En los pasillos de la academia, Elias y María caminaban hacia su aula, sus pasos resonando suavemente en el suelo de baldosas.
—Ahh... Al menos el director no nos castigó por haber llegado tarde ayer —comentó Elias, todavía algo cansado por los acontecimientos del día anterior.
—Sí, y tampoco marcó los registros de Jack y Legoshi... No quiero que ellos paguen por nuestra culpa —respondió María, con la mirada baja y el tono ligeramente desanimado.
Elias notó su actitud y trató de animarla.
—Vamos, no es tu culpa. ¿Cómo íbamos a saber que esos dos trabajaban para una banda criminal? —dijo, encogiéndose de hombros mientras mantenía el ritmo a su lado.
María seguía mirando al suelo, inquieta.
—Lo sé, pero aun así me siento un poco culpable por todo esto —murmuró, con un deje de tristeza en su voz.
Elias suspiró y le sonrió de forma alentadora.
—No te pongas así, hermana. Lo importante es que estamos bien, y además, Jack y Legoshi se preocuparon por nosotros y nos buscaron. Eso es lo que realmente importa.
María levantó la vista, finalmente más tranquila.
—Supongo que tienes razón —admitió, dejando escapar una leve sonrisa.
Tras unos momentos de silencio, María cambió de tema, su expresión iluminándose ligeramente.
—Me pregunto cómo serán las estrellas fugaces. Ya quiero verlas con Jack y los demás. Sabes, me gustaría devolverles lo que hicieron por nosotros —dijo, con entusiasmo renovado al recordar la invitación de Jack.
Elias la observó de reojo y sonrió de manera cómplice.
"Jack estará encantado de pasar más tiempo con ella. Definitivamente le gusta mi hermana" —pensó, mientras ambos continuaban su camino por el pasillo.
—Oye, ¿y por qué no lo invitas cuando vayas a practicar tu canto? —sugirió Elias con una sonrisa pícara, claramente intentando darle una oportunidad a Jack.
María lo miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Pero... no hay piano, ya sabes. Cantar sin un instrumento hace que me sienta fuera de ritmo. Además, no sé si Jack pueda ir o si estará muy ocupado con su club —respondió tranquilamente, aunque con una pizca de interés en su voz.
Elias recordó algo que había escuchado más temprano.
—Ah, es cierto. Cuando estaba con Miguno esta mañana, nos dijo que el dueño de la tienda de instrumentos vino ayer, mientras nosotros no estábamos, y habló con el director. No sé qué tipo de acuerdo hicieron, pero parece que donó algunos instrumentos nuevos al club de música. Entre ellos, Miguno mencionó que había un piano electrónico. Aunque, honestamente, no tengo idea de qué es eso.
María frunció el ceño, intrigada por el término.
—¿Piano electrónico? ¿Como una guitarra eléctrica? —preguntó, tratando de imaginar cómo sería un piano de ese estilo mientras caminaban juntos.
—No lo sé. Yo también he estado tratando de imaginar cómo se verá —admitió Elias, cruzando los brazos mientras reflexionaba sobre la idea.
Mientras seguían conversando, notaron algo que llamó su atención. A lo lejos, Juno caminaba con paso decidido, y no muy lejos de ella, Haru avanzaba en la misma dirección.
—Mira, es Juno... y Haru. Parece que... la está siguiendo —comentó María, señalando la escena.
—Sí, pero tal vez van hacia diferentes lugares —respondió Elias con calma, aunque algo intrigado.
Sin embargo, la situación cambió cuando ambas comenzaron a caminar más rápido, hasta que finalmente Juno empezó a correr tras Haru.
—¡¿Qué pasa?! ¿Por qué corre tras ella? —exclamó Elias, alarmado por la repentina persecución.
María reaccionó de inmediato, comenzando a correr detrás de ellas, mientras Elias, confundido, no tuvo más opción que seguirla.
Corrieron por los pasillos de la academia hasta que lograron alcanzarlas. Ambas chicas estaban ahora en una escalera. Juno había acorralado a Haru contra la pared, y parecía estar diciéndole algo mientras se inclinaba hacia ella, olfateándola con insistencia.
—¿Qué demonios está haciendo? —murmuró Elias, observando la escena con preocupación.
—No lo sé, pero... parece que están discutiendo —respondió María en voz baja, mientras ambos permanecían a una distancia prudente, debatiéndose si debían intervenir en caso de que la situación se descontrolara.
La tensión aumentó hasta que, finalmente, Juno se separó de Haru y, con una expresión difícil de interpretar, se dio la vuelta y comenzó a bajar las escaleras, dejando a Haru sola, visiblemente incómoda.
Elias y María se miraron, todavía intentando procesar lo que acababan de presenciar.
Mientras Juno se alejaba por el pasillo, Elias y María rápidamente intentaron actuar con normalidad. Sin embargo, Juno los vio y, sin dudarlo, corrió hacia ellos.
—¡Elias! ¡María! —exclamó, abrazándolos con fuerza. Ellos pudieron sentir su preocupación en ese gesto, y cuando se separó, Juno los miró intensamente, con las orejas ligeramente bajas.
—¡¿Están bien?! Legoshi me contó lo que pasó, ¡estaba muy preocupada por ustedes! Me alegra que no les haya pasado nada —dijo, aliviada pero aún con un tono de angustia.
María y Elias se miraron antes de responder.
—Sí, estamos bien, gracias a Legoshi y a Jack. Ellos nos ayudaron mucho —respondió María con amabilidad, tratando de tranquilizarla.
—No te preocupes, Juno —añadió Elias, mientras pasaba una mano sobre su cabeza de manera amistosa, buscando aliviar su preocupación.
Lentamente, Juno cambió de actitud. Su expresión pasó de la preocupación a una sonrisa tranquila.
—Está bien, pero por favor tengan más cuidado la próxima vez —dijo, abrazándolos nuevamente.
Ambos sonrieron y respondieron al unísono.
—Sí, lo haremos.
Con esa promesa, Juno se separó, todavía sonriendo.
—Entonces, vamos a clase —dijo con un tono más alegre.
Elias y María asintieron, y los tres caminaron juntos hacia el aula. Pasaron las horas entre una clase y otra, hasta que, durante el descanso antes de la penúltima clase, salieron al pasillo platicando animadamente.
En ese momento, María vio a Jack pasar cerca. Él también la notó y, al ver que ella se acercaba, se detuvo.
—H-h-hola, María... ¿Qué pasa? —preguntó Jack, tartamudeando, visiblemente nervioso.
María, sin responder de inmediato, simplemente lo miraba como si estuviera pensando en algo importante. Jack sentía cómo su vergüenza aumentaba a medida que el silencio se alargaba, mientras Elias y Juno observaban la escena con interés.
Con una sonrisa pícara, Elias decidió intervenir.
—¡Hola, Jack! Hay algo que mi hermanita quiere decirte —dijo alegremente, acercándose para abrazar a Jack por los hombros.
Jack sintió que su corazón latía con fuerza al escuchar esas palabras.
—¿No es así, María? —insistió Elias, mirando a su hermana con una sonrisa traviesa.
María, finalmente, habló, mirando a Jack con calma y una leve sonrisa.
—Sí —respondió, haciendo que el rostro de Jack se pusiera completamente rojo.
—Quería agradecerte por habernos rescatado... y también quería saber si... —María hizo una breve pausa, como si juntara valor antes de continuar—, ¿puedes ir al club de música cuando sea la hora?
Jack se quedó sin palabras por un momento, sintiendo como si el mundo a su alrededor girara rápidamente. "¿Me está invitando? ¿Por qué siento que ahora me está llevando de la mano mientras subimos juntos una montaña?" pensó, mientras su mente intentaba procesar la situación.
—Recuerdas que me preguntaste qué iba a cantar, ¿verdad? —dijo María, sonriéndole con calidez.
Jack asintió rápidamente, recordando aquella conversación.
—Bueno, voy a practicar, y pensé que tal vez quisieras ir a escuchar —añadió María alegremente.
Jack tragó saliva, aún sin saber cómo responder, pero con el corazón latiendo a mil por hora.
—S-s-sí, iré —respondió Jack, tartamudeando mientras trataba de contener su emoción. No podía creerlo.
María le sonrió alegremente, claramente feliz por su respuesta.
—¡Bien! Entonces te esperaremos ahí —dijo con entusiasmo.
Jack sentía que su corazón daba saltos de alegría, como si su pecho no pudiera contener toda la felicidad que lo embargaba.
—¿¡Vas a practicar!? —preguntó Juno, emocionada, con los ojos brillando de curiosidad.
María se giró hacia ella con una sonrisa tranquila.
—Sí, necesito practicar para el festival —respondió con tono alegre.
—¿Puedo ir a oírte también? —preguntó Juno, moviendo la cola de un lado a otro con entusiasmo.
—Claro que sí —respondió María amablemente.
Juno sonrió ampliamente, visiblemente emocionada por la idea de escucharla.
—Bueno, creo que es mejor irnos ahora —intervino Elias con una sonrisa, haciendo un gesto para apurarlas.
María y Juno asintieron, comenzando a caminar junto a él. Antes de seguir avanzando, María se giró una vez más hacia Jack.
—Te espero ahí, Jack. ¡Adiós! —dijo, despidiéndose con una sonrisa mientras corría un poco para alcanzar a Elias y Juno.
Jack intentó responder, pero su vergüenza lo dejó sin palabras. Solo logró levantar una mano tímidamente para despedirse, viendo cómo María desaparecía al doblar por uno de los pasillos.
Se quedó un momento en su lugar, mirando hacia donde ella había estado, antes de darse vuelta para continuar su camino. Su mente no dejaba de darle vueltas al hecho de que ella lo había invitado personalmente. "Me invitó... ¿Esto realmente está pasando?" pensó mientras sonreía para sí mismo, sintiéndose increíblemente feliz.
La campana sonó, y los estudiantes comenzaron a salir de las aulas, llenando el pasillo con el sonido de pasos y conversaciones. Entre ellos estaba Jack, que caminaba apresurado mientras intentaba contener su emoción. "¡Es hora de ir al club de música!" pensó con entusiasmo mientras aceleraba el paso.
Al llegar al salón del club, abrió la puerta y encontró a Miguno y los demás integrantes de la banda en el centro de la habitación, organizando algunos instrumentos. Su mirada se desvió hacia un rincón, donde vio a Elias y María, ambos inclinados hacia un extraño piano que miraban con intriga.
—Qué raro es este piano —comentó Elias mientras lo observaba de cerca, tocando con cuidado las teclas sin presionarlas.
—Sí… se ve diferente. Nunca había visto algo así —añadió María con la misma curiosidad.
Miguno, notando sus expresiones, sonrió y se acercó a ellos.
—¿¡Es la primera vez que ven uno!? —preguntó animadamente, divertido por su reacción.
—Sí, ¿pero cómo se supone que esto suene? —dijo Elias, cruzándose de brazos mientras lo inspeccionaba—. No veo cuerdas ni los mecanismos normales de un piano.
Miguno soltó una pequeña risa junto con sus compañeros de banda.
—No tiene cuerdas porque es un piano electrónico. Solo necesita estar conectado para funcionar. Mira, déjame mostrarles.
Miguno se inclinó y encendió el piano. Una pequeña pantalla se iluminó, emitiendo un suave brillo que capturó la atención de Elias y María.
—¿Así que ya podemos usarlo? —preguntó Elias, emocionado.
Miguno asintió, y Elias, sin dudarlo, presionó una de las teclas. Un claro sonido resonó en la habitación, haciendo que ambos saltaran un poco de sorpresa.
—¡Guau! Es extraño, pero suena genial —dijo Elias mientras presionaba otra tecla con cuidado.
María también tocó algunas teclas, fascinada por cómo funcionaba.
—Se siente raro —comentó Elias, levantando una ceja.
—¿Por qué? —preguntó Miguno, intrigado.
—Bueno, es diferente. No tiene la misma textura ni resistencia que un piano normal. No puedo sentir la madera como antes —explicó Elias mientras seguía explorando el teclado.
—Sí, pero seguro te acostumbrarás pronto —dijo Miguno, con una sonrisa tranquilizadora. Luego notó a Jack parado cerca de la puerta—. ¡Oh, Jack! ¿Qué haces aquí?
María y Elias voltearon a verlo al mismo tiempo, y María le sonrió ampliamente.
—S-sí, vine porque… María me invitó —respondió Jack, ruborizándose al instante mientras miraba hacia otro lado.
Miguno dejó escapar una pequeña risa.
—Ahhh, ya entiendo… —comentó con tono pícaro, lo que solo hizo que Jack sintiera que su vergüenza aumentaba.
María se acercó a él, aún sonriendo.
—Qué bueno que viniste, Jack. Me alegra mucho verte aquí —dijo con sinceridad, mirándolo a los ojos.
El corazón de Jack latía con fuerza, y apenas pudo balbucear una respuesta.
—S-s-sí… —dijo, tartamudeando mientras desviaba la mirada, intentando calmarse.
María, con una sonrisa tranquilizadora, asintió y miró a los demás.
—Bien, ya podemos empezar —dijo con un tono tranquilo, preparándose para practicar.
El salón del club de música vibraba con una energía tranquila pero expectante. María había vuelto con Elias y conversaba animadamente con él mientras, Miguno se acercó a Jack, con una sonrisa traviesa en el rostro.
—Hey, Jack. ¿Cómo te ha ido? ¿Ya la invitaste? —preguntó en voz baja, inclinándose ligeramente hacia él.
Jack se sonrojó un poco, tratando de mantener la calma.
—Sí, pero… Elias ya sabe que me gusta su hermana —admitió en un susurro, desviando la mirada por la vergüenza—. Los invité a ambos para ver la estrella fugaz.
Miguno levantó una ceja, sorprendido.
—¿Entonces Elias ya lo sabe? ¿Y qué te dijo? —preguntó con curiosidad.
Jack, aunque todavía algo ruborizado, dejó escapar una pequeña sonrisa.
—Me deseó suerte y no se lo tomó tan mal.
Miguno dejó escapar una carcajada baja, dándole un par de palmadas en la espalda.
—¡Eso es genial! Me alegra que todo esté saliendo bien. Ahora sí, voy a prepararme. —Se alejó hacia su guitarra, todavía riendo, mientras Jack se sentaba en una silla cercana, observando el ir y venir de los demás.
La puerta del club se abrió de repente, llamando la atención de todos. Juno entró con su habitual energía, saludando con una sonrisa radiante.
—¡Hola! —dijo mientras agitaba la mano alegremente.
—¡Hola, Juno! —respondieron María y los demás la saludaron moviendo su mano.
Juno se acercó a María, visiblemente emocionada.
—María, hablé con Sanu, y me dijo que sí pueden practicar en el club de teatro —anunció, casi saltando de alegría.
María abrió los ojos con entusiasmo.
—¡Genial! Así podrán ensayar una coreografía —respondió, con una sonrisa que reflejaba su emoción.
Jack, desde su lugar, escuchaba la conversación con atención, aunque no esperaba que tuvieran que moverse a otro lugar.
—Por cierto, ¿no le molestará a Louis que practiquemos allí? —preguntó María con tranquilidad.
Jack sintió una punzada incómoda en el pecho al oír ese nombre.
—No, al parecer no vino hoy. Sanu dijo que se sentía mal o algo así y no dio aviso —respondió Juno, con un dejo de preocupación.
Jack sintió un alivio inmediato al saber que Louis no estaría presente. "Bien, no tendré que lidiar con eso por ahora", pensó. Sin embargo, otra parte de él se sentía incómoda con su propia reacción. "Otra vez estoy actuando así", reflexionó, sacudiendo ligeramente la cabeza para despejarse. "No, yo no soy así", concluyó, intentando relajarse.
—Bueno, entonces vayamos al club de teatro —dijo María animada, juntando las manos con entusiasmo. Luego se giró hacia Miguno—. ¿Vendrán con nosotros?
—Claro, ¿pero solo llevaremos el piano? —respondió Miguno amablemente mientras sus compañeros de banda asentían detrás de él.
—Sí, dijiste que era portátil, ¿no? —confirmó María.
—Lo es —afirmó Miguno.
—¡Perfecto! Elias lo cargará —dijo María, mirándolo con una sonrisa traviesa.
—¿Eh? ¿Solo porque soy más grande y fuerte? —protestó Elias, fingiendo indignación antes de soltar una carcajada.
Los demás rieron ante su actitud juguetona, y Miguno se acercó para ayudarlo.
—Vamos, déjame ayudarte a desarmarlo —dijo Miguno, comenzando a desmontar la base del piano con él.
Mientras tanto, Jack seguía sumido en sus pensamientos hasta que María se acercó y lo sacó de su ensimismamiento.
—Vamos, iremos al otro club. Allí tendré más espacio, y las chicas podrán practicar una coreografía —le explicó con una sonrisa brillante.
Jack parpadeó un par de veces antes de reaccionar.
—S-s-sí, claro. Vamos —respondió, levantándose de su asiento con un ligero rubor en las mejillas.
María sonrió y lo guió hacia donde estaban Elias y Miguno, quienes ya habían desarmado el piano. Elias lo cargaba con una manija integrada, mientras Miguno llevaba el cable de alimentación con cuidado con la base del piano en la otra mano.
El grupo salió del club y caminó hacia el club de drama, conversando alegremente mientras algunos estudiantes que pasaban cerca los miraban con curiosidad. Al llegar al área de los clubes, la atención sobre ellos aumentó, ya que el piano portátil y el pequeño grupo atrajeron la mirada intrigada de varios estudiantes.
Juno abrió la puerta, atrayendo de inmediato la atención de todos en la sala. Elias, María y los demás entraron detrás de ella.
—Ven, sígueme —dijo Juno, sonriéndole a Elias. Él asintió, siguiendo su paso mientras cargaba el piano. Miguno también los siguió, manteniendo un aire despreocupado. Mientras tanto, María se acercó a Sanu, quien estaba organizando algunas cosas cerca de la esquina.
—Hola, Sanu. ¿Estás seguro de que no hay problema si practico aquí? —preguntó María con amabilidad, saludándolo con una ligera inclinación de cabeza.
—Hola, María. No hay problema. De hecho, las demás chicas querían ver si podían practicar una coreografía con tu música —respondió Sanu con una sonrisa tranquila, irradiando amabilidad.
María le devolvió la sonrisa, más relajada.
—Bien, espero que les guste —dijo con sinceridad, agradeciéndole antes de caminar hacia donde estaban Juno, Elias y Miguno.
Desde lo alto, Legoshi observaba la escena. Vio a Elias instalando el piano, a María conversando animadamente y, de repente, notó a Jack entrando por la puerta. La curiosidad lo invadió. ¿Qué estará haciendo aquí? pensó mientras bajaba para acercarse. Con pasos ligeros, tocó el hombro de Jack, quien se giró para mirarlo.
—Uh, Legoshi, hola. ¿Qué pasa? —saludó Jack, algo sorprendido.
—Hey, Jack, ¿qué haces aquí? —preguntó Legoshi con curiosidad, observándolo detenidamente.
—María me… invitó —respondió Jack en voz baja, sonrojándose ligeramente.
Legoshi arqueó una ceja, intrigado, pero no tuvo oportunidad de continuar la conversación porque la melodiosa voz de María resonó en la sala. Estaba vocalizando para ajustar su tono antes de empezar, y todos se giraron para mirarla. Tenía los ojos cerrados, concentrándose profundamente.
—Bien, creo que ya podemos empezar —dijo finalmente, abriendo los ojos y mirando a todos con una ligera sonrisa nerviosa.
—Ah, lo siento si no les avisé —añadió, pasándose una mano por detrás de la cabeza, claramente apenada.
—Cuando tú digas, hermana —comentó Elias tranquilamente desde el piano.
Ella asintió, lanzando una mirada al grupo.
—Me da un poco de vergüenza, hace mucho que no lo hago —admitió con un suspiro.
—Tranquila, tómate tu tiempo —la animó Juno, sonriéndole de forma alentadora mientras permanecía al lado de Elias con Miguno.
—Sí, lo haré —respondió María, inhalando profundamente antes de dar la señal a Elias.
Elias comenzó a tocar una melodía alegre, cada nota resonando con una calidez envolvente. María cerró los ojos, permitiendo que la música la guiara. Su voz surgió suavemente, dulce e infantil, llenando el aire con una magia palpable. Su presencia irradiaba una energía que hizo que todos los que estaban en el club de drama quedaran cautivados.
Jack, entre el grupo, miraba a María con una fascinación evidente. Sus ojos estaban fijos en ella, casi hipnotizados por la manera en que su voz parecía acariciar el ambiente. Cuando María dejó de cantar por un momento, abrió los ojos y caminó directamente hacia él, su sonrisa suave iluminando su rostro.
Comenzó a cantar de nuevo, con un gesto travieso, colocó un dedo sobre los labios de Jack. Luego, retiró el dedo y, esta vez mirándolo fijamente. Sus movimientos eran ligeros y seguros, y con una suavidad que parecía natural, tomó su rostro entre sus manos. Continuó cantando, su voz impregnada de dulzura, y Jack simplemente la dejó guiarlo, atrapado en ese instante que parecía fuera del tiempo.
Los demás miraban en silencio sorprendidos. María bailaba alegremente, moviéndose con una gracia innata, mientras guiaba a Jack en una improvisada danza. En un momento, se inclinó hacia su oído y susurró algo en un idioma extraño, lleno de una calidez que le erizó la piel. Aunque Jack no entendía las palabras, sintió el mensaje en su corazón.
Cuando María regresó a cantar en el idioma que todos entendían, dio un paso atrás, girando sobre sí misma con una risa juguetona. Cada giro parecía estar lleno de una alegría pura e infantil. Su voz se modulaba con una naturalidad asombrosa, mezclando inocencia y pasión de una forma que dejó a todos boquiabiertos.
Finalmente, María tomó nuevamente la mano de Jack, ralentizando la danza mientras las últimas notas de la melodía de Elias llenaban el aire. Con unas ultimas silabas cantada de forma juguetona —la…la…la…la…. terminó su actuación.
Hubo un silencio lleno de asombro antes de que los miembros del club estallaran en aplausos.
—¡Fue increíble! —exclamó Juno, acercándose para abrazarla con entusiasmo.
Jack, aún con la mano de María en la suya, seguía mirándola, completamente embelesado, mientras ella sonreía tímidamente al grupo.
—Gracias por escucharme —dijo María suavemente, sus mejillas sonrojadas mientras se inclinaba en una ligera reverencia con Juno abrazándola.
Los demás se acercaron rápidamente a María, entusiasmados y sorprendidos, hablando animadamente con ella. Mientras tanto, Jack seguía tomado de su mano, completamente inmóvil y sin reaccionar, como perdido en otro mundo.
Legoshi y Miguno, al notar su estado, lo jalonearon suavemente hasta que logró soltar a María.
—¿Jack? —lo llamó Legoshi, inclinándose hacia él.
Jack no respondió.
—¿Me oyes, Jack? —preguntó Miguno, preocupado.
Pero Jack seguía igual, sin reaccionar del todo. Fue entonces cuando Elias se acercó, sonriendo despreocupado.
—Hey, Jack, ¿te estás divirtiendo? —dijo mientras le daba una palmada en la espalda.
Legoshi miró a Elias y luego a Miguno, algo incómodo.
—¿Ya saben? —murmuró en voz baja.
Elias alcanzó a escuchar la pregunta y, con una sonrisa cómplice, respondió:
—Sí, lo noté esta mañana.
Miguno volteó a mirar a Legoshi, claramente confundido.
—¿Tú ya lo sabías?
Legoshi asintió rápidamente, mientras ambos miraban a Elias.
—Tranquilos, no le diré nada —respondió Elias con tranquilidad antes de volver su atención a Jack. Lo sacudió ligeramente por los hombros, sonriendo divertido—. Relájate, vaya que sí te tiene atrapado.
Jack finalmente reaccionó, tartamudeando.
—S-s-sí...
Elias soltó una risa breve y le dio otra palmada en la espalda. Sin embargo, todos guardaron silencio de inmediato cuando María se acercó nuevamente, sonriendo con amabilidad.
—Lo siento, Jack. Agarré al primero que vi, ya que normalmente practico con Elias —dijo María, disculpándose con un tono sincero.
Jack reaccionó rápidamente, levantando las manos de forma torpe.
—N-n-n-no hay problema, solo que me tomó por sorpresa —respondió, nervioso y un poco sonrojado, mientras reía de manera incómoda.
María le dedicó una sonrisa tranquila antes de dirigir su atención hacia Elias.
—Hermano, ¿puedes tocar otras canciones? Las chicas quieren practicar para ver si podemos combinar las actividades del club de música y teatro para el festival. Ahora están hablando con Sanu, y me pidió que hablara con el líder del club de música —comentó, señalando con la mano hacia donde estaban los demás miembros del club de drama.
Elias asintió sin decir nada más y comenzó a caminar hacia el grupo, dejando a María con Legoshi, Miguno y Jack.
—Ah, sí, ese sería yo y mis compañeros de banda. Déjenme ir a avisarles —dijo Miguno, separándose del grupo para reunirse con los integrantes del club de música.
María, ahora más relajada, sonrió alegremente y volvió su mirada hacia Jack y Legoshi.
—Díganme, ¿qué les pareció mi canción? —preguntó con curiosidad, inclinando ligeramente la cabeza.
Legoshi se llevó una mano al mentón, reflexionando por un momento antes de responder.
—Mmh, bueno, suena muy alegre y empalagosa. Aparte de eso... ¿cómo hiciste esa voz de niño pequeño? Es impresionante —dijo con honestidad, admirando su habilidad.
Jack, por su parte, sentía un nudo en el estómago. Sus pensamientos eran un caos. "¡¿Qué le digo?!" Se preguntaba con desesperación, mientras notaba que María lo miraba expectante.
—F-f-fue increíble —logró decir finalmente, con las mejillas encendidas y el tono nervioso, tratando de evitar su intensa mirada.
María le sonrió ampliamente, su entusiasmo evidente.
—¡Bien! Me alegra que les haya gustado —respondió, animada.
Tras una breve pausa, María suspiró y sonrió con suavidad.
—Bueno, será mejor que vuelva con los demás. El festival está cerca, y hay mucho que hacer —añadió antes de despedirse con un gesto de la mano y caminar hacia Elias y el resto del grupo.
Jack y Legoshi se quedaron allí, observándola mientras se alejaba. El ambiente entre ambos era tranquilo, aunque Jack no podía evitar sentir que su corazón aún latía con fuerza.
Legoshi miró a Jack con una leve sonrisa.
—Sí que tienes suerte —dijo, su tono tranquilo pero amigable.
Jack lo miró, algo confundido.
—¿Por qué dices eso? —preguntó, calmándose un poco tras la interacción con María.
—Bueno... Elias no se molestó, y a María parece que le agrada tu presencia —respondió Legoshi con naturalidad.
Jack sonrió ligeramente, aunque un atisbo de inseguridad apareció en su rostro.
—Sí, lo sé, pero aun así creo que lo tendré un poco difícil.
Legoshi lo observó, notando su desánimo.
—Vamos, estoy seguro de que todo saldrá bien —dijo, tratando de animarlo.
Jack le devolvió una sonrisa más sincera esta vez.
—Eres un buen amigo, Legoshi. Gracias.
—No hay problema. Bien, creo que será mejor que me una a los demás para ver qué están planeando —dijo Legoshi antes de caminar hacia donde estaban Sanu y el resto, dejando a Jack solo.
Jack se quedó atrás, observando cómo todos conversaban y reían entre sí. Suspiró profundamente, perdido en sus pensamientos sobre cómo podría confesarle a María lo que sentía y si ella lo aceptaría.
El día del festival llegó rápidamente. Por la tarde, la plaza estaba abarrotada de estudiantes y visitantes. Los pasos sobre la tierra y las conversaciones llenaban el ambiente, mientras algunos puestos atendían a los clientes con entusiasmo.
Haru estaba sentada en su pequeño puesto de flores, con la barbilla apoyada en las manos, observando cómo la gente pasaba frente a ella sin detenerse.
—Mhhh, parece que nadie quiere flores —murmuró para sí misma, mirando las flores ordenadas con esmero.
De repente, una voz familiar rompió su ensimismamiento.
—¿Cómo estás? —preguntó Legoshi mientras se inclinaba para quedar a su altura.
Haru giró rápidamente, sorprendida, pero al reconocerlo, una leve sonrisa apareció en su rostro.
—Bien, ¿y tú? —respondió con calma.
—Igual... —contestó Legoshi. El silencio que siguió fue algo incómodo, como si ambos buscaran las palabras adecuadas para continuar. Finalmente, Haru habló, rompiendo la tensión.
—Sé que no hemos hablado desde... bueno, desde lo que sucedió aquella noche —dijo, mirando a Legoshi con una mezcla de seriedad y nostalgia.
Legoshi bajó ligeramente la mirada, incómodo pero decidido a escucharla.
—En especial, por lo que me dijiste. ¿Realmente sientes eso por mí o solo me ves como tu...? —Haru no pudo terminar, ya que Legoshi la interrumpió, hablándole con firmeza.
—Sí, es verdad lo que te dije ese día. Yo realmente te amo, Haru. Sé que es algo difícil porque somos diferentes, pero quiero estar contigo, sin importar las dificultades —declaró con convicción, sus ojos reflejando sinceridad.
Haru lo observó en silencio por unos instantes, evaluando sus palabras. Finalmente, habló nuevamente, con voz tranquila pero directa.
—¿Estás seguro de que quieres esto? A pesar del riesgo... ya sabes, si algún día me devoras. O de cómo nos verán los demás, siendo un carnívoro y una herbívora juntos —preguntó con seriedad.
Legoshi respiró hondo, sintiendo el peso de sus palabras, pero su determinación no vaciló.
—Sí, Haru. Lo sé. Pero no me importa lo que piensen los demás. Quiero estar contigo. Haré todo lo posible y me volveré más fuerte, por ti —afirmó, su voz cargada de emoción.
Haru lo miró sorprendida por un momento, antes de reír suavemente, dejando a Legoshi desconcertado.
—Eres un tonto... —dijo con una sonrisa, aunque en su mirada había una calidez que no podía ocultar—. Pero supongo que no puedo evitarlo. Espero que puedas cumplir tu promesa.
Legoshi, ahora aliviado y emocionado, asintió con energía, mientras su cola comenzaba a moverse de alegría.
—Lo haré, Haru. Te lo prometo.
En ese instante, el bullicio del festival se desvaneció para ellos, como si el tiempo se detuviera. Por primera vez en mucho tiempo, ambos compartieron una conexión sincera, dejando atrás los miedos y las dudas que los habían mantenido distantes.
Haru le sonreía suavemente, manteniendo la conversación relajada.
—Dime, ¿cómo les va con los preparativos para el evento? —preguntó con calma, apoyándose en el borde del puesto.
—Bien. Elias y los demás están colocando el piano que trajo el dueño de la tienda de música, y las chicas se están alistando para el evento. Solo hay que esperar a que baje un poco el sol, y podremos comenzar —respondió Legoshi con tranquilidad.
Haru asintió, su mirada curiosa paseándose por la multitud que llenaba la plaza.
—Pero veo más gente de lo normal... ¿Será por el evento del club de drama? —preguntó, intrigada.
—No lo sé, tal vez. Aunque creo que muchos están aquí por Elias y María. Nunca han visto a un humano en persona, y eso les causa curiosidad —respondió Legoshi mientras miraba hacia las personas que pasaban frente a ellos.
Haru reflexionó por un momento antes de hablar nuevamente.
—Sí, creo que tienes razón. Aun así, es impresionante cuántos vinieron solo para verlos —comentó, observando a la multitud.
Legoshi siguió su mirada, viendo a las personas moverse entre los puestos y charlar entre sí.
—Sí, supongo —dijo tranquilamente.
Ambos continuaron platicando mientras la plaza se llenaba de más vida con cada minuto que pasaba.
Por otro lado, Jack caminaba entre la multitud acompañado de Collot, Voss y Durham. Los cuatro iban comentando sobre el ambiente animado.
—Increíble, vinieron muchos —dijo Durham mientras miraba a su alrededor.
—Sí, es por Elias y María. Muchos solo vinieron a verlos por curiosidad —respondió Jack, observando a las personas que llenaban la plaza.
Collot, con una sonrisa astuta, decidió cambiar de tema.
—Oye, Jack, por cierto, dijiste que invitaste a María a ver la estrella fugaz de la que hablaste, ¿no? —preguntó, llamando la atención de todos los presentes.
Jack notó cómo las miradas de sus amigos se posaban en él, haciéndolo detenerse.
—Sí, ¿por qué? —preguntó, algo confundido.
Los tres se quedaron en silencio por un momento antes de que Collot hablara con una sonrisa traviesa.
—Bueno... te dejaremos a solas con ella —respondió Collot mientras los demás comenzaban a sonreír.
Jack sintió cómo el nerviosismo se apoderaba de él de inmediato.
—¡E-e-esperen! ¿Por qué? —preguntó, claramente alterado.
Collot le dio una palmada en el hombro.
—¿Recuerdas que dijiste que Elias ya sabía?
Jack asintió lentamente, sin entender aún el punto.
—Bueno, fue idea suya. Quiere que tengas una oportunidad —añadió Collot con tono despreocupado.
Jack no podía creerlo. La vergüenza y la preocupación lo invadieron de golpe. Sus amigos, sin embargo, solo parecían disfrutar de su reacción.
—Vamos, todo saldrá bien —dijo Durham, intentando animarlo mientras le daba un empujón amistoso.
Jack respiró hondo y asintio, intentando tranquilizarse un poco, aunque la idea de estar a solas con María lo ponía extremadamente nervioso.
Pasaron unas horas hasta que el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos anaranjados y púrpuras. La multitud, ansiosa por el evento, se movió en dirección al escenario principal.
—¡Hey! ¡El evento de la escuela Cherryton ya va a empezar! —gritó alguien entre la multitud, provocando que las conversaciones se apagaran poco a poco mientras todos se concentraban en el escenario.
Jack y sus amigos lograron ubicarse casi al frente, mezclándose con la multitud expectante. El escenario estaba iluminado, destacando un piano en una de esquina y un micrófono en medio.
Un murmullo se extendió cuando Elias apareció primero en escena. Vestía un chaleco negro sin mangas sobre una camisa blanca con las mangas dobladas hasta los codos, una corbata oscura, pantalones negros perfectamente planchados y zapatos que brillaban bajo las luces. Sus guantes negros completaban el atuendo, dándole una apariencia elegante y profesional. Se detuvo en el centro del escenario y saludó con una reverencia impecable, mostrando una expresión seria que captó la atención de todos.
Los murmullos aumentaron.
"¡Mira eso, parece un profesional!"
"Es increíble, nunca pensé que un humano pudiera tener tanta presencia."
Jack y sus amigos observaban asombrados mientras Elias caminaba hacia el piano y se sentaba con calma, esperando a los demás.
Poco después, las chicas comenzaron a subir al escenario, encabezadas por Juno, quien llevaba un vestido rojo con un escote elegante. Su maquillaje, también en tonos rojos, resaltaba su belleza, y las decoraciones en su rostro añadían un toque distintivo. Los murmullos se transformaron en exclamaciones de admiración.
"¡Juno está espectacular!"
"Ese vestido le queda perfecto."
Sin embargo, Jack apenas le prestó atención. Su mirada se centró en María, quien apareció detrás de Juno. Llevaba un vestido blanco con volantes que se ajustaba delicadamente a su figura. Su escote era sutil, pero suficiente para llamar la atención. Su rostro, sin maquillaje, tenía una belleza natural que contrastaba con su cabello largo, peinado con una tiara de flores que parecía realzar aún más su encanto.
El público quedó en silencio por un momento antes de comenzar a susurrar.
"Es increíblemente hermosa."
"¿De verdad es uno de esos demonios de la isla?"
Jack pudo escuchar algunos comentarios que le provocaron un nudo en el estómago.
"Si no fuera un demonio, definitivamente saldría con ella."
"Sí, qué desperdicio, ¿verdad?"
Un leve ceño fruncido apareció en el rostro de Jack, aunque hizo un esfuerzo por controlarse. Sentía una mezcla de celos y molestia por lo que decían sobre María, pero no quería que sus emociones fueran evidentes. Respiró hondo y mantuvo su atención fija en ella, quien parecía al margen de los comentarios, concentrada en lo que tenía que hacer.
El escenario estaba listo, y todos esperaban con ansias el comienzo del espectáculo, mientras Jack se preguntaba si tendría el valor de hablar con María después de todo esto.
María dirigió una mirada a Juno, quien le asintió con una sonrisa tranquila. Luego, María volteó hacia Elias, haciéndole una pequeña señal con la mano. Elias entendió inmediatamente, acomodó sus manos sobre las teclas del piano y comenzó a tocar. La melodía suave y envolvente llenó el aire, y al poco tiempo, María comenzó a cantar.
Juno y las otras chicas la acompañaron como coro en momentos clave, bailando en sincronía con la música. El público estaba hipnotizado. La voz de María, dulce y poderosa, parecía resonar en los corazones de todos los presentes. Jack, sin embargo, apenas notaba el resto del escenario; solo podía concentrarse en la voz de María, como si todo lo demás se desvaneciera a su alrededor.
El espectáculo continuó, y con el paso del tiempo, el cielo se oscureció por completo. Al final del número, Elias, claramente fatigado, tocó las últimas notas del piano con una delicadeza que dejó a todos sin aliento. Un aplauso atronador llenó la plaza, acompañado de exclamaciones de admiración:
"¡Tiene una voz increíble!"
"¡Su voz es hermosa!"
"¡Me encantó esta presentación!"
María y Juno agradecieron al público con reverencias elegantes, mientras Elias se levantaba del piano y se dirigía hacia un lado del escenario. Jack observó cómo Miguno le entregaba una guitarra a Elias, quien la tomó y se colocó la correa con calma. La expectativa creció entre los asistentes mientras lo veían caminar de regreso al centro del escenario.
María se giró hacia él, y Elias le dijo algo en voz baja. Ella asintió, sonrió y le entregó el micrófono. Elias lo sostuvo con firmeza y se dirigió al público.
—Hola a todos... —dijo con un tono sereno—. Antes de que termine el evento, me gustaría tocar una última canción. Espero que les guste.
La multitud guardó silencio, intrigada por lo que estaba a punto de suceder. Elias comenzó a tocar la guitarra, y las notas llenaron el aire con una calidez que parecía envolver a todos. La melodía era suave, nostálgica y alegre, pero también transmitía una sensación inexplicable de melancolía.
María, al reconocer la canción, se acercó y se recargó suavemente en el hombro de Elias. Cerraron los ojos al unísono mientras comenzaban a cantar juntos. Sus voces se entrelazaron de manera perfecta, transmitiendo una emoción profunda que parecía tocar las almas de quienes escuchaban.
La canción tenía un efecto inesperado en el público. Aunque la melodía era alegre, había algo profundamente conmovedor en las palabras y en la manera en que Elias y María cantaban. Jack sintió algo húmedo recorrer su rostro y, al pasar su mano por sus ojos, notó que eran lágrimas. Miró a sus amigos y vio que ellos también lloraban, aunque intentaban ocultarlo.
—¿Por qué… estoy llorando? —murmuró Jack, limpiándose las lágrimas mientras miraba fijamente al escenario.
No era el único. Muchas personas en el público intentaban contenerse, pero las lágrimas fluían sin control, movidas por una mezcla de emociones que no podían explicar.
Elias y María cantaron las últimas palabras mientras la guitarra de Elias disminuía gradualmente el ritmo, hasta que la melodía se apagó por completo.
Los dos abrieron los ojos lentamente, observando con sorpresa cómo todos en el público sollozaban, con lágrimas corriendo por sus rostros. María miró a Elias con confusión antes de voltear hacia Juno, que estaba sentada en el escenario intentando, sin éxito, secarse las lágrimas.
—¿¡Juno, estás bien!? —preguntó María, preocupada, acercándose rápidamente a ella.
—Sí, pero… ¿por qué estoy llorando? —respondió Juno con la voz entrecortada, frotándose los ojos sin conseguir detener el llanto.
María se arrodilló frente a ella y le tomó las manos, intentando consolarla. Elias, desde su posición, miraba cómo el público seguía llorando, igual de afectado por la canción. Luego su mirada se detuvo en María, quien ayudaba a Juno a ponerse de pie con cuidado.
—No llores, Juno. Es solo una canción —dijo María, aunque en el fondo también se sentía culpable por provocar esas emociones.
Se giró hacia Elias, acercándose con el ceño ligeramente fruncido mientras llevaba a Juno consigo.
—Hermano, ¡hiciste llorar a todos! —dijo María, con un tono a medio camino entre el reproche y la incredulidad.
Elias soltó un suspiro, encogiéndose de hombros.
—¿Y cómo iba a saber que eso pasaría? —respondió con honestidad, mirando de reojo a la multitud.
Antes de que María pudiera replicar, Juno habló, interrumpiendo su conversación.
—No, está bien, María… Su canción… es hermosa —dijo Juno entre sollozos, apretando los puños para intentar contenerse. Su voz temblaba mientras continuaba—. Elias no tiene la culpa. Ustedes dos son un regalo.
Con lágrimas aún cayendo por sus mejillas, Juno abrazó a ambos. María y Elias intercambiaron miradas sorprendidas, pero finalmente correspondieron al abrazo con suavidad.
Abajo del escenario, las emociones seguían siendo intensas. Durham intentaba mantener una fachada dura, pero fallaba miserablemente.
—Es solo… basura en mis ojos —murmuró mientras se frotaba con insistencia, aunque las lágrimas seguían fluyendo.
—No lo sé… Pero no puedo dejar de llorar —admitió Collot, pasando las manos por sus ojos mientras su voz temblaba.
Voss permanecía en silencio, frotándose los ojos contra el hombro de Collot, incapaz de articular palabras. Mientras tanto, Jack, que había estado inmerso en sus propios sentimientos, experimentaba lo que era llorar de verdad por primera vez.
"Con que así se siente llorar" —pensó Jack, intentando sonreír a pesar de las lágrimas que seguían corriendo por sus mejillas. Pasó sus manos por los ojos una y otra vez, sin poder detener el flujo.
Mientras la multitud intentaba recomponerse, las voces de algunos se alzaron en susurros entre los sollozos.
"Si son demonios de esa isla… ¿por qué estoy llorando?"
"Sus voces… me hicieron llorar."
"No son demonios realmente."
"Son ángeles…"
Jack escuchaba esos comentarios vagamente, igual que los demás.
Legoshi avanzaba entre la multitud con el corazón acelerado. Sus lágrimas seguían cayendo, pero las ignoraba mientras sus ojos buscaban desesperadamente a Haru. El recuerdo del último incidente en el que ella había desaparecido lo llenaba de ansiedad.
—¿¡Dónde está Haru!? —pensó, apretando los dientes mientras miraba a su alrededor.
De repente, la vio. Haru estaba de pie cerca del borde de la plaza, tratando de secarse las lágrimas con las manos temblorosas. Sin pensarlo dos veces, Legoshi se apresuró hacia ella, abriéndose paso entre la gente lo más rápido que podía.
—¡Haru! ¡Haru! —gritó, llamándola una y otra vez hasta que estuvo lo suficientemente cerca.
Se detuvo frente a ella y se inclinó ligeramente, secándose las propias lágrimas antes de mirarla directamente.
—Har… —intentó hablar, pero fue interrumpido por la voz de Juno resonando desde el escenario.
—Hola a todos… —comenzó Juno, con una serenidad recién recuperada tras su emoción inicial—. Sé que muchos están conmovidos por la canción de ellos dos, pero quiero tomar un momento para reconocer a alguien más, alguien que también merece nuestra admiración.
Las palabras de Juno llamaron la atención de la multitud. Incluso Haru levantó la mirada, y Legoshi sintió cómo una extraña tensión comenzaba a formarse a su alrededor.
—Él es un lobo macho que ha demostrado un coraje extraordinario —continuó Juno, señalándolo con la mano mientras las luces del escenario giraban para iluminar a Legoshi.
La multitud se apartó a su alrededor, dejando a Legoshi expuesto bajo la luz. Haru también dio un paso atrás, mirándolo con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¡Siguió el rastro de aquellos que habían desaparecido y arriesgó su vida para salvarlos! —exclamó Juno, su voz llena de admiración.
Legoshi sentía las miradas de todos clavadas en él, como si la plaza entera hubiera quedado en silencio para observarlo. Su mente daba vueltas, confusa por la situación, mientras su cuerpo permanecía inmóvil.
—Su acto de valentía fue increíble para un carnívoro —añadió Juno con una leve sonrisa—. Ven, Legoshi, sube al escenario.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió una mano firme tirando de él. Era Tao, quien lo empujaba suavemente hacia el escenario mientras las personas se apartaban para hacerles espacio. Sin más opción, Legoshi subió los escalones hasta quedar frente a Juno, todavía sin comprender del todo lo que estaba pasando.
—J-Juno… ¿Qué es esto? —preguntó en voz baja, evitando las miradas del público.
Juno sonrió y tomó su mano, levantándola ligeramente mientras se dirigía al público.
—Él salvó a dos humanos y a una herbívora de nuestra escuela, arriesgando su vida sin importar lo peligroso que fuera. Que un carnívoro quiera salvar a aquellos que llamamos demonios es una muestra de la compasión más pura. Es algo natural, algo que todos deberíamos recordar, sin importar el miedo que sintamos.
Mientras Juno hablaba, Legoshi recordó los eventos de aquel día, reviviendo las tensiones, los temores y el impulso que lo llevó a actuar. Elias y María, desde su lugar, lo observaban en silencio, conscientes de que Legoshi no les había contado todo lo que había sucedido. Aun así, continuaron escuchando, atrapados por la intensidad del momento.
El discurso de Juno culminó con un estruendoso aplauso del público. Ella dejó el micrófono en su soporte y, con una sonrisa, bajó del escenario, arrastrando a Legoshi con ella hacia el meteorito que se encontraba en el centro de la plaza.
Ahora, María y Elias quedaron solos frente a todos. La mirada de María se cruzó con la de su hermano, y sin titubear, tomó la iniciativa para hablar.
—Espero que les haya gustado, fue un gusto venir aquí —dijo María con una sonrisa amplia, inclinándose ligeramente hacia la audiencia. Luego volteó hacia Elias, dándole una mirada cómplice para que también hablara.
Elias suspiró antes de dar un paso al frente.
—Sí, espero que el evento haya sido de su agrado, y me disculpo por lo que sucedió. Gracias a todos por venir —dijo con calma, su tono seguro mientras miraba a la multitud.
Los aplausos resonaron nuevamente, y tanto María como Elias saludaron agradecidos mientras bajaban del escenario. Caminando hacia un costado, se encontraron con Miguno, quien los esperaba cerca.
Elias se quitó la guitarra del hombro y se la pasó a Miguno con un gesto relajado.
—Toma —dijo, entregándosela.
Miguno tomó la guitarra y comenzó a guardarla en su estuche mientras Elias ayudaba a María a bajar del escenario.
—¡Su canción fue increíble, ustedes dos son increíbles! —exclamó Aime, acercándose con lágrimas aún visibles en sus ojos.
María y Elias voltearon hacia él, sorprendidos por su entusiasmo.
—¡Sí, Elias, María! —añadió Miguno, sonriendo ampliamente, mientras los demás compañeros del club de música asintieron emocionados, algunos aún frotándose los ojos.
—Gracias, señor Aime —respondió María, sonriéndole cálidamente.
—Sí, aunque no esperábamos que les afectara tanto —añadió Elias, devolviéndoles la sonrisa.
—Quisiera poder escuchar más de su música, realmente son únicos —dijo Aime, controlando sus emociones mientras hablaba con sinceridad.
María y Elias intercambiaron una mirada de vergüenza, sintiendo que los elogios los sobrepasaban.
—Tal vez algún día —respondió María, pasándose la mano por detrás de la cabeza para calmar su nerviosismo.
—Sí, señor Aime, queremos agradecerle por todo lo que hizo por nosotros —añadió Elias, con una sonrisa sincera.
Ambos dijeron al unísono:
—Gracias.
Aime les devolvió la sonrisa.
—No tienen que agradecerme. En cambio, si alguna vez necesitan ayuda con algo, solo díganmelo —respondió amablemente.
María y Elias asintieron al unísono, agradecidos.
—Bien, chicos, los dejo. Tengo trabajo que hacer, hay que llevarse el piano —dijo Aime, comenzando a retirarse.
Antes de que se alejara demasiado, Elias dio un paso adelante para detenerlo.
—Espere, ¿no quiere que le ayude? Después de todo, usted lo trajo para que lo usáramos —ofreció Elias.
—Claro, ven —respondió Aime con tranquilidad, aceptando la ayuda.
Miguno y los demás miembros del club de música se unieron a Aime mientras se dirigían a recoger el piano, dejando a María sola.
—Bien, será mejor que vea cómo están los demás —murmuró María para sí misma.
Caminó hacia la parte frontal del escenario, donde notó que la multitud comenzaba a dispersarse. Algunas personas rodeaban el meteorito, encendiendo velas y murmurando en voz baja. Otros se cruzaban con María y la saludaban amablemente; ella devolvía los gestos con una sonrisa cálida.
Mientras avanzaba, divisó a Jack sentado en una banca junto con los demás. María se acercó lentamente, asegurándose de que no la vieran ni la escucharan mientras observaba la escena desde una distancia prudente.
María se coló sigilosamente por detrás del grupo, intentando sorprenderlos. Se acercó lentamente, cuidando que sus pasos no delataran su presencia. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a escuchar su conversación.
—¿Entonces le dirás? —preguntó Durham con un tono inquisitivo.
María se detuvo, intrigada por lo que decían.
—No lo sé —respondió Jack con inseguridad.
—Vamos, seguro que te está esperando —añadió Collot con una sonrisa animada.
—Ahora siento que Mari...
Antes de que Jack pudiera terminar su frase, María saltó hacia adelante y abrazó a Jack por detrás.
—¡Bú! —exclamó con una sonrisa juguetona, logrando asustar a todos.
—¡María! ¡N-n-n-no sabía que estabas aquí! —tartamudeó Jack, visiblemente sorprendido y nervioso.
María sonrió divertida mientras mantenía el abrazo. Jack, por su parte, notó lo ligera que era la ropa de María, aún con el vestido que había usado en el escenario, lo que hizo que su rostro se pusiera completamente rojo mientras intentaba no mirarla directamente.
—¡Lo siento por asustarlos! No pude resistirme —se disculpó María entre risas, aunque no soltó a Jack.
—S-s-sí, no hay problema —respondió Jack con nerviosismo, consciente de que María podría haber escuchado parte de su conversación. Los demás se sentían igual de incómodos, aunque intentaban disimularlo.
—¿Desde cuándo estabas ahí atrás? —preguntó Jack, sonrojado y tratando de controlar sus nervios.
—Acabo de llegar. Solo quería sorprenderlos —respondió María con una pequeña risa, lo que alivió un poco a los chicos al pensar que no los había escuchado.
—¿Les gustaron las canciones? —preguntó María animadamente, cambiando el tema.
—¡Sí! —respondieron todos al unísono, excepto Jack.
María notó su silencio y lo miró con curiosidad.
—¿Y tú, Jack? —preguntó, inclinándose un poco hacia él para captar su atención.
Jack bajó la mirada, pero después de un momento, respondió con honestidad.
—Bueno… es la primera vez que siento que lloro de verdad. Fue extraño, pero al mismo tiempo reconfortante. Sus voces… son muy agradables —dijo, algo tímido pero sincero.
María le sonrió con calidez al escuchar sus palabras, lo que hizo que las mejillas de Jack se enrojecieran nuevamente.
—Gracias, me alegra que les hayan gustado —respondió María con una sonrisa radiante, notando cómo Jack se relajaba ligeramente al verla.
Después de un momento de silencio, María cambió de tema.
—Bien, ¿iremos a ver la estrella de la que hablabas? —preguntó con tranquilidad, aunque sus ojos brillaban de emoción.
Jack, al recordar que probablemente lo dejarían solo con ella, sintió que su nerviosismo regresaba de golpe.
—S-s-sí, solo hay que esperar a los demás —respondió con una risa nerviosa, intentando no delatar su agitación.
María finalmente soltó a Jack y se dio la vuelta alrededor de la banca para ponerse frente al grupo. Ahora, Jack y los demás podían verla completamente. Su vestido resaltaba bajo la tenue iluminación de la plaza, lo que hacía que Jack desviara la mirada con algo de vergüenza, aunque no podía evitar mirarla de reojo. María, notando la incomodidad de Jack, solo sonrió de forma ligera antes de hablar.
—Bien, esperemos un poco. Mi hermano está con Miguno ayudando a Aime —dijo con tranquilidad.
Jack intentó concentrarse en otra cosa, pero sus pensamientos seguían divagando al recordar la cercanía de María momentos antes. Ella, en cambio, continuó charlando animadamente con los demás mientras esperaban.
Poco después, vieron llegar a Elías con la guitarra acompañado de Miguno. Ambos parecían cansados, especialmente Miguno, quien tenía los hombros algo caídos.
—¿Cómo les fue? —preguntó María al notar su aspecto.
—Bien, ya lo subimos entre todos —respondió Elías con calma, quitándose un poco de polvo de las manos.
María sonrió aliviada.
—Perfecto, entonces ya podemos irnos —añadió mientras miraba a su hermano.
De pronto, notó algo extraño en el grupo.
—¿Dónde está Legoshi? —preguntó Elías al no verlo entre ellos.
Los chicos se miraron unos a otros, confusos.
—No lo hemos visto —respondió Jack, algo desconcertado.
—Yo lo vi irse por allá —dijo Miguno, señalando con un gesto hacia unas escaleras al otro extremo de la plaza, aún recuperándose del esfuerzo.
—¿Lo esperamos? —preguntó Elías, mirando a los demás.
Antes de que alguien pudiera responder, Legoshi apareció a lo lejos, caminando hacia ellos con su habitual expresión tranquila.
—Ah, bien, supongo que no tendremos que esperar mucho —comentó Jack con un pequeño suspiro de alivio al verlo regresar.
Elías giró hacia María, observándola todavía con su vestido del evento.
—Oye, hermana, ¿no vas a recoger tus cosas? —preguntó con una leve sonrisa.
María se quedó en blanco por un momento antes de recordar que había dejado sus pertenencias en la carpa al lado del escenario.
—¡Ah, es cierto! Se me olvidó por completo —exclamó mientras se levantaba apresuradamente de la banca.
—Ahorita vuelvo —añadió, comenzando a correr hacia la carpa.
Jack y los demás no pudieron evitar reírse al verla salir corriendo con una mezcla de prisa y despreocupación.
Legoshi se acercó caminando con su calma característica.
—Hola, ya estoy aquí. Estaba en algunas cosas —dijo vagamente, pero tanto Jack como Elías sabían perfectamente a dónde había ido.
Legoshi miró hacia Elías, con una expresión algo distinta a la habitual.
—Hey, su música… fue increíble. No sabía que algo así podía hacerme sentir de esa manera —comentó con tranquilidad.
Elías sonrió con sinceridad.
—Me alegra que les gustara, pero no esperaba que tuviera ese efecto en ustedes —respondió con modestia.
Elías volteó hacia Jack con una sonrisa más significativa.
—Bien, Jack, supongo que los chicos ya te dijeron, ¿verdad? —preguntó, y Jack asintió nervioso, manteniéndose en silencio.
—¡Perfecto! Entonces, te deseo mucha suerte —añadió con ánimo, dándole un pequeño golpe amistoso en el hombro.
Legoshi los observó, algo confundido.
—¿De qué están hablando? —preguntó mientras los miraba.
Elías se inclinó y le susurró algo al oído.
—Ah, ya veo —murmuró Legoshi, ahora comprendiendo.
—Entonces, creo que estamos listos —dijo Elías con tranquilidad.
Jack, aún algo inquieto, miró a Elías con curiosidad.
—Oye, Elías, ¿realmente no te molesta? ¿Por qué me ayudas? —preguntó inseguro, atrayendo la atención de todos.
Elías lo miró con una expresión serena.
—Bueno… mi hermana siempre ha sido un poco solitaria. La mayoría de los que intentan acercarse a ella terminan con el corazón roto. —Jack sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras.
—Pero tú… tú eres diferente. Eres el primero que logra acercarse tanto. Por eso, te deseo suerte. Mientras ella sea feliz, yo también lo seré —añadió con una sonrisa honesta.
Jack sintió algo de alivio, aunque su nerviosismo no desapareció del todo.
—Además, creo que eres alguien agradable, así que no tengas miedo. No muerde —agregó Elías en tono bromista, soltando una leve risa.
El comentario final dejó a los demás algo confundidos, pero Jack logró sonreír tímidamente.
—Gracias… lo intentaré —respondió, intentando calmarse.
En ese momento, María regresó con sus pertenencias, aún vistiendo el llamativo vestido.
—¿No te cambiaste? —preguntó Elías al verla.
—Sanu me dejó llevármelo. Dijo que no había problema y que podía devolverlo al club mañana. Además, quitármelo con tanta gente alrededor habría sido muy complicado —respondió María con naturalidad.
Elías asintió, aceptando su explicación, mientras los demás no podían evitar notar la inquietud de Jack.
—Bien, entonces vamos —dijo Elías con entusiasmo.
María asintió, y el grupo se levantó de la banca. Jack sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras caminaban juntos hacia la estación para regresar a la academia.
Una vez allí, el edificio principal estaba completamente oscuro. Caminaron en silencio por los pasillos vacíos hasta llegar a las escaleras que conducían a la azotea. Subieron hasta el cartel de la academia, donde María y Elías pudieron disfrutar de una vista impresionante.
Cuando María y Elías llegaron, se detuvieron a admirar la vista.
—¡Increíble! Mira, puedo ver la plaza a la que fuimos el primer día —dijo María fascinada, con una sonrisa amplia.
—Sí, todo se ve tan pequeño… como si fueran hormigas —añadió Elías, disfrutando la vista mientras la brisa nocturna soplaba suavemente.
Jack y los demás los observaban desde el descanso debajo del letrero en el borde, sentados en silencio mientras disfrutaban de la tranquilidad del momento.
Elías y María caminaron juntos hasta el letrero, dejando que el ambiente nocturno los envolviera con su calma. Jack ya estaba sentado en el extremo derecho, mirando hacia el cielo como si buscara algo que le ayudara a calmar sus pensamientos. María tomó asiento a su lado, mientras Elías se acomodó junto a su hermana. Los tres quedaron frente al cielo estrellado, pero mientras María y Elías observaban las estrellas con tranquilidad, los demás chicos no perdían de vista a Jack.
Jack, notando las miradas de los otros, volteó hacia ellos solo para ver cómo le hacían señas antes de escabullirse silenciosamente, dejando claro que lo estaban dejando solo con María. El corazón de Jack comenzó a latir con fuerza mientras trataba de mantener la calma, pero cualquier intento de serenidad se desmoronó cuando la voz de María interrumpió sus pensamientos.
—Se ven como en casa, pero un poco más opacas —dijo ella, sin apartar la vista de las estrellas.
Elías asintió, dándole la razón a su hermana mientras miraba al cielo también.
—Sí, supongo que es por las luces de la ciudad. En casa no hay tantas. —Elías bajó la mirada, evitando que Jack lo viera sonreír disimuladamente antes de continuar con su plan.
María, notando el nerviosismo de Jack, miró a su alrededor.
—¿Y los demás? —preguntó, sin sospechar nada.
Jack tragó saliva, intentando pensar en una respuesta, pero fue Elías quien tomó la palabra.
—Creo que fueron al baño. De hecho… creo que yo también necesito ir. Ya no aguanto —dijo mientras se ponía de pie.
—Sí, supongo que sí. Todo el día ahí dando vueltas, no me extraña —comentó María, volviendo a mirar al cielo. Después de todo, no parecía importarles.
—Pero no te tardes, o te lo perderás —añadió con tranquilidad.
—No, vuelvo en un momento —respondió Elías, y sin más, se alejó hacia la puerta, dejando a Jack y María solos.
Jack sintió como si su pecho fuera un torbellino de emociones. "¿Qué hago? ¿Qué le digo?" pensaba mientras trataba de controlar su respiración. Entonces, María rompió el silencio.
—Oye, Jack, ¿sabes por dónde pasará? —preguntó María, girando ligeramente hacia él.
—¿Q-qué? Ah, sí… por ahí —respondió Jack señalando nerviosamente en cualquier dirección.
María sonrió, divertida por su respuesta.
—¿Eh? De ese lado… —dijo mirando hacia donde él había señalado.
El silencio volvió a envolverlos, y aunque era una pausa tranquila, Jack sentía cómo el nerviosismo lo consumía. Hasta que María volvió a hablar.
—Oye, Jack, ¿te gustan las estrellas? —preguntó mientras se quitaba con cuidado una tiara de flores, dejando que su cabello se soltara y se moviera con el viento.
Jack sintió un nudo en la garganta, pero logró responder.
—S-s-sí. También creo… bueno, escuché que cada vez que nace alguien, una nueva estrella aparece. Creo que les llaman estrellas guardianas.
María se quedó en silencio unos segundos, como si procesara lo que había dicho. Luego, soltó una ligera risa.
—Sabes, eso es lindo.
Jack sintió su rostro arder de vergüenza. Antes de que pudiera decir algo más, María continuó.
—¿Y cuál crees que podría ser la mía y la de Elías? —preguntó con curiosidad, volteando a verlo con una sonrisa.
Jack tragó saliva y trató de responder con sinceridad.
—Bueno… no estoy seguro, pero dicen que es la única estrella que brilla para ti. Aunque… supongo que, por ser mellizos, tienen la misma estrella.
María se quedó pensando un momento antes de asentir.
—Sí, supongo que tienes razón —respondió con una sonrisa amable.
De repente, se inclinó un poco y apoyó la cabeza en el hombro de Jack. Él sintió cómo su corazón quería salir disparado de su pecho. Estaba a punto de perderse en sus pensamientos cuando María volvió a hablar.
—Oye, Jack, ¿te ha gustado alguien alguna vez? —preguntó de forma tranquila, como si la respuesta no tuviera importancia.
Jack sintió que su mundo se tambaleaba. Intentó responder, pero las palabras no salían.
—B-b-bu… —balbuceó.
María soltó una risita suave.
—Tranquilo, no tienes que contestar —dijo con un tono juguetón.
Jack respiró profundo, queriendo reunir algo de valor.
—Sí, de hecho… —dijo al fin, aunque sintió que su voz apenas salió.
María levantó la cabeza y lo miró con los ojos brillantes.
—¿De verdad? ¿Quién es? ¿Es alguien que conozco? —preguntó emocionada, inclinándose un poco hacia él.
Jack no sabía qué hacer. Miró hacia otro lado, tratando de ordenar sus pensamientos mientras su corazón latía con fuerza. "¿¡Qué se supone que diga ahora!? ¡¿Qué hago?!" pensaba con desesperación, sintiendo cómo la mirada expectante de María lo atravesaba.
Jack intentaba hablar, pero su voz no salía.
—¡No puedo decirlo! ¡Siento que mi voz no quiere salir! —pensó, mientras su nerviosismo crecía.
—¿Eh? ¿Qué? —preguntó María, confundida por su balbuceo.
Jack trató de responder, pero sus palabras se entrecortaban, casi sin sentido.
—B-bueno... tiene un hermano que se parece a ella.
"¿¡Qué clase de respuesta es esa!?" pensó Jack, rojo de vergüenza, justo cuando escuchó la risa suave de María.
—Tranquilo, no tienes que decirme si no quieres —dijo María, sonriéndole para tranquilizarlo.
Jack se sintió un poco aliviado, pero la sensación de incomodidad no desapareció por completo. María, sin embargo, continuó.
—Pero, ¿sabes? A mí también me gusta alguien.
Al escuchar eso, Jack sintió una punzada en el pecho, como si su corazón se detuviera por un momento, pero al mismo tiempo, algo de esperanza comenzaba a nacer dentro de él.
Desde la pequeña rendija en la puerta, Elías y los demás observaban la escena en silencio.
—Mmm, mi hermana está jugando con él —dijo Elías, en voz baja.
Los demás se volvieron hacia él, sorprendidos.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Durham, confundido, mientras los demás lo miraban expectantes.
Elías los observó con la poca luz que había, y suspiró.
—Bueno, ya la he visto hacer esto muchas veces. Solo espero que no sea... demasiado con él —respondió, con algo de sinceridad en su voz.
Los chicos empezaron a sentirse mal por Jack, pero decidieron seguir observando.
—Ah, sí... ¿quién es? —preguntó Jack, nervioso, esperando que María le diera una respuesta.
María, pensativa, colocó su dedo índice sobre su barbilla y cerró los ojos.
—Mmm... Él es amable, agradable, y siempre ayuda a los demás.
Jack apenas pudo procesar sus palabras, aún sintiéndose nervioso.
—Pero también le gusta hablar mucho y tiene orejas grandes —añadió María, lo que hizo que Jack sintiera que el tiempo se alargaba interminablemente.
—Y tiene ojos grandes, de un color café claro —dijo finalmente, abriendo los ojos.
Jack sintió que su corazón latía con fuerza.
—Parece muy buena persona... —respondió, sonriéndole nerviosamente.
María le devolvió la sonrisa, su expresión algo más animada.
—¿De verdad eso crees? —preguntó, mientras Jack asintió rápidamente.
—Sí, de hecho... —murmuró, y en ese instante, notó que María lo abrazaba. Él cayó hacia atrás, recostándose en la madera, con María sobre su pecho. Su rostro se puso aún más rojo al notar que ella tenía la cara enterrada en él.
María levantó la cabeza y lo miró sonriéndole.
—Solo estoy jugando —dijo tranquilamente, mientras colocaba su oído sobre su pecho.
—Tu corazón late rápido... estás asustado —dijo María, juguetonamente.
Jack se sintió atrapado, hasta que finalmente, habló.
—M-m-m... María, tú... tú... me gustas —dijo Jack, tartamudeando, ya sin poder soportar más su vergüenza.
María sonrió y se acercó aún más a él, dándole una sonrisa más tranquila. Jack la miraba, aún recostado, cuando notó que se acercaba a su oído.
—Ya lo sabía, pero me divierte jugar contigo —le susurró María al oído.
Jack se sintió aliviado, pero al mismo tiempo, completamente avergonzado.
María lo miró fijamente a los ojos por un momento. Jack sintió cómo su corazón latía con fuerza, casi desbocado.
—¿Estás seguro de que quieres esto? —preguntó María sin apartar la mirada.
Jack sintió una inquietud punzante, pero no dejó que lo paralizara.
—S-s-sí —respondió, tartamudeando, mientras mantenía sus ojos fijos en los de ella.
María cambió su semblante a uno más serio, y su voz se volvió más suave pero firme.
—No quiero... romperte el corazón. Pero, ¿de verdad estás seguro de esto? Tú no eres humano, y yo no soy una bestia.
Las palabras de María hicieron que un dolor agudo se instalara en el pecho de Jack. "Puede que tenga razón, pero… no quiero rendirme," pensó, con determinación.
Jack la miró a los ojos e intentó agarrarla por los hombros, pero antes de que pudiera hacerlo, María tomó sus manos con firmeza, ejerciendo toda su fuerza para inmovilizarlo. Jack quedó sorprendido por su repentina reacción, pero decidió responder.
—Sí, estoy seguro. Quiero… estar contigo. Aunque seamos diferentes, no me importa lo que digan los demás. Yo... —Jack se sonrojó profundamente, y aunque intentaba apartar la mirada, sus ojos seguían atrapados en los de María—...te amo.
María lo observó en silencio por unos segundos antes de sonreír.
—Realmente eres adorable… Y fuiste muy valiente al arriesgarte por nosotros junto a Legoshi, a pesar de que nos conocimos hace tan poco.
Haciendo una pausa, susurró en un tono bajo pero claro.
—"Ik auvh tu amora."
Jack parpadeó, confundido, viendo cómo su rostro también se teñía ligeramente de rojo.
—¿Qué significa eso? —preguntó, sintiéndose más avergonzado que nunca.
María sonrió y se inclinó hacia él, acercándose a su oído.
—Significa "yo también te amo" —le susurró.
Jack sintió que su corazón daba un salto, acelerándose a un ritmo imposible mientras el calor subía por su rostro. "Debo calmarme. Por ahora no he sentido ese impulso de atacarla, pero… quiero estar con ella más tiempo. No me importa que seamos diferentes, no me importa lo que piensen los demás. Haré lo que sea por ella," pensó, con una decisión inquebrantable.
De repente, algo suave tocó su rostro. Jack la miró sorprendido y se dio cuenta de que María estaba peligrosamente cerca de él. Antes de que pudiera reaccionar, ella retrocedió rápidamente, aunque no antes de dejar un breve beso en sus labios.
Para Jack, ese instante fue eterno. Su mente quedó en blanco, incapaz de procesar lo que acababa de suceder.
—Espero que no te arrepientas —dijo María con una mirada juguetona.
Jack reaccionó al verla y trató de responder, pero las palabras no salían de su boca.
—N-n-n-n…
María lo miraba divertida mientras él intentaba articular algo. Finalmente, no pudo evitar soltar una pequeña risa.
Jack seguía sin poder responder. Nunca antes se había sentido así. Su mente estaba en un caos de emociones, pero entonces María volvió a hablar.
—Sabes, eres el primero que lo logra. Nunca pensé que podría enamorarme de alguien… y menos de alguien tan diferente a mí. Pero… realmente espero que podamos estar juntos. Sabes que no será fácil —dijo María con una suave sonrisa, mirándolo directamente a los ojos.
Jack la miró, sintiendo cómo la tranquilidad comenzaba a reemplazar su nerviosismo.
—Y-y-yo también lo espero. Y lo sé… Sé que no será fácil, pero quiero intentarlo —respondió Jack, esbozando una pequeña sonrisa mientras sostenía su mirada.
Ambos se quedaron mirándose en silencio, un entendimiento tácito surgiendo entre ellos. Después de un momento, María lo soltó y lo ayudó a sentarse a su lado. Luego, apoyó su cabeza ligeramente en su hombro mientras ambos miraban el cielo nocturno.
A lo lejos, los chicos seguían observando atentos desde su escondite.
—Bueno, creo que me equivoqué —dijo Elías con una sonrisa tranquila.
Los demás también sonrieron al ver a la pareja, mientras Legoshi miraba a Jack con una expresión pensativa. "Bien, me alegro por él. Solo espero que esto no termine mal," pensó mientras apartaba la mirada hacia el cielo.
—Bien, creo que es hora de volver —dijo Elías en voz baja, con tranquilidad.
Los demás asintieron en silencio mientras se levantaban, intentando no hacer ruido. Elías abrió la puerta y, para disimular, empezó a hablar alegremente, como si nunca hubieran estado espiando.
Jack y María voltearon al oír el ruido, intercambiando una mirada curiosa, pero no dijeron nada. Pasaron un rato más en la azotea, disfrutando de la calma y del fresco aire nocturno.
Jack se sentía feliz, más de lo que había estado en mucho tiempo. Sin embargo, una preocupación seguía rondando en su mente: su instinto. Mientras observaba el cielo estrellado, no podía evitar preguntarse por qué no lo había sentido cuando estuvo tan cerca de ella en ese momento.
Notas:
las canciones son las de Mili - Unidentified Flavourful Object. trate una nueva forma de introducir musica sin tener que escribir la letra por lo que me gustaria oir su opinion de que les parecio, solo introducire las acciones describiendola.
La segunda en el festival una de mis favoritas es Porter Robinson - Blossom. Espero que les guste y dejem me susu comentarios para saber si este metodo experimental les gusto o no.
sean un poco pasientes con el siguiente capitulo, me lo tomare despacio asi que es para largo.
gracias por leer :)
