Disclaimer: Todos los personajes de Ranma no me pertenecen, son propiedad de su creadora Rumiko Takahashi.

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Capítulo I

Primeros días de Octubre

(PdV de Akane)

Akane salió de la ducha alargando el brazo para alcanzar su toalla. Al mismo tiempo, decenas de gotitas de agua se desprendían desde su oscura melena, empapando la alfombrilla de baño, modelo Hello Kitty. Se dispuso a enrollarla alrededor de su cuerpo grácilmente, en un gesto ya cotidiano, para terminar encajándosela con naturalidad a la altura del pecho. Se acercó al lavabo, inclinándose lateralmente para escurrir la humedad sobrante de su cabello y envolverlo en una pequeña toalla, a modo de turbante, que evitaría que siguiera salpicando el suelo mientras terminaba su ritual de acicalamiento.

Dirigió su vista hacia el espejo sobre el lavabo, ahora anulado por la capa de vaho que lo cubría. Sabía, y sentía, que sus mejillas seguirían encendidas, como siempre lo hacían tras su carrera matutina de doce kilómetros, pero el comprobarlo ante el espejo la reconfortaba, del mismo modo que lo hacía el batallón de endorfinas que recorría su torrente sanguíneo en aquel momento. Esa fue la razón por la que conectó el secador, dirigiéndolo hacia la superficie de cristal, para acelerar el proceso de evaporación natural que le devolvería la utilidad a su espejo.

No solía salir a correr tan tarde, y menos en periodo de exámenes, pero aquella noche no había descansado bien y sentía que necesitaba un rato más en la cama cuando sonó el despertador. Aquello no era una novedad en la última semana. Desde el inesperado encuentro a la salida de la discoteca, todos los demonios del pasado parecían haberse reactivado (no sería correcto decir revivido, puesto que nunca estuvieron muertos del todo) y Morfeo solía necesitar varias horas para hacer su trabajo.

Esta vez, el alivio que solía experimentar cuando apagaba el secador, no fue tan prolongado como de costumbre. A lo lejos, sobre la barra de la cocina, la vibración de un móvil silenciado repiqueteaba en la madera.

A saber cuánto rato llevará así…

Sorprendida por su falta de precipitación, se colocó las babuchas y avanzó por el pasillo arrastrando los pies. El rayo de sol que entraba por la ventana del salón, se reflejaba en el cristal de la mesita cuadrada que rodeaban sus sofás, impidiéndole determinar con facilidad dónde estaba el aparato. Para cuando lo localizó junto a la cafetera, ya había dejado de vibrar.

Mierda, ¿para esto me sacas del baño?

Aunque no tenía intención de devolver la llamada (al menos inmediatamente), ya que estaba allí, qué menos que comprobar quién se había atrevido a interrumpir su momento de paz. Entró en la cocina rodeando los taburetes dispuestos en la zona de barra, que hacía de separación entre ésta y el salón, agarró el móvil con una mano y un botellín de agua con la otra. Mientras bebía, marcaba los dígitos del código de desbloqueo de su smartphone. La pantalla de inicio reavivó el fogonazo en su cara:

Una llamada perdida:

Rompecorazones Hora: 11:47

Semiatragantamiento, expulsión nasal de agua y ataque de tos. Solo de timbal resonando dentro del pecho.

—Joder… —Era su forma de expresar lo frágil que la hacía sentir. Ni siquiera habían hablado y ya estaba completamente desarmada. Aliviada por no haber llegado a tiempo, a la vez que aterrorizada ante la posibilidad de que no volviese a llamar.- ¿No esperarás que te devuelva la llamada? ¿Serás tan considerado como para intentarlo una vez más? —Le habló a la pantalla como si, desde ahí, él la pudiese oír.

Casi se le escurre el teléfono de la mano cuando volvió a empezar a vibrar.

Llamada entrante:

Rompecorazones

Microparada cardiorespiratoria, seguida de un miniinstante de satisfacción.

Así me gusta, Saotome.

Intentó apaciguar su respiración en el menor tiempo posible. Sabía que contaba con algunos segundos, no más. No podía arriesgarse, pues era posible que su interlocutor no agotara todos los tonos, teniendo en cuenta que ya era el segundo intento.

Templanza, joven Padawan. La fuerza está contigo.

Exhaló profudamente y volvió a tomar aire…

—Dígame.

—H…Hola… ¿Akane…? ¿Eres tú?

—Sí, ¿quién es? —No estaba de más hacerse un poco la interesante.

—Soy Ranma, ¿qué tal estás? ¿te pillo bien?

—¡Hola!, ¿qué tal? Sí, no te preocupes. Antes no lo he cogido porque me has pillado saliendo de la ducha. —Antes de decirlo ya se había arrepentido.

¿Por qué le das tanta información? No hay que dar pie a segundas interpretaciones.

Al otro lado se hizo un silencio que a ella le pareció más prolongado de lo que en realidad fue, por fin Ranma dio señales de vida:

—Sí…, bueno… te llamaba para proponerte una cosilla, pero estás en todo tu derecho de negarte, ¿eh? —Por la cabeza de Akane empezaron a aparecer cientos de posibilidades, a cuál más rocambolesca. —Verás, hace unos días hablé con Ryoga. Me dijo que la semana que viene estaría por aquí y que podíamos juntarnos todos para tomar algo, el viernes. Ya sé que no es para eso para lo que me diste tu teléfono, pero pensé…, que quizá…, te podría apetecer.

Akane, evaluando las palabras que acababa de escuchar, comenzó a analizar cada posibilidad. No sonaba mal, después de todo lo que acababa de pasar por su cabeza. Era preferible que su próximo encuentro con Ranma tuviera lugar con testigos de por medio. Así se evitarían los posibles silencios incómodos y, lo más importante, minimizaría las repercusiones sobre su integridad emocional.

—Akane, ¿sigues ahí? —inquirió interrumpiendo el pormenorizado análisis.

—Sí, perdona, es que estaba pensando… ¿"Todos"?¿Quiénes son todos?

—Pues ya sabes…, los de siempre…, la gente de Nerima: Ryoga y su chica, Ukyo..., Konatsu…

—Vale, suena bien —le interrumpió. No necesitaba oír más. Akane ya sabía que Shampoo también iba a estar, pero lo que más la sorprendía es que le daba igual. En aquel momento, reencontrarse con el resto de exprometidas era poco menos que una pequeña rampita en el duro ascenso que suponía volver a permitir la entrada de Ranma en su vida. Y acababa de darse cuenta de que tener a todos los viejos fantasmas sobre el tapete le iba a ser de ayuda para evitar salir herida, pues aquello la mantendría con los pies en la tierra, en lo que respectaba a su exprometido.

—Genial, ¿entonces te apuntas?

—Sí, la verdad es que me apetece verles y me vendrá bien salir y desconectar un poco.

—Claro, ya verás, lo pasaremos bien. —Akane hizo una mueca extrañada, ¿no se referiría sólo a ellos dos? —Te mandaré la hora y la ubicación cuando concretemos.

—Muy bien entonces. —Sonrió aliviada. No sólo parecía que su corazón iba a terminar la llamada sin un rasguño, sino también ilusionado.

—Nos vemos pronto, Akane.

—Nos vemos pronto, Ranma. —Su estómago se puso del revés cuando se oyó a sí misma pronunciando aquel nombre. Habían pasado cuatro años desde la última vez que lo usó para dirigirse a él. Cuatro años en los que la tristeza y el dolor habían empujando inconscientemente aquellas dos sílabas hasta un lugar profundo, aislado, donde sus labios no tuvieran que volver a pronunciarlas y allí habían permanecido, escondidas, en silencio, latentes, hasta entonces.

(PdV Ranma)

—¡Deja ya de dar el coñazo y llámala! —gritó Keiko con gesto enfurecido, estampando uno de sus guantes de fitness en la cara del chico de la trenza. —Ya has hecho todas las conjeturas posibles sobre cuál será el mejor momento para llamarla. ¡Me tienes harto! ¡Cuanto antes la llames, antes podremos continuar todos con nuestras vidas! —sugirió "amablemente" mientras le lanzaba el móvil.

—Vale... Tampoco es para ponerse así, ¿no?

—¿Que no? —Syhuo, alias Krilin, estaba tumbado en el sofá del salón del piso que compartían, haciendo como que leía. Asomó los ojos por encima del libro que empequeñecía en sus enormes manos. —¿No es para ponerse así? ¿Quieres que te recuerde lo de "si espero a la semana que viene quizá ya tenga plan para el viernes"? ¿o lo de "no puedo llamarla antes de que haya pasado una semana, pareceré desesperado"? ¡Ah sí! Espera, espera, esta es la mejor de todas: "¿cómo voy a llamarla en jueves?, pensará que me he convertido en un bicho raro sin vida social".

—Vaaaale. Mensaje captado. —Ranma entornó los ojos y añadió sarcásticamente:— ¡Qué bueno es sentir que cuento con el apoyo de mis grandes amigos! —Desbloqueó su Smartphone para buscar el número de su exprometida.— Y ahora, ¡chitón! No vayáis a jugármela, cabrones. —Krilin y Keiko se miraron con una sonrisa cómplice, para volverse hacia su compañero, en un gesto de falsa inocencia.— Ya está sonando.

El corazón de Ranma se iba acelerando con cada tono. Y cuantos más pasaban, menos claro tenía qué iba decirle o cómo iba a empezar la conversación.

Joder, tenía que haberlo pensado un poco en vez de hacer caso a estos capullos.

Ya ni siquiera sabía cuántas veces había sonado. El nerviosismo comenzó a transformarse en angustia.

Mierda, ¿y si no lo coge?, ¿se lo habrá pensado mejor?

Podía imaginar los ojos de Akane, fijos en su celular, debatiéndose entre contestarle o no, para finalmente depositarlo en cualquier sitio, dejándolo sonar, para su desesperación.

—La llamada se ha cortado. No lo coge —dijo en tono apesadumbrado—. Seguro que está pasando de mí.

—Venga ya, hombre. —Keiko se había caracterizado siempre por ser el más optimista de sus compañeros. —La habrás pillado haciendo algo, seguro que ni se ha enterado.

—Claro tío. —Syhuo intervino con rapidez para apoyarle.— Ni lo pienses. Vuelve a marcar.

—Pufff, no quiero hacerme pesado. Quizá ella me devuelva la llamada… —Ranma estaba intentando justificarse cuando Keiko le arrancó el móvil de las manos.

—¡Déjame a mí! —Manipulaba el aparato con una sonrisa pícara. Para cuando Ranma se incorporó dispuesto a arrebatárselo, el daño ya estaba hecho.— ¡Ups! Parece que he vuelto a marcar —inquirió con una falsedad mal disimilada. A estas alturas estaba claro que lo había hecho a propósito.— Está sonando. —Y se lo devolvió con delicadeza, en un gesto que resultó cómico tras su intencionada traición.

—Vas a morir joven. Lo sabes, ¿verdad? —El chico de la trenza se dirigió hacia su "supuesto" amigo con una mirada asesina. Inmediatamente, su gesto mutó en el de un niño asustado cuando se puso el móvil al oído. A los pocos segundos una voz femenina se oyó al otro lado.

—Dígame.

—H…Hola… ¿Akane…? ¿Eres tú? —Sus dos compañeros lo animaron con gestos de victoria, que no hicieron otra cosa que desconcentrarlo de su arduo cometido.

—Sí, ¿quién es?

—Soy Ranma, ¿qué tal estás? ¿te pillo bien? —preguntó intentado quitarse a Keiko de encima, que se habías solapado a su costado apoyando la oreja en el dorso del móvil, para escuchar mejor.

—¡Hola!, ¿qué tal? Sí, no te preocupes. Antes no lo he cogido porque me has pillado saliendo de la ducha.

Al oir esto, Keiko se despegó de él y empezó a ofrecérsele con gestos sensuales, en un intento por emular el atractivo de la chica al teléfono. Ranma, visiblemente molesto, le soltó un codazo en el estómago, cayendo éste de nalgas al suelo. Tendría tiempo para preocuparse por su víctima más tarde, cuando soltara el teléfono.

Ya deberían de haber aprendido a no molestar al tigre. Una distracción menos.

—Sí..., bueno… te llamaba para proponerte una cosilla, pero estás en todo tu derecho de negarte, ¿eh? —Tragó saliva, antes de proseguir.— Verás, hace unos días hablé con Ryoga. Me dijo que la semana que viene estaría por aquí y que podíamos juntarnos todos para tomar algo, el viernes. Ya sé que no es para eso para lo que me diste tu teléfono, pero pensé…, que quizá…, te podría apetecer.

El primer paso ya estaba dado. Ahora la pelota estaba en el tejado de Akane y la respuesta no podía hacerse esperar. Pero sí que lo hizo y su mente empezó a divagar:

Ahora es cuando me mandará a la mierda. O me gritará. Puede que incluso me insulte. Vamos Akane, ya no espero menos que un bufido. Di algo, por favor.

—Akane, ¿sigues ahí?

—Sí, perdona, es que estaba pensando... —Ranma suspiró aliviado.

Parece que aún no he traspasado la línea

—… ¿"Todos"? ¿Quiénes son todos?

Ahí estaba. Ella acababa de descubrir el punto débil de su plan. Había llegado tan lejos como había podido. En cuanto Akane descubriera que Ukyo y Shampoo también estarían, todo se iría al traste. Había que aceptar la derrota con resignación.

Bueno, al menos lo intenté.

—Pues ya sabes…, los de siempre…, la gente de Nerima: Ryoga y su chica, Ukyo..., Konatsu…

—Vale, suena bien.

Ranma no podía creerlo, ¿seguro que esa era la misma Akane con la que tantas veces había discutido por culpa de sus otras prometidas? Parece que Ryoga tenía razón. Al fin y al cabo, había pasado mucho tiempo y todos parecían haber madurado.

—Genial, ¿entonces te apuntas?

—Sí, la verdad es que me apetece verles y me vendrá bien salir y desconectar un poco.

—Claro, ya verás, lo pasaremos bien. —Con solo decirlo, Ranma se avergonzó. En su cabeza no sonaba tan insinuante como cuando lo dijo en voz alta —Te mandaré la hora y la ubicación cuando concretemos.

—Muy bien entonces. —El chico creyó intuir una sonrisa camuflada en aquellas palabras. Y no pudo evitar imaginarla sonriéndole, como tantas veces había hecho en el pasado. La sola visión de aquella sonrisa era capaz de salvar cualquier día, por malo que fuera, haciendo que valiese la pena haberse levantado. Ni un solo día había dejado de evocar su visión, ni lo que le hacía sentir. La calidez que ahora sentía en el pecho, ya no era solo un recuerdo.

—Nos vemos pronto, Akane.

—Nos vemos pronto, Ranma.


Mediados de Octubre.

Daba la impresión de que el otoño había elegido precisamente aquella tarde para hacer acto de presencia. A pesar de que el día había sido algo cálido, la ráfaga de aire que revolvió la melena de Akane al salir de la boca de metro, la hizo consciente de lo mucho que había discurrido acerca del devenir de la noche y lo poco que lo había hecho sobre la necesidad de coger un paraguas.

Por fortuna, su atuendo no era del todo desacertado. A pesar de la limitada longitud de su vestido estampado, las oscuras y tupidas medias, a juego con su chaqueta de piel, eran perfectas para combatir el frío. Pero de lo que más se alegraba era de haber abandonado la idea de usar tacones, pues sus sneakers de suela gruesa serían mucho más apropiadas si la lluvia aparecía.

En circunstancias normales, caminaba mucho más deprisa de lo que ahora lo hacía. Se obligaba a mantener un paso lento, como si sus pies pudiesen ralentizar el ritmo de su corazón o contribuir a desatar el nudo que había donde antes estaba su estómago.

Sabía que llegaba algo tarde y la aterraba la perspectiva de tener que insertarse en un grupo ya formado de gente, para demandar su atención. Por suerte, pudo respirar tranquila al doblar la última esquina de la calle del local de Ukyo. Ryoga y Akari esperaban en la puerta. Ya la habían reconocido y parecían sonreírle a lo lejos.

—¡Akane, qué alegría que hayas venido! ¿Te acuerdas de Akari?

—Hola Akane, estás muy guapa. —La joven se lanzó a abrazarla, como si hubiesen sido amigas toda la vida.

—¡Hola chicos! Me alegro mucho de veros, ¿qué tal estáis? —Akane regaló su mejor sonrisa a la pareja. No sólo agradecía el hecho de no tener que entrar sola al local, sino que realmente los apreciaba, especialmente a Ryoga. A pesar del asunto P-chan, ella lo había considerado uno de sus mejores amigos y lo tenía en gran estima por el modo en el que siempre la había tratado.

—Ya le dije a Ranma que no podía dejar de invitarte.

—¿Y vienes sola? Creí haber oído que tenías n…—Ryoga carraspeó ante la indiscreción de su chica.

—¿Novio? Bueno, Hiyao… no está este fin de semana. Ha salido a entrenar fuera, así que me ha venido bien la reunión para distraerme un poco —explicó intentado disimular que la pregunta la había alterado. Mientras respondía, echó un vistazo al interior para comprobar que Ukyo se acercaba hacia ellos y que probablemente había oído sus explicaciones.

—Akane, ¡has venido! Pero bueno, ¿qué hacéis los tres aquí fuera? Vamos pasad, he preparado una mesa en la terraza interior, ahí vamos a estar genial.

A pesar de no haber sido excesivamente efusiva, la bienvenida de Ukyo le resultó cálida y contribuyó, en cierto modo, a darle tranquilidad. Mientras avanzaban juntas hacia el resto del grupo, la cocinera le comentaba algunos detalles sobre su nuevo local y las razones por las que había decidido, a pesar de la época del año, preparar la reunión al aire libre.

—… Aunque si empieza a llover, no tendremos más remedio que meternos dentro —concluyó Ukyo. Para entonces, la morena ya había dejado de escuchar a su anfitriona. Toda su atención había sido atrapada por el chico que, cerveza en mano, la saludaba con una imperceptible media sonrisa, desde el otro extremo de la terraza.

A medida que se les acercaba, no pudo evitar escanear su figura de arriba abajo. No vestía tan elegante como en la discoteca, pero verle con vaqueros y zapatillas también era una novedad para ella. Le pareció haber empezado a salivar cuando se fijó en cómo, bajo su camisa abierta, la camiseta interior negra se ceñía a sus abdominales. Se llevó la mano al mentón para comprobar que su mandíbula seguía cerrada.

—¡Genial, ya estás aquí! ¿Has llegado bien? —El chico la miraba como si todos los demás hubiesen desaparecido.

—Sí, sin problema. El metro me ha traído casi directa desde casa.

—Pues estupendo. Ven, te buscaremos algo de beber. —Se giró para abrirle el camino hacia la barra, al tiempo que alargaba su brazo para marcarle el rumbo.— Y así aprovecho para presentarte a mis compañeros de equipo.

Akane no pudo más que dejarse llevar. Fascinada por la paradójica sensación de conocer tanto y, a la vez, tan poco, al encantador chico que ahora la guiaba a través de rostros conocidos y desconocidos.

La noche trascurría entre anécdotas, risas y recuerdos. Historias viejas y nuevas, contadas en corros grandes o pequeños. Se podía decir que Akane había encontrado su lugar y disfrutaba de la reunión, siendo partícipe de cada broma o comentario, como una más del grupo. Ranma, algo menos preocupado por el bienestar de su invitada, se limitaba a observarla embelesado, preguntándose qué demonios lo había llevado a terminar desterrándola completamente de su vida, cuando Ukyo, aprovechando un momento de bullicio, se acercó para hablarle con franqueza:

—Parece que la chica lo pasa bien. Al final no ha sido mala idea que viniera.

—Lo sé. Es como si no hubiese pasado el tiempo —comentó él, aún con los ojos fijos en su objetivo—. Como si, en esencia, siguiéramos siendo los mismos. Como si estos cuatro años, sólo hubiesen sido una pausa para la publicidad.

—Sí, pero durante los anuncios, ella se ha echado novio.

—Algo había oído, ¿está confirmado? —preguntó volviendo por primera vez la vista hacia su mejor amiga.

—Ella lo estaba comentando con Ryoga y Akari al llegar. Parece ser que el susodicho está de viaje de entrenamiento.

—Sé que no me vas a creer, pero todo eso me da igual. Para mí ya es una victoria que esté aquí y me conformaré con que me deje ser una parte pequeña de su vida.

—Pues es verdad. No te creo — enunció mientras le daba un leve golpecito en la frente con su dedo índice—. Ándate con ojo, Ranma. Tengo la impresión de que estáis pisando terreno cenagoso y si no tenéis cuidado, podéis acabar peor de lo que ya estabais.

—Bueno, habla por mí. No puedes saber qué siente ella.

—Hablo por los dos. No me hace falta saberlo. ¿Es que no has visto cómo te mira?

Pero Ranma no tuvo tiempo para ahondar en la cuestión de las miradas. En ese mismo instante un potente flash iluminó la instancia, seguido de un ensordecedor trueno que puso a todo el mundo alerta.

—¡Chicos!, parece que vamos a tener que seguir con la fiesta dentro, así que vamos a darnos prisa. —Ukyo tuvo que esforzarse para hacerse oír entre el revuelo y las ráfagas de aire.

Resultó insólita la rapidez con la que, entre todos, trasladaron vasos, sillas, mesas y demás enseres al interior del local. Mientras la mayoría se iba acomodando, Ranma se disponía a poner algo de música, cuando percibió que Akane se estaba empezando a despedir de la gente.

No puede ser, aún es pronto.

Su cara era el rostro de la decepción. Ukyo, que sin duda sabía reconocer las emociones en el semblante de su amigo, hizo de tripas corazón y se le acercó para hablarle en voz baja.

—Mira, ya sé que esto contradice todo lo que te acabo de decir, pero odio verte así. Toma. —Disimuladamente depositó un objeto metálico en su mano.— Mi coche está ahí detrás. Acércala a casa.

—Eres una buena amiga. Estará de vuelta intacto.

—Espero que tú también. —Y lo besó en la mejilla.

La chica proseguía despidiéndose de sus viejas y nuevas amistades y nadie se extrañó de que reservara el último turno para su exprometido:

—Tengo que irme ya. Muchas gracias por haber contado conmigo. Lo he pasado genial, de verdad —expresó mientras cerraba la cremallera de su chaqueta y se colocaba el bolso.

—¿Pero por qué te vas tan pronto? Nadie se ha movido aún.

—Ya, es cierto, pero mañana tengo trabajo que hacer y necesito estar descansada. Además, estaría bien llegar al metro antes de que la tormenta empiece a descargar. Tiene pinta de que va a ser intensa.— En un movimiento sincronizado, ambos se volvieron para otear el cielo encapotado a través de la puerta de cristal.

—Está bien, no voy a ser una mala influencia, entiendo que tengas cosas que hacer, pero al menos, déjame que te lleve a casa.

—No, no es necesario, en serio, estaré bien —le explicaba mirando al suelo, evitando hacer notorio el rubor de sus mejillas.

—Insisto. Tú misma has dicho que la cosa se va a poner fea. ¿No sería mejor ir en coche?

La situación acababa de hacerse tan comprometida que de nuevo volvieron a aparecer todas sus inseguridades. Fue precisamente eso lo que le impidió dar a tiempo con una excusa o un razonamiento que disuadiera a su inductor, por lo que, finalmente, acabo cediendo.

—Vale, me has convencido.


El pequeño Toyota negro de Ukyo esperaba en la calle que daba a la parte trasera del local. Entre semana, Konatsu lo utilizaba para repartir comida a domicilio, por eso llevaba pintado el logo del local en ambas puertas delanteras.

—Ya me extrañaba que tuvieras coche propio —bromeó Akane.

—¿Y eso? —preguntó él haciéndose el ofendido.

—No sé. Es que no te pega… Bueno, es decir, al menos no le pegaba al antiguo Ranma.

El joven se puso completamente recto y se quedo mirándola.

—A ver, a ver… ¿cómo es eso del antiguo Ranma? Eso me lo tienes que explicar —requirió divertido, apoyándose en el techo del coche. Desde el otro lateral, la chica era consciente de que intentaba meterla en un aprieto y le dirigió una mirada acechante.

—¿Quieres, por favor, abrir el coche antes de que empiece a diluviar y tengamos que cambiarlo por una barca?

—Está bien, pero no creas que te vas a escaquear.

Apenas tomaron asiento en el interior, un clamoroso trueno dio el pistoletazo de salida al sonoro chaparrón que comenzó a regar la ciudad. De no ser porque era inverosímil, se podría pensar que el cielo había tenido la cortesía de esperar a que estuvieran a cubierto antes de empezar a descargar con furia. El alivio que compartieron se hizo tangible en una mirada cómplice, seguida de una leve carcajada de incredulidad.

—¿Bueno qué?

—¿Qué de qué?

—Tú dirás, se supone que voy a llevarte a casa. Agradecería alguna indicación —solicitó mientras arrancaba el coche.

—¡Ay, perdona!, estoy un poco conmocionada. A ver…, tampoco tengo claro cuál es la mejor ruta desde aquí… —Miraba hacia arriba con el dedo índice apoyado en los labios, para concentrarse.— Ah vale, ya lo tengo. Toma la segunda calle y… ¿se puede saber qué estás haciendo? —preguntó extrañada mientras observaba al muchacho activar y desactivar compulsivamente cada uno de los dispositivos del vehículo.

—¿Dónde leches está el limpiaparabrisas?

—¿Seguro que sabes lo que haces?

—Me parece que no. —Sonrió de una manera que a ella le resultó encantadora.— Pero no voy a rendirme ahora. Eso tampoco "me pega", ¿verdad?

El chico se quedó helado cuando sintió como su copiloto salvaba la distancia que les separaba, con un movimiento seguro y decidido. Con sus caras frente a frente, a escasos milímetros, ya no solo disfrutaba del cautivador perfume que la había estado acompañando toda la noche, sino también de su propia esencia personal, aquella que tantas veces había inspirado y, otras menos, saboreado. Comenzó a entornar sus ojos y separar los labios, liberando su brazo derecho para recibirla. Con su mano ya rozando la cintura de su compañera, escuchó un tímido click.

—Ya está, ¿ves? —Mientras la joven volvía a su asiento, el dinámico sonido del limpiaparabrisas deslizándose sobre la luna delantera lo devolvió a la realidad.— Mi amiga Ayako tiene el mismo modelo. Alguna noche me ha tocado conducirlo cuando se pasa con las sapporo. —Ahora él la miraba más sorprendido que avergonzado.— De nada.

Te has lucido, galán. ¿Acaso pensabas que ella te lo iba a poner tan fácil?

Akane no era ajena al involuntario momento de intimidad que habían creado. No obstante, eran precisamente ese tipo de situaciones las que se había propuesto evitar desde que accedió a su invitación. Por lo que, decidió que sería mejor para ambos retomar la compostura casi perdida y actuar con naturalidad.

Ya en camino, las varillas apenas daban abasto a contrarrestar el torrente que caía a raudales sobre el parabrisas. Las luces anaranjadas de las altas farolas a ambos lados de la carretera, iluminaban el habitáculo del coche de manera intermitente, generando una atmósfera casi onírica, en colaboración con la armonía acuática que se interpretaba en el exterior.

—Bueno ¿y me puedes dar una valoración de la noche?

—Ya te lo he dicho, lo he pasado muy bien, de verdad.

—Vamos, eso no es una valoración. Mójate un poco. ¿Ha sido como esperabas?

—Un poco sí. Bueno, no... Es complicado. En cierto modo no esperaba llegar a estar tan cómoda, pero eso es más bien mérito de la gente que había. Todos han sido muy amables, tanto los que ya conocía como los nuevos. Tengo que decir que tus compañeros de equipo están locos. —Sonrió mirando hacia arriba al recordar algunas de sus ocurrencias.— Incluso Ukyo ha sido mucho más cercana de lo que esperaba. No es que antes nos lleváramos mal, pero hoy ha sido especialmente simpática.

—Es una gran anfitriona. En realidad es sobre todo gracias a ella que hayamos estado tan a gusto. Incluso ha salido de ella ofrecerme el coche para que te acercara.

—Parece que he dejado de ser una amenaza para ella.

—Así es. —Con esas dos palabras Ranma esperaba que Akane comprendiera que, aunque tarde, había terminado haciendo lo que ella le pidió hace tanto tiempo: dejarle claro a su amiga que nunca tendría un interés romántico en ella. Pero la realidad era bien distinta, pues Akane hacía tiempo que había aprendido a no esperar concesiones en cuanto al tema de las otras prometidas. Las palabras del joven fueron interpretadas como la confirmación del fin de su interés hacia ella: Akane ya no era una amenaza para Ukyo, porque Ranma ya no estaba interesado en Akane.

Intentó retomar la conversación disimulando su decepción.

—Creo que no puedo decir lo mismo sobre Shampoo. Ha sido la única con la que no he cruzado ni una palabra. Es cierto que yo tampoco he puesto de mi parte, pero no me gusta ser hipócrita. Y menos, teniendo en cuenta las miradas que me echaba…

—Bueno, es que ella nunca lo ha superado. —Reprimió el impulso de taparse la boca, pues el gesto delataría aún más su metedura de pata.

—¿El qué no ha superado?

Ranma sintió que, respondiera lo que respondiera, la conversación podía terminar desembocando en juicios y argumentos relacionados directamente con su ruptura. Era un tema tan delicado y cuyo discurso había pronunciado mentalmente tantas veces, que pensó que no era justo sumergirse en él de manera tan precipitada, si no iban a poder dedicarle el tiempo y el cuidado que el asunto requería. Después de cuatro años sin verse, ambos sabían que aquella conversación seguía pendiente, pero era sobre todo él, quien estaba interesado en que, llegado el momento, ambos pudiesen entrar en ella de manera consciente, voluntaria y sobre todo, sin prejuicios. Ese interés respondía a su propia necesidad de expiación personal. La noche que se encontraron por casualidad, él le había comentado la posibilidad de tener un encuentro, una oportunidad para esclarecer sus posturas del pasado pero, sobre todo, para poner de manifiesto que era consciente de todos los errores que había cometido y había estado asimilando desde tiempo atrás.

—No tiene importancia y es un poco largo de explicar. Quizá en otro momento…

Ambos eran conscientes de la poca veracidad de aquella afirmación, pero, en una especie de pacto no hablado, decidieron dejarlo pasar. La noche ya había sido suficientemente estimulante, y no había necesidad de rematarla con polémicas del pasado.

Durante el resto del trayecto se mantuvieron en silencio. Cada uno se quedó sumido en sus propios pensamientos, sólo acompañados por la lluvia, la música pop del reproductor del coche y las escuetas indicaciones de Akane a su chófer.


Flashback

Cuatro años antes, finales de Marzo.

La recién estrenada primavera había llenado de color las calles de Nerima, y los días, cada vez más largos y cálidos, se impregnaban del aroma de las flores que adornaban los árboles de las calles y avenidas.

Ranma, henchido de orgullo por haber conseguido, no sin dificultades, superar el curso escolar, gozaba de las pocas tardes de ocio que quedaban, antes del comienzo del nuevo periodo lectivo. Se deleitaba tumbándose en la explanada aledaña al canal, para sumergirse en sus lecturas sobre artes marciales, mientras los últimos rayos de sol teñían los tejados de la ciudad con su destello dorado. Puede que se debiera al sosiego que le proporcionaban esas tardes, o a su reciente éxito académico, pero lo cierto es que últimamente disfrutaba de un humor mucho más afable que de costumbre.

No se había parado a pensarlo con detenimiento, pero presentía que aquella buena disposición pudiera estar relacionada con el hecho de que hacía varias semanas que no había tenido ningún enfrentamiento importante con su prometida, más allá de las típicas puyas que se dedicaban habitualmente y que ya formaban parte de la idiosincrasia de su relación. En cierto modo, no sabía cuál de aquellas circunstancias era la causa y cuál el efecto, o si simplemente se interconectaban formando un ciclo, pero de lo que sí estaba seguro era de que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía en paz. Las delirantes batallas a las que solía enfrentarse día sí, día también, ya no eran tan constantes. Los perturbados rivales y sus elaborados discursos sobre venganza parecían estar tomándose un descanso. Mientras que las abrumadoras intervenciones del resto de sus prometidas se habían vuelto menos exigentes que de costumbre.

Animado por tales circunstancias, el joven de la trenza regresaba a la residencia Tendo tras una de sus tardes de introspección, cuando le pareció percibir el eco de una voz procedente del dojo. Dados el timbre y la cadencia de aquel murmullo, era evidente que alguna de las chicas de la casa estaba entrenando y no podía ser otra que Akane. Curioso por comprobar sus progresos, a la par que dispuesto a compartir un rato con ella, se dirigió hacia el edificio y se quedó apoyado en el marco de la entrada.

Desde allí la observó indiscretamente, sin que ella reparara en su presencia, e intentó centrar su atención en los aspectos técnicos de sus movimientos, que fácilmente habría podido analizar y, de ser preciso, corregir, dado el gran nivel que el artista marcial ya había alcanzado. Pero le era muy difícil concentrarse. En lugar de evaluar la velocidad, la precisión o la flexibilidad de los desplazamientos de la chica, no pudo más que fijarse en el brillo de su piel, perlada por el sudor, el sugerente rubor de sus mejillas y el magnético vaivén de su pecho, moviéndose al compás de su respiración agitada.

Desde su aventura en el Monte Fénix, se solía sorprender a sí mismo estudiándola con avidez, con más asiduidad de lo que le gustaba aceptar. A pesar de que se trataba de un comportamiento completamente involuntario, se avergonzaba de sus bajos instintos, que a su entender lo colocaban a la altura del Maestro Happosai, en lo que a nivel de depravación se refiere, y se recriminaba mentalmente por dejarse llevar de aquella manera.

Sumido en una de esas autorreprimendas interiores, pegó un respingo cuando Akane advirtió su presencia:

—Ranma, baka, me has asustado, ¿qué haces ahí? —Intentaba parecer molesta, cuando en realidad no lo estaba en absoluto.

—¿Eh…? Mmmm… No está mal, pero deberías pulir algunas cosas —indicó con un gesto condescendiente. Pocas veces era él el que tenía la oportunidad de corregirle algo a ella y ahora estaban en su terreno, lo cual, además, le vino como anillo al dedo para que la chica terminara pasando por alto su intromisión.

—¿Como qué? ¿A qué te refieres?

—No estás respirando bien y eso lastra tus movimientos —explicó con seriedad.— No abarcas todo el espacio que debieras y tu equilibrio se ve afectado. —Temía haber sido demasiado severo y que la chica acabara tomándoselo a mal, pero nunca bromeaba cuando se trataba de su especialidad.

—A ver, sensei, ilústrame —le pidió con sarcasmo. A pesar de todo el tiempo que llevaban conviviendo, era la primera vez que Ranma realizaba un comentario a una de sus katas sin acompañarlo de un insulto o una salida de tono. Por tanto, también era la primera vez que ella aceptaba la crítica humildemente. Era consciente de que su nivel estaba a años luz del de su prometido y, consecuentemente siempre había anhelado que compartiera sus conocimientos con ella o que pudiera guiarla de algún modo. Le resultaba triste que aquello nunca hubiera pasado antes, pero sabía de sobra que era una consecuencia del fuerte carácter de ambos. Por eso, aunque solo fuera por una vez, no dudó en tener en cuenta sus sugerencias.

El chico, deshaciéndose de sus zapatillas, caminó hasta el centro del dojo, donde se posicionó completamente erguido, con los brazos rectos pegados a cada lado del cuerpo. Cerró los ojos e inspiró con profundidad durante algunos segundos. Volvió a abrirlos, flexionó ligeramente sus rodillas y dirigiendo su mirada hacia el infinito, separó los brazos del cuerpo, de manera que sus puños cerrados se situaron uno frente a otro, a la altura de su ombligo, formando con cada brazo, un perfecto ángulo recto. Sin mediar palabra, comenzó a reproducir la misma kata que acababa de ver, con la salvedad de que imprimía a cada movimiento un estilo personal, inundando cada desplazamiento de una naturalidad y una elegancia innatas, al mismo tiempo que les insuflaba un vigor y una energía implacables. Su exhibición bien hubiera dejado sin palabras a más de un experto, cosa que también sucedió a Akane, que lo había estado observando a poca distancia, con los brazos en jarra.

Según terminó, el chico se dirigió a ella, con el resuello apenas alterado.

—¿Te has fijado en cómo he respirado?

—Pues… no te creas que es tan fácil distinguir cuándo respira otra persona y menos durante ese tipo de movimientos.

—Sí, tienes razón, pero a lo que me refiero es que en ningún momento he relajado la tensión en esta zona —mientras se explicaba, tomó la mano de la chica, colocando la palma sobre su abdomen—, ¿lo notas? —volvió a insistir mientras endurecía, más si cabe, sus abdominales.

Ella, nerviosa, lo miraba escéptica. Por increíble que pareciera, su improvisado instructor estaba tan emocionado con sus indicaciones, que daba la impresión de haber dejado de lado el bochorno que le producían los momentos de intimidad entre ambos. Dado que no solían presentarse oportunidades de este tipo, ella decidió obviar todo asunto no relacionado con las artes marciales para, de algún modo, intentar no ahuyentarle, pues estaba segura de que en cuanto fuese consciente, todo se estropearía.

—¿Quieres intentarlo tú otra vez? —le preguntó entusiasmado— Podría darte alguna indicación.

La chica asintió con una sonrisa tímida, girándose para instalarse en el espacio que marcaba el punto inicial de su ejercicio. Él la acompañó y se colocó a su lado.

—Antes de empezar, veamos qué tal controlas el abdomen. Ponte recta —le pidió, mientras se situaba en el flanco derecho de la chica, con su cuerpo orientado hacia ella.

Colocó ambas manos a la altura de su esbelta cintura, justo debajo del obi: los dedos de su mano izquierda, apoyados ligeramente al final de su espalada, mientras que, la derecha, se sostenía con la palma abierta sobre su vientre plano, donde era mecida suavemente con cada inspiración de la joven. El tierno y cálido contacto de la mano de su prometido sobre su estómago le erizó la piel y coloreó sus mejillas. Estaba tan estupefacta, que seguía sus indicaciones con sumisión.

—Ahora te toca a ti. Vamos. Debes crear la tensión en esa zona antes de empezar a moverte. —Los ojos de ambos, hasta ahora fijos en el lugar donde sus cuerpos hacían contacto, se alzaron para buscar el rostro del otro.

No fue hasta ese momento, al cruzarse sus miradas, que el chico fue consciente de la cercanía que estaban compartiendo. Un espasmo eléctrico lo recorrió desde su estómago hasta el fondo de su garganta, para acabar haciéndose presente en el patente tono carmín que adquirió su cara.

Le pareció insólito que ella no solo le estuviera dejando tomarse esas confianzas (sin propinarle un mamporro), sino que además se mostraba dispuesta a tomar parte en todo aquello, como si lo disfrutara. Él llevaba demasiado tiempo fantaseando con algo así, pero siempre le había parecido una posibilidad tan remota, que nunca se había planteado cómo actuar si llegaba a presentarse. Con el corazón a mil por hora, se retó a mantener el tipo y a aparentar una seguridad de la que carecía, dejando que las circunstancias siguieran su propio cauce y descubrir, entre ambos, a dónde les llevarían.

—¿V...ves…? Eso es lo que te digo. —Las palabras surgían casi inaudibles de su boca, pero poco a poco fue recobrando su hilo normal de voz— Debes mantenerte así durante todo el ejercicio. Ahora empieza desde el principio. Despacio. Vamos a intentar ampliar el radio de tus movimientos.

Akane comenzó de nuevo su rutina, casi temblando por la excitación, con movimientos pausados pero marcados y exactos. Ranma se había situado a su espalda, tan cerca que ella podía notar cada exhalación en su nuca y, con delicadeza, iba corrigiendo sutilmente sus posiciones. Algunas veces rectificaba la postura de sus brazos, recorriéndolos de abajo a arriba con sus manos, dibujando caricias que eran veladas por la tela del uwagi. Otras, colocaba sus manos sobre los hombros o las caderas de la joven, marcando el giro perfecto que a ella le permitiera reproducir el próximo desplazamiento con pulcritud. Cuando era necesario, escenificaba el movimiento paralelamente al de ella, sin dejar de sentir el contacto entre sus brazos, o le ofrecía sus manos como apoyo, para facilitar que su pierna llegara más lejos en la siguiente patada.

A pesar de su turbación y del ritmo descontrolado de sus corazones, aquel experimento de compenetración dio como resultado una danza francamente bella, que parecía haber sido ensayada cientos de veces. Juntos disfrutaron de cada estiramiento, cada giro y cada contacto, hasta el punto de terminar perdiendo la noción del tiempo. Inesperadamente, las artes marciales les acaban de proporcionar un amplio abanico de posibilidades para expresar sus sentimientos hacia el otro, regalándoles un nuevo lenguaje a través del cual exteriorizar sus apetitos más íntimos.

Invadidos por esa recién adquirida confianza, finalizaron el ejercicio sin interrumpir el contacto que por minutos habían compartido. Ranma, aún palpando la parte trasera de los brazos de la chica, mantenía la mirada fija en su cuello, escudriñando el camino trazado por una solitaria gota de sudor. Ella, con el torso aún agitado por el esfuerzo, intentaba encontrar qué palabras dirigirle sin correr el riesgo de estropear el momento. Comenzó a girarse despacio, procurando que su desconexión fuese lo menos áspera posible y se colocó frente a él, tan cerca que podían sentir el aliento del otro sobre su propio rostro. Finalmente alzó la vista hacia sus ojos, donde terminó redescubriendo aquel azul infinito, que ahora la vigilaba.

—Gracias —expresó prudente.

El chico trataba de mantenerle la mirada, pero no podía evitar que sus ojos descendieran ligeramente hacia sus sugerentes labios, que acababan de adquirir un tono encarnado que se le hacía irresistible. Finalmente, respondió:

—No tienes por qué darlas. Ha sido un placer.

Tras un breve momento de indecisión, la joven se colocó de puntillas sobre sus pies descalzos, apoyó ligeramente las manos en el pecho de su prometido y tomó un ligero impulso para acercarse a su boca. Sus labios se rozaron apenas un instante, pero su tacto les resultó dulce, intenso y tremendamente estimulante.

Ranma, al que aquello había cogido totalmente desprevenido, ni siquiera tuvo tiempo de cerrar sus ojos y disfrutar del contacto. Acababan de compartir su primer beso, un recuerdo que siempre custodiaría en su corazón y que podría evocar en el futuro, tantas veces como deseara. Pero le había resultado tan sugerente, que no hacía otra cosa que pensar en el segundo. Ella seguía ahí delante, a escasos milímetros de su boca y sus labios le estaban pidiendo a gritos ser conquistados. Así que, esta vez, le tocó a él tomar la iniciativa.

Dispuesto a perfeccionar la técnica, comenzó a salvar la distancia con los ojos ya cerrados, optando por una ligera inclinación lateral de su cabeza, que le permitiera amplificar el contacto. Cuando sus labios por fin se posaron sobre los de la chica, él alzó sus manos para sostenerla con ternura por la parte superior de sus brazos, y ella le correspondió colocando nuevamente las suyas sobre su robusto pecho. Sin apenas mover los labios, que permanecían perfectamente ensamblados, se limitaron a deleitarse con el cálido y húmedo contacto. Sujeta como la tenía, se inclinó aún más sobre ella para profundizar el beso, haciendo que la chica tuviera que echarse hacia atrás y le correspondiera alzando sus brazos para rodearle por el cuello. Él completó el abrazo, haciendo descender sus manos hacia su diminuta cintura, para estrecharla con firmeza y terminar atrayéndola hacia él, con suavidad.

Tras el extenso y reconfortante trance, decidieron disolver el abrazo cuando sus labios finalmente se separaron. Inundados por un cúmulo de sensaciones, se miraron confundidos durante algunos instantes, mientras aún conservaban el sabor de la reciente caricia en sus labios. Todavía mantenían el aturdimiento por haber compartido ese exquisito y placentero sueño, cuando Akane se atrevió a romper el silencio:

—Me ha gustado entrenar contigo —observó con simpatía.

—Entonces deberíamos hacerlo más a menudo —expresó con una sonrisa cómplice.

Y, con toda la naturalidad del mundo, el chico de la trenza se giró para salir del dojo, fascinado, casi flotando, con las manos en los bolsillos.

Fin del flashback


—Aquí es. Ya hemos llegado —señaló ella mientras se deshacía del cinturón.

—¿Aquí? No se ve ninguna entrada.

—Sí, es que el portal de acceso al apartamento está detrás de este edificio —indicó señalando el bloque de pisos que quedaba justo a la derecha del coche.

—Vale, te acompaño.

—¿Estás loco? Te vas a empapar. Ninguno de los dos tenemos paraguas, y además…. —Pero el chico ya había salido del coche y lo estaba rodeando hacia su puerta.

Akane le siguió con la mirada desde el interior. Su figura, apenas perceptible a través de la luna anegada, atravesó fugazmente su campo de visión. Antes de que pudiese volverse hacia la ventanilla del copiloto, pudo escuchar el sonido de la puerta abriéndose desde fuera. Encontrarse con aquel rostro masculino, surcado por las finas hileras de lluvia que comenzaban a escurrir desde su frente, la dejó en estado de shock.

—Ra…Ranma… Tu… tu maldición… —balbuceó desde el interior del coche, observándole anonadada, con los ojos abiertos como platos.

—No hay tiempo para eso, ¡vamos! —la interrumpió divertido, jactándose del aturdimiento que acababa de provocar en la chica.

Para cuando Akane volvió en sí, Ranma ya la había arrastrado fuera del coche, asiéndola de su muñeca derecha, y tiraba de ella mientras corrían agazapados, en dirección a la entrada de su casa. Al llegar al portal se detuvieron bajo el umbral, donde una estrecha marquesina les sirvió de cobijo mientas recuperaban el aliento. Apoyados cada uno a ambos lados del portal, se miraban en silencio, con la respiración entrecortada. Los ojos de la chica, fijos en el rostro de su compañero, permanecían hipnotizados, observando cómo la lluvia resbalaba desde su flequillo azabache. Por un momento creyó perderse en el azul de sus ojos, ahora oscurecido por la penumbra de su improvisado refugio, hasta que por fin fue capaz de articular palabra:

—No puedo creerlo. Estás ahí empapado por la lluvia, y sigues siendo tú. ¿Pero cuándo? ¿cómo? —las preguntas se atropellaban en su cabeza, haciendo que su discurso se volviese precipitado.

—Bueno, es una historia que me gustaría contarte algún día, si me dejas.

—¡Por supuesto que querría oírla! —Ella seguía sin dar crédito, realmente feliz por él, le sonreía de oreja a oreja, consciente de cuánto había sufrido por ello en el pasado. —Debes de estar realmente contento.

—Estoy encantado —reveló de una forma que a ella la dejó sin respiración, como si se refiriese a algo distinto. La observaba ilusionado, casi con admiración, del mismo modo que un niño contempla sus regalos aún por abrir, la mañana de Reyes.

—Está claro que el nuevo Ranma es una caja de sorpresas.

El chico sonrió tímidamente para terminar bajando su mirada hacia el suelo. Parecía estar meditando su respuesta, hasta que confesó:

—Akane, quiero que tengas presente que no hay un antiguo ni un nuevo Ranma. Sigo siendo la misma persona. Sigo teniendo los mismos gustos, los mismos sueños, los mismos deseos. Es solo que la vida y sus golpes, me han hecho aprender. Ahora soy más práctico. No me gusta perder el tiempo dando rodeos y ha dejado de preocuparme lo que los demás piensen de mí. —No fue hasta ese momento que el chico volvió a alzar sus ojos, para mirarla.— Bueno, eso no es del todo cierto. Sí me preocupa lo que piensen de mí ciertas personas, pero podrían contarse con los dedos de la mano.

La joven apartó la mirada, intuyendo lo que se avecinaba. No se sentía tan valiente como para pararle los pies al chico que siempre había conseguido lo que se proponía. Él continuó:

—Es por eso que me gustaría volver a verte y poder hablar contigo. Hay muchas cosas que necesito decirte, para que pueda dejar, de una vez, de mirar hacia el pasado.

Akane sintió como se le hacía un nudo en la garganta que le impedía contestar. Aquellas palabras, acababan de colocarla ante una encrucijada personal. Por un lado, era genial que volvieran a compartir momentos. Su presencia la llenaba como nadie más lo hacía. Quería seguir disfrutando de su compañía, aunque fuese desde lejos, a salvo del embrujo que ejercía sobre ella. Por otro, sabía que si volvían a revolver los asuntos del pasado, era más que posible que aquello la hundiera. Le había costado mucho tiempo y esfuerzo encerrar todo el dolor en su caja de pandora particular y no estaba dispuesta a dejarlo salir de nuevo. El resultado podía ser demoledor, algo que en aquel momento se le antojó inadmisible. Sacando fuerzas de flaqueza de donde nunca esperó encontrarlas, se dirigió a él con determinación.

—Lo siento Ranma, no creo que sea una buena idea. Si es por mi culpa que sigues mirando al pasado, tienes mi bendición para dejar de hacerlo. No estás en deuda conmigo. Con el tiempo, cada uno se ha hecho responsable de sus propias decisiones y no me parece que sea momento para reproches — sonaba mucho más segura de lo que realmente estaba.

—Pero Akane, no solo se trata estar en deuda o no, quizá lo necesite más por mí que por ti. —Sabía que aquello sonaba egoísta, pero aún así no encontró otras palabras para explicarse. Como tantas otras veces en el pasado, su incontinencia verbal le volvía a jugar una mala pasada.

—Puede que, al menos por una vez, debieras dejar de colocarte a la cabeza de tus prioridades —alzó ligeramente la voz, dirigiéndole su mirada severa.

Él sabía que había metido la pata y por eso tardó en contestar.

—Lo siento, no debí haber insistido —lejos de intentar enmendar su error, lo aceptó humildemente. No era momento de esconderse, por lo que no dudó en dar un paso adelante y mantenerle la mirada a la chica. —No volveré a sacar el tema. A partir de hoy nos ceñiremos a cultivar nuestra amistad. Tú me enseñarás a poner el limpiaparabrisas y yo te arrastraré bajo la lluvia para que nos calemos hasta los huesos, ¿qué te parece? —bromeó.

Ella no puedo evitar soltar una carcajada. Podía ser realmente encantador cuando se lo proponía, lo que hizo más difícil aún, decirle lo que le tenía que decir.

—Ranma, no sé si vamos a poder ser amigos —Para mí tu siempre vas a ser mucho más que un amigo—, ahora estoy en un momento complicado de mi vida —No puedo permitirme volver a colgarme de ti —Ya sabes, con el doctorado y demás, apenas tengo tiempo. —Esta noche me he dado cuenta de que no puedo tenerte cerca sin desear tocarte, abrazarte, besarte…— Y cada vez va a ser peor. —Y cada vez va a ser peor.

—Akane, no te estoy pidiendo que nos hagamos inseparables — Pero ojalá lo fuéramos—, sé que tienes a alguien por ahí y no voy a inmiscuirme. —Estoy seguro de que yo te haría mucho más feliz que él, si me dieras la oportunidad —Mi única aspiración es evitar que volvamos a convertirnos en extraños el uno para el otro —No podría soportar volver a separarme de ti.

—No es por eso, de verdad, es que no voy a tener tiempo.

—Mira, te propongo una cosa: no volveré a llamarte, ni a buscarte. Lo dejaré en tus manos. Cuando te apetezca me das un toque y tomamos un café o una cerveza, solos o con más gente, me da igual. Pero no hagamos de esto otra despedida, por favor.

Akane, con los ojos clavados en sus propios pies, cavilaba sobre las palabras que acababa de escuchar.

—En realidad…, nosotros… nunca nos despedimos. —Sus ojos empezaron a brillar ante el pesar de aquel recuerdo.

—Y me he arrepentido cada día, por no hacerlo. —El joven de la trenza dio un paso más, hasta colocarse justo frente a ella. Se le rompió el corazón al ver como las lágrimas afloraban a los ojos de la chica. De todos los momentos que habían compartido aquella noche, este era el que les había aportado una mayor sensación de unión. Acababan de ser conscientes de cómo su separación había afectado al otro y, por triste que sonara, les reconfortaba comprobar que no habían estado del todo solos frente al dolor.

Durante un instante se quedaron observándose en silencio, intentado descifrar en qué lugar los dejaba eso en la lista de prioridades de su acompañante. La proximidad que compartían, ya no sólo física, les invitaba a lanzarse sin remedio a los brazos del otro, a desistir de intentar mantener el tipo y dejar que la tormenta arrastrara todas las palabras artificiosas que se acababan de decir. Pero la magia se rompió cuando Akane, consecuente con sus propios demonios internos, dio un paso lateral, para escapar del encantamiento que les envolvía. Mientras revolvía el interior de su bolso buscando las llaves, se despidió de la manera más correcta que supo representar:

—Está bien, Ranma, ya nos veremos. Gracias por traerme —dijo mientras introducía la llave en la cerradura—. Me ha encantado volver a verte. —Le dirigió la más sincera de sus sonrisas desde el interior del portal— Te llamaré, ¿de acuerdo?

El chico, algo menos que frustrado por el devenir de los acontecimientos, la contemplaba desde el exterior de la entrada. Luchando por no hacer patente su decepción, le dedicó una tímida reverencia.

—Cuando quieras. —Y se quedó observando cómo la joven desaparecía en la oscuridad del interior del edificio.

Cuando dejó de distinguir su figura, respiró hondo, intentado asimilar todo lo acontecido. Dio media vuelta y empezó a caminar, volviendo a sumergirse en el pulso de la lluvia. Aún no había dado tres pasos cuando notó como algo sujetaba su brazo izquierdo desde atrás. Una fuerza anónima tiró con decisión de él hasta conseguir voltear su cuerpo ciento ochenta grados. De repente, sin saber cómo, sintió unos brazos que se aferraban a su espalda, rodeándole por debajo de los suyos, mientras una oscura cabellera se acomodaba desvergonzada en su pecho. Apenas fue consciente de lo que estaba ocurriendo, se preguntó hasta qué punto sería correcto corresponder al abrazo. La joven que ahora lo estrechaba con fuerza, era la misma que hacía tres minutos le explicaba lo difícil que se le hacía concederle su amistad.

Decidió que no era momento para dejarse intimidar por las contradicciones. La única chica que siempre le había importado, su chica, se aferraba a él sin trabas, con una firmeza que casi le cortaba la respiración. Así que desplegó sus brazos bajo la lluvia y rodeó su delgada espalda con delicadeza. Acompañó el gesto con una leve inclinación de su cabeza, hasta hacer que sus labios se posasen tiernamente sobre la de ella, ofreciéndole todo el cobijo que era capaz de brindarle. Ninguno de los dos pensaba ya en lo que se habían dicho, ni en sus conflictos del pasado, ni mucho menos en cuando se volverían a ver. Tampoco intentaron consumar el momento acompañándolo con palabras, pues ninguna habría estado a la altura de las circunstancias. Se limitaron a acoplarse el uno al otro, como piezas de un puzle que acababan de encontrar su lugar, encajando a la perfección, sintiendo el calor del otro, aunando sus respiraciones.

Si les hubieran preguntado, no habrían sabido decir cuánto tiempo duró el abrazo, pero lo cierto es que fue deliberadamente prolongado debido a la inseguridad de ambos. Desconocedores del efecto que causaría en el otro una posible relajación de sus extremidades, eligieron continuar envolviéndose mutuamente, mientras la lluvia los empapaba.

Finalmente, sin previo aviso, los brazos de ella se desligaron del contornó del chico, y dando un paso atrás, se giró para desaparecer en el interior del vestíbulo, sin mediar palabra.

Continuará...


Hola. Muchas gracias a los que habéis dedicado un ratito de vuestro tiempo a leer este primer capítulo, espero poder subir el segundo en breve.

Quiero aclarar que este fic debe su existencia a "Una cosa llevó a la otra" de Cassio. La lectura de sus tres primeros capítulos me entusiasmó y me enganchó tanto que no podía esperar para ver como avanzaba la historia, así que comencé a escribir una posible continuación, sin más pretensión que hacerlo para mí misma.

Al tiempo me puse en contacto con la autora, primero para felicitarla por su maravilloso fic y segundo, para darle las gracias por haberme impulsado de manera indirecta a empezar a escribir.
A día de hoy mi agradecimiento es aún mayor, pues ha sido ella la que me ha animado a publicar, convirtiéndose en una especie de mentora en este aspecto.

Muchas gracias, Cassio! Esperamos poder leer pronto la resolución de Una Cosa Llevó a la Otra.

Un abrazo!