," pensó Aya, reprimiendo una risa nerviosa al verlos.
—No te preocupes, María. Si no entiendes algo, puedo explicártelo —dijo Aya amablemente, captando la atención de los dos hermanos.
—Gracias, profesora —respondió María, devolviéndole la sonrisa.
Aya asintió y, con la clase finalmente en calma, comenzó su lección.
El tiempo transcurrió hasta el descanso, y Jack se encontraba sentado junto a Legoshi en uno de los escalones de las escaleras que llevaban a la azotea del edificio principal, conversando a solas.
–Oye, ¿cómo te ha ido con la chica que te gusta? ¿Le has dicho algo? –preguntó Jack, mirando a su amigo con curiosidad.
–Bueno… no sé. Pensaba decirle que la amo antes del festival. Dime, ¿crees que es demasiado directo? –respondió Legoshi, pasando su mano por la oreja mientras pensaba, nervioso.
–Tal vez, pero si estás seguro de ti mismo, entonces supongo que está bien –dijo Jack, tratando de sonar tranquilo.
Legoshi suspiró. –Sí, lo sé, pero cada vez que la veo quiero pasar más tiempo con ella… y, aun así, tengo un poco de miedo por lo que me vaya a decir. Sé que lo que siento es de verdad y no mi instinto tratando de confundirme –dijo, mirando el suelo con una mezcla de esperanza y temor.
–Vamos, solo sé tú mismo. Estoy seguro de que todo saldrá bien –contestó Jack, sonriendo para tranquilizar a su amigo.
Legoshi esbozó una pequeña sonrisa, y después continuó, pensativo. –Sabes, ayer la acompañé al metro, ya que era tarde. Discutimos un poco y, en un momento, la tomé de la muñeca, peleamos y se creó un malentendido, los guardias me querían detener. Si no hubiera sido por ella, que me arrastró para salir corriendo, quién sabe qué habría pasado. Luego fui yo quien corrió, llevándola de la mano para evitar que nos atraparan. En ese momento, me sentí orgulloso de haber nacido lobo… Después de que logramos escapar, nos escondimos en un baño por unos minutos. Luego tomamos el metro y regresamos. De alguna manera, ella hace que me sienta completo –terminó Legoshi, sonriendo con tranquilidad.
Jack lo miró con sorpresa. –Entonces, por eso no te vimos. Elias nos dijo que te vio irte, pero no sabía con quién. Me alegra que no te atraparan –respondió Jack con un tono de alivio, aunque algo sorprendido por lo que su amigo le contaba.
Legoshi lo miró pensativo, y luego dijo. –Yo también tengo una pregunta que hacerte.
Jack giró su cabeza, curioso. –Sí, ¿qué es?
Legoshi sintió una mezcla de nervios y curiosidad antes de preguntar. –Bueno… te he visto que has estado… actuando muy raro desde que llegó María –dijo, algo nervioso, mientras observaba a Jack, que parecía confundido.
–¿A qué te refieres? –preguntó Jack, devolviéndole la mirada.
–Es que, desde que estuvimos ese día en la plaza, en el monumento, te comportabas de una manera extraña. Ayer también te vi mirando a María varias veces, y hoy igual. No es por nada, pero… ¿estás bien? –preguntó Legoshi, algo preocupado por su reacción.
Jack se quedó en silencio, mirándolo, hasta que finalmente reaccionó. –Sí, estoy bien. Solo es curiosidad –respondió, esbozando una sonrisa para calmarlo, pero Legoshi notó que era una sonrisa forzada.
–¿Estás seguro? Puedes decírmelo. Después de todo, soy tu mejor amigo –dijo Legoshi, algo nervioso al ver a Jack tan tenso.
Jack dejó de sonreír poco a poco, mostrando una expresión de preocupación. –Bueno… es algo difícil de explicar porque es la primera vez que ciento algo así –respondió Jack, mirando al suelo con cierta angustia.
–¿A qué te refieres? –preguntó Legoshi, intrigado.
–Ayer, cuando estaba con María, sentí que… quería atacarla. Creo que mis instintos me estaban controlando, pero al mismo tiempo… yo… yo creo que siento algo por ella –admitió Jack, con una mezcla de miedo y vergüenza en su voz.
Legoshi no podía creer lo que escuchaba y se quedó boquiabierto. –¿¡Espera, Jack, lo dices en serio!? –preguntó, sorprendido, tomándolo por los hombros.
–Sí… pero preferí apartarme de ella. No quiero hacerle daño –respondió Jack, preocupado y algo triste.
Legoshi lo miró con empatía, podía ver que Jack enfrentaba un conflicto similar al suyo.
–¿Pero estás seguro de eso? –preguntó Legoshi, soltándolo y tratando de mantener la calma.
–Sí… siento que aprecio el tiempo con ella, y me hace sentir tranquilo. Pero… me siento confundido, no sé qué hacer –añadió Jack, mirando al suelo en busca de respuestas.
—Sabes, creo que tienes la culpa —dijo Jack con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente con un toque de ironía. Legoshi lo miró y sonrió un poco también, aunque no pudo evitar mostrar cierta preocupación por su amigo.
—Sabes, es realmente raro que te guste... además de que es un humano —añadió Legoshi, observando a Jack con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
—Lo sé, y eso es lo que me agobia, que sea un humano y yo una bestia... Me pregunto qué me diría Maria si se lo dijera —respondió Jack, frotándose la frente con las manos, claramente frustrado. Pero antes de que pudieran seguir, una voz familiar los interrumpió.
— ¿Decirme qué? —La voz hizo que ambos giraran rápidamente la cabeza, y allí, en la escalera, vieron a Maria subiendo por el lado izquierdo, hasta llegar al mismo nivel que ellos. Los miraba con tranquilidad, sin notar la tensión en el ambiente. Jack y Legoshi intercambiaron miradas nerviosas, pero Jack fue quien se sintió más inquieto, ya que Maria había escuchado algo.
—Ah... sobre el festival. Me preguntaba qué canción cantarías —respondió Jack rápidamente, riendo nerviosamente para disimular.
—Mhh, es un secreto —dijo Maria inclinándose un poco hacia adelante, con las manos detrás de la espalda, guiñándole un ojo con una sonrisa juguetona—. Tendrás que esperar para saberlo.
Jack se sintió aliviado de ver que su respuesta había funcionado, pero su nerviosismo no desapareció del todo.
—¿Venías sola? —preguntó Legoshi, tratando de sonar casual, pero aún algo tenso por la situación.
—No, venía con mi hermano y Juno, pero se quedaron atrás en la tienda de la academia. Se formó una fila larga, así que decidí adelantarme. Veníamos a comer en la azotea, Juno nos invitó —respondió Maria, mirándolos con una expresión tranquila.
La explicación de Maria les permitió relajarse un poco, el tema de conversación se había desviado lo suficiente.
—¿Y qué hacen aquí? —preguntó Maria con curiosidad, esbozando una sonrisa amigable.
Jack se apresuró a contestar antes de que Legoshi pudiera hablar.
—Estábamos hablando del festival y de qué lugares nos mostrarían cuando vayamos de vacaciones con ustedes —dijo Jack con naturalidad, tratando de no levantar sospechas.
—Mhhh, hablé con mi hermano sobre eso, y me dijo que visitaríamos muchos lugares hermosos. Estoy segura de que les gustarán —respondió Maria con alegría.
—Pero bueno, voy a subir, quiero ver la vista —añadió Maria, y empezó a caminar hacia arriba.
—Ah, sí, pasa —dijo Jack, levantándose para dejarla pasar. La observó mientras continuaba su camino, sonriendo.
—Gracias —le agradeció Maria, subiendo con paso ligero. Jack seguía sonriendo, aunque un poco más relajado. De repente, sintió un toque en el brazo; era Legoshi, que le hacía un gesto para que la siguieran.
—Maria, espera —llamó Jack, deteniéndola cuando estaba a medio camino.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, mirándolo con curiosidad.
—¿No quieres que te acompañemos... para que no tengas que esperar sola? —preguntó Jack, tratando de sonar despreocupado, aunque claramente nervioso.
—Claro, vamos —respondió Maria, sonriéndole. Jack asintió y subió a su lado, mientras Legoshi se levantaba también para seguirlos.
Finalmente, llegaron a una puerta doble que Maria abrió con suavidad, revelando una piscina al fondo de la azotea, el lugar rodeada por una cerca alta para evitar caídas.
—Oh, veo que tienen una piscina —dijo Maria, observando el lugar con interés. Parecía sorprenderse por lo amplio que era.
—Sí, pero casi no se usa —respondió Jack con una sonrisa, encogiéndose de hombros.
—Eh, ¿por qué? ¿No tienen competencias de natación? —preguntó Maria, mirándolos con curiosidad.
—No, verás, no es muy popular hacer natación aquí. A la mayoría no le gusta mojarse porque secarse toma mucho tiempo —explicó Jack.
—Sí, y además, el filtro de la piscina se tapa mucho con el pelaje, así que dejaron de utilizarla —añadió Legoshi tranquilamente, confirmando lo que Jack había dicho.
—Mhh, ya veo... Entonces, ustedes no nadan mucho —dijo Maria, mirándolos con una leve sonrisa. Jack y Legoshi asintieron al unísono.
—¿Ustedes sí nadan mucho? —preguntó Legoshi, curioso por saber cómo era la relación de los humanos con el agua.
—Sí, de hecho, en mi antigua escuela había una piscina parecida a esta. Siempre organizaban competencias de natación, y mi hermano participaba en muchas de ellas por diversion —respondió Maria, con un toque de nostalgia en su voz.
A Jack y Legoshi les entró la curiosidad por lo que María les estaba contando.
–¿Cómo son sus uniformes de natación? –preguntó Legoshi, intrigado. María lo miró con una sonrisa antes de responder.
–Bueno, los hombres no llevan camisa y usan un pantalón de natación de látex. Las mujeres, por otro lado, usan un uniforme completo que cubre todo el cuerpo, pero deja las piernas y los hombros descubiertos. Normalmente, son de color azul marino –explicó María con entusiasmo.
Legoshi, sorprendido, trató de imaginar cómo los humanos podían disfrutar tanto del agua, pensando en su falta de pelo en el cuerpo. Jack, por su parte, no podía creer que les gustara tanto estar en el agua.
–Entonces... ¿a ustedes les encanta nadar? –dijo Jack, asombrado.
–¡Sí! –respondió María, riendo–. Cuando hace mucho calor, mi hermano y yo vamos a las piscinas públicas para refrescarnos. ¡Es muy divertido!
–Bueno, busquemos un buen sitio para sentarnos –añadió María tranquilamente, empezando a caminar por el lugar.
Jack y Legoshi la siguieron, caminando en silencio hasta que María se acercó al borde de la piscina y se sentó. Jack se sentó a su lado, seguido de Legoshi, quien se quedó observando a María mientras ella cerraba los ojos y movía las piernas lentamente en la piscina vacía, como si estuviera matando el tiempo. Pasaron varios minutos en silencio. Jack, sin saber qué hacer, la miraba fijamente, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Intentaba mantener la calma cuando, de repente, María rompió el silencio.
—Oye, Jack, me da curiosidad… ¿Cómo se ven ustedes, las bestias, cuando son pequeños? —preguntó María, intentando no sonar grosera mientras le sonreía amigablemente.
—Bueno… cuan… —Jack se quedó en silencio, sin saber qué decir. Sentía una mezcla de emociones y no encontraba las palabras correctas. Afortunadamente, Legoshi intervino.
—Mmm, tengo una foto aquí —dijo Legoshi, sacando su cartera. María y Jack lo observaron con curiosidad, viendo cómo Legoshi metía la mano en su bolsillo para sacar una vieja billetera. Con cuidado, la abrió y sacó una fotografía de uno de sus compartimientos. Jack, al darse cuenta, empezó a ponerse nervioso y trató de detenerlo.
—¡Espera…! —intentó protestar Jack, pero no pudo hacer nada cuando Legoshi ya le estaba entregando la foto a María. Ella la miró con atención, y sus ojos se iluminaron con ternura al ver la imagen de Legoshi y Jack de niños.
—¡Ahhh! ¡Qué tiernos se ven, en especial tú, Jack! ¡Parecen de algodón! ¡Quisiera poder abrasarlos! —exclamó María con entusiasmo, sin poder evitar una sonrisa mientras sostenía la foto. Jack estaba rojo de la vergüenza, intentando ocultar su rostro con las manos, mientras Legoshi solo se sentía un poco avergonzado.
—¡Me hubiera encantado conocerlos antes! —dijo María con alegría. Jack, a pesar de su vergüenza, no pudo evitar sentirse feliz al escucharla, moviendo la cola sin darse cuenta. Legoshi observaba la escena, notando cómo la actitud de Jack cambiaba al escuchar las palabras de María.
—¿Entonces tú y Jack se conocen desde que eran pequeños? —preguntó María, mirando a Legoshi con curiosidad.
—Sí, prácticamente. Somos muy buenos amigos desde entonces —respondió Legoshi con calma, sonriendo.
—Se nota que se llevan muy bien —comentó María, aún sonriendo.
—Bueno… no siempre fue así —intervino Jack, y ambos lo miraron, lo que lo puso visiblemente nervioso.
—¿A qué te refieres? —preguntó María, curiosa.
—Bueno… la primera vez que lo conocí, nos peleamos —confesó Jack, rascándose la nuca con nerviosismo. María lo miró con una expresión seria.
—Mmm… así que eras un bravucón que molestaba a Legoshi —dijo María, sin ocultar su seriedad. Jack reaccionó rápidamente, asustado de que ella pensara mal de él.
—¡No, no, no! Es que… me dejé llevar por mis compañeros. Ellos decían que yo era "artificial" y que Legoshi era "original" —explicó Jack, moviendo las manos enérgicamente para aclarar la situación. María frunció el ceño, intrigada.
—¿A qué te refieres con "artificial"? —preguntó, viéndolo fijamente a los ojos. Jack y Legoshi se sorprendieron de que ella no estuviera al tanto de ese detalle.
—Bueno… no sé cómo decírtelo, pero mi especie fue creada durante la guerra entre carnívoros y herbívoros. Se buscaba hacer que los caninos fueran más inteligentes y dóciles. Yo… no siento tristeza ni me puedo sentir mal, los perros de mi… —Jack se detuvo al sentir que María lo abrazaba repentinamente. Se quedó paralizado, incapaz de reaccionar, mientras Legoshi también observaba la escena, sorprendido. El abrazo de María fue silencioso, y cada segundo le pareció una eternidad a Jack.
—M-M-María… ¿por qué me abrazas? —preguntó Jack, tartamudeando y con la cara ardiendo de vergüenza.
—No te creo —dijo María en voz baja, sonando serena. Jack comenzó a ponerse nervioso, tratando de justificar sus palabras.
—Pero… es verdad. Nosotros no…
—No, Jack —lo interrumpió María suavemente—. Que seas una especie creada selectivamente no significa que no puedas sentir tristeza o empatía. Tal vez no sepas cómo expresar esos sentimientos, pero… estoy segura de que los has sentido alguna vez, aunque no supieras qué era lo que sentías realmente. No eres una máquina, todos podemos sentir tristeza o empatía por los demás y estoy segura que…tú también —añadió con calma, separándose de él y mirándolo con una sonrisa cálida.
Jack la miró, aún impactado, y vio cómo María colocaba suavemente su mano en su pecho. Eso lo hizo ponerse aún más nervioso, y su rostro enrojeció intensamente.
—Después de todo, también tienes un corazón —dijo María, sonriéndole de manera cálida.
Jack podía sentir el calor de la mano de María sobre su pecho, y su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar. Sin embargo, en el fondo, esa sensación familiar y oscura volvió a emerger, sus instintos susurrándole desde lo más profundo de su ser.
"¡Otra vez esa sensación! ¡María, aléjate!" pudo escuchar la voz en su mente, casi como un rugido. "Vamos, sé que tienes hambre de carne… dale una mordida, sé que quieres probar carne fresca, hazlo, hazlo ¡HAZLO!" susurraba la voz, recorriendo sus oídos como un eco que no podía ignorar. Jack sintió un escalofrío recorrerle la espalda, luchando contra ese impulso oscuro que intentaba dominarlo.
"¡Legoshi, ayúdame!" pensó Jack desesperado. Legoshi pudo ver claramente la tensión en el rostro de Jack, notando que algo no andaba bien. Sintiendo que debía intervenir antes de que la situación se descontrolara, pensó con urgencia. "¡Debo detenerlo! Si no hago algo, Jack terminará…"
Sin embargo, justo en ese momento, una voz los interrumpió, captando su atención.
—¡Oh! No sabía que ustedes también estaban aquí —dijo Elias con una sonrisa despreocupada mientras se acercaba. Llevaba en su mano comida que compro en la tienda de la academia, y a su lado estaba Juno, que también sostenía algunas cosas. Al escuchar su voz, los tres voltearon al unísono. Jack, al ver a Elias, recuperó el control de sí mismo y rápidamente se apartó de María, respirando profundamente para calmarse.
—Sí, me los encontré cuando venía para acá y decidieron acompañarme —respondió María con naturalidad, parándose del borde de la piscina vacía para acerse a Elias.
—¿Y de qué hablaban? Vi que estabas conversando con Jack —preguntó Elias con curiosidad, su tono tranquilo. Jack se tensó nuevamente, y Legoshi compartía su inquietud.
—Oh, nada importante. Jack me estaba contando algunas cosas sobre su especie y Legoshi me mostró una foto de ellos cuando eran pequeños, mira —dijo María con alegría, mostrando la foto que aún tenía en la mano. Elias la tomó y la miró con una sonrisa en los labios.
—Oh, ¡se ven tan pequeños y tiernos! —comentó Elias con una risa suave, disfrutando la imagen. Juno, sintiéndose curiosa, se acercó para ver la foto por encima del hombro de Elias.
—¡Ah! Así te veías de cachorro, Legoshi —dijo Juno con una sonrisa amplia, volviendo su mirada a él con entusiasmo.
—Sí, éramos muy pequeños en ese entonces —respondió Legoshi, sonriendo de manera relajada, aunque aún sentía un ligero peso en el pecho por lo ocurrido.
—Bueno, busquemos un lugar donde sentarnos y comamos algo. El descanso no durará para siempre —sugirió Elias mientras miraba a los demás, buscando un sitio cómodo para relajarse.
Juno asintió con una sonrisa y se volvió hacia Legoshi y Jack.
—¿No quieren acompañarnos? —preguntó Juno con alegría, observándolos con amabilidad. Jack y Legoshi se miraron brevemente, aún un poco tensos.
—Traje comida extra —añadió Juno, sonriéndoles con amabilidad, intentando animarlos.
—S-sí —respondió Legoshi, todavía algo nervioso pero sin querer rechazar la oferta.
—Entonces vamos —dijo Juno alegremente, dando un par de pasos para buscar un lugar adecuado para sentarse. María la siguió, Legoshi vio cómo Elias se acercaba a Legoshi.
—Aquí tienes tu foto —dijo Elias con una sonrisa amistosa, entregándosela a Legoshi.
—Gracias —respondió Legoshi, tomándola con cuidado y guardándola nuevamente en su cartera.
—Vamos, no se queden atrás —dijo Elias, sonriendo y caminando en la misma dirección que Juno y María. Jack, finalmente, se levantó del borde de la piscina, todavía sintiendo el temblor en sus manos. Se acercó a Legoshi lentamente.
—Legoshi, yo... —Jack se detuvo abruptamente, la voz temblorosa—. Casi... casi atacó a María. Sentí ganas de... —se quedó en silencio, incapaz de terminar la frase, sus ojos reflejando un profundo miedo por lo que había sentido al estar tan cerca de ella.
Legoshi lo miró, y al ver la expresión de Jack, sintió una punzada de preocupación.
—Tranquilo, Jack. Sé cómo te sientes, pero debes tratar de controlarte —le dijo Legoshi con calma, intentando infundirle seguridad.
Jack asintió lentamente, aunque su miedo seguía latente.
—Vamos, nos están esperando —añadió Legoshi, dando unos pasos hacia adelante. Vio cómo Juno les hacía señas desde el suelo, donde estaba sentada con Elias y María, que conversaban animadamente. Jack respiró hondo y, aunque inseguro, siguió a Legoshi, luchando internamente contra sus impulsos. "¡¿Por qué?! ¿Por qué no puedo controlarlo? Debo mantenerme firme, no puedo dejar que mis instintos me dominen," pensaba Jack, intentando calmar la tormenta que sentía en su interior.
Finalmente, se unieron al grupo y, con esfuerzo, Jack logró relajarse un poco mientras charlaban y reían juntos. La hora de descanso pasó rápidamente, y pronto volvieron a sus respectivas clases. El resto del día transcurrió con normalidad, hasta que llegó la hora de salida y los clubs comenzaron sus actividades. María caminaba por el pasillo junto a Elias, mientras Juno ya se había adelantado al club de teatro.
—Entonces, ¿a qué club te vas a unir? —preguntó Elias mientras se dirigían al club de música.
—No lo sé, la verdad... Me gustaría unirme al de teatro, parece interesante, aunque el de música también me atrae mucho —respondió María con una sonrisa, sintiéndose indecisa.
Llegaron a la puerta del club, y Elias la abrió con un gesto invitante.
—Bueno, entonces deberías tomar una decisión pronto —comentó Elias con una sonrisa mientras entraba al aula, seguido de María.
—Sí, lo sé... —dijo María, siguiéndolo con pasos lentos. Al entrar, vio a Miguno y a los otros dos integrantes del club de música, quienes los saludaron con entusiasmo. Miguno, especialmente, se levantó y se acercó a ellos con una sonrisa amistosa.
—¡Hey, hola, Elias! Veo que trajiste a tu hermana —dijo Miguno con una sonrisa amigable al ver a María.
—Sí, todavía no se decide a qué club unirse —respondió Elias, dejando su mochila a un lado. Miguno observó cómo María se acercaba a él, lo que lo hizo ponerse un poco nervioso.
—¿Qué pasa, María? —preguntó Miguno, tratando de mantener la calma.
—No, solo quería preguntarte algo. ¿Qué tipo de música tocan aquí? —preguntó María con curiosidad.
—De todo tipo, aunque nos enfocamos más en cosas como el rock y otros géneros similares —respondió Miguno, sonriendo al ver el interés en los ojos de María.
—Suena interesante —dijo ella, sonriendo alegremente. Elias se sentó en una de las sillas del salón, observándolos con atención. María lo miró, un poco confundida.
—¿Qué haces? ¿Acaso no tienes instrumento? —preguntó María, arqueando una ceja.
Elias suspiró.
—No, lamentablemente no lo traje. Creo que debería enviar una carta a nuestros padres para que me manden la guitarra que está en casa —respondió con algo de desánimo.
—¿Entonces vienes aquí y no haces nada en toda esta hora? —preguntó María de manera inquisitiva, cruzando los brazos con una expresión seria.
—¡Claro que no! —protestó Elias, levantando las manos defensivamente—. Ayudo a Miguno y a los demás. Les enseño cómo tocar algunas notas diferentes.
María lo miró con una expresión escéptica.
—Mhhh, eres un flojo, hermano —dijo, haciendo un puchero divertido. Miguno, que había estado observando la discusión, decidió intervenir.
—Bueno, tengo una sorpresa para ti —dijo Miguno, llamando la atención de ambos.
—¿Qué es? —pregunto Elias intrigado, Maria observaba con curiosidad.
Miguno se alejó hacia una esquina del salón, donde recogió un estuche de guitarra. Caminó hacia Elias y se lo entregó con una sonrisa.
—Toma, es mi vieja guitarra acústica. Puede funcionar también como una eléctrica —dijo Miguno, sonriendo ampliamente mientras le ofrecía el estuche.
María observaba la escena con asombro, impresionada por el gesto de Miguno. Elias, por su parte, parecía incapaz de creer lo que estaba ocurriendo, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y gratitud.
—¿Estás seguro, Miguno? Siento que no la merezco —respondió Elias tímidamente, sintiéndose abrumado por el regalo.
—Sí, tómala. No te preocupes, te la estoy dando. Además, ya tengo otra, así que no la necesito —respondió Miguno con una sonrisa alentadora, claramente feliz de compartir algo significativo.
—Está bien... —dijo Elias, tomando el estuche con manos temblorosas. Lo abrió y sacó la guitarra, admirando su acabado de color café oscuro que se desvanecía hacia un tono más claro. La guitarra estaba bien cuidada, lo que hacía que Elias se sintiera aún más agradecido, pero también un poco culpable por no poder devolver el favor.
—Gracias, Miguno —dijo Elias mientras se levantaba de la silla y abrazaba a su amigo en un gesto de sincera gratitud. Miguno se sorprendió, y los demás miembros del club miraron la escena igualmente sorprendidos. María también sonreía.
—Eres un buen amigo, Miguno. Prometo que algún día te lo devolveré —dijo Elias, mirándolo con sinceridad.
—¡Sí, eres un gran amigo! Gracias por confiar en nosotros. Estoy segura de que algún día te devolveremos el favor —añadió María, sonriendo ampliamente.
—No hay de qué. De verdad quería que Elias tuviera esto —respondió Miguno, devolviéndoles la sonrisa.
—Bien, entonces ahora podremos practicar juntos —dijo Elias, recuperando su entusiasmo. María los miraba, contenta de verlos tan animados.
—Bueno, los veré luego. Voy a darme una vuelta por el club de teatro —dijo María, llamando la atención de ambos.
—¿No vas a practicar para el festival? —preguntó Elias, un poco sorprendido.
—Sí, pero primero quiero ver qué ofrecen los otros clubs. Además, tú ya les estás mostrando cómo tocar, así que no creo que haya problema para cuando cante las canciones que ya conozco —respondió María tranquilamente.
—¿Segura? Recuerda que dijiste que no habías practicado lo suficiente y que estabas desafinada —dijo Elias, recordando la conversación en la tienda de instrumentos.
—S-sí, pero estaba muy nerviosa en ese momento. Había mucha gente alrededor —respondió María, excusándose.
—Bien, pero recuerda que tendrás que practicar de todas formas —comentó Elias con un suspiro, cansado de las excusas de su hermana.
—Sí, sí, sí, lo haré. Vuelvo en un rato, solo quiero echar un vistazo al otro club, ¿de acuerdo? —dijo María, girando hacia la puerta.
—Está bien. ¿Quieres que te acompañe? —preguntó Elias, mirándola junto a Miguno.
—No, está bien. Ya sé dónde queda, tú me lo enseñaste antes —respondió ella con una sonrisa, abriendo la puerta.
—De acuerdo, cuídate —dijo Elias, despidiéndose con un gesto.
María asintió y salió, cerrando la puerta tras de sí. Elias suspiró aliviado.
—Bien, empecemos —dijo Elias, sonriendo a Miguno, quien asintió con entusiasmo.
María salió del edificio principal, caminando con pasos firmes entre los pasillos llenos de estudiantes. Algunos la miraban brevemente antes de volver a sus conversaciones o actividades, la mayoría simplemente la ignoraba.
—Bien, si no mal recuerdo, Elías me dijo que el club de teatro estaba por aquí... —murmuró para sí misma mientras recorría el camino. Finalmente, llegó a un edificio con un letrero pequeño que indicaba "Club de Teatro". Asintió con determinación, se acercó y abrió la puerta.
El sonido del salón se detuvo de golpe cuando entró. Miró alrededor, notando el amplio espacio a un lado, Sheila y otras chicas practicaban una rutina de baile frente a un espejo, mientras que del otro, cerca de las ventanas, estaban Bill, Tao y Juno charlando. Al fondo, en el pequeño escenario, vio a Louis, Aoba y otros estudiantes que no reconocía.
—¡María! ¡Viniste! —exclamó Juno, acercándose con entusiasmo.
—Sí, vine a ver qué hacen en este club. —respondió María con una sonrisa amigable. Mientras tanto, Louis bajó del escenario y se acercó con una expresión seria.
—Ah, tú otra vez... —dijo Louis, manteniendo su semblante frío—. ¿Qué te trae aquí?
—Como le dije a Juno, vine a ver qué hacen en este club todavía estoy buscando uno. Parece interesante. —respondió María, sonriéndole con amabilidad.
Louis la observó por un momento antes de asentir.
—De acuerdo, pero no distraigas a los demás. Estamos ensayando para el festival. —le advirtió, su mirada fija en los ojos de María.
—No te preocupes, no será un problema. —respondió ella con tranquilidad, manteniendo la sonrisa.
Con la aprobación de Louis, Juno se animó aún más y le lanzó una propuesta.
—María, ¿te gustaría ensayar con nosotras? —preguntó Juno, sus ojos brillando de emoción.
Sheila, que había estado escuchando, se alarmó y susurró apresuradamente a Juno:
—Juno, espera... no sabemos si ella sabe bailar.
María, que alcanzó a oír parte del susurro, sonrió con confianza.
—No te preocupes, sé bailar. —dijo, mirando a Sheila con una expresión tranquila.
Sheila se sorprendió, notando la seguridad en las palabras de María, pero aún estaba algo nerviosa. María percibió su incomodidad y suavizó su tono.
—Tranquila, como les dije ayer, lamento la forma en que me presenté. Quiero conocerlos mejor y, si es posible, ser su amiga. —añadió con sinceridad, inclinando ligeramente la cabeza.
Sheila la miró por unos segundos, finalmente relajando su expresión.
—Está bien, no necesitas disculparte tanto. Es solo que... nunca habíamos tenido a un humano tan cerca. Apenas hemos visto a tu hermano algunas veces, pero estoy segura de que podremos llevarnos bien. —respondió Sheila, tratando de sonar más amigable.
—¡Sí, claro! Sheila, ¿verdad? —dijo María, tratando de recordar el nombre que Juno había mencionado el día anterior.
—Sí, me llamo Sheila. —confirmó la chica con una sonrisa más cálida.
—Es un gusto conocerte, Sheila. —respondió María, correspondiendo la sonrisa.
—¡Bien! Vamos a los vestuarios para que te pongas un uniforme. —dijo Juno, animada. María asintió, siguiéndola hacia la parte trasera del salón.
Louis y los demás observaron cómo María se retiraba hacia los vestuarios. Desde las alturas, Legoshi observaba la escena desde donde se encargaba de las luces. Recordaba lo que Jack le había contado sobre sus sentimientos hacia María, y no podía evitar sentir curiosidad sobre ella.
—"Interesante... no sabía que ella sabía bailar. Supongo que es diferente de Elías." —pensó Legoshi, mientras sus pensamientos divagaban, cuando fue interrumpido por Kai, quien se acercaba a él.
—Hey, Legoshi. —saludó Kai, captando su atención.
—¿Qué pasa? —respondió Legoshi con tranquilidad.
—Tú conoces a esos dos humanos, ¿no? A ella y a su hermano. —preguntó Kai, señalando hacia los vestuarios donde María había desaparecido.
—Sí, los conozco a ambos. —afirmó Legoshi, sin darle mayor importancia.
—¿Entonces... es verdad lo que dicen sobre los humanos? ¿Que son como esos demonios de las historias antiguas? —preguntó Kai, con genuina curiosidad.
Legoshi negó con la cabeza.
—No, ellos no son así. Son amables, amigables, y se preocupan por los demás. Las historias viejas no les hacen justicia. —respondió con firmeza.
Kai parecía sorprendido.
—¿Entonces... son como nosotros? Quién lo diría. —murmuró Kai, pensativo.
Pasaron unos minutos hasta que María salió de los vestuarios, luciendo con el pelo recogido y el uniforme que usan los clubs, una camiseta roja y un short algo corto que dejaba sus piernas expuestas. Se veía un poco incómoda y su rostro se sonrojó al notar que todos la observaban, especialmente los chicos.
—Juno, ¿por qué este pantalón es tan corto? Siento que se me ve todo... —dijo María, intentando cubrirse un poco con las manos, avergonzada.
—Tranquila, no pasa nada. —le respondió Juno, sonriéndole para tranquilizarla—. Te ves genial.
Los demás continuaron observando, fascinados por la falta de pelaje en las piernas de María, un detalle que llamaba especialmente la atención de los chicos.
—Está bien, todos, volvamos al ensayo —dijo Louis con firmeza, intentando que dejaran de agobiar a María, quien suspiró aliviada.
—Bien, vamos a ensayar —añadió Juno, notando que María se veía más tranquila. Ella asintió con una sonrisa amable.
—Sí, claro —respondió María, esbozando una sonrisa. Louis y los demás observaban con curiosidad cómo María se adaptaba rápidamente al grupo, moviéndose con gracia y naturalidad en cada paso de baile. "¿Quién lo diría? Baila increíblemente bien... Me pregunto si esas historias solo fueron exageraciones por odio", pensaba Louis mientras la observaba.
Pasaron unos minutos mientras continuaban ensayando. María notaba que Juno, Sheila y las demás chicas empezaban a mostrar signos de cansancio, respirando agitadamente.
—Bien, descansemos un poco —anunció Sheila al grupo. Juno y las demás miraban a María con asombro, ella no parecía cansada en absoluto.
—Lo haces muy bien, María. ¿Cómo es que no te cansas? —preguntó Juno con curiosidad, y todos escucharon atentos.
—Mhhh... Cuando era niña, practicaba mucho. Siempre usaba a mi hermano como pareja de baile, ya que era el único de mi altura en ese entonces. Como resultado, él también aprendió a bailar, aunque…nunca le gustó mucho —respondió María con una risa alegre con un tono un poco desanimado sin que lo notaran. Juno la miraba fascinada.
—Vaya, ustedes dos parecen saber hacer muchas cosas —comentó Juno, con interés. María le devolvió una mirada serena.
—Bueno, eso es porque nuestros padres nunca quisieron limitarnos a aprender solo una cosa. Ellos... tuvieron una infancia algo dura, siempre siguiendo un único camino en la vida, y no querían lo mismo para nosotros. Siempre nos alentaban a explorar más —dijo María, sonriendo con dulzura mientras recordaba a sus padres. Todos se quedaron asombrados por sus palabras, especialmente Juno y Legoshi, que escuchaba desde arriba, intrigado.
—¿Sabes? Me alegra mucho haberte conocido. Eres muy agradable, realmente... eres especial —dijo Juno con una sonrisa sincera. María le devolvió una sonrisa cálida.
—Gracias —respondió María con un tono suave.
—Por cierto, María, ¿qué tan flexible eres? Quiero saber si puedes hacer algunos movimientos más complejos —preguntó Sheila, con curiosidad en la voz. María se giró hacia ella.
—Bueno, hace tiempo que no lo practico, pero mira —respondió María. Levantó su pierna con facilidad, alcanzando casi la altura de su torso. Todos quedaron boquiabiertos ante su flexibilidad. Juno, todavía incrédula, la miraba cuando María se dirigió a ella.
—Juno, ¿puedo apoyarme en tu hombro? —pidió María amablemente. Juno asintió con nerviosismo, y observó cómo María se sostenía su mano derecha de ella mientras con la otra mano levantaba su pierna aún más, hasta casi colocarla detrás de su cabeza.
—Esto es lo máximo que puedo alcanzar —dijo María con una sonrisa, mientras Juno la miraba completamente atónita, igual que los demás.
—E... eres... muy flexible. Nunca pensé que vería a alguien capaz de hacer eso —dijo Sheila, con una mezcla de asombro y un poco de temor. María bajó lentamente la pierna, sin perder la calma.
—¿De verdad no te duele? —preguntó la chica cabra, con una expresión de incredulidad.
—No, no duele. Con el tiempo me acostumbré —respondió María con amabilidad. La chica aún no lo podía creer.
—A mi hermano le aterra lo flexible que soy —comentó María riendo, recordando las sorprendidas reacciones de su hermano. Todos la miraban con incredulidad.
—Por cierto, ¿cómo te llamas? —preguntó María, mirándola con simpatía. La chica la observó un poco nerviosa.
—Me llamo Els —respondió con timidez.
—Es un gusto, Els —dijo María con alegría, extendiéndole la mano en señal de amistad. Els, aún sorprendida, le devolvió una sonrisa tímida y estrechó su mano, sintiendo la calidez de la amabilidad de María.
Los chicos observaban con atención lo que María acababa de hacer, sus miradas llenas de asombro y curiosidad.
—¿Viste eso? No creí que fueran tan flexibles —comentó Bill a Tao, quien asintió incrédulo.
—Me pregunto cómo sería... —comenzó a decir Bill, pero se detuvo al notar la expresión de desaprobación de Els y Sheila, quienes lo miraban con el ceño fruncido. Sintiendo que había dicho algo inapropiado, prefirió guardar silencio, tragándose sus comentarios. María, por su parte, los observaba con una expresión de confusión hasta que Louis se acercó, llamando su atención.
—Así que sabes bailar y eres muy flexible. Es interesante lo que los humanos pueden hacer —comentó Louis con un tono tranquilo y una chispa de curiosidad en los ojos. María lo miró, al igual que las demás.
—Sí, pero hay personas mucho mejores que yo —respondió María con humildad, como si lo que acababa de hacer no tuviera importancia. Louis y los demás intercambiaron miradas incrédulas ante su comentario.
—Mhhh, interesante. Entonces, no te importará si pruebo tus habilidades —dijo Louis, mirándola fijamente a los ojos.
—No, claro que no —contestó María, sonriendo amablemente.
—Bien, quiero poner a prueba qué tan buena eres —Louis extendió una mano hacia ella. María la miró unos segundos, luego la tomó con una sonrisa, aceptando el reto. Caminaron juntos hacia una zona despejada, y él tomó su otra mano.
—Bien, sigue mi ritmo. Quiero ver de qué eres capaz —dijo Louis con seriedad, observándola con atención.
—Está bien, solo no te decepciones —respondió María, sonriendo con tranquilidad.
Comenzaron a bailar, y todos los presentes observaban asombrados cómo María mantenía perfectamente el ritmo de Louis. Cada paso, cada giro, todo era fluido y natural, como si hubieran practicado juntos por años.
Desde un rincón, Legoshi seguía la escena con interés.
—Esa chica es muy buena, a pesar de que dice no ser la mejor. Puede seguir el ritmo de Louis sin problemas —comentó Kai, observando fascinado.
—Ah, sí —respondió Legoshi, intentando restarle importancia, aunque sus ojos permanecían fijos en la pareja de bailarines. "Si Jack viera esto... no creo que lo pasaría muy bien", pensó mientras los miraba.
Después de unos minutos, el baile llegó a su fin. Louis sostenía a María en un elegante final, ella le sonreía desde una posición inclinada.
—Eres realmente buena —dijo Louis, aún sujetándola con firmeza.
Louis la ayudó a ponerse de pie, soltando sus manos una vez estuvieron erguidos.
—Gracias por decirme eso. Tú tampoco eres malo... La verdad es que, cuando ensayaba en mi antigua escuela, siempre me decían que era muy lenta y torpe para esto. Aunque nunca fui tan buena como las demás, así que lo abandoné. Solo sé lo básico —respondió María, con una ligera sonrisa, pero había un dejo de tristeza en su mirada. Louis y los demás no podían creer lo que escuchaban.
—¡Pero sabes bailar muy bien! Supongo que no vieron tu verdadero talento —dijo Louis, intentando animarla con un tono sereno y cálido.
—Tal vez... pero aún me caigo cuando bailo en pareja por mucho tiempo o cuando piso mal a mi pareja de baile. Siempre me pasaba cuando practicaba con Elias por eso no le gusta —añadió María, bajando la mirada con un aire de desánimo.
Louis notó cómo su ánimo caía, viendo la inseguridad reflejada en sus ojos. Sintió la necesidad de ayudarla a superar esa barrera.
—¿Por qué no te unes al club? Tal vez puedas aprender a hacerlo mejor —sugirió Louis, mirándola directamente a los ojos, su expresión sincera y alentadora.
María lo observó por un momento, sus labios temblaron en una pequeña sonrisa que mostraba tanto agradecimiento como duda.
—Bueno... me gustaría, pero no soy buena actuando ni bailando bien —respondió María con cierta timidez, bajando la mirada. En ese momento, Juno se acercó rápidamente a su lado.
—Tranquila, puedes unirte al grupo de coreografía para que aprendas hacerlo bien. No tienes que ser actor tampoco, ¿verdad, Louis? —dijo Juno, mirando a Louis con esperanza.
—Sí, no es necesario que te unas al grupo de actores —afirmó Louis, relajado.
—Está bien, me uniré. Espero poder ayudarles —aceptó María, sonriendo. Juno, emocionada, la abrazó con alegría.
—¡Genial! Le avisaré a Sanu para que te añada al club —dijo Louis, complacido.
—Sí, gracias —contestó María, agradecida. Louis asintió con una ligera sonrisa antes de darse la vuelta para buscar al presidente del club. Mientras se alejaba, una expresión pensativa se formó en su rostro.
"Siento una curiosidad sobre los humanos, especialmente esta chica...", pensó Louis mientras se retiraba, perdido en sus pensamientos.
Legoshi observaba desde lo alto cómo continuaban los ensayos. Pasó el tiempo hasta que Louis regresó con Sanu, el presidente del club, para completar la integración de María al grupo. Tras un breve intercambio, Sanu llevó a María a la pequeña oficina del club en la parte trasera para registrar su ingreso. Louis permaneció en el área principal, dispuesto a practicar junto a Bill. Sin embargo, un descuido pronto se convirtió en un incidente.
Mientras realizaban uno de los movimientos, Bill accidentalmente rasguñó la mano de Louis, haciéndolo retroceder con una mueca de dolor.
—¡Ah! ¡Oye, ten más cuidado! —exclamó Louis molesto, observando cómo un delgado hilo de sangre comenzaba a brotar.
—Lo siento, Louis, no fue mi intención. Deja, voy por el botiquín —respondió Bill, visiblemente preocupado, mientras corría hacia el armario para buscarlo.
Todos los presentes se quedaron en silencio, observando la escena. Desde lo alto, Legoshi también prestaba atención, sus ojos fijos en Louis mientras Bill regresaba rápidamente con el botiquín y comenzaba a vendar la mano de su líder.
Louis, con una expresión pensativa, inspeccionaba el vendaje mientras permanecía absorto en sus propios pensamientos. Sin que se diera cuenta, Legoshi bajó desde su posición y se acercó a él por detrás.
—Espero que eso no deje una cicatriz —le susurró al oído con un tono serio, cargado de una emoción que recordaba su pasado con Haru.
Louis dio un respingo, apartándolo con la mano.
—¡No te acerques a mí de esa forma por detrás! —dijo con irritación, claramente sorprendido y molesto.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Louis, alzando la voz mientras lo miraba con el ceño fruncido.
—Nada... por ahora —respondió Legoshi, sin apartar la mirada, sus ojos fijos en los de Louis con una intensidad que no pasó desapercibida.
Ambos permanecieron así, mirándose con tensión acumulándose en el aire, hasta que una voz los interrumpió.
—Mhhh, Legoshi, no sabía que estabas aquí —dijo María, quien había regresado en ese momento, rompiendo la atmósfera entre ellos.
Louis y Legoshi se giraron hacia ella, visiblemente sorprendidos.
—Ah, sí... soy el encargado de la iluminación —respondió Legoshi, desviando la mirada y tratando de mantener la compostura mientras sus orejas se movían ligeramente, delatando su nerviosismo.
—Pero, los vi discutiendo. ¿De qué hablaban? Parecían molestos —preguntó María con curiosidad, inclinando la cabeza.
Louis fue rápido en responder, con una tranquilidad calculada.
—No, no era nada. Solo hablábamos de algunos detalles del festival —dijo, quitándole importancia al asunto.
Legoshi lo miró de reojo, pero decidió no agregar nada.
Antes de que la conversación pudiera alargarse, Juno se acercó animadamente, interrumpiendo el momento.
—¡María, sigamos practicando! —dijo con entusiasmo, tomando a María del brazo con suavidad.
—Sí, vamos —respondió María, siguiéndola de vuelta hacia las demás chicas.
Louis y Legoshi la observaron mientras se alejaba con Juno. Luego, sus miradas se encontraron nuevamente, sosteniéndose por unos segundos antes de que Louis decidiera romper el contacto visual y dirigirse hacia el escenario.
Legoshi, por su parte, permaneció en su lugar, atrapado en sus propios pensamientos, observando a Louis mientras este se alejaba.
El día en el club continuó hasta que finalmente llegó la hora de irse. Sheila, con su energía habitual, fue la primera en anunciarlo.
—¡Bien, es hora de irnos! —comentó animada, mientras recogía sus cosas.
—Sí, necesito un descanso. Mañana iremos a la plaza para terminar el trabajo del festival —añadió Bill mientras se estiraba con pereza.
—Será mejor que terminemos pronto, así podremos relajarnos después —dijo Juno, sonriendo con entusiasmo.
María escuchaba la conversación mientras observaba a los demás dirigirse hacia los vestidores. Juno, al notar que María no se movía, se giró hacia ella.
—Ah, es cierto, olvidé que no puedes ir sola, ¿verdad? —comentó Juno con un tono de ligera preocupación.
—Sí, tendría que esperar a mi hermano. No quiero preocuparlo —respondió María tranquilamente, aunque con una leve sonrisa.
Justo en ese momento, la puerta de la entrada se abrió, y todos voltearon a ver quién era, viendo a Elias, con una mochila sobre su espalda, entraba al lugar con calma.
—Ah, veo que te uniste a este club —dijo Elias con tranquilidad, sin mostrarse demasiado sorprendido caminando hacia ella.
—Sí, me gustó mucho —respondió María, sonriéndole alegremente.
—No me sorprende. Ya sabía que lo harías de todos modos —añadió Elias, con una leve sonrisa —. ¿Quieres ir a comer algo a la cafetería?
María asintió alegremente ante la invitación, y ambos comenzaron a conversar mientras los demás los observaban con curiosidad.
—Hey, Legoshi, mira, es su hermano —murmuró Kai, observando a Elias con atención.
—Sí, lo estoy viendo —respondió Legoshi en un tono tranquilo, mientras comenzaba a avanzar alas escalera para bajar.
Juno, siempre amistosa, se aproximó a María y Elias.
—¡Hola! —saludó Juno con entusiasmo, a lo que Elias respondió con una sonrisa igual de cálida.
—Hola, Juno. ¿No les causó problemas mi hermana? —preguntó Elias con una risa ligera, aunque su tono denotaba algo de curiosidad.
María, al escuchar la pregunta, frunció los labios en un puchero divertido.
—¡Oye! Claro que no —protestó, mientras Juno reía suavemente.
—No, para nada. De hecho, se adaptó muy bien. Incluso nos mostró lo flexible que es —respondió Juno, amablemente.
El rostro de Elias pasó de la tranquilidad a una mezcla de incomodidad y algo parecido al terror.
—¿Otra vez hiciste eso? —preguntó, mirando a María con una expresión seria, casi incrédula.
María asintió con tranquilidad, mientras Elias dejaba escapar un suspiro y se estremecía ligeramente.
—Es... extraño, casi antinatural. Además, podrías lastimarte —añadió Elias, todavía incómodo, pasando una mano por su cabello.
—No te preocupes. Solo lo hice por unos segundos, no fue mucho —respondió María con serenidad, tratando de calmarlo.
Elias suspiró de nuevo antes de hablar con firmeza.
—Está bien, ve por tus cosas y vámonos.
María asintió obedientemente y se dirigió hacia los vestidores. Los demás, al ver que la conversación había terminado, también comenzaron a recoger sus pertenencias.
Juno se quedó junto a Elias mientras María se alejaba. Elias, notando su presencia, le dirigió una mirada curiosa y ligeramente divertida.
—¿Qué pasa, Juno? —preguntó Elias, notando la sonrisa en su rostro.
—Nada, es solo que... eres un buen hermano —respondió Juno, sonriendo de manera sincera.
Elias sintió cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente ante el elogio inesperado, pero logró mantener la compostura.
—Gracias... Siempre trato de cuidar de ella —contestó, rascándose la nuca con algo de vergüenza—. Por cierto, ¿tú tienes hermanos también?
Juno negó con la cabeza, manteniendo su sonrisa.
—No, soy hija única —dijo con un tono despreocupado, pero luego añadió con un toque de curiosidad—. Pero, ¿sabes? Me da curiosidad qué se siente tener un hermano.
Elias la observó por un momento, reflexionando.
—Supongo que es bueno tener a alguien en quien confiar, para contarle cosas que tal vez no le dirías a un extraño. Y si es de tu misma sangre, hay algo especial en esa conexión —comentó, su voz tranquila mientras miraba a Juno con cierta seriedad.
Ella asintió lentamente, pero luego bajó la mirada, un atisbo de melancolía en sus ojos.
—Sí... Lástima que no tengo a nadie así —admitió, su tono sonaba más desanimado de lo habitual.
Elias notó el cambio en su expresión y decidió actuar, aunque se sintió un poco inseguro.
—Bueno, siempre puedes contar conmigo y mi hermana si necesitas ayuda en algo... o simplemente si quieres hablar —dijo, algo avergonzado, pero con sinceridad.
Juno levantó la cabeza, sorprendida por sus palabras, y sus ojos brillaron con una nueva chispa de alegría.
—¿De verdad? —preguntó con una gran sonrisa, casi incrédula.
Elias asintió, intentando mantener una sonrisa segura.
—Claro.
—¡Gracias! —respondió Juno, y sin pensarlo dos veces, lo abrazó con entusiasmo.
Elias sintió cómo su rostro se calentaba aún más al tener a Juno tan cerca, el inesperado contacto lo dejó un poco rígido. Pero justo en ese momento, la voz de Legoshi rompió el momento.
—Eh... ¿Están bien? —preguntó Legoshi, con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
Juno se separaro rápidamente de Elias, el rostro de Elias reflejaba algo de vergüenza en su rostros.
—Sí, bueno... iré a cambiarme. ¡Adiós, Elias! —respondió Juno, apurándose hacia los vestidores mientras se despedía con una sonrisa algo forzada. Elias asintió, todavía sintiendo el calor en su rostro.
—Estoy bien —respondió Elias con más tranquilidad, tratando de recuperar la compostura tras la escena con Juno.
—Quería preguntarte si... ¿mañana van a ayudar con los preparativos para el festival después de clases? —preguntó Legoshi, intentando dejar atrás lo sucedido y regresar a lo práctico.
Elias asintió mientras se volvía hacia él, con una sonrisa en su rostro.
—Sí, Maria y yo estaremos ahí. Queremos ayudar también —dijo, justo cuando Maria regresaba ya cambiada.
—¡Listo, vamos! —exclamó Maria con entusiasmo, aunque su rostro estaba un poco sonrojado, algo que Elias notó pero no comentó, suponiendo que había disfrutado del tiempo en el club.
—Sí, bueno, Legoshi, nos vemos mañana —se despidió Elias con una sonrisa mientras ambos hermanos salían juntos.
—Hasta mañana —respondió Legoshi, observando cómo se alejaban. La luz anaranjada del atardecer iluminaba el campus mientras los estudiantes comenzaban a salir, dándole un aire pacífico al ambiente.
Mientras tanto, Juno corrió hacia la parte trasera del edificio, en dirección a los vestidores. Su mente estaba llena de confusión, el latido de su corazón resonaba en sus oídos.
"¿Qué me pasa? ¿Por qué hice eso? ¿En qué estaba pensando? ¡Sentí como si mi corazón diera un salto!" pensó frenéticamente mientras se daba un par de suaves palmadas en las mejillas, tratando de calmarse. "Concéntrate... solo estoy haciendo esto para convertirme en una Beastar, no debería dejarme llevar." Se repetía para sí misma, tratando de recuperar el control.
Al llegar a los vestidores, vio que las otras chicas todavía estaban recogiendo sus cosas afuera, y que solo Maria estaba dentro. Con cuidado, Juno abrió y cerró la puerta para entrar. Pero apenas lo hizo, se encontró con una escena inesperada, Maria estaba cambiándose, y se sonrojó visiblemente al ser sorprendida.
—¡No me mires! —gritó Maria, cubriéndose rápidamente con las manos su cuerpo, su rostro estaba completamente ruborizado.
Juno se quedó inmóvil por un segundo, completamente avergonzada al darse cuenta de lo que había visto. Maria no tenía nada de pelaje, lo que para Juno fue un choque cultural inesperado. Tapándose los ojos con las manos rápidamente, se disculpó con un tono nervioso.
—¡Lo siento! ¡No quería mirar! —exclamó, su voz temblorosa, mientras Maria aprovechaba para terminar de cambiarse apresuradamente. En pocos segundos, Maria salió corriendo de los vestidores, claramente incómoda, dejando a Juno sola.
Juno bajó lentamente las manos, aún sintiendo la vergüenza y la sorpresa del momento.
—Así que... todos ellos son así... no tienen nada de pelo... —susurró para sí misma, sin poder creer lo que acababa de presenciar. La diferencia entre ellos parecía más evidente que nunca.
"¿Me pregunto si Elias también...?" pensó Juno, sintiendo un escalofrío al imaginar la posibilidad. Avergonzada por sus propios pensamientos, se dio unas suaves palmadas en las mejillas nuevamente para intentar serenarse.
—Contrólate, Juno. Tú no eres así —murmuró para sí misma, intentando convencerse de que debía mantenerse enfocada en su objetivo de convertirse en una Beastar.
En ese momento, la puerta de los vestidores se abrió, y Sheila entró acompañada por las demás chicas. Todas miraron a Juno con sorpresa, ya que habían visto a Maria salir corriendo ase unos segundos antes.
—¿Qué pasó? —preguntó Sheila con el ceño fruncido, claramente preocupada por la reacción de Maria. Juno, con las mejillas aún ligeramente sonrojadas, levantó una mano para calmarla.
—Nada, solo fue un malentendido, eso es todo —respondió Juno, riendo nerviosamente mientras trataba de restarle importancia al asunto.
Sheila la observó detenidamente, notando la incomodidad en su risa y el leve color rojo en sus mejillas, pero decidió no insistir. Asintió lentamente y entró con las otras chicas para cambiarse, mientras Juno se quedaba a un lado, todavía tratando de calmar su agitado corazón.
María se despidió de Elías después de haber ido a la cafetería y se dirigía al dormitorio de carnívoros hembra cuando vio a Jack pasar con los demás chicos de su dormitorio.
—¡Hola, Jack! —lo saludó alegremente mientras caminaba hacia ellos.
Jack, al escuchar su voz, se puso nervioso, pero trató de mantener la calma. Los chicos voltearon a verla, notando la reacción de Jack.
—H-h-hola, María, ¿cómo te fue hoy? —preguntó Jack, tartamudeando un poco mientras un leve sonrojo aparecía en sus mejillas.
—Bien. De hecho, me uní al club al que va Legoshi, y mañana iré con Elías y ellos a ayudar a terminar con los últimos preparativos para el festival —respondió María, sonriéndole alegremente, volteo notando a los otros chicos que estaban detrás de Jack —¿También irán? —preguntó María, dirigiéndose a Miguno, Collot, Voss y Durham.
Los cuatro se miraron entre sí, poniéndose de acuerdo con la mirada.
—Bueno, no creo que pueda. Estaré practicando con mi banda —respondió Miguno, sonriéndole.
—Sí, yo también estaré ocupado con los de mi club —agregó Collot.
—Sí, yo tampoco podré ir —dijo Voss desde encima de Collot.
—Yo también estaré ocupado, así que lo siento —añadió finalmente Durham, sonriéndole a María.
—Mmmh, bien —dijo María tranquilamente, y luego volteó a ver a Jack, inclinándose un poco hacia él—. ¿Y tú, Jack? ¿Irás? —preguntó, sonriéndole.
Jack no pudo responder de inmediato; miró a sus compañeros, que sonreían detrás de él. "Chicos, ¿por qué me dejan solo?" pensó Jack, nervioso. Finalmente, volvió a mirar a María.
—S-s-sí, claro, los acompañaré a ti y a Elías —respondió Jack, visiblemente nervioso y ruborizado.
María le sonrió alegremente.
—Bien, entonces te espero mañana en el club de teatro. Ahí estará mi hermano para que vayamos juntos con los demás —respondió María, tranquila pero un poco animada. Luego se enderezó—. Bueno, te veo después. Adiós, Jack —dijo, despidiéndose de él. Luego miró a los demás—. Adiós, chicos.
María se despidió y continuó su camino hacia el dormitorio, dejándolos atrás.
Jack observó cómo María se alejaba, aún sintiendo el calor en sus mejillas por la vergüenza. Su corazón latía rápido, y no podía evitar quedarse mirando su figura hasta que desapareció por el camino. Los chicos, que habían estado observando la escena con una mezcla de diversión y curiosidad, no tardaron en romper el silencio.
—Vaya, Jack, no sabía que eras tan valiente. Parece que le caes muy bien. Mucha suerte —dijo Collot, dándole una palmada amistosa en la espalda.
—Sí, ¿te fijaste en cómo se inclinó para hablar contigo? —Agregó Miguno con una sonrisa traviesa—. Parece que le agradas mucho.
—¡Dejen de bromear! —Protestó Jack, tratando de ocultar su sonrojo, que se intensificaba cada vez más—. Ella solo... lo hace por amabilidad.
—Oh, claro, solo amabilidad —dijo Durham en tono burlón, cruzando los brazos—. Seguro que no notó lo nervioso que estabas.
—Lo más probable es que le agrade tu presencia —añadió Voss, que observaba a Jack desde lo alto de la cabeza de Collot—. Al menos te invitó a ir mañana.
Jack suspiró mientras sus amigos seguían bromeando y hablando animadamente.
—Vamos, Jack, no hace falta que lo ocultes de nosotros —dijo Durham, mirándolo divertido mientras mantenía los brazos cruzados—. Se te nota en toda la cara. ¿Te gusta María?
Miguno añadió con una sonrisa amplia:
—Sí, Jack, ¿te gusta, verdad?
Jack solo se puso más rojo ante la pregunta directa, pero finalmente asintió lentamente, sin poder negar lo evidente.
—Pero no digan nada, no quiero que se dé cuenta… Me siento confundido cada vez que está cerca de mí y... todavía no sé lo que realmente ciento —respondió Jack, tratando de mantener la calma mientras miraba al suelo, sus mejillas aún sonrojadas.
—Mmmm, ya veo. Puedes contar conmigo —dijo Durham, dándole una palmada en el hombro.
—Conmigo también —agregó Miguno, sonriéndole de manera solidaria.
—Y yo —dijo Collot, uniéndose al grupo de apoyo.
—Yo igual —añadió Voss, siempre dispuesto a apoyar a su amigo.
Jack sonrió un poco, agradecido por el respaldo de sus amigos. Vio cómo lo rodeaban, tomándolo por los hombros mientras formaban una especie de abrazo en grupo, con Voss todavía encima en la cabeza de Collot.
—Gracias, chicos, por su apoyo, pero preferiría no intentarlo —dijo Jack, algo desanimado.
—Vamos, Jack, se nota que le caes bien. Al menos inténtalo —insistió Durham, preocupado por el estado de ánimo de su amigo.
—Es que no sé si realmente le vaya a agradar o si ella realmente querría estar con una bestia... Ella es muy diferente a mí —respondió Jack, haciendo que todos recordaran la diferencia entre ellos.
—No te desanimes, Jack. No creo que te rechace solo porque eres diferente —dijo Miguno, notando cómo Jack se subestimaba.
—Sí, te apoyaremos —añadió Collot, intentando animarlo.
—Sí, Jack. Puede parecer difícil, pero estoy seguro de que puedes hacerlo —dijo Voss, alentándolo también.
Jack les sonrió, sintiéndose agradecido por todo el apoyo, aunque algo seguía molestándolo.
—Gracias, chicos, pero ni siquiera sé si ella ya tiene a alguien en su país... —dijo Jack, su voz reflejando la duda que lo carcomía por dentro. Sin embargo, Durham lo interrumpió.
—Tienes razón... —asintió Durham, y todos intercambiaron miradas, comprendiendo la situación.
Durham se quedó pensativo durante unos segundos, hasta que una idea cruzó por su mente.
—¿Y si le preguntamos a Elias? —sugirió Durham, llamando la atención de todos.
—¿Qué? ¡Pero se daría cuenta! —protestó Jack, claramente preocupado.
—No, no entendiste mal. Le preguntaremos de otra manera, algo que no suene tan directo —explicó Durham, con confianza en su plan.
—Entonces, ¿qué dicen? —preguntó Durham, buscando la aprobación de sus amigos.
Ellos asintieron, y Jack, aunque nervioso, también sintió una chispa de esperanza.
—Muy bien, entonces mañana en la cafetería, le preguntaremos —dijo Durham, decidido. Luego, se separaron, listos para continuar con sus tareas.
—Bien, mañana será. ¡Volvamos al dormitorio! —añadió Miguno, contento de poder ayudar a Jack, al igual que los demás.
—Sí, tengo que terminar los deberes —comentó Collot, encogiéndose de hombros.
Los demás asintieron, y juntos caminaron hacia el dormitorio de los carnívoros machos, riendo y bromeando mientras se alejaban. La figura de Jack parecía más relajada, y aunque aún sentía la duda, una pequeña esperanza comenzaba a crecer en su interior, junto con la emoción y el nerviosismo por el día siguiente.
