Los habían emboscado, no había otra manera de decirlo, en un momento los semidioses estaban pasando el rato en la sala de juegos y al momento siguiente estaban algunos dioses frente a ellos. Fue algo sorpresivo e invasivo a partes iguales.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Annabeth

—Necesitamos hablar con ustedes —dijo Atenea

En ese momento entraron Charles y Bianca los cuales reflejaron las mismas expresiones que todos los demás.

—No queremos hablar con ustedes —masculló Percy

—Pero tenemos que hacerlo —dijo Poseidón de manera diplomática

—Debieron haberles dado su espacio y dejarlos asimilar todo —resopló Sally como si estuviera hablando con críos de tres años

—Simplemente podemos salir —dijo Nico con obviedad

—No pueden —comentó Apolo y mirando a Nico y Bianca agregó —tampoco hay viajes sombra

Ambos pusieron la misma mirada de irritación.

Entonces no había salida y tenían a Poseidón, Atenea, Apolo, y Afrodita intentando hablar con sus hijos, no era mucho, pero fue un comienzo.

El silencio se hizo tenso

—¿Podemos…? —empezó a preguntar Poseidón

Los chicos se movieron para dar algo de privacidad, en realidad a los dioses les importaban los otros chicos, pero en este momento en específico primero querían hablar con sus hijos y también los chicos no parecían dispuestos a estar de acuerdo en meterse en una conversación privada. Los hijos de Hermes se quedaron con sus respectivas novias, fue un poco triste que su padre no hubiera ido, pero trataron de tomarlo con humor. Las hijas de Deméter no lo tomaron tan bien. Clarisse y Frank en realidad no esperaban nada menos de su padre, así que en realidad no fue una sorpresa.

Jason y Thalia tampoco esperaban demasiado de su padre, pero de todas maneras se sintió como una puñalada. Leo sabía que su padre no era bueno con las formas de vida orgánica y pues él lamentablemente era uno de esos. Nico, Bianca y Hazel estaban bien con que su padre no hubiera ido, claro que por un lado era un poco triste, pero por el otro, tal vez y solo tal vez Hades había respetado el tiempo que necesitaban. Zoé en realidad no tenía nada en contra de su señora, sabía que eventualmente hablaría con Thalia y Bianca, pero a Artemisa no le gustaba que la obligaran a algo y ella trataba de no hacerlo con sus cazadoras, tenía defectos como cualquier dios, pero al menos lo intentaba a su manera.

Se hicieron varios grupitos y todos estaban alerta porque sabían que había una posibilidad de que no todo terminara bien. Sally en realidad no se quedó con su hijo, tenía muchas ganas de hacerlo, pero sabía que no estaba solo y mira, ella había visto la cara decepcionada de los demás chicos, al menos podría brindarles algo de consuelo.

Poseidón miró a sus hijos para que lo escucharan, Percy y Tyson se movieron incómodos, pero asintieron. Tyson tenía una expresión realmente triste. Percy se dio cuenta que Charles y Zoé se veían indecisos y él creía firmemente que también debían ser parte de esta plática.

—Está bien, vegan —dijo Percy dándoles una sonrisa de ánimo. Ambos chicos parecieron tener una discusión mental, pero al final solamente fue Charles. Percy también intercambió una mirada con Annabeth, Zoé se fue con ella.

Apolo por su parte le hizo una seña a Bianca, Rachel y Reyna para que se unieran a él y a Will, ellas hicieron una mueca, pero se acercaron. Nico pasó de la plática.

Afrodita se reunió con su hija, con Jason y los mellizos.

—Lo siento —fue lo primero que dijo Poseidón.

Charles y Percy hicieron una mueca.

—Los dioses no se disculpan —dijo Percy

—No lo dije como dios, lo estoy diciendo como su padre

—¿En realidad lo sientes? —preguntó Charles en un tono que decía que le quería creer, pero no podía

—Por supuesto que sí. Los dioses a veces no entendemos las dimensiones de nuestras decisiones hasta que es muy tarde y lo que les pasó fue cruel e injusto. Percy has sido uno de los mayores héroes y ni así te protegí, Tyson he leído todo lo que has hecho y estoy orgulloso de ambos, no merecían la decisión que tomamos.

—Sin embargo solo lo dices porque nos conoces —señaló Percy.

—¿De que estás hablando? —preguntó Poseidón con confusión.

—¿Te arrepentirías de lo que pasó si no nos conocieras o solo seríamos otra vida del montón? —preguntó Percy

Poseidón abrió y cerró la boca un par de veces

—Nosotros somos diferentes porque nos conoces, pero si no lo hicieran tal vez no te arrepentirías de apoyar en la masacre —comentó Percy

—Pero nos conocía —murmuró Charles, todas las miradas fueron a él —estuviste en nuestros cumpleaños, en los días festivos, incluso en días en donde simplemente estábamos en casa, nos llevaste a la playa, nos regalaste cosas, pensamos que éramos importantes, pero aún así no dudaste en destruir a nuestra familia ¿entonces cuál es el punto? —preguntó con la voz temblando

—Dioses —suspiró Percy —¿en realidad cual es el punto?

—Nos están enseñando todo lo que no debemos ser —dijo Poseidón

—O solo están asustados de lo que Bianca podría hacer —señaló Charles

—No me estoy disculpando porque tenga miedo —señaló Poseidón —conocerlos a los tres y saber todo lo que pasaron por mi culpa me está enseñando algo que antes no importaba

Los cuatro se quedaron sumidos en sus pensamientos, pero Poseidón se dio cuenta que los chicos no le creían, pero apenas estaba iniciando

—Ni siquiera sé cómo disculparme, nunca lo he hecho —dijo Apolo.

—Pero no hiciste nada —comentó Will

—Ese es el problema —rió Apolo con amargura —tal vez podría haber hecho algo para detenerlos

—Tal vez podrías haber ayudado a pelear —dijo Bianca

—Lo sé, tal vez parte de mi creía que con avisarles había hecho suficiente, pero eso ni siquiera fue un esfuerzo —dijo Apolo

—Temías lo que podría hacer Zeus, es comprensible —comentó Rachel

—También te puse en peligro a ti —suspiró Apolo —yo no sé como hacer esto, pero no quiero ser como mi padre

—Creo que definitivamente no eres como él —dijo Reyna

—Espero que me puedan brindarme su perdón, nunca he podido salvar a las personas que quiero y con ustedes ni siquiera hice el esfuerzo

—Puedes hacerlo ahora —dijo Rachel —aunque no lo creas no pienso que seas como Zeus

—Pero aun así temías decirme de tus sentimientos por Reyna

—Sí —admitió Rachel —pero me sorprendiste de buena manera

Su conversación fue tranquila, en realidad ni siquiera Bianca le reprochó tanto a Apolo, fue gracias a su avisó que los semidioses más pequeños pudieron salir, probablemente pudo haber hecho más, pero lo estaba intentando.

—Toda mi existencia me han ridiculizado por no ser una gran guerrera —comenzó diciendo Afrodita —soy hija de un primordial y sin embargo aquí estoy, siguiéndole el juego a estos idiotas

—Bueno —dijo Piper —nos avisaste que iba a pasar

—Claro que sí, cariño. Pero no te puedo decir si fue un impulso de saber que estaba mal o un impulso de ego e ir contra los deseos de Zeus —comentó Afrodita de manera honesta

—Sea lo que sea nos ayudó a prepararnos —comentó Jason —y no tomaste la decisión de acabar con todos los semidioses, creo que es un gran punto

—Gracias, por eso eres la pareja perfecta de mi hija

—Mamá —masculló Piper

Afrodita miró a los mellizos —Ay por favor, querida.

Jason y Piper se sonrojaron

—El caso es que nosotras somos más, Piper —dijo Afrodita —y si tenemos que ir en contra de los deseos de Zeus, entonces lo haremos y Jason, tu padre no te merece, no te amargues la existencia por alguien que no está a tu altura.

A nadie le sorprendió que los gritos empezaran con Atenea

—Creo que debemos dejar este acto de inmadurez de lado —dijo Atenea

—¿Acto de inmadurez? —masculló Zoé poniéndose roja del enojo.

Annabeth la tomó del brazo para intentar que se tranquilizara —¿De qué estás hablando?

—Todo este acto de rebeldía que están haciendo de fingir que no existimos solo por una mala decisión

—¿Mala decisión? —chilló Zoé

—No fue una mala decisión, fue una masacre —dijo Annabeth nada impresionada con su madre

—A veces debemos tomar ese tipo de decisiones para el bien común —dijo Atenea en tono condescendiente.

—Y aun así no les funcionó —dijo Annabeth dándole una mirada furiosa a su madre, tanto tiempo había querido ser la mejor hija ¿y para qué? —hasta donde vimos, ustedes mismos cavaron sus tumbas

—Es por eso que habrá que tomar otras medidas —dijo Atenea —pero este acto no está funcionando

—Tal vez deberían dejar de meterse con mortales y destruir sus vidas y las de nosotros —masculló Annabeth —no puedo creerlo, se supone que eres la diosa de la sabiduría y no lo demuestras

—Fíjate como me hablas, sigo siendo una diosa. Todo esto que ni siquiera a pasado

Zoé le dio una mirada furiosa —¡Tengo las malditas cicatrices que dicen lo contrario! Nunca te importamos, pero eso bajo incluso para ti

—Tú no eres nadie para hablarme de esa manera —rugió Atenea

—Tú no eres nadie para decidir quien vive y quien no, no creas que si las cosas cambiaran, Zeus no se pondría en tu contra —gritó Zoé

Annabeth la miró con incredulidad, estaba segura que esa imprudencia lamentablemente no era de parte de Percy

Atenea la miró con desdén —Tú no sabes nada, no eres nadie

Zoé se burló de ella y parecía que Atenea estaba a punto de acabar con la niña

—Ni se te ocurra tocarla —masculló Annabeth —tiene razón madre. La lealtad con tu padre es un arma de dos filos

Atenea resopló —La lealtad a Zeus es lo único que vale la pena

La diosa desapareció.

Solo quedaba esperar lo que pasaba

Al día siguiente y de mala gana, tuvieron que seguir con la lectura

—Yo voy a leer —dijo Poseidón —Percy XIII, XIV

—Ay no —se quejó Percy —¿Por qué no puedo vivir en paz sin tener capítulos de libros?

—Porque no —dijo Leo

—Excelente respuesta —dijo Piper

Percy había llevado alguna vez a su novia a dar un paseo romántico, pero esa no era una de esas ocasiones.

—Un poco obvio, pero había que decirlo —comentó Percy

—Era necesario aclararlo —asintió Travis

—Nos hubiéramos podido confundir —dijo Connor

—Tal vez sí —dijo Leo

—Anoten, lugares a donde no debes llevar a tu novia parte 1 —dijo Percy

—Anotado —murmuraron algunos de los chicos

Siguieron el río Flegetonte, tropezando en el terreno negro y vítreo, saltando grietas y escondiéndose detrás de las rocas cada vez que las chicas vampiro reducían la marcha delante de ellos.

—No tengan ese tipo de cita —dijo Percy

—Si tienen la oportunidad de una cita así, desaprovechénla —asintió Annabeth

—Sí, no lo hagan —dijo Percy

—Nosotros seguimos totalmente sus consejos —dijo Travis

En aquel oscuro aire brumoso, resultaba difícil mantenerse lo bastante atrás para evitar que los vieran pero lo bastante cerca para no perder de vista a Kelli y sus amigas. Percy tenía la piel abrasada debido al calor del río. Respirar era como inhalar fibra de vidrio con olor a azufre.

Los chicos hicieron una mueca

—Y no, no he respirado fibra de vidrio, pero yo creo que así se siente —dijo Percy

—Yo tampoco y te creo— dijo Annabeth

—Tendría que estar de acuerdo— murmuró Nico

—Decisión unánime —dijo Will con un suspiro

Cuando necesitaban beber, lo único que podían hacer era sorber un poco de refrescante fuego líquido. Sí. Sin duda Percy sabía cómo hacer pasar un buen rato a una chica.

—Fue un rato agradable porque no estaba sola —comentó Annabeth

Percy le dio una pequeña sonrisa

—Además hemos pasado muchos ratos agradables —dijo Annabeth

—Como en los establos —señaló Afrodita

Annabeth y Percy se sonrojaron

Por lo menos el tobillo de Annabeth parecía haberse curado. Apenas cojeaba ya. Sus cortes y arañazos habían desaparecido. Se había recogido su cabello rubio con una tira de tela arrancada de la pernera de sus vaqueros, y sus ojos grises centelleaban en la llameante luz del río. A pesar de estar hecha polvo, manchada de hollín y vestida como una sintecho, Percy la encontraba guapísima.

—Percy se distrajo un poquito con sus pensamientos —dijo Connor

—Poquito —asintió Leo riendo

—Lo normal —murmuró Percy

—Por supuesto que es normal —asintió Afrodita encantada

¿Qué más daba que estuvieran en el Tártaro? ¿Qué más daba que tuvieran escasas posibilidades de sobrevivir? Se alegraba tanto de que estuvieran juntos que sentía el ridículo deseo de sonreír.

—Eso en realidad es comprensible —dijo Deméter

—Pues sí, ninguno los podemos criticar por eso —dijo Hermes

—Era bueno que estuvieran juntos —comentó Thalia

—Lo fue —dijo Annabeth

Percy también se encontraba mejor físicamente, aunque por su ropa parecía que hubiera atravesado un huracán de cristales rotos. Tenía sed, hambre y estaba muerto de miedo (aunque no pensaba confesárselo a Annabeth),

Percy le sonrió de manera inocente a su novia

—Yo me sentía de la misma manera —confesó Annabeth

—Lo raro sería que no sintieran ningún terror en absoluto —señaló Apolo

—Estaban en un lugar que fue diseñado para acabar con los semidioses, por supuesto que está bien tener miedo —dijo Sally

pero se había quitado de encima el frío inclemente del río Cocito. Y a pesar de lo mal que sabía el agua de fuego, parecía estar dándole fuerzas para seguir. Era imposible calcular el tiempo. Avanzaban penosamente siguiendo el río mientras se abría camino a través del inhóspito paisaje. Por fortuna, las empousai no se caracterizaban precisamente por caminar rápido.

—Fue una especie de suerte —dijo Percy

—Y aún así se nos perdieron —murmuró Annabeth

—Lo sé —se quejó Percy

—Ya nos hicieron spoilers —dijo Connor negando con la cabeza

—Lo siento —dijo Percy

Andaban arrastrando sus desiguales piernas de bronce y de burro, susurrando y peleándose entre ellas, aparentemente sin prisa por llegar a las Puertas de la Muerte.

—Bueno, parece que tienen todo el tiempo del mundo —dijo Rachel

—Es que al parecer lo tenían —dijo Annabeth

—No necesitaban correr para poder llegar —murmuró Percy —de todas maneras encontraban todo lo que necesitaban

—Definitivamente —coincidió Annabeth

En una ocasión, las diablas apretaron el paso alborozadas y se apiñaron alrededor de algo que parecía un cuerpo varado en la orilla del río. Percy no sabía qué era: ¿un monstruo abatido? ¿Algún tipo de animal? Las empousai lo atacaron con satisfacción.

—Se enloquecieron —asintió Percy

—Bueno, sí tienen caras de salvajes —dijo Rachel

—Creo que ni los leones se ponen tan salvajes —comentó Percy

—Por lo menos con los leones no da tanto asco —murmuró Annabeth

Cuando las vampiras reanudaron la marcha y Percy y Annabeth llegaron al lugar, no quedaba nada más que unos cuantos huesos hechos esquirlas y unas manchas relucientes secándose al calor del río. A Percy no le cabía duda de que las empousai devorarían a unos semidioses con el mismo entusiasmo.

—O con más entusiasmo —dijo Rachel

—Y más si eres tú —señaló Piper

—Lamentablemente creo que tienes razón —suspiró Percy

—Es algo que no se puede negar —dijo Annabeth

—Todos los sabemos —asintió Leo

Vamos —apartó con delicadeza a Annabeth del lugar—. No nos conviene perderlas.

Mientras caminaban, Percy recordó la primera vez que había luchado contra la empousa Kelli durante el período de orientación de nuevos alumnos en el Instituto Goode, cuando él y Rachel Elizabeth Dare habían quedado atrapados en la sala de música.

—Sí, nos acordamos —dijo Connor con una sonrisita

—El día que arruinaste su cita —dijo Travis a Rachel

—No arruiné su cita —se defendió Rachel

Annabeth le dio una mirada complicada. Zoé hizo una mueca

—Creo que la mirada de Annabeth lo dice todo —comentó Piper riendo

—No sé, podrías arruinar una de sus citas —bromeó Thalia mirando a Annabeth

Rachel le dio una mirada indignada

—¿De qué están hablando? —masculló Zeus —el oráculo no puede tener citas

Todos los chicos eligieron ignorarlo. Reyna tomó la mano de Rachel

—Y Percy decía que no era un cita —señaló Sally con una sonrisita

—¡Mamá! —se quejó Percy

Entonces le había parecido una situación desesperada. En cambio, en ese momento habría dado cualquier cosa por tener un problema tan sencillo. Por lo menos entonces estaba en el mundo de los mortales, mientras que en el Tártaro no había adónde huir.

—Buen punto —dijo Rachel

—Creo que era mejor escondite —comentó Percy

—Y por mucho —asintió Annabeth

Empezaba a recordar la guerra contra Cronos como los buenos tiempos, y eso era triste.

—Un poco —dijo Thalia

—Bueno, dada la situación en la que se encuentran, no es tan raro —dijo Zöe

—Pero sí triste —murmuró Percy

—Un poco —admitió Travis

Continuamente esperaba que su situación y la de Annabeth mejorara, pero sus vidas se volvían más y más peligrosas, como si las tres Moiras estuvieran allí arriba hilando su futuro con alambre de espino en lugar de hilo para ver cuánto podían aguantar dos semidioses.

Percy y Annabeth hicieron una mueca, porque cada día se daban cuenta que eso podría ser cierto, al parecer en realidad nunca estarían tranquilos y eso era bastante desalentador.

Después de varios kilómetros más, las empousai desaparecieron por encima de una cumbre. Cuando Percy y Annabeth las alcanzaron, se encontraron en el borde de otro enorme acantilado. El río Flegetonte caía por un lado en unas gradas irregulares de cataratas de fuego.

—Claro que sí —suspiró Sally

—No fue muy divertido tampoco —dijo Percy

—No lo recomiendo como pasatiempo— dijo Annabeth

—Gracias por el consejo —comentó Miranda

Las diablas descendían con cuidado por el acantilado, saltando de saliente en saliente como cabras montesas. A Percy se le subió el corazón a la garganta. Aunque él y Annabeth llegaran al fondo del acantilado con vida, el panorama no era muy halagüeño.

—No el tipo de paisaje que sirve para bonitas fotografías —dijo Percy

—No, aunque definitivamente podría ser el tipo de paisaje que los antepasados pintaban para retratar los castigos —señaló Annabeth

—Eso sonó bastante feo, pero tiene razón —asintió Percy

—Bueno, ahora ya sabemos de dónde pudieron salir esas pinturas —comentó Katie

—No voy a volver a ver esas pinturas de la misma forma —dijo Charles

—Tampoco yo —suspiró Rachel

El paisaje de allí abajo era una desolada llanura cenicienta llena de árboles negros, como pelo de insecto. El terreno estaba cubierto de ampollas. De vez en cuando, una burbuja se hinchaba y explotaba, y arrojaba un monstruo, como una larva saliendo de un huevo. A Percy se le quitó el hambre de repente.

—No me gustó el milagro de la vida ni todo eso —dijo Percy

—Creo que voy a dejar de comer huevos —dijo Travis con una mueca de asco

—Es como un pollito versión infierno —comentó Zoé

—Ahora no me gustan los pollitos tampoco —murmuró Leo

Todos los monstruos recién formados se arrastraban y renqueaban en la misma dirección: hacia un banco de niebla negra que engullía el horizonte como un frente de tormenta. El Flegetonte corría en la misma dirección, hasta aproximadamente la mitad de la llanura, donde se juntaba con otro río de agua negra. ¿El Cocito, tal vez?

—Por supuesto, esa debe ser la dirección correcta —dijo Connor

—Por supuesto que sí, era bastante obvio—dijo Chris

—El lugar que más feo se vea, ahí es —asintió Percy

—Nos damos cuenta de eso —coincidió Jason

—Debe ser como una ley o algo así —dijo Piper

Los dos torrentes se unían y formaban una catarata humeante e hirviente, y seguían corriendo como uno solo hacia la niebla negra. Cuanto más miraba Percy la tormenta oscura, menos quería ir allí. Podía ocultar algo: un mar, un foso sin fondo, un ejército de monstruos.

—Todo lo que se te ocurra —murmuró Nico

—No hay límites para la imaginación— dijo Percy

—Definitivamente tu imaginación ya te podría asustar bastante —dijo Travis

—Algo que claramente pasaría —asintió Leo

Pero si las Puertas de la Muerte estaban en esa dirección, era su única posibilidad de volver a casa.

Miró desde lo alto del acantilado.

Ojalá pudiéramos volar —murmuró.

—Sonaba a buena idea —dijo Percy

—Aunque luego vimos que no era tan buena idea —señaló Annabeth

—Lo sé, pero en ese pequeño lapso sonaba bastante razonable —dijo Percy

—¿Incluso con las nubes rojas y todo? —preguntó Hazel

—Incluso así —coincidió Percy

Annabeth se frotó los brazos.

¿Te acuerdas de las zapatillas con alas de Luke? Me pregunto si seguirán aquí abajo, en alguna parte.

—Pero tampoco es como que las fueran a encontrar —dijo Thalia

Luke se removió con incomodidad

—No lo sabes, tal vez podrían estar por ahí —dijo Percy

—Tal vez fueron el almuerzo de algún monstruo —señaló Thalia

—El monstruo come zapatos —asintió Connor

Percy se acordaba de ellas. Sobre esas zapatillas pesaba la maldición de arrastrar al Tártaro a quien las llevara. Habían estado a punto de llevarse a su mejor amigo, Grover.

Grover hizo una mueca —Lo recuerdo

—Nosotros también y no estuvimos ahí— dijo Travis

—Sip —asintió Leo

Me conformaría con un ala delta.

Puede que no sea buena idea.

Annabeth señaló con el dedo. Debajo de ellos, unas oscuras figuras aladas entraban y salían de las nubes de color rojo sangre describiendo espirales.

—Definitivamente nada de volar —dijo Piper

—Sí, ya no sonaba a tan buena idea —comentó Percy

—Creo que no sería tan divertido como se planteaba —dijo Jason

—Había cosas que no habíamos tomado en cuenta —señaló Annabeth

—A mí tampoco me gustaría volar con algo así —murmuró Sammy

¿Furias? —preguntó Percy.

O demonios de otra clase —dijo Annabeth—. En el Tártaro hay miles.

Incluidos los que comen alas delta —aventuró Percy—. Vale, bajaremos a pie.

—Me convenció —asintió Percy

—Bajar a pie ya no sonaba tan mal —dijo Leo

—Siempre sí podía resistir bajar a pie —comentó Percy

—Siempre no era tan difícil — dijo Annabeth

Ya no veía a las empousai debajo. Habían desaparecido detrás de una de las cumbres, pero no importaba. Era evidente adónde tenían que ir él y Annabeth. Como todos los monstruos gusano que se arrastraban por las llanuras del Tártaro, debían dirigirse al tenebroso horizonte. Percy se moría de ganas.

—Sonaba como algo increíble que hacer en tu tiempo libre —asintió Percy

—Sonaba a una completa aventura —convino Annabeth

—Casi casi un destino turístico —masculló Nico

—Definitivamente, un lugar para visitar una sola vez —dijo Percy

XIV Percy

Cuando empezaron a descender por el acantilado, Percy se concentró en los retos que se le planteaban: no perder pie, evitar los desprendimientos de rocas que alertaran a las empousai de su presencia y, por supuesto, asegurarse de que él y Annabeth no sufrían una caída mortal.

—Cosas muy importantes —dijo Thalia

—Todo estaba perfectamente ordenado en la lista —dijo Percy

—Claro, lo teníamos perfectamente controlado —asintió Annabeth

—Somos muy buenos con las listas —coincidió Percy

—Y con las bajadas mortales —dijo Annabeth

A mitad de descenso, Annabeth dijo:

Paramos, ¿vale? Una pausa breve.

Le temblaban tanto las piernas que Percy se maldijo por no haber hecho un descanso antes.

—Está bien, teníamos que llegar —señaló Annabeth

—Pero también teníamos que descansar —dijo Percy

—Aunque eso probablemente nos retrasó —comentó Annabeth

—Dioses, ambos tienen razón —dijo Thalia —qué necios son

Se sentaron el uno al lado del otro sobre un saliente junto a una rugiente cascada de fuego. Percy rodeó a Annabeth con el brazo, y ella se apoyó en él, temblando de agotamiento. Percy no se encontraba mucho mejor. Tenía el estómago como si se le hubiera encogido hasta el tamaño de una pastilla de goma.

Percy hizo una mueca

Charles y Zoé le dieron una mirada asesina a los dioses porque no era posible que después de todo lo que habían pasado y de todas maneras no los pudieran ni ayudar en el Tártaro ¿era verdad eso de que no podrían haber hecho nada?

Si se encontraban con otro cadáver de un monstruo, tenía miedo de apartar a una empousa e intentar devorarlo.

—Lo sé, sonaba un poco tentador —dijo Annabeth

—Bueno, hay que sobrevivir con lo que sea —comentó Zoë

—Eso es cierto —dijo Thalia —podría saber mal, pero les daría la energía que necesitan para llegar a las Puerta de la Muerte

—Imagínense que sí supiera rico un monstruo —dijo Connor con una mueca

—Que asco —murmuró Lena —pero podría ser un buen negocio

—Exacto, tú sí sabes —dijo Travis con orgullo

—Pero el monstruo se convierte en polvo aquí —dijo Chris

—Sí, pero se puede encontrar la manera —dijo Travis

Por lo menos tenía a Annabeth. Encontrarían una salida del Tártaro. Tenían que encontrarla. Él no pensaba mucho en destinos ni profecías, pero sí creía en una cosa: Annabeth y él estaban destinados a estar juntos. No habían sobrevivido a tantas cosas para que los mataran ahora.

—Awwwww —chillaron varios de los chicos

—Te lo dije —comentó Percy con una sonrisa

—Lo hiciste —asintió Annabeth besándolo suavemente

Las cosas podrían ir peor —aventuró Annabeth.

¿Sí?

Percy no sabía cómo, pero procuró mostrarse optimista.

—Pues sí —dijo Thalia

—De hecho si podía ir peor —dijo Annabeth

—Siempre se puede —asintió Percy —aunque en ese momento no pudiera ver como

Ella se arrimó a él. El cabello le olía a humo, y si Percy cerraba los ojos, casi podía imaginarse que estaban delante de la fogata del Campamento Mestizo.

Podríamos haber caído en el río Lete —dijo ella—. Podríamos haber perdido todos nuestros recuerdos.

—Definitivamente eso habría sido muy malo —dijo Rachel

—Sí, eso no sería muy divertido —comentó Jason

—Entonces obviamente puede ir peor —asintió Chris

—Había muchas maneras de empeorar eso —dijo Percy

A Percy se le puso la carne de gallina al pensar en ello. Ya había tenido suficientes problemas con la amnesia para toda una vida. El mes anterior sin ir más lejos, Hera le había borrado todos los recuerdos para introducirlo entre los semidioses romanos.

Percy resopló

—También nos acordamos de eso —dijo Leo

—Claro que lo hacemos —masculló Jason

—Pero el plan funcionó —señaló Hera

Percy había entrado en el Campamento Júpiter sin tener ni idea de quién era ni de dónde venía. Y, unos años antes, había luchado contra un titán en las orillas del Lete, cerca del palacio de Hades. Había atacado al titán con agua del río y le había borrado la memoria por completo.

Nico, Annabeth y Percy hicieron una mueca

—Sí también nos acordamos de eso —dijo Thalia

—Y que en realidad te mantuviste seco cuando cayeron en el Lete, así que si las cosas hubieran sido peor, en realidad tú no habrías perdido tus recuerdos —comentó Travis

—Dioses, eres el espíritu de la alegría ¿verdad? —masculló Percy

Annabeth tomó la mano de Percy un poquito más fuerte de lo normal

Sí, el Lete —murmuró—. No es precisamente mi río favorito.

¿Cómo se llamaba el titán? —preguntó Annabeth.

¿Eh…? Jápeto. Dijo que significaba «empalador» o algo por el estilo.

—Sigo diciendo que es un buen nombre —dijo Clarisse

—Bueno, suena bastante mal —dijo Percy

—Lo dice el señor "mi nombre significa destruir" —bromeó Annabeth

—Con razón —dijo Leo

No, el nombre que tú le pusiste después de que perdiera la memoria. ¿Steve?

Bob —dijo Percy.

Annabeth esbozó una débil sonrisa.

Bob el titán.

Zoé volteó a ver el libro tan rápido que fue una suerte que no terminara con un latigazo cervical —De ahí viene el nombre

—Sí, esa es la parte de la historia que no sabías —comentó Percy con una pequeña sonrisa, no era como que estuviera muy feliz de que la supiera, pero ahí estaba y se acordó de la pequeña plática que había tenido con la niña, sobre su panda Bob

Charles también pareció entender a lo que se refería, porque agarró la mano de su hermana

—Es un nombre bonito —murmuró Zoé

—Sí lo es —dijo Annabeth con una pequeña sonrisa, ella también recordó cuando Percy le contó sobre el famoso panda de peluche

Los cuatro se sonrieron. Los demás —a excepción de los legados, ya que entre ellos era obvio el nombre del peluche de Zoé— los miraron con confusión.

Percy tenía los labios tan secos que le dolía sonreír. Se preguntaba qué habría sido de Jápeto después de que lo dejaran en el palacio de Hades y si seguiría contento de ser Bob, un titán amistoso, feliz y desorientado. Esperaba que sí, pero el inframundo parecía sacar lo peor de todo el mundo: monstruos, héroes y dioses.

Hades hizo una mueca, era la verdad, aunque no sabía como le había ido a aquel titán, en realidad no creía que tan bien. Hades podía ser honesto consigo mismo, probablemente se iba a desquitar por todo lo que habían hecho los titanes.

Miró a través de las cenicientas llanuras. Se suponía que los demás titanes estaban allí, en el Tártaro: encadenados, vagando sin rumbo o escondidos en algunas de esas oscuras grietas. Percy y sus aliados habían destruido al peor titán, Cronos, pero sus restos podían estar allí abajo en alguna parte: millones de furiosas partículas de titán flotando entre las nubes color sangre o acechando en la niebla oscura.

—Está bien, yo solo me provoco ansiedad —dijo Percy

—Ya nos dimos cuenta —dijo Thalia

—Pero es real —señaló Percy

—Sí, pero que momento más inoportuno para recordarlo —comentó Thalia

—Los momentos inoportunos son los mejores para recordar cosas —dijo Percy

—En eso tiene razón —coincidió Travis

Percy decidió no pensar en ello. Besó a Annabeth en la frente.

Deberíamos seguir. ¿Quieres beber más fuego?

Uf. Paso.

—Sí, yo tampoco pensé nunca en decir esa frase —dijo Percy

—Siempre pasa lo que nunca esperamos —comentó Will

—Eso es lo que veo —dijo Percy

Se levantaron con dificultad. Parecía imposible descender por el resto del acantilado: solo había un entramado de diminutos salientes, pero siguieron bajando. El cuerpo de Percy empezó a funcionar con el piloto automático. Tenía calambres en los dedos. Le estaban saliendo ampollas en los tobillos. Temblaba de hambre.

—Dioses —murmuró Miranda

—Me estan cayendo muy mal estos libros — se quejó Percy

—¿Apenas? —preguntó Leo

—Más en este momento —dijo Percy

Se preguntaba si morirían por no comer o si el agua de fuego les daría energías para seguir adelante. Se acordó del castigo de Tántalo, que se había quedado atrapado eternamente en un lago debajo de un árbol frutal sin poder alcanzar comida ni bebida.

—Y ni siquiera cuando estuvo en el campamento pudo hacerlo —comentó Will

—Bueno, definitivamente se lo merecía —dijo Zeus

Los chicos se miraron entre ellos porque en realidad ya no sabían que tan cierto era eso de "se lo merecían", había un montón de casos donde en realidad no merecían nada, puede que Tántalo sí, pero eso no cambiaba el hecho de quien sabe cuántas otras personas habían sufrido por los dioses

Dioses, hacía años que Percy no pensaba en Tántalo. A aquel idiota lo habían puesto en libertad por un breve período de tiempo para que ejerciera de director del Campamento Mestizo. Probablemente estuviera otra vez en los Campos de Castigo. Percy nunca había sentido lástima por aquel imbécil, pero estaba empezando a compadecerse de él.

—Aun así no me cae bien —dijo Percy

—Puedes compadecerte de alguien y que no te caiga bien —dijo Thalia

—Pues ese era el caso —comentó Percy

Annabeth asintió con la cabeza

Se imaginaba lo que debía de ser pasar hambre por toda la eternidad y no poder comer.

«Sigue bajando», se dijo.

«Hamburguesas con queso», contestó su estómago.

«Cállate», pensó.

«Con patatas fritas», se quejó su estómago.

—A veces uno necesita conversaciones interesantes —asintió Leo

—Claro —dijo Percy —¿que mejor compañía que tus pensamientos?

—Obviamente —dijo Rachel —siempre son bienvenidos

—Y tienen cosas interesantes para transmitir —comentó Piper

—Aunque también a veces son insufribles —dijo Thalia

—Y que lo digas —murmuró Percy

Mil millones de años más tarde, con una docena de nuevas ampollas en los pies, Percy llegó al fondo. Ayudó a Annabeth a bajar y se desplomaron en el suelo. Delante de ellos se extendían kilómetros de terreno baldío, repletos de larvas monstruosas y grandes árboles con pelo de insecto.

—Genial —dijo Connor

—¿Árboles con pelo de insecto? —preguntó Lena con una mueca de asco

Nico se estremeció y Will lo acercó más hacia él

—Sí, había cosas muy raras ahí —dijo Percy

—Y que lo digas —murmuró Nico

A su derecha, el Flegetonte se dividía en arroyos que surcaban la llanura y se ensanchaban formando un delta de humo y fuego. Hacia el norte, siguiendo el curso principal del río, el terreno estaba plagado de entradas de cuevas. Aquí y allá sobresalían espirales de roca como signos de admiración.

—Era un poco interesante —dijo Percy —eso sí, eso no daba tanto miedo

—Era lo más pasable que había ahí —dijo Annabeth

—Casi te podías imaginar que estabas en un destino turístico remoto como Islandia o algo así —bromeó Percy

—Claro —dijo Annabeth

Debajo de la mano de Percy la tierra poseía un calor y una tersura alarmantes. Trató de coger un puñado, pero se dio cuenta de que, bajo una fina capa de tierra y rocalla, el suelo era más bien una enorme membrana… como una piel. Estuvo a punto de vomitar, pero se contuvo. En el estómago solo tenía fuego.

Todos los demás miraron el libro con una expresión horrorizada

—Como si no fuera lo suficientemente malo —dijo Reyna

—Tenía que descubrirlo —se quejó Percy

—Habría sido bueno quedarse con la duda —dijo Katie

—A veces el conocimiento no es tan bueno —murmuró Annabeth

Omitió ese detalle a Annabeth, pero empezó a tener la sensación de que algo los estaba observando: algo enorme y malévolo. No podía determinar dónde estaba, porque era una presencia que parecía estar en todas partes. Además, «observar» no era la palabra acertada. Para eso harían falta ojos, y esa cosa simplemente era consciente de la existencia de ellos dos.

—Suena bastante terrorífico —dijo Katie

—Lo fue —asintió Percy

—Es algo que sabes que está ahí de cierta manera acechándote —dijo Nico

—Es como los mortales y esos videos de fantasmas que ven —comentó Annabeth

—Aunque los fantasmas no dan miedo —dijo Nico

—Para algunos de nosotros sí dan —comentó Travis

—Algunos de nosotros dormimos con la cobija antifantasmas —asintió Leo

Las cumbres situadas por encima de ellos ya no parecían tanto escalones como hileras de inmensos dientes. Las esferas de roca parecían costillas rotas. Y si la tierra era una piel… Percy apartó esos pensamientos de su cabeza. Ese sitio le estaba haciendo flipar. Nada más.

Los dioses se miraron entre ellos, todos sabían que Percy no estaba delirando ni nada por el estilo, el Tártaro no era un lugar, era un ente que tenía conciencia. Poseidón y Atenea solo podían esperar que no hiciera acto de presencia o algo así, sería terrible para sus hijos, a pesar de la rencilla con su hija a Atenea le preocupaba, solo necesitaba que Annabeth viera su lado en el asunto

Annabeth se levantó limpiándose el hollín de la cara. Miró hacia la oscuridad del horizonte.

Si cruzamos la llanura estaremos totalmente desprotegidos.

—Claro que sí —suspiró Poseidón

—Obviamente tenían que llegar a un lugar donde estuvieras desprotegidos —dijo Thalia

—Era casi como una ley —asintió Percy

A unos cien metros delante de ellos, una burbuja estalló en el suelo. Un monstruo salió lanzando zarpazos: un reluciente telquine con pelaje resbaladizo, cuerpo de foca y extremidades humanas poco desarrolladas.

—Genial —dijo Travis

Zoé hizo una mueca —No me agradan ellos

—A mí tampoco en realidad —dijo Percy

—A veces pueden verse bonitos, pero no lo son —comentó Katie

—Tal vez de cachorro —señaló Rachel

Consiguió arrastrarse varios metros antes de que algo saliera disparado de la cueva más cercana; apareció tan rápido que Percy solo vio una cabeza de reptil de color verde oscuro. El monstruo atrapó al telquine, que chillaba, y lo arrastró a la oscuridad.

—Parece película de terror —murmuró Miranda

—O como en las caricaturas —dijo Connor

—Pero en las caricaturas no da miedo —señaló Percy

—Tienes un punto ahí —dijo Connor

—Aunque sí siempre sale un monstruo que se come a alguien chiquito —admitió Percy

Había resucitado en el Tártaro para ser devorado a los dos segundos. Percy se preguntaba si ese telquine aparecería en otro lugar del Tártaro y cuánto tardaría en volver a cobrar forma. Se tragó el sabor amargo del agua de fuego.

Oh, sí. Va a ser divertido.

—Sí, se veía increíble —dijo Percy con sarcasmo

—Lo mejor —asintió Annabeth

—¿Quién querría perderse semejante paraíso? —preguntó Nico

Annabeth le ayudó a levantarse. Percy echó un último vistazo a los acantilados, pero no había vuelta atrás. Habría dado mil dracmas dorados por contar con Frank Zhang en ese momento: el bueno de Frank, que siempre aparecía cuando se le necesitaba y podía transformarse en un águila o un dragón y llevarlos volando a través de esa estúpida tierra baldía.

—Y no creo que esas cosas se atrevieran a atacar a un dragón —comentó Chris

—No lo sé, en ese lugar todo es posible —dijo Percy

—No podemos estar seguros que no lo harían —dijo Annabeth

—Básicamente sobrevive el más fuerte —argumentó Nico

—Pero un dragón es muy fuerte —dijo Connor

—PEro había muchas cosas que atacaban en grupo —señaló Annabeth

Echaron a andar procurando evitar las entradas de las cuevas, pegados a la orilla del río.

Estaban rodeando una de las espirales cuando un movimiento fugaz llamó la atención de Percy: algo que corría entre las rocas a su derecha. ¿Los estaba siguiendo un monstruo? Tal vez solo era un malo cualquiera que se dirigía a las Puertas de la Muerte.

—Esperemos que no sea eso —dijo Rachel

—Esperemos que sea una especie de alucinación inducida por el hambre —dijo Chris

—Habría sido mucho mejor eso —comentó Percy

—Y vaya que lo habría sido —murmuró Annabeth

De repente se acordó de por qué habían empezado a seguir esa ruta y se paró en seco.

Las empousai —dijo, y agarró a Annabeth del brazo—. ¿Dónde están?

Annabeth echó un vistazo dando una vuelta completa, sus ojos grises brillantes de alarma.

—¡No puede ser! —exclamó Zoé

—Definitivamente no fue una alucinación— dijo Travis

—Yo también lamenté que no fuera eso —suspiró Percy

—Bueno, ya nos lo esperábamos porque nos hicieron spoiler, pero maldita sea —dijo Miranda

—No maldigas enfrente de los niños —regañó Travis

—Que mal ejemplo eres Katie —dijo Miranda negando con la cabeza

Katie se sonrojó

Tal vez el reptil de la cueva también había atrapado a las vampiras. Si las empousai seguían delante de ellos, deberían haberlas visto en la llanura. A menos que estuvieran escondidas… Percy sacó su espada demasiado tarde.

—Maldita sea— dijo Poseidón, sabía que las cosas todavía no estaban bien con su hijo, pero no por eso iba a querer que siguiera pasado situaciones difíciles

—Supongo que el olor de los semidioses sigue funcionando ahí— dijo Rachel

—Lamentablemente sí— comentó Percy con una mueca

Las empousai salieron de entre las rocas a su alrededor; había cinco formando un círculo. Una trampa perfecta. Kelli avanzó cojeando con sus piernas desiguales. Su cabello en llamas ardía sobre sus hombros como una cascada del Flegetonte en miniatura.

—Claro que sí —dijo Rachel —mi empusa favorita

—Lo bueno es que Reyna no tiene el listón tan alto entonces —bromeó Connor

—Bueno para mí —asintió Reyna

Rachel le sacó la lengua

Zeus las miró con una expresión hosca ¿que eran todo este tipo de estúpidas bromas? Era bien sabido que el oráculo no podía tener citas y aquí estaban estas dos haciendo alusión a eso, no sabrían que cambios traería y cómo podría eso afectar al Olimpo, esas niñas eran demasiado ingenuas y egoístas para pensar siquiera en eso. Tendría que hablar con Apolo para que hiciera bien su trabajo.

Su andrajoso conjunto de animadora estaba salpicado de manchas de color marrón óxido, y Percy supo con certeza que no eran de ketchup. La criatura le clavó sus brillantes ojos rojos y enseñó los colmillos.

—Creo que para ella es una buena noticia verte ahí —dijo Miranda

—Todo es cuestión de perspectiva — dijo Percy

—Y vaya que lo es —asintió Annabeth

Percy Jackson —dijo con un arrullo—. ¡Genial! ¡Ni siquiera tendré que volver al mundo de los mortales para acabar contigo!

—Fin del capítulo —dijo Poseidón

—Vaya forma de acabar un capítulo —dijo Apolo

—Pero vamos a seguir leyendo —señaló Poseidón

Percy hizo una mueca, muy poco contento que siguieran con los capítulos de él

—¿Quién quiere leer? —preguntó Apolo