Disclaimer: Todos los personajes de Ranma no me pertenecen, son propiedad de su creadora Rumiko Takahashi.

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Capítulo V

Sábado siguiente a la fiesta de patrocinadores. 12:07 p.m.

Aquella fría mañana de invierno, el cielo de Tokio había amanecido nítidamente despejado. El sol, que brillaba en su cénit alcanzado el mediodía, se esforzaba en vano por calentar la gélida brisa que despeinaba el flequillo de Akane, en su camino hacia la parada de metro de Shimokitazawa. A pesar de que ya no quedaba en su rostro ni rastro del maquillaje de la noche anterior, en aquel momento hubiera dado cualquier cosa por unas gafas de sol, no solo para protegerse del resplandor mañanero, sino también para ocultar la evidencia de su falta de sueño a la mayoría de transeúntes que la hacían sentirse observada y juzgada. Con el cuello del abrigo bien alzado, cubriéndole la mitad de la cara, la joven de pelo índigo caminaba cabizbaja a paso ligero para entrar en calor, pero sobre todo, para evitar que aquel paseo matutino pareciera cualquier cosa excepto lo que realmente era: un walk of shame en toda regla.

La hubiera reconfortado encontrar un mayor número de viajeros en la estación para pasar desapercibida. Pero, por alguna extraña razón, se trataba de un sábado inusualmente tranquilo en aquel barrio normalmente transitado, lo cual dio a sus compañeros de viaje la oportunidad de escanearla y deducir, sin ningún género de duda, que había pasado la noche fuera de casa.

La guinda del pastel llegó cuando, una vez dentro del vagón, la anciana cargada de bolsas que se sentaba justo frente a ella, se quedó observando descaradamente la carrera que lucía en sus pantis y que ascendía desde el lateral de su rodilla derecha. Al cruzar la vista con ella, la señora pareció regañarle con la mirada, al mismo tiempo que le señalaba el considerable agujero en el que desembocaba la citada brecha, asomando por debajo de su falda. Akane, que se había vestido a toda prisa y casi a oscuras, había sido ajena a aquel desperfecto hasta el momento en que posó la mano sobre su muslo. Justo entonces cayó en la cuenta de que recordaba perfectamente cómo se había producido. Y se sonrojó.


Flashback

05:07 a.m.

A pesar de que aún faltaban casi dos horas para el amanecer, la claridad que entraba por el amplio ventanal de la habitación de Ranma les bastó para ubicarse y reconocerse sin necesidad de prender ninguna luz.

Cuando él la dejó en el suelo, la joven comenzó a desabrocharle los botones de la camisa, con urgencia, mientras continuaba besándole. Aprovechó para acariciar la piel de sus robustos hombros, al deslizar la prenda sobre ellos para que cayera a plomo contra el suelo. Tuvo que disimular su fascinación cuando se separó levemente de él para obtener la primera vista de su torso desnudo. A pesar de estar tímidamente iluminados, el pecho, los abdominales y los brazos de Ranma parecían haber sido esculpidos por el mejor tallista del Renacimiento y ella no reprimió la necesidad de sentirlos bajo sus manos, verificando que aquel cuerpo era efectivamente real y estaba completamente a su disposición.

Segundos después, comenzó a desabrochar también los botones de los vaqueros del chico, pero antes de que pudiera terminar, él la había hecho girar sobre sí misma y se había posicionado a su espalda. Apartó sutilmente el pelo de la chica sobre su hombro izquierdo, buscando la cremallera del vestido, que al instante quedó completamente a la vista. Fue llamativa la parsimonia con la que la hizo descender, como si quisiera disponer de todo el tiempo del mundo, mientras la besaba en la nuca y la parte superior de la espalda. Ella pudo sentir como todo el vello de su cuerpo se iba erizando a cada contacto de su piel con los labios del chico, que logró hacer caer la gruesa tela del vestido por su propio peso, cuando condujo el citado engranaje hasta su final.

Akane ya sólo lucía su ropa interior cuando él se pegó a su espalda y la rodeó, cubriendo casi por completo el firme abdomen de la chica con su mano izquierda y utilizando la derecha para hacer virar su cabeza hacia atrás y permitirse volver a besarla. A pesar de que él seguía conservando los pantalones, quedó patente la rigidez de su virilidad cuando aplastó su entrepierna contra el trasero de la chica, que seguía bebiendo insaciable de sus labios, mientras se giraba para sujetarlo por la nuca.

Cuando ella se volvió para colocarse de nuevo frente a él, el joven retrocedió varios pasos mientras la agarraba firmemente por la cintura, para que lo acompañara. Alcanzado el borde de la cama, se acomodó allí, para continuar besando su vientre, sujetando sus caderas y estrujando sus nalgas, al tiempo que ella, aún de pie, lo vigilaba desde arriba, dibujando entre sus dedos anillos de pelo negro, que contrastaban con el pálido tono de las manos femeninas. Al chico le pareció el momento perfecto para liberarla del fino tejido que cubría sus piernas, así que introdujo ambas manos entre la goma superior de sus pantis y sus caderas, por detrás de su cintura y tiró con decisión hacia abajo. Supo al instante que había tratado a la prenda con demasiado brío, pues notó que uno de sus dedos hizo ceder la tela en exceso y terminó atravesándola.

—Ups, creo que me los he cargado —la informó con una media sonrisa de culpabilidad, mientras terminaba de hacer descender la prenda hasta sus pies.

—No puedes ser más bruto —le regañó juguetona desde su posición de superioridad, estrujando su rostro con una sola mano.

—¿Bruto yo? —inquirió teatralmente ofendido, incorporándose como un resorte.

La broma dio pie a Ranma para secuestrarla, travieso, entre sus brazos y empezar a hacerle cosquillas, al tiempo que ella, con una risa nerviosa, forcejeaba por escapar. El pequeño incidente pareció proporcionar un soplo de aire fresco a ambos ex prometidos, que desde hacía un buen rato buceaban en aquella férrea dinámica sexual.

Por primera vez desde que se conocían, se estaban comportando con naturalidad, sin necesidad de ocultar lo que sentían y sin tener que justificar cada movimiento por temor a un posible rechazo. En definitiva, se mostraban ante el otro como realmente eran, porque el galimatías que representaba su relación se había enmarañado tanto, que había terminado por simplificarse. Ahora su mundo se reducía solo a ellos dos, a aquella habitación donde lo único que importaba era el presente y donde todos sus temores parecían haberse esfumado, porque por el momento sólo estaban en standby.

Llegado un instante de calma, aún abrazados, se permitieron mirarse a los ojos en un gesto que, aunque reservado, comunicaba más que mil palabras. Entonces volvió a besarla, con esmero y dedicación, recreándose en aquel contacto con sus cinco sentidos, hasta que sin previo aviso, terminó lanzándola, infalible, contra el colchón, con un fingido aspaviento de desconsideración.

Ella, aunque sorprendida, quedó reclinada sobre la almohada, desde donde se mostraba totalmente a su merced, al tiempo que se deleitaba con la panorámica de su escultural complexión. A continuación, el joven se colocó frente a los pies de la cama con semblante serio, las piernas separadas como un cowboy a punto de un duelo a muerte, mientras terminaba de desabrocharse el pantalón. El leve descenso de sus vaqueros permitió entonces la visión de la parte inferior de su compacto abdomen, acompañada de una formidable erección, que asomaba por encima de sus boxers de Dragon Ball.

Fin del flashback


12:11 p.m.

Tumbado boca abajo sobre la cama, con la sábana enredada entre las piernas y un brazo estirado bajo la almohada, el chico de la trenza apenas se sobresaltó cuando los impertinentes chasquidos que provenían de la cocina lo despertaron. Nada más abrir los ojos, la luz que atravesaba la ventana le ayudó a comprobar que estaba solo en aquella cama y que, casi con toda seguridad, ya era más de mediodía.

No pareció sorprenderse de que ella ya no estuviera allí. Hubiera sido demasiado bonito, demasiado fácil y, por supuesto, demasiado ilusorio. Pero tras un breve repaso mental a todo lo ocurrido esa noche, se conformó al comprobar que nada había sido un sueño pues, entre otras evidencias, el patente resentimiento que notaba en su entrepierna era efectivamente real.

Aunque le hubiera gustado seguir durmiendo, estaba claro que el jaleo que estaban montando sus compañeros asaltando la nevera tras una larga noche de fiesta, no se lo iba a permitir. Así que, resignado, se levantó no sin es esfuerzo, para saludar al día desde el ventanal de su habitación.

No era la primera vez que se acercaba a aquel cristal como su madre lo trajo al mundo, incluso se había cerciorado en más de una ocasión de que era prácticamente imposible que alguien pudiese distinguir su cuerpo a plena luz del día, dada la naturaleza del vidrio y la altura del apartamento. Pero aquella mañana se sentía pletórico, invencible, tan poderoso, que no le hubiese importado mostrar con orgullo su cuerpo desnudo, a toda la ciudad.

Aún estaba estirándose cuando reparó en la suerte que había tenido de recibir a Akane, justo el mismo día que había limpiado su habitación. No obstante, a plena luz del día, se podía percibir cierto desorden, pues había bastante ropa esparcida por la estancia. Ropa que no era otra que la que había usado la noche anterior y que permanecía anclada en los mismos lugares en los que se había ido desprendiendo de ella. Con la excepción de un pequeño retal negro, que se había quedado enganchado en el flexo de su escritorio. Cuando lo tomó para inspeccionarlo, afloró a su cara una sonrisa al reconocer el culotte de Akane, el mismo que la había hecho lucir tan sexy, durante la primera parte de su visita.

—¿Qué tienes ahí, Saotome? —Su compañero Krilín lo había descubierto camino a su habitación y le hablaba desde el pasillo.

—Nada —respondió, sorprendido. Una mano cubriendo sus partes y otra escondiendo la prenda tras su espalda.

—¿Nada…? Pues a mí me han parecido unas braguitas.

—Te digo que no es nada. Vete a la cama, anda. Está claro que necesitas descansar.

—¿Y entonces qué estás escondiendo? ¿Y por qué estás en pelotas? —Su tono dejaba claro que no iba a darse por vencido y, mucho menos, si se trataba de algo tan importante como para que Ranma sintiera la necesidad de ocultarlo.

—¿Y tú por qué no te largas ya, pesado?— aunque estaba acostumbrado a que le hablara con desprecio, siempre desde el tono jocoso que permite la confianza que da un gran amistad, esa vez pudo percibir la irritación de Ranma, que no perseguía otra cosa que dar los mínimos detalles posibles, para preservar la intimidad de Akane.

—Vale, vale, tranquilo... Ya me voy. Pero que sepas que a mí no me puedes engañar. Y abre un poquito la ventana, que huele a sexo desde aquí —apuntilló cuando ya estaba lo bastante lejos como para que su compañero pudiese replicarle.


Flashback.

05:23 a.m.

Ranma era plenamente consciente del poder que su vigorosa complexión ejercía sobre las chicas (y algunos chicos). Por eso no le importó tomarse su tiempo mientras seguía erguido frente a ella, casi pavoneándose, pues eso además le daba la oportunidad de evaluar la figura de su compañera, ahora semidesnuda sobre la cama.

Era evidente que, desde la última vez que habían estado juntos, el físico de la chica había evolucionado de una manera que le tenía completamente hechizado. Para empezar, encontraba su rostro mucho más bello que antes, si es que eso era posible. Sus pómulos estaban más marcados, ya que, como ocurre a la mayoría de las chicas en la veintena, se le había afilado la cara y ahora sus ojos lucían aún más grandes y expresivos. Por otro lado, las redondas formas que antaño acompañaban su cuerpo de adolescente, se habían transformado en curvas vertiginosas, tan definidas y tonificadas, que invitaban a descarrilar en ellas. Y, por supuesto, no había podio evitar fijarse en que el tamaño de sus pechos había aumentado considerablemente, haciendo que enloqueciera sólo de imaginarse probando el tesoro que se escondía tras aquel sujetador de encaje negro.

Akane lo observaba desde el colchón, reticente a desperdiciar un solo instante, no encontrando una forma mejor de llamar su atención, que deshacerse de sus braguitas y lanzárselas a la cara. A pesar de seguir inmerso en su análisis, sus infalibles reflejos de luchador lo ayudaron a esquivar de manera instintiva la prenda, que acabó pasando de largo en su vuelo hacia el otro extremo de la habitación.

De repente, asumió que ya la había hecho esperar suficiente y ávido por hacerla suya, se apresuró a colocarse sobre ella, con los brazos estirados sobre el colchón, sin apenas rozarla, para terminar mirándola a los ojos y susurrarle con ternura:

—Akane, ¿estás segura de que quieres seguir adelante?

Ella le acarició el rostro, prolongando el contacto desde la cabeza hasta su nuca y descendiendo por el camino que marcaba su oscura trenza, mientras gozaba del inmenso azul de sus ojos:

—Eso es muy considerado y te lo agradezco. Pero, ¿acaso me has visto dudar en algún momento?

—La verdad es que me lo has dejado bastante claro cuando me has lanzado las bragas a la cara, pero solo quería estar seguro. —A medida que soltaba la frase, le iba costando cada vez más disimular la risa.

—¡Serás bobo! —declaró sin poder ocultar una sonrisa, al tiempo que palmoteaba inocentemente su musculoso brazo. La manera en que Ranma había aprendido a introducir comentarios burlones en una conversación seria, para quitar gravedad al asunto y hacerlo más llevadero, no dejaba de sorprenderla. A su entender le daba un aire mucho más interesante y maduro, que unido al resto de sus cualidades, la estaba haciendo perder irremediablemente la cabeza.

Entonces el chico dejó caer sus caderas, mientras ella separaba sus rodillas y lo recibía con anhelo. Aún con la ropa interior puesta, la rigidez de Ranma se hizo protagonista en la entrepierna de Akane, que comenzó a bullir enardecida, hasta el punto que le pareció que comenzaba a derretirse. Él, que inconscientemente ya había empezado a acompañar sus besos con suaves movimientos de su pelvis, se percató en ese instante de que ya no podía contenerse más. Así pues, estiró el brazo hasta el cajón de su mesita y antes de que ella pudiera dar con un comentario adecuado, él ya la estaba esperando de rodillas sobre las sábanas, con su miembro recién enfundado, listo para hacerla suya.

Ella seguidamente lo agarró de las caderas y lo atrajo hacia sí con determinación, en tanto que él correspondía recorriendo el sendero que dibujaba esa esbelta pierna que casi le abrazaba: pasado el tobillo y la pantorrilla, se instaló un instante en su muslo, hasta que terminó agarrándola por el glúteo, para hacerla ascender y facilitar el primer contacto entre sus genitales.

La humedad que encontró a las puertas del vergel de su ex prometida le permitió avanzar hacia su interior sin encontrar apenas resistencia y penetrarla por completo. Una vez allí, se permitió un instante para observarla minuciosamente. Por un lado necesitaba cerciorarse de su bienestar físico, pues ya había comprobado, en otras ocasiones, que sus "dimensiones" podían llegar a incomodar a algunas chicas. Pero por otro, necesitaba registrar cada sensación en su mente y captar una instantánea que le permitiera corroborar, a posteriori, la veracidad de aquel momento vital en su relación. Intentando dilatar el tiempo, la besó con devoción, mientras comenzaba a oscilar sobre ella con suavidad, demostrando que estaban alcanzado un nivel de conexión tanto corporal como emocional, que llegó a producirle vértigo.

Akane, lejos de estar molesta, se sentía al mismo tiempo colmada, pero paradójicamente anhelante. Él pudo constatarlo cuando, al interrumpir su último beso, recibió un húmedo y descarado lametón desde la barbilla hasta la punta de la nariz, con el que ella parecía estar solicitándole algo de más de dinamismo, de ritmo, de rock'n'roll.

Aquel gesto de la joven lo acababa de poner a mil por hora y le indicaba que ya era momento de dejarse de remilgos. Dispuesto a mostrarle todo lo que sabía hacer, levantó los brazos de la chica por encima de su cabeza, capturando ambas muñecas en un solo agarre, para dejarla casi inmovilizada. Después, usó la mano que le quedaba libre para aferrarse a su trasero y, en un gesto dominante, hacer que ella entrelazara sus piernas alrededor de sus caderas. Seguidamente, comenzó a asestar profundas embestidas, de forma enérgica pero pausada, marcando una cadencia que servía para dejar impresa una paleta de sensaciones en la intimidad de la chica, a cada carga que recibía.

De vez en cuando suspendía su danza vertical para hundirse en ella y marcar imperceptibles giros con la pelvis, haciendo que su compañera se retorciera de placer. Según entraba y salía de su dulce intimidad, sólo se permitía perderla de vista cuando se inclinaba para besarla con fogosidad. Precisaba deleitarse con cada gesto, cada mirada, cada exhalación, al tiempo que cubría su necesidad de interpretar qué sentía, qué disfrutaba y qué demandaba la joven, para poder proporcionárselo de inmediato. Y por si fuera poco, intentaba no precipitar un desenlace que pudiese resultar prematuro, mientras luchaba contra aquella deliciosa fricción, que le estaba haciendo perder la cordura.

Fin del flashback


12:29 p.m.

Tras una rápida pero reconfortante ducha, ataviado con un holgado jogger de algodón y una amplia sudadera blanca, Ranma creyó haber encontrado fuerzas para dirigirse hacia la cocina. Aunque seguía estando exultante, quería evitar a toda costa tener que dar explicaciones, pero después del incidente con su compañero de piso, sospechaba que la misión iba a ser algo difícil. Nada más atravesar el umbral que separaba el pasillo del salón, Krilín y Keiko, que parecían estar esperándole en la barra de la cocina, estallaron en vítores y aplausos.

¿De dónde cojones sacarán tanta energía estos dos gilipollas?

—Buenos días, "bello durmiente". ¿Has podido descansar? —El tono sarcástico de Keiko dejaba claro que Krilín ya le había puesto al tanto de sus sospechas y se habían quedado para sonsacarle todo lo que pudieran.

—Hola capullos, ¿qué tal el fin de fiesta en casa del entrenador? —Ranma sabía de sobra las intenciones de sus compañeros y necesitaba desviar su atención hacia otros temas.

—Poco que decir: buena cerveza, videojuegos —replicó Krilín— y una gran escasez de chicas. No como aquí, ¿verdad, Ranma?

El joven de la trenza no contestó. Viendo lo que se avecinaba, se colocó la capucha de su sudadera intentando desaparecer y comenzó a preparase el desayuno.

—Vamos, Ranma, contesta. ¿A quién has traído? Hemos visto que le hiciste un té — Krilín se había puesto en "plan Sherlok Holmes", tras su pequeño descubrimiento en la habitación.

—¿Sabes qué creo? Que no quieres decirnos quién es, porque la conocemos. Ha sido Kharila, ¿verdad? ¿O la morena de anoche? —Ranma seguía sin abrir la boca, pero sintió cierto alivio al comprobar que Keiku iba bastante desencaminado.

—Pues te diré algo, Ranma: —indicó, Krilín, de manera solemne— Aunque no nos lo quieras contar, nos alegramos mucho de que por fin hayas echado un polvo. El plan ese de monje budista que te traías últimamente nos estaba poniendo a todos de los nervios.

—No solo eso —le interrumpió Keiku—, yo ya estaba empezando a preocuparme. Has estado demasiado apagado desde el día que trajiste a tu ex al bar de Ukyo. Te lo digo en serio, colega, es mejor así. No puedes seguir obsesionado con una tía que tiene novio.

—Bueno, bueno, pelillos a la mar —Krilín siempre intentaba quitarle dramatismo a los temas del corazón—. Lo importante es que ya ha empezado a pasar página.— Se volvió hacia Ranma— Si no quieres, no nos digas quien es, pero danos algún detallito, anda. ¿Le gustó? ¿Gritó? Sí, seguro que sí. Atención chicas, ¡el tigre ha vuelto! — Nadie se extrañó de su entusiasmo, pues solía costarle disimular lo salido que estaba.

Justo cuando Ranma estaba apunto de seguirles el rollo para quitárselos de encima, llegó Haru, el cuarto habitante del apartamento, que había insistido en quedarse a limpiar y recoger en casa del entrenador, a pesar de las negativa de este.

—Buenos días, chavales. Vengo de Hokuo, mirad qué pinta tienen estos bollos, ¿queréis?

—Eso ni se pregunta. Trae aquí —contestó Ranma, agradecido de que por fin alguien mencionara algo que no tuviera que ver con su vida sexual.

—No nos distraigas. Estamos intentado sonsacarle a Ranma —comentó Keiku como si estuviera dando las noticias.

—Sí, ha follado —añadió Krilín, con toda naturalidad.

—¿Ah sí? ¡Pues, qué casualidad! Me ha parecido ver a tu ex en la parada del metro hace un rato ¿Akane, no? —preguntó Haru, dubitativo—. Me hubiera gustado saludarla, pero estaba en el andén de enfrente y no me ha visto.

Al momento, Keiko y Krilín se miraron como si acabasen de descubrir la pólvora y estallaron en una sonora a carcajada.

—¿Qué pasa? ¿De qué os reís? —Estaba claro que Haru no era el lápiz más afilado del estuche.

Ranma, aún masticando, no pudo más que tirar de los cordones de la capucha, que se cerró alrededor de la cara, mientras se hundía en su asiento, derrotado.


Flashback

05:47 a.m.

Para él, la realidad ya estaba superando la mejor de sus fantasías y solo le molestaba la imposibilidad de liberar ambas manos para conseguir tener acceso a cada rincón de su cuerpo, mientras la poseía. En consecuencia, y haciéndose cargo de la frustración que un cambio de rumbo provocaría en su invitada, fue reduciendo su empuje lentamente, buscando proponer una nueva variación en la coreografía que interpretaban.

Akane pudo notar la humedad en la espalda de Ranma cuando éste al fin liberó sus brazos y le permitió volver a tocarlo. Aunque había estado a punto de consumirse en su propio fuego, agradeció aquel respiro que ayudaría a prolongar el encuentro, deseosa de estirarlo hasta el infinito. Él aprovechó para capturar su rostro, empequeñecido entre sus poderosas manos y volver a beber de sus labios con amabilidad, como si pidiera permiso para lo que estaba a punto de hacer.

A continuación, tomó cierta distancia y sujetándola por la cintura con un solo brazo, la volteó con un movimiento casi acrobático, que la dejó tendida boca abajo sobre el colchón. El joven no pudo menos que alzarse sobre sus rodillas y tomarse un instante ante la deslumbrante visión del nácar de su piel, formando montes y valles que requerían ser explorados.

Ella, por su parte, se dejaba hacer, abducida por su propia excitación, que apenas la dejaba pensar con claridad. A esas alturas de la velada, se encontraba tan entregada, que no había nada que no le hubiese permitido hacer con su cuerpo. Y en el fondo, parecía lo acertado, no sólo porque confíaba plenamente en el chico, sino porque él llevaba un buen rato demostrándole que sabía perfectamente lo que hacía.

Entonces, repartiendo su peso entre ambos brazos, se situó de nuevo sobre ella y comenzó a besar cada centímetro de piel que quedaba a su alcance. Mientras descendía por su columna vertebral, se permitió desabrocharle el sujetador con picardía, en una rápida maniobra que apenas requirió un solo dedo. Después se detuvo en la hondonada que definía el final de su espalda y la acarició con los labios entreabiertos, aferrado a aquellos glúteos, que estrujaba con delicadeza.

Cuando comenzó a saborear la redondez de su trasero, no pudo evitar infligir un leve pero prolongado mordisco, que ella recibió divertida. Continuó deslizando sus dedos entre las nalgas de la chica, haciéndolos descender, aventurándose poco a poco hacia su interior, hasta dar con aquel encarnado fruto que palpitaba y se estremecía, al compás de su respiración.

Desde el borde de la cama, la sujetó por ambos tobillos y comenzó a deslizarlos hacia adelante. A medida que iba flexionando sus rodillas, las piernas de Akane se iban escondiendo bajo su cuerpo, facilitando que su pelvis se alzara poco a poco, hasta situarse a una altura casi vergonzante, dado el nivel de exposición de sus zonas más íntimas. Agachada e inmóvil, Akane sintió que su libido estaba alcanzando cotas imposibles, suplicando interiormente al joven, que actuara de una vez. Él casi la notó temblar cuando se colocó arrodillado tras ella y separó sus cachetes con ambas manos, al tiempo que los elevaba ligeramente para abrirse paso hacia ella.

Le fue imposible disimular un gemido apagado, cuando percibió la masculinidad de Ranma de nuevo dentro de ella, esta vez mucho más presente, mucho más profunda. El joven inició entonces un vaivén, exquisito y sutil, que iba ganando en intensidad y velocidad con cada acometida, al tiempo que se inclinaba esporádicamente sobre ella, para acariciar y besar su espalda.

En seguida la agarró de los antebrazos para incorporarla, haciendo que se liberara del sostén y situando ambos cuerpos en paralelo, pareció decir: Ven aquí. Necesito tocarte.

Entonces se abrazó a ella desesperado, haciendo lo imposible por volver a saborear sus labios, mientras accedía una y otra vez al volcán que crepitaba en su interior.

La postura de Akane, colgada de su cuello con un brazo arqueado hacia atrás, hacía que sus pechos se alzaran al cielo, favoreciendo el contacto óptimo con las manos de su amante. Entretanto, él se deleitaba recorriendo aquellos orbes de tacto aterciopelado, con el rostro hundido en su nuca. A la joven le resultaba tan delicioso aquel contacto sobre sus senos, que tuvo que aferrarse a las manos de Ranma, para impedir que los soltara.

Poco después, el luchador comenzó un viaje austral, deslizándo sus dedos entre el delicado jardín que ella guardaba bajo su ombligo, llegando hasta zonas más húmedas y calientes. Allí comenzó a dibujar círculos alrededor del diminuto montículo que sobresalía bajo sus labios, contribuyendo a que la respiración de su ex prometida, ya antes acelerada, se transformara en una tromba de cortas e intensas ráfagas de aire.

Espoleado por la fascinación que le producía saberla a las puertas del éxtasis, terminó por claudicar en su empeño de que aquello durara para siempre y se dejó llevar. Bastaron pocos segundos más, en los que terminó dándolo todo y explotando, justo cuando constataba que ella también había llegado al clímax.

Agotados, sudorosos, impactados y eufóricos, terminaron por caer desplomados sobre las sábanas, donde permanecieron inmóviles, observándose, intentando asimilar qué acababa de pasar y, sobre todo, por qué demonios había tardado tanto en ocurrir.

Fin del flashback


01:01 p.m.

A pesar de que Akane había vivido en aquel apartamento por más de dos años, la residencia había cambiado tanto en los últimos días, que ya había dejado de considerarla un hogar.

Las cajas se apilaban en diferentes rincones, los estantes vacíos daban una imagen casi desoladora, alejada del calor y la hospitalidad que otrora ofrecieran, demostrando así la voluntad de la inquilina de abandonar el alojamiento, incluso sin tener claro cuál sería su siguiente destino.

Este último aspecto era lo que hacía la mudanza aún más difícil. En condiciones normales, enfrentarse a un cambio de domicilio no suele ser un camino de rosas, al menos en lo que a logística se refiere. Pero en el caso de Akane, a la incertidumbre de no conocer nada acerca de la nueva vivienda, se añadía la certeza de que, desde el punto de vista económico, era imposible que el nuevo destino pudiese estar a la altura del actual.

Por supuesto tenía claro que era prácticamente imposible que su nueva vivienda gozase de un baño tan espacioso y bien equipado como el actual. Esa bañera le había regalado magníficas sesiones de relajación, tanto a solas como en compañía y le pareció un desperdicio no haber hecho uso de ella desde que Hiyao se marchó. En consecuencia, y aunque se encontraba realmente extenuada, decidió que no era mal momento para darse un baño.

Mientras escuchaba emanar el agua, se dirigió al dormitorio para poner a cargar el smartphone, que llevaba varias horas fuera de combate. Ya de vuelta, comenzó a desnudarse frente al espejo, al tiempo que iban sonando numerosos avisos de mensajes recibidos.

Al deshacerse de los pantis, que directamente tiró a la basura, recordó que la búsqueda de sus braguitas, en el suelo de la habitación de Ranma, había resultado completamente infructuosa. Y sonrió al pensar que él podría encontrarlas y que, quizá, terminara atesorándolas como recuerdo de la noche que habían compartido.

Completamente desnuda frente al espejo, que empezaba a empañarse con el vapor de agua impregnaba el ambiente, se permitió un momento para observarse con detenimiento. No solía prestar demasiada atención a su cuerpo, especialmente cuando estaba desnuda, pero aquella mañana se veía diferente: sensual, voluptuosa, en definitiva, bella, a pesar de las evidentes muestras de falta de sueño.

Pues tiene razón. Soy un pibón.

No le resultó descabellado pensar que, muy probablemente, todo se debía a que se estaba observando a sí misma a través de los ojos de Ranma.

Después de aquella reflexión, ya con el noventa por ciento de su cuerpo sumergido, intentaba inútilmente desconectar su mente, pero el chico de la trenza se había hecho dueño y señor de todos los pensamientos.

En lo referente al apartado sexual, el análisis de la experiencia que acababa de compartir con su ex prometido, la dejaba sin aliento con cada detalle que venía a su memoria. Evidentemente, estaba a años luz de todo lo que habían vivido en el pasado, pero lo que la sorprendía era lo diferente que había resultado del sexo con Hiyao, que sí pertenecía a una etapa más reciente. Aunque sus encuentros siempre habían resultado ampliamente satisfactorios, en consonancia con los de una pareja joven que se quiere, se conoce y sabe hacerse disfrutar, no recordaba haber estado nunca tan excitada ni tan entregada, como aquella noche con Ranma. Hasta el punto de que ni siquiera se reconocía a sí misma en las cosas que había llegado a hacer con él momentos atrás.

Ranma había sabido ofrecerle una combinación perfecta de pasión, ternura, ímpetu, generosidad, poder… que seguía ejerciendo su hechizo sobre ella varias horas después. Y esa era una de las razones por las que se sentía tan mal.

Ya no le parecía tan buena idea lo de pasar página. Le costaba horrores hacerse a la idea de que un encuentro como aquel no iba a ocurrir nunca más. Pero lo peor de todo era que el remordimiento se la estaba comiendo por dentro.

Se sentía fatal por no haber sido franca con él, no solo en lo referente a Hiyao, sino también por no haberle ofrecido siquiera una pista de sus intenciones. Empezaba a sospechar que realmente le había utilizado, por haberle hecho partícipe y protagonista de una despedida a la que era completamente ajeno.

Él no se merecía que lo tratara así, sobre todo después de haberla protegido y tratado con tanta dulzura. Se había comportado de manera injusta y eso hacía que la culpa, unida al vacío de la perspectiva de no volver a verle, le produjeran tal sensación de vértigo, que le pareciera estar ahogándose en medio metro de agua.


Flashback

07:03 a.m.

Cuando Akane regresó a la habitación de Ranma, el cielo comenzaba a teñirse con el tono blanquecino que señala el arranque del amanecer, adornando el característico skyline de Tokio al fundirse con el tenue rosado de una discreta hilera de nubes que flotaba en el horizonte.

Encontró al chico de pie frente al cristal, observando en silencio el despertar de la ciudad, pensativo. Ella, que volvía del aseo envuelta en una ligera manta de coralina, se abrazó a él resuelta, arropándolo desde atrás. Agradecido al sentir el aliento de la joven en el centro de su espalda, alzó las manos para colocarlas sobre las suyas, quedando los dedos entrelazados sobre el cálido tejido. Pudo entonces percibir el movimiento del cutis de la chica sobre su piel, acariciándole al preguntarle:

— ¿No duermes? —le hablaba con los ojos cerrados, intentando no distraerse de la placentera sensación que le producía el olor de la dermis del luchador, al contacto con su tez sonrosada.

— Imposible con una intrusa en casa. Quién sabe lo que harías si te dejo aquí a tu aire. —Ella no contestó, pero él tuvo la impresión de haber advertido una sonrisa.

— Mejor hubiera sido decir que un buen anfitrión no puede dormirse con su invitada aún en casa, ¿no crees?

— Pero entonces no te hubiera hecho sonreír, ¿verdad? — Aprovechó para volverse hacia ella y confirmar su intuición. La estrechó con fuerza, atrapando su cintura, al tiempo que ella se ocupaba de proporcionar abrigo a sendos cuerpos desnudos.

Aunque no se lo dijo, lo cierto era que Ranma había abandonado la cama porque realmente temía dormirse. Hacía tiempo que sentía el pálpito de que ella aprovecharía ese momento para marcharse y, aunque tenía claro que no podía retenerla allí para siempre, al menos quería tener la oportunidad de despedirse como es debido, especialmente tras todo lo vivido aquella noche. Más tarde podría comprobar que estaba completamente en lo cierto y, de haber podido corroborarlo, no habría desperdiciado la oportunidad de alardear de su gran perspicacia.

Akane aceptaba que la misión autoimpuesta al comienzo de la noche ya estaba cumplida con creces y que no debía prolongar ese encuentro mucho más. Llegado el momento, tenía la intención de escabullirse cuando él bajara la guardia, pues no encontraba la valentía suficiente para enfrentarse a una despedida. No obstante, se sentía absorbida por una fuerza gravitatoria infranqueable que la obligaba a quedarse entre esas cuatro paredes, orbitando alrededor del astro que representaba el cuerpo de su ex prometido.

— Me encantan las vistas que tienes aquí —observó inclinándose lateralmente para esquivar el formidable físico del chico, que se interponía entre ella y el ventanal.

— A mí también —le dio la razón, a pesar de estar de espaldas al cristal.

— Son preciosas —se reafirmó, sin dar importancia al hecho de que él no dejaba de estudiarla a ella.

— Lo son.

Al comprobar lo extraño que se le hacía que él le estuviera dando la razón así, sin contemplaciones, cayó en la cuenta de que las observaciones del joven no se referían, en ningún caso, a la panorámica que ofrecía el dormitorio.

Entonces levantó la mirada, buscando los ojos del chico, a tiempo para confirmar que estaban fijos en ella y que brillaban por contemplarla. Al repasar sus recientes palabras, sintió que se le aceleraba el pulso y no pudo evitar un gesto de consternación, que obligó a su compañero a aclararle:

— Eres preciosa, Akane. —Estaban tan cerca que sólo necesitó un susurro para hacerse oír, deslizando cada sílaba desde su boca, como un arrullo, mientras la acariciaba con la punta de la nariz.

La chica, a todas luces embriagada, se sentía prácticamente incapacitada para contestarle. Intentó en vano encontrar algún momento de su vida en el que su ex prometido le hubiese manifestado algo remotamente parecido. Es más, recordaba la inhabilidad de Ranma para comunicarse de ese modo, representando ésta, una de las causas de su única ruptura, hacía ya más de cuatro años. Normalmente, cuando esos viejos recuerdos afloraban en su mente, lo hacían para afligirla o llenarla de nostalgia, pero esta vez, además pudo sentir una espantosa ansiedad traducida en un vuelco de su estómago, fruto de un certero temor a estar tomando decisiones equivocadas.

Apenas tuvo tiempo para recapacitar, aunque tampoco hubiera tenido sentido hacerlo a esas alturas, pues el joven acababa de hundir la cabeza en su cuello, iniciando con sus labios un reguero de agasajos, roces y caricias que estaba turbando poco a poco su mente. Mientras la besaba, rastreó con sus manos los brazos de la chica, hasta llegar al punto donde ella aseguraba la manta, para forzar que se desprendiera hacia el suelo. Al momento la agarró por las manos y, abriendo de par en par los brazos, le suplicó:

— Déjame verte, por favor. — La leve distancia que había impuesto, le proporcionaba la perspectiva perfecta para deleitarse con cada recoveco de la voluptuosa figura de Akane.

Si bien había tenido la oportunidad de ver aquel cuerpo desnudo en otras ocasiones, esta era la primera vez que podía permitirse mirarla y examinarla con calma, por varias razones. Por un lado, al contrario de lo que le ocurría en su adolescencia, había asimilado que no era justo encontrarse incómodo por sentirse atraído por algo tan bello. Y por otro, aunque ya no tuviera miedo a ser juzgado, ella parecía estar totalmente conforme con aquello e incluso lo disfrutaba.

— Eres un pervertido, Ranma Saotome. —Después de todo, tampoco era la primera vez que le dirigía tales palabras en dicho contexto, pero dado el tono en que las pronunció, era fácil adivinar que escondían más una provocación que un reproche.

Obviamente, la tensión sexual harto resuelta minutos atrás, había vuelto a apoderarse de ellos. Incapaces de poner fin a su encuentro, habían terminado por avivar de nuevo la llama que parecía apaciguada, a fuerza de dedicarse inocentes atenciones. Para él, que seguía mirándola encandilado, era acuciante besar, lamer, succionar y devorar cada tramo del cuerpo al que su compañera le permitiera tener acceso. Ella, recién tomada conciencia del dominio que su físico podía ejercer sobre su ex prometido, se sentía poderosa y emanaba libido por los cuatro costados.

Deseaba tomar la iniciativa, llevar las riendas de la situación tal y como él había hecho en su encuentro previo. Tenía la intención de hacerle ver que no sólo sabía dejarse llevar sino que, sobre todo, podía hacerle disfrutar del mismo modo que él lo había conseguido con ella. Así que, conduciéndolo hasta la cama, lo invitó a sentarse sobre el colchón, quedando el joven reclinado con las manos apoyadas atrás. Seguidamente, se colocó a horcajadas sobre él y comenzó a besarle con apremio, mientras sujetaba dulcemente su cara. De inmediato, él correspondió estrujando el prieto trasero de la joven y acariciando la superficie de su espalda, hasta posar ambas manos alrededor de su cuello, donde se instaló mansamente mientras la besaba.

Poco después, ella se retiró ligeramente para erguirse como una lanza, colocando su firme busto justo en la horizontal de los ojos del chico, mientras le manoseaba el pelo. Él no tuvo que esforzarse para deducir sin género duda la demanda de su compañera, que comenzó vibrar al contacto de sus cálidos y húmedos labios sobre sus pezones.

Si alguien le hubiese preguntado al joven de la trenza cómo mejorar una velada ya de por sí redonda, no le hubiera costado decidirse. Y daba la impresión de que ella le había leído perfectamente el pensamiento al regalarle la posibilidad de libar de sus dulces pechos.

Percibir esas formas redondas, perfectamente adaptadas a la palma de su mano, besarlas y hacer deambular su lengua entre sus desniveles, era una experiencia que estaba superando cualquier fantasía previa y haciéndole, a la vez, preso de una lujuria irrefrenable. Como consecuencia, la longitud y el grado de firmeza de su erección empezaron a ser notorias para la joven, que comenzó a sentir de nuevo un fulgor exaltado en su intimidad, preparándose para recibirle.

Decidida a seguir al mando, indicó al chico que retrocediera con un leve empujón, obedeciendo éste hasta quedar completamente tendido sobre el colchón. Satisfecha, volvió a colocarse sobre él para guiar su virilidad hasta su interior, ayudándose con leves movimientos pélvicos, hasta que terminó exhalando en profundidad cuando le reconoció íntegramente dentro de sí.

Entonces comenzó a marcar el ritmo con sus caderas, mientras se apoyaba con ambos brazos estirados sobre el rígido abdomen del chico. Su coreografía dejaba impresos en el aire toda variedad de círculos, curvas, arcos y ondas, dibujados a diversa cadencia que, aunque podían parecer aleatorios, estaban siendo perfectamente premeditados.

Él se limitaba a dejarse llevar, hipnotizado por aquella danza sublime, que capturaba todos sus sentidos. Se agarraba a sus muslos, con los ojos de par en par, intentando no perder un detalle del inédito espectáculo que ofrecía la vibrante silueta de Akane, emergiendo sobre la nebulosa que la tenue luz matutina creaba en la habitación. La etérea y casi vaporosa imagen de aquella ninfa que lo montaba, unida a la inverosímil posibilidad de que se tratase de la misma cándida joven con la que se prometió a los dieciséis años, hacía que en ocasiones se obligara a sí mismo a comprobar que aquello no era una alucinación.

A pesar de que hacía años que había asumido lo importante que Akane era para él y que probablemente era imposible que pudiera querer a nadie como la había querido a ella, jamás en su vida había imaginado sentir algo así. Y lo estaba viviendo en ese mismo instante, con ella. Encontraba en su cuerpo una mezcla de pasión, ternura, alegría, preocupación, incertidumbre, deseo, miedo,... ¡amor!, que le hacía presagiar que su pecho estuviera a punto de estallar.

Espoleado por la pasión, que le impedía seguir prestando una actitud pasiva, optó por incorporarse y unirse a ella. No le fue difícil dar con el movimiento que les permitiera compenetrarse y oscilar simétricamente al unísono, como si llevasen toda la vida practicando.

Aquellos dos cuerpos perfectamente ensamblados parecían no tener suficiente y requerir, a cada instante, más y más del otro. Sus manos, azoradas, no dejaban de dedicarse roces y apretones. Sus bocas, apresuradas, no paraban de buscar el cuerpo ajeno y de encontrarse bajo infinidad de ángulos. Sus piernas, entrelazadas, proporcionaban a sus caderas el apoyo necesario, para seguir marcando el pulso los instigaba.

Al contrario que en su experiencia previa, conscientemente dilatada desde ambas partes, él se sentía tan inmerso en el deleite, que era imposible que un mínimo atisbo de racionalidad pudiese moderar sus actos. Incapaz de controlar sus instintos, terminó rindiéndose al placer y fluyendo sin remedio dentro de ella, pocos minutos después.

Akane no requirió continuar para sentirse completamente satisfecha y sólo necesitó que él la envolviera entre sus brazos mientras permanecía, firme, en su interior.

Y entonces se besaron.

Estrecharon con fuerza sus cuerpos, ya previamente abrazados y se besaron.

Ella hundió las manos en su pelo azabache, guiándolo hacia atrás con delicadeza para poder contemplar una vez más el intenso azul de sus ojos. Y se besaron.

Se apoyaron uno en el otro, frente con frente, respirando sincronizadamente mientras dibujaban una sonrisa cómplice. Y se besaron.

Él le acarició el rostro, descubriendo una lágrima delatora que resbalaba por su mejilla. Y se besaron.

Se dejaron caer rodando sobre el colchón. Y se volvieron a besar.

Tomaron sus manos y entrelazaron los dedos, mientras se observaban admirados. Y se besaron.

Y disfrutaron cada beso como si no existiera ninguno más.

Él, porque en el fondo de su corazón, deseaba que esos besos representasen el presagio de una nueva etapa, en la que sus vidas terminaran encajando como debieron desde un principio, sin que nada ni nadie se interpusiera. Ella, porque muy a su pesar, también buscaba un nuevo comienzo, pero de naturaleza bien distinta. Era plenamente consciente de que los besos que estaba dedicándole a Ranma eran besos de despedida. Una despedida de carácter inminente y determinante y, aunque desoladora, le permitiría seguir adelante con su vida y pasar página, al desterrar al muchacho de la trenza de su vida, definitivamente.

Fin del flashback


08.23 p.m.

Aquella tarde, Ranma se encontraba demasiado cansado para ir al dojo con sus compañeros. Después de apenas haber dormido en las últimas treinta y seis horas, le era imposible alcanzar el nivel de concentración necesario para desarrollar un entrenamiento que valiese la pena, a la altura del nivel de exigencia al que venía trabajando últimamente.

No obstante, necesitaba despejarse. Llevaba todo el día repasando mentalmente cada gesto y palabra que Akane le había dirigido en los últimos meses, intentando obtener una pista que le sirviera para dar explicación a todo lo acontecido la noche anterior; una práctica que comenzaba a resultarle obsesiva y enfermiza. Así que se colocó los earpods y salió a trotar.

Con la noche ya bien entrada, en mitad del húmedo Diciembre de Tokio, no le molestaba recibir el gélido aire que cortaba sus mejillas y hacía cubrir sus ojos con una lámina vidriosa, mientras se desplazaba en un casi continuo sprint. Se le podía ver atravesando el despoblado Yoyogi como una centella, disfrutando de la sensación de contar con una infinidad de majestuosas hileras de árboles y senderos, disponibles para él solo.

Aunque era casi una misión imposible conseguir mantener la mente en blanco, el pugnar de su cuerpo contra los elementos, unido a la recarga enérgica que siempre le proporcionaba su playlist de nu metal, realmente le estaban haciendo bien. De ahí que se animara a seguir la carrera hasta el exterior del parque, encaminándose hacia uno de sus lugares habituales en la noche de los sábados, para socializar un poco.


Cuando llegó a su destino, encontró la puerta del local completamente empañada, por el constante flujo de vapor que salía de la cocina, tras varias horas de funcionamiento incansable. Nada más entrar, pudo percibir el golpe de calor en su rostro, obligándole a deshacerse del gorro, el buff y los guantes a toda velocidad. El agradable aroma que se desprendía de la plancha de okonomiyakis, hizo que se le hiciera la boca agua nada más entrar, a pesar de que aún no había recuperado el resuello tras su dilatada sesión de running.

—Bueno, bueno, pero si es mi cliente favorito. —Aunque estuviera enfrascada en varias elaboraciones culinarias, aquella joven siempre encontraba palabras amables para él— Pasa al fondo. Tu séquito se te ha adelantado y te llevan varias raciones de ventaja. —Aunque apenas había podido levantar la mirada de la parrilla, Ukyo controlaba absolutamente todo lo que ocurría en su local.

Cuando por fin tomó asiento junto a sus compañeros, sus piernas parecieron respirar aliviadas, mientras que sus mejillas y la punta de su nariz, comenzaron a recuperar el tono habitual, tras el enrojecimiento causado por el frío.

— ¿Qué tal el entreno? —preguntó tras robar varias patatas fritas del plato de Keiko, con la respiración aún alterada.

— Deberías haber venido. Este casi se mata —comenzó a relatar Krilín, señalando a Haru.

— Ya sabéis que necesito tener la mente descansada cuando voy al dojo. Vosotros habéis dormido algo, pero yo estoy k.o.

— Y sin embargo acabas de hacerte ¿cuántos? ¿diez? ¿doce kilómetros? —le preguntó Keiku pegándole un manotazo, constatando que ya no estaba dispuesto a dejarse sustraer más patatas.

— Casi quince, pero no es lo mismo, joder, esto lo hago para despejarme.

— Así que para despejarte, ¿por qué? ¿Qué te pasa?

—Pues, ¿qué le va a pasar? ¡Vaya preguntas tienes! —señaló Krilín haciéndose el interesante, pues lo que ocurría al chico de la trenza ya era prácticamente un secreto a veces.

—Bueno, voy a pedir —explicó Ranma mientras se incorporaba—, vengo enseguida y me contáis cómo era eso de que Haru se la iba a pegar.

Aunque evidentemente estaba eludiendo la conversación, la verdad era que Ranma necesitaba realmente hablar con alguien sobre el tema, pero no quería convertir aquella quedada en una terapia de grupo. Además, aunque Krilín y Haru tenían buen fondo y confiaba en ellos, no consideraba que tuvieran sensibilidad suficiente para tratar ciertos asuntos. Por suerte, Keiku le conocía bien y supo esperar el momento en el que sus compañeros se levantaron a saludar a otra mesa, para volver a sacar el tema, después de la cena.

— Bueno, entonces, ¿de qué va la cosa con Akane? ¿No tenía novio?

— Eso creo —respondió cabizbajo, manipulando nervioso la etiqueta del refresco.

— ¿Cómo que "creo"? Pasas la noche con ella ¿y se te olvida preguntarle ese detallito?

— Pues sí, no quería estropearlo. Pensaba que si le preguntaba por él, de repente ella lo recordaría y se iría. Supongo que en mi cabeza tenía sentido.

— Pero a ver, bro, te daría ciertas señales. ¿Te dijo algo? ¿Cómo acabasteis así?

— Pues yo qué sé. Lo único que noté era que ella quería estar allí conmigo. Y yo con ella. Estábamos tan bien que ni siquiera se preocupó por ir a encontrarse con sus amigas.

— Y tú coges y te la llevas a casa, sin más.

— Eso es una historia muy larga de explicar. Pero en resumen, sí, la llevé a casa.

— Para "tirártela".

— ¡No, joder! Suena fatal dicho así. ¿Me preguntas si creía que podía pasar algo? Pues claro. Yo vi las señales, no soy ciego. Pero lo que pasó después está muy por encima de lo que es "tirarse" a alguien.

— ¿Qué quieres decir? ¿La cosa estuvo bien?

— ¿Que si estuvo bien? ¡Bffff! ¿Por dónde empezar…? A ver…, yo he traído muchas chicas a casa, pero lo de anoche…, eso no me había pasado nunca. No hay palabras. Es que de verdad no puedo explicártelo y tampoco lo haré, porque soy un caballero. —Se puso la mano en el pecho, en un gesto teatral, que hizo a ambos sonreír.

— Joder, colega. Sabes que nunca he entrado a valorar con quién te has liado, ni si tenían pareja o no. Pero esto es una movida de cojones, porque esa chica tiene novio y tú estás súper pillado, cada vez peor. Sé que tuvisteis vuestro momento en el pasado y es una historia muy bonita, pero me preocupas, ¿sabes? Creo que realmente esto podría acabar mal. Deberías pasar de ella.

— Esto no es un capricho, ¿vale? ¡La quiero! —Hasta el propio Ranma se sorprendió al escuchar tales palabras salir de sus labios. Aunque no fuese la primera vez que lo verbalizaba, hacía tanto de aquello que casi había llegado a pensar que su amor por Akane ya no era tal, sino que el tiempo y la distancia lo habían ido suavizando hasta transformarlo en algo platónico, que sólo tenía cabida en un entorno nostálgico, alejado de la realidad.

El propio Keiku tampoco estaba preparado para oír algo así. A pesar de conocer a su compañero de piso desde hacía casi cuatro años, jamás le había oído preocuparse por alguien que no fuese él mismo, ni mucho menos expresar su amor de una manera tan explícita. De ahí que, aunque inesperadas, las palabras de Ranma le resultasen tan trascendentes, que sintió la necesidad de defenderlas y protegerlas como si fuesen propias. Por eso, cuando observó que sus otros dos acompañantes regresaban hacia ellos, pidió a su interlocutor discreción y cautela, junto con la oportunidad de retomar la conversación en un futuro próximo.

Minutos después, cuando el cuarteto por fin se decidió a pedir la cuenta y regresar a casa, Ukyo, como vieja amiga y confidente de Ranma que era, se acercó a él, para despedirse en privado.

— No sé si los sabes, pero si necesitas algo me lo puedes contar. Aunque no hemos hablado en toda la noche, noto que hay algo que te preocupa.

— Ya veo que para ti soy como un libro abierto, ¿no es así?

— Supongo, pero tampoco es mérito mío. Es fácil ver que has llegado solo, apenas has sonreído y después te has pasado un buen rato debatiendo en secreto con Keiku. Evidentemente, no parece estar todo en orden.

— Pues sí, es verdad, llevo todo el día comiéndome la cabeza.

— Es por Akane, ¿verdad? —No necesitó que Ranma le respondiera para darle la razón— ¿Qué ha ocurrido?

— Ha habido… ¿cómo decirlo?... acercamientos. Pero no he sido capaz de hablar claro con ella. No sé qué esperar, ni qué quiere de mí.

— Pues supongo que deberías hablar con ella. — Se agarró de su brazo, antes de proseguir— Si te sirve de algo, te recordaré que hace unos meses ella estuvo aquí. Y pude ver cómo te miraba. Sé que habéis tenido vuestros altibajos, pero tampoco es normal que una relación siga así de viva tras cuatro años de distancia. Diría que lo vuestro es especial. —En ese momento, pudo notar cómo el gesto del joven se suavizaba— Pero claro, hablo por pura intuición. No deberías tomarte esto al pie de la letra porque ni lo conozco a él, ni sé cómo es su relación.

— En resumen, que ella tiene novio y yo estoy bien jodido.

— No voy a decir "te lo dije", pero sí: estás jodido.

continuará …


Hola a todos y todas,

Lo primero, muchas gracias por la buena acogida que le habéis dado a la última actualización. Me ha servido para ponerme las pilas con este capítulo V, que llevaba dando paseos en mi cabeza bastante tiempo . Sé que el "lemon" se ha apoderado del capítulo, pero creo que no ha sido del todo gratuito, ya que creo que es relevante para la historia. Y aunque haya sido intenso, he disfrutado mucho escribiéndolo.

Espero de corazón que haya sido de vuestro agrado y, por supuesto, recibiré vuestras opiniones con toda mi atención y mis ganas de mejorar.

Un abrazo!

Pocolate.