XI Leo

—Yo voy a leer— dijo Hefesto —Leo XI

—Genial, de nuevo yo— se quejó Leo

—Ya sabes como funciona esto— señaló Piper

—Aunque eso no hace que me guste— resopló Leo

Leo tuvo la ligera impresión de que Hazel gritaba:

¡Marchaos! ¡Yo cuidaré de Nico!

Como si Leo fuera a volverse atrás. Sí, esperaba que Di Angelo estuviera bien, pero él tenía sus propios quebraderos de cabeza.

—Pues sí, te robaron unos enanos— dijo Travis

—Sí— asintió Esperanza con una risita

—Tú tienes que estar de mi lado— dijo Leo

—Sí estoy— asintió Esperanza —pero también me da risa

—Todos concordamos con ella — dijo Piper

—Lo dice a la que la amarraron a la consola— se quejó Leo

Los demás soltaron una risita

Leo subió los escalones deprisa, dando saltos, seguido de Jason y de Frank. La situación en la cubierta era peor de lo que temía. El entrenador Hedge y Piper estaban forcejeando para soltarse de las ataduras de cinta adhesiva mientras uno de los enanos diabólicos bailaba por la cubierta, recogiendo las cosas que no estaban atadas y metiéndolas en su saco.

—Vaya que se divirtieron— masculló Leo

—Bueno, sabían lo que hacían— comentó Connor

—Sí, creo que eran bastante experimentados en ser absolutamente fastidiosos— dijo Leo

—Es bueno tener experiencia en todo tipo de cosas— bromeó Percy

Medía aproximadamente un metro veinte de estatura, todavía menos que el entrenador Hedge, y tenía unas patas arqueadas, unos pies simiescos y una ropa tan chillona que a Leo le provocó vértigo.

—Y aún así les robaron— dijo Connor

—Gracias— masculló Leo

—De nada, cuando quieras— dijo Connor

—Nunca juzgues a alguien por su ropa— señaló Rachel

—Creo que una ropa chillona sí se puede juzgar— comentó Apolo

Sus pantalones a cuadros verdes estaban prendidos con alfileres en las vueltas, y los llevaba sujetos con unos tirantes de vivo color rojo por encima de una blusa de mujer rosa y negra a rayas. Llevaba media docena de relojes de oro en cada brazo y un sombrero de vaquero con estampado de cebra de cuya ala colgaba la etiqueta del precio.

—Bastante caro, la verdad— dijo Leo

—Obvio, es un gran toque que sea caro— bromeó Travis

—Eso habla de lo grandes que son para robar— asintió Connor

—Por supuesto— dijo Leo —no sé cómo no lo vi antes

—Es que necesitas experiencia para ese tipo de cosas— señaló Travis

Su piel estaba cubierta de manchas de desaliñado pelo rojo, aunque el noventa por ciento de su vello corporal parecía concentrado en sus espléndidas cejas.

—A cualquiera le habrían dado envidia esas cejas— dijo Leo

—Claro, cualquier criatura siempre luce mejor con cejas— señaló Percy

—Obviamente, da estilo y personalidad— dijo Travis

—Por supuesto que sí— dijo Piper

Leo estaba pensando dónde se encontraba el otro enano cuando oyó un chasquido detrás de él y se dio cuenta de que había metido a sus amigos en una trampa.

¡Agachaos!

—Más vale tarde que nunca— dijo Leo

—Pero se los advertiste— dijo Connor

—Hiciste lo que te correspondía —asintió Chris

—Debimos suponer que era una trampa— comentó Hazel

Cayó al suelo en el momento en el que la explosión le reventaba los tímpanos. «Nota para el menda —pensó Leo aturdido—. No dejes cajas de granadas mágicas donde los enanos puedan alcanzarlas».

—Eso es básico— bromeó Connor

—Está en todos los manuales— asintió Will

—Todos los días se aprende algo nuevo— señaló Leo

—Bueno, ese error ya no se cometerá dos veces— dijo Calipso

—Exacto— dijo Leo

Por lo menos estaba vivo. Leo había estado experimentando con toda clase de armas basadas en la esfera de Arquímedes que había rescatado en Roma. Había fabricado granadas que podían expulsar ácido, fuego, metralla o palomitas de maíz recién untadas de mantequilla. (Eh, nunca se sabía cuándo te iba a entrar hambre en la batalla).

—Claro, pausa para comer— dijo Percy

—Es necesaria— dijo Leo

—Esperen monstruos en lo que como— señaló Piper

—Pero te dolería el estómago si comes y peleas— comentó Zoé

—Todo es completamente hipotético, no es como que alguna vez hayas hecho eso durante el entrenamiento— señaló Charles

—Y vomitado después— comentó Bianca

Zoé les dio una mirada asesina —Gracias

—Con la amplia experiencia de Zoé, creo que lo mejor es quitar la pausa de la comida— comentó Leo

—Creo que sería lo mejor— asintió Percy con una mueca

A juzgar por el zumbido de sus oídos, el enano había hecho explotar una granada de detonación que Leo había llenado con un extraño frasco de música de Apolo, extracto líquido puro. No mataba, pero a Leo le dio la sensación de haberse dado un panzazo en la parte honda de una piscina.

—Bueno, fue una suerte que no les hiciera algo más— señaló Apolo

—Es cierto, una vez la cabaña 7 detonó una de esas y fue bastante horrible— dijo Miranda

—Fue un accidente— se defendió Will

—Y no matan, pero tampoco son suaves— dijo Katie

—Pero no les pasó nada— se quejó Will

Trató de levantarse. Las extremidades no le respondían. Alguien estaba tirándole de la cintura: ¿tal vez un amigo que intentaba ayudarlo a levantarse? No. Sus amigos no olían a jaula de mono embadurnada de perfume.

—Que bueno que no— dijo Hazel

—Gracias por decirlo, me preocupaba un poco eso— bromeó Piper

—Una información que es de vital importancia— comentó Leo

—Por supuesto que sí— dijo Frank

Leo consiguió darse la vuelta. Tenía la vista desenfocada y teñida de rosa, como si el mundo se hubiera sumergido en gelatina de fresa. Una grotesca cara sonriente apareció encima de él.

—No fue una vista muy agradable— dijo Leo

—Me imagino que no— dijo Percy con una mueca

—Pero aprendiste algo nuevo sobre los enanos— señaló Connor

—Tal vez como son sus orificios nasales— se quejó Leo

—Aun así es aprendizaje— comentó Annabeth

El enano con pelo marrón iba vestido todavía peor que su amigo: llevaba un bombín verde como el de un duende, anillos de diamantes que le colgaban de los dedos y una camiseta de árbitro blanca y negra. Enseñó el premio que acababa de robar —el cinturón portaherramientas de Leo— y acto seguido se marchó bailando.

—Sí, también me robaron el cinturón— murmuró Leo

—No era necesario verificarlo, nos dimos cuenta— dijo Travis riendo

—Era por si alguien estaba distraído— comentó Leo

—Que amable de tu parte— dijo Percy

Leo trató de agarrarlo, pero se le habían dormido los dedos. El enano se acercó brincando a la ballesta más cercana, que su amigo de pelo rojo estaba preparando para disparar. El enano de pelo marrón saltó sobre el proyectil como si fuera un monopatín, y su amigo lo disparó al cielo.

—Se estaban divirtiendo de lo lindo— masculló Piper

—Cuando robas siempre es divertido— dijo Connor encogiéndose de hombros

—Todos ignorenlo— dijo Chris

—Pero tiene razón— señaló Travis

—Ignoralos a los dos— comentó Katie

Pelo Rojo se acercó al entrenador Hedge dando saltos. Dio un bofetón al sátiro y se dirigió brincando a la borda. Dedicó una reverencia a Leo quitándose el sombrero con estampado de cebra y dio una voltereta hacia atrás por encima de la borda.

—Por lo menos no te dio una bofetada— comentó Percy

—Debo de ver el lado bueno— dijo Leo

—Por supuesto, siempre hay que ver las cosas del lado positivo— dijo Rachel

—Claro— dijo Miranda

Leo consiguió levantarse. Jason ya estaba en pie, tropezando y chocándose contra objetos. Frank se había transformado en un gorila adulto (Leo no estaba seguro del motivo: ¿tal vez para comunicarse con los enanos simios?), pero la granada le había dado de lleno.

Frank hizo una mueca —No era precisamente para comunicación

—La granada no fue de mucha ayuda para nosotros— comentó Piper

—Si no me dices no me doy cuenta— dijo Leo con sarcasmo

Estaba tumbado en la cubierta con la lengua fuera y los ojos de gorila en blanco.

¡Piper!

Jason se dirigió al timón tambaleándose y le quitó con cuidado la mordaza de la boca.

¡No malgastes el tiempo conmigo! —dijo—. ¡Ve a por ellos!

—¿Y cómo te vas a desatar?— preguntó Connor

—Pues cuando Nico y Frank estuvieran mejor, mi plan era esperar su valiente ayuda— dijo Piper

—Gracias— dijo Frank

—O embrujahablarlos para que me ayudaran— comentó Piper encogiéndose de hombros

Nico resopló

—Cualquiera de las dos funcionaba para mí —dijo Piper

—Por las buenas o por las malas, pero la van a ayudar —dijo Thalia

¡Mmmmmm! —farfulló el entrenador Hedge en el mástil.

Leo supuso que significaba «¡Mátalos!» Una traducción fácil de adivinar, considerando que la mayoría de las frases del entrenador contenían la palabra «matar».

—Yo también creo que significaba eso— asintió Piper

—Estamos de acuerdo— dijo Hazel

—Creo que es bastante obvio— coincidió Clarisse

—Es que no había otra cosa razonable de mencionar— señaló Percy

—Había prioridades— dijo Leo

Leo echó un vistazo al tablero de mando. La esfera de Arquímedes había desaparecido. Se llevó la mano a la cintura, donde debería haber estado su cinturón. Se le empezó a despejar la cabeza, y su indignación llegó al límite. Esos enanos habían atacado su barco y le habían robado sus más preciadas posesiones.

—Y había atacado a tus amigos— bromeó Travis

—Pero no se los llevaron— señaló Leo

—Es un punto justo— dijo Rachel

—Si no se los llevaron los enanos entonces no hay problema— coincidió Miranda

—Claramente— dijo Leo

Debajo de él se extendía la ciudad de Bolonia: un rompecabezas de edificios de tejas rojas rodeados de colinas verdes. Si Leo no encontraba a los enanos en ese laberinto de calles… No. El fracaso no era una opción. Ni iba a esperar a que sus amigos se recuperaran.

—Te entendemos, había prioridades— dijo Piper

—Por supuesto— dijo Rachel

—Cambio mi frase de antes, si no te llevaron los enanos entonces no eres prioridad— comentó Miranda

—Ustedes como sea estaban seguros en el barco— dijo Connor

—El barco no se iba a ir —asintió Esperanza

—Exacto —asintió Leo

Se volvió hacia Jason. —¿Te encuentras lo bastante bien para controlar los vientos? Necesito que me lleves.

Jason frunció el entrecejo. —Claro, pero…

Bien —dijo Leo—. Tenemos que atrapar a unos monos.

—Unos monos enanos— se corrigió Leo

—Monos enanos ladrones— dijo Frank

—Aquí no los juzgamos— dijo Connor —es espacio seguro para ellos

—Que amable— resopló Leo

Jason y Leo aterrizaron en una gran piazza bordeada de edificios gubernamentales de mármol blanco y terrazas de cafés. Las calles circundantes estaban atestadas de bicis y motos Vespa, pero en la plaza propiamente dicha no había más que palomas y unos cuantos ancianos bebiendo espresso.

—Los que beben eso no tienen alma— dijo Travis

—En realidad sabe bastante bien— dijo Nico —¿Quién no lo ha probado?

—Se sigue sosteniendo mi punto— señaló Travis

Algunos soltaron una risita y Nico le dio una mirada asesina a Travis

Ninguno de los lugareños pareció reparar en el enorme buque de guerra griego que se cernía sobre la piazza, ni en el hecho de que Jason y Leo acabaran de aterrizar: Jason empuñando una espada de oro y Leo… bueno, Leo con las manos vacías.

—Bueno, eso está bien, no queremos italianos enojados— dijo Apolo

—Si todos los italianos enojados son como Nico, definitivamente no los queremos —dijo Connor

—Nos gusta vivir— asintió Leo

—La mayoría de las veces —dijo Travis

—No sé por qué los tengo que soportar —masculló Nico

—Porque eso hacen los amigos —dijo Travis muy seriamente

¿Adónde vamos? —preguntó Jason.

Leo se lo quedó mirando.

Pues no lo sé. Déjame que saque mi GPS localizador de enanos del cinturón… ¡Un momento! No tengo GPS localizador de enanos… ¡ni cinturón!

—Primero que nada, moderame tu tono— bromeó Connor

—Yo no te voy a hacer caso si estás gritando — dijo Rachel

—Pues a Reyna le hiciste caso y también estaba gritando —señaló Leo riendo

Todos los demás soltaron una risita. Rachel se sonrojó

—Pero hay personas que tenemos prioridades —comentó Reyna

—Nos dimos cuenta —dijo Annabeth

—Toooodos nos dimos cuenta —murmuró Bianca

Vale —gruñó Jason. Echó un vistazo al barco como si quisiera orientarse y a continuación señaló al otro lado de la plaza—. Creo que la ballesta disparó al primer enano en esa dirección. Venga, vamos.

—Es mejor que dar vueltas sin saber a donde ir— comentó Will

—Al menos tienen un lugar por empezar — coincidió Percy

—Y eso es mejor que nada— dijo Thalia

—Bueno, ojalá eso sea de ayuda — dijo Chris

—Todos lo esperamos— asintió Bianca

Vadearon un lago con palomas y se metieron en una calle lateral con tiendas de ropa y heladerías. Las aceras estaban bordeadas de columnas blancas cubiertas de grafitis. Unos cuantos mendigos pedían limosna (Leo no sabía italiano, pero captó perfectamente el mensaje).

—No había mucho que adivinarle, la verdad— dijo Leo

—Creo que es como el mensaje del entrenador, se capta en cualquier momento — dijo Piper

—Son señas universales— asintió Leo

—Lo raro sería que alguien no lo entendiera— dijo Percy

—Eso definitivamente sería bastante raro— coincidió Piper

Siguió tocándose la cintura con la esperanza de que su cinturón volviera a aparecer por arte de magia, pero no fue así. Trató de no ponerse nervioso, pero había llegado a depender de ese cinturón prácticamente para todo. Se sentía como si le hubieran robado una mano.

—Deberías agregarle la opción de aparecer por arte de magia— comentó Travis

—Como la espada de Percy —dijo Chris

—No creo que Percy me quiera prestar su espada para entender cómo funciona el mecanismo —dijo Leo

—Es magia— dijo Percy encogiéndose de hombros

—En otras palabras, definitivamente no te la va a prestar— dijo Miranda

Lo encontraremos —prometió Jason.

Normalmente, Leo se habría sentido reconfortado. Jason tenía un don para mantener la sensatez en momentos de crisis, y había sacado a Leo de muchos apuros.

—Igual que tú a mí— dijo Jason

—Aunque no creo que tantos— dijo Leo

—Yo creo que han sido demasiados, así que en realidad no hay nada que discutir— comentó Jason

Sin embargo, en ese momento, Leo solo podía pensar en la estúpida galleta de la fortuna que había abierto en Roma. La diosa Némesis le había prometido ayuda y se la había prestado: el código para activar la esfera de Arquímedes.

—Estúpida galleta— dijo Leo

—Bueno, tampoco fue todo cuestión de la galleta —comentó Apolo —a veces así funciona el destino

—Estúpido destino— corrigió Leo

—Ah bueno— masculló Apolo

En su momento, a Leo no le había quedado más remedio que emplearlo para salvar a sus amigos, pero Némesis también le había advertido que su ayuda tenía un precio. Leo se preguntaba si se cobraría ese precio algún día. Percy y Annabeth ya no estaban allí. El barco se había desviado cientos de kilómetros de su rumbo y se dirigía a un desafío imposible.

—Suena mal, pero no tan mal— dijo Piper

—Tiene razón, siempre podría ser peor— señaló Percy

—Eso sí, las cosas tienden a empeorar —asintió Jason

—Así que en realidad no es taan malo— dijo Annabeth

—En una escala de cosas malas no está tan arriba— dijo Nico

—Si ustedes lo dicen— murmuró Leo

—Nos debes de creer— comentó Percy

Los amigos de Leo contaban con él para vencer a un aterrador gigante. Y ya ni siquiera tenía el cinturón portaherramientas ni la esfera de Arquímedes. Estaba tan ensimismado compadeciéndose de sí mismo que ni siquiera se dio cuenta de dónde estaban hasta que Jason le agarró el brazo.

Mira.

—Alerta de trauma— murmuró Leo

—¿Para quién?— preguntó Piper

—Para todos— dijo Leo sonrojado ahora que cierto dios estaba ahí —los menores de trece años favor de taparse los oídos

—Iba a replicar, pero la última vez que nos dieron esa advertencia sí escuché algo que prefería no— comentó Zoé

—Deben hacer caso porque puede generar un poco de trauma— asintió Leo —y tal vez Percy también te los debería tapar

—No soy menor de trece —dijo Percy

—Pero es por tu bien —replicó Leo

Percy le dio una mirada rara

Leo alzó la vista. Habían llegado a una piazza más pequeña. Sobre ellos se cernía una enorme estatua de Neptuno en cueros.

Caray.

A pesar de todas las diferencias, tanto semidioses como dioses se empezaron a reír

—Oh por los dioses—dijo Percy tapándose la cara con las manos

—Te lo dije —señaló Leo

Sally se sonrojó de tres tonos diferentes

—¡Ay no!— chilló Percy cuando vio la expresión de su mamá

Poseidón se removió incómodo y sonrojado

—Otro trauma —murmuró Zoé con una expresión horrorizada que rivalizaba con la de Percy

—Más información de la que necesitaría saber —dijo Charles

—¿Alguien sabe como lavarse la mente? — preguntó Percy

Hefesto decidió darles tranquilidad y seguir con la lectura

Leo apartó la vista. No necesitaba ver una entrepierna divina tan temprano.

—¿Hay una hora exacta para hacerlo?— preguntó Apolo

—No preguntes esas cosas enfrente de los niños— regañó Deméter

—No quiero saber por qué la pregunta —murmuró Will

—Creo que hay cosas que es mejor no saber— asintió Leo

—Esto debería ser para audiencia familiar —dijo Hermes

—Basta —murmuró Poseidón

El dios del mar se alzaba sobre una gran columna de mármol en medio de una fuente que no funcionaba (lo que resultaba un poco irónico).

—Un poco— asintió Travis

—Yo siento que es mejor que no funcione— comentó Connor

—Sí, creo que habría sido más raro con agua —dijo Leo

—Ewww —murmuró Zoé con una mueca

—Guarden los comentarios raros —dijo Apolo fingiendo estar escandalizado

—Guarden cualquier comentario sobre eso —se quejó Poseidón

A cada lado de Neptuno había sentados unos pequeños cupidos alados, como si estuvieran relajándose. Neptuno (entrepierna aparte) ladeaba la cadera como si estuviera haciendo un movimiento a lo Elvis Presley.

—No puede ser— masculló Poseidón, que si bien, sabía que era casi perfecto, escuchar la representación que le hicieron en una fuente y que alguien que conozca lo haya vista, además de la mujer con la que de hecho había tenido un hijo, era un poco vergonzoso

Tenía el tridente cogido holgadamente con la mano derecha y extendía la mano izquierda como si estuviera bendiciendo a Leo, o tal vez intentando hacerle levitar.

¿Es una pista? —preguntó Leo.

Jason arrugó la frente. —Puede que sí, puede que no.

—Gracias, eso nos los aclara— dijo Rachel

—Sí, Jason. Casi le quitas a Rachel su trabajo como Oráculo —dijo Leo rodando los ojos

—Sí, eso fue muy profundo —asintió Rachel

Hay estatuas de los dioses por toda Italia. Me sentiría mejor si nos encontráramos con Júpiter. O con Minerva. Cualquiera menos Neptuno, la verdad.

Jason se sonrojó

—En realidad es entendible —dijo Poseidón

—Pero que no nos los encontremos en paños menores —murmuró Leo

—Vamos a fingir que esto nunca pasó ¿de acuerdo? —dijo Percy

—De acuerdo —dijo Zoé

—De acuerdo —murmuró Sally y Percy le dio una mirada rara, sip, no quería pensar más en eso

Leo se metió en la fuente seca. Posó la mano sobre el pedestal de la estatua y una oleada de impresiones le recorrieron las puntas de los dedos. Percibió engranajes de bronce celestial, palancas, muelles y pistones mágicos.

—Creo que es una pista— accedió Percy

—Algo así —dijo Leo —aunque no me di cuenta de que estaba pasando

—Te diste cuenta antes que yo— señaló Jason

Es mecánica —dijo—. ¿Una puerta de la guarida secreta de los enanos?

¡Uuuh! —gritó una voz cercana—. ¿Una guarida secreta?

¡Yo quiero una guarida secreta! —gritó otra voz desde arriba.

—Yo también— coincidió Connor

—Suena como algo que todos deberíamos de tener —asintió Zoé

—Cada uno siempre necesita una guarida secreta —dijo Leo

—Es lo menos que uno se merece —asintió Piper

Jason retrocedió con la espada en ristre. Leo casi se lesionó las cervicales intentando mirar a dos sitios al mismo tiempo.

—No lo intenten en casa— dijo Leo

—Me gusta el chisme, pero también me gusta tener mi cuello intacto— comentó Katie

—Sí, creo que había que tener prioridades en casos como este —asintió Percy

—Alguien debería inventar algo para que podamos ver en dos sitios a la vez —dijo Travis

—Suena como un poco complicado —dijo Jason

El enano de pelo rojo con el sombrero de vaquero estaba sentado a unos diez metros de distancia en la mesa de café más cercana, bebiendo a sorbos un espresso con sus pies simiescos. El enano de pelo marrón con el bombín verde estaba encaramado en el pedestal de mármol a los pies de Neptuno, justo por encima de la cabeza de Leo.

—El mejor escondite es a plena vista— asintió Miranda

—Eso es muy cierto —dijo Connor

—A nadie se le ocurre buscar en algún lugar obvio —coincidió Leo

—Es que sería bastante fácil —señaló Percy

—Pero algunas veces a sí funciona —comentó Travis encogiéndose de hombros

Si tuviéramos una guarida secreta —dijo Pelo Rojo—, me gustaría tener una barra de bomberos.

¡Y un tobogán acuático! —dijo Pelo Marrón,

—Yo también quiero una así— dijo Percy

—Necesitamos una guarida secreta así, solo necesitamos encontrar donde hacer la guarida secreta —dijo Leo

—Pongámos un anuncio que diga "se busca terreno para guarida secreta"— bromeó Piper

—Esa, claramente sería una idea maravillosa— asintió Percy

que estaba sacando al azar herramientas del cinturón de Leo y lanzando llaves inglesas, martillos y grapadoras.

—No se las dejes cerca a Jason— dijo Thalia

Jason le dio una mirada ofendida a su hermana

¡Para!

Leo trató de agarrar los pies del enano, pero no llegaba a la parte superior del pedestal.

¿Eres demasiado bajo? —dijo Pelo Marrón con tono compasivo.

—Estúpido enano— masculló Leo

—No puedo creer que un enano te esté tomando el pelo— dijo Travis

—No me parece particularmente gracioso —dijo Leo con una mueca

—Pero lo es, un poco — comentó Connor

¿Me estás llamando bajo? —Leo buscó a su alrededor algo que lanzar, pero solo había palomas, y dudaba que pudiera atrapar una—. Dame mi cinturón, estúpido…

—Creo que las palomas te atacarían a ti primero— dijo Piper

—Son malas— asintió Percy

—Sí, por eso que bueno que no intenté atrapar ninguna —dijo Leo

—A veces uno toma buenas decisiones — comentó Rachel

¡Vale ya! —dijo Pelo Marrón—. Ni siquiera nos hemos presentado. Yo soy Acmón. Y mi hermano…

¡… es el guapo! —

—Me gustó su presentación— dijo Connor

—Yo sí le pongo un 10 —asintió Percy

—Sí, definitivamente yo también se lo pondría —coincidió Leo

—Es bastante buena la presentación — comentó Apolo

el enano de pelo rojo levantó su espresso. A juzgar por sus pupilas dilatadas y su sonrisa de loco, no necesitaba más cafeína en el cuerpo—. ¡Soy Pásalo! ¡Cantante! ¡Aficionado al café! ¡Ladrón de objetos brillantes!

—Ya nos dimos cuenta— dijo Katie

—Yo espero que en realidad nadie le dé cafeína —comentó Will

—Creo que no necesita en su sistema ese tipo de cosas —dijo Chris

—Imaginate como sería ese enano con exceso de cafeína —señaló Leo

—Algo que probablemente no se debería de ver —dijo Percy

¡Venga ya! —gritó su hermano Acmón—. Yo robo mucho mejor que tú.

Pásalo resopló.

¡Sueñecitos, tal vez! Sacó un cuchillo —la daga de Piper— y se puso a hurgarse los dientes con él.

—Que asco— chilló Piper

—La verdad sí fue bastante asqueroso —comentó Leo

—Y nadie me dijo para desinfectarla o algo —señaló Piper

—Lo que no sabes no te hace daño — dijo Leo

—A menos que te metas la daga a la boca — dijo Will

Piper hizo una mueca

¡Eh! —gritó Jason—. ¡Esa es la daga de mi novia!

Se abalanzó sobre Pásalo, pero el enano de pelo rojo era muy rápido. Saltó de su silla, rebotó en la cabeza de Jason, dio una voltereta y cayó al lado de Leo abrazando la cintura del chico con sus brazos peludos.

—Fue una situación rara— dijo Leo

—Se puso rara esa plática con los enanos —asintió Jason

—En todo momento fue rara —dijo Leo

—Pero más —señaló Jason

Sálvame —suplicó el enano.

¡Suelta!

Leo trató de apartarlo de un empujón, pero Pásalo dio una voltereta hacia atrás en el aire y cayó fuera de su alcance. Inmediatamente, a Leo se le cayeron los pantalones hasta las rodillas.

—Dioses— masculló Leo

—Cada quien enfrenta a los enanos como quiera —dijo Travis

—Aquí no juzgamos estrategias —comentó Connor

Se quedó mirando a Pásalo, que sonreía sujetando una pequeña tira de metal zigzagueante. De algún modo, el enano le había robado la cremallera de los pantalones.

¡Dame… la cremallera…, estúpido! —dijo Leo tartamudeando, tratando de agitar el puño y subirse los pantalones al mismo tiempo.

—No es fácil— murmuró Leo un poco avergonzado

—Siento que no cualquiera podría hacerlo — comentó Travis

—Sería complicado coordinar todo — dijo Chris

—Fue complicado— admitió Leo

Bah, no brilla lo suficiente. Pásalo tiró la cremallera.

Jason arremetió con su espada. Pásalo saltó hacia arriba y, de repente, estaba sentado en el pedestal de la estatua al lado de su hermano.

—Y la robó para nada— señaló Connor

—Me di cuenta —masculló Leo

—Ese es el peor tipo de robo —comentó Travis

—Creo que todos son malos tipos de robo —bromeó Miranda

Dime que no sé moverme —alardeó Pásalo.

Vale —dijo Acmón—. No sabes moverte.

¡Bah! —dijo Pásalo—. Dame el cinturón. Quiero verlo.

¡No! —Acmón lo apartó de un codazo—. Tú tienes el cuchillo y la bola brillante.

Sí, la bola brillante es bonita.

—Todos necesitamos una bola brillante— asintió Travis

—Estoy completamente de acuerdo en eso —dijo Leo

—Las bolas brillantes son las mejores —dijo Will

—Deberíamos venderlas también en el campamento —comentó Connor

—Pero diferente estilos de bolas brillantes —pidió Leo

Pásalo se quitó el sombrero de vaquero. Como un mago sacando un conejo, extrajo la esfera de Arquímedes y empezó a jugar con sus antiguos diales de bronce.

¡Para! —gritó Leo—. Es una máquina delicada.

—No creo que les vaya a importar eso— mencionó Hefesto

—Es que también suena como un buen juego —señaló Percy

—Lo sé, pero no lo era —se quejó Leo

—Lo que es importante para ti, no es importante para otras criaturas —comentó Thalia

Jason acudió a su lado y miró con furia a los enanos. —¿Quiénes sois, a todo esto?

¡Los Cercopes! —Acmón miró a Jason entornando los ojos—. Apuesto a que tú eres hijo de Júpiter. Siempre lo noto.

—No sé si es bueno o malo— dijo Connor

—Tampoco yo —dijo Jason

—Algo de lo que siempre va a quedar la duda — señaló Thalia —pero vamos a enfocarnos en los Cercopes

—Suena a buena idea —convino Jason

Como Trasero Negro —convino Pásalo.

¿Trasero Negro?

—¿Quién?— preguntó Katie

—Trasero negro — dijo Leo

—Yo no conozco a ningún héroe que se llame así —dijo Percy

—Pero sí lo conoces —dijo Leo —todos lo conocemos

—Lamentablemente —asintió Jason

Leo resistió el deseo de volver a abalanzarse sobre los pies de los enanos. Estaba seguro de que Pásalo iba a estropear la esfera de Arquímedes en cualquier momento.

Leo resopló

—Que enanos tan desconsiderados que no cuidan lo que roban —dijo Travis

—No deberían ser así —dijo Sammy

Sí, ya sabes —Acmón sonrió—. Hércules. Lo llamamos Trasero Negro porque solía pasearse sin ropa. Se puso tan moreno que sus posaderas, en fin…

—De acuerdo— murmuraron algunos de los chicos

Zoë se sonrojó un poco

—Gracias por la imagen mental que definitivamente no necesitaba— dijo Travis con una mueca

—Sí lo conocemos —dijo Percy con una mueca

—Es un increíble apodo —comentó Hermes

—Lo es, cuando se ponga de insoportable así lo llamaré —dijo Apolo

¡Por lo menos tiene sentido del humor! —dijo Pásalo—. Iba a matarnos cuando le robamos, pero nos soltó porque le gustaron nuestras bromas. No como vosotros dos. ¡Gruñones!

—Bueno, nos robaron— resopló Leo

—No podíamos tener mucho sentido del humor con eso —dijo Jason

—No te daban muchas ganas de bromear —coincidió Leo

—Y menos sin cremallera en los pantalones —dijo Piper

—Exacto —convino Leo

—Comprensible —asintió Percy

Eh, yo tengo sentido del humor —gruñó Leo—. Devolvedme mis cosas y os contaré un chiste con el que os troncharéis de risa.

¡Buen intento!

—Se hizo lo que se pudo— dijo Leo

—Bueno, mejor que no hacer nada —dijo Rachel

—Se tenía que hacer un pequeño esfuerzo — asintió Leo

—Lo aplaudimos —comentó Chris

Acmón sacó una llave de trinquete del cinturón y le dio vueltas como si fuera una carraca—. ¡Oh, me gusta! ¡Me la quedo! ¡Gracias, Trasero Azul!

«¿Trasero Azul?» Leo miró abajo. Se le habían vuelto a bajar los pantalones, y sus calzoncillos azules habían quedado a la vista

Leo se sonrojó

—Al menos llevabas algo que te cubriera— señaló Travis

—Exacto, podría haber sido mucho, mucho peor —dijo Connor

—Supongo que después de todo, tengo algo de suerte —comentó Leo

—Yo diría que sí —asintió Chris

¡Se acabó! —gritó—. Mis cosas. Ahora mismo. O veréis lo gracioso que es un enano en llamas.

Sus manos se encendieron.

Así se habla —Jason levantó su espada al cielo.

—Muy bien, vayan con todo— dijo Thalia

—Bueno, no fue exactamente la mejor estrategia —dijo Jason

—Era una buena estrategia, pero nos tomaron por sorpresa —señaló Leo

—Suele pasar —asintió Percy

Sobre la piazza empezaron a acumularse nubarrones. Un trueno retumbó.

¡Qué miedo! —gritó Acmón.

Sí —convino Pásalos—. Si tuviéramos una guarida secreta para escondernos…

—No los impresionaron mucho— comentó Will

—No —dijo Jason con una mueca

—Pero ¿entonces sí tienen una guarida secreta? —preguntó Esperanza

—No era muy secreta — dijo Leo —pero no era esa

Siento decirlo, pero esta estatua no es la puerta de ninguna guarida secreta — dijo Acmón—. Tiene otro uso.

A Leo se le revolvió el estómago. El fuego de sus manos se apagó y se dio cuenta de que algo no iba nada bien.

—Obviamente— dijo Piper

—Sí, eso de que tiene otro uso suena bastante mal—comentó Percy

—Fue algo malo—asintió Jason

—Un poco —dijo Leo

¡Trampa! —gritó, y se lanzó fuera de la fuente. Lamentablemente, Jason estaba demasiado ocupado invocando la tormenta.

—Genial— masculló Thalia

—Ya entendemos por qué fue malo —dijo Percy

—Me concentré en la tormenta y no en otras cosas —asintió Jason

—Bueno ¿cómo ibas a saber que era una trampa? —preguntó Thalia

—Fue demasiado rápido —coincidió Leo

Leo rodó sobre su espalda en el momento en el que cinco cuerdas doradas salieron disparadas de los dedos de la estatua de Neptuno. Una pasó rozando los pies de Leo. Las demás se dirigieron a Jason, lo rodearon como a un becerro en un rodeo y tiraron de él hasta ponerlo boca abajo.

—No me siento para nada insultado —murmuró Jason

—Perdón, pero así parecía —dijo Leo encogiéndose de hombros

—¿Por qué siempre tengo que quedar amarrado boca abajo? —preguntó Jason a nadie en particular

—No lo sé, parece como tu sello distintivo —comentó Travis

—Genial —resopló Jason

Un rayo alcanzó las puntas del tridente de Neptuno y lanzó unos arcos de electricidad que recorrieron la estatua, pero los Cercopes ya habían desaparecido.

¡Bravo! —Acmón aplaudía desde la mesa cercana de un café—. ¡Eres una piñata estupenda, hijo de Júpiter!

—No me gustó ser una piñata— dijo Jason

—Nos podemos imaginar que no fue divertido —dijo Percy

—Me siento mal por las piñatas —comentó Jason

—Pobres de ellas —dijo Piper

¡Sí! —convino Pásalo—. Hércules también nos colgó boca abajo una vez. ¡Qué dulce es la venganza!

Leo invocó una bola de fuego. Se la lanzó a Pásalo, que trataba de sujetar al mismo tiempo a dos palomas y la esfera de Arquímedes.

—Con que no deje caer la esfera— señaló Miranda

—Sería el colmo —dijo Leo

—¿Por qué siempre tiene que ser una venganza por lo que Hércules hizo? —masculló Jason

—Tu mala suerte —dijo Leo

—Porque ese tipo estaba hasta en la sopa, se ganó unos cuantos enemigos —comentó Percy

Thalia y Jason resoplaron

¡Uy!

El enano escapó de la explosión de un salto, soltó la esfera y dejó en libertad a las palomas.

¡Hora de marcharse! —concluyó Acmón.

—Yo también habría optado por esa opción— dijo Connor

—Suena sensato hacerlo—coincidió Chris

—Es lo que se esperaría después de algo así —dijo Travis

—Claro que sí —resopló Leo

Ladeó su bombín y se marchó dando brincos de mesa en mesa. Pásalo miró la esfera de Arquímedes, que había ido rodando hasta acabar entre los pies de Leo.

Leo invocó otra bola de fuego.

Ponme a prueba —gruñó.

¡Adiós!

—Mejor decir aquí corrió— asintió Travis

—Cualquiera habría hecho lo mismo —dijo Rachel

—Eso es algo que se sabe —coincidió Connor

—Hay prioridades, como conservar tu vida —dijo Piper

Pásalo dio una voltereta hacia atrás y corrió detrás de su hermano.

Leo recogió la esfera de Arquímedes y se acercó a toda prisa a Jason, que seguía colgado boca abajo, atado de cuerpo entero menos el brazo de la espada. Estaba intentando cortar las cuerdas con la hoja de oro sin suerte.

—Estúpidas cuerdas— masculló Jason

—Bueno, suena a bastante trabajo si estas colgado boca abajo —señaló Percy

—Creo que necesitaríamos entrenamiento en cortar cuerdas boca abajo —comentó Jason

—Lo bueno es que tú puedes ser el maestro — dijo Leo

Espera —dijo Leo—. A ver si encuentro el interruptor para soltarte…

¡Vete! —gruñó Jason—. Te seguiré cuando salga de aquí.

Pero…

¡No los pierdas!

—Mejor, todavía tienen sus cosas— dijo Chris

—Y necesitaban recuperarlas— asintió Calipso

—Además con mucho esfuerzo, pero se puede lograr cortar las cuerdas —dijo Thalia

—Sí, además no iba a ir a ningún lado —dijo Jason

Lo último que Leo quería era pasar tiempo a solas con los enanos simiescos, pero los Cercopes iban a desaparecer por la esquina opuesta de la piazza. Leo dejó a Jason colgado y corrió tras ellos.

—Regresará por ti— dijo Connor

—O Jason lo alcanzará allá —dijo Thalia —lo que ocurra primero

—Cualquiera de las dos parece buena opción— comentó Annabeth

XII Leo

Los enanos no se esforzaron mucho por zafarse de él, lo que despertó las sospechas de Leo. Permanecieron en el límite de su campo visual, corriendo por los tejados rojos, derribando jardineras de ventana, dando alaridos y gritos, y dejando un rastro de tornillos y clavos del cinturón de Leo como si quisieran que él los siguiera.

—Definitivamente va a ser una trampa— dijo Piper

—Estamos todos de acuerdo en eso —asintió Leo

—Creo que no podría ser más obvio —coincidió Percy

—Tal vez nada más les faltaba un cartel neón que gritara "trampa" —comentó Frank

—Pero no me habría detenido porque no hubiera podido leer el cartel —bromeó Leo

Leo trotaba detrás de ellos y soltaba juramentos cada vez que se le caían los pantalones. Dobló una esquina y vio dos antiguas torres de piedra que sobresalían en el cielo, una al lado de la otra, mucho más altas que cualquier otro edificio del barrio: ¿unas atalayas medievales?

—No tengo idea de que sea eso, pero bueno— dijo Miranda

—Pero suena poderoso —dijo Travis

—Como que no te quieres meter ahí —asintió Katie

Se inclinaban en direcciones distintas, como las palancas de cambios de un coche de carreras.

Los Cercopes escalaron la torre de la derecha. Cuando llegaron a lo alto, rodearon la parte trasera y desaparecieron. ¿Habían entrado dentro?

—Pues ni modo que entren a fuera— dijo Connor

—Pues sí, Leo ¿cómo van a entrar afuera?— preguntó Percy

—Yo tampoco creo que lo hayan hecho —dijo Piper

—Muchas gracias por sus amables conocimientos— masculló Leo

—De nada —dijeron Piper y Percy al mismo tiempo

Leo podía ver unas diminutas ventanas en lo alto cubiertas con rejas metálicas, pero dudaba que detuvieran a los enanos. Se quedó mirando durante un minuto, pero los Cercopes no volvieron a aparecer. Eso significaba que Leo tenía que subir allí y buscarlos.

Genial —murmuró.

—Claro que sí— resopló Leo

—Un poco de ejercicio durante la búsqueda —dijo Connor

—No me encantaba la idea — comentó Leo

—Pero necesitabas recuperar tu cinturón —dijo Rachel

—Solo por eso soporté el ejercicio —convino Leo

No tenía ningún colega volador que lo subiera. El barco estaba demasiado lejos para pedir ayuda. Si hubiera tenido su cinturón portaherramientas, podría haber improvisado un aparato volador con la esfera de Arquímedes, pero no era el caso.

—Pero tienes tu ingenio— señaló Hefesto

Leo lo ignoró deliberadamente —Y ver si también podía recuperar mi cremallera

—Sí, creo que eso es algo que no vas a recuperar —dijo Connor

—Pero debía intentarlo —comentó Leo

Escudriñó el vecindario, tratando de pensar. Media manzana más abajo, unas puertas de dos hojas de cristal se abrieron y una anciana salió cojeando cargada con unas bolsas de la compra.

¿Una tienda de comestibles? Hum… Leo se tocó los bolsillos. Para gran sorpresa suya, todavía le quedaban unos billetes de euro de su estancia en Roma.

—Al menos— dijo Will

—A veces la suerte está de mi lado —dijo Leo —muy a veces

—Pero es mejor algunas veces que nunca— comentó Percy

—Eso es cierto —asintió Will

Aquellos estúpidos enanos se lo habían quitado todo menos el dinero.

—Sí fueron estúpidos— dijo Travis

—El dinero no brillaba tanto como lo demás —dijo Piper

—Es que técnicamente había cosas más valiosas que el dinero —comentó Leo

—Eso sonó demasiado filosófico —señaló Percy

—A veces lo soy —dijo Leo

Corrió a la tienda lo más rápido que le permitieron sus pantalones sin cremallera. Registró los pasillos buscando cosas que pudiera utilizar. No sabía cómo se decía en italiano «Hola; por favor, ¿dónde están los productos químicos peligrosos?». Probablemente fuera mejor. No quería acabar en una cárcel italiana.

—Salve; per favore, dove sono le sostanze chimiche pericolose?— dijo Bianca —a alguien le podría servir alguna vez

—No le hagan caso a Bianca, no necesitan saber dónde están los químicos peligrosos —comentó Piper

—Pero si por algún motivo lo necesitaran entonces deberían aprenderlo —señaló Thalia

—Nunca se sabe —asintió Rachel

Afortunadamente, no necesitaba leer las etiquetas. Con solo coger un tubo de pasta de dientes sabía que contenía nitrato de potasio. Encontró carbón vegetal. Encontró azúcar y bicarbonato. En la tienda vendían cerillas, insecticida y papel de aluminio.

—Recuerden no hacer estas cosas en casa— dijo Leo

—¿En otros lados sí?— preguntó Zoé

—Sí, lejos de tu casa —asintió Leo

—En ningún lado —dijo Percy mirando mal a Leo

Prácticamente todo lo que necesitaba, junto con una cuerda para tender la ropa que podía usar como cinturón. Añadió a la cesta unos productos de comida basura para camuflar las compras más sospechosas y puso las cosas delante de la caja registradora.

—Es una buena técnica— dijo Connor

—Yo siento que sería más sospechoso así —comentó Katie

—No porque así piensan que tenías más cosas que comprar —señaló Connor

—O piensan que estas intentando ocultar algo —dijo Rachel

—Hagan equipos de tres y discutan como es la mejor manera de comprar cosas peligrosas —dijo Thalia

—Solo los mayores de doce pueden participar en el debate —argumentó Jason

La cajera lo miró con los ojos muy abiertos y le hizo unas preguntas que no entendió, pero consiguió pagar y que le diera una bolsa, y salió corriendo. Se escondió en el portal más cercano desde el que pudiera vigilar las torres.

—Siempre es necesario tener un lugar para vigilar— asintió Thalia

—Una guarida secreta —dijo Leo

—Necesitamos una de esas —asintió Percy

—Es una necesidad básica —convino Travis

—No van a tener una guarida secreta —señaló Quirón

Hubo un montón de sonidos de queja

—Pero los de la cabaña 9 tienen una —argumentó Connor

—Somos muy cool —dijo Leo encogiéndose de hombros —y solo nosotros la podemos tener

—Vamos a hacer una huelga —dijo Travis

Se puso manos a la obra, invocando el fuego para secar los materiales y cocinar unos preparados que de otra forma le habría llevado días terminar.

—Siento que es un poco ilegal que les estés enseñando eso a los niños— comentó Chris

—Pero aquí no hay policías —dijo Leo encogiéndose de hombros

—Aun así creo que está mal —dijo Chris

—No lo hagan en casa —comentó Leo y luego mirando a Chris dijo —ya les di la advertencia debida

Los demás soltaron una risita

De vez en cuando echaba un vistazo a la torre, pero no había rastro de los enanos. Leo esperaba que siguieran allí arriba. La fabricación de su arsenal le llevó solo unos minutos —así de bien se le daba—, pero le pareció que hubieran pasado horas.

—Ahí humildemente— bromeó Leo

—Nada más para que vean lo increíble que soy y que obviamente no son ustedes —dijo Connor

—En otras palabras —asintió Katie

Jason no aparecía. Tal vez seguía enredado en la fuente de Neptuno o registrando las calles en busca de Leo. Ningún otro tripulante del barco acudió en su ayuda. Debía de estarles llevando mucho tiempo quitar todas las gomas de color rosa del pelo del entrenador Hedge.

—Un poco, el pelo se le enredó bastante— comentó Piper

—Además el entrenador no se dear precisamente —dijo Frank

—Nos amenazó como seis veces —asintió Piper

—Y nos gritó aún más veces —coincidió Hazel

—Suena a que se la pasaron genial —bromeó Percy

—Fue como una pijamada —dijo Piper

Eso significaba que Leo contaba solo consigo mismo, su bolsa de comida basura y unas cuantas armas improvisadas hechas con azúcar y pasta de dientes. Ah, y la esfera de Arquímedes. Eso era importante. Esperaba no haberla estropeado llenándola de polvo químico.

—Todo o nada— dijo Miranda

—Uno no debe tener miedo a hacer las cosas —bromeó Travis

—Tienes que ganar —dijo Will

—Sin presiones —murmuró Leo

Corrió hasta la torre y encontró la entrada. Empezó a subir por la escalera de caracol del interior, pero un vigilante en una taquilla lo detuvo gritándole en italiano.

—Era un poco obvio que pasaría— comentó Nico —tienes que pagar

—Bueno, nadie me avisó —se quejó Leo

—Hay letreros por todos lados —señaló Nico

—¡En italiano! —exclamó Leo —yo no hablo italiano

—El italiano es parecido al español —resopló Nico

—No lo suficiente —dijo Leo

¿Lo dice en serio? —preguntó Leo—. Oye, tío, tenéis enanos en el campanario. Yo soy el exterminador —levantó su bote de insecticida—. ¿Lo ve? Exterminador molto buono. Una rociada y «¡Ahhhhhh!».

—Dioses— dijo Nico rodando los ojos

—Claro, si no lo entiende es completamente su culpa— dijo Travis

—Obviamente, la actuación fue perfecta —asintió Leo

—Claro, como no iba a entenderla— comentó Piper

Imitó con gestos a un enano derritiéndose espantado, cosa que por algún motivo el italiano no parecía entender. El hombre se limitó a alargar la palma de la mano para que le pagara.

—Hay prioridades— dijo Connor

—Aunque la actuación fue perfecta, no era más perfecta que el dinero —señaló Will

—Obviamente hay cosas que uno prefiere —asintió Chris

—Y la actuación no era una de esas —dijo Percy

Maldita sea, tío —masculló Leo—. Me he gastado todo el dinero en explosivos caseros y todas estas cosas —rebuscó en su bolsa de la compra—. ¿Supongo que no aceptarás… algo de esto… sea lo que sea?

Leo levantó una bolsa amarilla y roja de un producto de comida basura llamado Fonzies.

—Son buenos— admitió Bianca

—Deben serlo porque el guardia me dejó pasar —dijo Leo

—Bueno, luego deberían traer una dotación de esos para todos —bromeó Connor

—Si no es mucha molestia —dijo Miranda

Supuso que eran una especie de patatas fritas. Para su sorpresa, el vigilante se encogió de hombros y aceptó la bolsa.

Avanti!

—Yo tampoco me negaría a que me den una bolsa de esas— dijo Connor

—Yo también aceptaría cualquier bolsa de frituras— asintió Zoé

—El mundo sería un mejor lugar si todos aceptaran una bolsa de frituras —coincidió Leo

—Definitivamente —asintió Travis

Leo siguió subiendo, pero tomó nota de que debía abastecerse de Fonzies. Por lo visto en Italia eran mejores que el dinero.

—No exactamente— dijo Nico —pero tampoco es como que te cobraran una millonada por entrar ahí. De hecho estoy casi seguro que te salió más cara la bolsa de Fonzies

—Ay genial —se quejó Leo

—Para la otra mejor paga normal —bromeó Connor

La escalera seguía y seguía y seguía. La torre entera parecía una simple excusa para construir una escalera. Se detuvo en un rellano y se desplomó contra una estrecha ventana con reja, tratando de recobrar el aliento.

—Es una buena rutina de ejercicio— dijo Leo

—Sí, no creo que sea de mi estilo —comentó Percy

—Puedo hacer cualquier ejercicio, menos subir las escaleras —asintió Piper

—Y esas eran muchas escaleras —dijo Leo

Estaba sudando a mares y el corazón le latía con fuerza contra las costillas. Estúpidos Cercopes. Leo se imaginaba que, en cuanto llegara a lo alto, se largarían de un salto antes de que él pudiera usar sus armas, pero tenía que intentarlo.

—Sería bastante divertido eso— dijo Connor

—Para ellos, no para mí —dijo Leo

—Pero alguien se va a divertir —comentó Rachel

—Mejor que alguien se divierta a que nadie lo haga —coincidió Will

Siguió subiendo. Finalmente, con las piernas como fideos requemados, llegó al piso más alto.

La estancia era aproximadamente del tamaño de un armario para artículos de limpieza, con ventanas enrejadas en las cuatro paredes. En los rincones había sacos con joyas y artículos brillantes esparcidos por el suelo.

—Parece que tienen un buen botín— dijo Travis

—Deberíamos poder asociarnos con alguien así— comentó Connor

—¡No!— dijeron todos los chicos

—Que aburridos son —se quejó Connor

—Les podríamos conseguir cosas mejores —señaló Travis

—Y también nos harían la vida imposible —masculló Clarisse

Leo vio la daga de Piper, un libro encuadernado en piel, unos cuantos aparatos mecánicos de aspecto interesante y suficiente oro para provocar dolor de barriga al caballo de Hazel.

—Sería feliz ahí— dijo Percy

—Aunque tal vez no con los enanos —comentó Hazel

—O se vuelven mejores amigos o se podían para siempre —dijo Percy

—Algo así como Thalia y tú —señaló Annabeth

—Y obviamente nos odiamos para siempre —dijeron Thalia y Percy al mismo tiempo

—Se nota —dijo Piper con sarcasmo

Al principio pensó que los enanos se habían marchado. Entonces miró arriba. Acmón y Pásalo estaban colgados de las vigas boca abajo, sujetos con sus pies de chimpancé y jugando al póquer antigravitatorio. Cuando vieron a Leo tiraron sus cartas como si fueran confeti y rompieron a aplaudir.

—Que bonito recibimiento— bromeó Connor

—Nadie nunca me había hecho un recibimiento tan efusivo —comentó Leo

—Un recibimiento por todo lo alto —asintió Rachel

—Solo pocos ladrones hacen algo tan bueno —dijo Travis

¡Te dije que lo conseguiría! —gritó Acmón alborozado.

Pásalo se encogió de hombros, se quitó uno de sus relojes de oro y se lo dio a su hermano.

Tú ganas. No creía que fuera tan tonto.

—Bueno, gracias— masculló Leo

—Claramente eso hace que decaiga un poco el ánimo por el recibimiento —dijo Will

—Sí, la verdad sus palabras no fueron amables —dijo Leo

—Tampoco podías esperar todo —bromeó Travis

Los dos bajaron al suelo. Acmón llevaba puesto el cinturón portaherramientas de Leo; estaba tan cerca que Leo tuvo que resistir el impulso de abalanzarse sobre él. Pásalo alisó su sombrero de vaquero y abrió la reja de la ventana más cercana de una patada.

¿Qué le hacemos subir ahora, hermano? ¿La cúpula de San Lucas, quizá?

—Como si no tuvieras nada más que hacer— dijo Katie

—Ellos parecían pensar que no —comentó Leo encogiéndose de hombros

—Es que lo que es importante para ti no lo es para ellos —señaló Calipso

—A menos que sean cosas brillantes —dijo Rachel

Leo tenía ganas de estrangular a los enanos, pero se contuvo y forzó una sonrisa.

¡Oh, parece divertido! Pero antes de que os marchéis: os habéis olvidado algo brillante.

¡Imposible! —Acmón frunció el entrecejo—. Hemos sido muy meticulosos.

¿Seguro?

—Cuando le preguntas a alguien si está seguro, es cuando lo haces dudar— asintió Thalia

—Siempre te van a hacer dudar —dijo Piper

—Es la táctica favorita de los monstruos y los maestros —coincidió Percy

Todos asintieron de acuerdo con eso

Leo levantó su bolsa de la compra. Los enanos se acercaron muy lentamente. Como Leo había esperado, su curiosidad era tan grande que no pudieron resistirse.

Fijaos.

—Por eso dicen que la curiosidad mató al gato— señaló Rachel

—En este caso la curiosidad mató a los enanos — dijo Thalia

—En realidad no los mató —dijo Leo

—No nos hagan spoiler —se quejó Connor

Leo sacó su primera arma —una bola de productos químicos secos envueltos en papel de aluminio— y lo encendió con la mano.

—Vaya— dijo Travis

—Pero si no tienes poderes de fuego ¿se puede prender con un encendedor común y corriente? —preguntó Zoé

—Sí, no contestes a eso, Leo —dijo Percy

—Es hipotético, claro —comentó Zoé

—De cualquier manera no contestes, Leo —dijo Annabeth

Tuvo la prudencia de apartarse cuando estalló, pero los enanos lo estaban mirando fijamente. La pasta de dientes, el azúcar y el insecticida no eran tan buenos como la música de Apolo, pero formaron una granada de detonación bastante decente.

—Nada puede igualar a mi música, pero aplaudo el intento— dijo Apolo

—Deberíamos intentarlo solo con fines científicos —dijo Travis

—¡Sí— dijeron algunos de los niños

Los Cercopes se pusieron a gemir arañándose los ojos. Se dirigieron a la ventana dando traspiés, pero Leo hizo estallar sus petardos caseros lanzándolos a los pies descalzos de los enanos para sorprenderlos. Luego, por si acaso, giró el dial de su esfera de Arquímedes, que soltó una columna de fétida niebla blanca que invadió la estancia.

—O entienden por las buenas o las malas— dijo Travis

—Si esas son las buenas, no quiero saber cuales serán las malas— dijo Miranda

—La violencia —señaló Leo

—Sí, eso me parece que serían las malas —asintió Katie

A Leo el humo no le molestaba en absoluto. Al ser inmune al fuego, había estado en hogueras llenas de humo, había soportado el aliento de dragón y había limpiado fraguas ardientes en infinidad de ocasiones. Mientras los enanos tosían y resollaban, le quitó el cinturón a Acmón, extrajo tranquilamente unos pulpos elásticos y luego ató a los enanos.

—Ganaste— dijo Travis

—Les dije que un par de enanos no me iban a derrotar —señaló Leo

—Ganaron una batalla, pero no la guerra —asintió Chris

—No sabían con quién se estaban metiendo —dijo Leo

—Espero que hayan aprendido la lección—dijo Calipso

—Más o menos —murmuró Leo

¡Mis ojos! —gritó Acmón tosiendo—. ¡Mi cinturón!

¡Tengo los pies en llamas! —dijo Pásalo gimiendo—. ¡No brillan! ¡No brillan nada!

—Sí brilla, pero no como quieren— señaló Rachel

—Es que hay de brillos a brillos —dijo Leo

—Aunque creo que esos no les gustaban mucho — comentó Piper

—Tal vez si las llamas fueran de colores —dijo Bianca

—¿Sabes hacer llamas de colores? —preguntó Lena a Leo con un curioso brillo en los ojos

—No sabe —dijo Chris

—Claro que lo sé hacer —respondió Leo y en voz baja añadió —luego les enseño

Después de asegurarse de que estaban perfectamente atados, Leo arrastró a los Cercopes hasta un rincón y empezó a rebuscar en sus tesoros. Recuperó la daga de Piper, varios de sus prototipos de granada y otra docena de cachivaches que los enanos habían cogido del Argo II.

—Las cosas debían regresar a sus dueños— dijo Leo

—Claro, era necesario —asintió Thalia

—Aunque sigo diciendo que alguien debió decirme que necesitaba desinfectar mi daga —comentó Piper

—Detallitos, mientras no sientas la necesidad de picarte los dientes con ella, creo que estarás bien —bromeó Leo

¡Por favor! —rogó Acmón gimiendo—. No nos quites nuestros objetos brillantes.

¡Haremos un trato contigo! —propuso Pásalo—. ¡Te daremos el diez por ciento si nos sueltas!

Va a ser que no —murmuró Leo—. Ahora es todo mío.

—No, no me parece un trato justo— dijo Piper

—No estaban en la mejor posición para negociar —dijo Connor

—Pero eso jamás te debe detener —comentó Travis

—Siempre puedes sacar algo —asintió Leo

—Pero de todas maneras era muy mal trato —dijo Percy

¡El veinte por ciento!

Justo entonces un trueno retumbó en lo alto. Relampagueó y los barrotes de la ventana más cercana estallaron y se convirtieron en pedazos de hierro fundido chisporroteante.

—Alguien sabe hacer una entrada— dijo Katie

Jason se sonrojó

—Una buena entrada siempre debe tener algo de dramatismo —convino Apolo

—Entonces lo hiciste muy bien, Jason —señaló Thalia

Jason entró volando, rodeado de chispas de electricidad y empuñando su humeante espada de oro.

Leo silbó con admiración.

Acabas de desperdiciar una entrada alucinante, tío.

—Pero siguió siendo muy buena entrada— dijo Leo

—Aunque ya casi estaba todo bajo control —dijo Connor

—Sí, tendré que ser más rápido para la próxima —comentó Jason

—Un poquito —dijo Leo

Jason frunció el entrecejo. Vio a los Cercopes atados de pies y manos.

Pero ¿qué…?

Lo he hecho yo solito —dijo Leo—. Mira si seré especial. ¿Cómo me has encontrado?

Por el humo —logró decir Jason—.

—Es una buena manera de encontrar a las personas— asintió Percy

—Si hay humo, sabes que están tus amigos —dijo Piper

—Es la manera más fácil y rápida de encontrar a alguien —asintió Thalia

—Y más si son semidioses —comentó Rachel

También he oído explosiones. ¿Ha habido un tiroteo aquí dentro?

Algo parecido.

—Y vaya que sí— dijo Connor

—Depende de como lo veas —dijo Leo

—entonces creo que sí hubo un tiroteo —comentó Jason

—Creo que todos estamos de acuerdo en que lo hubo —asintió Percy

Leo le lanzó la daga de Piper y siguió rebuscando en los sacos con objetos brillantes de los enanos. Recordaba que Hazel había dicho algo acerca del hallazgo de un tesoro que les sería de ayuda en la misión, pero no estaba seguro de lo que estaba buscando.

—No creo que ese tipo de tesoro— dijo Miranda

—No del tipo de tesoro que brilla —coincidió Leo

—Pero era un tesoro —dijo Hazel —aunque no precisamente para nosotros

—No, definitivamente no —murmuró Nico

Hazel le dio una mirada divertida

Había monedas, pepitas de oro, joyas, clips, envoltorios de papel de plata, gemelos… Volvía una y otra vez sobre un par de cosas que no parecían corresponder a aquel sitio. Una era un antiguo aparato de navegación, como un astrolabio de barco. Estaba muy deteriorado y parecía que le faltaban piezas, pero aun así le resultaba fascinante.

—¿Es eso?— preguntó Bianca

—No es el tesoro —dijo Leo —aunque es otro tipo de tesoro

—Sí, eso no resolvió la duda —comentó Katie

—No— dijo Bianca

¡Cógelo! —le ofreció Pásalo—. Lo fabricó Odiseo, ¿sabes? Cógelo y suéltanos.

¿Odiseo? —preguntó Jason—. ¿El Odiseo auténtico?

—Ni modo que el falso— dijo Connor

—Pues sí Leo, obviamente no podía ser el falso —dijo Piper

—Cierto, mi error —asintió Leo

—Más atención para la próxima —señaló Connor

¡Sí! —chilló Pásalo—. Lo fabricó cuando era viejo en Ítaca. Es uno de sus últimos inventos, ¡y nosotros se lo robamos!

¿Cómo funciona? —preguntó Leo.

Oh, no funciona —contestó Acmón—.

—No, pues gracias— dijo Chris

—Pues bueno, de cualquier manera le podrías encontrar otro uso —dijo Will

—Definitivamente tuvo un buen uso —comentó Leo

Todos lo miraron con confusión

—No les voy a decir, es spoiler —dijo Leo con una sonrisa

¿Le faltaba un cristal? Miró a su hermano en busca de ayuda.

«Mi mayor incógnita —dijo Pásalo—. Debería haber cogido un cristal». No paraba de murmurar eso mientras dormía la noche que lo robamos —Pásalo se encogió de hombros—. No tengo ni idea de a qué se refería. ¡Pero es tuyo! ¿Podemos irnos ya?

—La verdad no suena como el mejor trueque— comentó Connor

—Hay personas que no saben negociar —dijo Travis

—Tampoco sabes negociar —resopló Katie

—Sí sé, más o menos —asintió Travis

Leo no estaba seguro de por qué quería el astrolabio. Saltaba a la vista que estaba roto y no le daba la impresión de que fuera lo que Hécate quería que encontrasen. Aun así, lo metió en uno de los bolsillos mágicos de su cinturón.

Leo se sonrojó un poco

—Pero ya dinos para que te sirvió —se quejó Miranda

—Nop —dijo Leo —ustedes dijeron que nada de spoilers

—Pero esa regla se puede romper a conveniencia —señaló Rachel

—Sí, pero quiero que se den cuenta solitos lo importante que fue —dijo Leo

Centró su atención en la otra extraña pieza saqueada: el libro encuadernado en piel. El título estaba impreso en pan de oro en un idioma que Leo no entendía, pero no parecía que el libro tuviera más elementos brillantes. No se imaginaba a los Cercopes como unos grandes lectores.

—Ese me parece un mejor intercambio— asintió Katie

—Resultará bastante bien —dijo Connor

—Es mejor que la primera oferta —asintió Will

—Bueno va bien el negocio —comentó Rachel

¿Qué es esto?

Lo sacudió en dirección a los enanos, que seguían con los ojos llorosos a causa del humo.

Nada —dijo Acmón—. Solo un libro. Tenía una bonita portada dorada, así que se lo quitamos.

¿A quién?

—Esa es la pregunta importante— dijo Thalia

—Que tal si luego los acusan de haberlo robado —señaló Bianca

—Ese tipo de cosas no son divertidas —dijo Connor

—Definitivamente no, y menos cuando en realidad no lo hiciste —comentó Travis

Acmón y Pásalo se cruzaron una mirada nerviosa.

A un dios menor —dijo Pásalo—. En Venecia. No tiene importancia, la verdad.

Venecia —Jason miró a Leo con el ceño fruncido—. ¿No es allí adonde se supone que tenemos que ir ahora?

Sí.

—Eso definitivamente no es coincidencia— dijo Rachel

—Las coincidencias no existen —dijo Apolo

—Entonces creo que es bueno que les robaran —comentó Bianca

—Creo que sí— dijo Jason

Leo examinó el libro. No podía leer el texto, pero tenía muchas ilustraciones: guadañas, distintas plantas, un dibujo del sol, un tiro de bueyes arrastrando un carro.

Deméter miró el libro con interés, le sonaba un poco familiar, pero habían pasado algunos años y no estaba segura

No veía la importancia que podía tener todo eso, pero si le habían robado el libro a un dios menor en Venecia —el siguiente lugar que Hécate les había recomendado visitar—, tenía que ser lo que estaban buscando.

—Me parece algo lógico— dijo Will

—Exacto, sonaba como otra emocionante parada —comentó Leo

—Más o menos —dijo Frank

—Yo no la consideré muy emocionante —refunfuñó Nico

¿Dónde podemos encontrar exactamente a ese dios menor? —preguntó Leo.

¡No! —chilló Acmón—. ¡No se lo puedes devolver! Si se entera de que se lo robamos…

Acabará con vosotros —aventuró Jason—. Eso es exactamente lo que haremos nosotros si no nos lo decís, y estamos mucho más cerca.

—Vaya— dijo Piper

—La amenazas siempre dan resultado —dijo Thalia

—Definitivamente no les gustó lo que Jason dijo —comentó Leo

—Claro que no —dijo Percy

Pegó la punta de su espada al cuello peludo de Acmón.

¡Está bien, está bien! —gritó el enano—. ¡La Casa Nera! ¡Calle Frezzeria!

¿Esa es la dirección? —preguntó Leo.

Nico hizo una mueca

—Algo que se llama "Casa Nera" grita peligro por todas partes —comentó Katie

—Un poquito —asintió Hazel

—Pero era menos de lo que estamos acostumbrados —bromeó Leo

—Poniéndolo en perspectiva —dijo Frank

Los dos enanos asintieron con la cabeza enérgicamente.

Por favor, no le digáis que se lo robamos —rogó Pásalo—. ¡No es para nada simpático!

¿Quién es? —preguntó Jason—. ¿Qué dios?

No… no puedo decirlo —contestó Pásalo tartamudeando.

—Sería bueno que pudieran hacerlo— dijo Calipso

—Pero no era porque no quisiera ayudar —dijo Leo

—Ambos estaban dispuestos a hacerlo —asintió Jason

Más vale que sí —le advirtió Leo.

No —dijo Pásalo, desconsolado—. No puedo decirlo de verdad. ¡No puedo pronunciarlo! Tri… tri… ¡Es muy difícil!

—Es que sí es difícil— admitió Hazel

—Ah, entonces se comprende que no lo quieran decir —comentó Percy

—Demasiado comprensible —asintió Leo

Tru —dijo Acmón—. Tru-to… ¡Tiene demasiadas sílabas! Los dos rompieron a llorar.

—Awwww los hicieron llorar— se quejó Thom

Leo no sabía si los Cercopes estaban diciéndole la verdad, pero costaba seguir enfadado con unos enanos llorones, por muy cargantes y mal vestidos que fueran.

—Era complicado— dijo Leo

—A veces se provocan sentimientos complicados —asintió Percy

—Ojalá no los maten —murmuró Tyson

—Nooo —dijeron los mellizos al unísono

Jason bajó la espada.

¿Qué quieres que haga con ellos, Leo? ¿Los mando al Tártaro?

¡No, por favor! —suplicó Acmón gimiendo—. Podríamos tardar semanas en volver.

—Preocupaciones válidas— dijo Connor

—Claro ¿ y luego qué pasaría con su tesoro? —asintió Leo

—Sería una pérdida enorme —coincidió Percy

—Tanto tiempo que han trabajado en él —dijo Travis

¡Suponiendo que Gaia nos deje pasar! —dijo Pásalo sorbiéndose la nariz—. Ahora ella controla las Puertas de la Muerte. Estará muy enfadada con nosotros.

Leo miró a los enanos. Había luchado contra muchos monstruos y nunca le había sabido mal acabar con ellos, pero eso era distinto.

—Es que eran fastidiosos, pero no malos— dijo Leo

—Definitivamente —asintió Jason

—Entonces no hay por qué matarlos —coincidió Percy

Tenía que reconocer que en cierto modo admiraba a esas pequeñas criaturas. Gastaban bromas divertidas y eran aficionados a las cosas brillantes. Leo podía identificarse con ellos.

Leo se sonrojó —Este libro se puso muy personal

—Estos libros han estado muy personales desde el principio — comentó Percy

—Pero aún más —dijo Leo

Además, Percy y Annabeth estaban ahora en el Tártaro, con suerte, todavía vivos, viajando penosamente hacia las Puertas de la Muerte. La idea de hacer que esos dos monitos gemelos se enfrentaran a la misma pesadilla no le parecía bien.

—Sí, definitivamente no sería divertido— dijo Percy

—Además fueron de gran ayuda —comentó Leo

—Eso es cierto —asintió Jason

Se imaginó a Gaia riéndose de su debilidad: un semidiós demasiado blando para matar monstruos. Se acordó del sueño que había tenido sobre el Campamento Mestizo en ruinas y los campos sembrados de cadáveres de griegos y romanos.

Todos los chicos hicieron una mueca

Se acordó de las palabras que Octavio había pronunciado con la voz de la Madre Tierra:

Los romanos se dirigen al este de Nueva York. Avanzan contra tu campamento, y nada puede detenerlos.

—¿Cómo no me había dado cuenta antes? —masculló Reyna dándole una mirada de irritación a Leo

Leo se encogió de hombros —Estabas demasiado ocupada con Rachel para unir los puntos

Rachel le lanzó una almohada, pero ni siquiera eso evitó su sonrojo

Nada puede detenerlos —meditó Leo—. Me pregunto…

¿Qué? —preguntó Jason.

Leo miró a los enanos.

Haremos un trato.

—Los tratos son buenos— asintió Tyson

—Lo son —coincidió Leo

—Eso es muy bueno —dijo Piper

Los ojos de Acmón se iluminaron.

¿El treinta por ciento?

Os dejaremos todo vuestro tesoro —dijo Leo—, menos las cosas que nos pertenecen, el astrolabio y este libro, que le devolveremos al dios de Venecia.

—Bueno, no suena mal— dijo Connor

—Suena mejor que los tratos que ellos habían ofrecido —comentó Miranda }

—Por supuesto, yo sí sé hacer tratos— dijo Leo

¡Pero él acabará con nosotros! —dijo Pásalo, y volvió a gemir.

No le diremos de dónde lo hemos sacado —prometió Leo—. Y no os matará. Os soltaremos.

Ejem, ¿Leo…? —dijo Jason con nerviosismo.

—Eso no era parte del guión— dijo Jason

—Pero no los íbamos a matar— dijo Leo

—Pero tampoco pensé que los fueramos a soltar —comentó Jason

—Tampoco podíamos secuestrarlos —señaló Leo

—Tal vez vigilarlos de otros manera o algo así —dijo Jason

Acmón chilló de regocijo.

¡Sabía que eras tan listo como Hércules! ¡Te llamaré Trasero Negro II!

No, gracias —dijo Leo—.

—Mejor sin cmplidos— dijo Piper

—Sí, no era muy bueno el cumplido —dijo Leo

—Para nada —murmuró Percy

Pero a cambio tenéis que hacer algo por nosotros. Voy a mandaros a un sitio para que robéis a unas personas, les molestéis y les hagáis la vida lo más difícil posible. Tendréis que seguir mis instrucciones al pie de la letra. Tendréis que jurarlo por la laguna Estigia.

Reyna rodó los ojos

Leo le mostró una sonrisa que intentaba ser inocente, pero que fracasó de manera estrepitosa

¡Lo juramos! —dijo Pásalo—. Robar a la gente es nuestra especialidad.

¡Me encanta molestar! —dijo Acmón—. ¿Adónde vamos? Leo sonrió.

¿Habéis oído hablar de Nueva York?

—Bueno, al menos no los molestarán a ustedes— dijo Rachel

—Nos molestarán a nosotros— resopló Reyna

—¿Por qué a ustedes? —preguntó Bianca

—Fue un pequeño regalo —dijo Leo sonriendo

—El capítulo ha acabado —dijo Hefesto —¿quién quiere leer?

Los chicos se miraron

—Creo que esa mirada quiere decir que ya no quieren leer —señaló Apolo

—Pero acabamos de reiniciar la lectura —masculló Zeus

—Es bueno dejarlos que tomen aire —comentó Artemisa

Ninguno de los chicos esperó que se les diera permiso, simplemente empezaron a salir de la sala