XXIII: Grietas en la sangre

Algo dentro de la mente de Aliceth dejó de funcionar o provocó que trabajase mucho más lento de lo normal, pero claro que era obvio, Aliceth procesaba con el hecho de que Claude Frollo, su Superior, tuviese familia. Los pensamientos de Aliceth llegando a apresuradas conclusiones del porque no sabía de eso antes eran interrumpidas por la aldaba que Claude golpeaba con alta desesperación, su paciencia estaba al límite.

Con las venas de su cuello brotando y sus muelas tensándose entre sí, Frollo golpeaba repetidamente hasta que una de las criadas de la mansión abrió la puerta. Claude entró hecho furia, sin saludarla, tampoco era como si estuviera en sus modales dirigirse atenta y amablemente a la servidumbre.

—¿Dónde está?— Frollo exigió saber con sólo un pie dentro de la casa.

—S-Su excelencia, é-él esta en el despacho d-de su p-padre…— La criada, con voz y ojos temerosos, respondió a las reclamaciones de Frollo.

El escuchar la respuesta fue otro destello a la cólera de Claude. Se adentró entre los pasillos de piedra bien decorados, sus pasos resonantes haciendo ecos. Aliceth fue detrás de él apresuradamente, no sin antes dirigirle un breve saludo a la pobre criada asustadiza. Los zapatos de Aliceth chocaban contra las baldosas del suelo, sus manos sostenían las faldas de su vestido para darle más libertad a sus pies y respiraba por la boca, persiguiendo a su superior. Al alcanzarlo, Aliceth notó a Frollo en la supuesta puerta indicada, y antes de que el hiciese su repentino acto de presencia, Aliceth tomó su brazo.

—¡Mi señor!— Aliceth suplicó, sosteniendo el brazo de Claude a pesar de recibir una mirada casi asesina de su parte —Por favor, recuerde no cometer algo de lo que después se arrepentirá…

Aunque las palabras de su joven asistente hicieron efecto en su ser, el rostro de Claude no se suavizó, las arrugas en su entrecejo seguían deteriorando sus facciones, el rojo granate de su sien y mandíbula, y sus oscuras obres centellaban con un brillo glacial. Frollo esperó a que Aliceth soltase su brazo y lo dejara continuar, en cambio, ella estiró su mano a él. No comprendió en un principio hasta darse cuenta lo que Aliceth pretendía con ese gesto, ¿Cómo era posible que ella sabía de…? Tal vez ella debió de darse cuenta, tal vez cuando ella aún era novicia, o quizá cuando se convirtió en parte de su labor. Como fuese que ella lo supiera y ante la insistencia de la mujercita de rulos rojos, a regañadientes, Claude llevó una mano a una pequeña abertura escondida dentro de su toga negra y extrajo una daga de plata, dejándola en la palma de Aliceth sin queja alguna.

Aliceth sostuvo el arma con firmeza, alejándola de su dueño, soltando su brazo. Una parte de ella supo porque Frollo le ordenó que ella estuviese presente, ¿Acaso Claude confiaba tanto en ella al grado de dejarle ver los rincones más oscuros de su alma? ¿Era una dicha? ¿Un honor? ¿O una advertencia del destino? Aliceth sólo observó como Claude finalmente giró y abrió la puerta sin tocar, azotándola contra la pared.

Al cruzar el umbral, un fuerte hedor a licor barato inundó las fosas nasales de Frollo, provocándole un repelús que fue claro en su expresión y estómago. Aguantando las náuseas, Claude escuchó una risa burlona y arrastrada.

—¡Oh! ¡Jaja! ¡Si te llegó mi mensaje!

Elevando su rostro, el semblante de Claude se tornó fúrico. Sentado en la silla principal del despacho, bebiendo directamente de una botella de cristal ámbar, hipando y carcajeando, Jehan Frollo estaba hilando en el letargo de la embriaguez . Jehan, el hermano menor de Claude.

Al ver a su hermano menor en ese deplorable estado, Claude no pudo evitar mirarlo con asco y desagrado. Su hermano sentado cual borracho de taberna en un sitio que le había pertenecido a su padre, ¿Cómo se atrevía a deshonrar la memoria de su progenitor de tal vil modo?

El jolgorio combinado con alcohol escapaba de la boca de Jehan, y Claude no esperó a entonar su disgusto.

—¿Crees que estoy aquí por mero gozo? ¿Por mero placer de verte en la inmundicia?

—Ah, claro que no, nunca me visitas de todas formas

—¡Me das suficientes razones para no hacerlo! Las pocas veces que te veo es para sacarte de apuros. Jehan, ¿Porque demonios apuestas dinero que no tienes?

—¡Oh, vamos! ¡La vida es corta!

—¡Para ti la vida no vale nada!— Claude bramó fúrico —¡Y soy el único que aun insiste en mantenerte a salvo! Dios de verdad te tiene tanta misericordia

Jehan volvió a carcajear apenas Claude reclamó. Ver que su hermano no le tomaba la importancia a sus acciones provocaba que su paciencia se agotara a cada segundo, o tal vez ya se había agotado y no sabía porque aún le seguía salvando el trasero.

—Ah, querido hermanito Claude, ¿Siempre tienes que sacar a Dios a relucir en nuestras conversaciones? ¿Porque siempre sacas a flote tu santurrona fe?

Los ojos de Claude de su eterna oscuridad relumbraron de ira, fulminando a Jehan.

—No te atrevas a blasfemar a Dios, Jehan, y esa santurrona fe es lo único que evita que te mate ahora mismo…

Afuera del despacho, Aliceth tenía su mano derecha en la empuñadura de la daga y su otra mano en su boca. A pesar de haber vivido casi toda su vida entre sus hermanos varones, jamás los había escuchado discutir y pelear al grado de llegar a las amenazas de muerte como los Frollo. La muñeca de su mano derecha tembló un poco, razón tenía Claude en que debía de acompañarlo.

En el altercado dentro del despacho, el hermano menor resintió las palabras del hermano mayor, por algunos segundos, desapareció la sonrisa burla de sus labios y una gota de sudor frío paseó por su frente hasta acabar en el mentón, a pesar de que el alcohol nublaba sus ojos, Claude divisó una ranura de miedo. Pero una risotada bravucona fue la respuesta de Jehan ante las amenazas de Claude.

—¡Claude! ¡Tú tan trágico y melancólico! Lo que realmente te detiene es que soy el hijo menor de tus padres, lo que quiere decir que soy tu hermano. Tú y yo sabemos que tu fe no es lo que te hace dimitir de matar, porque sí fuera así, los gitanos no te tendrían tanto miedo…

Claude frunció el ceño y le dio la espalda a su hermano, sus pies andando por el pequeño despacho, tal vez lo hizo porque no soportaba la hediondez de licor barato de su hermano, o porque no soportaba que siempre le echaran en cara que sus métodos de purificación eran los incorrectos.

—Necios ustedes que no entienden que esta es la única forma en evitar que París caiga en el pecado, ¡Nadie se preocuparía de esta ciudad si no tuviese la mano dura para eliminar a todos los que corrompen a nuestra gente!

Jehan, quién le daba un trago a su botella, daba una pequeña risita ante la justificación moral de Claude.

—Ah Claude, realmente no son tan malos, sólo son personas que saben de disfrutar la vida, cosas que un mojigato aspirante al sacerdocio cómo tú no comprenderías

Claude sintió una chispa de rabia tan fogosa, razón tuvo Aliceth en pedirle la daga.

—Tal vez El Señor no me puso en el sendero del sacerdocio y proclamar su Palabra, pero me iluminó para seguir por el camino del saber y la ley. En cambio tú, mírate, preferiste el camino de la indulgencia y el pecado. No me dejé llevar por las porquerías y el libertinaje en el que estas hundido. Búrlate todo lo que quieras del pasado, al menos hice algo digno con mi vida, no desperdiciarla cómo tú— Pausando su discurso, Claude azotó del morral lleno de monedas de plata en el escritorio —¡Estas deben de ser suficientes para salir de tu deuda!

Aun al pendiente de la conversación para interferir en caso de que las cosas se tornasen más graves, Aliceth escuchaba atentamente, estudiando cada palabra dicha de la boca de cada uno de ellos dos, pero esta última parte de la discusión, especialmente la última acusación de Jehan tomó desprevenida a Aliceth, ¿Claude Frollo intentó ser sacerdote en el pasado? Las pestañas de Aliceth parpadearon ante la curiosidad naciente de su pecho ¿Qué fue lo que detuvo a Claude para que no se cumpliera su primer propósito de vida?

Jehan, quién sólo le interesaba el dinero, se irguió de su silla al ver las brillantes monedas de plata sobresalir del morral, casi abrazándolo, tomaba una moneda y la hacía volar en el aire.

—Ah, mi hermano mayor, siempre tan dadivoso, tan bueno conmigo…

—Jehan, esta es la última vez que te salvo de tus deudas…

—Oh Claude, ¿Que sería París sin ti, hum? ¿Sabes que haces a la ciudad tan aburrida? Dejas a las hermosas mujeres amorosas y pasionales fuera de mi alcance

—¡Esas mujeres son rameras! ¡Tú y tus asquerosos gustos por revolcarte con ellas! Dios te castigará con una enfermedad del pecado si continuas así

—Sí, pero al menos yo no soy el inmaculado aquí

El rostro de Claude se tornó de mil colores, pudo sentir la sangre hervir ante la osadía de Jehan, una mezcla de ira y vergüenza que lo pulverizó por dentro.

Por mientras, Aliceth no pudo evitar sorprenderse al alcanzar escuchar las últimas provocaciones de Jehan. Sus ojos quedaron en blanco y sus mejillas pecosas se tornaron intensamente ruborizadas. Llevándose una mano a su acalorado rostro, eran demasiados secretos de su Superior por ese día.

"Creo que no necesitaba saber eso"

Claude no soportó tremenda humillación que terminó por acercarse con cólera a Jehan y lo sometió jalándolo de sus ropas.

—¡Deberías estar agradecido porque estoy salvándote la vida una vez más! ¡Desgraciado malagradecido! ¡Despilfarrando la herencia de nuestros padres en meretrices y apuestas!

La tensión estaba tan palpable en el aire, que Frollo elevó su puño, listo para golpear el rostro de su hermano. Más calmó sus ganas de darle un puñetazo en la cara y lo dejó caer en la silla con lujo de violencia.

—Todo lo que he sacrificado por ti, Jehan…

—Ay por favor Claude, el papel de melodramático no te queda, además, ¿Tienes idea para que sirve la plata en este mundo? Nuestra moneda de cambio para disfrutar la vida. Aunque envidio a la "gentuza" que desprecias. No necesitan ni un céntimo para gozarla

Claude lo miró con sus ojos oscuros inyectados en sangre.

—Será la última vez que ensucio mis manos por ti…

—Ya las tienes manchadas, Claude, no me eches la culpa a mi

La ira en Claude era evidente, estuvo a punto de olvidar la poca serenidad que tenía, su puño regresando a su propósito inicial, pero apenas se le iba a abalanzar a Jehan, un sonido hizo que todo se detuviese.

El sonido de la puerta llamó la atención de ambos hermanos, y con la puerta entreabierta, se dejaba ver una silueta femenina de rizos rojos. Era Aliceth, quién observaba la escena con preocupación.

—M-Mi señor…— Con la timidez atorando las palabras en sus labios, Aliceth intentaba adentrarse en el despacho, interrumpiendo abruptamente la disputa entre los dos hermanos. Jehan con su boca abierta y Claude con una naciente ansia al verla.

—María ¡Te dije que esperarás!— Queriéndolo controlar todo, incluso las acciones de su asistente personal, Claude espetó, no quería que Aliceth se viese involucrada en aquel altercado entre él y su hermano. Jehan también notó la presencia de Aliceth. Apenas se mantenía en pie, mareado por el alcohol. Pero sus pupilas se dilataron al reconocer su belleza —Retírate inmediatamente

—Pero, Mi Se—

—¡María, no te entrome…!

—¡Espera!— Jehan se levantó trabajosamente del escritorio. Aún mareado por el alcohol, tropezaba y chocaba algunas veces hasta que pudo ponerse de pie y caminar erguido. Con torpe curiosidad se acercó a donde estaban Claude y Aliceth —¿Es lo que creo que es Claude? — Jehan miró a su hermano mayor con un arrebato de entusiasmo y después a Aliceth. Claude se colocó a un costado de Aliceth en actitud protectora. No permitiría que Jehan la ofendiera en su estado.

—Jehan, ten respeto por ella, debería de darte vergüenza que una dama te vea en ese estado

—Oh, créeme que ya siento la vergüenza que dices

Aliceth no pudo evitar sonreír del nerviosismo. Contemplaba a Jehan, debía de ser diez o quince años menor que Claude, su cabello era reluciente, pero a diferencia del cabello plata de Claude, el de Jehan era dorado. Había rasgos similares que delataban que era un Frollo, pero el simple estilo de peinado, su vestimenta fina y elegante pero menos recatada a la de Claude, y el porte gallardo y atrevido marcaban una gran diferencia entre los dos. Y claro, el olor a alcohol era otro punto que sumar.

—Jehan, ten respeto y muestra los pocos modales que te quedan. Ella es mi asistente personal en el Palacio de Justicia. Su nombre es María Aliceth Bellarose

—Oh, ¿Por quién me tomas, Claude? Seré un vago al que repudias ¡Pero no un pelafustán!— Jehan rápidamente tomó la mano de Aliceth con delicadeza y demasiada galantería —Mucho gusto en conocerla, Señorita Bellarose, soy Jehan Frollo— Y dejó un beso marcado en los nudillos de Aliceth, cosa que provocó un sonrojo hasta en las orejas de la joven, y una nueva furia en Claude.

—¡Te he dicho que tengas respeto!

Claude, pasmado ante la imprudente osadía de Jehan, gritó irritado, separando la mano de Jehan a la de Aliceth, y a la vez, protegiéndola entre las suyas, casi limpiando con sus yemas el rastro que dejó Jehan en el dorso. Aliceth, la cual se había desacostumbrado a recibir la galantería de los caballeros, sentía aún el calor en sus mejillas.

—Es un placer, Señor Jehan…— Aliceth hizo una reverencia sutil —... Cómo mi Superior lo ha dicho, soy la Asistente del Juez Frollo, el cual ha sido tan atento y amable conmigo…— Aliceth elevó su rostro a Claude, una sonrisa naciente de sus labios —...Hemos logrado acoplarnos el uno al otro por el bien del pueblo…

Jehan, el cual contemplaba el trato entre la joven Bellarose y su hermano mayor, podía apreciar una singular afinidad entre ambos. Muchas dudas albergaron dentro de su cabeza, una de ellas era saber la historia detrás de esa cercanía que Jehan jamás había visto en Claude con otra mujer.

—¡Pero que modales los míos! ¡¿Porque no se quedan a beber algo?! Tal vez una pequeña copa de vino, ¡No más para mí! ¡Yo ya tengo suficiente!— Jehan intentó hacer más ameno el ambiente por la presencia femenina, más Claude tenía otros planes.

—Ella está aquí de soporte por el lío al que te metiste. Cómo no hay otro asunto más que atender, nosotros nos retiramos— Claude no esperó a ofrecerle su brazo a Aliceth, él tomó el de ella y ambos salieron del despacho. Aliceth tropezaba ante la urgencia de Claude de irse de ahí lo más pronto posible.

—¡¿Que?! ¡¿Se irán tan pronto?! ¡Oh vamos! ¡¿Siempre tienes que así de cascarrabias?! ¡Nunca pones un pie en esta casa y cuando lo haces ni la hora duras!

Claude ignoraba las palabras de Jehan mientras que se dirigía a la puerta principal, más el destino tenía preparado otros planes tanto para él cómo para Aliceth.

Cuando atravesaron el umbral de la antesala, la criada junto con un peón de la mansión parecía conversar de un imprevisto. El peón, el cual se encontraba abrigado de pies a cabeza, se acercó a Frollo.

—Ministro Frollo, buenas tardes. Me temo que sí tiene intenciones de partir, no podrá hacerlo al menos hasta al día siguiente

—¿Que? ¿De qué hablas?

—¿No ha visto por las ventanas?

Claude y Aliceth giraron sus cabezas a la ventana del vestíbulo, y cuál fue su sorpresa. Claude se acercó indignado, dejando atrás a Aliceth. Una inesperada tormenta de nieve empezó a azotar la ciudad, y se tornaba más violenta a las afueras, lugar donde justamente residía la Mansión Frollo.

Los puños de Claude se apretaron de frustración al ver las ráfagas con nieve incesablemente, los gruesos copos de nieve chocar contra el vidrio. Tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas y paciencia por no soltar una enorme maldición en la gran sala.

¡No quería quedarse ahí! ¡No le gustaba pasar tiempo en la mansión que alguna vez fue su viejo hogar! Le era molesto, saber que estaría encerrado hasta Dios sabría cuando en la misma casona que su insoportable hermano.

Y no contaba con la enorme carga de trabajo en el Palacio de Justicia, ¡Eso le estresaba también! Sabía que todos los pendientes se acumularían, y aunque tuviese a su fiel asistente personal, sería un reto cuando fuese el regreso. El estrés se acumulaba en su ser cuando sus planes se venían abajo.

Su fiel asistente, era cierto. Frollo giró a donde estaba Aliceth, la cual seguía de pie y mirando a las baldosas del suelo, ¡Aliceth! ¡¿Que podría ofrecerle a Aliceth de aquel viejo hogar?! Miraba ansioso a la ventana, deseando que la tormenta cesara de una vez por todas por el simple hecho que no quería que Aliceth estuviese en el mismo sitio que Jehan, ¡No quería ni imaginarse que pasaría si ellos dos quedaran a solas!

Mientras se encontraba enredado en sus emociones y arrebatos, Aliceth se había acercado al peón, preguntando por Snowball, el cual ya estaba en su cuadra especial apenas notaron el acercamiento de la tormenta.

Jehan, quién apenas llegaba y se daba cuenta de la escena, no pudo evitar aplaudir para sí mismo, con más burlas y carcajadas de las que Claude podría soportar.

—¡Bueno! ¡Parece que no se irán tan pronto después de todo!