Mensaje inicial: Otro aporte más para la campaña para traer más fics de Candy y Terry a este sitio. Esta historia fue por muchos meses una vaga idea que rondaba en mi mente sin pensar realmente en alguna vez realizarla, no fue sino hasta que mi hermosa amiga AyameDV me animo a escribirla, cuando finalmente me di cuenta del deseo muy bien escondido que tenía de crear mi propia historia de esta parejita, a la que prácticamente he amado desde los siete años. Sí, esta historia es un terryfic, porque no podría ser de otra manera, al menos para mí.
Estoy muy agradecida por el apoyo que me ha dado Ayame en esta historia, ella me ha estado haciendo el inmenso favor de ser mi primera lectora de prueba. Ya le he mandado algunos capítulos adelantados que he hecho y ella me ha estado dando muchísimos consejos muy útiles para alguien que recién está empezando en esto de escribir como yo. Pues, aquí están los resultados, veremos si le gusta a alguien más. Para mí, ya es un privilegio el que alguien le de una oportunidad a esta historia y sólo deseo fervientemente que sea de su agrado.
DISCLAIMER: Los personajes de "Candy Candy" no me pertenecen, son propiedad de Kyoko Misuki e Yumiko Igarashi. Realizo esta historia con fines de entretenimiento y sin ningún ánimo de lucro. Sólo el ferviente deseo de liberarme de la espinita clavada en el corazón después de ver el anime y leer el manga. Por siempre seré terrytana de corazón.
DESEOS DE AÑO NUEVO © 2017 by Sundarcy is licensed under CC BY-NC-ND 4.0. Está prohibido la reproducción parcial o copia total de este trabajo.
DESEOS DE AÑO NUEVO
By: Sundarcy
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PRÓLOGO
Es curioso cómo se desarrollan muchas historias de amor. Todas inician en un momento dado, a veces de manera inesperada, y puede que algunas terminen acabando de igual modo. Sin embargo, a la larga aprendemos que las grandes historias de amor, aquellas donde el amor es sincero y verdadero, son las que nunca terminan. Estas son las que empiezan en un momento, tan sólo un instante capaz de cambiar la propia existencia. No importa cuán fugaz sea, ese instante puede llegar a convertirse en una eternidad.
A veces un solo cruce de miradas puede detener el tiempo, un suave sonrojo puede cautivar en su significado o una dulce sonrisa puede acelerar los latidos del corazón para quedarse indeleblemente grabadas en nuestra mente.
Así sucede cuando dos almas se quedan entrelazadas desde la primera vez que se ven, se pierden la una en la otra, y aun cuando las circunstancias parecen estar en su contra, siempre hallan una manera de volverse a encontrar.
Todos conocen el inicio de esta historia, la cual comienza en un Año Nuevo, en un barco en altamar, donde sólo las estrellas y la Luna fueron testigos de cómo las almas de un par de adolescentes se reconocieron, cómo un encuentro de miradas inició un viaje sin retorno que fue capaz de cambiar la vida de cada uno de ellos…
TyC TyC TyC TyC TyC
RMS Mauretania, en algún lugar en medio del Océano Atlántico
31 de diciembre de 1912 (a minutos de iniciar Año Nuevo)
Soplaba un viento muy fuerte esa noche, capaz de elevar el mar como grandes montañas de ira en forma de agua salada, que aterrizaba turbulenta e implacable en la armadura del barco, y despedía de esa agitada manera los pocos minutos que faltaban para llegar a la medianoche.
Al mismo tiempo, una espesa y fría bruma había invadido la cubierta de primera clase del trasatlántico, dejando tras de sí un ambiente aún más helado que el que se sentía hacia sólo horas. No era algo poco usual, considerando la época del año y el lugar, pero era un gran contraste con la euforia que se vivía en el salón principal por la celebración de Año Nuevo. Era peculiar como en el interior se podía sentir tanta emoción de los presentes, y como en el exterior, el ambiente parecía asemejarse tanto al propio estado de ánimo de cierto joven castaño que estaba apoyado en la baranda, mirando perdidamente hacia el horizonte.
Sí, Terrence G. Grandchester era el único que se encontraba en cubierta, solo y sin ningún tipo de expectativa o ilusión ante la idea de iniciar otro año. ¿Qué motivos tendría para querer estar en esa tonta fiesta que se celebraba en el gran salón? Ciertamente, ninguna razón que valiera la pena, no había nada que celebrar para él. ¡Le daba igual esa fiesta!
¿Cómo podría él estar de humor para soportar las risas, las conversaciones y la algarabía de los demás? ¿Cómo podría él fingir alegría cuando lo que sentía en ese momento era todo lo contrario a estar feliz?
Se sentía tan… tan herido… tan decepcionado de todo.
¿Compañía? ¿Para qué quería compañía ahora? El constante sonido del mar en movimiento y sus pensamientos eran su única compañía, ya no le quedaba nada más.
Con cada respiración que él daba, seguía absorbiéndose más en el ir y venir de sus pensamientos. Apretaba inconscientemente y con gran fuerza la baranda, tratando de no perderse en el agujero de su mente en el que se estaba hundiendo sin remedio.
Sin tregua, el viento helado chocaba duramente contra sus mejillas, atravesándole la piel como cientos de punzadas que entumecían todo su rostro. El calor de su cuerpo se filtraba rápidamente en el frío aire de la noche, y a pesar que sus músculos estaban rígidos por quedarse quieto tanto tiempo, él no se atrevía a moverse, parecía que no podía hacerlo. Paralizado en su sitio y temblando ligeramente, ya sin poder evitarlo, trataba de oprimir en vano todos los sentimientos e ideas que lo carcomían.
Los segundos pasaban y él no lo sentía, ya había empezado a perder su sentido del tiempo. ¿Cuánto llevaba estando ahí? ¿Habían sido minutos o habían sido horas? ¡Qué más daba! Como si a alguien le importara su suerte.
Frío, todo era un frío tan punzante... tan intenso. Su cuerpo entero ansiaba calor y prácticamente gritaba pidiendo ayuda, pero, por desgracia, nadie parecía escucharlo.
¿De qué se sorprendía? ¡Así era siempre! Nunca nadie oía sus pedidos de ayuda. ¡Nadie!
¡Frío!... ¡y más frío! ¿Cómo no estar acostumbrado al frío si su vida era así, una continua y fría soledad?
Sacudiendo su cabeza, exhaló un pesado suspiro.
"Así es mi vida. Yo soy el abandonado, el que siempre es rechazado, el único que está completamente solo."
Cada vez era una nueva herida, una nueva cicatriz para agregar a su colección de las que ya tenía.
Nada sacaba de él esas emociones que lo consumían, esa opresión en su pecho que no quería irse. A pesar que le dolía aceptarlo, en este viaje a Nueva York había comprobado lo que siempre supo, algo que ya intuía, pero que siempre se negaba a aceptar. Finalmente, había comprobado que ya no tenía nada ni nadie más en qué creer.
"¡Soy tan estúpido!" — su desafiante mirada se perdió en el turbulento mar. —"¡Mil veces estúpido!"
Recriminarse, sólo le quedaba reclamarse a sí mismo por su error. Lástima que no aliviaba en nada lo que sentía, pero algo tenía que intentar, ¿cierto?
"¿Por qué demonios tenía que ir a verla? ¿Cómo pude ser tan estúpido para creer que ella me recibiría con los brazos abiertos?"
¡Quería gritar! ¡Quería desahogar ahí mismo todo lo que llevaba por dentro! ¡Quería… quería…! ¡Ah!
Soltó un jadeo en su frustración y su respiración se hizo más pesada al tratar de controlarse. ¡Qué importaba lo que quería ahora! Ya todo estaba hecho, no podía cambiarlo.
Si había sido tan tonto para creer, ahora tendría que afrontar las consecuencias de esas vanas ilusiones que se había atrevido a formar. Fue una completa estupidez creer que ella le diría que lo amaba, confiar ingenuamente que ella siempre pensaba en él, cuando sus mismas acciones le habían probado que ella nunca se interesó por él en absoluto.
¡Vaya ironía de su situación! Mientras ella vivía su fantástica vida en Nueva York tratando de olvidarlo, considerándolo como un lejano error de su juventud, él atesoraba su recuerdo y creía neciamente en un amor que nunca había existido. ¡Qué gran equivocación!
¿Por qué se había empeñado tanto en creer? ¿Por qué se había aferrado a ello? Es que… ¿No había sido suficiente todo lo que había vivido antes de este rechazo?
Cerró sus ojos, ya muy cansado y como si quisiera borrar de su memoria cada instante del encuentro con su madre en Nueva York. Sin embargo, como un cruel castigo, el recuerdo de ese frío recibimiento venía a torturarlo una y otra vez.
Hay heridas tan profundas en la vida de las personas que llegan a quedar marcadas en el alma como hierro fundido, formando cicatrices que nunca se irán. Esta herida como ninguna fue la que más quedó marcada en él. Su madre lo había rechazado... ¡a él!... que la había adorado como un tonto durante todos estos años.
¿Por qué la vida se empeñaba en seguir castigándole de esta manera?... ¿Por qué?
Le faltaba sólo esto para finalmente quedar marcado, por siempre sería una persona rechazada por su propia madre. Ahora pagaba muy caro ese empecinamiento suyo de ir a verla. Seguía probando lo mismo, él no debía confiar en las personas... todos terminaban fallándole... todos terminaban rechazándolo.
¿Qué le quedaba ahora y qué más podía hacer? ¿Sólo controlar sus emociones y seguir indolente su vida? ¿Esa era la solución? Si así era, sería muy difícil de realizar.
¡Ya no podía más! ¡Estaba cansado de todo! Había momentos en los que esa máscara de indiferencia se hacía tan pesada que ya era imposible de llevar.
"¿Por qué esto tiene que doler tanto?"
Como deseaba que esto no doliera, que no le importara. Él ya no se creía capaz de seguir afrontando situaciones similares, no podría seguir soportándolo. Todo ya había sido suficiente.
Nadie lo entendía, ninguna persona era siquiera capaz de comprender la mínima parte de lo que era para él experimentar continuamente el rechazo de los demás, sentir que tu existencia no le importaba en lo más mínimo a nadie, aceptar que al final todo lo que te queda es la soledad como única compañía.
¿Qué persona sería capaz de vivir aceptando ese destino? Era demasiado para cualquiera y él no sería la excepción. ¿Qué hacer ahora si ya no podía seguir engañándose?
La conclusión era obvia, ya no había nada que hacer. Él estaba absolutamente perdido.
Mirando desesperado el vaivén de las olas, se preguntó a sí mismo.
"¿Es que acaso nadie puede ver que yo no soy una mala persona? ¿No se dan cuenta que yo tengo sentimientos?"
Él sentía, él sufría y le dolía el rechazo de los demás. ¿Qué es eso tan malo que pudo haber hecho para recibir esto? ¿Acaso merecía esto que le tocaba? ¿Lo merecía?
"Sea lo que sea que hago…"— Tragó con dificultad el nudo que tenía en la garganta. —"…no creo merecer esto."
Liberando un profundo y ronco suspiro, trató de acabar con el leve escozor de sus ojos que parecía no querer irse. Algo difícil de hacer, pero se había jurado a sí mismo que no lloraría y no pensaba romper esa promesa, aunque tuviera que poner todas sus fuerzas en ello.
Intempestivamente, una repentina ráfaga de viento helado se produjo en la noche, elevando varios mechones de su cabello en el aire. Él cerró sus ojos mientras sentía como el frío volvía a entumecer su cuerpo en un segundo, haciéndose más intenso que antes.
"Estar solo, siempre solo. Vivir únicamente con eso."
A pesar que muchas veces había tratado de convencerse, de engañarse a sí mismo que la soledad no le molestaba, que no le importaba, muy en el fondo él sabía que eso no era cierto. Él no disfrutaba totalmente de la soledad, ¿quién lo haría? Había tratado infinidad veces de encajar entre los demás, de mezclarse en el mundo; sin embargo, la gente continuaba decepcionándolo. Al final, tenía que terminar dándose por vencido.
¿Qué hacer si darse por vencido ahora no lo hacía sentir bien? Al contrario, lo hacía sentir peor que antes, aplastaba y hacía aún más pesado el cúmulo de emociones en su pecho.
Es en ese momento cuando él verdaderamente entendió lo que le sucedía. Y es que pase lo que pase, ni los años habían podido destruir esa pequeña esperanza que él tenía guardada, esa chispa a la que tanto se aferraba y que le permitió afrontar muchas de las situaciones que vivió. No sólo era la idea de tener el amor de su madre lo que había sido una motivación, estaba también ese anhelo escondido que tenía de cambiar su vida finalmente.
"Tenía una esperanza."— admitió con sinceridad para sus adentros. —"Sí, albergaba la esperanza de quedarme con ella, de cambiar ese destino que me imponen. ¡Esa vida que yo no quiero!"
Antes de terminar ese pensamiento, miró hacia el cielo nocturno en desasosiego. Por un momento, perdido en la decepción de esa esperanza que ya no podía ser.
"Tenía la esperanza de… tal vez… sólo tal vez... encontrar al fin mi lugar."
Ahora, después de este viaje, habían acabado todas sus esperanzas. Al final todo se desvaneció, y eso, precisamente, era el hecho que más lo hacía deprimirse. Véase por donde se vea, ya no tenía nada más a que aferrarse, ninguna sola esperanza viva en su corazón.
"¿Por qué?"— Sus humedecidos ojos se enfocaron en las estrellas y la Luna, deseosos que éstas tal vez le brindaran alguna respuesta a esta pregunta. —"¿Por qué siempre tiene que estar mi destino sellado y marcado con la desesperanza?"
Bajó su mirada al instante, antes de flaquear frente al escozor de sus ojos que se hacía más intenso. No importaba cuán difícil sería controlar las lágrimas, él seguiría sin ceder en ningún momento.
Era duro de aceptar el destino que le esperaba, y él, aunque nunca lo admitiría abiertamente, deseaba una razón más para tener esperanza.
De pronto, se escuchó el distintivo sonido de una cuenta regresiva desde el salón principal, una clara indicación de que el año estaba por terminar.
—Diez… Nueve… — La algarabía y emoción general en las voces de los invitados se sentía incluso a las afueras del salón.
Faltaban segundos para iniciar otro día, ¡otro año! ¿Sentía emoción por ello? No, esos estaban muy lejos de ser sus sentimientos, podría ser un día como cualquier otro.
—Ocho… Siete…
El bullicio aumentó en volumen, pero a Terry sólo le llegaban como pequeños murmullos que se perdían en las olas del mar y en la noche. Hacia tiempo que había dejado de prestar atención a su alrededor, una extraña sensación le quemaba en el interior.
El Año Nuevo siempre traía tantas promesas y oportunidades para los demás, ¿por qué no era así con él? Todo lo que sentía era derrota y él no quería sentirse así.
Añoraba… deseaba algo… una sola cosa… ¿Podría ser que este año trajera consigo una nueva oportunidad para él?
"Quizás…" — se atrevió a pensar.
—Seis… — seguía la cuenta regresiva de los invitados desde el interior. — Cinco… Cuatro…
¿A quién diablos quería engañar? Ya no le quedaban más alternativas, sólo le quedaba pedir un milagro, un solo milagro.
Y así fue que llevado por una fuerza que ni el mismo comprendía, fijó sus hermosos ojos en el cielo nuevamente.
"Deseo una razón."— admirando el brillante reflejo de las estrellas, su corazón comenzó a acelerar sus latidos y su cuerpo entero se estremeció. —"Deseo al menos una sola razón para creer…"— Cerró los ojos, ya sin nada de energía. —"… creer que mi vida no siempre será así… que al final la soledad no es mi destino…"— Con labios temblorosos, luchando contra las lágrimas, pidió. —"… que tengo una oportunidad para ser feliz."
Enfocando su nublada mirada en el horizonte, rogó desde lo más profundo de su ser. —"Deseo una razón más para creer, una razón para continuar."
—Tres… Dos… Uno… ¡Feliz Año Nuevo! — Se escuchó al fin desde el salón principal, marcando oficialmente que el Año 1913 había empezado.
Unas de las lágrimas que había estado reteniendo finalmente hicieron su camino por sus mejillas hasta perderse en sus labios, haciéndole sentir un ligero sabor salado en su boca.
Molesto consigo por haber caído en lo que él mismo se había prohibido, endureció sus gestos y rápidamente con sus manos borró el rastro de lágrimas de su rostro, a la vez que un mordisco frío heló sus dedos en torpe entumecimiento.
Algunas veces hay deseos tan profundos, tan desesperados que sólo nacen del corazón, los que te hacen añorar desde lo más hondo una sola oportunidad para seguir, son éstos los que de hacerse realidad podrían cambiar el curso entero de nuestra vida.
De la nada, un solo roce, un suave sonido que muy bien no pudo haber notado, pero que por azares del destino su abstraída mente captó, lo hizo volver a la realidad. El sonido de unos ligeros pasos llegó hasta sus oídos, y como un delicado rumor se fundió en su subconsciente.
Sus hombros se tensaron en el acto y un leve temor lo invadió ante la idea de haber sido observado en ese momento, justo cuando se había mostrado tan vulnerable. De inmediato, su rostro entero se volvió inescrutable, su mirada se tornó fría y frunció el ceño ligeramente, tratando de adoptar la expresión más amenazante que tenía.
—¿Quién anda ahí? — Él giró en su sitio, dispuesto a decirle a quien sea que estaba atrás suyo que se fijara en sus asuntos y que se fuera por donde vino.
Su rostro endurecido hacia instantes, se suavizó inexplicablemente cuando al voltear chocó frente a frente con unos ojos verde esmeralda que le robaron el aliento.
A veces un cruce de miradas puede detener el tiempo…
Hay momentos en la vida en los que todo se vuelve al revés: lo que es real se vuelve irreal, lo que es irreal se vuelve tangible y todos nuestros esfuerzos para mantener un estricto control se vuelven tontos y sin sentido.
Como el universo fue una vez un punto único, así es como sus almas en este mar tormentoso se encontraron. A medida que las olas chocaban contra la nave y el viento daba la bienvenida a un nuevo año, todo lo que eran, habían sido, o alguna vez serían, se concentra en esta pequeña serie de momentos, como si este fuera el instante en el que realmente nacieron.
Una cuenta regresiva se había iniciado en sus corazones y pareciera que ambos perdieron momentáneamente la capacidad de hablar. Sus miradas se unieron en un segundo y ya no pudieron ser capaces de desviar sus ojos de nuevo. Aún a pesar de la bruma, ambos pudieron verse con detalle, perdidos en un ensimismamiento que ninguno de los dos comprendía.
Terry se mantuvo extrañamente quieto, mirando fijamente a la joven enfrente de él. No sabía cómo expresar su primera impresión de ella. ¿Cómo podría describirla? …Quizás brillante sería apropiado, esa joven ciertamente brillaba. ¿Sería su cabello? Puede ser… ¿o serían esas pecas que tenía? Tal vez… De repente eran esos increíblemente grandes ojos verdes que lo miraban como si lo conocieran.
No, era toda ella la que brindaba tal resplandor, de eso estaba seguro.
Él tuvo que parpadear varias veces para poder salir de su inusitado estupor, mientras ella tuvo que tomar un gran respiro para poder controlar su turbación después que la voz profunda y aterciopelada de aquel joven la sacudiera hasta lo más hondo.
—Lo siento, es que me pareció verte triste. — por fin, la dulce voz de esa joven invadió toda la quietud de la noche. —¡Tenía miedo que te quisieras lanzar al mar!— terminó esa frase abriendo aún más sus grandes ojos, ¡como si fuera posible!, lo que le dio una apariencia más tierna y un tanto cómica.
"Ella ha notado que lloraba."— caviló tensamente. —"¡Piensa rápido y actúa sensatamente!"
Tenía que despistarla, había visto o ya sabía demasiado. Fue así como reaccionó de la manera más inesperada, con una reacción que para él era la más sensata y sutil, comenzó a reírse a carcajadas y a burlarse. ¡Vaya que fue muy sutil!
—¿Cómo dices? ¿Qué yo estoy triste?— Su risa no paraba y parecía como si nunca hubiera escuchado algo tan gracioso en su vida. —¡Sí, claro! ¡Estoy muy triste!— añadió con dejo sarcástico, para volverse a reír con más fuerza.
Él pudo notar como la joven no sabía cómo reaccionar ante sus acciones, su rostro pasaba de la sorpresa a la confusión, y de la confusión a un leve nerviosismo. Era increíble cómo sus expresiones faciales podían revelar exactamente lo que ella estaba pensando. La joven lo miraba atentamente tratando de comprenderlo y esos ojos verdes parecían querer escudriñarle hasta sus más profundos secretos. Ciertamente, no iba a permitirlo.
—¡Parece que ya imaginas cosas! ¿No será que habrás bebido demasiado champagne en la fiesta?— sugirió Terry tratando de ocultar en vano una sonrisa.
La reacción a ese comentario se dio en el acto, ella frunció su nariz y esas pecas que había notado desde que la vio, comenzaron a moverse sin cesar en su linda carita. No entendía el porqué, pero ese gesto le parecía absolutamente adorable.
—Por cierto, ¿qué hace una señorita como tú caminando sola en la cubierta?— comentó él, simulando extrañeza. —¿No deberías estar disfrutando de la gran fiesta de Año Nuevo?— rodó sus ojos con ironía.
Apenas terminó de hablar y sin poder evitarlo, sus ojos se perdieron una vez más en las pecas de la joven. Por alguna razón siempre volvían al mismo punto, y es que él quería volver a ver sus pecas moviéndose de nuevo. Fue ahí cuando ese pensamiento lo tomó desprevenido. ¿Y ahora qué rayos le pasaba?
Una idea cruzó su mente, antes de añadir curvando sus labios en una media sonrisa.
—¡Oh! ¡Ya entiendo! Tal vez nadie te ha querido sacar a bailar, ¿verdad?
—¡No es cierto! — Los ojos de ella se llenaron de una chispa indignada, sonrojándose ligeramente y volviendo a fruncir su naricita.
"Se están moviendo."— Terry casi deja traslucir una sonrisa satisfecha al lograr su cometido, había logrado que sus pecas estuvieran en acción de nuevo.
—No tenía deseos de estar en la fiesta, ¡nada más! — aseguró ella para luego desviar su chispeante mirada de él.
—¡Tranquila! ¡No me vayas a morder! — torció sus labios en una expresión burlona. —Fue sólo un comentario, señorita pecosa.
—¿Señorita pecosa? — Ella frunció el ceño de nuevo antes de volver a mirarlo entre desconcertada y molesta.
—¿No te has dado cuenta? — inquirió él, alzando ambas cejas con asombro. —Tu cara está llena de pecas. Hasta tengo miedo que me salten en el rostro en cualquier momento. No son contagiosas, ¿cierto?— Con una fingida expresión de temor, él se separó unos pasos de ella. —¿Crees que me salten hasta aquí?
—¡Qué si son contagiosas y te van a saltar! — exclamó ella en tono ofendido. Volviéndose a acercar a él y levantando ligeramente su mentón, le lanzó un desafío. —¿Acaso quieres comprobarlo, muchacho insolente?
—No necesito comprobaciones. — Terry encogió los hombros despreocupadamente, para luego mirarla con una sonrisa retadora y añadir.— Sólo me extraña que no aceptes que tengas pecas. Eso es todo.
—Claro que sé que tengo pecas —contestó con exasperación y una mirada igualmente desafiante. —¡Las acepto y me gustan! ¡Amo las pecas! Hago todo lo posible para que se me noten mucho y quiero tener incluso más. Tú tendrías mucha suerte si tuvieras alguna.
Él elevó ambas cejas en sorpresa ante ese comentario a la vez que una chispa divertida se encendió en sus ojos. ¡Vaya que era una jovencita vivaz!
—A mí me parece que tienes envidia, ¿verdad? Porque yo las tengo y tú no. — Al final, sonrió satisfecha con su respuesta. Sin embargo, esa misma sonrisa se borró en el acto cuando Terry dejó escapar un breve silbido burlesco.
—¡Qué seguridad! — La ironía de su voz no le pasó desapercibida a ella. —¿Acaso también te gusta esa naricita que tienes?
—¡Por supuesto! — siguió a la defensiva, ya presa de la ira. —Cada día, la aplasto y la aplasto para que se mantenga bien achatada. — se presionó la nariz a propósito como muestra de sus palabras.
La risa de Terry apenas pudo ser contenida después de escuchar semejante respuesta. Esa jovencita en serio era muy especial, mira que alardear a viva voz que le gustaban sus pecas y que además se aplastaba la nariz todos los días. ¿Qué señorita de sociedad que él conocía le hubiera dicho algo parecido?
—¿Señorita Candy? — otra voz proveniente de lejos rompió la burbuja que ambos habían construido sobre ellos. — ¿Se encuentra ahí, señorita Candy?
Para Terry, esa voz fue como el baldazo de agua que lo trajo de vuelta a su realidad. Se había olvidado por un momento toda su tristeza y las penas que lo atormentaban, sin embargo, ahora éstas volvieron a él en toda su intensidad, como si nunca se hubieran ido. ¡Excelente! Parecía ser que todo había acabado, unos breves momentos olvidando sus problemas no podrían durar para siempre.
Una leve decepción llenó a Terry al darse cuenta que esta conversación tendría que llegar a su fin, él mismo se sorprendió de esta reacción. Miró nuevamente a la jovencita enfrente de él que lo miraba desafiantemente, claramente esperando algún contrataque de su parte para continuar con esa lucha de palabras que habían estado teniendo. Una lucha de palabras que, por cierto, le había resultado extrañamente placentera.
Sorprendido otra vez por sus pensamientos, consideró que quizás lo mejor sería irse antes de perder el control de sus acciones.
—Será mejor que me vaya. Veo en tu cara que me vas a atacar en cualquier momento. — Obviamente no podía faltar alguna de sus bromas en su despedida. —¡Feliz Año Nuevo, señorita pecosa!
Con una ligera venia y una sonrisa pícara, Terry se despidió de ella. Ni siquiera le dio tiempo de contestar, cuando giró en su sitio, puso sus manos en sus bolsillos y comenzó a silbar, iniciando su camino de vuelta hacia su camarote.
Candy se quedó estupefacta viendo cómo él se alejaba y desaparecía entre la niebla, hasta que al final ya no pudo vislumbrar su silueta o escuchar sus silbidos. No quedaba prácticamente ningún indicio del encuentro que había sucedido hacia sólo unos instantes con ese arrogante chico, podría hasta pensar que tal vez lo había soñado, sino fuera por un ligero aroma a lavanda que todavía sentía en el aire. Fue la voz de George lo que al fin logró sacarla de su aturdimiento.
¡Vaya forma de conocerse y qué primera gran impresión! Cuando terminó ese pequeño intercambio de palabras, cada uno se fue con diversas percepciones del otro.
Por un lado estaba Candy con el firme convencimiento que él era el muchacho más odioso y engreído que había conocido.
"No puedo creer que lo haya podido confundir con Anthony."—pensaba ella con cierto enfado. —"¡Mira que burlarse de mis pecas y mi nariz! ¿Quién se cree? ¡Cómo si me importará su opinión!"
Por más que trataba no había podido sacarse de la cabeza a ese muchacho exasperante que conoció en cubierta. Un joven de lo más enigmático, al comienzo lo había visto triste que hasta juraría que lloraba, pero al rato había cambiado completamente de actitud, burlándose a costa suya y riéndose como si nunca en la vida lo hubiera hecho que incluso la hizo dudar de sus primeras observaciones.
—No, sus ojos no me engañaban, por más que hubiera tratado de disimularlo. — murmuró pensativa. —Él estaba triste cuando lo vi, de eso estoy segura.
Entonces recordó el preciso momento en que sus ojos se encontraron, claramente notó como los ojos de él destellaban cierta melancolía. Esos ojos parecían un momento como un mar calmado y al siguiente se asemejaban a una corriente violenta que destellaba cientos de chispas de diversas emociones que despertaban curiosidad de interpretar. Eran unos ojos tan profundos y de un color tan peculiar, que en verdad aturdían y dejaban a la mente en blanco, eran tan misteriosos y tan... tan hermosos.
Tembló inconscientemente al perderse en el recuerdo de esos ojos. La verdad era que ese chico tenía una mirada muy penetrante, que era capaz de distraer a cualquiera. Tal vez no era bueno para las personas estar expuestos a semejante intensidad, si había tenido ese efecto en ella, ¿qué efecto tendría en los demás?
—¡Ya no debo pensar en eso! — se ordenó a sí misma, completamente dispuesta a ya no recordar más a ese muchacho engreído de la cubierta.
Por otro lado, Terry sonreía involuntariamente recordando cada una de las caras cómicas que tenía esa señorita pecosa que tanto lo había hecho reír, y la que creía nunca más volvería a ver.
"¡Una verdadera lástima! Me hubiera gustado seguir viendo esas caritas chistosas que tiene. Hacia tiempo que no había reído tanto."— meditaba él con su característica sonrisa ladeada.
Sus ojos se suavizaron al recordar el momento exacto en que sus miradas se chocaron. Sin comprenderlo, ese rostro pecoso se había quedado grabado en su mente, negando a irse de sus pensamientos.
"Tal vez este Año no empezó tan mal después de todo."— consideró muy distraído en el recuerdo de esos ojos verdes.
—Con que se llama Candy. — murmuró para sí mismo una vez estaba acostado.
Liberando un leve suspiro, se acomodó entre sus sábanas, convencido que iba a pasar otra de esas noches de desvelos a las que ya se estaba acostumbrando y que no lo habían dejado desde que salió de Nueva York. Lo extraño fue que esa noche en particular, el sueño le llegó pronto. Se quedó profundamente dormido, como no la había hecho en muchos días.
Diferentes perspectivas, diferentes emociones.
Esa noche el destino ya había iniciado su curso, nada podía desviarlo de su rumbo. Todo lo que vivieron, todo lo que sufrieron ahora se reducía a un simple encuentro de miradas. Tenían que conocerse, tenían que encontrarse, tenían que enseñar al otro una lección de vida. Ellos ni siquiera lo sospechaban, pero todo ya estaba marcado y no podían cambiarlo ahora. Poco sabían ellos que esta historia recién comenzaba.
… Y así es como empieza su historia de amor, una historia ya muy conocida; una continua serie de encuentros, desencuentros, despedidas y separaciones.
Han pasado años, ahora están alejados por las circunstancias y parecía que todo estaba en contra de ellos. Sin embargo, no contaban con que el destino les tenía todavía algo preparado, una última y muy peculiar oportunidad para volverlos a unir, y es precisamente en Año Nuevo donde todo esto pasará.
Continuará…
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"Las palabras no esperan el momento perfecto, crean sus propios momentos perfectos convirtiendo los instantes más ordinarios en segundos especiales."
Espero haber hecho especiales estos momentos dedicados a mi historia.
Gracias por leer.
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By: Sundarcy
NOTAS DE LA AUTORA:
¡Al fin! Después de casi un año en el Candymundo sólo como lectora, inicio ahora oficialmente mi primer longfic de "Candy Candy," centrado obviamente en mi pareja favorita, Candy y Terry.
La historia de Candy y Terry sigue siendo la misma, sólo que quise presentar una nueva idea desarrollada en la historia de esta parejita, principalmente por la significancia que tiene el Año Nuevo para ellos.
La escena anterior decidí hacerla principalmente desde la perspectiva de Terry. Bueno, todas sabemos que era lo que pensaba Candy en el momento que se conocieron, pero nunca pudimos llegar a saber que era exactamente lo que pensaba y sentía Terry, ésta es mi versión de lo que podría haber pensado y sentido en ese momento. Por esa razón, y esencialmente porque quise añadir la idea del "Deseo de Año Nuevo" es que decidí agregar esta parte, ya que este fue un prólogo que no estaba planeado en realidad. De hecho, pienso que ese deseo se le hizo realidad a Terry. Siempre he creído que Candy fue la esperanza para Terry, un pequeño regalo de la vida que le enseñó a creer que hasta en los momentos más oscuros, siempre habrá un rayo de luz.
Para que no se creen confusiones, este deseo no es sobre el cual va a girar en torno la trama. Como se dice en el resumen, la historia se desarrollará años después de la separación. ¡A ver cómo me va! Desde ahora les agradezco infinitamente a los que hayan decidido darle una oportunidad a este fic.
La historia unirá detalles del anime, del manga y del CCFS, de este último principalmente, pienso llenar la trama con simbolismos como: los narcisos, los libros de Shakespeare, etc. No he podido sacarme de la cabeza esta idea y ahora que ya he comenzado a publicar tengo que admitir que estoy muy liberada, pero a la vez muy nerviosa, deseo poder hacerles justicia a Candy y Terry, además que la historia les guste claro. No tengo mucha experiencia escribiendo, todavía estoy aprendiendo a pulir mi escritura y hasta ahora no había podido escribir historias largas relacionadas con esta parejita.
De una vez les aviso que esta historia no tendrá mucho drama, eso se lo dejo a personas más expertas que yo en la escritura, no me siento preparada para abordar tramas muy profundas o dramáticas. El tema central involucrará una idea un poco fantasiosa, para las personas que estén conformes con ello y les guste, estaré muy feliz que lo lean.
Ahora empieza la verdadera prueba, espero que me acompañen hasta el final de la historia y me dejen sus comentarios para saber si les está gustando, ese será mi mejor pago por todo esto. Pienso actualizar una vez por semana, el día será muy probablemente el viernes o en todo caso el domingo. No estoy segura porque todavía tengo que armar bien mis horarios para poder tener más tiempo para escribir, pero de que actualizo al menos una vez por semana, sí lo voy a hacer.
Sin nada más que decir me despido, de aquí será hasta el próximo año. Les deseo sinceramente un próspero Año 2018, lleno de éxitos, inmensas oportunidades, numerosos aprendizajes que les traerán grandes cosas en este año que viene.
Saludos a todos a la distancia y que tengan un hermoso Año Nuevo.
Sunny =P
31/12/2017
