Cuando Nico, Will y Bianca entraron a la Sala de Juegos, ya la mayoría había acabado de comer, pero aún estaban sentados en la mesa escuchando muy atentamente a Zoé. Incluso Jason trataba de poner atención a pesar de que estaba ayudando a Helena a cortar la comida, Piper parecía estar burlándose de él mientras Thom comía tranquilamente (con la comida perfectamente cortada)

Lentamente todos se fueron fijando en ellos y luego volvieron a la historia, todos se habían dado cuenta que Bianca había estado llorando, pero era como una regla no dicha que nadie iba a mencionar cuando alguien llorara.

Charles le dio a Bianca una mirada de preocupación y ella negó suavemente con la cabeza, luego le sonrió.

—Qué bueno que se unen a nosotros— dijo Travis cuando Zoé hizo una pausa —Zoé nos está contando una historia muy interesante de cómo le ayudaste a robar un bebé panda

Will y Nico voltearon a ver a Bianca con incredulidad

—Sí, nosotros hicimos esa misma cara— comentó Percy muy satisfecho consigo mismo

—No— dijo Bianca —yo solo fui utilizada en contra de mi voluntad como transporte— y volteando a ver a su novio dijo —¿Es que acaso no defendiste nuestro honor?

—Argumenté que habíamos sido víctimas de las circunstancias— se defendió Charles

Les tocó volver a contarles la historia a Nico y Wil de como Zoé quería ir al zoológico y su hermano y Bianca la acompañaron, como Bianca hizo viaje sombra para que entraran a la jaula del panda y como justo cuando iban a salir Zoé había robado al bebé panda sin que nadie se diera cuenta, luego cuando alguien lo notó fueron perseguidos y arrestados.

—Fue víctima de las circunstancias— dijo Nico

—De cualquier manera tú pagaste la fianza— señaló Percy encogiéndose de hombros

—Saben que eso está mal ¿Verdad? — preguntó Will

Ahora fue el turno de Nico de encogerse de hombros —Pagamos la fianza

Annabeth y Will rodaron los ojos.

Siguieron con las bromas sobre fianzas y secuestradores de bebés pandas hasta que fue momento de regresar a la Sala de Trono.

El ambiente que se había instalado en la comida con los chicos fue bajando un poco mientras llegaban a la Sala de Trono.

—Bueno, debemos seguir leyendo— dijo Apolo

—Yo voy a leer— dijo Artemisa—V Annabeth

—Simplemente perfecto— masculló Annabeth

—Al demonio la teoría de que ahora solo iban a ser romanos— se quejó Leo

—¿Dos libros seguidos? ¿En serio? — resopló Annabeth

Artemisa empezó la lectura

Nueve días.

Mientras Annabeth caía pensó en Hesíodo, el antiguo poeta griego que había especulado que se tardarían nueve días en caer de la tierra al Tártaro.

—Espero que no sea cierto— murmuró Thalia

—La verdad es que no podemos afirmar o negar nada— dijo Percy —pero yo espero que no hayan sido nueve días, es mucho

—¿Por qué nueve? — preguntó Leo —¿No podían ser nada más tres?

—Es lo mismo que yo digo— coincidió Percy

Esperaba que Hesíodo estuviera equivocado. Había perdido la noción del tiempo que Percy y ella llevaban cayendo: ¿horas? ¿Un día? Parecía que hubiera pasado una eternidad.

Atenea y Poseidón hicieron una mueca

—Va seguir siendo un misterio son resolver— dijo Percy

—Lo que para mí, está bien— dijo Annabeth

—También para mí— asintió Percy

—Hay cosas que deberían quedarse como misterio— coincidió Rachel

Habían estado cogidos de la mano desde que se habían caído en la sima. Percy la atraía hacia sí, abrazándola con fuerza mientras se precipitaban hacia una oscuridad absoluta.

—Claro que teníamos que salir nosotros en el libro— se quejó Annabeth con Percy

—Solo nuestra suerte— suspiró Percy

—Y desde mi punto de vista— resopló Annabeth

—Eso es solo que tú tienes más mala suerte— murmuró Percy con una sonrisa de lado

—Vaya, gracias— dijo Annabeth

El viento silbaba en los oídos de Annabeth. El aire se volvió más caliente y más húmedo, como si estuvieran cayendo en picado en la garganta de un enorme dragón. Notaba punzadas en el tobillo que se había roto hacía poco, pero no sabía si seguía envuelto en telarañas.

—Esperemos que no— murmuró Miranda

—Realmente todos esperamos que no— asintió Grover

—Sería como la cereza del pastel— dijo Leo

—Oh, pero hay varias cerezas en ese pastel— comentó Annabeth

—Por supuesto que las hay— dijo Atenea

Aracne, ese monstruo maldito. A pesar de haber quedado atrapada en su propia tela, de haber sido aplastada por un coche y de haberse caído al Tártaro, la mujer araña se había vengado.

Annabeth resopló

—Aunque le quitaste su posesión más valiosa— comentó Bianca

—Bastante cara esa posesión— señaló Thalia

—Que ojalá sirva para algo— masculló Luke

—Sí, pero lamentablemente no tenía un rayo láser— dijo Percy

—Fue una verdadera lástima, la verdad— asintió Piper

Su seda se había enredado en la pierna de Annabeth y la había arrastrado por el borde del foso, seguida de Percy.

Todos los chicos hicieron una mueca

—Estúpida araña— masculló Annabeth

A Annabeth le costaba imaginar que Aracne siguiera viva debajo de ellos, en la oscuridad. No quería volver a ver a ese monstruo cuando llegaran al fondo. Por otro lado, suponiendo que hubiera un fondo, Annabeth y Percy probablemente quedarían aplastados con el impacto, de modo que las arañas gigantes eran la menor de sus preocupaciones.

Atenea y Poseidón compartieron miradas de preocupación, claro que ahí estaban sus hijos y obviamente sus legados, pero de todas maneras, que hayan salido de ahí no quiere decir que no hayan tenido que vivir horrores.

Solo pensar en lo que tuvieron que pasar para sobrevivir en un lugar que estaba diseñado para matar semidioses, bueno, los hacía sentir pequeños, como si no fueran los dioses poderosos que eran, y no fue un buen sentimiento.

De hecho por primera vez se podría decir que se sintieron como unos padres terribles.

Rodeó a Percy con los brazos y trató de no llorar. Nunca había esperado que su vida fuera sencilla. La mayoría de los semidioses morían jóvenes a manos de monstruos terribles. Así había sido desde la Antigüedad. Los griegos inventaron la tragedia. Sabían que los héroes más colosales no tenían finales felices.

Hubo varios resoplidos entre los chicos y miradas asesinas dirigidas a los dioses

—No me gustó que el invento de los griegos fuera la tragedia— dijo Percy, sobretodo porque no le gustaba el ambiente que se podía y se estaba formando en la Sala de Trono. Haber estado en ese lugar fue horrible, oírlo iba a ser igual de malo y más sin las risas o bromas malas de sus amigos, así que no, el ambiente no podía ser trágico porque lo asfixiaría y ya tenía suficiente con ese tipo de experiencias.

Aun así, no era justo. Había pasado muchas penalidades para recuperar la estatua de Atenea. Y justo cuando lo había conseguido, cuando las cosas habían mejorado y se había reunido con Percy, habían sufrido la caída mortal.

—Todas las cosas pasan por algo— señaló Dionisio

—Por los dioses, por ejemplo— resopló Luke

Dionisio frunció el ceño

Algunos de los semidioses soltaron risitas

Ni siquiera los dioses podían concebir un destino tan retorcido.

—Debatible— masculló Clarisse

Zeus bufó

—Bueno, es que ella tiene un punto— dijo Hermes

—Ustedes no están siendo de ayuda para que estos mocosos nos respeten— señaló Zeus

—Tampoco tú, padre— respondió Artemisa antes de seguir con la lectura

Pero Gaia no era como los demás dioses. La Madre Tierra era más mayor, más cruel y más sangrienta. Annabeth se la imaginaba riéndose mientras ellos caían en las profundidades de la tierra.

—Por supuesto que sí— suspiró Thalia

—Caer a las profundidades de la tierra mientras tienen a la Tierra de enemiga, suena bastante mal— dijo Travis

—Suena como a una comedia mala— asintió Percy

—Un poco— admitió Annabeth

—Hay cosas que no se pueden negar— dijo Leo

Annabeth pegó los labios a la oreja de Percy.

Te quiero.

Percy y Annabeth se tomaron de la mano, al mismo tiempo que se acercaban más el uno al otro (si es posible)

No estaba segura de que él pudiera oírla, pero si morían, quería que esas fueran sus últimas palabras.

—No escuché— murmuró Percy con una mueca

—Está bien, con todo lo que estaba pasando era un poco difícil escuchar— comentó Annabeth

—Yo también te quiero— dijo Percy con una pequeña sonrisa

Trató desesperadamente de idear un plan para salvarlos. Era hija de Atenea. Había demostrado su valía en los túneles situados debajo de Roma, había superado toda una serie de desafíos sin otra ayuda que su ingenio. Pero no se le ocurría ninguna forma de invertir ni ralentizar su caída.

—Eso es una gran complicación— dijo Dionisio

—Podríamos haber hecho para caídas con nuestras camisetas— dijo Percy

—Eso solo funciona en las caricaturas— señaló Annabeth un poco divertida

—Yo siempre pensé que sí funcionaba— murmuró Esperanza

—Es que los debes saber hacer, y Percy no sabía— dijo Leo

—¡Oye! — se quejó Percy —si fue mi idea

Ninguno de los dos tenía el poder de volar, a diferencia de Jason, que podía controlar el viento, o de Frank, que podía convertirse en un animal alado. Si llegaban al fondo a velocidad terminal… Poseía suficientes conocimientos científicos para saber que la caída sería, efectivamente, terminal.

—Bueno, creo que fue bueno que tus predicciones no se cumplieran— murmuró Katie

—A mí me alegra que no se hayan cumplido— dijo Percy

—A mí igual— asintió Annabeth

—A todos— coincidió Jason

Se estaba preguntando seriamente si podrían fabricar un paracaídas con sus camisetas —así de desesperada estaba— cuando se operó un cambio a su alrededor. La oscuridad adquirió un matiz rojo grisáceo.

—No estoy muy segura si eso es bueno— dijo Bianca

—No lo era— dijo Percy

—Nada que sea rojo es bueno— comentó Connor

—Rojo grisáceo— señaló Thalia

—Por favor, respeten los tonos— asintió Annabeth

Annabeth se dio cuenta de que podía ver el pelo de Percy mientras lo abrazaba. El silbido de sus oídos se convirtió en algo más parecido a un rugido. Empezó a hacer un calor insoportable, y el aire se impregnó de un olor a huevos podridos.

—Genial, ya llegaron— dijo Bianca

—Y desde ya deben empezar a ver como sobreviven— suspiró Zoë

—Son como pajaritos bebés aventados del nido—dijo Travis

Percy y Annabeth lo voltearon a ver como si estuviera loco

—Bueno sí, de cierta manera tiene razón— señaló Grover

—Solo que tal vez nos faltó el detalle de las alas— comentó Percy

—Pero la analogía queda— dijo Miranda

De repente, el foso por el que habían estado cayendo dio a una inmensa cueva. A unos ochocientos metros por debajo de ellos, Annabeth vio el fondo. Por un momento se quedó tan anonadada que no pudo pensar con claridad.

—Es completamente comprensible— dijo Thalia

—Aunque lamentablemente no se pueden tomar el tiempo de acostumbrarse— dijo Chris

—Nop, ochocientos metros pasan rápido cuando vas en caída libre— coincidió Annabeth

—Si así se siente aventarte de un para caídas, entonces quiero decir que no me gustó— argumentó Percy

—Lástima, ese era tu regalo del próximo año— bromeó Leo

—Gracias, pero no gracias— dijo Percy

—De todas maneras no era como que te pudieras meter a un avión y subir lo suficiente para aventarte en para caídas— señaló Thalia

—Ah, buen punto— asintió Percy

Toda la isla de Manhattan podría haber cabido dentro de esa cueva, y ni siquiera alcanzaba a ver toda su extensión. Nubes rojas flotaban en el aire como sangre vaporizada. El paisaje —al menos, lo que ella podía ver— constaba de llanuras negras y rocosas, salpicadas de montañas puntiagudas y simas en llamas.

—Sí suena como el infierno— susurró Katie a su hermana

—Y que lo digas— coincidió Miranda — a lo mejor alguien terminó ahí por equivocación y por eso describieron el infierno así

—No se podría descartar algo así— asintió Katie

A la izquierda de Annabeth, el suelo descendía en una serie de acantilados, como colosales escalones que se internaban en el abismo. El hedor a azufre dificultaba la concentración, pero se centró en el suelo situado justo debajo de ellos y vio una cinta de un reluciente líquido negro: un río.

Se escuchó un suspiro colectivo de alivio

—Aunque todos los ríos del Inframundo desembocan en el Tártaro, así que podría ser cualquiera y no podría ser precisamente bueno— señaló Hades

—Pero sería mejor que estrellarse— comentó Poseidón

—Bueno, claramente de las dos opciones deben elegir la menos mala— dijo Atenea

¡Percy! —le gritó al oído—. ¡Agua!

Señaló frenéticamente. El rostro de Percy resultaba difícil de descifrar a la tenue luz roja. Parecía atónito y horrorizado, pero asintió con la cabeza como si la entendiera.

—Bueno, eso no fue tan difícil entender — murmuró Percy

—Agua igual a no estrellarse contra el piso— asintió Leo

—Exacto, cosas básicas— dijo Percy

Percy podía controlar el agua… suponiendo que lo que había debajo de ellos fuera agua.

—Ese es el pequeño detalle— dijo Connor

—Y que sea agua buena— argumentó Travis

—Eso también es importante— asintió Piper

Podría amortiguar su caída de alguna forma. Por supuesto, Annabeth había oído historias terribles sobre los ríos del inframundo. Podían arrebatarte los recuerdos o reducir tu cuerpo y tu alma a cenizas. Pero decidió no pensar en ello. Era su única oportunidad.

—Por lo menos deberían tener algo de suerte— dijo Apolo

—Hay ríos que no serían tan malos— asintió Hermes

—Por lo visto les tocó uno de esos— dijo Ares como si no fuera la gran cosa

El río se precipitaba hacia ellos. En el último segundo, Percy gritó en tono desafiante. El agua brotó en un enorme géiser y se los tragó enteros.

—Al menos funcionó— dijo Leo

—Ya solo falta ver que río les tocó— asintió Will

—Era casi como jugar a la lotería— comentó Percy —nada más que no te mueres si te equivocas en la lotería

—No lo sé, también suena como una posibilidad de que eso pase en la lotería— dijo Leo encogiéndose de hombros

VI

Annabeth

El impacto no la mató, pero el frío sí estuvo a punto de acabar con su vida. El agua helada la dejó sin aire en los pulmones. Sus extremidades se quedaron rígidas, y Percy se le escapó.

—Eso no fue muy divertido— comentó Percy —le voy a dar cero estrellas

—Por lo menos una, porque no nos estrellamos con el piso— señaló Annabeth

—Tienes toda la razón, hay que ver el lado positivo— dijo Percy

Empezó a hundirse. Extraños gemidos resonaban en sus oídos: millones de voces desconsoladas, como si el río estuviera hecho de tristeza destilada. Las voces eran peores que el frío. La arrastraban hacia abajo y le adormecían.

—Bueno, pudo haber sido un río peor— señaló Hades

—Pero al menos no les quitó sus almas o sus recuerdos, ni podía deshacer su cuerpo— comentó Hazel

—Supongo que cuenta como una pequeña victoria— dijo Percy

—Sí, creo que de hecho lo hace— coincidió Sally

¿De qué sirve luchar?, le decían. De todas formas, ya estás muerta. Nunca saldrás de este sitio.

Podía hundirse hasta el fondo y ahogarse, dejar que el río se llevara su cuerpo. Eso sería más fácil. Podría cerrar los ojos…

Percy le agarró la mano y la devolvió a la realidad.

Zoé y Charles hicieron una mueca

—Al menos están juntos, a pesar de todo lo malo— susurró Charles a su hermana

—Aunque ni siquiera debieron terminar ahí, en primer lugar— dijo Zoé en voz baja

El chico suspiró —Definitivamente no

No podía verlo en el agua turbia, pero de repente ya no quería morir. Bucearon juntos hacia arriba y salieron a la superficie. Annabeth boqueó, agradeciendo el aire que respiraba, por sulfuroso que fuera.

Nico se acercó más a Will, no quería todos los recuerdos que vendrían con escuchar la versión de lo que les había pasado a Percy y Annabeth en ese lugar.

Will lo tomó de la mano y le dio una sonrisa tranquilizadora, casi como si fuera un promesa de que pasara lo que pasara todo iba a estar bien.

Nico quería creerle

El agua se arremolinó a su alrededor, y se dio cuenta de que Percy estaba formando un torbellino para mantenerlos a flote. No podía distinguir su entorno, pero sabía que estaban en un río. Los ríos tenían orillas.

—Sí, buen punto— dijo Zoë

—Incluso en el Tártaro se respeta esa regla clásica— dijo Travis

—Claro ¿Qué clase de bárbaros serían si no respetaran esa regla tan importante? — preguntó Percy

—Por supuesto, no se podría esperar algo más— comentó Leo

Tierra —dijo con voz ronca—, ve hacia un lado.

Percy parecía casi muerto de agotamiento. Normalmente el agua le vigorizaba, pero no era el caso de la que les rodeaba. Controlarla debía de haber consumido todas sus fuerzas.

—Bueno, no es agua común— dijo Hades

—Créeme que de eso ya se dieron cuenta— señaló Apolo

Hades bufó

El remolino empezó a disiparse. Annabeth le agarró la cintura con un brazo y luchó a través de la corriente. El río se movía contra ella: miles de voces quejumbrosas susurrándole al oído, metiéndose en su cerebro. La vida es desolación, decían. Todo es inútil, y luego te mueres.

—Vaya, se lo tomaron muy en serio— murmuró Miranda

—Demasiado en serio— coincidió Percy

—El "todo es inútil y luego te mueres", suena como a un buen slogan, si no fuera tan deprimente— señaló Leo

—Un slogan para una funeraria— dijo Connor

—Sí, eso podría funcionar— comentó Piper

Inútil —murmuró Percy.

Le castañeteaban los dientes debido al frío. Dejó de nadar y empezó a hundirse.

—Ay no— susurró Zoé

—Siento que este libro es el que más voy a odiar de todos los que hemos leído— se quejó Percy

—Yo creo que también— asintió Annabeth

—Se va ganando el lugar como el libro más odiado— dijo Leo

¡Percy! —gritó ella—. El río te está confundiendo la mente. Es el Cocito: el río de las lamentaciones. ¡Está hecho de tristeza pura!

Tristeza —convino él.

Percy volteó a ver a su mamá con cierta preocupación.

—Porque claro que no es suficiente con el lugar donde están, necesitaban caer en el río de las lamentaciones— dijo Luke

—Sí, pero al menos eso salvó sus vidas— señaló Thalia —habría sido terrible que cayeran en algún otro, como el de fuego o el de la memoria

—Eso sí— coincidió Travis

¡Lucha contra ella!

Annabeth agitó los pies y se esforzó por mantenerlos a los dos a flote. Otra broma cósmica para disfrute de Gaia: «Annabeth muere tratando de impedir que su novio, hijo de Poseidón, se ahogue».

Sally suspiró, si era sincera con ella misma, no quería ver todo lo que su hijo había pasado en ese lugar, los horrores que todos los que estuvieron ahí vivieron es algo que ningún semidiós debería pasar jamás, y pensar que su bebé pasó por todo eso, bueno, la verdad es que no le hacía sentir mucho cariño por los dioses. Al mismo tiempo tenía que estar presente y no verse tan preocupada como se sentía, conocía a su hijo y no iba a poner el peso de sus sentimientos en él.

«No vas a tener esa suerte, bruja», pensó Annabeth. Abrazó más fuerte a Percy y le besó.

Háblame de la Nueva Roma —le pidió—. ¿Qué planes tenías para nosotros?

Afrodita soltó un suspiro

Percy se sonrojó —Fue una excelente plática

—Sí lo fue— dijo Annabeth con una pequeña sonrisa

La Nueva Roma… Para nosotros…

Sí, Sesos de Alga. ¡Dijiste que allí podríamos tener un futuro juntos! ¡Cuéntamelo!

Annabeth nunca había querido abandonar el Campamento Mestizo. Era el único hogar real que había conocido.

—Sí, pero no quiere decir que sea el único lugar que conocerás— señaló Perséfone

—No se puede tener un momento de privacidad— masculló Annabeth

—Es lo único que pedimos— asintió Percy

—Aquí no estamos para complacencias— bromeó Connor

Pero hacía días, en el Argo II, Percy le había confesado que había imaginado un futuro para los dos entre los semidioses romanos. En la ciudad de la Nueva Roma, los veteranos de la legión podían establecerse, ir a la universidad, casarse e incluso tener hijos.

—No digan nada— advirtió Annabeth sonrojada

—Nadie iba a decir nada, pero todos lo entendimos— dijo Thalia con una ceja enarcada un una sonrisita

—Me alegra ser fuente de motivación— bromeó Zoé

Y todos dejaron escapara las risitas que estaban conteniendo

—Para qué quieres enemigos si tienes a Zoé— dijo Travis riendo

—Dioses— dijo Annabeth con otro tono de rojo

Zoé solo les dio una mirada inocente

Arquitectura —murmuró Percy. La niebla empezó a despejarse de sus ojos—. Pensé que te gustarían las casas y los parques. Hay una calle con unas fuentes muy chulas.

—Sí tenemos fuentes bonitas— asintió Reyna

—Las fuentes son importantes— coincidió Katie

—Claro que sí— dijo Percy —lo primero que debes de ver de cualquier lugar son sus fuentes

—Obvio, es en lo que cualquiera se fija— comentó Piper

Annabeth empezó a avanzar contra la corriente. Notaba las extremidades como sacos de arena mojada, pero Percy ya la estaba ayudando. Podía ver la línea oscura de la orilla a un tiro de piedra.

—Eso es algo bueno— dijo Miranda

—Lo siento por no ayudarte antes— dijo Percy

—No te preocupes, lo importante es que salimos de esa— señaló Annabeth con una pequeña

La universidad —dijo ella con voz entrecortada—. ¿Podríamos ir juntos?

S-sí —asintió él, con un poco más de confianza.

—Espero que en la universidad tengan dormitorios separados— señaló Connor

—Yo también— dijo Sally mirando a su hijo y a Annabeth con una sonrisa

—Los tenemos— asintió Reyna —evitamos cualquier cosa

Percy se le quedó viendo a Rachel y luego a Reyna —Me parece que esa regla tiene ciertos huecos

A pesar de todo, varios soltaron una risita. Ambas se sonrojaron

—Mira que convenientes sus reglas— dijo Travis riendo

—Igual de conveniente que la regla que dice que un chico y una chica no se pueden quedar solos en una cabaña ¿Verdad? — preguntó Katie mirando a Nico y Will

Nico se sonrojó

Will miró a Katie y dijo —Envidiosa

—No puede ser— murmuró Bianca

Lo que solo hizo que se rieran más

—Sí, creo que de hecho tenemos unas lagunas en las reglas— admitió Quirón considerándolo

¿Qué estudiarías tú, Percy?

No lo sé —reconoció él.

Ciencias del mar —propuso ella—. ¿Oceanografía?

¿Surf? —preguntó él.

—Biología marina— ofreció Percy considerándolo

—Ciencias del mar— asintió Sally

—Hidrobiología… Aunque eso es más para agua dulce— comentó Annabeth

—Buceador profesional— dijo Jason

—Hidrólogo— comentó Rachel

—Oigan ¿Por qué nos preocupamos cuando hay quienes ya lo saben? — preguntó Connor

—Ah, porque eso sería spoiler— dijo Charles

—Ay, por favor— dijo Leo riendo

—Hagan apuestas y vemos quien gana— dijo Zoé

—Fuiste capaz de secuestrar a un bebé panda, así que claramente eres capaz de mentirnos con tal de ganar— dijo Travis

—Bieeen— se quejó Zoé —¿En serio sí lo decimos?

Charles se encogió de hombros —Después de todo, no creo que haga daño

—Además sí quiero saber— dijo Percy

—Está bien, eres biólogo marino y uno bueno, siempre pareces saber qué es lo que las especies necesitan— dijo Zoé sonando cariñosa

—¡Lo sabía! — gritó Percy

—Bueno cariño, me alegra que hayas encontrado algo que te guste… Aunque todavía no lo hayas encontrado— dijo Sally

—Yo apostaba por buceador— dijo Leo

Mientras ser reían, Percy no se dio cuenta que Poseidón lo miraba con orgullo

Ella se rió, y el sonido lanzó una onda de choque a través del agua. Los gemidos se desvanecieron hasta convertirse en ruido de fondo. Annabeth se preguntó si alguien se habría reído en el Tártaro antes; una risa de alegría pura y simple. Lo dudaba.

—Vaya, supongo que tiene sentido que eso contrarreste al río— murmuró Nico

—Eso parece, la alegría y los lamentos no se mezclan— dijo Annabeth

—Bueno, es algo que esperamos nadie tenga que volver a usar, pero es bueno saberlo— comentó Nico

—Definitivamente es bueno ese conocimiento— dijo Annabeth

Empleó sus últimas fuerzas para llegar a la orilla del río. Sus pies se hundieron en el fondo arenoso. Ella y Percy subieron a tierra, temblando y jadeando, y se desplomaron en la arena oscura.

—Al menos ya están en tierra— murmuró Chris

—Lo que no sé si sea algo bueno— comentó Miranda

—Pues al menos así pueden encontrar una salida — dijo Thalia

Annabeth tenía ganas de acurrucarse al lado de Percy y dormirse. Tenía ganas de cerrar los ojos, confiar en que todo fuera una pesadilla y, al despertar, encontrarse otra vez a bordo del Argo II, a salvo con sus amigos (bueno, todo lo a salvo que un semidiós podía estar).

—Y sí— suspiró Percy

—Bueno, hubo ciertas dificultades técnicas que esperamos no conozcan— murmuró Leo

—Nosotros decíamos lo mismo de esto— señaló Annabeth

—Como dijo Connor, aquí no estamos para hacer complacencias— comentó Percy

Pero no era ninguna pesadilla. En realidad estaban en el Tártaro. A sus pies, el río Cocito pasaba con estruendo, un torrente de desdicha líquida. El aire sulfuroso le escocía en los pulmones y le picaba en la piel. Cuando se miró los brazos, vio que los tenía cubiertos de sarpullido. Trató de incorporarse y jadeó de dolor.

—Ese lugar… todo es malo para los semidioses— dijo Hades y por supuesto que en cada momento más se sorprendía de que su hijo lo haya cruzado por voluntad propia y totalmente solo.

Bianca por su parte tenía pensamientos parecidos, pues el hecho de que su padre hubiera cruzado ese lugar solo, y quien sabe qué cosas haya visto e intentado matarlo y aun así haya salido, ayudado, bueno la hacía ver lo fuerte que era. La persona que Bianca conocía nunca había hablado de eso (por obvias razones) pero para mucha gente vivir una experiencia así sería equivalente a odiar al mundo, a no querer ayudar a nadie más, a ser mezquino y cruel, y su padre nunca lo fue, siempre viendo por otros.

La playa no era de arena. Estaban sentados en un campo de esquirlas irregulares de cristal negro, algunas de las cuales se le habían clavado en las palmas de las manos.

—Claro que sí— dijo Thalia

—Era claramente lo que faltaba— resopló Katie

—Obviamente ¿Por qué tener arena normal si pueden ser esquirlas de cristal negro? — resopló Annabeth

De modo que el aire era ácido. El agua era tristeza. El suelo eran cristales rotos. Allí todo estaba concebido para hacer daño y para matar. Annabeth respiró sonoramente y se preguntó si las voces del Cocito estaban en lo cierto. Tal vez luchar para sobrevivir era inútil. Al cabo de una hora estarían muertos.

—No te puedes dar por vencida— señaló Atenea

—Bueno, claramente que no— replicó Artemisa —aunque incluso después de todo siga en su contra, incluso cuando hizo una gran hazaña y no cuente con ayuda

Y todos sabían que no se referían a ayuda de otro semidiós

A su lado, Percy tosió.

Este sitio huele como mi ex padrastro.

Sally se sonrojó un poco

—Ups— dijo Percy y riendo un poco añadió —pero no era mentira

—Qué asco— dijo Grover

Poseidón hizo una mueca, ni Sally ni Percy debieron jamás estar cerca de alguien con la más baja definición de humano.

Antes de continua la lectura Artemisa miró a Sally —Eres una mujer muy valiente y fuerte Sally Jackson, tienes mis respetos

Sally se sonrojó un poco —Gracias

Percy le dio una mirada encantada a su mamá

Annabeth esbozó una débil sonrisa. No había conocido a Gabe el Apestoso, pero había oído bastantes historias sobre él. Sintió una oleada de amor hacia Percy por intentar levantarle el ánimo.

—Awww— chillaron algunos de los chicos

—Ay el amor— suspiró Afrodita

Si hubiera caído en el Tártaro sola, pensó Annabeth, habría estado perdida.

Hades miró a su hijo con preocupación, preguntándose nuevamente como es que le había hecho para lograr salir de ahí. Nico se negó a mirarlo

Después de todo lo que había pasado debajo de Roma buscando la Atenea Partenos, habría sido demasiado para ella. Se habría acurrucado y habría llorado hasta convertirse en un fantasma más y disolverse en el Cocito. Pero no estaba sola. Tenía a Percy. Y eso significaba que no podía rendirse.

Percy y Annabeth se sonrieron

—Estoy se está poniendo muy cursi— dijo Thalia, pero su sonrisa contradecía sus palabras

Annabeth rodó los ojos —Por eso se supone que era privado

—En su mente puede ser todo lo cursi que ella quiera— señaló Piper con una sonrisa

Se obligó a evaluar la situación. Su pie seguía vendado con la envoltura improvisada de papel de burbuja y enredado con telarañas. Pero cuando lo movió, no le dolía. La ambrosía que había comido en los túneles subterráneos de Roma debía de haber reparado por fin sus huesos.

—Eso definitivamente es una buena noticia— dijo Will

—Sería el colmo que ahí tenga el tobillo roto— comentó Chris

—Cosa que considerando todo, podría pasar— resopló Luke

—Es cierto, no se puede descartar algo así— dijo Bianca

Su mochila no estaba; debía de haberla perdido durante la caída, o tal vez se la había llevado el río. No soportaba la idea de perder el portátil de Dédalo, con todos sus fantásticos programas y datos, pero tenía problemas más graves.

—Sí, pero aun así fue una pérdida enorme— dijo Annabeth

—Definitivamente lo fue— coincidió Leo

—Pero al menos se queda contigo lo que aprendiste de ella, antes de eso— señaló Atenea

Su daga de bronce celestial, el arma que había llevado desde que tenía siete años, había desaparecido también.

—Y eso también— dijo Annabeth con una mueca

—Pero lo importante es que logres salir— dijo Luke —al final de cuentas solo era un arma que no valía más que tu vida

Cuando se dio cuenta estuvo a punto de venirse abajo, pero no podía recrearse en ello. Ya tendría tiempo para lamentarse más tarde. ¿Qué más tenían? Ni comida ni agua; básicamente, cero provisiones. Sí. Un comienzo prometedor.

—Al menos están vivos— señaló Deméter

—¿Por cuánto tiempo si no tienen ni comida ni agua? — preguntó Dionisio

—Definitivamente es la prioridad— dijo Perséfone

Annabeth miró a Percy. Tenía muy mal aspecto. El cabello moreno se le pegaba a la frente y su camiseta de manga corta estaba hecha jirones. Los dedos se le habían quedado en carne viva al agarrarse al saliente de la sima antes de la caída. Pero lo más preocupante de todo era que estaba temblando y tenía los labios morados.

—Pörque por supuesto el río no podía tener agua caliente— dijo Connor

—Eso habría sido demasiado amable de su parte— dijo Percy

—Y eso obviamente no iba a pasar— señaló Annabeth

—Definitivamente no—murmuró Nico

Deberíamos mantenernos en movimiento o sufriremos hipotermia —dijo Annabeth—. ¿Puedes levantarte?

Él asintió. Los dos se levantaron con dificultad. Annabeth le rodeó la cintura con el brazo, aunque no estaba segura de quién estaba sosteniendo a quién.

—Supongo que ambos— murmuró Percy

—Supongo que sí— asintió Annabeth

Escudriñó el entorno. Arriba no había rastro del túnel por el que habían caído. Ni siquiera podía ver el techo de la cueva; solo unas nubes color sangre flotando en el brumoso aire gris. Era como mirar a través de una mezcla diluida de sopa de tomate y cemento.

—Espero que las nubes en realidad no sean de sangre— dijo Miranda

—Eso la verdad tampoco se descarta— dijo Percy

—Podría ser improbable que sean de sangre, pero no imposible— comentó Nico

—Definitivamente— coincidió Annabeth

La playa de cristales negros se extendía hacia el interior a lo largo de unos cincuenta metros y luego descendía con forma de acantilado. Desde donde se encontraban, Annabeth no podía ver lo que había abajo, pero una luz roja parpadeaba en el borde como si el fondo estuviera iluminado por grandes hogueras.

—Ojalá esas hogueras no tengan quien las cuide— dijo Chris

—En otras circunstancias diría que eso es muy irresponsable, pero tienes razón— comentó Katie

—Estoy de acuerdo con Katie, creo que en ese momento es mejor que no haya nadie ahí— dijo Grover, al menos ya entendía un poco mejor lo horrible que se había sentido el enlace con Percy durante esa misión.

Un recuerdo lejano acudió a su mente: algo relacionado con el Tártaro y con el fuego. Antes de que pudiera detenerse en ello, Percy inspiró bruscamente.

Mira.

—A ver con que se encuentran ahora— dijo Dionisio

—Cualquier cosa no creo que sea buena— dijo Hermes

—En ese lugar nada podría serlo— señaló Perséfone

Señaló río abajo.

A treinta metros de distancia, un coche italiano azul celeste de aspecto familiar cayó de morro contra la arena. Parecía el Fiat que había chocado contra Aracne y la había lanzado en picado por el foso.

—Ay genial— dijo Miranda

—Vamos de nuevo con la araña menos favorita de todos— masculló Leo

—No podía faltar— resopló Chris

Annabeth esperaba equivocarse, pero ¿cuántos coches deportivos italianos podía haber en el Tártaro? Una parte de ella no quería acercarse, pero tenía que averiguarlo. Agarró la mano de Percy y se dirigieron a los restos del vehículo dando traspiés.

—De todas maneras tampoco se podían quedar ahí— dijo Thalia

—Exacto, éramos aún más vulnerables estando ahí— comentó Annabeth

—Y también necesitan provisiones… si es que ese lugar puede proveer algo más que no sea monstruos— señaló Miranda

Uno de los neumáticos del coche se había desprendido y estaba flotando en un remolino estancado en el Cocito. Las ventanillas del Fiat se habían hecho añicos y habían sembrado la playa oscura de cristales más brillantes, como si fueran escarcha.

—Bueno, los Fiat no aguantan una caída— dijo Leo

—Decir eso no sería buena publicidad para ellos— señaló Percy

—Aunque en realidad pudo a ver quedado peor, entonces de cierta manera resistió— dijo Rachel

—Tiene un punto en eso— dijo Jason

Bajo el capó aplastado se encontraban los restos maltrechos y relucientes de un gigantesco capullo de seda: la trampa que Annabeth había convencido a Aracne para que tejiera. Sin duda estaba vacío.

—No puede ser— dijo Piper con una mueca

—Pero podría haberse convertido en polvo cuando cayó— preguntó Bianca con cierta esperanza

—No había polvo tampoco— suspiró Annabeth

—Se lo pudo haber llevado el aire— dijo Katie

—Tampoco había aire— señaló Percy

Unas marcas en la arena formaban un rastro río abajo… como si algo pesado y con múltiples patas se hubiera internado a toda prisa en la oscuridad.

Está viva.

La esperanza de todos se desplomó

—Claro que sí— resopló Zoé con exasperación —¿Por qué no?

—Después de todo tenía que pasar que no le pasó nada— masculló Luke

Zoé y Charles intercambiaron una mirada, porque ahorita lo que había leído había sido malo, pero no creían que fuera ni la mitad de malo de todo lo que habían tenido que pasar sus padres ahí, y sinceramente, tenían miedo de descubrirlo

Annabeth estaba tan horrorizada, tan indignada por lo injusto de la situación, que tuvo que contener las ganas de vomitar.

Es el Tártaro —dijo Percy—. El hogar de los monstruos. Aquí abajo tal vez no se les pueda matar.

—Aunque en ese momento tampoco se les podía matar arriba— señaló Hermes

—Supongo que como siempre ningún lugar era seguro— replicó Chris

—Yo espero que aunque sea su hogar sí se les pueda matar, sería muy injusto si no— comentó Katie

—Bueno, tampoco es que hayamos visto mucha justicia, Kat— dijo Travis

Lanzó a Annabeth una mirada avergonzada, como si fuera consciente de que no estaba contribuyendo a levantar la moral del equipo.

O puede que esté herida de gravedad y se haya retirado a morirse.

—Suena como una posibilidad— dijo Rachel

—A mí me gusta esa posibilidad— dijo Zoé

—Suena mejor para la moral— asintió Reyna

Pensemos eso —convino Annabeth.

Percy todavía temblaba. Annabeth no había entrado en calor en lo más mínimo, a pesar del aire caliente y pegajoso del lugar.

—Era de ese tipo de lugar caliente y sofocante que a nadie le gusta— murmuró Percy

—Como el aliento demasiado cerca de algo— dijo Nico

Percy y Annabeth intercambiaron una mirada, y aunque Nico no había visto al mismo primordial que ellos obviamente lo había sentido

Los cortes que se había hecho en las manos con los cristales seguían sangrando, cosa extraña en ella. Normalmente se curaba rápido. Cada vez le costaba más respirar.

Este sitio nos está matando —dijo—. Nos va a matar en sentido literal a menos que…

—¿A menos que?— preguntó Chris

—Me gusta ese "a menos que" — dijo Piper

—Suena como un plan y es bueno tener un plan— asintió Rachel

«El Tártaro». «Fuego». El lejano recuerdo se aclaró. Miró tierra adentro, hacia el acantilado, iluminado por las llamas desde abajo. Era una idea totalmente disparatada, pero podía ser su única posibilidad de sobrevivir.

—Pero explícanos— dijo Piper

—No spoilers— dijo Percy

—No spoilers— Annabeth se encogió de hombros

¿A menos que…? —la apremió Percy—. Tienes un plan brillante, ¿verdad? No sé si brillante. Tenemos que encontrar el río de Fuego.

—Esa de hecho es una buena idea— dijo Hades

—¿Por qué el río de fuego?— preguntó Lena a nadie en particular

—Yo no entiendo tampoco— dijo Travis

Todos los demás se vieron igual de confundidos

—Tampoco yo lo entiendo— se quejó Zoé

—Querido diario, hoy Zoé no entendió algo— dijo Bianca

—Sin duda es un evento digno de celebración cuando los cerebritos no entienden algo— bromeó Piper

—Bueno, pero yo sí quiero saber por qué el fuego— dijo Leo

—Supongo que van a tener que esperar al próximo capítulo— señaló Annabeth

—Entonces no esperemos más— dijo Apolo

—¿Quién quiere leer? — preguntó Artemisa