—¿Quién quiere leer?— preguntó Artemisa

—Yo voy a hacerlo— dijo Atenea

—Genial— masculló Annabeth

VII, Annabeth — leyó Atenea y la lectura del capítulo comenzó

Cuando llegaron al saliente, Annabeth no sabía si había firmado sus sentencias de muerte.

—Y empezamos con todo— dijo Thalia

—Como siempre— masculló Annabeth

—Lo bueno es por ahora es tu último capítulo— dijo Jason

—Al menos— resopló Annabeth

El acantilado descendía más de veinticinco metros. En el fondo se extendía una versión pesadillesca del Gran Cañón del Colorado: un río de fuego que se abría camino a través de una grieta de obsidiana irregular, mientras la reluciente corriente roja proyectaba horribles sombras en las caras de los acantilados.

—Suena a que va a ser un poco difícil— dijo Leo

—Pero no imposible— dijo Zoë

—Aunque ahí casi todo parecía imposible— murmuró Percy

—Y que lo digas— suspiró Annabeth

Incluso desde lo alto del cañón, el calor era intenso. Annabeth no se había quitado de los huesos el frío del río Cocito, pero en ese momento notaba la cara irritada y quemada. Respirar le exigía cada vez más esfuerzo, como si tuviera el pecho lleno de poliexpán.

Atenea hizo una mueca, realmente no habría querido que su hija terminara en ese lugar y mucho menos que sufriera por haber recatado la estatua, pero a veces era necesario un poco de sufrimiento para obtener los resultados que se esperaban, además ¿qué podía hacer ella para ayudar?

Los cortes de las manos le sangraban más. Su pie, que casi se había curado, parecía estar lesionándose de nuevo. Se había quitado la envoltura improvisada y se arrepintió de haberlo hecho. A cada paso que daba hacía una mueca de dolor.

—Supongo que algo tan tóxico actúa rápido— dijo Chris

—Eso parece— dijo Annabeth

—Ni siquiera creo que un equipo de protección radiactiva ayude en ese lugar— comentó Percy

—Yo también creo que no lo haría— señaló Nico

Suponiendo que pudieran bajar hasta el río de fuego, cosa que dudaba, su plan parecía verdaderamente descabellado.

—Pero es un plan, al menos— dijo Connor

—Por lo menos les daba algo en que enfocarse— comentó Artemisa

—Un objetivo para seguir moviéndose— asintió Zoë

—Y supongo que era mejor que nada— coincidió Annabeth

Eh… —Percy examinó el acantilado. Señaló una diminuta fisura que avanzaba en diagonal desde el borde hasta el fondo—. Podemos probar con ese saliente. Tal vez podamos bajar.

No dijo que sería una locura intentarlo. Se las arregló para mostrarse esperanzado.

—No era más locura que todo lo que habíamos hecho— comentó Percy

—En cierta manera lo era— señaló Annabeth

—Hemos escalado acantilados más grandes— dijo Percy encogiéndose de hombros

—Pero no tan heridos— dijo Annabeth

Annabeth se lo agradeció, pero temía estar arrastrándolo a su perdición. Claro que si se quedaban allí morirían de todas formas. Habían empezado a salirles ampollas en los brazos debido a la exposición al aire del Tártaro. El entorno era tan saludable como la zona de una explosión nuclear.

—Una analogía que queda muy bien— dijo Apolo

—Bueno, era saludable para los monstruos ahí— dijo Hermes

—Si eso no es saludable para los semidioses ¿por qué nuestro mundo no puede ser insalubre para ellos?— preguntó Zoé

—Maldita sea, esa es una buena pregunta— dijo Thalia

Percy miró a Annabeth —Te toca

Annabeth le dio una mirada de irritación a Percy

—Porque no habría un equilibrio— dijo Annabeth —y creo que de cierta manera es peligroso para ellos estar en el mundo con los semidioses

—En otras palabras, la vida es injusta— señaló Piper

Percy descendió primero. El saliente apenas era lo bastante ancho para apoyar el pie. Sus manos buscaban cualquier grieta en la roca vítrea. Cada vez que Annabeth ejercía presión sobre su pie lesionado, le entraban ganas de gritar.

—Y sin manera de conseguir ambrosía— murmuró Katie con una mueca

—Ambrosía no, pero algo más— dijo Annabeth

—Bueno, esperamos entender pronto eso— dijo Connor

—Pues yo creo que sí— señaló Miranda

Había arrancado las mangas de su camiseta y había usado la tela para envolverse las manos manchadas de sangre, pero sus dedos seguían resbaladizos y débiles.

Atenea y Poseidón hicieron una mueca

Sally casi iba por su hijo para probablemente enredarlo en un montón de plástico de burbujas, entendía cómo los chicos estaban tan resentidos con los dioses, era difícil procesar que de cierta manera el padre de su hijo había tenido que ver con que Percu cayera en un lugar como ese

Varios pasos por debajo de ella, Percy gruñó al llegar a otro asidero. —Entonces… ¿cómo se llama ese río de fuego?

Flegetonte —respondió ella—, deberías concentrarte en el descenso.

—Me concentro más si no me concentro— dijo Percy

—No puedo argumentar nada contra eso porque tiene razón— señaló Leo

—Sí, definitivamente la tiene— asintió Piper

—Estoy completamente de acuerdo — dijo Zoé

¿Flegetonte? —él siguió bajando a lo largo del saliente. Habían recorrido aproximadamente un tercio del camino hasta el fondo del acantilado; todavía se encontraban lo bastante arriba para morir en caso de que se cayeran—. Suena a animal africano.

—Es cierto— dijo Leo

—Un poco más a animal australiano— comentó Will

—Puede que tengas razón— asintió Percy —como de esos animales grandotes y raros que solo vas a encontrar allá

—O pequeño y mortal— señaló Travis

—Como a las arañas con alas que hay por allá— comentó Chris

—Por favor no— dijo Annabeth con una mueca

Por favor, no me hagas reír —dijo ella.

Solo intento quitarle hierro al asunto.

Gracias —gruñó ella, y por poco le resbaló el pie herido en el saliente—. Moriré de la caída pero con una sonrisa en los labios.

—Ojala alguien descubra una nueva especie y le ponga de nombre Flegetonte— comentó Percy

—En el futuro descubres una especie marina y le pones así— señaló Leo

Percy chasqueó la lengua —Todo yo

—Es más probable que encuentres algo en el mar que en la tierra— asintió Annabeth

Siguieron descendiendo, avanzando paso a paso. A Annabeth le escocían los ojos del sudor. Los brazos le temblaban. Pero, para gran asombro suyo, llegaron al fondo del acantilado.

—Genial— dijo Piper

—Fue bastante asombroso— coincidió Percy y mirando a Annabeth añadió —te dije que habíamos hecho cosas más peligrosas

Annabeth resopló —Supongo que un acantilado no era nada

—Por supuesto que no— dijo Percy alegremente

—Un acantilado no puede más que ustedes— señaló Leo

Cuando alcanzaron el suelo, Annabeth tropezó. Percy la atrapó. Le sorprendió lo caliente que el chico tenía la piel. Le habían salido forúnculos en la cara, de modo que parecía un enfermo de viruela.

—Eso no suena atractivo— bromeó Percy con una mueca

—Pero lo eras— dijo Annabeth

—Ewww consigan una habitación— gritó Connor

—O mejor no— dijo Sally

—Yo concuerdo con que mejor no— murmuró Zoé

—Dioses— masculló Percy

Los demás soltaron una carcajada

Annabeth veía borroso. Notaba la garganta como si le hubieran salido ampollas, y tenía el estómago encogido como un puño.

«Tenemos que darnos prisa», pensó.

—Dioses— murmuró Miranda

—Un poco— dijo Thalia

—Darse prisa, pero con cuidado— dijo Frank

—Ese era nuestro lema— asintió Percy

—Básicamente— coincidió Annabeth

Solo hasta el río —le dijo a Percy, tratando de evitar que el pánico asomara a su voz—. Podemos conseguirlo.

Avanzaron tambaleándose por encima de resbaladizos salientes de cristal, rodearon enormes cantos rodados y evitaron estalagmitas que los habrían empalado si se hubieran resbalado lo más mínimo.

—Que bueno que sí sabemos caminar y no nos resbalamos— dijo Percy

—A mí también me alegra mucho que sepamos caminar— asintió Annabeth

—Imagínate uno que se tropieza con sus propios pies— señaló Travis

—Sería más peligroso— coincidió Katie

—Me ha pasado — dijo Percy

Su ropa andrajosa echaba humo a causa del calor del río, pero siguieron adelante hasta que cayeron de rodillas en la ribera del Flegetonte.

Tenemos que beber —dijo Annabeth.

—¿Disculpa?— dijo Rachel

—Yo sé que no pongo mucha atención en clases, pero hasta donde sé el fuego no es bueno para los semidioses— señaló Connor

—Y menos cuando está dentro de tu sistema— comentó Chris

—Sí se nota que no ponen atención en clases— resopló Zoë

—Parece que tenemos que hacer un repaso de algunas cosas — dijo Quirón

Percy se balanceó, con los ojos entrecerrados. Tardó tres segundos en contestar.

Eh… ¿beber fuego?

—En primera ¿El fuego se puede beber?— preguntó Lena

—Bueno, pues de cierta manera es un río— dijo Travis

—Pero sigue siendo fuego ¿cómo lo vas a agarrar?— volvió a preguntar Lena

—Con la manos— señaló Connor

La niña los miró con el ceño fruncido, pero nada más dijo —Bueno

—Me alegra ser de ayuda— asintió Connor satisfecho de sí mismo

El Flegetonte corre desde el reino de Hades hasta el Tártaro —Annabeth apenas podía hablar. Se le estaba cerrando la garganta debido al calor y al aire ácido —. El río se usa para castigar a los malvados. Pero en algunas leyendas… también lo llaman el río de Curación.

—Ah— corearon los chicos

—Eso nos ayuda mucho a entender— asintió Piper

—Demasiado— coincidió Travis

—La verdad es que es una buena idea— comentó Hades —no solo sirve con los habitantes de los Campos de Castigo

¿Algunas leyendas?

Annabeth tragó saliva, tratando de permanecer consciente.

El Flegetonte mantiene a los malvados intactos para que puedan soportar las torturas de los Campos de Castigo. Creo… que sería el equivalente del néctar de ambrosía en el inframundo.

—Ambrosía inframundezca— asintió Percy

—Nunca había escuchado hablar de ella, pero genial— dijo Miranda

—Supongo que no podemos tener una reserva en caso de emergencia— comentó Travis

—No, y además no sabe rica— dijo Percy

—Es horrible— coincidió Annabeth

Percy hizo una mueca cuando el río lo salpicó de cenizas que se arremolinaron alrededor de su cara.

Pero es fuego. ¿Cómo podemos…?

Así.

Annabeth metió las manos en el río.

—No me refería exactamente a ese cómo— dijo Percy

—¿Ves?— preguntó Connor mirando a Lena —te dije que con las manos

—Me lo dijiste— coincidió Lena

—Sí, yo también me quedé impactado cuando Annabeth me mostró cómo— dijo Percy

¿Una tontería? Sí, pero estaba convencida de que no tenían otra alternativa. Si esperaban más, caerían desfallecidos y morirían. Era preferible cometer una insensatez y confiar en que diera resultado.

—Sí, buen punto— dijo Thalia

—No había nada que perder— coincidió Percy

Sally hizo una mueca

—Y situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas— comentó Chris

—Definitivamente— asintió Annabeth

Al primer contacto, el fuego no resultaba doloroso. Estaba frío, lo que probablemente significaba que estaba tan caliente que había sobrecargado los nervios de Annabeth. Antes de que pudiera cambiar de opinión, recogió el ardiente líquido ahuecando las palmas de las manos y se lo acercó a la boca.

—Que valiente— murmuró Bianca

—No me sentí tan valiente, pero se tenía que hacer— dijo Annabeth encogiéndose de hombros

—Pero no lo intenten en casa— comentó Percy

—Que bueno que no tenemos un río de fuego a la mano— murmuró Zoé

—Esa es una buena noticia — dijo Percy

Esperaba que supiera a gasolina, pero era muchísimo peor. En un restaurante de San Francisco había cometido el error de probar una guindilla picante de un plato de comida india. Apenas la había mordisqueado cuando creyó que su sistema respiratorio iba a explotar. Beber del Flegetonte fue como tragarse un batido de guindilla picante.

—O sea que no se siente como fuego, pero sí sabe a fuego— dijo Leo

—Pues nunca había probado el fuego antes— señaló Annabeth —no tengo marco de referencia

—Pensé que iba a saber como la ambrosía normal— murmuró Sammy

—Definitivamente no sabe así— dijo Percy —cero recomendable

—Supongo que la ambrosía sabe bien porque es para dioses y semidioses, mientras ahí es para que aguanten el castigo — comentó Hazel —no necesitan el bien sabor

—Claro, y el fuego es un sabor que para nada se aconseja— dijo Annabeth

Sus senos nasales se llenaron de fuego líquido. La boca le sabía como si se la estuvieran friendo en abundante aceite. Sus ojos derramaron lágrimas hirvientes y todos los poros de su rostro reventaron.

—Dioses— murmuró Piper

—Sí, no fue lo mejor que he probado— comentó Annabeth

—Así que cuando piensen que una comida no es lo suficientemente buena, recuerden que no han probado el fuego— señaló Percy

—Creo que de ahora en adelante lo recordaré— coincidió Leo

Se desplomó, asfixiándose entre arcadas, mientras su cuerpo entero se sacudía violentamente.

¡Annabeth!

Percy la agarró por los brazos e impidió por los pelos que cayera al río.

—Gracias por eso— dijo Annabeth

—Siempre— dijo Percy con una sonrisa

—Awwww, son tan hermosos — suspiró Afrodita

Las convulsiones pasaron. Respiró ruidosamente y logró incorporarse. Se encontraba muy débil y sentía náuseas, pero le resultó más fácil respirar la siguiente vez que lo intentó. Las ampollas de sus brazos estaban empezando a desaparecer.

—Eso es genial— dijo Miranda

—Leyenda comprobada— asintió Chris con incredulidad

—Deberíamos llevar un registro de las leyendas que ya se pudieron comprobar— dijo Rachel

—Como uno de esos libros que tienen los de Hécate— asintió Leo

Ha funcionado —dijo con voz ronca—. Percy, tienes que beber.

Yo…

Él puso los ojos en blanco y se desplomó contra ella. Annabeth recogió más fuego con la palma de la mano.

—¿Ves? Nos salvamos el uno al otro— dijo Percy

—Siempre— asintió Annabeth

Zoé le sonrió a su hermano brillantemente

Haciendo caso omiso del dolor, vertió el líquido en la boca de Percy. No reaccionó. Lo intentó otra vez y le echó un puñado entero por la garganta. Esta vez Percy escupió y tosió. Annabeth lo sujetó mientras temblaba y el fuego mágico le recorría el organismo.

—Aunque la parte de tomar el fuego mágico no es tan divertido— se quejó Percy

—El fuego mágico en general no es divertido— señaló Annabeth

—Ningún fuego en realidad debería ser divertido— comentó Chris

Su fiebre desapareció. Los forúnculos se desvanecieron. Consiguió incorporarse y se lamió los labios.

Uf —dijo—. Picante y asqueroso.

—Eso lo describía— dijo Annabeth

—Entonces nada de fuego mágico para la cena— dijo Leo

—No, de ninguna manera— señaló Percy —aunque bueno, en caso de emergencias sí es de ayuda

—No sabe rico, pero cumple su función— asintió Annabeth

Annabeth se rió débilmente. Estaba tan aliviada que se sentía alegre.

Sí. Lo has clavado.

Nos has salvado.

De momento —dijo ella—. El problema es que seguimos en el Tártaro.

—Un detallito menor— resopló Percy

—Cosa de arreglarse en cualquier momento— dijo Travis

—Sí, por supuesto. Detalle sin importancia— resopló Thalia

Percy parpadeó. Miró a su alrededor como si acabara de asimilar dónde estaban.

Santa Hera. Nunca pensé… Bueno, no estoy seguro de lo que pensaba. Creía que a lo mejor el Tártaro era un espacio vacío, un pozo sin fondo. Pero este sitio es real.

—Es un poco difícil imaginarte un lugar que no habías visto— murmuró Percy

Luke hizo una mueca, recordó que él de hecho había intentando mandar a Percy a ese lugar

Annabeth recordó el paisaje que había visto mientras caían: una serie de mesetas que descendían cada vez más en la oscuridad.

No lo hemos visto todo —advirtió ella—. Esta podría ser solo la primera parte del abismo, como los escalones de la entrada.

El felpudo —murmuró Percy.

—Genial— dijo Travis

—El tapete que dice "bienvenidos, pero no mucho rato"— dijo Percy

—Claro, completamente comprensible— asintió Piper

—El que claramente tendría Nico en su casa — señaló Leo

—Ni siquiera tendría un tapete que diga que sin bienvenidos — comentó Nico rodando los ojos

—Concuerdo— murmuró Bianca

Charles rodó los ojos

Los dos alzaron la vista a las nubes color sangre que se mezclaban entre la bruma gris. Era imposible que tuvieran las fuerzas para volver a trepar por el acantilado, aunque quisieran. Entonces solo tenían dos opciones: recorrer las orillas del Flegetonte río arriba o río abajo.

—Mientras estén cerca del río que los puede curar— dijo Rachel

—Aunque tampoco me moría de ansias por volver a tomar fuego— dijo Percy

—Es algo que esperarías solo hacer una vez— coincidió Annabeth

—De hecho me sorprende que mi lengua todavía funcione— señaló Percy

—Y que lo digas— murmuró Annabeth

Encontraremos una salida —dijo Percy—. Las Puertas de la Muerte.

Annabeth se estremeció. Recordó lo que Percy había dicho justo antes de que cayeran al Tártaro. Había hecho prometer a Nico di Angelo que llevaría el Argo II a Epiro, al lado mortal de las Puertas de la Muerte.

Nico hizo una mueca

—Sí, nos acordamos de eso— dijo Apolo

—Esperamos que ambos puedan llegar a tiempo— comentó Hermes

«Os veremos allí», había dicho Percy. Esa idea resultaba todavía más disparatada que beber fuego. ¿Cómo podrían ellos dos deambular a través del Tártaro y encontrar las Puertas de la Muerte? Apenas habían sido capaces de andar cien metros a trompicones en ese sitio venenoso sin morirse.

—Bueno, tienes razón en eso, pero teníamos que hacerlo— comentó Percy

—Lo sé, aunque sí sonaba bastante rara la idea de hacerlo— asintió Annabeth

—Un poco— admitió Percy

Tenemos que hacerlo —dijo Percy—. No solo por nosotros. Por todos a los que queremos. Las puertas deben cerrarse por los dos lados, o los monstruos seguirán cruzándolas. Y las fuerzas de Gaia invadirán el mundo.

—Y no estaría tan genial un mundo invadido— dijo Bianca

—Definitivamente no— dijo Percy

—Creo que no sería un mundo en el que alguien quiera vivir— señaló Piper

—No habría manera de ello— dijo Thalia

Annabeth sabía que él tenía razón. Aun así, cuando intentó idear un plan que diera resultado, los problemas de logística la abrumaron. No tenían forma de localizar las puertas. No sabían cuánto tiempo les llevaría, ni si el tiempo transcurría a la misma velocidad en el Tártaro. ¿Cómo podrían sincronizar un encuentro con sus amigos?

—Esa también es mi pregunta— dijo Miranda

—Así pasa a veces— dijo Percy encogiéndose de hombros

—Es el destino quién lo logra— señaló Apolo

—Ojalá el destino se sincronizara para que siempre llegara temprano a todos lados— suspiró Zoé

—Es que tal vez tu destino es llegar tarde— señaló Piper

—Ah— murmuró Zoé

—A veces así es el destino —asintió Percy

Además, Nico había dicho que una legión compuesta por los monstruos más fuertes de Gaia vigilaba las puertas en el lado del Tártaro. Annabeth y Percy no podrían lanzar un ataque frontal precisamente.

—Sí, eso sería una mala idea— dijo Thalia

—Y tengo malas ideas, pero no tan malas— señaló Percy

—Bueno, eso es debatible— comentó Thalia

Percy le sacó la lengua

De modo que decidió no mencionar ninguno de esos detalles. Los dos sabían que las probabilidades de éxito eran escasas. Además, después de bañarse en el río Cocito, Annabeth había oído suficientes sollozos y gemidos para toda la vida. Se prometió no volver a quejarse.

—Yo te he escuchado quejarte de la lectura muchas veces— bromeó Piper

—Bueno, es que la lectura saca lo peor de cualquiera — comentó Annabeth

—En eso tiene un punto— asintió Jason

—Pero pues sí, de todas maneras me voy a seguir quejando —dijo Annabeth

—Bueno saberlo — señaló Thalia

Bueno —respiró hondo, dando gracias por dejar de notar dolor en los pulmones

. Si nos quedamos cerca del río, tendremos una forma de curarnos. Si vamos río abajo…

Ocurrió tan rápido que Annabeth se habría muerto si hubiera estado sola.

Todos miraron el libro con confusión

—Ah, eso— murmuró Percy

—Eso— asintió Annabeth

—Vamos a fingir que les entendimos — bromeó Travis

—Lo va a decir el libro— señaló Annabeth

Los ojos de Percy se clavaron en algo situado detrás de ella. Annabeth se dio la vuelta al mismo tiempo que una enorme forma oscura se precipitaba sobre ella: una monstruosa masa que gruñía, dotada de unas patas largas y delgadas con púas y unos ojos brillantes.

—Claro que tenía que volver a aparecer— resopló Charles

—La verdad es que sí lo esperábamos— dijo Piper con una mueca

—Porque obviamente no se pudo ir a morir nada más— dijo Zoé

—Era demasiado bueno para ser cierto— comentó Bianca

A Annabeth le dio tiempo a pensar: «Aracne». Pero estaba paralizada de terror y sus sentidos se hallaban embotados por el olor dulzón.

Annabeth se sonrojó

—Comprensible después de todo— dijo Thalia

—Por supuesto que esa es una reacción esperada— asintió Will

—Nadie te juzga por eso— coincidió Piper

Y Atenea tenía que coincidir con eso, después de todo lo que había pasado con Aracne, era completamente comprensible que asustara a Annabeth

Entonces oyó el ruido familiar del bolígrafo de Percy al transformarse en espada. Su hoja pasó por encima de su cabeza describiendo un reluciente arco de bronce. Un horrible gemido resonó a través del cañón.

¿Estás bien?

—Vaya— dijo Bianca impresionada

—Ni dos segundos duró— murmuró Leo

—Impresionante, sesos de alga— dijo Thalia

Charles y Zoé intercambiaron miradas satisfechas

Percy escudriñó los acantilados y los cantos rodados y permaneció alerta por si les atacaban más monstruos, pero no apareció ninguno más. El polvo dorado de la araña se posó sobre la obsidiana.

—Una combinación que daba una apariencia un poco extraña— murmuró Annabeth

—Yo creo que te veías hermosa— dijo Percy

—Awww— chillaron sus amigos

Annabeth se quedó mirando a su novio asombrada. La hoja de bronce celestial de Contracorriente relucía todavía más en la penumbra del Tártaro. Al hendir el denso aire caliente, emitía un desafiante susurro, como una serpiente irritada.

—Wow— murmuró Miranda

—Combinamos que Percy da miedo cuando se enoja y esa escena, y yo estaría aterrorizado— comentó Connor

—Completamente de acuerdo— asintió Miranda

—No fue para tanto— murmuró Percy

—Sí lo fue— admitió Annabeth dándole un pequeño apretón en la mano

Me… me habría matado —dijo Annabeth tartamudeando.

Percy dio una patada al polvo de las rocas con expresión adusta e insatisfecha.

Ha muerto demasiado rápido, considerando todo el sufrimiento que te hizo pasar. Se merecía algo peor.

Algunos lo miraron con cierta sorpresa

—Cierto— asintió Thalia

—Recuérdenme jamás ponerme del lado malo de Percy— murmuró Travis

Percy se sonrojó

—Pero bueno, sí se lo merecía — comentó Charles

—Eso definitivamente no se discute— dijo Piper

Annabeth no podía discutirle ese punto, pero el tono duro de la voz de Percy la inquietaba. Nunca había visto a alguien enfadarse ni volverse tan vengativo por ella.

—Por supuesto que sí— dijo Afrodita encantada

—Eso también era completamente comprensible y esperado— dijo Will

—Entonces ya saben que no hacer— argumentó Jsson

Casi le alegraba que Aracne hubiera muerto tan rápido.

—Casi, es la palabra clave— señaló Thalia

—Tienes razón— asintió Annabeth

—Suelo tenerla— coincidió Thalia

¿Cómo te has movido tan rápido?

Percy se encogió de hombros.

Tenemos que cubrirnos las espaldas, ¿no? A ver, ¿qué estabas diciendo… río abajo?

—Bueno, pero es que sí lo hiciste bastante rápido— dijo Chris

—La vi un poco antes— admitió Percy encogiéndose de hombros

—Sí, pero aún así fue bastante rápido y eso lo hace impresionante— señaló Bianca

Annabeth asintió, todavía aturdida. El polvo amarillo se disipó sobre la orilla rocosa y se convirtió en vapor. Por lo menos ahora sabían que se podía matar a los monstruos en el Tártaro… aunque Annabeth no tenía ni idea de cuánto tiempo permanecería muerta Aracne. Ella no tenía pensado quedarse a averiguarlo.

—Es lo mejor— dijo Zoë

—Me puedo quedar con la duda de algunas cosas— admitió Annabeth

—Hay cosas que es mejor no descubrir— dijo Clarisse

—Mejor que se quede así— coincidió Will

Sí, río abajo —logró decir—. Si el río viene de los niveles superiores del inframundo, debería irse adentrando en el Tártaro…

Entonces lleva a un territorio más peligroso —concluyó Percy—. Probablemente allí es donde estén las puertas. Estamos de suerte.

—Supongo que sí— dijo Connor

—Pues de entre todo lo malo, al menos hay algo bueno— dijo Rachel

—Más de lo que podíamos esperar— comentó Annabeth

—Y que lo digas— murmuró Annabeth

VIII

Annabeth

Solo habían recorrido varios cientos de metros cuando Annabeth oyó voces.

—Oír voces nunca es una buena señal— dijo Will

—Definitivamente no lo fue— dijo Annabeth

—Bueno, al menos nos enseñaron un poco del camino— comentó Percy

Anduvo con paso lento, medio atontada, tratando de idear un plan. Como era hija de Atenea, se suponía que los planes eran su especialidad, pero resultaba difícil planificar estrategias cuando te rugían las tripas y tenías la garganta seca.

—Sí, creo que eso lo hace lo triple de difícil— dijo Piper

—Es como ir a un examen de la materia más difícil sin haber desayunado ni dormido la noche anterior— comentó Percy

—Solo que si repruebas un examen no te pasa nada— señaló Leo

—Que bueno por eso— dijo Piper

Puede que el agua llameante del Flegetonte la hubiera curado y le hubiera dado fuerzas, pero no había aliviado en lo más mínimo su hambre ni su sed. La finalidad del río no era hacerte sentir bien, dedujo Annabeth. Simplemente te permitía continuar para que pudieras seguir experimentando un dolor atroz.

—Bueno, podría ser peor— señaló Dionisio

—Claro, por que estar en el Tártaro no es suficiente— masculló Charles

—Todo siempre puede empeorar— dijo Hermes

Charles resopló

Se le empezaba a caer la cabeza del agotamiento cuando las oyó —unas voces de mujer enzarzadas en una discusión— y se puso alerta en el acto.

¡Agáchate, Percy! —susurró.

—Ojalá no sea alguien que conozcan, porque ustedes conocen a muchos monstruos— señaló Travis

—Son los más conocidos entre los monstruos— asintió Leo

—Y no creo que les caigan muy bien— dijo Thalia

—Incluso si no los conocen, pueden haber oído de ustedes— argumentó Will

—Nos hacen sentir mejor, gracias— dijo Percy

Tiró de él y lo ocultó detrás del canto rodado más cercano, y se pegó tanto a la orilla del río que sus zapatos casi tocaron el fuego. Al otro lado, en el estrecho sendero entre el río y los acantilados, las voces gruñían y aumentaban de volumen conforme se aproximaban desde más arriba.

—Mientras no los vean— dijo Leo

—Sí, ese era el objetivo— convino Percy

—Pero ¿cuando se cumplen tus objetivos?— preguntó Rachel

—Me ofende eso, pero tienes razón— dijo Percy

Annabeth trató de controlar su respiración. Las voces sonaban vagamente humanas, pero eso no quería decir nada. Daba por sentado que en el Tártaro cualquier cosa era su enemigo. Ignoraba cómo era posible que los monstruos no los hubieran visto.

—Pero no me quejaba— dijo Annabeth

—Bueno, nadie te habría juzgado, pero fuiste tú la que dijiste que no se iba a volver a quejar— bromeó Thalia

—No te ayudaste a ti misma— dijo Piper

—Ya me di cuenta— masculló Annabeth

Además, los monstruos podían oler a los semidioses, sobre todo a los que eran poderosos como Percy, hijo de Poseidón. Annabeth dudaba que esconderse detrás de una roca sirviera de algo cuando los monstruos detectaran su olor.

Percy resopló

—Es como las cobijas antifantasmas— señaló Nico rodando los ojos

—Oye, nunca dudes del poder de la cobija antifantasmas— dijo Leo

—Si un fantasma viene por ti, una cobija no lo va a detener— dijo Nico

—Puede que no, pero te da tiempo de formular un plan— argumentó Percy

—Claro que no— dijo Jason —lo más probable es que atraviese la cobija

—No puedo creer que haya personas que duden del poder de la cobija— dijo Zoé indignada

—Porque no funciona— resopló Bianca rodando los ojos

—Tenía que ser igual a Nico de incrédula— se quejó Leo

—Porque sabemos de lo que hablamos— dijo Nico

—No lo creo, las cobijas antifantasmas son como armaduras — comentó Percy

—No puedo creer que estén debatiendo sobre esto— dijo Will —pero Nico tiene razón

—Bueno pero… —Annabeth miró a Percy y suspiró —la cobija puede servir para confundir al fantasma y huir

Percy le sonrió brillantemente

—Lo que hace el amor— dijo Thalia rodando los ojos —dar esos argumentos

Aun así, los monstruos se acercaron sin que sus voces cambiaran de tono. Sus pasos irregulares —«ras, cloc, ras, cloc»— no se aceleraron.

¿Cuánto falta? —preguntó uno de ellos con voz áspera, como si hubiera estado haciendo gárgaras en el Flegetonte.

—No lo dudaría— dijo Travis

—Les alivia el dolor de garganta— asintió Leo

—Medicamento de fuego, excelente para el dolor de garganta— bromeó Connor

¡Oh, dioses! —dijo otra voz.

Esa voz sonaba mucho más joven y más humana, como la de una adolescente mortal que se exaspera con sus amigas en el centro comercial. Por algún motivo, a Annabeth le resultaba familiar.

—Eso no es bueno— dijo Rachel

—También era de esperarse que los iba a ser alguien que conocieran— dijo Thalia

—A mí sí me tomó por sorpresa— comentó Percy

—Incluso a mí un poco— admitió Annabeth

¡Sois unas pesadas! Os lo he dicho, está a tres días desde aquí.

Percy agarró la muñeca de Annabeth. La miró alarmado, como si él también hubiera reconocido la voz de la chica del centro comercial.

—Es que la reconocí— se quejó Percy

—Y por la expresión de Percy, no es de los monstruos amigables— dijo Grover

—Nop, y aparte me odiaba mucho— comentó Percy

—Bueno, eso lo reduce a sólo un 95%— dijo Thalia con ironía

Hubo un coro de gruñidos y murmullos. Las criaturas —una media docena, calculó Annabeth— se habían detenido justo al otro lado de la roca, pero seguían sin dar muestras de haber detectado el olor de los semidioses. Annabeth se preguntó si los semidioses no olían igual en el Tártaro o si el resto de olores del lugar eran tan fuertes que enmascaraban el aura de un semidiós.

—O solo estaban teniendo un poco de suerte, para variar— dijo Jason

—Esa también me parece una opción razonable— asintió Chris

—Aunque no muy viable— señaló Annabeth

Me pregunto si de verdad conoces el camino, jovencita —dijo una tercera voz, áspera y vieja como la primera.

Cierra el pico, Serephone —dijo la chica del centro comercial—. ¿Cuándo fue la última vez que escapaste al mundo de los mortales? Yo estuve hace un par de años.

—Claro que sí— bufó Percy

Rachel lo miró y se dio cuenta —¿En serio? ¿Es ella?

—Sí— convino Percy —tu mejor amiga

—Creo que te apreciaba más a ti— dijo Rachel con simpatía

—No, aunque también la impresionaste— señaló Percy

—Sí, pero fue a ti a quien quería demostrarle su amistad— comentó Rachel

¡Conozco el camino! Además, yo sé lo que nos espera allí arriba. ¡Tú no tienes ni idea!

¡La Madre Tierra no te ha nombrado la jefa! —gritó una cuarta voz.

—Siempre se pelan por ser jefes— dijo Leo

—Aunque al menos esas nos ayudan a veces— señaló Percy

—Eso es cierto, al menos deben de servir para algo— asintió Jason

Más susurros, sonidos de riña y gemidos salvajes, como si unos gigantescos gatos salvajes se estuvieran peleando. Al final, la que se llamaba Serephone gritó: —¡Basta!

La riña se apaciguó.

—Al menos hacen caso— dijo Miranda

—Por ahora— dijo Annabeth

—A nadie le gusta que lo manden— señaló Chris

Te seguiremos de momento —dijo Serephone—. Pero si no nos guías bien, si descubrimos que nos has mentido sobre la llamada de Gaia…

¡Yo no miento! —le espetó la chica del centro comercial—.

—No sé, la verdad no le creería— dijo Connor

—Yo tampoco— dijo Will

—Siempre mienten— asintió Percy

Creedme, tengo motivos para participar en esta batalla. Tengo enemigos que devorar, y vosotras os daréis un banquete con la sangre de los héroes. Solo os pido que me dejéis uno en concreto: el que se llama Percy Jackson.

—Claro que sí— dijo Thalia

—Les dije que la conocía— señaló Percy

—Te dije que eras su mejor amigo— comentó Rachel

Annabeth contuvo un gruñido. Se olvidó del miedo. Le entraron ganas de saltar por encima de la roca y hacer picadillo a los monstruos con su daga… pero ya no la tenía.

—Detallito por el cual no se podía hacer— dijo Piper

—Me tuve que abstener de hacerlo— asintió Annabeth

Creedme —dijo la chica del centro comercial—. Gaia nos ha llamado, y nos lo vamos a pasar en grande. Antes de que termine la guerra, mortales y semidioses temblarán al oír mi nombre: ¡Kelli!

Rachel resopló

Luke hizo una mueca

—Bueno, la verdad es que el nombre precisamente no me haría temblar — dijo Connor

—Claro que no — dijo Chris

Annabeth estuvo a punto de gritar en voz alta. Miró a Percy. Incluso a la luz roja del Flegetonte, su cara parecía de cera.

«Empousai —dijo, esbozando la palabra con los labios—. Vampiras».

—Genial— dijo Bianca

—Porque de todos los monstruos que se podrían encontrar, eligieron esos— señaló Travis

—Bueno, no fue exactamente nuestra elección— comentó Percy

Percy asintió con la cabeza seriamente. Se acordaba de Kelli. Hacía dos años, durante el período de orientación de nuevos alumnos, Percy y su amiga Rachel Dare habían sido atacados por unas empousai disfrazadas de animadoras.

—Ah sí, cuando Rachel te caía mal— dijo Connor

—No era necesario mencionar eso— resopló Annabeth

—De hecho no lo era— dijo Rachel mirando mal a Connor

Reyna rodó los ojos

Una de ellas había sido Kelli. Más tarde, la misma empousa los había atacado en el taller de Dédalo. Annabeth la había apuñalado por la espalda y la había enviado… allí. Al Tártaro.

—No creo que le caigan muy bien— dijo Piper

—Bueno, pero pidió a Percy— señaló Thalia

—No es como que sí lo fuera a tener— comentó Annabeth

Las criaturas se marcharon arrastrando los pies y sus voces se volvieron más débiles. Annabeth se acercó sigilosamente al borde de la roca y se aventuró a echar un vistazo. Efectivamente, cinco mujeres avanzaban tambaleándose con unas piernas desiguales: la izquierda, de bronce y mecánica, y la derecha, peluda y con la pezuña hendida.

—Y luego cinco— señaló Travis

—Claro, cinco es el número perfecto para una misión de monstruos — dijo Percy

—Entre más grande el grupo, mejor— convino Leo

Su cabello estaba hecho de fuego y su piel era blanca como un hueso. La mayoría de ellas llevaban vestidos andrajosos de la antigua Grecia, menos la que iba delante, Kelli, que llevaba una blusa quemada y raída y una minifalda plisada… su conjunto de animadora.

—Claro ¿por qué no?— dijo Rachel

—Porque obviamente no podía cambiarse de ropa— señaló Connor

—No tienen tiendas de moda en el Tartaro— dijo Percy

Annabeth apretó los dientes. A lo largo de los años se había enfrentado a muchos monstruos malos, pero odiaba a las empousai más que a la mayoría de ellos. Además de sus terribles garras y colmillos, tenían la poderosa facultad de manipular la Niebla.

—Sí, caen muy mal— dijo Rachel con una mueca

—Concuerdo completamente con eso— asintió Bianca

—Bueno, estoy completamente segura que tú también les caes mal a ellas— comentó Zoé

—¿Por qué?— preguntó Will

Zoé volteó a ver a su amiga con una sonrisita burlesca. Bianca rodó los ojos

—Porque ha mordido a la misma empusa dos veces, una de niña y una antes de aquí — comentó Zoé

—¡Qué asco!— chillaron algunos

—Lo sé, pero no me dejó otra opción — dijo Bianca

Will y Nico intercambiaron una mirada, que mal que había tenido que hacerlo, pero al menos era ingeniosa

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas— asintió Will

Podían cambiar de forma y usar su capacidad de persuasión para engañar a los mortales y conseguir que bajaran la guardia. Los hombres eran especialmente susceptibles. La táctica favorita de las empousai consistía en enamorar a un hombre y luego beberse su sangre y devorar su carne. No era lo que se dice una primera cita encantadora.

—Cada quién cómo quiere que sea su primera cita— dijo Travis —yo no juzgo

—Sería una cita desastrosa, pero pues cada quién— asintió Leo

Luego como que todos se quedaron un minuto en silencio y al siguiente voltearon a ver a Luke (intentando ser discretos, lo cual no se logró). Luke se sonrojó

—Pero pues cada quién— dijo Connor

Kelli había estado a punto de matar a Percy. Había manipulado al amigo más antiguo de Annabeth, Luke, y lo había instado a cometer actos cada vez más siniestros en nombre de Cronos. Annabeth deseó con toda su alma tener su daga.

—Que Percy te preste su espada— dijo Leo

—Creo que sería más peligrosa para mí que para las empusas— dijo Annabeth

—Bueno sí, estás acostumbrada a una daga— dijo Zoë

Percy se levantó.

Se dirigen a las Puertas de la Muerte —murmuró—. ¿Sabes lo que eso significa?

—Claro que sí— suspiró Annabeth

—Que tienen que hacerse amigos de ellas— dijo Travis

—Una manera de verlo— comentó Percy

—Pero bueno, son su boleto para un viaje más directo a las Puertas de la Muerte— dijo Rachel

—Algo así— dijo Annabeth

Annabeth no quería pensar en ello, pero lamentablemente aquella terrorífica brigada de devoradoras de carne era lo más parecido a la buena suerte que iban a encontrar en el Tártaro.

Sí —dijo—. Tenemos que seguirlas.

—Por supuesto, al menos así podrán llegar a algún lado— señaló Hera

—El capítulo acabó —mencionó Atenea y miró a Annabeth por un largo rato, como si quisiera decir algo, al final de cuentas se quedó callada

—Creo que podríamos descansar hasta mañana — señaló Hestia dándoles una mirada intencionada a los dioses, para que pudieran tener un momento a solas con sus hijos

Algunos de los dioses ni siquiera le hicieron caso, y otros se removieron incómodos. Lo que pasa con ser un dios, es que llevan años de poder y orgullo, entonces empezar una plática con personas que no tenían la misma posición que ellos era un golpe directo a su ego.

Pero bueno, por algo tenía que empezar.

FELIZ NAVIDAD 3