El grupo entró a la clínica de Gouhin apresuradamente, con Legoshi apoyado entre Haru y Elias. Aunque Mei había improvisado un vendaje, la sangre seguía manchando sus ropas. La puerta del consultorio se abrió de golpe, y Gouhin apareció rápidamente al escuchar el bullicio. Su expresión cambió a una mezcla de preocupación y molestia al ver a Legoshi herido.

—¡Maldita sea! —murmuró mientras se acercaba a él. Observó el vendaje con una mirada crítica y chasqueó la lengua—. ¡Mira en qué problemas te metes! Ven, toma mi hombro. Hay que curarte.

Haru y Elias soltaron a Legoshi mientras Gouhin lo tomaba con firmeza, llevándolo al consultorio donde podría atenderlo con mayor cuidado. Antes de llevárselo, Gouhin se giró hacia el resto del grupo.

—Espérenme en la habitación de descanso. Lo traeré cuando termine. —Su tono firme no dejaba lugar a objeciones.

Hughes, por su parte, tomó el control de la situación, dirigiéndose a sus soldados.

—Bien, tomen un descanso y vigilen la recepción. —Los soldados asintieron con disciplina, quedándose en la recepción. Mientras se acomodaban, comenzaron a quitarse sus máscaras y cascos, revelando algo que dejó a Jack, Haru, Elias y María completamente perplejos, todos eran híbridos, una combinación de humanos y bestias.

El grupo los miraba en completo asombro, sus mentes inundadas de preguntas que no podían formular con rapidez. Finalmente, Hughes, notando sus expresiones, habló con una sonrisa amable.

—Chicos, vamos al área de descanso, ¿sí?

Los cuatro asintieron lentamente, todavía procesando lo que habían visto. Hughes se giró hacia Mei y Geruft.

—Vamos, ustedes también.

Mei y Geruft asintieron y comenzaron a caminar con el grupo. Hughes abrió la puerta de la sala de descanso y dejó pasar a todos antes de entrar él mismo. Una vez dentro, los jóvenes se acomodaron en los sillones disponibles, mientras Mei y Geruft charlaban entre ellos. Hughes, de pie, observó a los chicos con una sonrisa cálida antes de hablar.

—Sé que tienen muchas preguntas, pero tranquilos, las contestaré todas. —Su tono era cálido y abierto, captando de inmediato la atención de todos.

Elias fue el primero en hablar, su voz reflejando una mezcla de confusión y asombro.

—¿Qué...? ¿Qué eres? O mejor dicho, ¿cómo es posible? —preguntó, intentando encontrar sentido a lo que había presenciado.

Hughes soltó una leve risa, tomando asiento con calma.

—Bueno, como mencioné antes, soy un híbrido, una mezcla de bestia y humano, al igual que estos dos —dijo señalando a Mei y Geruft—. Sé que puede parecer extraño, pero de cierta manera, los humanos y las bestias, bueno, casi todas, comparten un ancestro común. Es algo que seguramente, ya sabías la mayoría de los libros de ciencia lo explica.

El grupo escuchaba con atención, pero las dudas no hacían más que aumentar. Jack fue el siguiente en hablar, aunque su voz temblaba ligeramente.

—¿Entonces... los humanos y las bestias pueden tener hijos? —preguntó, apenas creyendo lo que decía.

Hughes sonrió con amabilidad.

—Sí, prácticamente. Mi padre siempre me decía que cuando nací, parecía un humano normal, aunque mis orejas eran diferentes y poseía cola. A medida que crecí, más características de bestia comenzaron a manifestarse, hasta que llegué a ser lo que ven ahora.

Mei intervino, con un tono juguetón.

—Sí, así es, perrito. Yo también era parecía humana, aunque mis orejas y mi cola ya me delataban desde pequeña. —Su sonrisa era pícara.

—Yo igual, ya era muy alto para mi edad, por los genes de mi padre. —Añadió Geruft sonriéndoles.

Hughes la miró con una sonrisa antes de volver al grupo.

—Sí, la mayoría que nacen como nosotros son fáciles de reconocer —añadió Hughes, volviendo su atención al grupo.

María, aún procesando lo que veía, formuló otra pregunta.

—¿Entonces... solo son ustedes? —dijo, señalando a los soldados que también eran híbridos.

—No, hay más —respondió Hughes tranquilamente, aunque sus palabras dejaron al grupo incrédulo.

Elías, incrédulo, se inclinó hacia adelante.

—¿¡Entonces hay más como ustedes!? —exclamó, su sorpresa reflejada en su rostro.

Hughes asintió.

—Sí, hay más.

Elias se disponía a preguntar dónde, pero Hughes, anticipando la duda, respondió antes de que pudiera hacerlo.

—Todos vivimos en Edén —dijo con calma.

La respuesta dejó al grupo en silencio, intentando asimilar lo que acababan de escuchar. Finalmente, Elias y María gritaron al unísono.

—¿¡Quéeee!?

Jack y Haru se sobresaltaron por la reacción repentina, mientras Hughes, Mei y Geruft se mantenían tranquilos.

—Sí, vivimos en Edén. Aunque solo los humanos residen oficialmente allí, nosotros vivimos ocultos en una parte del país. —La explicación de Hughes era serena, pero su contenido seguía siendo difícil de creer para el grupo.

Elias y María permanecían incrédulos, tomándose unos segundos para procesar lo que Hughes acababa de revelarles. Haru, siempre atenta, alzó la voz, rompiendo el silencio cargado de tensión.

—¿Entonces no solo viven humanos en esa isla? —preguntó, atrayendo la atención de todos hacia ella.

Hughes se giró para mirarla con calma, y los demás lo siguieron con la mirada.

—Bueno, muchos de nosotros vivimos en Edén porque la mayoría nacimos allí —comenzó a explicar con tono tranquilo—. Yo, al igual que los demás híbridos, nos consideramos humanos a pesar de cómo nos vemos me siento más humano que bestia.

La respuesta de Hughes no hizo más que sembrar nuevas dudas. María, cruzando los brazos, lo miró fijamente.

—¿Pero cómo es que pueden vivir ahí sin que nadie lo note? Ni mi hermano ni yo, ni nadie que conozcamos, hemos oído hablar de ustedes —inquirió incrédula.

Hughes suspiró, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de preguntas.

—Bueno, verás... Esto es un secreto que solo pocos conocen. Nos alojamos en una de las partes de la isla que casi nadie se atreve a explorar. Nuestra pequeña ciudad está escondida entre los bosques más densos —explicó, su tono cargado de serenidad.

Elias frunció el ceño, procesando lo que acababa de escuchar.

—¿Entonces ustedes viven ocultos entre nosotros? —preguntó con evidente curiosidad.

—Sí. Muchos prefieren quedarse en nuestra ciudad oculta, pero algunos deciden vivir en las ciudades más pobladas —respondió Hughes, su voz reflejando paciencia—. Miren, sé que esto es difícil de entender, pero tenemos permitido vivir en Edén gracias al general Norbert y a algunos ministros que apoyaron nuestra causa. Nos permitieron quedarnos siempre y cuando nadie descubriera nuestra existencia.

El grupo comenzó a comprender la complicada situación de los híbridos, pero las revelaciones de Hughes aún parecían demasiado impactantes. La tensión se vio interrumpida cuando Mei intervino, con una sonrisa traviesa.

—Pero ahora que lo saben, tendrán que guardar el secreto. De lo contrario… yo y Geruft vendremos por ustedes —dijo con tono juguetón, esbozando una sonrisa maliciosa al igual Geruft sonriendo generándoles un escalofrió a todos.

Los chicos se quedaron congelados, sus ojos abiertos como platos. Al notar sus reacciones, Mei rompió en carcajadas.

—¡Lo siento, lo siento! Solo estaba bromeando —dijo entre risas, mientras Hughes la apartaba con suavidad.

—Es en serio, chicos. Solo guarden el secreto y no se lo digan a nadie —añadió Hughes con amabilidad, mirándolos uno por uno.

Todos asintieron rápidamente, todavía algo tensos por la extraña broma de Mei. Hughes cambió de tema, notando lo cansados que parecían.

—Bueno, ha sido un día muy agitado. ¿Por qué no descansan un poco? —sugirió en un tono más relajado.

El grupo asintió nuevamente, aunque Elias levantó la mano, señal de que aún tenía una duda persistente.

—Señor Hughes, tengo una pregunta más. ¿Cómo lograron adentrarse tanto aquí sin que nadie se diera cuenta? —preguntó con genuina curiosidad.

Hughes se giró hacia él con una ligera sonrisa.

—Nos movemos a través de túneles antiguos que atraviesan la ciudad. Siempre nos desplazamos por debajo, evitando ser detectados —explicó con sencillez.

Elias y los demás asintieron, finalmente entendiendo cómo había sido posible la presencia de Hughes y su equipo en aquel lugar.

—Pero bueno, podrían decir que tuvieron mucha suerte de encontrarnos hoy —añadió Hughes con una leve sonrisa.

Jack, con el rostro aún lleno de incertidumbre, preguntó sin poder contenerse.

—¿Por qué dice eso? —balbuceó, confundido.

—Porque hoy solo vinimos para un chequeo médico —respondió Hughes con naturalidad.

El comentario dejó a todos atónitos, especialmente a Jack.

—¡Entonces por eso estaban aquí! —exclamó, nervioso pero visiblemente aliviado.

Hughes asintió, su expresión tranquila y amable.

—Sí. Si hubieran llamado unos minutos más tarde, puede que no ya no nos hubiéramos encontrado. Pero me alegra que hayan tenido suerte hoy —dijo con una sonrisa, mirando a Jack y a los demás.

El alivio en el rostro de los chicos era palpable, aunque no podían evitar imaginar lo que habría pasado si no hubieran coincidido con Hughes y su equipo.

Hughes esbozó una sonrisa tranquila antes de hablar.

—Pero me alegra que tengas amigos que se preocupan tanto por ustedes. Y, por lo que veo, son muy buenos —dijo con amabilidad, mirando a los chicos.

Elias asintió de inmediato, y María lo siguió con una pequeña sonrisa en los labios.

—Bien, descansen. O mejor dicho, se quedarán aquí por hoy —añadió Hughes mientras se sentaba en uno de los sofás, estirándose como si estuviera listo para relajarse.

—¡¿Qué?! —exclamaron todos al unísono, mirándolo con incredulidad.

Hughes los observó con calma, como si ya esperara esa reacción.

—Sí, ya no hay sistema de metro a esta hora para llevarlos de vuelta a la academia. Pero no se preocupen, hablaré con Gouhin para que los deje quedarse por hoy —dijo, sonriendo despreocupadamente.

Elias y María se miraron mutuamente antes de resignarse, suspirando al mismo tiempo. Haru también aceptó la situación sin discutir. Jack, en cambio, no podía evitar sentirse nervioso, la idea de pasar la noche fuera de la academia lo ponía visiblemente inquieto.

Mientras tanto, Hughes seguía sonriendo, observando cómo poco a poco todos se relajaban. Mei y Geruft estaban inmersos en una acalorada discusión en la esquina de la sala, sus voces bajas pero animadas. Jack, se sentó junto a María, suspirando para tratar de calmarse.

Sin embargo, mientras intentaba relajarse, un recuerdo reciente volvió a su mente, la sensación de los labios de María tocando su mejilla. Su rostro comenzó a tornarse de un rojo intenso mientras se daba cuenta de lo que había ocurrido hacía solo unos momentos. Intentó apartar la imagen, pero la vergüenza lo invadió completamente.

María, notando su expresión y el repentino color en su rostro, se giró hacia él con preocupación.

—¿Estás bien? Estás muy rojo… ¿No te estarás resfriando? Todavía estás mojado por la lluvia —dijo, acercándose para inspeccionarlo más de cerca.

Jack tragó saliva, incapaz de articular una respuesta coherente, mientras sentía que su corazón latía con fuerza.

—N-n-n-no es nada —balbuceó Jack, completamente avergonzado mientras evitaba la mirada de María. Ella lo observaba con una mezcla de preocupación y curiosidad, inclinándose un poco hacia él, pero antes de que pudiera insistir, la puerta se abrió de golpe.

Gouhin entró acompañado por Legoshi, quien parecía agotado. Todos voltearon a mirarlos de inmediato.

—Bien, vamos, siéntate aquí —dijo Gouhin mientras ayudaba a Legoshi a acomodarse en una silla cercana.

Haru, aún envuelta en la camisa de Legoshi, se acercó rápidamente con el ceño fruncido, observándolo con detenimiento.

—Descansa un poco. Cerré tus heridas, así que deberías estar bien —indicó Gouhin con los brazos cruzados, exhalando pesadamente. Después, agregó con un tono algo exasperado: —De verdad estás loco. Meterte en un lugar tan peligroso como ese...

Legoshi levantó la mirada hacia él, mientras Haru observaba atentamente la venda en su herida.

—Sí, pero supongo que valió la pena. Después de todo, ellos son muy valientes, a pesar del peligro —intervino Hughes desde el sofá, sonriendo con tranquilidad.

Gouhin lo miró de reojo antes de responder con un leve asentimiento.

—Bueno, en eso tienes razón, pero eso no le quita lo estúpido que fue —dijo con una pequeña sonrisa sarcástica, relajando finalmente su postura.

Legoshi observó la interacción entre los dos, percibiendo una cercanía que no había notado antes.

—¿Ustedes dos se conocen? —preguntó con curiosidad, ignorando el leve dolor que sentía al hablar.

Gouhin lo miró con una ceja levantada antes de responder con sarcasmo:

—¿Qué, acaso no ves que estamos hablando?

Hughes rió ante la actitud de su compañero antes de responder con calma:

—Sí, nos conocemos desde hace tiempo.

Luego miró a Gouhin con una expresión relajada.

—Vamos, vamos, no seas tan duro con él. Después de todo, no lo sabía —añadió Hughes con una sonrisa.

Gouhin suspiró, rindiéndose ante la razón de su amigo.

—Bueno, tienes razón —admitió mientras se dejaba caer en uno de los sofás.

Hughes miró a todos los presentes antes de continuar:

—Sí, nos conocemos desde hace muchos años. Es una historia larga, pero les contaré un poco. Digamos que, cuando era joven, me escapé de la isla de Edén para investigar quiénes eran los Shishigumi. Caminé por las vacías calles de esta ciudad, cubierto con una capucha para no llamar la atención.

Los demás escuchaban atentos, incluso Legoshi, quien parecía olvidarse momentáneamente de su cansancio.

—Llegué al mercado negro buscando pistas, hasta que, en un callejón, vi a un león hablando con alguien. Me escondí para escuchar su conversación. Cuando terminaron, los seguí con cuidado por las calles hasta que llegaron frente a un grupo de reptiles de otra banda. Fue entonces cuando todo se descontroló. Sacaron sus armas y comenzaron a disparar.

Hughes hizo una pausa, su expresión cambiando ligeramente al recordar.

—Yo estaba justo detrás de los leones cuando Gouhin apareció de la nada y me empujó fuera de la línea de fuego. En pocas palabras, me salvó la vida. Desde ese entonces, nos volvimos amigos.

—Y desde ese entonces, no me lo he podido quitar de encima —agregó Gouhin, riendo con cierto cansancio en su voz.

Hughes también rió, contagiando a los demás con su actitud relajada.

—Oh, ya veo —dijo Legoshi, procesando lo que había escuchado.

Gouhin aprovechó el momento para cambiar de tema.

—Así que... ¿ella es de quien me has estado hablando? —dijo mirando a Haru con interés.

Haru levantó la mirada hacia él, confundida. Luego, volteó a ver a Legoshi con un dejo de curiosidad.

—¿Qué le has dicho de mí? —preguntó, sus ojos fijos en Legoshi, quien empezó a sudar nerviosamente.

—Bueno, yo... quería decírtelo antes del festival, Haru —respondió Legoshi con la voz temblorosa, buscando las palabras correctas. Finalmente, respiró hondo, juntando todo su valor.

—Quería decirte... que me gustas... y te amo.

El silencio cayó sobre la sala mientras todos los presentes miraban a Legoshi, sorprendidos. Él mantuvo sus ojos fijos en Haru, su nerviosismo palpable.

—Sé que somos diferentes, pero realmente me gustas... aunque sé que... está mal —confesó, sin apartar la mirada.

Haru bajó la mirada al suelo, frunciendo el ceño mientras procesaba sus palabras.

—Lo sé... también me gustas, pero... tengo miedo y, a la vez, no sé qué pensar…pero te preocupaste lo suficiente para venir por mí —respondió finalmente, su tono serio y sus mejillas teñidas de un leve rubor.

Legoshi sintió una mezcla de felicidad y preocupación. Su corazón latía con fuerza, pero su instinto de depredador seguía pesando sobre él.

Jack, quien había estado escuchando atentamente, sintió alegría por su amigo, pero también compartía sus preocupaciones. Sus pensamientos volvieron a María y a sus propios sentimientos hacia ella. Recordó el beso en la mejilla y, por un momento, sintió que esa montaña que debía escalar no era tan inalcanzable.

El sonido de la voz de Gouhin interrumpió sus pensamientos, atrayendo la atención de todos una vez más.

—Veo que esto será un problema muy grande. Solo espero que no te arrepientas, porque lo más seguro es que termines… comiéndotela —dijo Gouhin, mirando fijamente a Legoshi y Haru.

Legoshi sintió un nudo en el estómago, mientras Haru bajaba la mirada, consciente de que tal posibilidad siempre estaría presente. Sin embargo, Gouhin continuó antes de que alguien pudiera replicar.

—Pero por lo que veo, no dejarás de insistir. Hay una forma de que puedas estar con ella… —dijo con un tono menos severo.

Legoshi lo miró con un destello de esperanza en los ojos.

—¿Cómo? —preguntó con voz temblorosa.

Gouhin se cruzó de brazos y dejó escapar un largo suspiro.

—Hay una forma de suprimir tu instinto, pero no será bonita.

El ambiente se tensó aún más. Las palabras parecían pesar en el aire. Jack y los demás escuchaban en silencio, sin saber cómo reaccionar. Legoshi tragó saliva, nervioso.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? —preguntó finalmente, decidido pero inquieto.

Gouhin lo miró directamente a los ojos, con una intensidad que hizo que Legoshi se enderezara en su asiento.

—Antes de decirte, quiero que hagas una promesa —respondió Gouhin, su tono firme y claro.

Legoshi asintió, aunque sentía un leve sudor frío correr por su espalda.

—Bien. Quiero que saques buenas notas. No quiero que este entrenamiento interfiera con tus estudios. Es importante, especialmente para los carnívoros. Sin educación, nadie te dará una oportunidad laboral fácilmente.

La petición dejó a todos boquiabiertos. Incluso Haru y Jack intercambiaron miradas de incredulidad. La simplicidad del requisito contrastaba con el tono solemne del momento.

—Sí, lo haré. Lo prometo —dijo Legoshi con firmeza, sorprendido por lo inesperado de la solicitud.

Gouhin asintió, satisfecho.

—Muy bien, niño. Ahora te diré en qué consiste la supresión de tus instintos —dijo, inclinándose ligeramente hacia él.

Legoshi y Jack se tensaron. Todos los ojos estaban puestos en Gouhin, quien habló con una calma aterradora:

—Consiste en enfrentarte a ellos directamente. Te sentarás en un cuarto, completamente solo, con un trozo de carne colgando frente a ti. Sin ataduras. Sin restricciones.

Las palabras cayeron como un golpe. Legoshi sintió cómo su respiración se aceleraba. Haru puso una mano sobre su boca, sintiendo una mezcla de asco y terror. Jack abrió los ojos como platos, incapaz de articular una palabra, mientras Elias y María intercambiaban miradas incómodas.

—¿Qué? —dijo Legoshi, incrédulo, su voz apenas un susurro.

—Así es. Tendrás que hacerlo. Es la única forma de suprimir ese instinto. De lo contrario, no podrás estar con ella. Tú decides —añadió Gouhin, dejando la decisión en sus manos.

Legoshi miró a Haru, quien lo observaba con preocupación. Luego dirigió su mirada a sus amigos: Jack, Elias y María. Finalmente, sus ojos volvieron a Gouhin. Su decisión estaba tomada.

—Aun así no te aseguro que funcione, tarde o temprano terminaras cediendo, pero con el entrenamiento podrás dominarlos fácilmente. —dijo Gouhin viéndolo con una mirada seria.

—Sí, lo haré. Haré todo lo que me digas. Quiero deshacerme de mi instinto —dijo con determinación, inclinando la cabeza en una reverencia respetuosa.

Gouhin dejó escapar una risa, relajando un poco el ambiente.

—No tienes que hacer eso, niño —dijo con una leve sonrisa.

Legoshi alzó la vista y vio que Gouhin sonreía, lo cual le dio un inesperado alivio.

—¿Entonces cuándo empezaremos? —preguntó Legoshi, ahora un poco más relajado.

—Mmmh... Después de las vacaciones de verano —respondió Gouhin tranquilamente, con su tono habitual.

Legoshi asintió, pero de pronto sintió cómo Haru lo tocaba suavemente en el brazo. Al girarse hacia ella, notó su expresión de preocupación.

—¿¡Estás seguro de esto!? ¡no tienes que hacerlo por mi! —preguntó Haru, su voz cargada de inquietud mientras lo miraba fijamente.

—Sí, estoy seguro, quiero volverme mas fuerte por ti —respondió Legoshi con seriedad y determinación, devolviéndole la mirada.

Gouhin cruzó los brazos y lo observó con atención.

—Bien, entonces espero que cumplas tu promesa, niño. Si sacas una sola nota mala, suspenderé el entrenamiento. ¿Entendido? —le advirtió con un tono severo.

—Sí, lo prometo —replicó Legoshi firmemente.

—Está bien. Por ahora, solo descansa. —dijo Gouhin, ahora más calmado.

En ese momento, Gouhin volteó hacia Jack, quien reaccionó de inmediato, alarmándose. Aún no tenía el valor suficiente para confesarle sus sentimientos a María, y en su nerviosismo intentó hacerle señas a Gouhin para que no dijera nada frente a María y Elias. Sin embargo, Hughes, con su habitual tranquilidad, no hizo caso y habló antes que Gouhin.

—Ah, no te preocupes. Yo me encargo de eso. —dijo Hughes con una sonrisa relajada.

Gouhin miró a Hughes con una ceja levantada, entendiendo rápidamente a qué se refería.

—Está bien, te lo dejaré a ti. Así no tendré que lidiar con más problemas aparte de que será más complicado —respondió Gouhin con un tono cansado, pero le dedicó una sonrisa de alivio.

Jack respiró profundamente, aliviado de que el asunto no fuera más allá, aunque le causaba un poco de inquietud por lo que decía Gouhin, mientras Elias, María y Haru intercambiaban miradas confusas, sin entender bien lo que ocurría.

—Gouhin, hay algo que te quiero preguntar —interrumpió Hughes de nuevo, ganándose la atención del panda.

—Sí, dime —respondió Gouhin con tranquilidad, aunque algo receloso.

—¿Dejarías que se quedaran esta noche aquí? —preguntó Hughes, sonriendo despreocupadamente.

La reacción de Gouhin fue inmediata.

—¿¡Qué!? ¿¡Por qué quieres dejarlos aquí!? ¡Ya tengo suficientes problemas con los que lidiar como para cuidar a unos mocosos toda la noche! —exclamó Gouhin, visiblemente irritado por la idea.

Hughes se mantuvo imperturbable, su sonrisa tranquila seguía presente.

—No pueden volver. El metro ya cerró por la hora. Lo mejor es que se queden aquí hasta que haya servicio de nuevo —respondió Hughes con su tono sereno, sin alterarse por la explosión de Gouhin.

El panda suspiró profundamente, pasándose una mano por la frente mientras murmuraba algo entre dientes.

—Está bien, pero solo por esta vez —cedió finalmente, vencido, aunque claramente molesto, mientras los demás observaban la escena con mezcla de alivio y sorpresa.

Legoshi y Haru conversaban en voz baja, dejando que sus pensamientos se entrelazaran mientras se apoyaban mutuamente. A unos pasos de ellos, Hughes le hablaba tranquilamente a Elias, quien se acercaba con curiosidad. Gouhin, por su parte, fruncía el ceño mientras intentaba decidir dónde alojar a todos los invitados esa noche, cuando de pronto, María le habló con educación y una leve preocupación en su rostro.

—Señor Gouhin, ¿tendría una toalla? —preguntó María, lanzándole una mirada a Jack, quien aún estaba algo empapado.

Gouhin arqueó una ceja, sorprendido por la petición, pero respondió con calma.

—Sí, déjame traerte una. —Se dirigió a una puerta al fondo de la habitación, desapareciendo por unos momentos.

Al regresar, llevaba una toalla en las manos, que extendió hacia María.

—Gracias —dijo ella con una sonrisa amable, inclinando ligeramente la cabeza en agradecimiento.

Mientras Jack permanecía sentado cerca de María, observó cómo ella se volteaba hacia él con decisión.

—Ven, deja que te ayude a secarte —dijo María, todavía sonriendo con naturalidad.

Jack sintió cómo su rostro se encendía de vergüenza al instante.

—E-e-espera, yo puedo… —trató de protestar, pero no logró terminar la frase antes de que María le lanzara la toalla directamente a la cabeza y comenzara a secarlo.

—¡Maria! No es… ¡yo puedo hacerlo solo! —balbuceaba Jack, pero sus palabras se entrecortaban mientras intentaba recuperar algo de compostura, lo cual parecía imposible con María frotando la toalla por su pelaje con energía.

Gouhin observaba la escena desde su lugar, una leve sonrisa burlona curvaba sus labios. Entonces, aprovechó la oportunidad para intervenir.

—Así que tú eres la humana —dijo Gouhin, con una voz calmada pero llena de intención, llamando la atención de María, quien detuvo sus manos y volteó a mirarlo, algo desconcertada.

—Sí… pero ¿por qué dice eso? —preguntó María, con genuina curiosidad.

Jack, que seguía escondido bajo la toalla, sintió que su corazón estaba a punto de salir disparado. Las palabras de Gouhin lo tenían al borde de un ataque de nervios.

—Es que tu amigo Jack me habló de ti —respondió Gouhin, con una sonrisa que lo hacía parecer más pícaro que severo.

María parpadeó, sorprendida, mientras Jack deseaba que el suelo lo tragara en ese momento.

—¿De verdad? ¿Y qué le dijo? —preguntó María, inclinando un poco la cabeza, intrigada.

Jack, bajo la toalla, apretó los ojos con fuerza, rogando que Gouhin no dijera lo que le dijo con anterioridad.

—Me dijo que estaba muy preocupado por ti, por tu hermano y por la otra chica —respondió Gouhin, manteniendo la sonrisa mientras observaba cómo Jack se retorcía de vergüenza. Luego añadió con un tono más ligero —Pero ya entiendo por qué. Eres una muy buena amiga para él.

María sonrió ampliamente, sus mejillas enrojeciendo un poco.

—De verdad, gracias, Jack —dijo ella con sinceridad, girándose hacia él y rodeándolo con un abrazo que lo dejó completamente paralizado.

Jack sintió que su mente se desconectaba por completo, y desde debajo de la toalla, logró murmurar con voz temblorosa.

—S-s-s-sí… de nada…

Su corazón palpitaba tan fuerte que temía que todos en la sala pudieran escucharlo, mientras Gouhin se cruzaba de brazos y observaba la escena con una risa interna.

"Veamos si puedes controlar tus instintos, niño. Quiero comprobar si es verdad lo que me dices."

Jack, todavía con la toalla sobre la cabeza, dejaba su nariz descubierta mientras María lo miraba y soltaba una pequeña risa.

—¿Por qué te ríes? —preguntó Jack, todavía rojo de vergüenza.

—Es que tienes los ojos tapados, pero la boca y la nariz completamente descubiertas —respondió María entre risas. Luego tomó la toalla de nuevo y comenzó a secarlo con más energía—. Bueno, deja que te seque bien.

Jack sentía su corazón acelerarse cada vez más, y su nariz captaba el aroma de María por lo cerca que estaba. El impulso carnívoro comenzaba a surgir nuevamente, algo que trataba de controlar con todas sus fuerzas.

María, ajena a la lucha interna de Jack, retiró un poco la toalla para observarlo y tocó suavemente su pelaje.

—Mmm… realmente debe ser difícil secarse con este pelaje —dijo mientras acariciaba la húmeda piel de Jack en su rostro.

Jack, incapaz de hablar, solo la miraba con ojos ansiosos. "¡No otra vez, no! ¡María, estás demasiado cerca!" pensó, desesperado, mientras su boca comenzaba a abrirse ligeramente.

Gouhin, observando la mirada concentrada de Jack, se dio cuenta de inmediato de lo que estaba ocurriendo. Su instinto lo llevó a actuar rápidamente.

"Vaya, eso fue rápido. Tendrás mucho trabajo, niño, si quieres controlarte para no atacarla." Pensó Gouhin mientras se acercaba y colocaba una mano firme en el hombro de Jack, sobresaltándolo a él y a María.

—Oye, niño, ven aquí. Deja que te revise, te ves un poco rojo —dijo Gouhin tranquilamente, ganándose la atención de ambos.

Jack asintió débilmente mientras Gouhin se inclinaba para susurrarle al oído, simulando estar examinándolo.

—Tranquilízate, no dejes que te gane tu instinto. Está bien. —La voz baja y seria de Gouhin lo hizo asentir lentamente.

Después de unos momentos, Gouhin se enderezó, evaluándolo con una mirada severa.

—Bien, parece que no tienes fiebre, pero sécate bien, niño —añadió con un tono autoritario.

—S-s-sí… gracias —respondió Jack, más calmado.

Mientras tanto, Hughes terminaba de conversar con Elias y se levantaba para marcharse.

—Bueno, será mejor que nos vayamos —dijo mientras comenzaba a recoger sus cosas.

—¿Oh, ya se van? —preguntó Gouhin, observándolo con curiosidad.

—Sí, todavía tenemos trabajo que hacer en Edén mañana —respondió Hughes mientras llamaba la atención de Mei y Geruft, que discutían en una esquina—. Mei, Geruft, es hora de irnos. Avísenles a los demás y prepárense. No olviden nada.

—¡Sí, señor! —respondieron ambos al unísono, colocándose guantes, cascos y máscaras para ocultar sus rostros nuevamente. Los chicos los observaron mientras se equipaban.

Antes de salir, Mei se despidió con una sonrisa.

—Bueno, fue un gusto verlos. ¡Adiós! —dijo mientras cruzaba la puerta.

—Sí, adiós, niños. Los veremos luego —añadió Geruft, siguiéndola.

Hughes, que se quedó un momento más, miró a Elias antes de recordar algo.

—Ah, Elias, sobre el viaje… ¿cuántos irán? —preguntó con curiosidad.

—Iremos Legoshi, Jack, Juno, Miguno… —empezó a enumerar los nombres de sus compañeros, dejando a Hughes sorprendido.

—Vaya, sí que has hecho muchos amigos —comentó Hughes, riendo nerviosamente mientras miraba a Elias.

—Sí, lo sé —respondió Elias con una sonrisa, pero la conversación fue interrumpida por Gouhin, quien alzó la voz, visiblemente sorprendido.

—¡Espera! ¿Dices que varios estudiantes de esa escuela irán a Edén? ¿En especial estos dos? —preguntó Gouhin, señalando a Legoshi y Jack.

—Sí, los compañeros de Elias quieren ir de vacaciones allá para conocer la isla —respondió Hughes tranquilamente.

Gouhin cruzó los brazos, aún incrédulo.

—Vaya, nunca pensé que llegaría el día en que los humanos recibirían abiertamente a las bestias en su hogar. Excepto, claro, ustedes, que viven ocultos… —comentó Gouhin mientras trataba de procesar la idea.

Haru, quien escuchaba con atención, no pudo evitar expresar su preocupación.

—¿¡Irás con ellos a esa isla!? —preguntó alarmada, mirando a Legoshi.

—Sí, ¿por qué? —respondió Legoshi, sorprendido por la reacción de Haru.

—¿No tienes miedo de ir? No sabes si te recibirán bien o si…

Hughes la interrumpió con una sonrisa tranquila.

—Tranquila, no les pasará nada. Puedes tener mi palabra. Mi trabajo será cuidarlos. —La seguridad en su voz logró captar la atención de Haru, que lo miró en silencio, aunque su preocupación no desapareció del todo.

Legoshi habló en un tono tranquilo, tratando de calmarla mientras una idea cruzaba por su mente.

—¿Y por qué no vienes con nosotros? —preguntó con serenidad, su tono tranquilo intentando transmitir confianza.

La pregunta la tomó por sorpresa. Haru retrocedió ligeramente, como si aquella posibilidad fuera demasiado repentina. Sus pensamientos se cruzaron con lo que Elias y María, acerca de la historia que le conto. Hughes, que observaba la escena, levantó las cejas.

—N-no lo sé... —respondió Haru con un tartamudeo mientras desviaba la mirada hacia Hughes, buscando algún tipo de confirmación.

Hughes, con una sonrisa comprensiva, asintió ligeramente.
—Sí, claro que puedes venir. Solo que tendré que ver cómo los acomodaré allá —dijo con un tono amable.

Las palabras de Hughes parecieron disipar un poco las dudas de Haru, quien asintió con timidez. Hughes, por su parte, consideró que su trabajo en ese momento había terminado. Se puso los guantes, ajustó su casco y cubrió su rostro con una máscara antes de encaminarse hacia la puerta.

—¡Si ella va contigo, tú no podrás ir! —dijo Gouhin severamente, su voz cargada de autoridad.

Legoshi se quedó sorprendido, al igual que Haru y los demás que estaban cerca.

—¿Por qué? —preguntó Legoshi, claramente confundido.

—¡¿Por qué?! —replicó Gouhin, su tono subiendo aún más—. ¿¡Acaso no me oíste hace un momento!? ¡Es demasiado peligroso que vayas con ella! Aparte, no puedes controlar tu instinto. Seguramente terminarías causando un caos allá, y sin el entrenamiento adecuado, podría terminar muy mal.

La seriedad en la mirada de Gouhin era evidente, pero antes de que pudiera decir más, Hughes intervino, con su actitud relajada habitual.

—Tranquilo, te puedo asegurar que no pasará nada —respondió Hughes despreocupadamente.

—¡¿Qué?! —exclamó Gouhin, volteándose hacia él con incredulidad—. ¡¿Has perdido un tornillo?! Es muy peligroso.

—Lo sé —respondió Hughes con calma—, y precisamente por eso estoy aquí, además del chequeo médico.

Gouhin lo miró con los brazos cruzados, claramente intrigado pero sin bajar la guardia.

—Vine a preguntarte si querías ser el médico del grupo —añadió Hughes, directo, mientras mantenía la mirada fija en Gouhin.

La incredulidad se dibujó aún más en el rostro del panda.

—¿Qué? ¿Quieres que vaya contigo para cuidar a esos niños? —preguntó Gouhin con sarcasmo evidente.

Hughes asintió con serenidad.

—Me temo que tendré que negarme —respondió Gouhin con firmeza—. No puedo dejar la clínica sola, y menos en este momento.

Hughes suspiró levemente, aunque su actitud no cambió.

—Bueno, lo intenté. Es una lástima porque podrías haber sacado mucha información que ustedes no tienen como plantas que solo hay en Eden o informantes médicos que solo nosotros poseemos. Además, podrías conocer a algunos de nosotros... somos únicos, después de todo —dijo Hughes con un tono divertido, intentando presionarlo de manera casual.

Gouhin seguía mostrándose serio, aunque finalmente suspiró, resignado.

—Ahhh... está bien. Veré qué puedo hacer. Pero dime, ¿cómo se supone que debería ir? Ni siquiera trabajo en ese lugar —preguntó Gouhin, manteniendo el ceño fruncido.

—Mhhh, no te preocupes. Se me ocurrirá algo —respondió Hughes tranquilamente.

El panda soltó un último suspiro, esta vez más largo y con una mezcla de cansancio y resignación.

—Solo espero que no sea algo que termine mordiéndome el trasero después —dijo Gouhin, dejando claro que, aunque aceptaba, no lo hacía sin reservas.

—Bien, creo que ya debería irme —Hughes alzó una mano a modo de despedida.

—Gracias por todo ayudarnos, señor Hughes. —respondió Legoshi inclinando la cabeza en señal de gratitud.

Hughes sonrió levemente. —Tranquilo de todas maneras tenía que hacerlo no es necesario agradecer así. Respondió Hughes con un tono amable, Legoshi alzo la vista y asintió.

Se despidió con un leve gesto hacia Elias y Maria mientras se dirigía hacia la puerta. Sin embargo, antes de salir, se detuvo y miró por encima de su hombro, enfocando su atención en Jack.

—Ah, sí, Jack, ven un momento —dijo con calma, aunque su tono sugería que la conversación sería seria.

Todos en la habitación lo miraron con curiosidad, excepto Legoshi y Gouhin, quienes parecían saber el motivo del llamado. Jack, algo nervioso, se levantó lentamente y siguió a Hughes fuera de la habitación, Gouhin los siguió afuera, se recargo en el muro quedándose junto a la puerta para esperar a Hughes.

Ambos caminaron unos metros hasta quedar lejos del alcance de los oídos de los demás, mientras Gouhin se quedaba atrás esperando. Jack sentía ansiedad, por lo que Hughes le diría como si algo importante estuviera a punto de decirle. Hughes lo miró fijamente, su semblante transmitían seriedad aunque Jack no lo pudiera ver por la máscara.

—Bien, Jack. Vas a tener un entrenamiento parecido al de tu amigo Legoshi —dijo Hughes con un tono firme pero sereno.

Jack tragó saliva al escuchar esas palabras, recordando lo que tendría que hacer Legoshi para controlar su instinto y que él tendría que hacer lo mismo. Su respiración se aceleró ligeramente, y una mano se dirigió instintivamente a cubrir su boca del asco, tratando de contener sus pensamientos.

—S-sí... lo sé. Sé que será difícil —respondió con un leve tartamudeo.

Hughes asintió lentamente, sin apartar la mirada de él.

—Será más complicado para ti —continuó, cruzando los brazos frente a su pecho—. Estar cerca de humanos despierta un instinto de depredación más fuerte. Si crees que Legoshi lo tiene difícil, tú lo tendrás aún más. ¿Entendido?

Jack parpadeó rápidamente, intentando asimilar lo que escuchaba.

—P-pero... ¿por qué? —preguntó con un hilo de voz, claramente preocupado.

Hughes suspiró y explicó con paciencia.

—Es por las hormonas humanas. Los olores que desprenden activan impulsos en los carnívoros, incluso en especies menos agresivas como la tuya. Estoy seguro de que ya has empezado a sentirlo, aunque sea de manera sutil.

Jack tragó saliva con dificultad. De repente, todas las dudas y el miedo que había sentido en los últimos días parecían encajar.

—Entonces, ¿es por eso que yo... que cuando estoy cerca de ella...? —susurró, sin atreverse a completar la frase.

Hughes asintió antes de que terminara la frase. Luego, puso una mano firme sobre su hombro, tratando de reconfortarlo.

—Sí, pero no te dejes que eso te desanime. Esto es algo que muchos que viven en Edén han enfrentado, incluso mi padre al estar con mi madre. Si ellos pudieron superarlo, tú también puedes.

Jack levantó la mirada, encontrando algo de consuelo en las palabras de Hughes.

—Supongo... Entonces, ¿cuándo empezaremos? —preguntó, tratando de sonar más decidido.

Hughes esbozó una pequeña sonrisa antes de responder. —Cuando estés en Edén. Por ahora, no tengo tiempo para ello y tampoco tengo tiempo para Elias ya que se supone que debería de completar sus entrenamientos.

Jack asintió con una sonrisa tímida.

—Entendido. Fue un placer conocerlo, señor Hughes.

Hughes sonrió ligeramente mientras extendía la mano para despedirse.

—Lo mismo digo, Jack. Bueno, debo irme. Mi trabajo nunca termina. Hasta luego —respondió Hughes, despidiéndose con una palmada amistosa en el hombro antes de alejarse por el pasillo de la clínica.

Con eso, Hughes se giró y se alejó por el pasillo de la clínica, su figura desapareciendo entre las sombras del lugar. Mientras tanto, Jack se quedó en silencio, su mente aún asimilando todo lo que había escuchado. Suspiró profundamente, consciente del gran esfuerzo que le esperaba.

Gouhin, que había estado escuchando desde la distancia sin intervenir, simplemente observó a Jack por un momento antes de seguir a Hughes hacia la salida, donde los demás esperaban. Jack, por su parte, permaneció quieto, tratando de prepararse mentalmente para el desafío que se avecinaba.

Jack suspiró, dejando caer los hombros, exhausto tanto física como mentalmente.

—Haaah… ¿Por qué me tenía que enamorar de ella? —murmuró para sí mismo, con una mezcla de frustración y resignación. Las dudas y preocupaciones comenzaron a arremolinarse en su mente, tan caóticas que sintió la necesidad de tomar su cabeza entre las manos.

"¿Y si no me corresponde? ¿Y si me rechaza? ¿Y si… si le doy asco?"

Los pensamientos se acumulaban rápidamente, cada uno más desesperante que el anterior. En un intento de calmarlos, pasó sus manos por su cabeza, despeinando su pelaje. Pero no encontraba alivio, solo una sensación creciente de incertidumbre.

De repente, una mano firme se posó en su hombro. Jack se giró rápidamente y vio a Gouhin mirándolo con calma, aunque con una ceja ligeramente arqueada.

—Tranquilízate. No es el fin del mundo —dijo el médico con voz firme pero tranquilizadora—. Vamos, los demás nos esperan. Tenemos que buscarles un cuarto.

Jack asintió, aún algo aturdido, y siguió a Gouhin de vuelta a la habitación donde los demás esperaban. Al entrar, todas las miradas se dirigieron hacia ellos.

—Bien, se quedarán en una de las salas con camillas vacías —anunció Gouhin, señalando hacia el pasillo.

Sin muchas palabras, todos se levantaron y siguieron al médico. Caminaron por los estrechos pasillos de la clínica, pasando junto a puertas reforzadas que parecían fuera de lugar en un entorno médico. Algunos intercambiaron miradas de confusión, preguntándose por qué necesitaría puertas tan sólidas. Más adelante, las puertas se volvieron más convencionales, hasta que llegaron a una de madera con una pequeña ventana que dejaba ver el interior, un espacio con camillas vacías, cortinas de privacidad y muebles repletos de suministros médicos.

—Bien, aquí pasarán la noche —dijo Gouhin mientras abría la puerta y les hacía un gesto para que entraran.

Haru, María y Elias echaron un vistazo a las camas mientras entraban con algo de incertidumbre.

—Elijan una. Me quedaré aquí con ustedes haciendo guardia —añadió Gouhin, tomando una silla y sentándose en ella cerca de la entrada.

Legoshi y Jack lo miraron fijamente, sin disimular su sorpresa. Gouhin levantó la vista hacia ellos con una expresión seria.

—¿Qué? ¿Pensaban que los iba a dejar solos con los dos humanos y la chica conejo? —preguntó, frunciendo ligeramente el ceño.

Haru, María y Elias intercambiaron miradas confusas ante el comentario, sin comprender del todo el trasfondo. Gouhin, notando que su seriedad podía ser malinterpretada, se cruzó de brazos y añadió con un tono más calmado.

—Vamos, vayan a dormir. Yo me quedaré aquí.

Sin discutir, todos eligieron una cama y se acomodaron, cada uno lidiando en silencio con sus propios pensamientos. Gouhin suspiró mientras se recargaba en el respaldo de la silla.

—Será una noche larga… —murmuró para sí mismo, mirando hacia el reloj de pared mientras aguardaba pacientemente el amanecer y la reanudación del servicio de metro.


La ama de llaves estaba frente a la puerta del cuarto 701, con el ceño fruncido y una expresión que mezclaba enojo y preocupación. La puerta estaba abierta, y dentro, Miguno, Durham, Collot y Voss la atendían nerviosamente.

—¿¡Dónde están Legoshi y Jack!? —gritó, visiblemente molesta. Los chicos intercambiaron miradas incómodas, sin saber qué responder.

—¡Y también me avisaron que falta una estudiante del dormitorio femenino! —continuó, ahora su tono oscilaba entre la frustración y la preocupación—. Una coneja enana que tampoco regresó.

El ambiente se tensó aún más cuando añadió:

—¡Como si no fuera suficiente, fui a revisar a los dos humanos y ninguno de ellos a llegado! —Su voz subió un tono, claramente más alterada—. ¿¡Díganme, ustedes saben dónde están!?

Miguno tragó saliva, nervioso, mientras intentaba dar una respuesta coherente.

—N-n-n-no, lo último que supimos es que se fueron a ayudar en el festival. Algunos compañeros nos vinieron a avisar que los perdieron de vista… —respondió, titubeando.

La ama de llaves cruzó los brazos, aún visiblemente molesta, y sacó algo de detrás de su espalda.

—También encontré las mochilas de los dos. Esto es lo que había en la mochila de Legoshi —dijo, sacando varios libros y mostrándoselos. Los chicos se inclinaron para ver mejor. Eran títulos como "Cómo deben relacionarse carnívoros y herbívoros, Cómo ser amigo de animales pequeños" y otros similares.

Miguno, Durham, Collot y Voss intercambiaron miradas de sorpresa, sin poder creer lo que veían.

—Y la de Jack… —La ama de llaves dejó escapar un suspiro antes de continuar.

—Nunca creí que alguien como él pudiera estar interesado en algo así...un estudiante muy dedicado, se nota que su amigo es una mala influencia para el —De la mochila de Jack sacó varios libros. "Historia de la guerra entre humanos y bestias, Mitos de los humanos, ¿Qué eran los humanos?" entre otros.

Todos ellos observaron en silencio, sus rostros reflejando incredulidad y desconcierto. No sabían cómo interpretar aquello, y el ambiente se tornó aún más tenso cuando la ama de llaves los miró fijamente.

—¡Espero que estén diciendo la verdad y no estén encubriéndolos! —les gritó, con una mezcla de autoridad y preocupación que los hizo sentir aún más pequeños ante su presencia.

Los gritos de la ama de llaves habían atraído a varios estudiantes que se asomaban por el pasillo, susurrando entre ellos mientras escuchaban todo lo que ocurría.

—No, realmente no lo sabemos —respondió Durham con un tono nervioso, mirando a la ama de llaves que lo observaba con una mezcla de escepticismo y preocupación.

Ella suspiró, visiblemente molesta pero intentando mantener la calma.

—Bien, si regresan, avísenme de inmediato. Es muy importante que los dos humanos estén aquí. No sabemos cómo podría reaccionar el gobierno humano si les decimos que hemos perdido a sus estudiantes —dijo con un tono autoritario, fijando su mirada en los chicos.

Ellos asintieron nerviosos, sintiendo la presión de la situación.

—Bien, seguiré esperando a que lleguen. Paso a retirarme —añadió en un tono serio, entregándoles las mochilas de Jack y Legoshi antes de darse la vuelta y marcharse por el pasillo.

Los chicos, con las mochilas en mano, regresaron al cuarto en silencio. Durante unos segundos, ninguno se atrevió a hablar hasta que Durham rompió la tensión.

—¿Creen que algo malo haya pasado? —preguntó, visiblemente preocupado.

—No lo sé, pero parece que se metieron en algún problema o algo por el estilo —respondió Miguno, compartiendo su inquietud.

Collot, mirando las mochilas sobre la cama, negó con la cabeza.

—Estoy seguro de que están bien. Jack y Legoshi no serían capaces de hacer algo malo —dijo con firmeza, aunque su tono traicionaba cierta preocupación.

—Sí, además, si está con Jack, no creo que nada grave pase —añadió Voss, desde el hombro de Collot.

Los chicos se acomodaron en sus camas, pero el ambiente seguía cargado de incertidumbre mientras esperaban a sus amigos, con las horas transcurriendo lentamente.

Gouhin miraba el reloj, su expresión serena pero decidida.

—6:30 a.m. Creo que ya es hora de que los despierte —murmuró mientras se dirigía a las camas. Uno por uno, comenzó a sacudir suavemente a los jóvenes para despertarlos.

—Vamos, párense, ya es hora —dijo con voz firme, sacudiendo a Legoshi, quien abrió los ojos lentamente, aún sintiendo el cansancio y los golpes de la noche anterior.

—Sí... ya voy —respondió Legoshi, incorporándose con esfuerzo y sentándose al borde de la cama mientras los demás se preparaban rápidamente. Viendo que todos estaban listos, se puso de pie y caminó hacia ellos.

—Bien, los llevaré por un camino seguro para sacarlos de aquí —dijo Gouhin, mirándolos a todos con seriedad.

Ellos asintieron, aún algo cansados, pero agradecidos por la ayuda.

—Vamos —añadió Gouhin mientras los guiaba fuera del cuarto.

El grupo lo siguió en silencio por los pasillos hasta salir a las calles vacías del mercado negro. La lluvia había cesado, dejando un ambiente húmedo y frío. Gouhin los condujo por callejones oscuros, avanzando con cautela hasta llegar a una salida que daba a una zona cercana al metro.

—Bien, vayan por allá y tomen el metro para volver a la academia —dijo Gouhin tranquilamente, señalando la dirección correcta.

—Muchas gracias, señor Gouhin —dijo Elias con gratitud.

—No hay problema, niño... pero váyanse ya, o podrían meterse en más problemas —respondió Gouhin con un tono firme pero amable.

Ellos asintieron y se despidieron con un gesto de la mano mientras caminaban hacia la entrada del metro. Gouhin los observó hasta que desaparecieron de su vista, suspirando profundamente.

—Solo espero que no se metan en más problemas —murmuró antes de dar la vuelta y regresar a su clínica.


Legoshi, Haru, María, Elias y Jack caminaban por el sendero que los llevaba de regreso a la academia. El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados mientras el sol se preparaba para salir. Legoshi y Haru iban al frente, conversando en voz baja, mientras que los otros tres caminaban unos pasos detrás, sumidos en sus propios pensamientos.

Jack miró a María de reojo mientras avanzaban, su mente divagando sobre el entrenamiento del que Hughes les había hablado.

"¿De qué tratará ese entrenamiento...? Espero poder decirle que..."

El pensamiento quedó interrumpido cuando sintió un toque suave en su brazo. Al voltear, vio que María lo miraba con una expresión curiosa.

—¿Qué pasa? —preguntó Jack, deteniéndose por un momento.

—Quería preguntarte... ¿qué era lo que querías decirme en la plaza esa vez que se fue la luz? —preguntó María, su tono lleno de curiosidad. Elias, que caminaba cerca, también prestó atención.

Jack sintió cómo la vergüenza comenzaba a invadirlo.

—B-b-bueno... yo quería... in-in-inv... —balbuceó, incapaz de completar la frase, su rostro poniéndose rojo como un tomate.

María lo miraba intrigada, y Elias sonrió con disimulo al notar la evidente incomodidad de Jack.

—¿Nos quieres invitar a algo? —aventuró María con tranquilidad, intentando ayudarlo.

La vergüenza de Jack creció aún más. Aunque no era exactamente lo que quería decir, decidió responder para salir del apuro.

—S-s-s-sí... —tartamudeó, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

María rió suavemente y lo abrazó con entusiasmo.

—Eres un buen amigo, Jack —dijo ella con una sonrisa cálida.

Jack sentía que su cara iba a explotar de la vergüenza, pero María continuó con una pregunta.

—¿Dónde?

Elias, atento a la conversación, escuchaba con curiosidad.

—Q-q-q-qu quería invitarlos al final del festival... para ver las estrellas. Habrá una estrella fugaz, y todos los chicos irán... —respondió Jack con esfuerzo, sus palabras atropelladas por la timidez.

—¡¿De verdad?! ¡Nunca he visto una estrella fugaz! —exclamó María, emocionada, abrazándolo aún más fuerte.

Jack solo pudo asentir, sintiéndose al mismo tiempo avergonzado y feliz por la reacción de María.

María soltó a Jack, pero le dedicó una cálida sonrisa.

—Bien, iremos —dijo emocionada, con un brillo de entusiasmo en sus ojos. Luego miró hacia el camino que tenían que recorrer—. Pero volvamos rápido, no debemos tardarnos más o nos regañarán.

Sin más, continuó subiendo, dejando a Jack y a Elias detrás. Jack se quedó mirando cómo María se adelantaba, con una mezcla de nervios y admiración. Fue entonces cuando Elias rompió el silencio.

—Ah, ya veo —dijo Elias, con una sonrisa divertida mientras observaba a Jack.

Jack, al notar su mirada, volteó hacia él con un dejo de vergüenza.

—¿Qué cosa? —preguntó, tratando de sonar despreocupado, aunque el rubor seguía en sus mejillas.

Elias esbozó una sonrisa más amplia y le puso una mano en el hombro.

—Te gusta mi hermana, ¿verdad? —dijo, sin rodeos, con un tono divertido.

La cara de Jack se tornó aún más roja, incapaz de articular una respuesta coherente. Se limitó a cubrirse la cara con las manos, completamente avergonzado.

Elias dejó escapar una pequeña risa antes de hablar de nuevo.

—Otro que cae ante ella —bromeó, y Jack solo logró hundirse más en su vergüenza. Elias le dio unas palmaditas en el hombro para calmarlo—. Tranquilo, no tienes que ocultármelo. No le diré nada.

Jack miró a Elias, quien mantenía una expresión tranquila y amigable.

—Pero te deseo mucha suerte. La vas a tener difícil, eso sí —añadió Elias con una sonrisa juguetona, antes de comenzar a subir nuevamente.

Jack, aún algo abochornado, asintió débilmente mientras procesaba lo que acababa de escuchar.

"Por lo menos no le molesta que me guste su hermana", pensó Jack, comenzando a tranquilizarse. Sin embargo, sus pensamientos se detuvieron en seco cuando recordó las últimas palabras de Elias.

"¡Espera! ¿Qué quiso decir con que la tendré difícil?"

Intrigado y algo inquieto, Jack aceleró el paso para alcanzarlos. Al poco tiempo, los encontró frente a la entrada de la academia, justo cuando el primer rayo del sol se asomaba por el horizonte.

—Bien, entremos —dijo Elias, abriendo la puerta y pasando primero.

María lo siguió, al igual que Legoshi y Haru, mientras Jack cerraba la marcha. Al cruzar la entrada, todos se separaron rápidamente para dirigirse a sus respectivos dormitorios, deseosos de evitar cualquier reprimenda por llegar tarde.

Elias, Jack y Legoshi llegaron al edificio de dormitorios tratando de ser lo más discretos posible. El campus aún estaba desierto, y ningún estudiante parecía estar despierto. Al entrar, notaron con alivio que no había señales de la ama de llaves o de algún supervisor. Suspiraron aliviados mientras se dirigían al ascensor, subiendo rápidamente a su piso.

Las puertas del elevador se abrieron, y caminaron apresuradamente por el pasillo. Jack y Legoshi llegaron primero al dormitorio 701, mientras que Elias siguió hacia el 710.

Jack abrió la puerta con cuidado, intentando no hacer ruido. Dentro, sus compañeros de cuarto seguían durmiendo, aparentemente ajenos a su llegada. Jack entró, seguido de Legoshi, quien cerró la puerta con suavidad. Sin embargo, el leve sonido al cerrarla fue suficiente para despertar a los demás.

Collot fue el primero en reaccionar, incorporándose rápidamente y corriendo hacia ellos.

—¡Jack! ¡Legoshi! —exclamó al verlos.

Los demás, Miguno, Durham y Voss, no tardaron en levantarse y acercarse con rostros de preocupación.

—¿¡Están bien!? —preguntó Miguno con urgencia.

—¿¡Qué estaban haciendo!? ¿¡Por qué no regresaron anoche!? —añadió Durham, con evidente inquietud.

El pequeño dormitorio se llenó de preguntas por parte de los cuatro, rodeando a Jack y Legoshi como si esperaran explicaciones inmediatas. Jack levantó las manos, abrumado por la avalancha de interrogantes.

—¡Calma, calma! —pidió, intentando hacerse oír.

Por su parte, Legoshi parecía perdido, sin saber por dónde empezar. Finalmente, Jack tomó aire y comenzó a explicar.

—Sí, estamos bien. Es solo que anoche… —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas para describir la situación. Todos lo miraban expectantes, con la ansiedad reflejada en sus rostros.

Fue Legoshi quien rompió el silencio, hablando con su habitual calma.

—Anoche rescatamos a Elias, María y otra estudiante que habían sido secuestrados.

La habitación quedó en un silencio sepulcral por un momento, antes de que todos los presentes exclamaran al unísono.

—¡¿Quéee?!

Miguno fue el primero en reaccionar, su incredulidad evidente.

—¿¡Entonces por eso no regresaron anoche!?

—Sí, encontramos los teléfonos de Elias y María —respondió Jack, sacándolos del bolsillo de su pantalón. Al mostrarlos, los demás los miraron con asombro, comprendiendo que lo que decían era cierto.

—Debería devolvérselos más tarde —murmuró Jack, mirando los dispositivos mientras los guardaba nuevamente.

Durham, ya más calmado, lanzó otra pregunta, esta vez con un tono más serio.

—¿Y quién los secuestró?

Miguno, Collot y Voss se acercaron, esperando atentos la respuesta.

—Fue un grupo criminal llamado Shishigumi —respondió Legoshi con tranquilidad, como si el nombre no significara gran cosa para él.

El ambiente en la habitación se tornó pesado. Los chicos intercambiaron miradas, procesando la gravedad de lo que acababan de escuchar.

—¡¿Qué?! ¿¡Te refieres a ese grupo criminal de leones que anda por la ciudad, el mismo que ha estado saliendo en las noticias estos días?! —exclamó Collot, visiblemente alterado. Los demás lo miraban incrédulos, tratando de procesar cómo Jack y Legoshi habían rescatado a alguien de un grupo tan peligroso.

—Sí —respondió Legoshi con calma, sin titubear.

La respuesta dejó a sus amigos pálidos. Miguno tartamudeó, incapaz de contener el miedo.

—¿C-c-cómo lo hicieron?

Jack y Legoshi se miraron, intercambiando un gesto silencioso. Después de un momento, Legoshi asintió, y Jack comprendió que era hora de contar la verdad.

—Bueno… esto es algo de lo que no podrán decirle a nadie —comenzó Jack con seriedad, observando a sus amigos fijamente.

La súbita gravedad en su tono los puso tensos.

—¿S-sí? Pero... ¿por qué lo dices así? ¿Es tan grave? —preguntó Miguno, nervioso por la forma en que Jack hablaba.

—Sí, lo es —confirmó Jack, con Legoshi respaldándolo con un movimiento de cabeza.

Los demás entendieron rápidamente que lo que estaban a punto de escuchar no era algo para tomarse a la ligera.

—Prométanme que no le dirán a nadie —dijo Jack, mirando a cada uno con firmeza.

—Lo prometemos —respondieron al unísono, asintiendo con seriedad.

Jack suspiró, preparándose para relatar lo sucedido.

—Ayer encontramos los teléfonos de Elias y María tirados… —comenzó Jack, su voz seria y cargada de preocupación.

Los chicos escuchaban atentos, pero a medida que Jack contaba lo sucedido, sus expresiones cambiaban de curiosidad a incredulidad. Las palabras sobre Hughes y sus soldados, y la revelación, los dejaron sin aliento.

—¡Espera, espera, espera! ¿Estás diciendo que el embajador humano estaba ahí? ¿Pero cómo? —exclamó Durham, claramente incrédulo.

El resto del grupo compartía su desconcierto. La idea parecía surrealista, algo sacado de una historia de fantasía.

—Sí, estaba ahí. Ellos se mueven por los túneles viejos de la ciudad; es así como él y sus soldados pueden moverse sin ser detectados. Pero… hay algo más que deberían saber sobre ellos… —Jack se detuvo, dudando si debía continuar.

Los chicos notaron cómo él y Legoshi se ponían nerviosos. La tensión era palpable.

—¿Qué debemos saber? —preguntó Miguno, ansioso por obtener respuestas.

Jack lo miró con seriedad, sus palabras cargadas de advertencia.

—Lo que les voy a contar no debe salir de aquí. Si alguien se entera de su existencia, no sé si les creerían.

La advertencia solo aumentó la inquietud del grupo. Durham rompió el silencio.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué fue lo que vieron?

Jack suspiró profundamente buscando la forma de decirles sin sonar poco cuerdo, mientras Legoshi decidía intervenir.

—Es algo difícil de describir, pero intentaré explicarlo lo mejor que pueda. ¿Recuerdan a esos dos guardias que estaban con el embajador cuando trajeron a Elias? Uno era más alto, y el otro más bajo.

Durham asintió lentamente.

—Sí, los recuerdo. ¿Por qué?

Legoshi tragó saliva, claramente nervioso por lo que iba a decir.

—Ellos… se quitaron su equipo. Los guantes, el casco, las máscaras.

El grupo notó lo inquieto que estaba Legoshi. Jack también parecía estar reviviendo el momento en su mente, pero ninguno decía nada más. La tensión creció hasta que Legoshi finalmente habló.

—Ellos no eran completamente humanos.

La revelación dejó a todos boquiabiertos.

—¿Qué quieres decir? ¿Entonces qué eran? —preguntó Miguno lentamente, tratando de comprender.

—Eran… híbridos de humano y bestia.

El silencio que siguió fue abrumador. Los chicos empezaron a reír nerviosamente, pensando que era una broma.

—Vamos, dígannos la verdad —dijo Durham, dejando de reír al ver las serias expresiones de Jack y Legoshi.

—Es verdad —respondió Jack.

La incredulidad dio paso al asombro y la inquietud.

—Entonces…es verada lo que dicen —dijo Durham, aun tratando de asimilarlo, Legoshi lo miro asintiendo.

—Sí. Pudimos ver que poseen características de ambos tienen orejas del animal al que pertenecen. Geruft, el guardia más grande, es un lobo como yo. La otra guardia, Mei, es un serval. Tienen algo de pelaje. Tienen cabello como Elias y María, y sus caras apenas muestran un hocico sugerido. También poseen garras. —Legoshi explicó todo con nerviosismo, esperando que sus amigos lo entendieran.

Miguno miró a ambos, visiblemente preocupado por su estado mental.

—¿Están seguros de lo que vieron?

—Sí —respondieron Jack y Legoshi al unísono, sus rostros serios.

El Miguno, Durham, Collot y Voss permanecieron en silencio, luchando por procesar lo que Legoshi les había revelado. La atmósfera era pesada, y el sonido de las respiraciones profundas de sus amigos parecía amplificarse en el ambiente tenso. Finalmente, Legoshi decidió continuar.

—El embajador humano también era un híbrido.

Las palabras cayeron como una bomba.

—¿Qué? —exclamó Miguno, mirándolo sin poder creerlo.

Los demás intercambiaron miradas de asombro, tratando de procesar lo que acababan de escuchar.

—¿Cómo es posible que él también…? —añadió Miguno, incapaz de completar la frase, su incredulidad reflejada en su rostro. Pero al observar las expresiones serias de Legoshi y Jack, entendieron que no estaban bromeando.

—El era un chacal. Tiene pelaje corto y negro, y su piel es de un color distinto. Era un poco oscura que la de Elias y María, como un tono aperlado. También tenía orejas largas y cabello del mismo color —explicó Legoshi con voz firme, a pesar de su nerviosismo.

El grupo no podía creer lo que escuchaban. Miguno fue el primero en hablar nuevamente.

—Entonces… los humanos y las bestias han tenido hijos… Es algo casi imposible de creer. Nunca pensé que algo como eso podría suceder.

Miguno se quedó pensativo, todavía incrédulo, mientras los demás trataban de encontrar algo que decir. Jack intervino después de un momento de silencio.

—Sí, y al parecer hay muchos más como ellos. En el hogar de Elias y María viven en secreto, ocultos del resto del mundo.

Sus amigos lo miraron con seriedad, intentando asimilar lo que acababan de escuchar.

—Entonces hay más como ellos… ¿pero cómo? —preguntó Miguno, tratando de entender. La incredulidad seguía reflejada en su voz—. Si nos odian tanto por lo que les hicimos en el pasado…

—No lo sé. Eso fue lo que escuchamos mientras Elias hablaba con él —respondió Jack, suspirando profundamente—. Pero es gracias a él que pudimos ir por ellos.

El grupo quedó pensativo, procesando cada detalle de la historia. Finalmente, la tensión en el ambiente comenzó a disiparse al ver que Jack y Legoshi estaban bien, aunque las preguntas seguían rondando y acumulándose en sus mentes.

Miguno suspiró profundamente, aliviado de que todos hubieran regresado con vida.

—Bueno, lo que importa es que todos ustedes volvieron bien —dijo con una sonrisa leve, tratando de calmar los ánimos.

—Sí, al menos no tienen heridas graves. Debió ser algo único verlos pelear, ¿verdad? —añadió Durham, sintiéndose un poco más relajado al verlos a salvo.

Sin embargo, Legoshi y Jack intercambiaron una mirada incómoda, y el nerviosismo en sus expresiones no pasó desapercibido.

—Bueno… a Legoshi lo hirieron —admitió Jack, recordando aquel aterrador momento. Su voz se tornó más seria—. El jefe de los criminales logró enterrarle las garras.

Los ojos de todos se abrieron de par en par. Legoshi, sin decir nada, levantó su camisa, revelando el vendaje que cubría su costado. El tamaño de la herida los dejó preocupados, y se preguntaron cómo seguía en pie después de algo así.

—Eso… se ve doloroso —comentó Collot, observando la herida con preocupación.

Legoshi asintió lentamente.

—Sí, dolió un poco, pero cuando estaba peleando con él, no lo sentí. Sus garras clavándose en mi piel… —dijo con tranquilidad, aunque el cansancio y el dolor se reflejaban en sus ojos. Luego bajó su camisa, restándole importancia al asunto.

—Bien, creo que es mejor que nos pongamos en marcha. Necesito tomar un baño —anunció Legoshi mientras se dirigía a su cama, su voz cargada de cansancio.

—Yo también —añadió Jack, estirándose antes de empezar a recoger sus cosas.

Los demás los observaron en silencio mientras ambos se preparaban para continuar con el día. Aunque se sentían aliviados de que hubieran regresado con vida, las dudas seguían rondando en sus mentes pero decidieron que era mejor empezar el día.

Jack y Legoshi salieron de los dormitorios al campus, mezclándose con los demás estudiantes que caminaban hacia sus clases. Desde lejos, notaron a Elias y María siendo escoltados por la ama de llaves, quien llevaba una expresión de furia contenida. Al verlos, la mujer se dirigió directamente hacia ellos, frunciendo el ceño aún más.

—¡Jack, Legoshi, ustedes también vendrán conmigo a la rectoría! —ordenó con severidad.

Ambos se detuvieron en seco, nerviosos ante el tono de la ama de llaves.

—Sí... —respondieron al unísono, incapaces de ocultar su incomodidad.

La ama de llaves les indicó que la siguieran, y los cuatro jóvenes dejaron atrás a sus amigos, quienes los observaban con miradas de curiosidad y murmullos, preguntándose qué habrían hecho para enfurecer tanto a la estricta mujer.

Al llegar a la rectoría, ella abrió la puerta y los hizo pasar primero, cerrándola tras de sí con un golpe firme. El director Gon estaba en el vestíbulo, revisando algunos documentos junto con otros profesores. Al escuchar la puerta, levantó la vista, sus ojos severos posándose en el grupo.

—¡Director, ya los traje! Aquí están —anunció la ama de llaves, su tono cargado de reproche.

Gon bajó los papeles lentamente y observó a los cuatro con calma, aunque su mirada hacía que ninguno de ellos pudiera sostenerla por mucho tiempo.

—Bien, yo me encargo. Puedes retirarte —respondió con tranquilidad.

La ama de llaves asintió y salió de la rectoría, dejando a los estudiantes frente al director y algunos profesores que los miraban con curiosidad.

—Vamos a mi oficina —ordenó Gon, y sin esperar respuesta, comenzó a caminar.

Jack, Legoshi, Elias y María lo siguieron en silencio, intercambiando miradas inquietas. Cuando entraron a la oficina, Gon cerró la puerta tras ellos y tomó asiento en su silla, observándolos detenidamente mientras se acomodaba.

—Bien, ¿me dirán qué fue lo que pasó, o tendré que preguntar? —dijo finalmente, su tono calmo, pero con un filo que hizo que todos tragaran saliva.

El silencio se alargó. Los cuatro evitaron mirar directamente al director, como si eso pudiera librarlos de la tensión.

—¿Por qué no llegaron anoche? —preguntó Gon, centrando su atención en Jack y Legoshi, quienes se removieron incómodos bajo su mirada severa.

El silencio persistió, y el director suspiró, ya perdiendo la paciencia.

—Si no responden, tendré que registrar este incidente en sus expedientes permanentes.

Jack abrió la boca para decir algo, pero la cerró rápidamente. Gon giró en su silla hacia un archivero, sacó un documento y luego los miró de nuevo.

—¿Me dirán o no?

Antes de que nadie pudiera responder, Elias alzó la voz.

—Nos secuestraron.

La declaración fue tan inesperada que todos lo miraron con sorpresa. Gon parpadeó, incrédulo, aunque mantuvo su compostura.

—¿Es verdad lo que dices, o solo intentas protegerlos? —preguntó el director, su tono grave mientras fijaba sus ojos en Elias.

—Es verdad. Nos secuestraron los guardaespaldas que nos asignaron la primera vez que fuimos a la ciudad. Eran dos leones —respondió Elias con firmeza.

Gon entrecerró los ojos, evaluando la sinceridad en las palabras del joven. Finalmente, habló.

—¿Dices que fueron dos leones? Se supone que eran dos perros quienes debían acompañarte ese día.

—Sí, recuerdo sus nombres. Eran Ibuki y Agata —dijo Elias, su voz tranquila, aunque su postura reflejaba cierta tensión.

Gon se recargó en su silla, procesando la información. Se inclinó hacia su teléfono, pero antes de que pudiera marcar, Jack lo interrumpió al recordar que los vio entre el grupo de leones.

—Director Gon, ellos pertenecen a una banda criminal llamada los Shishigumi.

El impacto de esas palabras fue evidente. El director dejó caer el teléfono con un gesto torpe, sus lentes deslizándose ligeramente por el puente de su nariz. Respiró profundamente para calmarse, pero sus pensamientos eran un torbellino.

"¿!QUE¡? ¿¡Si es vedad lo dice!? ¿Cómo es posible que estos dos hayan logrado rescatarlos de un grupo como ese? Y peor aún, si el gobierno humano se entera de esto..."

—Ah, ya veo —murmuró finalmente, ajustándose las gafas. Luego, miró a Legoshi y Jack directamente.

—¿Ustedes dos los rescataron?

Hubo un instante de vacilación en el que intercambiaron miradas, intentando coordinar una respuesta.

—S-sí... —dijo Jack al final, con nerviosismo evidente.

Gon los observó fijamente por unos segundos que parecieron eternos antes de hablar nuevamente.

—Está bien, no hay... problema —respondió Gon, con un tono serio, aunque visiblemente aliviado de que la situación no hubiese escalado más.

Jack y Legoshi dejaron escapar un suspiro de alivio al escuchar que no habría castigo. María y Elias compartieron miradas de tranquilidad, contentos de que el director no los reprendiera más.

—Pero si algo así vuelve a suceder, quiero que me lo informen de inmediato. ¿Entendido? —dijo Gon, con una mirada firme dirigida a los cuatro.

—Sí, director —respondieron al unísono, aliviados de que el tenso encuentro estuviera llegando a su fin.

—Bien, ya pueden irse. Que tengan un buen día —los despidió Gon, con un gesto de la mano.

Los cuatro se inclinaron ligeramente en señal de respeto antes de salir de la oficina y la rectoría. Gon se quedó solo en su espacio de trabajo, soltando un profundo suspiro mientras se recargaba en su silla, el agotamiento mental haciéndose evidente.

—Ahh... qué fastidio... —murmuró para sí mismo, mientras frotaba su rostro con ambas manos. Luego, se acomodó las gafas y miró hacia la ventana de su oficina, reflexionando en silencio.

"Lo bueno es que están a salvo... y que ninguno resultó herido, especialmente esos dos. No quiero ni imaginar cómo habría reaccionado el gobierno humano, la embajada, o peor aún, que me destituyeran de mi cargo."

Con un último suspiro, sacó su teléfono y comenzó a marcar un número. Se llevó el aparato al oído, esperando que contestaran.

—Hola, Else... —dijo finalmente, su tono todavía cargado de preocupación.