El bosque se encontraba en silencio, salvo por el crujir de los árboles al romperse y los ecos de golpes secos. Pan entrenaba con una intensidad que dejaba claro que no estaba ya dispuesta a descansar. Su largo cabello que estaba atado en una coleta alta, ondeaba con cada golpe que daba, mientras sus manos, endurecidas por años de práctica, conectaban contra una enorme roca, partiéndola en pedazos.
A sus 18 años, Pan había dejado de ser la niña inquieta y vivaz que todos conocían. Ahora, cada golpe, cada movimiento fluía con la gracia de una guerrera.
Desde pequeña, Pan había querido ser como su abuelo y su padre: un protector, un guerrero capaz de enfrentarse a cualquier amenaza.
Gohan, que ahora era considerado el defensor oficial de la Tierra, había entrenado a su hija para que alcanzara todo su potencial, aunque a menudo se preocupaba por su seguridad. Sin embargo, Gohan sabía que su hija tenía algo especial, un espíritu indomable que la hacía destacar incluso entre los Saiyajin.
Con un salto ágil, aterrizó en el suelo, respirando con fuerza. Su mirada fija en el horizonte reflejaba determinación.
Mientras concentraba toda su energía, sus pensamientos solo pudieron concentrarse en una sola persona.
En él.
No entendía el porqué de las cosas, no entendía un carajo de nada.
El siempre había sido su mejor amigo, su hermano, alguien con quien podía contar y hablar de todo y de nada.
Trunks había sido la única razón por la que no se había venido abajo cuando Goku se fue. Fue su paño de lágrimas y su soporte y más allá de eso, para ella él era su todo.
Desde que tenía memoria había tenido sentimientos por él, al principio creyó que era un enamoramiento de esos que tienes cuando no sabes nada del amor. Incluso ella misma lo creía. Creyó que aquella atracción desaparecía al igual que las mariposas que sentía cada vez que le veía sonreír con esa sonrisa torcida suya.
Pero conforme fue creciendo se dió cuenta que eso no ocurriría, sino al contrario. Esos sentimientos, ese anhelo por él aumentaba.
Joder, podría incluso jurar que el mismo lo sabía.
A estas alturas Pan era una maestra del engaño. Siempre había sido muy buena para ocultar sus emociones, y mostrar solo lo que los demás necesitaban ver.
Pero con el, ella simplemente era un libro abierto. Trunks era capaz de leer sus emociones a través de sus ojos, incluso sus expresiones.
Por eso estaba segura que sabía sobre sus sentimientos por el, aunque no hubiesen sido expresados en voz alta.
Y eso era lo que más le llenaba de ira.
El sabía y sin embargo se había alejado, sin dar explicaciones. Un día solo dejó de contestar sus mensajes, sus llamadas e incluso comenzó a evitar los entrenamientos y reuniones familiares que Bulma organizaba en Capsule.
Y de eso hacia 6 meses
¡6 MESES!
El dolor en el pecho de Pan se intensificó cada vez más. La ira que sentía por Trunks, por su indiferencia, por su silencio, lo consumía todo. El recuerdo de su último encuentro, cuando él la había mirado por última vez con esa frialdad distante, era lo que más la lastimaba. ¿Cómo podía haberla dejado atrás de esa manera? ¿Cómo podía ser tan cruel? ¡Después de todo lo que habían pasado juntos!
En esos momentos la frustración y el enojo que la había estado consumiendo por meses salió a la luz.
Su respiración se volvió más pesada y, con los puños apretados, la energía que había estado acumulando estalló con una furia incontrolable. Su cuerpo temblaba, y el aire alrededor de ella comenzó a distorsionarse.
Entonces, el poder que sabía que estaba dentro de ella emergió.
Un rugido quebró el silencio, un grito que emanó desde lo más profundo de su ser. Un grito que liberaba toda la rabia que había estado guardando desde que Trunks se alejó sin una explicación. Un grito que resonó en el aire, como un eco de la tierra misma. Y con ese grito, su aura explotó, brillando con una intensidad dorada, iluminando todo a su alrededor.
Su cabello, que hasta entonces había sido oscuro como la noche, comenzó a tornarse rubio. Cada hebra parecía arder con la energía que brotaba de su ser. Sus ojos oscuros, se tornaron de un azul eléctrico.
Su cuerpo se tensó, su energía se desbordó, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Pan estaba en un punto de no retorno. La frustración, el dolor, todo se condensó en esa explosión de poder. Había canalizado todo lo que sentía en ese instante, y lo había convertido en fuerza. Y, de alguna manera, en ese caos, había alcanzado lo que tanto había buscado.
Una sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa de victoria, aunque amarga. Al menos algo bueno había salido de todo esto. La rabia le había dado el impulso que necesitaba. Al fin, Pan había alcanzado la transformación Saiyajin, un poder que ya había heredado, pero que ahora, por fin, había logrado despertar.
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Pan consiguió mantener la transformación mientras se enfrentaba a los cyborg de entrenamiento que Bra había diseñado para su entrenamiento.
Cada uno de ellos era más avanzado, más imponente que el anterior, estababan diseñados de esa manera. Aprendían de sus movimientos y eran rápidos incluso para un híbrido saiyajin como ella, pero eso no le importaba. Su poder era palpable, y la ira que la había llevado hasta allí la impulsaba.
La nueva energía que corría por sus venas era electrificante y casi adictiva.
Sonrió, sintiendo el ardor en sus músculos y el desafío en el aire.
Un par de cyborgs avanzaron hacia ella, quien no dudó y con un giro ágil, esquivó su primer ataque, moviéndose tan rápido que los cyborgs no pudieron más que ver cómo su figura desaparecía en un destello dorado. Rió para sí misma, disfrutando de la ligereza de su cuerpo y de la velocidad que había alcanzado.
En un abrir y cerrar de ojos, apareció detrás de uno de ellos y, con una explosión de ki, lanzó una ráfaga de energía al grupo que se acercaba. El impacto fue inmediato, una onda expansiva que desintegró a los cyborgs, dejándolos inactivos en el suelo. Pan se detuvo, mirando el resultado con una mezcla de satisfacción y confianza.
Pero no se dejó llevar por el momento de triunfo. Sabía que estos no eran más que simples dummies de entrenamiento, que necesitaba algo más que destrozar máquinas para probar su verdadero poder. Sin perder un segundo, giró sobre sus talones y se lanzó contra el siguiente grupo que se acercaba. Este grupo era más grande, más resistente, pero Pan no dudaba.
El primero intentó un ataque con un láser de energía, pero ella lo esquivó fácilmente. Con un rápido movimiento, sus puños se envolvieron en una brillante aura dorada, y con una fuerza arrolladora, impactó de lleno en el torso de uno de los cyborgs, destrozándolo en pedazos.
Los demás no tardaron en atacar, pero Pan ya había anticipado sus movimientos. Esquivó, saltó, y luego, con un grito, desató una ráfaga de energía en todas direcciones. La explosión iluminó todo el campo de entrenamiento, dejando solo los escombros de los cyborgs caídos.
Pan se detuvo de nuevo, respirando con calma, pero con una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro. Mantener la transformación no había sido tan difícil como pensaba. Se sentía más poderosa, más libre que nunca.
Estaba a punto de sacar una capsula para guardar lo poco que quedaba de los cyborgs cuando de repente sintió algo extraño en el ambiente.
Un viento cálido y turbulento comenzó a soplar, levantando polvo y escombros a su alrededor. Pan, aún transformada, permaneció alerta, sus ojos azules escaneando el horizonte. Algo no estaba bien, como si la misma atmósfera hubiera comenzado a vibrar con una intensidad inusual. Un fuerte resplandor iluminó el cielo, y la tierra pareció temblar levemente bajo sus pies.
De repente, el cielo se abrió.
Una grieta apareció en el firmamento, como una cicatriz que se rasgaba en la tela del tiempo mismo. No fue una grieta común; no era una distorsión natural, ni algo que pudiera haber sido provocado por un rayo o algún fenómeno de la naturaleza. Esta grieta brillaba con una luz antinatural, de un color púrpura y negro que distorsionaba el espacio alrededor, dejando un rastro de energía oscura en su estela.
Pan lo sentía. Aquello no podía ser algo bueno. Observó con una mezcla de asombro y desconfianza. Nunca había visto algo así, y su instinto le hizo elevar su ki y ponerse en modo de defensa.
En ese preciso momento, sus dedos buscaron su cinturón el cual emitió un leve zumbido. Pan lo tocó con rapidez, y un panel holográfico se proyectó frente a ella. Era un dispositivo de comunicación avanzado, conectado directamente al Cuartel Z. A través de él, podía alertar a su padre, Gohan, y a todos los guerreros Z en tiempo real, sin perder un segundo.
El cinturón, una pieza de tecnología de última generación, era más que un simple accesorio. Era una herramienta multifuncional, equipada con un sistema de localización, comunicación y protección. Al presionar el botón, el dispositivo envió una señal de emergencia al Cuartel Z, que se recibiría inmediatamente en la base de operaciones.
Pan sabía que no tenía mucho tiempo. Con la comunicación en marcha, volvió su mirada hacia la grieta, donde una figura comenzó a materializarse.
Al principio, parecía estar suspendida en el aire, como si el tiempo mismo hubiera dejado de moverse. Pero pronto, la figura comenzó a caer lentamente, como si hubiera sido expulsada de la grieta por una fuerza invisible. En ese momento, el aire se cargó con una presión ominosa, y la grieta se cerró detrás de él, dejando solo un leve resplandor residual que se desvaneció rápidamente.
La figura aterrizó con fuerza sobre el suelo, causando una pequeña onda expansiva. Con un movimiento rápido, la figura se levantó y se enderezó, revelando su rostro y su presencia. Era un joven de apariencia decidida, con cabello corto y oscuro y uno ojos dorados que brillaban con intensidad. Su expresión era tranquila, pero sus ojos destilaban una amenaza silenciosa, como si estuviera observando a su alrededor con un único propósito en mente.
Mientras se levantaba del suelo, la grieta en el cielo desaparecía por completo, como si nunca hubiera existido. Pero su presencia, tan palpable y perturbadora, llenaba el aire con una sensación de tensión. Los cielos ya no eran los mismos. Algo había cambiado.
Pan dio un paso hacia adelante.
El desconocido levantó la cabeza lentamente, sus ojos dorados enfocándose en Pan, y una sonrisa astuta apareció en su rostro.
—No te preocupes saiyajin, no vengo a hacer turismo—dijo con una voz fría, casi burlona, mientras su mirada se mantenía fija en ella.
Pan frunció el ceño, su energía aún chisporroteando a su alrededor.
Algo en la forma en que aquel desconocido hablaba, en el aura oscura que emanaba de él, le decía que su llegada no era por casualidad.
Pan apretó los puños, manteniéndose en guardia.
—¿Cómo sabes que soy una Saiyajin? —preguntó con desconfianza, sus ojos azules clavados en los del extraño.
Ryzen soltó una leve risa burlona, inclinando la cabeza.
—Bueno, aparte de tu extraño look rubio y esa energía electrizante, no es tan difícil de adivinar —comentó con tono divertido, como si aquello fuera obvio.
Pan frunció el ceño, molesta por su actitud despreocupada.
¿Pero que se había creído? ¿Acaso estaba burlandose de ella, de su herencia saiyajin?
Abrió la boca para reñirle, pero antes de que pudiera responder, su expresión cambió. Sus ojos dorados la analizaron con una intensidad diferente, y su sonrisa se desvaneció lentamente.
—Porque ya te conocía antes de llegar aquí —agregó, ahora con un tono mucho más serio.
Un escalofrío recorrió la espalda de Pan.
—¿Qué quieres decir con eso?
Ryzen sostuvo su mirada por un largo instante, antes de soltar las palabras que harían que todo su mundo se tambaleara.
—Vengo del futuro.
