—Te conformas con muy poco, ¿no, Hyuga?
La voz de Sasuke emergió del silencio, quebrando la calma del pasillo. Hinata, quien estaba sacando sus libros del casillero, se congeló por un instante. La suavidad de aquellas palabras no bastaba para ocultar el veneno que destilaban. Giró lentamente, sus ojos perlados titilando con una mezcla de sorpresa y desconcierto.
—¿Di... Disculpe? —susurró, con la voz tan delicada que apenas fue perceptible.
Sasuke se acercó. En la soledad de aquel pasillo, su presencia pareció devorar el aire mientras se cernía sobre ella. Recargó el hombro contra los casilleros, su postura desenvuelta y distante contrastaba con la intensidad de su mirada. Cruzó los brazos, y una mueca indescifrable, entre el desprecio y el dolor, se dibujó en sus labios.
—Ese perdedor solo está contigo porque se resignó a que Sakura nunca le hará caso. —Cada palabra escapó de sus labios como una cuchillada, observando con aversivo deleite cómo el dolor se filtraba en su expresión—. Pero eso ya lo sabes, ¿no es así? Por eso te conformas con ser el plato de segunda mesa.
Hinata desvió la mirada, como si al hacerlo pudiera esquivar el peso de sus palabras. Los libros en sus manos temblaron ligeramente, y su pecho, apenas cubierto por el escudo de sus propios brazos, se alzó con un suspiro entrecortado.
—No-No es verdad... —murmuró al fin, aunque su voz quebrada traicionó su intento de defensa. La certeza que deseaba proyectar se desmoronó a medio camino.
Sasuke dejó escapar una risa breve, cargada de una amargura que parecía más dirigida a sí mismo que a ella. Dio un paso hacia adelante, y la distancia entre ambos se volvió asfixiante.
—¿De verdad lo crees? —dijo, inclinándose lo suficiente como para que su aliento rozara la piel de su mejilla. Su dedo se alzó con lentitud, apenas tocándole la barbilla, y obligó a sus ojos a encontrarse—. Te estás mintiendo, Hyuga. Y si aún conservas algo de dignidad, dejarás de perseguir a un idiota que solo te acepta porque no pudo tener lo que realmente desea. Así te darás cuenta de que puedes estar con alguien que realmente te valore.
En los ojos de Hinata refulgió una vieja aflicción. Sintió las lágrimas acumulándose en ellos, nublando su vista, y fue como si de repente el mundo se hubiera vuelto un poco más gris.
Un ligero temblor recorrió su cuerpo mientras retrocedía un paso.
—T-Tengo que irme... —logró decir, aunque su voz era poco más que un susurro quebrado. Su rostro se inclinó en una reverencia apresurada antes de girarse para alejarse de él.
El sonido de sus pasos apresurados resonó en el corredor. Sasuke la observó irse, inmóvil, mientras una sombra endurecía sus facciones.
—¡Si no eres una completa idiota harás lo que te digo! —gritó al fin, su voz estallando con una mezcla de rabia y desesperación que rasgó el aire.
Pero Hinata no se detuvo. No giró la cabeza ni dio señales de haberlo escuchado. Continuó caminando y su silueta desapareció al doblar la esquina.
El pecho de Sasuke se alzó y descendió con violencia. La ira bullía en su interior, pero algo más, más oscuro, más profundo, lo estrangulaba. Golpeó el casillero con el puño, y el ruido metálico retumbó, un eco sordo que parecía responderle desde las paredes.
Apoyó la frente contra el frío metal, cerrando los ojos. Su respiración entrecortada marcaba el compás de un torbellino interno que no sabía cómo calmar. Había querido explicarle y hacerla reconocer que estaba cometiendo un error al elegir a Naruto. Pero sus intenciones se habían retorcido en el camino. El resentimiento y la impotencia cultivados a lo largo de los días se acumularon en su boca como la hiel y sus palabras salieron cargadas bajo un ardiente despecho.
En ese momento quiso herirla, hacerla vivir un poco de lo que él padecía cada día al verla feliz con otro hombre, pero solo consiguió que ella lo rechazara aún más.
—Maldita sea... —siseó con los dientes apretados. Se quedó inerte. El eco de sus propios reproches lo atormentaron, más crueles incluso que las palabras que él le había dicho a ella en voz alta.
