A/N: Habrá una nota de autor más larga debajo del capítulo. No es la primera historia que he escrito, ni tampoco mi primera vez en este Fandom pero sí debo admitir que nunca me había atrevido a iniciar algo así. Espero sea del agrado de los lectores a quienes les logre llamar la atención.
AVISO Obligatorio: La serie de Fate, sus personajes y todo elemento del Nasuverse presente en lo siguiente no me pertenece. Es propiedad de Type-Moon.
Clave:
'Pensamientos.'
"Diálogo."
"Voz sobrenatural."
"Taumaturgia."
Í͕̟͓̈́͑ǹ͛͒co͎͉̍̐n̨̼͔̤̉ͮ͊c҉̘̪̟͉e̖͐b̬̝̪͢í̡ͣ̏̄̚bͤl̗͙͕̘͠ͅͅe̟̝͓̘̘͍̮ͤ̿͒ͯ̽̒̀ ̺͕̇ͪ
Konton no Tatakai
Prólogo.
Suspirar nunca antes había sido motivo de tanto pesar. Tan solo el simple acto de exhalar algo de aire por su boca se convertía en un auténtico suplicio ya que con el menor esfuerzo que aplicaba, la maldición presente en su ser se agitaba de tal manera en la forma de un dolor exquisito que parecía hacer que sus nervios gritaran de agonía. Kiritsugu estaba ya bien familiarizado con el maleficio de el Grial le había impuesto tras haberlo 'traicionado'. Aunque viendo cual había sido la alternativa a semejante destino, el no se arrepentía para nada de haber escogido la dolorosa opción que lo seguía afligiendo, a pesar de las penurias que le cobraban factura cada día que seguía viviendo.
Kiritsugu se relajó en la mecedora que había adquirido de parte de la Familia Fujimura cuando había adquirido los derechos sobre la propiedad en la cual residía desde hace ya casi tres años. Habia sido realmente un golpe de suerte el hecho de que ese grupo estuviera dirigido por una persona tan razonable como Raiga, quien le había comprado sin miramientos y a precios de mercado una buena parte del arsenal que había traído a Fuyuki para su uso en la Cuarta Guerra del Santo Grial. Desde pistolas y escopetas de todo tipo, hasta paquetes de municiones de variados calibres así como herramientas tales como granadas y minas. Aun con la demolición forzosa que había realizado del Hotel Hyatt en un intento fallido de terminar con la vida de Kayneth Archibald El-Melloi y por ende, del Servant Lancer le sobraban bastantes, de las cuales francamente estaba aliviado de que se había deshecho de una manera que no involucrara detonarlas. Ya había tenido suficientes explosiones en su vida, y tras haber utilizado una parte para causar una disrupción en las Líneas de Ley con tal de evitar una futura Guerra del Grial, consideraba terminado su uso de explosivos.
En cuanto al resto del equipo, no poseía ningún valor para él más que un medio para poder adquirir dinero de forma rápida y de paso deshacerse de material tan peligroso como un potencial imán de problemas que prefería ahorrarse por su bien, y el de su hijo. Claro, por obvias razones no le había vendido todo a los hombres del Grupo Fujimura, dejar piezas de armamento modificado de tal avanzada manera que pocos individuos y corporaciones poseían era una pésima idea. Sólo había conservado tres piezas, las cuales mantenía bajo llave y en los lugares más recónditos de la mansión japonesa.
El hombre suspiró nuevamente antes de acomodarse y voltear levemente a la izquierda, donde un espejo yacía colgado en la pared cercana, y su posición le permitía ver su reflejo con gran detalle sin ningún problema. Al echar un vistazo, lo que le devolvió la mirada fue un rostro demacrado, con unas notables ojeras que evidenciaban la falta de buen sueño por unos días así como una palidez casi cadavérica y una expresión agotada, que mas pertenecía en el rostro de un anciano que de un hombre que ni siquiera había llegado a la mediana edad.
Si uno comparara a aquel hombre con su yo de tres años atrás, no podría haber quedado más sorprendido ante el contraste entre ambos. Muy atrás había quedado el estoico y despiadado mercenario que había sido durante un par de años catalogado como uno de los más eficientes recursos que la Asociación de Magos había empleado contra magi que entraban bajo la categoría de herejes y designaciones de sellado, así como el infame terrorista de talla internacional como era conocido por el público mundano. Su lugar lo ocupaba ahora un hombre de treinta y tres años que parecía tener un pie ya en la tumba. Su expresión, antiguamente severa y fulminante había sido reemplazable por una que comunicaba tanto amabilidad como cansancio.
Lo anterior era lo más fácil de vislumbrar, y con lo que acababa de realizar hace poco más de unos tres días no podrían culparlo. Viajes internacionales, desde Japón hasta Europa ya fuera por el este o el oeste eran igual de agotadores, sin importar la edad del viajero. Y viendo el estado en el que se encontraba, era obvio que este le había dejado en un estado peor del que solía estar.
Este había sido su segundo intento de contactar a los Einzbern, y tal como el primero, terminó por ser un auténtico fracaso. La fortaleza de estos se encontraba en una provincia septentrional de Alemania, sobre una montaña rodeada por un amplio bosque repleto de toda clase de peligros naturales, así como artificiales tales como espíritus malignos y campos acotados de variados efectos. Solo había uno de estos que era diferente, y abarcaba todo el bosque. Una pieza de elaborada taumaturgia reforzada desde hace siglos cuyo único propósito era garantizar pasaje libre por todos los peligros a quienes fueran bienvenidos por este.
La primera vez, no había sido ni capaz de localizar aquella barrera, dejándolo solo ante la cruel ventisca y el silencio perpetuamente invernal de la estancia. Esta vez, atravesar el campo acotado había sido casi un suicidio. Si en su mejor momento, como el más infame Asesino de Magos no hubiera sido capaz de penetrar aquel obstáculo, ni abrirse camino a través de las formidables defensas de la propiedad, y muchos menos al bastión de los alquimistas sin perder la vida a menos que contara con recursos de primera que tendría que sacrificar, sus esperanzas de hacerlo en tan mínimo estado eran prácticamente inexistentes.
Quizás ese era el peor castigo que le podía tocar. El saber que su hija, permanecería lejos de su alcance y con la idea de que sus padres la habían abandonado. Solo pensar en eso, hacía que sus ojos se humedecieran, y se formaran ya las lágrimas que recorrían sus mejillas.
"Illya." Musito mientras se limpiaba el rostro con un pañuelo. Su pequeña Illya, el último remanente de su amada Irisviel, completamente sola y encerrada en el cubil de seres mecánicos y frívolos que no dudarían en cometer toda clase de tratos y pruebas inhumanas en ella, tanto como desquite como para avanzar en sus pérfidas metas que nunca llegarían a cumplirse. Le había fallado, tanto a ella como a Iri.
¿Pero no se trataba de eso su vida? No había hecho más que hacer llorar a mujeres y ensuciar sus manos una y otra vez, dejando tras de sí una pila de cadáveres ardientes que parecían burlarse de su funesto, pero bien merecido destino.
Sin embargo, esa línea de pensamiento se detuvo cuando su mirada se posó en una foto enmarcada que descansaba sobre un pequeño mueble con tres cajones. Esta mostraba a Kiritsugu, unos meses antes vestido con una yukata mientras cargaba en su espalda a un adormecido niño pelirrojo que no podía ser mayor de ocho años. Ver aquello, hizo que una sonrisa se formara en la comisura de sus labios que pareció despejar sus tormentosos pensamientos.
No, había logrado algo.
Shirou.
Único superviviente del epicentro de aquel desastre que había arrasado con el área de Shinto en la conclusión de la Cuarta Guerra. Un auténtico milagro, que había encontrado y logrado salvar a tiempo al introducirle a Avalon adentro. La mítica vaina del Rey de los Caballeros, que aun conservaba algo de la energía mágica de su portador lo mantuvo con vida y desde entonces, había permanecido dentro de él.
Lo había adoptado un par de días después de que fuera a parar al hospital, junto con otros niños cuyas familias desafortunadamente habían perecido en la catástrofe. Eso había sido hace dos años, y desde entonces habían formado una relación padre-hijo bastante cálida.
Kiritsugu deseaba que Illya pudiera estar con ellos. Podrían ser una familia feliz, y alejada de las desgracias que el mundo sobrenatural había forzado sobre ellos. Si tan solo pudiera…
"¡AHHH!"
Había cerrado sus párpados por un par de segundos, dispuesto a tomar una siesta para reponer fuerzas. El día de mañana debía de viajar de nuevo, pero esta vez a una destinación mucho más cercana, la ciudad de Misaki. Tenía una cita con un curandero particularmente afinado a casos y tratamientos poco naturales y no podía darse el lujo de tener acceso a más medicamentos para mantener su condición en mejor estado. Sin embargo, ese plan se fue al traste cuando un alarido se escuchó en el cercano Dojo.
"¿Shirou?" Viejos instintos se activaron y a pesar del dolor, Kiritsugu se levantó del asiento con una agilidad admirable y corrió con dificultad hacia la estancia con el corazón latiendole a mil por hora. Solo para suspirar de alivio al entrar al lugar, y ver a su hijo adoptivo intacto.
Un par de ojos color ocre le devolvieron la mirada desde el suelo. Shirou se limitó a fruncir el ceño mientras agitaba su mano izquierda antes de colocarla sobre una shinai que estaba descansando enfrente de él.
"¿Estas bien?¿Qué te sucedió?" Pregunto Kiritsugu mientras reprimía una mueca de dolor al ponerse de cuclillas, ya que sus articulaciones habían protestado ante aquella posición. Aquel quejido que había escuchado había sido definitivamente uno de dolor, pero sin embargo no veía ninguna herida en su hijo.
El pelirrojo pareció verse apenado, pero incapaz de mentirle a su padre se limitó a murmurar. "... Estaba tratando de practicar mi magia en esta shinai."
Aquello hizo que Kiritsugu suspirara mientras meneaba su cabeza. Una de las primeras cosas que le había revelado a Shirou tras haberlo adoptado, era sobre la existencia de la taumaturgia y el mundo sobrenatural. El niño había estado prácticamente insistiendo por casi dos años que le enseñara un poco, solo para que Kiritsugu se negara rotundamente, pensando que algún día se rendiría. Pero desafortunadamente, había terminado por aprender a la mala una cosa sobre su hijo adoptivo.
Shirou era tan testarudo como una mula, y simplemente no aceptaba un 'no' por respuesta. Los días de insistir se volvieron semanas, y las semanas se volvieron meses que terminaron por volverse un año entero y luego mas meses, hasta que finalmente hace un par de estos terminó por ceder, y le había mostrado como tratar de reforzar un simple poste de madera para mantenerlo ocupado.
Confiaba en que la monotonía de tal cosa, así como su inutilidad fuera suficiente para que se aburriera y terminará por rendirse. Pero tal parecía que eso no había ocurrido, aunque bien podía tratar de usarlo para desmotivar a Shirou de seguir con ese camino.
Practicar taumaturgia no era fácil. Era un arte selecto y peligroso, que solo aquellos que fueran productos de crianza selectiva y siguieran una serie de lineamientos que bordaban en lo fanático podían abrazar sin miramientos con tal de avanzar en sus respectivas prácticas. Bien lo afirmaba un dicho del medioevo temprano cuyo autor había permanecido anónimo.
"Ser un magus es caminar con la muerte."
Esa clase de vida no se la deseaba a nadie, y mucho menos a su hijo. Shirou ya había perdido demasiado a pesar de su corta edad, no necesitaba quedarse inmerso en aquel sendero de locura y misterio.
"Te lo advertí, que no sería algo fácil, y que te podrías lastimar aun si tienes cuidado." Dijo Kiritsugu en un tono conciliador, no queriendo sonar como si lo estuviera regañando. Shirou era solo un niño, no había necesidad de actuar de aquella manera con un error así. "¿Qué fue lo que hiciste?"
Con algo de suerte, esta seria la ultima vez que tocarían aquel tema. Ya había logrado interesar a Shirou en el kendou, no gracias a la presencia de Taiga Fujimura, la nieta de Raiga quien era ya una campeona estatal en el deporte y prácticamente había decidido que Shirou sería su pequeño compañero de duelos, muy para la miseria de este quien prácticamente le echaba miradas desesperadas cada vez que era arrastrado al dojo por la adolescente hiperactiva. Al menos era un hobby mucho más sano que dedicarse a estudiar las artes mágicas.
"Solo hice mi circuito mágico, y me ardió más de lo usual."
Aquellas palabras hicieron que Kiritsugu quedará paralizado antes de mirar fijamente a Shirou, creyendo no haber escuchado bien.
¿Crear un circuito? ¿Que? Eso no existía. Para emplear taumaturgia tradicionalmente, solo debes activar tus circuitos y ejecutar el hechizo que querías realizar. Nada más.
Los Circuitos Mágicos son un pseudo- sistema nervioso que se propaga a través del cuerpo humano y lo que califica a una persona para ser un magus. También son caminos que conectan el mundo material con el plano astral. Tienen dos funciones básicas; una es convertir la fuerza vital en energía mágica y otra es permitir que su dueño realice misterios.
La composición y número de estos no puede ser cambiada de manera natural, por lo que no tenía idea de lo que Shirou estaba hablando. Sin embargo, el hecho de que Shirou dijera que tal método hacía que le doliera hizo sonar varias alarmas en su cabeza.
"Shirou, cuando usas taumaturgia. ¿Qué es lo que haces normalmente?"Le pregunto, esta vez con el tono preocupado que tuvo una reacción confusa en el pelirrojo, que sin embargo respondió mientras se estremecía bajo la mirada de su padre.
"Bueno, primero imaginó un nuevo circuito y me imagino inundarlo de magia y luego siento como si me hubieran empujado algo en la espalda. Me duele un poco, pero a veces cuando pienso mucho me duele mas."
Dicho padre quería patearse a sí mismo. ¿Cómo pudo ser tan negligente para haber pasado por alto algo tan obvio? En su pequeña búsqueda para intentar sabotear el interés de Shirou en aprender taumaturgia, ni siquiera se había molestado en enseñarle a su hijo a emplear sus propios circuitos mágicos.
Aún así, necesitaba aclarar las cosas y hacer un control de daños. Podría verse bien, pero el daño a los nervios podría manifestarse más adelante. Cuanto antes sepa hasta qué punto se ha extendido el daño, antes podrá intentar encontrar algún tipo de tratamiento para él.
"Escucha Shirou, cuando usas taumaturgia no creas circuitos mágicos. Usas los que ya tienes. Lo que estás haciendo es básicamente usar tus nervios y convertirlos en circuitos improvisados. Eso es muy peligroso." Dijo, tratando de inculcar un sentido de urgencia en el chico quien ahora parecía lucir mortificado.
Kiritsugu no podía emplear mucha taumaturgia en su actual estado, tampoco era versado en un análisis espiritual que le permitiera determinar si Shirou había sufrido algún tipo de daño. Y aun si pudiera, todavía estaba el riesgo de que la maldición que afectaba hasta sus propios circuitos pudiera tratar de afectar a Shirou también.
Necesitaba llevarlo lo antes posible con alguien que supiera del tema, así como de algún posible remedio. ¿Pero quién y dónde? Entonces recordó, el día de mañana a las tres de la tarde aproximadamente en la ciudad de Misaki, Clínica Jinan. Eso seria dos pájaros de un tiro.
Viendo que su hijo permanecía cabizbajo, colocó su mano en su cabeza y acarició su cabello. "¿Qué te parece si damos un paseo?"
xXx
Anteriormente, no era raro para él viajar continuamente. La vida de un mercenario era muy nómada, y los que se dedicaban a aquel trabajo no podían darse el lujo de quedarse en un solo lugar. Siempre había algo más, otra misión esperándolos o tener que encarar el riesgo de la persecución.
Pero ahora, estaba seguro que sus piernas estaban a nada de entrar en huelga. Caminar a través de tres estaciones de tren era casi tan cansado como hacerlo por dos aeropuertos, pero al cabo de unas seis horas finalmente habían logrado llegar hasta su destino. Misaki era más bien una extensión cabecera municipal de la ciudad con el mismo nombre, que permanecía algo aislada por las montañas.
Apenas llegaron, tanto Shirou como él notaron la diferencia entre el ambiente de Fuyuki y este, en más de una manera. Misaki era la tierra espiritual con mayor capacidad de energía ambiental en todo Japón, con Fuyuki, Mifune y Kyoto por detrás. Sin embargo, no era el centro de influencia de la Asociación en el país, ese dudoso honor le correspondía a Tokyo.
Estaba bajo control del Clan Aozaki, uno de los linajes de magi que seguían las doctrinas occidentales más antiguos del país, que no destacaba precisamente por tener una historia particularmente larga de práctica de ese tipo. Aunque, por lo que había podido comprobar este rara vez intercedía en asuntos de su territorio, optando por permanecer en seclusión con la excepción de sus dos miembros más famosos.
O mejor dicho, famosas. De las cuales, ninguna se encontraba en el lugar.
Lo cual era un alivio, porque donde quiera que apareciese una, era casi seguro que un problema surgiría.
Kiritsugu ya había estado en Misaki varias veces, al ser la ciudad un sitio donde poseía un par de contactos. Podía llevar a Shirou a pasear cuando terminaran sus asuntos, pero era indispensable que les atendieran primero.
Y eso les había llevado hasta una clínica en una de las regiones más alejadas del centro, donde fueron recibidos por un hombre de mediana edad y fuertes rasgos japoneses vestido a la usanza tradicional. Sin decir una palabra, los hizo pasar y se aseguro de cerrar la puerta con el seguro antes de voltearse para poder dirigirle la palabra a Kiritsugu.
"Llegas una hora tarde, y todavía traes a alguien más. Algunas cosas no parecen cambiar nunca, Emiya." Gruño el hombre antes de cruzarse de brazos, cosa que hizo que Kiritsugu suspirara. Sougen Jinan, un curandero espiritual y antiguo miembro de cierta organización responsable de la cacería de demonios en Japón. Desde hace dos años, había sido el de quien dependía para poder conseguir medicamentos para tratar su condición. También había obtenido de él una pequeña cantidad de viales elaborados con taumaturgia que le había dado a Shirou para sus pesadillas durante los primeros meses en los que comenzaban a vivir juntos.
"Es una emergencia." Fue lo único que alcanzo a decir, el viaje no le había hecho ningún favor y estaba demasiado cansado en aquellos momentos para pensar en una respuesta más contundente. De igual manera, Sougen simplemente hizo rodar sus ojos antes de dirigirse hacia Shirou.
"Muy bien hijo. ¿Como te llamas?"Aquel tono áspero permanecía, pero se podía notar que estaba tratando de sonar más amigable.
"Shirou, Shirou Emiya." Respondió el pelirrojo. Al principio, se había sentido algo intimidado por la presencia del señor, pero al ver la forma en cómo se dirigía hacia él, ese sentimiento se terminó por desvanecer.
"Muy bien, Shirou-kun. Al final del pasillo, a tu izquierda hay un cuarto de juegos. ¿Crees que podrías esperar ahí un rato?" La mirada que le dirigió a Kiritsugu al voltearse comunicaba poco más que una severidad inmensa. "Emiya-san y yo, necesitamos hablar." Añadió en un tono que no aceptaba una respuesta negativa.
Shirou miró a su padre adoptivo, pidiéndole permiso y Kiritsugu asintió. Sabía que esto iba a pasar y hubiera sido un ingenuo en tratar de esperar lo contrario. Pues, apenas Shirou desapareció en el pasillo, Sougen se cruzó de brazos nuevamente y mantuvo aquel semblante severo, como si se tratara de un juez listo para sentenciar al culpable.
"Explica." Fue la única palabra que surgió de sus labios. Y así hizo Kiritsugu.
Le contó de cómo había encontrado a Shirou entre los ardientes escombros del final de la Guerra del Grial, como había salvado su vida con ayuda de cierto artefacto que había introducido dentro de él, como lo había adoptado y vivido con él por dos años, negándose fervientemente a enseñarle taumaturgia hasta hace poco tiempo. Como había intentado sabotear su interés al enseñarle a medias, y finalmente las consecuencias de aquello de las cuales apenas se acababa de dar cuenta.
Durante todo ese tiempo, Sougen permaneció en silencio limitándose a mantener la misma expresión juzgadora. De vez en cuando, arqueaba una ceja o asentía, aunque Kiritsugu juraba haber visto cómo se tensaba con algunos datos, especialmente la razón de haber traído a Shirou. Una vez que terminó, esperaba ser expuesto a una serie de gritos y hasta groserías por parte del hombre, cuyo vocabulario era bastante colorido la mayor parte del tiempo. Solo para terminar por sorprenderse cuando Sougen se limitó a suspirar antes de sobarse la frente.
"Nada puede ser sencillo contigo involucrado, Emiya." Comentó. "Al menos esta vez tuviste la prudencia de acudir lo más pronto posible, no como las últimas veces." Eso no era propio del hombre, pero Kiritsugu no iba a presionar su suerte. Sougen era un hombre rencoroso, pero con un estricto sentido del deber.
"Gracias por poder atenderlo." Carraspeo, necesitaba agua tras haber hablado sin parar durante varios minutos. "¿Cuánto te terminaría debiendo?"
"Dejalo, será el monto habitual de tu chequeo." Respondió Sougen mientras ya se preparaba para ir al encuentro de Shirou. Aquellas palabras hicieron que el antiguo mercenario se parara en seco. No creía haber oído bien, usualmente terminaba pagando el doble.
"¿Disculpa?" Se aventuró.
El curandero detuvo sus pasos antes de voltearse. "No confundas las cosas. Esta es una ocasión única." Sentenció, mostrando que su cólera no estaba siendo tan disimulada. "Seras muchas cosas, pero alguien que no paga sus deudas no está entre ellas. Además, de que un niño inocente como él no debería de tener que pagar por las estupideces de su padre."
"Te lo agradezco mucho." Kiritsugu inclinó levemente la cabeza.
"Agradécemelo con el dinero que me debes, y siendo un mejor hombre." Las palabras de Sougen eran tan afiladas como un cuchillo, y el pelinegro ciertamente las sintió en el fondo. Pero no era ni el lugar ni el momento adecuados para poder divagar en eso. Se apresuró a alcanzar a Sougen, y pronto lo encontró en una estancia infantil junto a Shirou, quien parecía haber estado viendo una película que había puesto en pausa.
El curandero respiro y exhalo un par de veces para poder relajarse, y se dirigió a Shirou de la misma manera que la vez anterior.
"Shirou-kun. ¿Sabes por qué estás aquí?" Le pregunto amablemente, y el pelirrojo quien parecía ya haberle dado su confianza se apresuró a responder.
"¿Por qué hay un problema con mis circuitos?" Respondió en forma de una pregunta a lo que Sougen respondió a su vez mientras reía nerviosamente.
"No exactamente, Shirou-kun. Tu padre cometió un descuido mientras te enseñaba. No sabemos aún cómo están tus circuitos, porque nunca los has usado realmente. Estás aquí para que pueda ver como se encuentran los tuyos, y si es que te ha ocurrido algo por ese descuido." Al ver la expresión del pelirrojo tornarse en una de alarma, lo tranquilizó con un gesto de manos. "Tranquilo, es probable que no sea nada ya. Dime, ¿te duele algo ahora?"
Ante la negativa de Shirou, dejó escapar un suspiro de alivio. "¿Y no sientes algo raro?" Otra respuesta negativa, lo cual sólo dejaba de opción al realizar un análisis espiritual. Sougen se preparó, antes de comunicárselo al pelirrojo.
"Muy bien, Shirou-chan. Ahora voy a realizar un pequeño hechizo en ti para poder verificar más a fondo esto. ¿Estas bien con eso?" Ante la expresión perpleja del niño, elaboró. "Será algo rápido, pero requiere que estés dormido. Voy a utilizar un hechizo simple para hacer que duermas pero necesito que estés tanto de acuerdo como relajado, ¿crees poder hacer eso?"
Shirou pareció titubear pero cuando sus ojos se encontraron con los de Kiritsugu este asintió, haciendo que el pelirrojo terminara por aceptar, relajándose desde su asiento.
"Solo será por unos minutos." Le aseguro Sougen, antes de colocar su palma en su frente y abrir su boca.
"Ryokō-sha, yoku nemure (Duerme tranquilo, viajero)"
Recito Sougen antes de enviar un leve pulso de energía mágica a Shirou, quien de inmediato cerró sus párpados y quedó sumido en un profundo letargo. Un hechizo de una línea elaborado a base de un mantra budista que causaba un sueño instantáneo. Sin embargo, sólo podía emplearse en personas que dieran su consentimiento y no estuvieran empleando energía mágica, lo cual limitaba sus usos para otra cosa que no fuera de ámbito médico.
"Nunca creí que fueras bueno con los niños." Comentó Kiritsugu, que estaba más acostumbrado a ver al malhumorado doctor que al amable medico que tenia enfrente.
Sougen resoplo. "También soy padre, y en ocasiones debo atender a los mocosos Tohno. Ambos sabemos que Makihisa tendría mi cabeza si llegara a hacer llorar a algunos de sus 'preciosos retoños'." La mueca que realizó le indico a Kiritsugu que ese era un tema del que no debía preguntar.
Estuvo a punto de decir algo, pero se detuvo al ver que Sougen yacía ahora perplejo mientras miraba fijamente a Shirou. El curandero parecía realmente extrañado con algo que había visto durante su análisis, y antes de que pudiera preguntar que, este se le adelantó.
"Emiya…" Sougen carraspeo, antes de dirigirse hacia él con la confusión claramente dibujada en su rostro. "¿Cuantos circuitos mágicos dijiste que tenía Shirou?"
Kiritsugu arqueo una ceja. Mientras le explicaba a Sougen sobre las circunstancias de Shirou, reveló que anteriormente había verificado mediante un hechizo rápido que este poseía circuitos mágicos, una buena cantidad de ellos. Tal hechizo solo permitía detectar la existencia de estos así como su cantidad, por lo cual era inútil para cualquier otro propósito, razón por la cual había traído a Shirou con Sougen.
"Si unos veintisiete. Pero ignoro de qué calidad. ¿Por qué?" Respondió, igual de extrañado ante la pregunta.
Sougen entorno los ojos antes de señalar a Shirou. "Porque acabo de ver que el niño no tiene veintisiete, tiene treinta. Treinta circuitos mágicos adormecidos."
"..." Aquello hizo que el pelinegro se quedara anonadado. ¿Pero qué demonios? Era verdad que sus aptitudes para la taumaturgia eran desastrosas en la actualidad, pero ni siquiera así podría confundirse con una diferencia de números como tal. "Claro que están adormecidos, ya habíamos dejado en claro que Shirou nunca los ha usado."
El curandero negó con la cabeza. "No, Emiya. Dije adormecidos, no cerrados. Shirou tiene todos sus circuitos abiertos, solo están en un estado de letargo por falta de uso desde hace tiempo."
"¡¿Que?!" Exclamó Kiritsugu, cada vez más confundido. "¿Pero cómo es eso posible?" Más que respuestas, lo único que había conseguido eran más preguntas. Tal y como Sougen lo había afirmado, nada era realmente sencillo cuando él estaba involucrado.
"Esto va a requerir de algo más especializado." Sentenció Sougen, antes de cargar cuidadosamente a Shirou entre sus brazos y saliera de la estancia en dirección a otra habitación. Esta, parecía más un consultorio verdadero con todo y una camilla en el centro en la cual colocó al pelirrojo adormecido.
"¿Qué vas a hacer?" Pregunto Kiritsugu, entrando a la nueva habitación tras haberlo seguido. Se encontró con la visión del curandero moviéndose de un lado para otro, recogiendo toda clase de viales y talismanes que se encontraban en varios muebles.
"Una lectura más profunda." Declaro Sougen tras colocar los artefactos en su lugar, antes de posicionarse del lado contrario de la camilla a Kiritsugu.
"Kakusareta sekai o abaku. (Revelame el mundo oculto)"
El hechizo mostró su activación con un círculo mágico brillando en el suelo, del cual comenzó a levitar una copia etérea que fue a parar al techo, quedando perfectamente alineado con su contraparte inferior con Shirou en medio de ambos.
Y en el espacio en el aire arriba de su forma inconsciente, comenzó a manifestarse una neblina que parpadeaba varias veces como si se tratara de una pantalla con estática. Finalmente, la neblina se disipó revelando una imagen que mostraba una serie de líneas tenues sobre un fondo negro. Las líneas no eran del todo rectas, estaban apiladas horizontalmente y tomaban formas distintas que contrastaban las unas con las otras.
Kiritsugu había visto eso ya, la vez en la que había determinado la cantidad de circuitos de Shirou. Recordaba específicamente veintisiete de esas líneas, pero entonces... ¿Porque había otras tres más en el mismo estado?
"Esos tres circuitos no estaban cuando lo revisé." Le señalo a Sougen, a lo que el curandero respondió recitando el mismo hechizo.
"Kakusareta sekai o abaku. (Revelame el mundo oculto)"
Una luz color cobalto recorrió todas las líneas, como si se tratara de un escáner y las coloreo de un tono rojizo con la excepción de las tres últimas, las cuales tomaron una tonalidad violeta pálida. Aquello hizo que ambos hombres arquearan una ceja, pero por distintas razones.
"Hace tiempo que no revisó los estándares que la Asociación usa para categorizar a los circuitos mágicos, pero si no me falla la memoria esto indicaría que son al menos de rango B en calidad. " Mencionó Sougen, solo para advertir que Kiritsugu estaba mirando fijamente a los que contrastaban con los anteriores.
"... Imposible." Fue lo único que alcanzo a decir. Él nunca había sido un magus realmente versado en el avance de los misterios en general, pero si había algo que conocía bien eran las características de los circuitos mágicos. Al ser un asesino de magos cuya carta de triunfo consistía en inutilizar esos órganos, su conocimiento en el tema era bastante vasto. Y lo que estaba viendo en aquellos momentos representaba toda una anatema a lo que creía saber.
"Son circuitos mágicos, si. Pero no se parecen en nada a los veintisiete anteriores. La calidad de estos es inferior, D o como máximo C yo diría."
Pero Kiritsugu no lo estaba escuchando, absorto como estaba ante la imposibilidad que estaba presenciando. Los circuitos originales de Shirou estaban allí, todavía en buena forma y con una calidad respetable, pero parecía como si algunos de sus nervios se hubieran convertido en… ¿circuitos mágicos reales?
Eso no era posible. Era inconcebible que sus nervios se hubieran convertido en circuitos mágicos reales y funcionales (aunque de baja calidad). Tal cosa no podía ocurrir de manera natural...
Kiritsugu entorno los ojos. Había algo raro.
Seguían funcionando como nervios, pero en su interior habían aparecido circuitos mágicos. Y tampoco eran los de Shirou. Se sentían completamente diferentes. Pero eso significaría que …
"¿Puedes tratar de analizar más aún esos tres?" Le pidió."Tengo una corazonada."
"Iba hacerlo de todas formas." Farfulló Sougen, antes de recitar nuevamente. "Kakusareta sekai o abaku. (Revelame el mundo oculto)"
La pantalla parpadeó, antes de que la misma luz azulada se enfocará nuevamente entre los circuitos violeta y comenzará a escanearlos de arriba hacia abajo. Las líneas violetas continuaron expandiéndose hasta separarse de las veintisiete color cobre y terminaron por juntarse con una amalgama de líneas del mismo color, que tenían también otras amarillas y rojizas. La sola visión de aquello hizo abrir de par en par los ojos de Kiritsugu, mientras que la mandíbula de Sougen se desplomaba.
Era fácil comprender la inmensa sorpresa que los dos hombres estaban sintiendo. No era cosa de todos los días encontrar una Cresta Mágica de un par de generaciones dentro de un niño de nueve años.
"..."
"..."
Ninguno se atrevió a romper el silencio, ambos estaban enfrascados en sus respectivos pensamientos, y en el caso de Kiritsugu, pareciera que estuviese atravesando una crisis existencial.
Su hijo era un magus. No, había que tachar eso. Su hijo era el heredero de una familia de magi. Y hasta el día de hoy, habían permanecido ignorantes ante ese hecho. No sabía cómo reaccionar ante esa información…
"Eso explica porque los tres circuitos adicionales." La voz de Sougen, quien todavía no se recuperaba del shock recibido, lo sacó de sus pensamientos. "Cada vez que trataba de usar taumaturgia, accedía a los circuitos de su cresta. Pero al no saber utilizarlos, los manifestaba forzosamente dentro de sus nervios y eso llegó al punto de separarlos de esta e incluirlos entre los suyos. Nada mal, esta cresta tiene alrededor de veinte circuitos." Explicó antes de toser.
"Había escuchado rumores de casos parecidos pero es la primera vez que estoy viendo algo como esto. Su atributo ha de ser algo bastante especial para permitirle realizar tal cosa sin ninguna consecuencia realmente negativa aparte de dolor."
"¿Ah?" Inteligentemente pregunto Kiritsugu, causando que el curandero resopló. "Cierto, nunca pensaste en averiguar cuál era el suyo, menos mal que tenemos esto aquí."
Meneando la cabeza, Sougen preparó el comando para el hechizo de Consagración que estaba realizando.
"Kakusareta sekai o abaku. (Revelame el mundo oculto)"
Normalmente, para identificar cuál de los Cinco Grandes Elementos es su Afinidad Elemental, los magi utilizan el proceso de Consagración de otras formas, tales como el uso de salvia, cartas del tarot y pruebas de personalidad. Sin embargo, el hechizo de análisis espiritual proveniente del Onmyoudou que Sougen utilizaba era mucho más efectivo.
Era una prueba sencilla. Usualmente, un magus solo posee un elemento que correspondía a los cuatro esenciales más el Éter. En ocasiones, dos se manifestaban y hasta tres. Pero pocos eran los que podían alardear de tener los cinco como afinidades, siendo dichos individuos conocidos como Promedios.
El método que iban a emplear era relativamente sencillo. Leería el alineamiento de los circuitos originales de Shirou y esto mostraría a que elemento apuntaba.
Fuego, Tierra, Agua, Viento, Éter. Cualquiera de esos se manifestaría por medio de un símbolo en la pantalla.
Bastante simple.
Lo cual hizo que se llevaran una sorpresa mas cuando esta no registró ninguno de los símbolos.
"¿Que rayos?" Sougen refunfuño antes de repetir el comando, solo para que los mismos resultados o mejor dicho, la falta de estos se manifestara.
"¿Qué significa esto?" Kiritsugu no había determinado el Elemento de Shirou cuando había verificado que tenía circuitos mágicos, no tenía idea de cuál sería su afinidad.
El que esta resultara ser anormal traería otra ronda de dolores de cabeza. El antiguo mercenario no tenía ni idea de lo muy cerca que estaba de la verdad del asunto.
"Su elemento no pertenece a ninguno de los cinco tradicionales." Admitió Sougen. "Y tampoco parece ser de los dos imaginarios. Es completamente irregular, nunca había visto nada como Shirou."
"¿Hay alguna forma de poder identificarlo?" Ese campo estaba más allá de sus conocimientos. Sabía bien de los dos que él llevaba, Fuego y Tierra de los cuales había empleado ciertos atributos en base a lo que Natalia le había enseñado.
Sougen estuvo a punto de negar aquello con la cabeza antes de detenerse. El médico suspiró antes de tragar saliva.
"Hace unos meses, en Mifune. Conocí a un magus llamado Araya. Buscaba atención médica para una mujer algo joven. Era un hombre bastante imponente y sombrío, pero honesto. Cosa rara entre los magi. Se ofreció a pagar la comida en un restaurante cercano, y ahí me habló de los Orígenes." Revelo.
Aquel término hizo que Kiritsugu entrecerrara sus ojos. Bien sabía él de ese concepto tan esotérico como fundamental en el mundo de la Taumaturgia.
Sabía de primera mano que tan importante era, y algunas de sus víctimas. Treinta y siete de ellas aproximadamente lo sabían también. Hizo un gesto para dar a entender que podía continuar.
"Bajo los sistema de la Taumaturgia, los Orígenes se usan para describir detalles precisos sobre un magus, mientras que la afinidad elemental indica la alineación general de uno. Los magi con un origen que se expresa fuertemente hacia el exterior a veces se eliminan de las alineaciones normales y hay ocasiones..." Sougen hizo una pausa. "En que el origen mismo se convierte en la alineación."
Aquello dejó pensando a Kiritsugu. Había escuchado algo así pero solo en forma de rumores así como otras cosas como que
incluso aquellos sin una Afinidad Elemental a veces son capaces de lanzar hechizos simplemente siguiendo su Origen. Es posible que superen grandes obstáculos, como la falta de circuitos o la falta de talento para la magia en general.
¿Podría ser Shirou uno de ellos?
"¿Crees que el Elemento de Shirou sea el mismo concepto que su Origen?" De ser así, eso explicaba muchas cosas, y todavía complicaba muchas mas.
"No lo creo." Fue la respuesta de Sougen antes de señalar a la pantalla. Kiritsugu le seguirá a donde apuntaba y por segunda vez, sintió un vuelco en el corazón.
Un solo carácter rezaba sobre esta.
剣
Ken.
Espada.
Y este abarcaba tanto toda la pantalla como una forma prominente en los veintisiete circuitos originales de Shirou, mostrando que compartían las características.
"... Encarnación."
El título dado por la Asociación a los individuos cuyos atributos se encontraban alineados dentro del mismo concepto. Existencias extrañas de las cuales pocos casos habían sido documentados y en todos se había demostrado que tales características conllevaban un potencial único, si es que no superior al de otros magi.
Y su hijo adoptivo era ahora uno de estos.
A estas alturas, Kiritsugu no sabía si reír o llorar.
"Y acabo de ver cuál fue la causa."
Apenas sus ojos negros se enfocaron en la pantalla, pudieron contemplar una forma triangular azul y dorada que emitía un áurea resplandeciente. Una elegante vaina cuyo visaje quedaba asentado de forma etérea sobre la figura de los circuitos de Shirou, como si estos fueran la misma espada que estaba conteniendo, que portaba dos pares de bandas que se cruzaban en diagonales perfectas, y en cuyo centro rezaba una escritura en un idioma ilegible que parecía flotar sobre la superficie.
Avalon.
"... Esto no es definitivamente un artefacto cualquiera. No es ningún Código Místico y mucho menos un Arma Conceptual. ¿De dónde diablos sacaste esto?"
"Es un Noble Phantasm, regalo del Clan Einzbern." Respondió mecánicamente Kiritsugu, no teniendo energía suficiente ni ganas de omitir más de lo necesario. "Fue usado para invocar al Servant de Clase Saber durante la Guerra… Sus poderes fueron lo que le salvó la vida a Shirou."
"¡¿UN NOBLE PHANTASM?!" Esta vez Sougen no contuvo su grito. "Sagrado Nichiren. ¿En estos tiempos? ¿De qué leyenda viene esto?"
Kiritsugu tragó saliva, antes de contestar. Luego de todo lo que había revelado, inútil era ya aferrarse a los últimos detalles.
"La vaina mágica del Rey Arturo que protege de todas las heridas, Avalon."
"Encantador. Jamás he sido conocedor de esas leyendas pero hasta yo sé que una cosa así, creada por seres como las hadas de Europa es comparable a las regalías divinas de nuestros mitos." Farfulló Sougen, antes de hacer que la pantalla retrocediera mostrando un esquema completo de los circuitos de Shirou, su Cresta y la vaina de Avalon en el fondo.
"Alrededor de cincuenta circuitos mágicos. Una Cresta de un par de generaciones. Atributos alineados bajo un concepto irregular. Y un artefacto elaborado por hadas sellado dentro de él." Sougen dejó escapar un chiflido de exasperación. "El potencial que tiene es único dentro de una generación. Un Lord de la Asociación pagaría su peso en oro. Siéntete orgulloso, Emiya. Prácticamente te sacaste la lotería en el niño problemático del año."
Sin embargo, noto que el ex-mercenario estaba demasiado callado, cosa que le hizo voltear para verlo, solo para observar cómo el semblante de este trataba de adoptar una expresión de lo más seria.
"Voy a necesitar que firmes un contrato de geias."
Aquello hizo sonar una alarma en la cabeza del curandero, quien se limitó a arquear una ceja ante aquella petición. "¿Qué estás tramando, Emiya?" Le pregunto mientras se cruzaba de brazos. A decir verdad, estaba sintiendo algo en el estómago que no le hacía presentir nada bueno.
La mirada de Kiritsugu hubiera sido una oda a la frialdad de no ser por su rostro demacrado. "Esto no debe saberse. Por nadie aparte de nosotros dos. Mucho menos Shirou."
Aquello dejó las cosas más claras para el curandero. "Ya veo, ya veo. Esto nunca pasó, y seguirás con tu treta inicial de mantenerlo lejos de esto. Y yo que creía que habías dejado tus viejos hábitos." La sorna emitida desde las palabras de Sougen no fue disimulada en lo más mínimo. "¿Tienes siquiera la menor idea de lo horrible que es esta idea?"
"Eso no te concierne." Devolvió Kiritsugu, con algo de veneno. "Te pagaré el triple si así quieres, mi única preocupación es que Shirou esté bien. Que nada ponga en riesgo el que lleve una vida normal y feliz."
"¿Una vida normal?" Sougen resopló antes de señalar a la pantalla. "Abre tus ojos Emiya." Prácticamente ladro antes de apuntar fijamente al esquema mostrado. "¿Crees que eso será posible con algo así?"
"¿Y qué sugieres entonces?" El tono de voz del ex-mercenario aumentó levemente en su intensidad. "¿Debo exponerlo entonces a los horrores del mundo sobrenatural? Nunca. No dejaré que entre ahí mientras pueda evitarlo."
"¿Por qué no quieres que termine como tú?" Fue la inflexible respuesta del curandero, cuya paciencia ya parecía estar a nada de llegar al borde. Por la furiosa expresión que se estaba formando en su rostro, no quedaba duda de lo anterior. "Lo único que vas a lograr es dejarlo indefenso, grandísimo imbécil."
Aquello hizo que Kiritsugu verdaderamente estallara en cólera. "¡¿Qué me has di-?!"
"Lo escuchaste perfectamente, Emiya." Fue la iracunda respuesta del contrario, interrumpiéndole antes de que alcanzara a gritar. "Un Fantasma Noble, un maldito Fantasma Noble de orígenes místicos dentro de él. ¿Que te asegura que algo no podrá ser atraído por esa cosa y eventualmente detectado? Cosas extremadamente sensibles a algo de esta naturaleza sobran en el mundo."
Kiritsugu apretó los dientes."¡Per-!"
"Tiene una Cresta Mágica. Tu mas que nadie debería saber que significa tal cosa." Continuo encolerizado, sin importarle en lo más mínimo el haberlo interrumpido nuevamente. "Es el heredero de algún magus o peor, de una familia entera. Tales asuntos son un frasco de gusanos con los que nadie quiere lidiar. Podrían estar buscándolo, y bien sabes lo obstinados que son los magi en tratar de recuperar algo así."
"No tienes manera de estar seguro de eso." Gruño Kiritsugu, finalmente logrando hablar.
"Tal vez." Fue esta vez la gélida respuesta de Sougen. "Pero de algo si puedo estar seguro. Vives en Fuyuki, Emiya. Usa tu cerebro, ese es territorio de los Tohsaka y los Matou, y tengo entendido que la propia Iglesia mantiene un interés ahí. ¿Desde cuando los conejos se esconden dentro de la madriguera de los zorros?"
"Entonces nos iremos de ahí." Kiritsugu respondió, sardónico. "A algún lugar donde no haya una tierra espiritual, y mucho menos alguna familia de magi de la cual preocuparse."
"¿Huirás entonces?" La cólera regresaba a las palabras de Sougen."Matar, mentir y huir. Solo esas cosas sabes hacer bien. Que excelente padre estás siendo, me pregunto si Shirou aprenderá a huir de su pasado tal y como lo haces tú."
"¡Yo no estoy h-!"
"Alimango." Fue la respuesta de Sougen que hizo que Kiritsugu se detuviera en seco. "Hudson." Aquello causó una reacción visible en Kiritsugu, quien ahora lucía como si hubiera sido golpeado. "Y ahora Fuyuki."
El curandero se mantenía completamente inflexible y ajeno al pesar de Kiritsugu. "Una y otra vez, escapas, dejando atrás una memoria ardiente que siempre te atormentara. Seguirás huyendo, descuidando todo a tu alrededor solo que ahora arrastrando a alguien más. Lo llevarás hasta el fin del mundo, y yo me pregunto… ¿Qué harás cuando ya no puedas huir más?"
La pregunta inquietó a Kiritsugu e hizo que su ira fuera canalizada a una curiosidad morbosa a pesar de que sus instintos gritaban ya sobre el pésimo presentimiento que estaban teniendo.
"No entiendo a qué te refieres."
"Déjame cambiar la pregunta." La voz de Sougen adquirió un tono sepulcral. "¿Que harás Emiya, cuando lo dejes solo?"
Su corazón dio un vuelco, y más cuando creyó haber entendido el porqué de la pregunta. Como si le estuviera leyendo la mente, el curandero dejó escapar un suspiro mientras sus facciones se suavizaron.
"Tenía planeado decírtelo en persona durante esta sesión, pero esto hizo que mi atención se desviara." Sougen meneo la cabeza, mientras escogía cuidadosamente sus siguientes palabras sabiendo que lo que estaba a punto de decir lo cambiaría todo para el hombre. "Lo lamento mucho."
"¿Cómo fue?" Preguntó con voz quebrada.
"Esta maldición no es nada cómo haya visto antes. Tuve que cobrar un par de favores para poder averiguar todo lo que pudiera de lo que me dejaste y aun así no fue suficiente." Sougen por primera vez lucía de su edad. "Este país ha tenido una gran historia con maldiciones y aun así, esta se encuentra en un nivel completamente diferente a las encontradas en las tradicionales, por el origen que me contaste, trate de contactar a alguna de las asociaciones del Medio Oriente pero no hubo respuesta alguna y tuve que trabajar con lo que tenía. Es malicia pura que toma una forma física, y se asentó en la mayoría de tus circuitos. Es posible con algunos brebajes como los que te he suministrado el disminuir el dolor, y hasta reprimirlo en algunas ocasiones. Pero solo eso."
El curandero movió una silla cercana, para poder permitirle al otro hombre sentarse.
"Es corrosiva a nivel espiritual. Va carcomiendo lo que puede, y nada que intente es capaz de frenarla. Eventualmente, causará daños múltiples a tus órganos y no habrá nada más."
"¿C-Cuanto t-tiempo?" Las manos de Kiritsugu yacían ahora temblorosas.
"Tres años, como máximo." Sougen apretó sus manos de tal manera que sus nudillos se tornaron blancos. "Cuanto lo siento, chico."
Pero Kiritsugu ya no le escuchaba. Fue como si una barrera se hubiera impuesto entre él y la realidad. Aun si tratara de hablar, su garganta tenía un nudo. Sus ojos yacían petrificados y su corazón parecía disminuir de tamaño con cada latido hasta volverse asfixiante.
A̵̲̖̻̫̍ͤ̌͗̒ͅṅ̨ͣͯ̃g̦͍͙̟̀ṛ͕̫͙͎̱ͪ́̈ͣ͆̚͘a̼͗ M͌̇ͦa̸̅̍ͭ͂ͨ̽ͥi͙̭̱̓͆̚n͡y̪̟͖̖̘u̟̫͖͈̖̔ͦͪ̇͊͘u ̗̮̻̗̬̣̌̋́̓̎̐tͮ̿̂̈̕ë̯̭̽ ̲̦̝̭͕ͬ̉̃̅͂m̸̖͔͐͆a̹̱͔͚̔̋̓ͭ͡l̸̮͙̙̰̜ͅd͇͒i͔̫͍̠̱̍̃̃̆̋c͢e
Aquella voz infernal se volvía a cernir a la distancia luego de dos años. Incapaz de moverse de aquel lugar, solo quedó vulnerable ante su pérfida influencia.
A͚̽n̡͓͉͓ͫͪͯg̴ra̮͊ ̊ͩ̋͐̀̚M̼̙̀ͤa̪̻̥̤̱i̛͔̩̣̬ͧ̔͌ͣn̎̍̊ͥͯ̏y̐̃̌͑u̪̹̹͑͊̉u͡ ̹̳tě̉̇͐ ̣̹͍̀ͣ̓ͮͅo̩̚d͔̮̦ͭ̾̒iă͎̺̥ͬ̍
Su respiración se agito, y como si estuviera inhalando una humareda compuesta de cenizas, su garganta comenzó a arderle. Pero era preferible a escuchar esa voz.
A͔̠̙̼̗̞ng͎̘̫̐̊̐͜r̨͖̟̞̈́͊̚a͏͖̮ ̵̽̃Ma̺̥̟̳̱͕̦͛͊̇͒̽͆̋͟ȋn̜̘̪̜̤̺̬y̸̻ṳ̤͖̏͂ͦ̀u͉̘͚͙͇̘̳ ̫̰̃̎teͥͤ͆̾ ̺̯̖a̗̰ͣ͑b̖͔͕̐ͮͫ͢o̺̖̮r̼r̼̙ͪ̀ec̮̳̥̈ͥͧḛ̷̠̲͉̝ͤ̾̈̃̋
"¿Emiya?"
Como si un millar de alfileres al rojo vivo fueran insertados al mismo tiempo en su espalda, aquella voz sorda y grotesca se manifestó nuevamente, agujereando su consciencia.
Ă̵̜n̰͎͓̥̠g͚̮ͣ̀ŗ͕͇͉̂͒̾a̢ ̧̥̜͎̠͖͚̮̑͋̈͆̔ͧ̃M͕̣ͪͮaͦ̋̾̈́ͮi̲̦̤n̥̬̈́͛y̻͖̣̜͉̅̈́͛ͪ̒ǘ̠͔̪̦̆̌̓́u͉̳͇̯͕ͤ͑̓ͨ̏ ͙̼̦̭͔̫̇̏͐̓̔̚t̜̖͎ͪ̈̎e͌́̀̉͏̟̯͔͔ ̞̯͇͒̆ͨs̺̦̹͕̬̎̐̃̇̽e̩̭͖͂͗ͣn̗̝̩̺͉͖̻͆͆́̆͌̂̈t̜̟̆ͥe̸̹ͨn̿̏ͧ̅cͦͥ͌̌ͪ͐҉͇̣̱̳͈̘ï̌̓ͯ̌̀a
"¿Me estas escuchando?"
Trato de gritar, pero nada salió de su boca. Como si una monstruosa garra tuviera atenazada su garganta y le impidiera hablar como consecuencia.
A͕͔̖n̴͇̬̻̪̬͐ͪ̏̓̒g̺̘̹͓͉̀ͅȑ̞a͟ ̜̰̫ͥ͌̈M̛ǎ̤̤̻ͮͤ͜i̝͖̟̪ͧ͐ͪ̈́̀n̔͌̉ͩ͆͡y̬̼̜̩̙͓uu̠̩̬͙ͅ ͇t̟̜̻͈̩͖͖̾̊̓͆̒̌̚e͞ ̟̠̯͔͕͌͒̆ͬ̚c̓o͙̦̺̩̗͐ͧ͊̚̚n̟̠͎ͤ͊̚͜d̫̙̄̊̃ͬͅͅe̬ͨn͉̗̬̼a͗̀ͤ͒̌̈́̌͘
"¿Emiya?"
Y justo cuando pataleaba y forcejeaba para tratar de librarse de aquella sensación, algo sujetó sus miembros con lo que parecían ser cadenas escamosas y putrefactas, que parecían estar clavando diminutos ganchos semejantes a colmillos y espolones en ellos.
M̡̹̱̺ͭ̃̚u͖͈͎̘͇͕̻ͧ͐ͪͫͧ̽ͨe͑ͨ͗͋r͂ͫ̌́͏̺̮̻͎e̴ ̟̤̣̘ͨ̾̎͂s̡̺̃û̜m͒͂̅i̢̮̣̠̞̼͉̣ͩ̐̔ͧͪͧ͂d͎̒̀o ̙̦e̗̥ͥ̓̄ͅn ̪̼̙̱̰̤̽͒ͫ̆̾̔̂͞ͅe̬̝͙͉̦͍͢ļ͕ͤ ̛͐ͦ̈́̉̑͑̚d͡o̷lơr̀͒̇͒́
Aun así, siguió peleando solo para sentir como lo que sea que lo tenía en tal agarre se estaba acercando. No podía verlo, y mucho menos escucharlo. Solo sentirlo, una hórrida presencia cuya sola áurea resonaba en su corazón y hacía que cada parte de él gritara con un solo impulso. Que cada sección de su conciencia se uniera en un grito despavorido que comunicaba poco más que una llamada de auxilio que nunca iba a llegar. El cerro los ojos, incapaz de soportarlo solo para abrirlos y encarar a la más profunda y negra de las penumbras enfrente de él, y el abismo le devolvió la mirada.
M̔ͪͫͮ͗̄͏͕̯͓̪̯̘Ư̯͖̘̟͍̭͔̪̮ͫ͗͐̿͑̿̐̽̚͞E͔̤̖͖͔͍̔ͮ͗̄̉ͫR̸͙͕̯̬͕̯̫̞͖͐͌̎͌̀̾̓̏̑ͥ͟ͅE̢͐̆ͮ͌̏ͦͧͭ̚͜͜T́̇ͤ̾͆ͯ̀ͮE̛ͥͧ̈͊́ͣ̇̄̆̔ͩ̄ͯ̀҉
"¡Kiritsugu!" Exclamó Sougen una vez que vio cómo el hombre estaba empezando a hiperventilar. Alarmado, lo sacudió con algo de fuerza solo para notar como sus ojos yacían nublados, y un hilillo de sangre estaba escurriéndose por su nariz.
"¡Demonios!" Maldijo antes de correr a uno de los muebles y abrir sus compuertas de par en par. "¿Donde esta, donde esta?" Busco desesperadamente, mientras que por el espejo del mueble podía ver ya como Kiritsugu estaba sufriendo espasmos.
Finalmente, finalmente alcanzó a encontrar un vial de cristal el cual tomó rápidamente antes de correr de nuevo con el pelinegro y forzar el contenido en su boca mientras murmuraba una rápida oración.
Kiritsugu carraspeo antes de que sus ojos recuperaran su aspecto normal. El hombre dejó escapar un largo suspiro mientras que su cuerpo se iba relajando poco a poco.
"E-Eso f-fue." Trato de decir, solo para que Sougen colocara una mano en su hombro. "Una reacción bastante agresiva de la maldición. Intuyo que es una respuesta a tu estado emocional, pero más intensa de lo usual." Trato de explicar antes de señalar al envase que aún sostenía.
"Es un brebaje de agua destilada con esencia de hierbas Ephedra. Fue fácil conseguir un par de ramilletes del norte de China." Sougen pasó su mano izquierda sobre su mejilla. "No estoy familiarizado con la Mitología Iraní. Pero no requería ser un experto para descubrir que esas hierbas son comúnmente asociadas a su planta divina, la haoma. Supuse que era lo más cercano a un intento de cura."
"Ya veo." Fue la seca respuesta de Kiritsugu antes de extender su mano, recibiendo así el vial el cual empino en cuestión de segundos.
Un silencio incómodo de varios minutos se interpuso entre ambos hombres que lo utilizaron para tratar de recuperarse de todos los shocks que habían recibido ese día. Sin embargo, ambos sabían que luego de lo anterior ninguno se recuperaría con facilidad.
"No entiendo." Hablo Kiritsugu de repente, sacando a Sougen de su estupor. Este arqueo una ceja, como si le preguntara a qué se refería.
"Te conozco Sougen. Natalia también lo hacía." Continuó el pelinegro, evocando a su madre en todo menos sangre y nombre y mentora. "Tienes un sentido del deber como médico, pero no eres así de caritativo. No lo había notado al principio con todo esto, pero ahora puedo ver las cosas más claras. Que me antagonices es una cosa, nunca nos hemos visto realmente cara a cara pero con Shirou, lo estas tomando demasiado lejos para ser solo un paciente que acabas de conocer."
El curandero suspiro, antes de tomar asiento también. "Tenía un hermano." Comenzó, con un tono realmente cansado que evocaba una profunda angustia que no se había desvanecido del todo a pesar de los años.
"No lo sabía." Respondió Kiritsugu, genuinamente sorprendido.
"Poca gente lo hace." Sougen resopló sin muchas ganas antes de fijar su mirada en algún punto lejano."Mi familia ha estado inmersa en este mundo desde antes de la Era Meiji. Éramos al principio simples curanderos, pero un monje al que dimos hospitalidad una vez nos enseño taumaturgia médica que nos permitió llevar nuestro arte algo más allá como doctores espirituales. Por un par de generaciones nos desempeñamos en esa práctica, sirviendo en ocasiones a cierta organización compuesta por cuatro familias que se dedicaban a la cacería de oni."
Kiritsugu asintió, sabía de la existencia de esa organización o de lo que quedaba de ella.
"Sin embargo, mi padre le tenía un repelús natural a este mundo y apenas pudo, cortó todo lazo con la familia y se marchó a formar su vida propia." Fue en la siguiente parte que su semblante se ensombreció. "Pero nunca puedes dejar este mundo, no realmente. Mi familia no exterminaba demonios ni mestizos de esta, y justamente por eso fueron un blanco fácil. Una noche, un híbrido de alguna forma logró rastrear a mi padre y asaltó nuestra casa…"
El pelinegro no pudo evitar evocar una memoria que nunca se iría de su mente. Una isla casi paradisíaca y apacible de día, y que en la noche terminó por volverse una fiel recreación del infierno con las llamas conjuradas por los sicarios de la Asociación y los ejecutores de la Iglesia enviados para purgar a los vampíricos cadáveres que se habían alzado a consecuencia de su padre.
"Lo lamento mucho."
Sougen negó con la cabeza. "La familia me acogió sin ningún problema, y termine justamente como ellos. Y no me arrepiento, me he asegurado de mantener el perfil bajo y tener en deuda a ciertas figuras que asegura un futuro seguro a mi hija." El curandero lo miró fijamente. "Puedo entender tus razones, pero no aceptarlas. Si de mí dependiera, ningún niño tendría que pasar por lo que nos sucedió, pero…"
"El mundo no funciona así, lo sé muy bien." Término Kiritsugu, antes de comenzar a reír amargamente. "Mi esposa murió por nada, mi protegida nunca despertará, mi hija está sola y fuera de mi alcance. Solo me queda Shirou, y no me queda mucho tiempo para poder ser su padre, si es que para protegerlo de todo esto."
Kiritsugu Emiya. Un mercenario categorizado como el Asesino de Magos por su brutal y eficaz trabajo en la cacería y asesinato de docenas de estos. El terror de centenares de practicantes de taumaturgia de todo el Mundo, y uno de los tres que había presuntamente sobrevivido al letal ritual del Sentimiento del Cielo de Fuyuki, yacía totalmente impotente y más humano que nunca.
"Hay algo que puedes hacer todavía." Finalmente habló Sougen. "Enséñale a vivir."
La respuesta vino acompañada con un gesto totalmente sardónico del pelinegro. "¿Vivir?" Preguntó, como si no entendiera lo que estaba diciendo. "Después de lo que hice. ¿Debo ahora volverlo carne de cañón contra las cosas que acechan aquí? ¿Tengo que obligarlo a que entregue su vida también?¡¿Que le quite lo único que le queda?!"
Oyeron un jadeo que no les pertenecía a ninguno de los dos y voltearon hacia la izquierda, solo para ver a Shirou muy despierto, fuera de la camilla y mirándolos con los ojos muy abiertos y una expresión que emitía miedo, duda, angustia y sobretodo traición.
Kiritsugu no sabía quien se sentía más apuñalado, Shirou o él. Trato de levantarse y alcanzarlo, solo para notar cómo el pelirrojo se ponía en alerta, retrocediendo un par de pasos.
"S-Shirou…" Titubeo.
Pero el niño, lejos de hacerse caso, terminó por correr tan rápido como le permitían sus piernas hasta salir de la habitación, y atravesar el pasillo con los dos adultos siendo incapaz de detenerlo.
A/N: Llevo ya un par de años leyendo fanfiction de Fate, en su mayoría mas en ingles y hasta ahora solo hay un puñado de historias que considero realmente geniales en cuanto originalidad, desarrollo, escritura y caracterización.
Sin embargo, difícilmente en todas podía encontrar los tropos que más me llamaban la atención. Y en las que sí los había, pasaban por la maldición de quedar abandonadas o tomar rumbos y elementos que me hicieron perder el interés en estas.
Aquello sumado a la gran cantidad de elementos que Fate ha introducido en la franquicia en años recientes, de los cuales muchos son raros de ver por estos lares o considero que no se les ha dado la atención suficiente en los materiales canónicos, me hicieron plantearme la idea de tratar de escribir esto.
Como pueden ver, decidí irme por la ruta de Stay/Night, pero con muchas vueltas (Y por no decir cambios). Características, elementos y personajes de otras entradas de Fate, tales como Zero, Hollow Ataraxia, Prototype, Extra, Apocrypha, Strange Fake, Grand Order así como de otras partes del Nasuverse (Kara no Kyoukai, Tsukihime y quizás Notes) serán incluidos de una u otra forma, pero tratare de mantener tales recursos de una manera ordenada y no abusar tanto de ellos sin tener un desarrollo y escenario adecuados.
Sobra decir que con lo mostrado en este prólogo, muchas cosas fueron y serán diferentes aquí. Si bien trataré de apegarme lo más que pueda a muchos de los parámetros establecidos en el Lore del Nasuverse, también habrá ocasiones en las que tendré que tomar mis libertades para fines de originalidad. Pero eso sí, no caeré en lo absurdo sin ofrecer una explicación detallada al respecto.
Finalmente, tengo ya una idea sobre la estructura de esta historia pero muchos de los detalles son todavía vagos, por lo que aparte de escribir los siguientes capítulos, continuamente ideare los arcos que la formarán así como el desarrollo de estos. Algo que sí está ya decidido, es que la Quinta Guerra será el clímax de esta historia y para llegar a ella, se necesitará mucho, pero mucho tiempo.
Dicho todo lo anterior, les doy la bienvenida a Konton no Tatakai. Espero que disfruten leyendo este viaje, tal y como yo lo haré escribiéndolo.
El siguiente capítulo saldrá aproximadamente en una o dos semanas. Y espero que esa sea mi meta continua de escritura.
Hasta la próxima.
Sukracharya. 13/02/21
