Cuando dijeron que la lectura se iba a dejar hasta el día siguiente los chicos salieron casi de inmediato, como si la sola presencia de los dioses les incomodara —cosa que es probable—, los dioses, sin embargo se quedaron viendo como los chicos salían, sin atreverse a hacer nada. Era complicado, por milenios a ellos eran los que perseguían, a los que les suplicaban atención ya ahora ellos debían pedir esa atención a unos semidioses que realmente eran unos niños, por supuesto que fue un golpe directo a su orgullo y a su supremacía como poderes especiales, algunos ni siquiera estaban de acuerdo en que tenían que disculparse por algo, ese concepto era demasiado para ellos y algunos entendían lo que habían hecho, pero no entendían cómo empezar.
El primero en levantarse fue Poseidón —Esto es algo absurdo, yo no estoy de acuerdo con que mi hijo me odie
—Solo son unos críos— dijo Zeus —ellos no entienden las cosas como las entendemos nosotros
—¿En realidad las entendemos?— preguntó Artemisa —porque hasta donde puedo ver, ellos tienen razón
—No por eso nos vamos a rebajar ante unos mortales— replicó Ares
—Tal vez deberían hacerlo, si no es por ellos, entonces para que puedan conservar su poder— señaló Apolo
—Tal vez si todos nos pusieramos del mismo lado, nuestro lado, no necesitaríamos hacer todo esto— masculló Zeus
—Si esperas que acepte una masacre, entonces debes estar mal— masculló Afrodita
—Por favor, armaste un buen lío en la guerra de Troya y te quejas de esto— resopló Zeus
—Pero para eso estamos aquí —dijo Artemisa, ignorando la mirada sorprendida de Afrodita —esto es una locura, hemos hecho demasiadas cosas y esto llegó a su límite ¿cuánto crees que pase antes de que nos derroten? Padre, esa niña lo iba a hacer
—Técnicamente lo hizo— dijo Apolo
—Entonces debemos ocuparnos de los problemas de raíz, de esos problemas — bufó Ares
Apolo y Artemisa intercambiaron una mirada de irritación
Los ánimos seguían creciendo mientras más tiempo pasaban discutiendo
—Esto no nos va a llevar a ningún lado— dijo Atenea —tal vez lo que hicimos fue precipitado, debemos considerar otra estrategia que no involucre la muerte de los semidioses
—Dejar de ser unos idiotas me parece una buena estrategia— dijo Hades
—Esto es infantil— dijo Hera —somos dioses podemos resolver estas cosas actuando de la mejor manera
—Tus planes no son los mejores— masculló Zeus
—Espero que cuando se den cuenta de que esto está mal, no sea demasiado tarde— comentó Perséfone harta y salió de la sala seguida de su marido.
Al día siguiente los chicos tampoco desayunaron en la Sala de Trono, pero se veían un poco más animados, también estaban abrigados por el frío que hacía, varios dioses ya estaban pensando como hablar con sus hijos, nada más esperaban la oportunidad.
—Yo voy a leer— dijo Hermes—IX Leo
—Ay no, ¿por qué yo de nuevo?— se quejó Leo
—Porque no le caes bien a los libros— dijo Piper
—Y yo que quería que fuera solo de romanos— comentó Leo
—Creo que el capítulo pasado demostró que eso no será posible— señaló Thalia
Leo se pasó la noche peleándose con una Atenea de doce metros de altura.
—Cada quien pasa su noche como quiere— dijo Connor
—Aquí es un espacio seguro— asintió Travis
—Bueno saberlo— murmuró Leo
Desde que habían subido a bordo la estatua, Leo había estado obsesionado con su funcionamiento. Estaba seguro de que tenía poderes extraordinarios. Tenía que haber un interruptor secreto o un plato de presión o algo por el estilo.
—Así no funciona— dijo Atenea frunciendo el ceño
—Algo así sería muy útil— comentó Hefesto
—Pero que solo lo puedan accionar los semidioses griegos— señaló Perséfone
—No dejen que los romanos se acerquen a nuestras estatuas — bromeó Connor
—Muy tarde para eso— dijo Reyna
Se suponía que estaba durmiendo, pero no podía conciliar el sueño. Se pasaba horas arrastrándose debajo de la estatua, que ocupaba la mayor parte de la cubierta inferior. Los pies de Atenea asomaban en la enfermería, así que si querías una pastilla de ibuprofeno, tenías que pasar rozando sus dedos de marfil.
—Era un poco difícil— asintió Piper
—Una nueva aventura solo ir a la enfermería — dijo Frank
—Era una misión en sí misma— coincidió Leo
—Nunca sabías lo que podía pasar— dijo Jason
Su cuerpo recorría el pasillo de babor a lo largo, y su mano extendida sobresalía en la sala de máquinas, ofreciendo la figura de Niké de tamaño natural que reposaba en su palma como si dijera: «¡Toma, un poco de Victoria!».
—Sí se ocupaba— dijo Travis
—Y que lo digas— asintió Leo —aunque sea un poquito
—Si no es mucha molestia— dijo Piper
—Lo único que se pide— comentó Frank
El rostro sereno de Atenea ocupaba la mayor parte de las cuadras de los pegasos situadas en popa, que afortunadamente estaban vacías. Si Leo hubiera sido un caballo mágico, no habría querido vivir en una casilla observado por una descomunal diosa de la sabiduría.
—Creo que habrían tenido algunas cosas que decir— asintió Percy
—Imagínense lo que habría dicho Arión en esa situación— señaló Piper
—Definitivamente no habrían sido cosas halagadoras— comentó Percy
—No habría sido bonito— dijo Hazel
La estatua estaba encajada en el pasillo, de modo que Leo tenía que trepar por encima y deslizarse por debajo de sus extremidades, buscando palancas y botones. Una vez más, no encontró nada.
—Que mal— dijo Rachel
—Fue un poco decepcionante— dijo Leo —con un botón al menos habría quedado claro su funcionamiento
—Pero le quitas el efecto sorpresa— señaló Reyna
—Y el efecto sorpresa es muy bueno— dijo Will
Había hecho averiguaciones sobre la estatua. Sabía que estaba fabricada a partir de un armazón de madera hueco cubierto de marfil y oro, lo que explicaba por qué era tan ligera.
—Claro— asintió Jason
—Eso suena bastante inteligente— dijo Hefesto
—Que bueno que era así, de otra manera quién sabe cómo la subiríamos al barco— dijo Leo
—Ligera ligera no era— comentó Nico
—Nop— dijo Reyna
Los dioses los miraron con confusión
Se encontraba en muy buen estado, considerando que tenía más de dos mil años de antigüedad, había sido saqueada en Atenas, transportada a Roma y guardada en secreto en la cueva de una araña durante la mayor parte de los dos últimos milenios. La magia debía de haberla mantenido intacta, suponía Leo, en combinación con una factura muy buena.
—Supongo que alguien hizo un muy buen trabajo— asintió Reyna
—Eso parece— dijo Leo
—Tenía garantía de por vida— dijo Percy
—Eso lo explica— coincidió Leo
Annabeth había dicho… Bueno, él procuraba no pensar en Annabeth. Todavía se sentía culpable por su caída y la de Percy al Tártaro. Leo sabía que había sido culpa suya. Debería haber tenido a todo el mundo a salvo a bordo del Argo II antes de empezar a sujetar la estatua.
—De haberlo hecho así la estatua se habría perdido en el Tártaro— señaló Annabeth
—Y la guerra entre semidioses habría sido muy mala— concordó Percy
—De cualquier manera todos habrían salido mal parados— comentó Hermes
Leo hizo una mueca
Debería haberse dado cuenta de que el suelo de la caverna era inestable.
—El suelo inestable era algo sobre lo que ninguno podría haber hecho nada— comentó Percy
—La mejor manera fue como se hizo— dijo Annabeth
—Tampoco habría dado tiempo de pensar alguna estrategia mejor— señaló Zoë
—Todo pasa por algo— dijo Perséfone
Aun así, paseándose con cara mustia no iba a conseguir que Percy y Annabeth volvieran. Tenía que concentrarse en solucionar los problemas que pudiera solucionar.
—Exacto— asintió Annabeth
—Pues sí— murmuró Leo
—Era lo mejor— coincidió Percy
De todas formas, Annabeth había dicho que la estatua era la clave para vencer a Gaia. Podía reparar la brecha existente entre los semidioses griegos y los romanos. Leo suponía que esas palabras encerraban algo más que mero simbolismo.
—Porque si solo fuera simbólico, estaría muy mal— dijo Miranda
—Sí, definitivamente— dijo Chris
—No habría sido nada divertido de esa manera— comentó Rachel
—Claro que no— suspiró Reyna
Tal vez los ojos de Atenea disparaban rayos láser, o la serpiente que había detrás de su escudo podía escupir veneno. O tal vez la figura de Niké cobraba vida y hacía unos movimientos en plan ninja.
—Eso habría estado genial— admitió Percy
—Que Niké no te vaya a escuchar— señaló Apolo
—Pero sin duda sería bastante genial— comentó Travis
—Todos estamos de acuerdo— admitió Piper
—Bueno, pero Niké sí es capaz de hacer algunos movimientos ninja — dijo Hermes
A Leo se le ocurrían toda clase de cosas divertidas que la estatua podría hacer si él la hubiera diseñado, pero cuanto más la examinaba, más se decepcionaba. La Atenea Partenos irradiaba magia. Hasta él podía percibirla. Pero no parecía que hiciera nada aparte de lucir un aspecto imponente.
—Bueno, pues aún no está actuando— dijo Atenea un poco a la defensiva
—No ayudaba, pero atraía a un montón de enemigos— masculló Leo
—No tenía que ayudar contra los monstruos en sí misma— resopló Atenea
—Entonces tampoco debía a traerlos— replicó Leo
—Cierto— asintió Percy
El barco se escoró a un lado, realizando un movimiento brusco y evasivo. Leo reprimió el deseo de correr al timón. Jason, Piper y Frank estaban de guardia con Hazel. Ellos podían ocuparse de lo que estuviera pasando.
—Más o menos— dijo Piper
—Se hacía lo que se podía— asintió Frank
—Intentamos que todo saliera bien— comentó Jason
—La intención es lo que cuenta— coincidió Hazel
Además, Hazel había insistido en ponerse al timón para llevarlos por el paso secreto del que le había hablado la diosa de la magia. Leo esperaba que Hazel estuviera en lo cierto con respecto al largo desvío hacia el norte. No se fiaba de la tal Hécate. No entendía por qué una diosa tan inquietante decidía de repente mostrarse amable.
—Tiene un punto— dijo Chris
—Bueno, dicen que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, tal vez ella lo pensaba así— comentó Travis encogiéndose de hombros
—A lo mejor solo quería ayudar por buena voluntad— dijo Bianca
Todos los chicos se voltearon a ver como si lo consideraran y luego negaron con la cabeza
—Creo que más que buena voluntad es porque sabía que le convenía— comentó Thalia.
Claro que él no se fiaba de la magia en general. Por eso estaba teniendo tantos problemas con la Atenea Partenos. La estatua no tenía partes móviles. Hiciera lo que hiciese, al parecer funcionaba con hechicería pura… y Leo no valoraba eso. Quería que tuviera lógica, como una máquina.
—La magia también tiene lógica— dijo Calipso
—Sí la tiene— coincidió Hazel —de cierta manera y cuando la entiendes es más fácil usarla
—Pero es diferente— murmuró Leo
—Pero igual tiene su valor— señaló Calipso
Al final se cansó de pensar. Se acurrucó con una manta en la sala de máquinas y escuchó el zumbido calmante de los generadores. Buford, la mesita mecánica, estaba en el rincón en modalidad de sueño, emitiendo suaves ronquidos vaporosos: «Chhh, zzz, chhh, zzz».
—Que mona— dijo Katie
—Todos necesitamos una mesita que ronque cuando duerma— dijo Connor
—Definitivamente la necesitamos— coincidió Miranda
—Lo siento, solo hay una mesita tan especial— dijo Leo
—Envidioso— dijo Travis
A Leo le gustaba mucho su camarote, pero se sentía más seguro en el corazón del barco: en una sala llena de mecanismos que sabía controlar. Además, tal vez si pasaba más tiempo cerca de la Atenea Partenos, acabaría empapándose de sus secretos.
—Aunque no es así como funciona, lo sé— dijo Leo
—Pero no perderías nada intentándolo— señaló Piper
—Tal vez unas horas de sueño— comentó Chris
—Pero, ¿que son unas horas de sueño comparadas con el conocimiento?— preguntó Piper
—Exacto— asintió Leo
—O tú o yo, grandullona —murmuró mientras se subía la manta a la barbilla—. Al final colaborarás.
Cerró los ojos y se durmió. Lamentablemente, eso conllevaba tener sueños.
—Lamentablemente— dijo Percy
—Bueno, me gusta más el conocimiento que las pesadillas— dijo Leo
—Pero las pesadillas también te dan conocimiento— comentó Thalia
—Sí, pero del tipo de conocimiento que solo te asusta— señaló Percy
Corría como alma que lleva el diablo por el viejo taller de su madre, el mismo en el que ella había muerto a causa de un incendio cuando Leo tenía ocho años.
Leo hizo una mueca, Calipso le tomó y apretó suavemente la mano
No estaba seguro de qué lo perseguía, pero percibía que se estaba acercando rápido: algo grande, oscuro y lleno de odio.
—Genial, ese sueño— se quejó Leo
—Es horrible cuando te persiguen en los sueños— dijo Percy
—Definitivamente son el peor tipo— coincidió Piper
—Creo que todos estamos de acuerdo— dijo Annabeth
Tropezó contra los bancos de trabajo, volcó cajas de herramientas y trastabilló con cables eléctricos. Vio la salida y corrió hacia ella, pero una figura apareció delante de él: una mujer con una túnica de tierra seca que se arremolinaba a su alrededor y el rostro cubierto por un velo de polvo.
—Claro que sí— dijo Piper
—De los mejores sueños que puedes tener— masculló Percy
—Increíbles— dijo Reyna con sarcasmo
—Se llevaron la gloria de los sueños— dijo Leo
¿Qué haces, pequeño héroe?, preguntó Gaia. Quédate a conocer a mi hijo favorito. Leo giró a la izquierda a toda velocidad, pero la risa de la diosa de la tierra le siguió. La noche que tu madre murió te lo advertí. Te dije que las Moiras no me permitían matarte entonces. Pero ahora has elegido tu camino. Tu muerte está cerca, Leo Valdez.
Los chicos del Argo II hicieron una mueca
—Bueno, eso nunca suena bien— dijo Apolo
—Definitivamente no, pero llegó aquí así que es una buena noticia —comentó Hefesto
Leo lo miró con el ceño fruncido
Chocó contra una mesa de dibujo: el viejo puesto de trabajo de su madre. La pared de detrás estaba decorada con dibujos pintados con lápices de colores por Leo. Sollozó desesperado y se volvió, pero la criatura que lo perseguía se interponía en su camino: un ser colosal envuelto en sombras,
—De acuerdo, eso da miedo— dijo Katie
—Sí, fue bastante horrible— asintió Leo
—Porque no era suficiente con verla a ella— señaló Jason
—Claro que no, debía llevar a su amigo— dijo Leo
—Grupo unido— dijo Piper
con una figura vagamente humanoide y una cabeza que casi rozaba el techo seis metros por encima. Las manos de Leo estallaron en llamas. Disparó al gigante, pero la oscuridad apagó el fuego.
—No hay nada más aterrador que la oscuridad desapareciendo la luz— dijo Travis
—Estoy completamente de acuerdo— dijo Leo
—Definitivamente — concordó Percy
—Y más con ese gigante — masculló Leo
Leo alargó la mano hacia su cinturón portaherramientas. Los bolsillos estaban cosidos. Intentó hablar —decir algo que le salvara la vida—, pero no podía emitir ningún sonido, como si se hubiera quedado sin aire en los pulmones.
—Que horror de pesadilla— dijo Piper
—Ya sé, fue bastante horrible— dijo Leo
—Y supongo que con su suerte, solamente te están presentando a alguien con quien tendrán que pelear después — comentó Luke
—Respuesta correcta— dijo Leo
Hefesto hizo una mueca, no le gustaba como sonaba eso y más con lo que había dicho Gaia de que la muerte de Leo se acercaba, definitivamente no era una buena noticia
Mi hijo no permitirá que se encienda ningún fuego esta noche, dijo Gaia desde las profundidades del almacén. Él es el vacío que consume toda magia, el frío que consume todo fuego, el silencio que consume toda palabra. Leo quería gritar: «¡Y yo soy el tío que se ha quedado a dos velas!».
—Habría estado genial que lo pudiera hacer— dijo Leo
—Le habría dado un toque al sueño— dijo Travis
—Todo muy increíble— asintió Leo
Le fallaba la voz, de modo que usó los pies. Echó a correr hacia la derecha, se agachó por debajo de las manos del tenebroso gigante y cruzó la puerta más cercana.
—En los sueños nunca confíes en las puertas— dijo Percy
—Concuerdo con eso— asintió Thalia
—Debería ser como una regla— coincidió Annabeth
—Las puertas en los sueños casi nunca traen buenas noticias— dijo Leo
De repente se halló en el Campamento Mestizo, solo que el campamento estaba en ruinas. Las cabañas habían quedado reducidas a cáscaras chamuscadas. El pabellón comedor se había desmoronado en un montón de escombros blancos, y la Casa Grande ardía en llamas, con las ventanas resplandeciendo como unos ojos diabólicos.
Demasiado cerca de los chicos, sus expresiones se ensombrecieron, pues para algunos fueron años después que el campamento quedó destruido, pero aún así era triste saber lo que pasaría, a lo mejor era cierto y de una u otra forma el destino siempre había sido el mismo.
Por su parte, los dioses sabían que con una sola plática no iban a arreglar mucho, esperaba que tuvieran el suficiente tiempo incluso para que los dioses más orgullosos se dieran cuenta de que lo que hicieron estuvo mal.
Leo siguió corriendo, convencido de que la sombra del gigante todavía estaba detrás de él.
Serpenteó alrededor de los cuerpos de semidioses griegos y romanos. Quería comprobar si estaban vivos. Quería ayudarlos. Pero sabía que se le estaba acabando el tiempo.
Todos los chicos hicieron una mueca
—Definitivamente fue una puerta mala— dijo Miranda
—Sip, pero lamentablemente no había otra opción— comentó Leo
—Lamentablemente— dijo Jason
Corrió hacia las únicas personas vivas que vio: un grupo de romanos en una cancha de voleibol. Dos centuriones estaban apoyados despreocupadamente sobre sus jabalinas charlando con un chico rubio alto y delgado que vestía una toga morada.
—Y ahora más que nunca se convirtió en una pesadilla— dijo Percy
—La peor parte de la pesadilla— asintió Leo
—Nos podemos imaginar— dijo Piper
—Te compadecemos— comentó Travis
Leo se tropezó. Era el friki de Octavio, el augur del Campamento Júpiter, quien siempre estaba clamando por la guerra. Octavio giró la cara para mirarlo, pero parecía estar en trance. Tenía las facciones flácidas y los ojos cerrados.
—Qué horror— dijo Miranda
—Porque no era suficiente con verlo a él— dijo Connor
—Y ver todo lo demás— señaló Chris
—Tenía que haber la cereza en el pastel— dijo Percy
Cuando habló, lo hizo con la voz de Gaia: No hay forma de impedirlo. Los romanos se dirigen al este de Nueva York. Avanzan contra tu campamento, y nada puede detenerlos.
Leo estuvo tentado de dar un puñetazo en la cara al chico.
—Fue bastante tentador— dijo Leo
—Y habría estado bien si no te estuvieran persiguiendo— señaló Travis
—Exacto, eso era un detalle por lo cual no se pudo llevar a cabo— coincidió Leo
En cambio, siguió corriendo. Escaló la colina mestiza. En la cima, un rayo había hecho astillas el pino gigante.
Thalia hizo una mueca
Se detuvo vacilante. La parte trasera de la colina había sido cortada. Más allá, el mundo entero había desaparecido. Leo no vio más que nubes mucho más abajo: una ondulada alfombra plateada bajo el cielo oscuro.
—Vaya que esa pesadilla estuvo pesada— dijo Chris
—No acababa un susto cuando empezaba el otro— dijo Leo
—Como siempre— asintió Percy
—Es de esperarse— comentó Thalia
—¿Y bien? —dijo una voz áspera. Leo se sobresaltó.
En el pino hecho astillas, una mujer se encontraba arrodillada ante la entrada de una cueva que se había abierto entre las raíces del árbol. La mujer no era Gaia. Parecía más bien una Atenea Partenos viviente,
Todos los chicos lo miraron con confusión
—Sí, esa misma expresión debí de poner yo en mi sueño — comentó Leo
—Lo que es completamente comprensible — dijo Percy
—Ojalá y sea de ayuda — señaló Luke
—Pues no mucho — dijo Leo
con la misma túnica dorada y los mismos brazos de marfil. Cuando se puso en pie, Leo estuvo a punto de despeñarse por el borde del mundo. Tenía un rostro de una belleza regia, con unos pómulos altos, unos grandes ojos oscuros y un cabello de color regaliz con trenzas recogido en un peinado griego muy elaborado,
—No estoy muy seguro, pero creo que no es Atenea— dijo Hermes
—Pues sea quien sea más valle que ayude y no que de más problemas— comentó Clarisse
—Eso era todo lo que se pedía— dijo Leo
—Pero así no es como funciona— dijo Piper
decorado con una espiral de esmeraldas y diamantes que hizo pensar a Leo en un árbol de Navidad. Su expresión irradiaba odio puro. Sus labios se fruncieron. Su nariz se arrugó.
—El hijo del dios calderero —dijo con desdén—. No representas ninguna amenaza, pero supongo que mi venganza debe empezar por alguna parte. Elige.
—Gracias— masculló Leo
Hefesto hizo una mueca
—Al menos te dio a elegir— señaló Connor
—Que amable fue— dijo Leo
—Nunca vas a encontrar tanta amabilidad— coincidió Rachel
Leo trató de hablar, pero estaba paralizado por el pánico. Entre la reina del odio y el gigante que lo perseguía, no tenía la más remota idea de qué hacer.
—Llegará dentro de poco —le avisó la mujer—. Mi oscuro amigo no te dará el lujo de elegir. ¡El acantilado o la cueva, muchacho!
—Sin presiones— dijo Piper
—La verdad es que no podría elegir, ambas suenan como increíbles opciones— señaló Leo
—Claro, como el tipo de oportunidad que no puedes dejar pasar— dijo Rachel
—Por supuesto— coincidió Leo
De repente Leo entendió lo que quería decir. Estaba acorralado. Podía saltar por el acantilado, pero era un suicidio. Aunque hubiera tierra debajo de las nubes, moriría en la caída, o tal vez seguiría cayendo eternamente.
—Lo cual no sería divertido— dijo Percy
—Estoy muy seguro de que no lo sería— dijo Leo
—Mejor alejarte de esa parte del sueño— comentó Miranda
—Era lo que más quería —asintió Leo
Pero la cueva… Se quedó mirando el oscuro agujero entre las raíces del árbol. Olía a podredumbre y a muerte. Oyó cuerpos arrastrándose dentro y voces susurrando entre las sombras.
—Y eso tampoco era divertido— dijo Connor
—No suena bien ninguna de las dos opciones— murmuró Chris
—Lo bueno es que solo es un sueño— comentó Bianca
—Algo así— dijo Leo
La cueva era el hogar de los muertos. Si iba allí abajo, no volvería jamás.
—Sí —dijo la mujer. Llevaba alrededor del cuello un extraño colgante de bronce y esmeraldas, como un laberinto circular. Había tal ira en sus ojos que Leo entendió al fin por qué «furioso» era un sinónimo de «loco».
—¿Son sinónimos?— preguntó Travis
—Algunos lo utilizan como tal— asintió Jason
—Pero muchas veces sí se diferencían— comentó Rachel
—Supongo que son sinónimos dependiendo a quién le preguntes— señaló Thalia
Esa mujer se había vuelto loca de odio—. La Casa de Hades espera. Tú serás el primer roedor insignificante que muera en mi laberinto. Solo tienes una posibilidad de escapar, Leo Valdez. Aprovéchala.
—Que amable— resopló Percy
—Ese tipo de cosas no se desaprovecha— dijo Leo
—Para nada— dijo Percy
Señaló el acantilado.
—Está como una cabra —logró decir.
Fue un comentario desacertado. Ella le agarró la muñeca.
—Tal vez debería matarte ahora, antes de que llegue mi oscuro amigo.
—Gracias, pero no gracias— dijo Leo
—Pero es un sueño— dijo Bianca
—Sí, esa no es suficiente garantía— comentó Leo
—Vaya— murmuró Will
Unos pasos sacudieron la ladera. El gigante se acercaba envuelto en sombras, enorme, pesado y decidido a matar.
—¿Has oído hablar de la gente que muere en sueños, muchacho? —preguntó la mujer—. ¡A manos de una hechicera es posible!
—Así que aquí es donde aprendiste que se puede morir en un sueño— dijo Connor
—Que bien que nos advertiste desde los primeros libros— dijo Chris
—Bueno, yo no sabía que eso podía ser posible— murmuró Charles
—Así que ahora cada vez que sueñe algo tengo que estar al pendiente de que no esté con una hechicera— dijo Bianca —fácil
—No solo te estresas despierto, sino también dormido— señaló Thalia
El brazo de Leo empezó a echar humo. La mano de la mujer resultaba ácida al tacto. Trató de liberarse, pero ella lo agarraba con puño de acero. Abrió la boca para gritar. La inmensa figura del gigante surgió por encima de él, oscurecida por capas de humo negro.
—Qué horror— dijo Katie
—Fue bastante espeluznante— asintió Leo
—Y más que te dijeron que podías morir en sueños— dijo Piper
—Fue como la cereza del pastel— comentó Jason
El gigante levantó el puño, y una voz atravesó el sueño.
—¡Leo! —Jason le estaba sacudiendo el hombro—. Eh, tío, ¿qué haces abrazando a Niké?
—Bueno, el plan no era ese— dijo Leo
—Aquí no se juzga la forma en que la gente duerme— dijo Piper
—Cada quién duerme abrazando a quien quiera— comentó Connor
—O lo que quiera— asintió Thalia
Leo abrió los ojos parpadeando. Sus brazos rodeaban la estatua de tamaño humano posada en la mano de Atenea. Debía de haber estado revolviéndose dormido. Estaba aferrado a la diosa de la victoria como solía aferrarse a su almohada cuando tenía pesadillas de niño. (Eso le hacía pasar mucho corte en los hogares de acogida).
Leo hizo una mueca
—Bueno, cada quien tiene su métodos de superar las pesadillas— dijo Percy
—Tengo que decirles que abrazar la almohada es más cómodo que abrazar a Niké— comentó Leo
—Nos lo imaginábamos— dijo Percy
Se desenredó y se incorporó, frotándose la cara.
—Nada —murmuró—. Solo estábamos abrazados. ¿Qué pasa?
Jason no se burló de él. Esa era una de las cosas que Leo valoraba de su amigo.
—¿Por qué me burlaría?— preguntó Jason
—¿Porque estaba abrazando a Niké?— señaló Leo
Jason se encogió de hombros —Todos tenemos nuestros métodos de afrontamiento y todos hemos abrazado algo después de las pesadillas
—Definitivamente— dijo Percy
Los demás chicos también asintieron de acuerdo
Los ojos de color azul claro de Jason lucían una mirada penetrante y seria. La pequeña cicatriz de su boca se contrajo como hacía siempre que tenía que dar malas noticias.
—Hemos atravesado las montañas —dijo—. Casi hemos llegado a Bolonia. Deberías reunirte con nosotros en el comedor. Nico tiene nueva información.
—Sí, definitivamente no suena a buenas noticias— dijo Rachel
—Una reunión en el comedor siempre es algo que temer — bromeó Percy
—Y que digan que alguien tiene noticias, también — señaló Leo
—Es algo que está comprobado— asintió Piper
X Leo
Leo había diseñado las paredes del comedor para que mostraran escenas del Campamento Mestizo que transcurrían en tiempo real. Al principio le había parecido una idea fabulosa, pero ya no estaba tan seguro.
—A veces las ideas buenas no son tan buenas— dijo Leo
—Sí fue una buena idea, pero ninguno pensó que iba a ser tan nostálgico— comentó Annabeth
—Esperábamos como la nostalgia normal, no la super nostalgia— asintió Piper
—Exacto— dijo Jason
Las escenas de su hogar —las canciones interpretadas en grupo delante de fogatas, las cenas en el pabellón, los partidos de voleibol delante de la Casa Grande— parecían entristecer a sus amigos. Cuanto más se alejaban de Long Island, peor se volvía.
—Aunque usar algo así como espionaje, sería genial— comentó Connor
—Deberías vender kits de espionaje— señaló Travis
—La verdad es que suena como una buena idea— asintió Leo
—No sé, puede ser usado para el mal— argumentó Miranda
—Que le ponga modo autodestrucción si se usa para el mal— dijo Connor
Las zonas horarias seguían cambiando, lo que hacía que Leo notara la distancia cada vez que miraba las paredes. En Italia acababa de salir el sol. En el Campamento Mestizo era plena noche. Las antorchas chisporroteaban en las puertas de las cabañas.
—Que bonito— dijo Katie
—El campamento se ve bastante lindo de noche— coincidió Leo
—Y bastante tranquilo— asintió Percy
La luz de la luna relucía sobre las olas del estrecho de Long Island. La playa estaba llena de huellas, como si una gran multitud se acabara de marchar. Leo se percató sobresaltado de que el día anterior —la noche anterior, lo que fuera— había sido 4 de julio.
—Ah, eso lo explica— dijo Travis
—Fue un 4 de julio un poco raro— comentó Chris
—Poquito— asintió Connor
No habían asistido a la fiesta anual del Campamento Mestizo en la playa, con increíbles fuegos artificiales preparados por los hermanos de Leo de la cabaña nueve. Decidió no mencionar ese detalle al resto de la tripulación, pero esperaba que sus amigos del campamento hubieran celebrado una buena fiesta. Ellos también necesitaban algo que les ayudara a levantar el ánimo.
—Pues algo así— dijo Miranda
—Claro que siempre la cabaña 9 arma muy buenos fuegos artificiales— dijo Katie
—Me gustan sus fuegos artificiales— asintió Tyson encantado
—Es que tienes buen gusto— dijo Leo
Recordó las imágenes que había visto en el sueño: el campamento en ruinas, sembrado de cadáveres; Octavio en la cancha de voleibol, hablando despreocupadamente con la voz de Gaia.
Se quedó mirando sus huevos y su beicon. Ojalá hubiera podido apagar los vídeos de la pared.
—No sé cómo no se me ocurrió un botón de apagado— comentó Leo
—Porque no pensaste que fuera a ser necesario— señaló Calipso —como decían, no esperaban tanta nostalgia
—Además las pantallas también nos servían para otras cosas— comentó Jason
—Y vaya que lo hicieron— dijo Piper
—Bueno —dijo Jason—, ahora que estamos aquí…
Estaba sentado a la cabecera de la mesa, más bien por omisión. Desde que habían perdido a Annabeth, Jason había hecho todo lo posible por comportarse como el líder del grupo. Al haber sido pretor en el Campamento Júpiter, probablemente estaba acostumbrado a hacerlo, pero Leo notaba que su amigo se encontraba tenso.
Jason hizo una mueca
—Probablemente habrías sido un reto agradable para alguna persona experta en masajes— señaló Leo
—O lo habrías echo llorar por tanto estrés— comentó Percy
—Eso también— asintió Leo
Tenía los ojos más hundidos que de costumbre. Su cabello rubio estaba revuelto, algo inusual en él, como si se hubiera olvidado de peinárselo.
—Es que sí se me olvidó— murmuró Jason
—Bueno, la verdad es bastante común que a alguien se le olvide peinarse— asintió Rachel
—Cosas que siempre pasan— dijo Katie
—Nada que un poco de saliva no resuelva— bromeó Connor
Leo miró a los demás sentados alrededor de la mesa. Hazel también estaba ojerosa, claro que ella había estado toda la noche levantada pilotando el barco a través de las montañas. Llevaba su cabello color canela rizado recogido con un pañuelo, lo que le daba un aire de soldado de comando que a Leo le puso bastante… y que enseguida le hizo sentirse culpable.
—Aquí vamos de nuevo— dijo Travis negando con la cabeza
—Es que estos libros no respetan la privacidad — se quejó Leo
—Es que debes controlar tus pensamientos— señaló Connor riendo
—Bueno, es que nunca pensé que mis propios pensamientos pudieran ser usados en mi contra por otras personas— masculló Leo
—Ahora lo sabes— agregó Thalia amablemente
A su lado estaba sentado su novio Frank Zhang, vestido con unos pantalones de chándal negros y una camiseta turística de Roma en la que ponía CIAO! (¿Se podía considerar una palabra?).
—Claro que se considera una palabra— dijo Nico rodando los ojos
—Es que tiene muy poquitas letras— se defendió Leo
—Igual que la palabra "bye", hasta tiene una menos —señaló Bianca
—Bueno, está bien. Tienen un punto— resopló Leo
Llevaba su vieja insignia de centurión prendida en su camiseta, a pesar de que los semidioses del Argo II eran entonces los enemigos públicos del número 1 al 7 en el Campamento Júpiter. Su expresión adusta acentuaba su parecido con un luchador de sumo.
Frank hizo una mueca
—Quiero decirles que cuando hice esas descripciones, era otra persona— dijo Leo
—No fue hace tanto, eh— bromeó Piper
—Una persona puede cambiar de un día para otro— señaló Leo
—Eso es cierto— dijo Chris
Luego estaba el hermanastro de Hazel, Nico di Angelo. A Leo ese chico le daba muy mal rollete. Estaba recostado con su cazadora de aviador de cuero, su camiseta de manga corta negra y sus vaqueros negros, aquel horrible anillo de plata con una calavera en el dedo y la espada estigia a su lado.
—Como dije, era otra persona— señaló Leo
—¿Qué pasa? ¿Le tienes miedo a Nico?— preguntó Will riendo
—Sí— dijo Leo
Los mechones de pelo moreno le sobresalían rizados como alas de cría de murciélago.
Algunos soltaron una risita
—Eso no es un insulto, solo es una descripción muy precisa— comentó Leo sonriendo de manera inocente
—Los murciélagos son lindos— asintió Will
—Son como ratas voladoras— dijo Connor con una mueca
—Ratas voladoras bonitas— señaló Will
—Por supuesto que dirías algo así— dijo Thalia rodando los ojos
Tenía unos ojos tristes y algo vacíos, como si hubiera contemplado las profundidades del Tártaro… cosa que en efecto había hecho.
—Lo siento— dijo Leo
Nico se encogió de hombros. Will lo tomó de la mano
El único semidiós ausente era Piper, a la que le había tocado estar al timón con el entrenador Hedge, el sátiro que los acompañaba. Leo deseó que Piper estuviera allí. Ella tenía un don para calmar los ánimos con la capacidad de persuasión que había heredado de Afrodita.
—Se quejan cuando los embrujo y cuando no los embrujo— comentó Piper
—Nadie los entiende— dijo Miranda negando con la cabeza
—Que mal que la gente sea así— dijo Zoé
—Ya no sé que debo hacer— señaló Piper
—Dioses, que dramática— dijo Leo riendo
Después de los sueños que había tenido la noche anterior, a Leo no le habría ido mal un poco de calma. Por otra parte, seguramente era bueno que ella estuviera en cubierta acompañando a su acompañante. Ahora que estaban en las tierras antiguas, tenían que estar continuamente en guardia.
—Y que lo digas— murmuró Hazel
—Fue una aventura bastante extrema— dijo Leo
—Te descuidabas un segundo y aparecían 30 monstruos— comentó Jason
—O unos enanos— masculló Leo
A Leo le daba miedo dejar que el entrenador Hedge pilotara solo. El sátiro disparaba a la mínima, y el timón tenía un montón de botones brillantes y peligrosos que podían hacer estallar los pintorescos pueblos italianos de abajo.
—Y no los queríamos de enemigos— dijo Piper
—Suficiente con todos los enemigos que ya teníamos— dijo Hazel
—Sí, creo que esa lista ya no debía de crecer— señaló Leo
Leo había desconectado hasta tal punto que no se había dado cuenta de que Jason seguía hablando.
—… la Casa de Hades —estaba diciendo—. ¿Nico?
—Genial, nos dejaste sin la mitad de la información— se quejó Travis
—Lo siento, me distraje— comentó Leo encogiéndose de hombros
—Tienes que poner más atención para la próxima— dijo Piper
—Lo intentaré— convino Leo
Nico se inclinó hacia delante.
—Anoche estuve en contacto con los muertos.
Soltó esa frase como quien dice que ha recibido un mensaje de texto de un colega.
—No es algo muy diferente— dijo Nico
—Tiene un punto— comentó Connor
—Técnicamente podría ser lo mismo— admitió Will
—Colegas muertos, pero lo mismo— asintió Apolo
—He descubierto más cosas sobre a lo que nos enfrentamos —continuó Nico—. Antiguamente, la Casa de Hades era un lugar importante para los peregrinos griegos. Iban allí a hablar con los muertos y honrar a sus antepasados.
—Bueno, eso no suena mal— dijo Travis
—Suenan como personas super respetuosas— dijo Miranda
—Y lo trataban con el respeto que se merecía— asintió Quirón
Leo frunció el entrecejo.
—Se parece al día de los muertos. Mi tía Rosa se tomaba esas cosas en serio.
—Son cosas importantes— dijo Nico
—Aunque mucha veces no se les toma la debida importancia— comentó Hazel
—La muerte es tan importante como la vida— coincidió Bianca
Recordó que ella lo llevaba a rastras al cementerio de su barrio en Houston, donde limpiaban las lápidas de sus familiares y dejaban limonada, galletas y caléndulas frescas a modo de ofrenda. La tía Rosa obligaba a Leo a quedarse a comer, como si alternar con los muertos fuera bueno para su apetito.
—Bueno, mientras no se te aparezcan, yo creo que está bien— dijo Miranda
—Aunque se te aparezcan, si les muestras respeto no tiene por qué hacerte nada— comentó Bianca
—Yo la verdad sí prefiero que no se me aparezcan— comentó Connor —no es nada contra ellos, pero no creo que nos llevemos bien
Frank gruñó.
—Los chinos también tienen una costumbre parecida: adoran a los antepasados y limpian las tumbas en primavera —lanzó una mirada a Leo—. Tu tía Rosa se habría llevado bien con mi abuela.
—En cualquier cultura siempre se debe de honrar a los muertos— dijo Hades
—Aunque mucha gente les teme— masculló Nico
—Tal vez es porque no estamos tan familiarizados con ellos— comentó Rachel
Leo visualizó una horripilante imagen de su tía Rosa y una vieja china con atuendo de luchador zurrándose la una a la otra con unas porras con pinchos.
—Oye— se quejó Frank —pero sí podría tener una porra con pinchos
—Mi tía también— asintió Leo —así que no es una teoría muy descabellada
—Bueno, eso no es peor que la parte divina de la familia— murmuró Travis
Hermes hizo una mueca
—Sí —dijo Leo—. Seguro que se habrían hecho amigas del alma.
Nico se aclaró la garganta. —Muchas culturas tienen tradiciones de temporada para honrar a los muertos, pero la Casa de Hades estaba abierta todo el año. Los peregrinos podían hablar con los muertos.
—Sigo sin ver por qué se supone que da tanto miedo— dijo Miranda
—Porque todavía no llegamos a la parte del miedo— señaló Piper
—Exacto, la parte del miedo viene más adelante— coincidió Jasón
—Primero es ponernos en contexto— dijo Leo
En griego se llama Necromanteion, el Oráculo de los Muertos. Había que abrirse paso por distintos niveles de túneles, dejar ofrendas y beber pociones especiales…
—Pociones especiales —murmuró Leo—. Qué ricas.
—Eso de pociones especiales suena raro— dijo Katie
—Y creeme, lo es— dijo Leo
—Bueno, tampoco fueron tan malas— señaló Jason
Leo y Piper lo miraron como si estuviera loco, incluso Nico se veía un poco desconcertado
Jason le lanzó una mirada en plan: «Basta ya, colega».
—Continúa, Nico.
—Los peregrinos creían que cada nivel del templo te acercaba más al inframundo, hasta que los muertos aparecían ante ti.
—Y ahí es donde ya no estoy de acuerdo— dijo Miranda
—¿Que te acerquen al Inframundo?— preguntó Rachel
—Sí— admitió Miranda
—Pero vas a consultarlos, tienes que estar lo más cerca de ellos que puedas — señaló Nico
Si estaban contentos con tus ofrendas, respondían a tus preguntas y puede que incluso te adivinaran el futuro.
Frank dio unos golpecitos en su taza de chocolate caliente.
—¿Y si no estaban contentos?
—La pregunta del millón— dijo Thalia
—El problema sería que no estén contentos— asintió Percy
—Es un todo o nada— dijo Chris
—Básicamente— convino Nico
—Algunos peregrinos no encontraban nada —dijo Nico—. Otros se volvían locos o morían después de salir del templo. Otros se perdían en los túneles y nadie los volvía a ver.
—Lo importante —dijo Jason rápidamente— es que Nico ha descubierto una información que podría sernos útil.
—¿Cómo hacer que los muertos estén contentos?— preguntó Zoé
—No tanto así— dijo Nico —eso sería un poco más difícil
—Habría sido interesante ver un ritual o algo así para contentar a los muertos— comentó Leo
—O no— murmuró Piper
—Sí —Nico no parecía muy entusiasmado—. El fantasma con el que hablé anoche… era un antiguo sacerdote de Hécate. Me confirmó lo que la diosa le dijo a Hazel ayer en la encrucijada. En la primera guerra contra los gigantes, Hécate luchó por los dioses. Mató a uno de los gigantes: uno que había sido concebido como el reverso de Hécate. Una criatura llamada Clitio.
—Nuestro querido amigo— dijo Leo
—Una increíble criatura— masculló Hazel
—Definitivamente, ninguno como él— dijo Leo
—Se ve que le tienen apreció— señaló Connor
—Un tío oscuro —aventuró Leo—. Rodeado de sombras.
Hazel se volvió hacia él, entornando sus ojos dorados. —¿Cómo sabes eso, Leo?
—He tenido un sueño.
—Esa frase podría servir para ahorrarte muchas explicaciones— comentó Percy
—Una explicación perfectamente lógica— convino Thalia
—Básicamente son como nuestra fuente de información— dijo Annabeth
—Nuestra enciclopedia sueñil— señaló Percy con seriedad
A nadie le sorprendió. La mayoría de los semidioses tenían pesadillas vívidas sobre lo que ocurría en el mundo. Sus amigos prestaron atención mientras Leo les explicaba el sueño. Trató de no mirar las imágenes del Campamento Mestizo que aparecían en las paredes mientras describía el lugar en ruinas.
Los chicos hicieron una mueca
—Demasiado con el Campamento Mestizo en ruinas— murmuró Leo
—Y que lo digas— suspiró Percy
Les habló del gigante oscuro y de la extraña mujer de la colina mestiza que le había ofrecido distintas formas de morir.
Jason apartó su plato de tortitas. —Así que el gigante es Clitio. Supongo que estará esperándonos, vigilando las Puertas de la Muerte.
—Claro que sí— dijo Chris
—No se podía esperar menos— dijo Dionisio —no iba a ser tan fácil llegar
—No sería apropiado que fuera fácil— replicó Leo
Frank enrolló una tortita y empezó a masticar: no era de los que dejaban que la muerte interfiriera en un saludable desayuno.
—Hay prioridades— asintió Connor
Frank se sonrojó —Necesitábamos energía para llegar hasta allá
—Y solo tienes energía comiendo— asintió Percy —puedo comprender eso
—Claro— dijo Travis
—¿Y la mujer del sueño de Leo?
—Ese es mi problema —Hazel se pasó un diamante entre los dedos haciendo un juego de manos—. Hécate me dijo que una enemiga formidable espera en la Casa de Hades: una bruja a la que solo puedo vencer yo usando la magia.
Hazel resopló
—Pero no te presiones porque solo tú la puedes vencer— dijo Connor
—Para nada me sentía presionada— dijo Hazel —para nada
—Claro ¿por qué habrías de hacerlo?— comentó Rachel —no es como que el destino del mundo esté en tus manos
—Por supuesto que no— dijo Hazel
—¿Sabes magia? —preguntó Leo.
—Todavía no.
—Ah —trató de decir algo esperanzador,
—Una respuesta bastante elocuente— dijo Zoë rodando los ojos
—Me agarró en un mal momento para pensar respuestas— dijo Leo
—Eso es porque no te alimentas suficiente— bromeó Percy —el cerebro también necesita energía
—Pues sí, Leo— dijo Piper rodando los ojos
pero se acordó de los ojos de la mujer furiosa y de que su firme mano había hecho que su piel echara humo—. ¿Tienes idea de quién es?
Hazel negó con la cabeza.
—Solo sé que…
Miró a Nico, y entre ellos se produjo una especie de discusión silenciosa.
—¿Cómo pueden tener una discusión silenciosa?— preguntó Calipso
—Es como cosa de hermanos— dijo Connor
—Es como un lenguaje secreto que descubres— asintió Zoé
—Es que son años de práctica— asintió Miranda
—Y así puedes tener algo de privacidad—coincidió Hazel
—Nos dimos cuenta de eso— dijo Leo
A Leo le dio la impresión de que los dos habían mantenido conversaciones privadas sobre la Casa de Hades y de que no les estaban revelando todos los detalles.
—Obviamente, también es la lealtad de hermanos— dijo Travis
—Hay cosas que no se dicen fuera del círculo de hermanos— asintió Katie
—Bueno, gracias— murmuró Leo
—Así funciona esto— dijo Charles encogiéndose de hombros
—Es la más alta en la lista de lealtades— comentó Nico
Los que tenía hermanos asintieron de acuerdo
—Solo sé que no será fácil de vencer.
—Pero hay una buena noticia —dijo Nico—. El fantasma con el que hablé me explicó cómo venció Hécate a Clitio en la primera guerra. Usó sus antorchas para prender fuego a su pelo. Lo mató quemándolo. Es decir, el fuego es su debilidad.
—No le veía mucha debilidad en el sueño— comentó Miranda
—Yo tampoco— dijo Leo
—Debe ser más de una bola de fuego— señaló Clarisse
Todo el mundo miró a Leo.
—Ah —dijo él—. Vale.
—Otra respuesta muy elocuente, lo sé— admitió Leo
—Demasiado— asintió Piper
—Deberías como declamar o algo así— bromeó Travis
Jason asintió de modo alentador, como si fuera una noticia estupenda; como si esperara que Leo se acercase a una imponente masa oscura, disparase unas cuantas bolas de fuego y resolviese todos sus problemas.
—Habría estado bien eso— dijo Leo
—Y de nuevo, no sería apropiado que fuera tan fácil— señaló Percy
—Por supuesto que no— suspiró Leo —iría contra las reglas
—Y las reglas son importantes— asintió Thalia
Leo no quería decepcionarle, pero todavía podía oír la voz de Gaia: «Él es el vacío que consume toda magia, el frío que consume todo fuego, el silencio que consume toda palabra». Leo estaba seguro de que haría falta algo más que unas cuantas cerillas para prender fuego a ese gigante.
—Pero sin presiones también para ti— dijo Percy
—Claro, yo tampoco me sentía presionado— comentó Leo —para nada
—Tampoco tendrías por qué— dijo Katie
—Me alegra saberlo— dijo Leo
—Es una buena pista —insistió Jason—. Por lo menos sabemos cómo matar al gigante. Y esa hechicera… Bueno, si Hécate cree que Hazel puede vencerla, entonces yo también lo creo.
Hazel bajó la vista.
—Creo que Hazel no— dijo Connor
—Era un poco más difícil de creer para mí— murmuró Hazel
—Siempre es más difícil creer en nosotros mismos que en los demás— comentó Sally
—Ahora solo tenemos que llegar a la Casa de Hades, abrirnos paso entre las fuerzas de Gaia…
—Y de un montón de fantasmas —añadió Nico, muy serio—. Puede que los espíritus del templo no sean amistosos.
—¿Y cómo los vuelven amistosos?— preguntó Thom
—Esa es una pregunta excelente, que no sabemos cómo responder— dijo Leo
—A mí me pone de buen humor el helado— ofreció Helena
—Concuerdo completamente con ella— dijo Rachel
—Debimos probar el helado— asintió Nico
—No hay criatura malhumorada si tiene helado— coincidió Percy
—… y encontrar las Puertas de la Muerte —continuó Hazel—. Suponiendo que podamos llegar al mismo tiempo que Percy y Annabeth y rescatarlos.
Frank tragó un bocado de tortita.
—Podemos conseguirlo. Tenemos que conseguirlo.
—Alguien que tiene optimismo— dijo Thalia
—Por lo menos— dijo Connor
—Alguien tenía que ser el optimista— asintió Leo
—Es que comer bien también te sube el ánimo— señaló Miranda
—Cierto, Miranda se pone de mal humor si tiene hambre— coincidió Katie
Leo admiraba el optimismo del grandullón. Ojalá él pensara lo mismo.
—Entonces, con el desvío, calculo que tardaremos cuatro o cinco días en llegar a Epiro —dijo Leo—, suponiendo que no haya retrasos por ataques de monstruos y esas cosas.
—Simple— dijo Piper
—Lo de siempre— dijo Leo
—Obviamente eso ni pasa— señaló Jason
Jason sonrió con amargura.
—Sí. Esas cosas nunca pasan.
Leo miró a Hazel. —Hécate te dijo que Gaia planea su superjuerga para el 1 de agosto, ¿verdad? La fiesta de como se llame.
—Claro— dijo Percy
—La verdad lo único que planeó bien fue la fecha— comentó Leo
—Pero tampoco le salió bien— señaló Percy
—Pero era una buena fecha— dijo Leo
—Spes —apuntó Hazel—. La diosa de la esperanza.
Jason giró su tenedor. —En teoría, tenemos suficiente tiempo. Solo es 5 de julio. Deberíamos poder cerrar las Puertas de la Muerte, encontrar el cuartel general de los gigantes e impedir que despierten a Gaia antes del 1 de agosto.
—En teoría— dijo Reyna
—Pero uno nunca sabe— dijo Thalia
—Pues ojalá que sí les alcance el tiempo— comentó Apolo —sería muy malo si no
—En teoría —convino Hazel—. Pero me gustaría saber cómo vamos a abrirnos paso en la Casa de Hades sin volvernos locos ni morirnos.
—Exacto— dijo Thalia
—Creo que esa es una pregunta primordial— asintió Bianca
—No queremos que los muertos se enojen con ustedes— comentó Katie
Nadie propuso ninguna idea.
Frank dejó su tortita enrollada como si de repente no le supiera tan bien.
—Hoy es 5 de julio. Dioses, no lo había pensado…
—¿Y qué tiene?— preguntó Rachel
—Que se perdió las festividades del 4— dijo Travis
—Pero es canadiense— señaló Miranda
—No es por eso— murmuró Frank
—Tranqui, tío —dijo Leo—. Eres canadiense, ¿no? No esperaba que me hicieras un regalo del día de la Independencia ni nada por el estilo… a menos que quieras, claro.
—No es eso. Mi abuela siempre me decía que el siete era un número de la mala suerte.
—¿No era el 13?— preguntó Chris
—En realidad algunas personas lo utilizan como número de buena suerte— comentó Rachel
—Le dieron mucha mala fama al número 13— dijo Travis negando con la cabeza
Era un número fantasma. No le hizo gracia cuando le dije que habría siete semidioses en la misión. Y julio es el séptimo mes.
—Bueno, eso se oye mal— dijo Rachel
—No entiendo lo del número fantasma— dijo Miranda
—Más adelante lo explican— señaló Hermes
—Sí, pero… —Leo tamborileó nerviosamente con los dedos sobre la mesa. Se dio cuenta de que estaba diciendo «Te quiero» en código morse como solía hacer con su madre, y habría sido bastante embarazoso si sus amigos entendieran el código morse—. Pero solo es una casualidad, ¿no?
—Las casualidades no existen— dijo Apolo
—Suena demasiado específico para ser casualidad— asintió Artemisa
—Era tonto de mi parte pensar que podría ser una casualidad— dijo Leo
—Un poquito— comentó Travis
La expresión de Frank no lo tranquilizó.
—Antiguamente, en China, la gente llamaba al séptimo mes el «mes fantasma». Entonces el mundo de los espíritus y el mundo de los humanos estaban más cerca que nunca. Los vivos y los muertos podían ir de un lado al otro. Decidme que es una casualidad que estemos buscando las Puertas de la Muerte durante el mes fantasma.
—Bueno, definitivamente vemos que no lo es— dijo Hermes
—Y vayan a un lugar donde van a estar cerca de los muertos— dijo Bianca
—Al siete siempre se le ha asociado con lo misterioso— comentó Apolo
—Aunque ojalá eso no sea un mal augurio— dijo Zoë
Nadie dijo nada.
Leo quería pensar que una antigua creencia china no podía tener nada que ver con los romanos y los griegos. Eran cosas totalmente distintas, ¿no? Pero la existencia de Frank demostraba que las culturas estaban unidas.
—Todo está entrelazado con todo— asintió Rachel
—Es lo que estoy viendo— murmuró Leo
—Esto es una gran mezcla— comentó Chris
—Y que lo digas— murmuró Percy
La familia Zhang se remontaba a la antigua Grecia. Habían pasado por Roma y por China para acabar en Canadá. Además, Leo no paraba de pensar en su encuentro con Némesis, la diosa de la venganza, en el Great Salt Lake. Némesis lo había llamado la «séptima rueda», el miembro extraño de la misión. No se refería a «séptima» en el sentido de «fantasma», ¿verdad?
Leo hizo una mueca, bueno, tal vez Némesis sí se había referido un poco a eso, teniendo en cuenta lo de la cura del doctor y todo, aun así seguía sin gustarle que fuera la séptima rueda, gracias, pero no gracias
Jason pegó las manos a los brazos de su asiento.
—Centrémonos en las cosas de las que podemos ocuparnos. Nos estamos acercando a Bolonia. A lo mejor hallamos más respuestas cuando encontremos a esos enanos que Hécate…
—O ellos nos encuentren a nosotros— masculló Leo
Los chicos del Argo resoplaron
—Uno no diría que un enano puede dar tantos problemas— comentó Jason
—Los subestimamos— dijo Piper
El barco dio un bandazo como si hubiera chocado contra un iceberg. El plato del desayuno de Leo se deslizó a través de la mesa. Nico se cayó con la silla hacia atrás y se dio con la cabeza contra el aparador. Se desplomó en el suelo, y una docena de vasos y platos mágicos cayeron encima de él.
Nico resopló
—Esa es una manera muy rara de desayunar— bromeó Will
—Es la manera que a mí me gusta— dijo Nico
—Pues vaya que cada uno desayunaba raro— comentó Rachel
—Solo un poco— dijo Piper
—¡Nico!
Hazel corrió a ayudarle.
—¿Qué…?
Frank trató de levantarse, pero el barco cabeceó en la otra dirección. Se estrelló contra la mesa y cayó de bruces contra el plato de huevos revueltos de Leo.
—Mi desayuno— dijo Leo con tristeza
—Para que no comes rápido— dijo Piper
—Ahora te vas a quedar sin desayunar — asintió Percy
—¡Mirad!
Jason señaló las paredes. Las imágenes del Campamento Mestizo estaban parpadeando y alterándose.
—No es posible —murmuró Leo.
—Eso suena mal— dijo Miranda
—No era tan terrible, pero si fueron bastante traviesos— dijo Jason
—Yo creo que fueron demasiado terribles— se quejó Leo
—Yo también— dijo Piper
Era imposible que las paredes encantadas mostraran algo que no fueran escenas del campamento, pero de repente una enorme cara distorsionada ocupó toda la pared del lado de babor: unos dientes amarillos torcidos, una desaliñada barba pelirroja, una nariz verrugosa y dos ojos desiguales, uno mucho más grande y más alto que el otro.
—Genial, no sé si esperar o no que sea a quienes están buscando— dijo Bianca
—Cualquiera de las dos opciones es mala— dijo Jason
—No había de donde escoger— comentó Hazel
La cara parecía estar intentando devorar la sala. Las otras paredes parpadearon y mostraron imágenes de la cubierta superior. Piper estaba al timón, pero algo no iba bien. Estaba envuelta en cinta adhesiva de los hombros para abajo, y tenía la boca amordazada y las piernas atadas al tablero de control.
—Estúpidos enanos— masculló Piper —me tomaron desprevenida
—A todos— asintió Leo
—Que manera tan rara de amordazarte— comentó Annabeth
—¡Lo sé!— resopló Piper —y ni siquiera te digo las acrobacias que tuvieron que hacer para estar satisfechos con su trabajo
—Se vio que no era cómodo— asintió Frank
En el palo mayor, el entrenador Hedge también estaba atado y amordazado, mientras que una criatura de extraño aspecto —una especie de cruce entre gnomo y chimpancé con mal gusto para la vestimenta— bailaba a su alrededor, recogiendo el pelo del entrenador en pequeñas coletas con gomas de color rosa.
—Se veía monísimo— dijo Leo —no sé como no pudimos obtener una foto
—El entrenador nos odiaría— dijo Piper
—Pero descubrimos que el rosa es su color— comentó Leo
—Le quedaba bien— admitió Hazel
En la pared del lado de popa, la enorme y fea cara retrocedió de tal forma que Leo pudo ver a la criatura entera: otro chimpancé gnomo con una ropa todavía más estrambótica. El extraño ser empezó a saltar por la cubierta, metiendo cosas en un saco de arpillera: la daga de Piper, los mandos de Wii de Leo… Entonces sacó la esfera de Arquímedes del tablero de mando.
—Con las esferas no— masculló Leo
—Pueden meterse con Piper y el entrenador, pero no con las esferas— dijo Miranda riendo
—Uno entiende cuando no es tan importante como una esfera— bromeó Piper
—¿Tú puedes hacer lo que la esfera?— preguntó Connor con una carcajada
—Buen punto— dijo Piper
—¡No! —gritó Leo.
—Ahhh —dijo Nico gimiendo en el suelo.
—¡Mono! —gritó Frank.
—Cada quien sus prioridades sobre lo que grita— dijo Travis
—Aquí no criticamos gritos— dijo Piper
—Este es un lugar seguro… Más o menos— comentó Katie
—No son monos —masculló Hazel—. Creo que son enanos.
—¡Están robando mis cosas! —gritó Leo, y echó a correr hacia la escalera.
—¿Te robaron unos enanos?— preguntó Esperanza con una risita
—Oye— se quejó Leo —eran demasiado rápidos
—Con ella para que quieres enemigos— dijo Travis riendose
—Creí que esto era un lugar seguro— dijo Leo
—No para ti— señaló Miranda
—Bueno, muchas gracias — dijo Leo
—De nada— respondió Esperanza amablemente
Lo que hizo que los demás chicos soltaran una risita, luego se quedaron en silencio por un momento
—Bueno el capítulo acabó ¿Quién va a leer?— preguntó Hermes
