XVII (9000) Frank

—Yo voy a leer —dijo Afrodita, en cuanto tomó el libro alzó una de sus perfectas cejas —bueno, esto claramente no se esperaba

—¿De quién es? —preguntaron varias voces al mismo tiempo

—Frank —dijo Afrodita mirando al mencionado

Frank hizo un sonido de protesta

—Tal vez en este libro van a pasar los siete —señaló Hermes

—Yo espero que no —dijo Jason

—También yo —asintió Piper

—Sería una completa injusticia que no pasaran ni Piper ni Jason —señaló Leo

—Concuerdo,tendríamos que armar una huelga —dijo Percy

—Yo creo que así estamos bien —dijo Jason

—Yo también espero que no pase Jason —dijo Nico en un susurro, no quería pensar que viniera esa horrible parte con Cupido y dado que Jason era el único que había estado con él… esperaba que así se quedara

—Bueno, quedan muchos capítulos para descubrirlo —comentó Afrodita

Frank se despertó convertido en pitón, cosa que lo dejó perplejo.

—Empezamos de una manera un poco extraña —dijo Connor

—Se lleva el premio a la manera más extraña de iniciar un capítulo —dijo Travis

—Pero bueno, cada quién se despierta como puede —señaló Katie

Transformarse en un animal no era complicado. Lo hacía continuamente. Pero nunca había pasado de un animal a otro estando dormido. Estaba seguro de que no se había dormido convertido en serpiente. Normalmente dormía como un perro.

—La verdad es que no estoy muy seguro de que decir a eso —comentó Travis

Frank se sonrojó —Esa es la razón por la que todo esto debería ser privado

—Pero así no sería divertido —dijo Travis

—No es divertido —señaló Leo

—Para nosotros sí —comentó Connor

—Es cuestión de perspectiva —dijo Travis

Había descubierto que pasaba mucho mejor la noche si en su litera se acurrucaba bajo la forma de un bulldog. Por algún motivo, las pesadillas no le molestaban tanto. Los continuos gritos que oía dentro de su cabeza casi desaparecían.

—¿Disculpa? ¿Cómo qué gritos? —preguntó Miranda

—¿Cómo que las pesadillas no te molestan si eres un bulldog? —preguntó Percy al mismo tiempo

—En este mundo existen dos tipos de personas —señaló Piper

—Es que eso de ser bulldog y no tener pesadillas suena bien —comentó Percy

—Pero escucha voces, eso jamás es buena señal —dijo Miranda

—Pero no tiene pesadillas, creo que es bueno —dijo Percy

No tenía ni idea de por qué se había transformado en una pitón reticulada, pero eso explicaba por qué había soñado que se tragaba poco a poco una vaca. La mandíbula todavía le dolía.

—Supongo que tiene sentido —dijo Chris

—No te conviertas en una vaca, va a ser raro —dijo Leo

—No estaba pensando en hacerlo —comentó Frank

—Eso es una buena noticia —asintió Piper

Se preparó y adquirió de nuevo forma humana. Enseguida, su terrible dolor de cabeza regresó, junto con las voces.

¡Enfréntate a ellos!, gritaba Marte. ¡Toma su barco! ¡Defiende Roma!

¡Mata a los romanos!, contestaba la voz de Ares. ¡Sangre y muerte! ¡Cañones!

—Ay no, que horrible tortura —dijo Percy

—Ya decía yo que escuchar voces no era algo bueno —comentó Miranda

—Y es que también que tipo de voces —señaló Apolo

Incluso Clarisse se veía horrorizada

—Cosas que jamás quieres que te pasen en la vida —murmuró Connor

Las personalidades romana y griega de su padre se proferían gritos en la mente de Frank acompañadas de la banda sonora habitual de ruidos de combate —explosiones, rifles de asalto, estruendosos motores a reacción—, vibrando como un altavoz detrás de sus ojos.

Absolutamente todos voltearon a ver a Ares como si estuviera loco. Ares resopló, era completamente normal hacer eso para que sus hijos demostraran su valía, no es como que fuera la gran cosa

—Nadie pensó que ese era un método para estar con tus hijos —comentó Apolo

—No lo es, por favor no lo hagas —pidió Will

Todos los chicos hicieron una mueca al pensar en estar en las mismas condiciones que Frank. A nadie le gustó mucho

Se incorporó en su litera, aturdido por el dolor. Como hacía cada mañana, respiró hondo y miró la lámpara de su mesa: una llama diminuta que ardía noche y día, alimentada con aceite de oliva mágico de la despensa. Fuego… el mayor temor de Frank. Tener una llama encendida en su camarote le aterraba, pero también le ayudaba a concentrarse.

—Bueno, con esas voces hay que tomar medidas drásticas —comentó Hermes

—Existen torturas y torturas —señaló Apolo

—No seas dramático —masculló Ares

—No es dramatismo, es la verdad —dijo Apolo

—Por supuesto que lo es —asintió Perséfone

El ruido de su cabeza se desvanecía y le permitía pensar. Ahora se le daba mejor, pero durante días había estado hecho una piltrafa. En cuanto habían estallado los enfrentamientos en el Campamento Júpiter, las dos voces del dios de la guerra habían empezado a gritar sin parar.

—Dioses, no sé como aguantaste tanto —dijo Rachel horrorizada e impresionada al mismo tiempo

—Eso se merece un premio o algo así —comentó Hermes

—Hay cosas que nadie debería pasar —dijo Percy totalmente escandalizado

Ares le dio una mirada asesina

—Top 1 de cosas que no le deseas ni a tu peor enemigo —asintió Apolo

Desde entonces, Frank había vagado dando traspiés, aturdido, sin apenas poder funcionar. Se había comportado como un tonto, y estaba seguro de que sus amigos pensaron que había perdido la chaveta.

—Sí —dijo Leo

—Nada más tantito —bromeó Piper

—Bueno, gracias —murmuró Frank

—Honestidad ante todo —dijo Will

Él no podía decirles lo que le pasaba. No había nada que ellos pudieran hacer y, por lo que les oía decir, estaba convencido de que ellos no oían a sus padres divinos chillarles en los oídos.

—No —dijo Leo con alivio

—Y espero que nunca pase —dijo Piper

—Por supuesto que no, eso podría arruinar tus citas —señaló Afrodita

—Exactamente Piper —comentó Thalia rodando los ojos

Esas cosas solo le pasaban a Frank, pero tenía que superarlo. Sus amigos lo necesitaban, sobre todo ahora que Annabeth no estaba.

Annabeth le dio una sonrisa de lado

—Awwww —chillaron algunos de los chicos

Frank de sonrojó

—Bien, demuestra de lo que eres capaz —dijo Ares

—Pues deja de gritarle —comentó Artemisa rodando los ojos

Annabeth se había portado bien con él. Incluso cuando estaba tan distraído que se comportaba como un bufón, Annabeth había sido paciente y amable con él. Aunque Ares le gritaba que los hijos de Atenea no eran de fiar y Marte le bramaba que matara a todos los griegos, Frank había llegado a respetar a Annabeth.

—Gracias —dijo Annabeth

Atenea le dio una mirada asesina a Ares, este ni se inmutó

—¿Y si te hubieras encontrado con un hijo de Ares?— preguntó Rachel

—Sí, creo que no sería bueno para su salud mental —dijo Apolo

—Tampoco creo que hubiera sido bueno —dijo Frank

—¿Entonces es como si pudiera leer tus pensamientos? —pregunto Percy aun más horrorizado

—Supongo —dijo Frank encogiéndose de hombros—. Era raro

Ahora que no la tenían a ella, Frank era lo más parecido a un estratega militar con lo que el grupo contaba. Lo necesitarían para el viaje que les esperaba.

—Sin presiones —dijo Miranda

—Para nada me sentía presionado —murmuró Frank

—En esa misión sentimos todo, menos presión —dijo Leo

Se levantó y se vistió. Afortunadamente, había conseguido comprar ropa nueva en Siena hacía un par de días y había sustituido la ropa sucia que Leo había lanzado por los aires con Buford, la mesa. (Era una larga historia).

—Ya nos la sabemos —asintió Chris

—Pero funcionó —señaló Leo

—Podrán cuestionar los métodos, pero jamás los resultados —dijo Piper riendo

—Exactamente —convino Leo

Tiró de unos Levi's y una camiseta de manga corta verde militar, y luego alargó la mano para coger su sudadera favorita, antes de recordar que no la necesitaba. Hacía demasiado calor. Y lo que era más importante, ya no necesitaba los bolsillos para proteger el trozo de leña mágico que determinaba la duración de su vida. Hazel lo mantenía a buen recaudo.

—Bueno, sabes que está seguro —comentó Bianca

—Definitivamente —asintió Frank

Hazel le dio una pequeña sonrisa

Tal vez eso debería haberle puesto nervioso. Si el palo se quemaba, Frank moriría: fin de la historia. Pero se fiaba de Hazel más que de sí mismo. Saber que ella protegía su gran debilidad le hacía sentirse mejor, como si se hubiera abrochado el cinturón de seguridad para emprender una persecución a toda velocidad.

—Awwwww —chillaron algunos de los chicos

Hazel y Frank se sonrojaron

—Que monos —chilló Afrodita

Hades le dio una mirada llena de irritación. Sammy les dio una sonrisita divertida

Se echó al hombro el arco y el carcaj. Enseguida se transformaron en una mochila corriente. A Frank le encantaba. No habría descubierto el poder de camuflaje del carcaj si Leo no se lo hubiera revelado.

—De nada —dijo Leo —son 50 dracmas

—100, no cobras por lo que haces sino por lo que sabes —comentó Esperanza

—Tienes toda la razón —dijo Leo alegremente —ya escuchaste a la niña, Frank

—Entonces espero que tengan compras a crédito —murmuró Frank

¡Leo!, dijo Marte enfurecido. ¡Debe morir!

¡Estrangúlalo!, gritó Ares. ¡Estrangula a todo el mundo! ¿De quién estamos hablando, por cierto?

—Que falta de respeto — se quejó Leo

—Si es insoportable tenerlo a lado durante los capítulos, no me imagino tenerlo en tu mente todo el tiempo —comentó Hermes

—Miren quien habla, el rey de los insoportables —masculló Ares

—Por lo menos no grito tonterías en la cabeza de mis hijos —señaló Hermes

—Sería horrible —susurró Connor a sus hermanos, ellos asintieron totalmente de acuerdo

Los dos se pusieron a chillarse el uno al otro por encima del sonido de las bombas que estallaban en el cráneo de Frank. Recobró el equilibrio apoyándose en la pared. Durante días, Frank había escuchado cómo esas voces le pedían que matara a Leo Valdez.

—No me hace sentir muy bien eso —murmuró Leo

—Pero no le hizo caso a las voces, es lo importante —señaló Thalia

—Hay que ver el lado positivo de todo —asintió Piper

—Sí claro —masculló Leo

Después de todo, Leo había iniciado la guerra contra el Campamento Júpiter disparando una ballesta contra el foro. Sí, en aquel momento estaba poseído, pero aun así Marte exigía venganza. Leo le ponía las cosas más difíciles tomándole el pelo continuamente, y Ares exigía que Frank tomara represalias por cada ofensa.

—Es que también tú, Leo —dijo Connor negando con la cabeza

—No te ayudas —señaló Miranda

—Bueno, no sabía que escuchaba voces y que hacía que me odiaran —comentó Leo

—Pues si no cooperas, como no te van a odiar —dijo Rachel

—Lección de hoy, no meterse con las personas, no sabes cuando alguien pueda estar escuchando las voces de su padre divino —dijo Katie

—Totalmente anotado —asintió Travis

—Nuevo miedo desbloqueado —murmuró Zoé

Frank mantenía las voces a raya, pero no era fácil. Durante su travesía a través del Atlántico, Leo había dicho algo que Frank todavía no había podido quitarse de la cabeza. Cuando se había enterado de que Gaia, la malvada diosa de la tierra, había puesto precio a sus cabezas, Leo había querido saber cuál era ese precio.

Frank se sonrojó

—Eso — dijo Leo moviéndose incómodo

—Eso —murmuró Frank

«Entiendo que no sea tan caro como Percy o Jason… pero ¿valgo, no sé, dos o tres veces lo mismo que Frank?»

No era más que otra estúpida broma de Leo, pero el comentario le había afectado.

—Lo siento —murmuró Leo —solo era una broma

—Lo sé, pero aun así —suspiró Frank

Ares rodó los ojos y soltó un suspiro de irritación

—No lo volveré a hacer —dijo Leo

—Bueno, espero que no —comentó Frank

En el Argo II, Frank se sentía como el miembro menos valioso de la tripulación. Vale, podía transformarse en animales. ¿Y qué? Su mayor servicio hasta la fecha había sido convertirse en una comadreja para escapar de un taller subterráneo, e incluso eso había sido idea de Leo.

—Se dan cuenta que todos tienen el mismo problema con sentirse insuficientes ¿verdad? —señaló Thalia

—Es que era un requisito —murmuró Piper

—Venía en la descripción del trabajo —comentó Percy

—Era el requisito indispensable, al parecer —dijo Hazel

Frank era más conocido por el desastre del pez de colores gigante en Atlanta y, sin ir más lejos, el día anterior, por transformarse en un gorila de doscientos kilos para que luego una granada de detonación lo dejara inconsciente. Leo todavía no había hecho ningún chiste sobre gorilas a su costa, pero era cuestión de tiempo.

Leo se sonrojó —Sí se me había ocurrido uno muy bueno

—Leo —dijo Calipso negando con la cabeza

—Era obvio —comentó Frank

—¡Pero no lo dije! —se defendió Leo —asi que no cuenta

¡Mátalo!

¡Tortúralo! ¡Y luego mátalo!

—Mejor ninguna de las anteriores —dijo Leo

Bueno claramente ese mocoso se merecía un castigo por hacer comentarios burlones sobre su hijo, pensó Ares, pero al mismo tiempo a su hijo le faltaba aprender a hacerse respetar, no podía simplemente estar aguantando todo

Las dos facetas del dios de la guerra parecían estar dándose patadas y puñetazos dentro de la cabeza de Frank, usando sus senos como cuadrilátero.

¡Sangre! ¡Cañones!

¡Roma! ¡Guerra! Calmaos, ordenó Frank.

Sorprendentemente, las voces obedecieron.

—Eso es algo bueno —dijo Percy

—Por lo menos tienes un momento para respirar —dijo Apolo

—Fue sorpresivo —asintió Frank

—Bueno, están en tu mente, tú mandas —comentó Bianca

—Aunque creo que no es del todo cierto —dijo Frank

«Vale», pensó Frank.

Tal vez por fin pudiera controlar a esos minidioses gritones y molestos. Tal vez aquel fuera un buen día. Su esperanza se frustró en cuanto subió a cubierta.

—Demasiado rápido —suspiró Frank

—No duró ni cinco minutos —señaló Leo

—Eso es solo lo que duran las buenas noticias —dijo Percy

—Que lastima que haya marca de tiempo —se quejó Leo

¿Qué son? —preguntó Hazel.

El Argo II estaba atracado en un concurrido muelle. A un lado se extendía un canal de navegación de aproximadamente medio kilómetro de ancho. Al otro se abría la ciudad de Venecia: tejados de tejas rojas, cúpulas metálicas de iglesias, torres con chapiteles y edificios blanqueados por el sol con los colores de las tarjetas de San Valentín: rojo, blanco, ocre, rosa y naranja.

—Suena lindo —dijo Katie

—No me encanta el nombre —se quejó Afrodita —se supone que deben festejar a mi hijo

—San Valentín fue más genial —señaló Apolo

—Cualquiera es más genial —murmuró Nico

Por todas partes había estatuas de leones: encima de pedestales, sobre las puertas o en los pórticos de los edificios más grandes. Había tantas que Frank supuso que el león debía de ser la mascota de la ciudad.

—Que ciudad tan genial —dijo Connor

—La verdad se veía bastante increíble —asintió Hazel

—Muy imponente —coincidió Piper

—Deberíamos ir sin estar en una misión potencialmente mortal —dijo Leo

Donde deberían haber estado las calles, los canales verdes se abrían paso entre los barrios, todos atascados por las lanchas motoras. A lo largo de los muelles, las aceras estaban atestadas de turistas que compraban en los puestos de camisetas, desbordaban las tiendas y pasaban el rato en las áreas de cafés con terraza, como manadas de leones marinos.

—Que grosero —dijo Miranda negando con la cabeza

—Lo siento —murmuró Frank

—Nos saliste muy criticón— comentó Connor

—Bueno, quiero decir, la analogía es buena —dijo Hazel

—¡Claro que lo tenías que defender! —dijo Connor con fingida exasperación

—Que mal ejemplo de dan a los niños —dijo Travis con tono "decepcionado"

—Que mal que sean así —bromeó Percy

Frank había pensado que Roma estaba llena de turistas, pero ese lugar era una locura. Sin embargo, Hazel y el resto de sus amigos no estaban prestando atención a ninguno de esos detalles. Se habían reunido en la barandilla de estribor para observar las docenas de extraños monstruos peludos que se apiñaban entre la multitud.

—¿Por qué no? También los monstruos hacen turismo —dijo Travis

—Es una buena manera de tener una vida monstruosa —asintió Percy

—Pero ellos definitivamente no estaban haciendo turismo —dijo Frank

—Habría sido más fácil que lo hicieran —comentó Hazel

Cada monstruo era del tamaño de una vaca, con la espalda encorvada como un caballo doblegado, enmarañado pelo gris, patas huesudas y negras pezuñas hendidas. Las cabezas de las criaturas parecían demasiado pesadas para sus pescuezos. Tenían largos hocicos, como los de los osos hormigueros, inclinados hacia el suelo. Sus descuidadas melenas grises les tapaban los ojos por completo.

—No suenan tan malas —dijo Chris

—Eran bastante malas —dijo Frank con una mueca

—Son bastante horribles —coincidió Apolo —unas criaturas que a nadie le gustan

—Definitivamente no —murmuró Nico

Frank observó como una de las criaturas cruzaba pesadamente el paseo marítimo, olfateando y lamiendo la calzada con su larga lengua. Los turistas se separaban a su alrededor, despreocupados. Unos pocos incluso lo acariciaban. Frank se preguntaba cómo los humanos podían estar tan tranquilos. Entonces la figura del monstruo parpadeó. Por un momento se convirtió en un viejo y gordo sabueso.

—Vaya, que bueno que no sabían que estaba acariciando —dijo Thalia

—He visto a muchos de ellos acariciar cosas peores —comentó Rachel —y es un poco raro que no vean lo horrible que es

—Definitivamente lo es —coincidió Sally

Jason gruñó.

Los mortales creen que son perros extraviados.

O mascotas que vagan por la ciudad —dijo Piper—. Mi padre rodó una película en Venecia. Recuerdo que me dijo que había perros por todas partes. A los venecianos les encantan los perros.

—Bueno, ya sé que no eran perros —dijo Piper

—Ahora cuando tu papá te diga, duda seriamente —dijo Leo

—Espero que mi papá nunca acaricie un perro de la calle —comentó Piper con una mueca

—Al menos no sin ti para que le puedas decir que sí o que no —señaló Thalia

Frank frunció el entrecejo. Siempre se le olvidaba que el padre de Piper era Tristan McLean, una estrella de cine de primera categoría. Ella no hablaba mucho de él. Parecía bastante sencilla para ser una chica criada en Hollywood. A Frank le parecía bien. Lo último que necesitaban en la misión eran paparazzi haciendo fotos de las monumentales pifias de Frank.

—Sí, creo que todos estamos mejor sin los paparazzi —asintió Piper

—No sé, creo que mi cara quedaría perfecta en una revista de Hollywood —dijo Leo encogiéndose de hombros

—Siempre es bueno ver tu cara en una revista —asintió Apolo

—Mientras te tomen un buen ángulo —coincidió Afrodita —aunque por supuesto, todos mis ángulos son perfectos

Pero ¿qué son? —preguntó, repitiendo la pregunta de Hazel—. Parecen… vacas hambrientas con pelo de perro pastor.

Esperó a que alguien se lo aclarara. Nadie ofreció la más mínima información.

—Ninguno teníamos la más mínima información —dijo Leo

—Yo creo que por eso —asintió Percy

—Pero para el próximo viaje a Italia ya sabemos que no hacer —dijo Frank

—Definitivamente —murmuró Hazel

Tal vez sean inofensivos —propuso Leo—. No hacen caso a los mortales.

¡Inofensivos! —dijo Gleeson Hedge riéndose.

El sátiro llevaba sus habituales pantalones cortos de gimnasia, su camiseta de deporte y su silbato de entrenador.

—Espero que no empiece una batalla con los monstruos —dijo Hermes

—Es una cosa bastante posible, al parecer —comentó Apolo

—Era un 50/50, no nos ayudaba mucho a saber lo que iba a hacer—dijo Frank

Su expresión era tan destemplada como siempre, pero todavía llevaba en el pelo una de las gomas rosadas que le habían puesto los enanos bromistas en Bolonia. A Frank le daba miedo comentárselo.

—A todos —asintió Piper

—Pero el color le quedaba perfecto —dijo Leo

—Claro, se veía bastante bien —convino Jason

—El accesorio perfecto —dijo Hazel

Valdez, ¿cuántos monstruos inofensivos hemos visto? ¡Deberíamos apuntarles con las ballestas y ver lo que pasa!

Oh, no —dijo Leo.

—Creo que no era buena idea —dijo Leo

—Por supuesto que no, solo íbamos a causar más caos —dijo Jason

—Y en ese momento no estaban siendo una amenaza — suspiró Hazel

—Perfectas razones para no atacarlos —asintió Chris

Por una vez, Frank estaba de acuerdo con Leo. Había demasiados monstruos. Sería imposible apuntar a uno sin causar daños colaterales entre las multitudes de turistas. Además, si cundía el pánico entre los monstruos y huían en desbandada…

—Iba a ser malo —asintió Piper

—Nadie quiere a un grupo de turistas corriendo por ahí en pánico —dijo Apolo

—Es horrible cuando hacen eso, retrasan todos los pedidos —dijo Hermes negando con la cabeza

Tendremos que andar entre ellos y confiar en que sean pacíficos —dijo Frank, aunque la idea no le hacía ninguna gracia—. Es la única forma de que localicemos al dueño del libro.

—Espero que no los molesten —dijo Chris

—Eso era confiar mucho en nosotros —comentó Hazel con una mueca

—Bueno, no fue intencional el molestarlos —dijo Nico

—Aunque a ellos no les importó si fue intencional o no —murmuró Frank

Leo sacó el manual encuadernado en piel de debajo del brazo. Había pegado una nota en la portada con la dirección que le habían dado los enanos en Bolonia.

La Casa Nera —leyó—. Calle Frezzeria.

La Casa Negra —tradujo Nico di Angelo.

—Sirve tener un traductor a bordo —bromeó Leo

—Lo bueno es que no cobró sus honorarios —dijo Piper con una sonrisa

—Porque estoy seguro que no nos alcanzaría —asintió Leo

—Pero le pueden pedir a Piper —señaló Travis

—Hacemos cooperación en los campamentos —dijo Connor

Frank procuró no dar un respingo cuando se dio cuenta de que Nico estaba a su lado. Ese chico era tan callado y pensativo que parecía desmaterializarse cuando no hablaba. Puede que Hazel hubiera resucitado de entre los muertos, pero Nico recordaba mucho más a un fantasma.

—Oye —se quejó Will

—Lo siento —dijo Frank hundiéndose en su asiento

Bianca también le frunció el ceño

—Así no vas a hacer puntos de novio —dijo Katie

¿Hablas italiano? —preguntó Frank.

Nico le lanzó una mirada de advertencia, en plan: «Ten cuidado con lo que preguntas». Sin embargo, habló tranquilamente.

—Así no te vas a ganar al cuñado, eh —señaló Miranda riendo

Frank y Hazel se sonrojaron. Nico resopló. Hades hizo una mueca

—Debes dar una buena impresión —dijo Connor negando con la cabeza —y no lo veo muy impresionado

—Pero te tengo una buena noticia, ahora puedes utilizar a Sammy —bromeó Travis

—Puede que le caigas mejor o que le caigas peor, pero es una nueva estrategia —siguió Connor

Frank tiene razón. Tenemos que encontrar esa dirección. La única forma de conseguirlo es andar por la ciudad. Venecia es un laberinto. Tendremos que arriesgarnos a exponernos a las multitudes y a esos… lo que sean.

—Esos lo que sean, claro —dijo Thalia

—Un nombre que les quedaba perfecto —dijo Piper

—Así van a estar bautizados en el libro de monstruología —asintió Percy

—Yo creo que es bastante entendible —convino Leo

Un trueno retumbó en el despejado cielo veraniego. La noche anterior habían atravesado varias tempestades. Frank creía que se habían terminado, pero ya no estaba seguro. El aire era tan denso y caliente como el vapor de una sauna.

—Eso es una mala señal —dijo Apolo

—Siempre que oigan truenos salgan de ahí —asintió Percy —cualquiera de las posibilidades es mala

Zeus le dio una mirada asesina

—Aunque tienen a su experto en truenos —dijo Rachel

—Ojalá eso fuera una carrera —murmuró Jason

Jason contempló el horizonte con la frente fruncida.

Tal vez debería quedarme a bordo. En la marea de anoche había muchos venti. Si deciden volver a atacar el barco…

No hizo falta que acabara la frase.

—Todos entendimos —asintió Leo

—No nos caen muy bien los venti —dijo Piper

—Solo uno —dijo Jason

—Nos podemos imaginar que no son los mejores amigos de los venti —dijo Katie

Todos habían tenido experiencias con los furiosos espíritus del viento. Jason era el único que tenía suerte luchando contra ellos. El entrenador Hedge gruñó.

Yo también me quedo. Si vais a pasear por Venecia sin darles ni un porrazo en la cabeza a esos animales peludos, olvidaos, yogurines blandengues. No me gustan las expediciones aburridas.

—Bueno, gracias —dijo Leo

—No fue aburrida —dijo Frank

—Para ti —masculló Nico

Hazel le dio una mirada divertida —Bueno, lo que tú estabas haciendo pudo resultar un poco aburrido

Nico resopló

Los demás los miraron con confusión

Tranquilo, entrenador —Leo sonrió—. Todavía tenemos que reparar el trinquete. Luego necesitaré su ayuda en la sala de máquinas. Se me ha ocurrido una idea para una nueva instalación.

—Otra —suspiró Piper

—No suenes tan quejumbrosa —dijo Leo

—Eran muchas instalaciones —señaló Jason

—Demasiadas —asintió Frank

—Pero esta era una mejor —dijo Leo

—Dijiste eso de todas —comentó Hazel

A Frank no le gustó cómo le brillaban los ojos a Leo. Desde que había encontrado la esfera de Arquímedes, había estado probando muchas «nuevas instalaciones». Normalmente, explotaban o lanzaban humo al camarote de Frank en la cubierta superior.

—Es un pequeño precio a pagar por tener un barco aún más funcional —dijo Leo

—Pero explotaban —señaló Frank

—Era cuestión de ensayo y error —comentó Leo —así funciona la ciencia

—Bueno, eso es cierto —convino Annabeth

Leo le dio una mirada de "te lo dije" a Frank

Bueno… —Piper cambió el peso de un pie a otro—. Quien vaya debe tener tacto con los animales. Yo, ejem…, reconozco que no se me dan muy bien las vacas.

—Comprensible —dijo Annabeth

Hera le dio una mirada llena de irritación

—Nada de vacas para Piper y Annabeth —señaló Percy

—Por favor —dijo Piper

Frank supuso que había una historia detrás de ese comentario, pero prefirió no preguntar.

Yo iré —dijo.

No estaba seguro de por qué se había ofrecido voluntario: tal vez porque tenía muchas ganas de ser útil para variar. O tal vez no quería que nadie se le adelantara: «¿Animales? ¡Frank puede transformarse en animales! ¡Mandadlo a él!».

—No te íbamos a mandar si no querías —dijo Jason

—Ni que fuéramos dioses para obligarte a hacer algo que no quieres —comentó Leo encogiéndose de hombros

Los dioses lo miraron ofendidos, pero los semidioses le dieron la razón

—Ese fue un comentario bastante agresivo-agresivo —dijo Apolo frunciendo el ceño

—Pero tiene razón —suspiró Artemisa

—Supongo que la tiene —dijo Hefesto mirando a su hijo como si lo viera por primera vez

Leo le dio una palmada en el hombro y le entregó el libro encuadernado en piel.

Genial. Si pasas por una ferretería, ¿puedes traerme unas tablas y cinco litros de brea?

Leo —lo regañó Hazel—, no van de compras.

Yo iré con Frank —se ofreció Nico.

—Unión familiar —bromeó Connor

—Tiempo de formar lazos con el hermano de tu novia —dijo Miranda —es importante

—Bueno, no resultó exactamente así —murmuró Frank

—Es que a veces no sale a la primera —dijo Travis encogiéndose de hombros

Miranda rodó los ojos

—Pero lo importante es seguirlo intentando —continuó diciendo Travis

A Frank le dio un tic en el ojo. Las voces de los dioses de la guerra subieron in crescendo dentro de su cabeza:

¡Mátalo! ¡Escoria graeca!

¡No! ¡A mí me encanta la escoria graeca!

A pesar de todo, los chicos soltaron una carcajada

—La verdad no sé cómo pudiste soportar todo eso —comentó Hermes

—Yo tampoco —dijo Frank

—Eso debe de tener como un reconocimiento mundial o algo así —dijo Perséfone

Ares los ignoró

Esto… ¿se te dan bien los animales? —preguntó.

Nico sonrió sin gracia. —En realidad, la mayoría de los animales me odian.

—Con razón Bianca tiene un perrito esqueleto —comentó Esperanza

—Es un perrito esqueleto muy bien comportado —asintió Bianca

—Mejor que su dueña —bromeó Zoé

Algunos soltaron una risita

—Lo bueno es que son amigas —dijo Thalia

—Imaginate si no lo fueran —dijo Rachel riendo

Perciben la muerte. Pero esta ciudad tiene algo… —su expresión se tornó adusta—. Mucha muerte. Espíritus inquietos. Si voy, puede que consiga mantenerlos a raya. Además, como ya te habrás fijado, hablo italiano.

—Exacto, mejor ir con alguien que conoce el idioma —comentó Thalia

—Así no hay problemas de comunicación —asintió Rachel

—Y no te pierdes de información importante que tal vez no pudiste captar —dijo Annabeth

—Definitivamente creo que es una buena idea —dijo Luke

Leo se rascó la cabeza.

Conque mucha muerte, ¿eh? Personalmente, yo intento evitar la muerte, pero ¡que os lo paséis bien, chicos!

—Que amable —dijo Percy

—Intentó evitar la muerte —masculló Piper rodando los ojos

Leo le dio una sonrisa inocente —Dije intento

—Comprendido —dijo Piper

Frank no sabía qué le daba más miedo: los peludos monstruos vacunos, las hordas de fantasmas inquietos o ir solo con Nico di Angelo.

—Pues depende, con que no digas nada que lo haga enojar —señaló Travis

—Es super dificil hacer enojar a Nico —comentó Thalia con sarcasmo

—Ay, él no es enoja con facilidad —dijo Will

—Ay, cállate —dijeron todos los demás riéndose

Yo también iré —Hazel entrelazó su brazo con el de Frank—. El tres es el mejor número para las misiones de semidioses, ¿no?

Frank trató de no mostrarse demasiado aliviado. No quería ofender a Nico, pero miró a Hazel y le dijo con los ojos: «Gracias, gracias, gracias».

—Ay no Nico, vas de chaperon —dijo Katie

—Solo de mal tercio —dijo Travis negando con la cabeza

—Te deseo suerte, yo sí me sentí muy mal como la tercera rueda en mi misión con ellos —comentó Percy

—Creo que es un poco de karma —argumentó Grover encogiéndose de hombros

—Buena suerte Nico —dijo Piper riendo

Nico se quedó mirando los canales, como si se estuviera preguntando qué nuevos e interesantes espíritus malvados podrían estar acechando allí.

Está bien. Vamos a buscar al dueño de ese libro.

—¿Tú no te preguntarías lo mismo? —señaló Rachel

—Claramente yo sí, es algo que quieres tener en cuenta antes de ir a cualquier lugar —dijo Chris seriamente

—Es algo que debería venir en las descripciones turísticas —asintió Travis

—Es información esencial —dijo Percy

XVIII Frank

Tal vez a Frank le hubiera gustado Venecia si no hubiera sido verano ni temporada de turismo, y si la ciudad no hubiera estado invadida por criaturas peludas. Entre las hileras de casas antiguas y los canales, las aceras eran demasiado estrechas para las multitudes que se empujaban y paraban a hacer fotos.

—No elegimos una buena fecha para ir —dijo Piper

—Para la próxima, por favor hagan mejor la planeación —dijo Percy

—Si no es mucha molestia —convino Leo

—También llevamos dinero y un traductor —asintió Piper

—Y un medio de transporte que no quieran atacar —señaló Travis

Los monstruos empeoraban todavía más la situación. Se movían de un lado para otro con las cabezas gachas, tropezaban contra los mortales y olfateaban la calzada. Uno pareció encontrar algo de su agrado en la orilla de un canal. Mordisqueó y lamió una grieta entre las piedras hasta que extrajo una especie de raíz verdosa. El monstruo la aspiró alegremente y avanzó arrastrando las patas.

—Bueno, me alegra que sean herbívoros —dijo Katie

—Así que digas que fue muy bueno que sean herbívoros, pues no —señaló Frank

—Los herbívoros también dan miedo, mira a los hipopótamos —dijo Zoé

—Son salvajes —asintió Lena

—Deberían poner a un hipopótamo con una de esas cosas a ver cual gana —comentó Connor

Bueno, comen plantas —dijo Frank—. Es una buena noticia.

Hazel deslizó su mano en la de él.

—Ey, esas manos. Nico controlalos —bromeó Miranda

—Que poca vergënza, lo hacen con el chaperón ahí a lado —dijo Travis negando con la cabeza

—Estos niños de hoy en día —se quejó Connor

—Técnicamente no —comentó Hazel encogiéndose de hombros

—Pero no sé cómo decirlo, se va a quedar así —dijo Connor

A menos que complementen su dieta con semidioses. Esperemos que no sea el caso.

Frank se alegró tanto de cogerle la mano que las multitudes, el calor y los monstruos dejaron de parecerle tan malos. Sentía que lo necesitaban…, se sentía útil.

—Awww —chillaron sus amigos

Frank se sonrojó. Hazel lo tomó de la mano

—Ya no hay respeto —bromeó Travis mirando sus manos entrelazadas

—¿En serio? —preguntó Katie mirando de su novio a Sammy

No es que Hazel requiriera su protección. Cualquiera que la hubiera visto embistiendo a lomos de Arión con la espada en ristre se habría dado cuenta de que sabía cuidar de sí misma. Aun así, a Frank le gustaba estar a su lado e imaginar que era su guardaespaldas.

Hazel se sonrojó

—Cada quien sus imaginaciones raras —dijo Connor

—Aquí no se juzga —dijo Leo

—Al menos no mucho —comentó Piper

—Dioses —suspiró Frank

Si alguno de esos monstruos intentaba hacerle daño, Frank se transformaría encantado en un rinoceronte y lo empujaría al canal. ¿Podía convertirse en rinoceronte? Nunca lo había intentado.

—Tus pensamientos se desviaron un poquito —dijo Will

—Un poquito —admitió Frank

—Mientras no sea porque oyes las voces de Ares y Marte creo que estás bien —comentó Percy

—Estoy completamente de acuerdo —asintió Apolo

Nico se detuvo.

Allí.

Se habían metido en una calle más pequeña y habían dejado atrás el canal. Delante de ellos había una pequeña plaza bordeada por edificios de cinco pisos. La zona estaba extrañamente desierta, como si los mortales percibieran que era peligrosa.

—Probablemente sí —dijo Rachel

—Siempre que no haya mortales ahí debes de sospechar —comentó Thalia

—Aunque hay sus excepciones, muchas veces es una buena manera de ver cómo es un lugar —dijo Zoë

—Ese lugar claramente grita "peligro" —señaló Will

—Algo así —murmuró Nico

En medio del patio de adoquines, una docena de peludas criaturas vacunas olfateaban la base mohosa de un viejo pozo de piedra.

Muchas vacas en un mismo sitio —dijo Frank.

—Una increíble señal —dijo Piper con sarcasmo

—Nunca había conocido a alguien que odiara a las vacas más que Annabeth —comentó Percy

—Es una competencia dura —dijo Annabeth

—Bueno, no sé si las odio más que ella, pero definitivamente las odio —señaló Piper

Sí, pero mira allí —dijo Nico—. Al final de esa arcada.

Nico debía de tener mejor vista que él. Frank entornó los ojos. En el otro extremo de la plaza, un pasaje abovedado con leones grabados conducía a una calle estrecha. Y, justo al final del pasaje, había una residencia urbana pintada de negro: el único edificio negro que Frank había visto hasta entonces en Venecia.

—Si Nico tuviera una casa —bromeó Leo

—Obviamente va a ser negra con amarillo —dijo Will haciendo que su novio se sonrojara

—En realidad es una buena combinación si el amarillo no es tan fuerte —comentó Piper

—O negra por fuera y amarillo por dentro —sugirió Calipso

—O de ninguno porque era azul —argumentó Bianca

—Que copiones —se quejó Percy

—Ahora va a ser negra con amarillo —bromeó Will

La Casa Negra —supuso.

Hazel le apretó los dedos.

No me gusta esa plaza. Es… fría.

Frank no sabía a qué se refería. Él seguía sudando a mares.

—Cosas de hijos del inframundo —señaló Will —te acostumbras

—Supongo que sí —dijo Frank

—Ya te están advirtiendo, Charlie —bromeó Piper

Nico resopló

—Toma nota, Charles —dijo Rachel

—Creo que lo haré —asintió el chico

—Pero que sean buenas notas —dijo Bianca

Sin embargo, Nico asintió con la cabeza. Examinó las ventanas de la residencia, la mayoría de las cuales estaban tapadas con persianas de madera.

Tienes razón, Hazel. Este barrio está lleno de lemures.

—¿Los animales? —preguntó Sammy confundido

—Eso estaría genial —comentó Esperanza con entusiasmo

—¿En serio sí eran animales? —preguntó Katie —esos me gustan

—Lamento decepcionarlos, pero no eran de los lemures bonitos —dijo Frank

Todos pusieron caras de decepción

¿Lémures? —preguntó Frank nervioso—. Supongo que no te refieres a los pequeñajos peludos de Madagascar.

Espíritus furiosos —explicó Nico—. Los lemures se remontan a la época de los romanos.

—Ay, esos romanos —dijo Connor

—Me gustan más los lemures animales, gracias —dijo Piper

—Definitivamente suenan mejor —asintió Rachel

—Habrían sido mejor compañía —coincidió Hazel

—Definitivamente —dijo Nico

Frecuentan muchas ciudades italianas, pero nunca he percibido tantos en un mismo sitio. Mi madre me contaba… —vaciló—. Solía contarme historias sobre los fantasmas de Venecia.

Bianca y Nico intercambiaron una mirada melancólica. Hades intentó mantenerse estoico, sobretodo porque ahí estaba su esposa.

—Bueno, sí hay muchos fantasmas ahí —murmuró Bianca

—Demasiados para mi gusto —comentó Nico

Frank se preguntó de nuevo por el pasado de Nico, pero le daba miedo indagar.

Notó la mirada de Hazel.

«Adelante —parecía estar diciendo ella—. Nico necesita acostumbrarse a hablar con la gente».

Nico le lanzó una mirada indignada a Hazel

—Tiene razón —señaló Will

La mirada indignada fue a Will —Hablo con las personas

—Amenazar no cuenta —dijo Thalia

—Cállate —masculló Nico

Los sonidos de los rifles de asalto y las bombas atómicas aumentaron de volumen en la cabeza de Frank. Marte y Ares intentaban superarse el uno al otro cantando a voz en grito «Dixie» y el «Himno de la batalla de la República». Frank hizo todo lo posible por apartar esos pensamientos de su cabeza.

—Hemos vivido eso, así que sabemos tu sufrimiento —comentó Apolo

—Demasiado bien para nuestra desgracia —se quejó Hermes

—Algo que definitivamente jamás quieres vivir —coincidió Poseidón

—Por eso es mejor el Inframundo, allá no tenemos tan terribles experiencias — dijo Hades

—Completamente de acuerdo —asintió Perséfone

¿Era italiana tu madre, Nico? —aventuró—. ¿Era de Venecia?

Nico asintió con la cabeza a regañadientes.

Conoció a Hades aquí en los años treinta del siglo XX.

Hades se removió incómodo

—Es bueno que hables con la gente —asintió Will

—¿Por qué? No es como que tengan muchas cosas interesantes que decir —preguntó Nico haciendo una mueca

—Por eso —dijo Will

Cuando se avecinó la Segunda Guerra Mundial, huyó a Estados Unidos con mi hermana y conmigo. Me refiero a… Bianca, mi otra hermana. No me acuerdo mucho de Italia, pero todavía sé hablar italiano.

—Entonces Bianca, ¿sabes hablar italiano? —preguntó Connor

—No lo he hablado en realidad, pero no creo que lo haya olvidado —comentó Bianca

—Non credo che tu l'abbia dimenticato/ Yo tampoco creo que lo hayas olvidado —dijo Nico

—No, a quanto pare non l'ho fatto. È come un linguaggio segreto tra fratelli, vero?/ No, al parecer no lo hice. Es como lenguaje secreto de hermanos ¿no?

—Andrà bene quando non vogliamo che nessuno lo sappia / estará bien cuando no queramos que nadie se entere.

Todos los demas veían la conversación como si fuera un partido de tenis

—C'è qualcuno che può scoprire / alguien sí se puede enterar —dijo Bianca divertida

Ambos hermanos voltearon a ver a Bianca

La niña alzó las manos y contestó —Non lo dirò a nessuno/ no voy a decirle a nadie

—Esperen ya, estoy confundido —dijo Connor

—Solo espero que no nos hayan insultado —comentó Miranda

Frank pensó una respuesta. «Oh, qué bien» no parecía adecuado. Estaba en compañía de no uno sino de dos semidioses que pertenecían a otra época. Los dos eran, técnicamente, unos setenta años mayores que él.

—Que extraño es eso —dijo Katie

—¿Después de todo sigue pareciendo extraño? —preguntó Chris

—Un poco. Sobre todo me provoca dolor de cabeza, pero también es extraño —comentó Katie

Debió de ser muy duro para tu madre —dijo Frank—. Supongo que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por las personas a las que queremos.

Hazel le apretó la mano agradecida. Nico se quedó mirando los adoquines.

Sí —dijo con amargura—. Supongo.

Nico hizo una mueca

—Esa es una descripción muy buena de por qué debes hablar con las personas —argumentó Will

—No me parece suficiente argumento —se quejó Nico

—A mí sí —comentó Hazel

—Gracias —dijo Will

Frank no estaba seguro de lo que Nico estaba pensando. Le costaba imaginarse a Nico di Angelo actuando por amor hacia alguien, salvo quizá hacia Hazel. Pero decidió que había llegado todo lo lejos que se atrevía a llegar con las preguntas personales.

—Y Will —dijo Rachel

—Buen punto —dijo Frank

—Después de demasiadas preguntas personales por fin —masculló Nico

Entonces, los lemures… —tragó saliva—. ¿Cómo los evitamos?

Estoy en ello —dijo Nico—. Estoy enviándoles un mensaje diciéndoles que no se acerquen y que hagan como si no existiéramos. Con suerte bastará. De lo contrario… las cosas se podrían complicar.

—No es divertido cuando las cosas se complican —dijo Percy

—A nadie le gusta que pase eso —comentó Piper

—Aunque no fueron los únicos que nos complicaron las cosas —dijo Hazel

—Lamentablemente no —suspiró Frank

Hazel frunció los labios.

Vamos a ponernos en marcha —propuso.

Cuando estaban en mitad de la piazza, todo se fue al traste, pero no tuvo nada que ver con los fantasmas.

—Al menos —dijo Leo

—Les dije que tuvimos otras complicaciones —comentó Hazel

—Fueron complicaciones bastante imprevistas —asintió Frank

—Y que lo digas —masculló Nico

Estaban rodeando el pozo situado en medio de la plaza, tratando de mantener la distancia con los monstruos, cuando Hazel se tropezó con un trozo suelto de adoquín. Frank la atrapó.

—Ay, como en las novelas —bromeó Travis

Hazel se sonrojó

—Esos son los mejores momentos, cuando puedes aprovechar la situación para estar en los brazos de tu amor —suspiró Afrodita encantada

Se sonrojaron aún más

—Por supuesto que sí —coincidió Apolo —¿Quién no ha implementado esa técnica?

—Cada quien coquetea como puede, al parecer —dijo Hermes

Seis o siete grandes bestias grises se volvieron para mirarlos. Frank vislumbró un brillante ojo verde bajo una melena, e inmediatamente le sobrevino una oleada de náuseas, como las que sentía cuando comía demasiado queso o helado. Las criaturas emitieron unos graves sonidos vibrantes con la garganta, parecidos a furiosas sirenas de niebla.

—Creo que no son muy amigables que digamos —comentó Zoé

—Sí, tampoco me lo parecían —dijo Hazel

—Que lastima que se volvieran igual que los demás monstruos —dijo Travis con la cabeza

—Fue bastante deprimente —asintió Frank

Vacas buenas —murmuró Frank. Se interpuso entre sus amigos y los monstruos —. Chicos, creo que deberíamos salir de aquí poco a poco.

Qué torpe soy —susurró Hazel—. Lo siento.

—Bueno, no es tu culpa tropezar —dijo Percy

—Pero debí fijarme por donde iba, no estábamos precisamente en un territorio seguro —dijo Hazel

—Ese tipo de cosas pasan —comentó Thalia —simplemente son inevitables

—A cualquiera nos podría pasar —coincidió Annabeth

No es culpa tuya —dijo Nico—. Mirad a vuestros pies.

Frank miró abajo y se le cortó la respiración.

Debajo de sus zapatos, los adoquines se movían: unos zarcillos vegetales cubiertos de púas estaban subiendo entre las rendijas. Nico dio un paso atrás. Las raíces salieron serpenteando en dirección a él, tratando de seguirlo.

—Estúpidas raíces —masculló Nico

—Conseguiste nuevos amigos —dijo Will

—Pues no me gustaron

—Qué raíces tan extrañas —dijo Rachel

—Pero existen algunas variedades de ellas —comentó Katie

—Sí, me acuerdo —dijo Travis sobándose el brazo como si pudiera sentir exactamente lo que le hicieron esas raíces

Los zarcillos se volvieron más gruesos y empezaron a desprender un vapor verde húmedo y caliente que olía a col hervida.

—Que asco —dijo Helena con una mueca

—Por eso a nadie le gusta la col —dijo Leo con una mueca

—Definitivamente no —dijo Connor

Parece que a esas raíces les gustan los semidioses —observó Frank. La mano de Hazel se desvió a la empuñadura de su espada.

Y a los monstruos les gustan las raíces.

—No se ve que vaya a ir muy bien eso —dijo Thalia

—Claro que algo tenía que salir mal casi desde el principio —dijo Annabeth

—Nos lo esperábamos, aunque no tan al principio —suspiró Hazel

—Mínimo los hubieran dejado caminar más —comentó Percy

—No tuvieron tales reparos —dijo Frank

Toda la manada miraba ahora en dirección a ellos, emitiendo gruñidos y pateando con las pezuñas. Frank sabía suficiente acerca del comportamiento animal para captar el mensaje: «Estáis pisando nuestra comida. Eso os convierte en nuestros enemigos».

—Entendible. Yo también me enojaría si alguien pisara mi comida —dijo Leo

—Es que sí, a nadie le gusta que pisen su comida —señaló Grover

—Todos tienen un poco de derecho a estar enfadados por pisar la comida —coincidió Miranda

—Bueno, pero era comida que estaba en el piso —dijo Frank encogiéndose de hombros

Frank trató de pensar. Eran demasiados monstruos para luchar. En sus ojos ocultos bajo aquellas melenas peludas había algo… A Frank le habían entrado ganas de vomitar con el más leve atisbo. Tenía el mal presentimiento de que si esos monstruos establecían contacto visual directo con él, sufriría algo mucho peor que náuseas.

—Definitivamente lo harías —asintió Hermes

—Oh sí, claro qué pasaría —dijo Apolo —por eso odiamos tanto a esas bestias

—Son como la plaga —masculló Ares

No los miréis a los ojos —avisó Frank—. Yo los distraeré. Vosotros dos dirigíos poco a poco hacia esa casa negra.

Las criaturas se pusieron tensas, listas para atacar.

Da igual —dijo Frank—. ¡Corred!

—Genial —masculló Percy

—Por eso es que nunca te debes acercar a los animales salvajes —dijo Katie

—Estoy completamente de acuerdo contigo —dijo Grover

—Tomaremos el consejo para la próxima —prometió Hazel

—Yo espero que no haya una próxima —murmuró Frank

Al final Frank no pudo transformarse en rinoceronte y perdió un tiempo precioso intentándolo.

—Que triste —dijo Connor

—Qué idiota fui —suspiró Frank

—Bueno, querías ver que funcionara —señaló Apolo

—Sí, pero si no funcionaba a la primera entonces tendría que haber cambiado a algo que si lo hiciera —resopló Ares

Nico y Hazel echaron a correr hacia la calle lateral. Frank se situó delante de los monstruos, confiando en mantener su atención. Chilló a pleno pulmón, imaginándose que era un temible rinoceronte, pero cuando Ares y Marte empezaron a gritar dentro de su cabeza, le costó concentrarse. Seguía siendo el Frank de siempre.

—No ayuda y nada más estorba —dijo Apolo

—Como siempre —dijo Atenea

—Por favor, ni que fuera ustedes —masculló Ares

—No tendrías la suerte de ser tan increíble como yo —argumentó Apolo

—Y para tener aunque sea un poco de mi inteligencia, aun te faltan eones —dijo Atenea

—Par de imbéciles —masculló Ares

Dos de los monstruos vacunos se separaron de la manada para perseguir a Nico y a Hazel.

¡No! —gritó Frank detrás de ellos—. ¡Yo! ¡Soy el rinoceronte!

El resto de la manada rodeó a Frank. Gruñían expulsando nubes de gas verde esmeralda por los orificios nasales.

—Eso definitivamente no es bueno —dijo Thalia

—Siempre que haya gas verde involucrado, significa peligro —asintió Percy

—Bueno, nadie le advirtió a Reyna —bromeó Travis

—¡Oye! —se quejó Rachel encontrando un cojín y aventándoselo

—Para la próxima puedes usar una de mis dagas —dijo Reyna amablemente

—Gracias —dijo Rachel con una sonrisa

Frank retrocedió para evitar la sustancia, pero el hedor por poco lo derribó. Vale, de modo que no podía ser un rinoceronte. Entonces, otra cosa. Frank sabía que solo disponía de unos segundos antes de que los monstruos lo pisotearan o lo envenenaran, pero no podía pensar. No podía retener la imagen de ningún animal el tiempo suficiente para cambiar de forma.

—Y más si cierto dios no deja de gritar —comentó Hermes

—Como si la batalla de por sí no fuera difícil —dijo Artemisa

—¿Qué pasa con todos ustedes hoy? —gruñó Ares

—Tú eres el que está gritando en la mente de tu hijo —señaló Perséfone

—Eso es bastante extraño —convino Poseidón

Entonces levantó la vista hacia uno de los balcones de una vivienda y vio una talla en piedra: el símbolo de Venecia. Un instante después, Frank era un león adulto. Rugió en actitud desafiante y acto seguido salió del centro de la manada de monstruos con un salto y cayó a ocho metros de distancia, sobre el viejo pozo de piedra.

—Que genial —dijo Travis

—Los leones son increíbles —dijo Thom

—Son demasiado geniales —asintió Jason

—Podríamos tener uno de mascota —sugirió Helena

—Por lo menos a nosotros nos pidieron un herbívoro —bromeó Percy

—Pero también pedí un tiburón —comentó Zoé

—Shhh —dijo Percy

Los monstruos contestaron gruñendo. Tres de ellos saltaron al mismo tiempo, pero Frank estaba preparado. Sus reflejos leoninos estaban concebidos para moverse velozmente en el combate. Redujo a polvo a los dos primeros con sus garras y luego clavó sus colmillos en el pescuezo del tercero y lo arrojó a un lado.

—Los leones son muy buenos para acabar con esas manadas —asintió Frank

—Ahora lo sabemos, gracias —dijo Chris

—Aunque espero nunca tener que usar esa información —comentó Will

—Es lo mejor —dijo Frank

Quedaban siete, además de los dos que perseguían a sus amigos. No era una ventaja muy grande, pero Frank tenía que mantener el grueso de la manada centrado en él. Rugió a los monstruos, que se apartaron poco a poco. Eran más que él, sí, pero Frank era un depredador de primera.

—Pues sí, nadie quisiera enfrentarse con un león— dijo Percy

—Bueno, Helena quiere uno de mascota —señaló Leo

—Me callo —dijo Percy

Los monstruos lo sabían. También acababan de presenciar cómo enviaba a tres de sus amigos al Tártaro.

Aprovechó la ventaja y saltó del pozo enseñando los colmillos. La manada se retiró.

—Ganaste —dijo Leo

—Un león contra una manada, eso debió ser un espectáculo fabuloso —suspiró Dionisio

—Sí suena como algo bastante increíble —coincidió Hermes

—Pero no estuvo tan bien —murmuró Frank

Nico hizo una mueca

Si pudiera rodearlos y luego volverse y correr detrás de sus amigos… Una de las vacas, la más valiente o la más tonta, interpretó el gesto como una señal de debilidad. Atacó lanzando a la cara de Frank gas verde. Él redujo a polvo al monstruo a zarpazos, pero el daño ya estaba hecho.

—Bueno, no fue del todo una victoria —se quejó Frank

—Pero disipaste a toda una manada, claramente cuenta para algo —dijo Reyna

—Por supuesto que lo hace —asintió Hazel

Se obligó a no respirar. A pesar de todo, notó que el pelo del hocico le ardía. Los ojos le picaban. Retrocedió tambaleándose, medio ciego y aturdido, vagamente consciente de que Nico gritaba su nombre.

¡Frank! ¡Frank!

—Te estás ganando al cuñado —asintió Connor

—No estoy seguro de que fuera por mí —comentó Frank

—No lo era —dijo Nico —bueno, no del todo

—Sí, alguien pongalo a socializar más, gracias —bromeó Thalia

—Cállate —masculló Nico

Trató de concentrarse. Había adoptado otra vez forma humana y estaba teniendo arcadas y dando traspiés. Notaba la cara como si se le estuviera desprendiendo. Delante de él, la nube verde de gas flotaba entre él y la manada. Los monstruos que quedaban lo observaban con recelo, preguntándose probablemente si Frank se guardaba más ases en la manga.

—Bueno, también estaban confundidos —señaló Chris

—Pues sí, de repente llega y empiezan a atacar a su comida y luego a ellos, a cualquiera confundiría —comentó Leo

—No es lo que esperas que altere tu rutina —dijo Connor

Miró detrás de él. Bajo el arco de piedra, Nico di Angelo empuñaba su negra espada de hierro estigio, indicándole a Frank con la mano que se diera prisa. A los pies de Nico, dos charcos oscuros manchaban la calzada: sin duda, los restos de los monstruos que los habían perseguido. Y Hazel… estaba apoyada en la pared detrás de su hermano. No se movía.

—Eso es preocupante —dijo Will

—Lo fue, demasiado —dijo Frank

—Pero al final todo salió bien —comentó Hazel con una pequeña sonrisa

—Eso es lo importante —asintió Piper

Frank corrió hacia ellos, olvidándose de la manada de monstruos. Pasó corriendo por delante de Nico y agarró a Hazel por los hombros. La chica tenía la cabeza caída contra el pecho.

Ha recibido un chorro de gas de lleno en la cara —dijo Nico con tristeza—. Yo… yo no he sido lo bastante rápido.

Nico hizo una mueca

—No creo que nadie pudiera ser más rápido que el gas de esas cosas —dijo Perséfone

—Todo fue demasiado imprevisible —comentó Hazel

Frank no sabía si ella respiraba. La ira y la desesperanza pugnaban dentro de él. Nico siempre le había dado miedo. En ese momento tenía ganas de lanzar al hijo de Hades de una patada al canal más cercano. Tal vez no fuera justo, pero a Frank le daba igual. Tampoco lo eran los dioses de la guerra que gritaban en su cabeza.

—No fue su culpa —dijo Hazel

—Lo sé, lo siento —dijo Frank mirando a Nico con una expresión de disculpa

—Está bien —murmuró Nico

Tenemos que llevarla al barco —dijo Frank.

La manada de monstruos vacunos rondaban con cautela justo al otro lado del arco. Lanzaban sus gritos como sirenas de niebla. Otros monstruos respondieron en las calles de los alrededores. En poco tiempo los refuerzos rodearían a los semidioses.

—No creo que les agraden mucho después de eso —dijo Leo

—Genial, no pueden dejar que los rodeen —dijo Apolo —y lo peor es que esas bestias no suelen olvidarse de sus presas

—Pero sin presiones —señaló Percy

—No nos sentíamos presionados —comentó Frank

No llegaremos a pie —dijo Nico—. Frank, transfórmate en un águila gigante. No te preocupes por mí. ¡Llévala al Argo II!

Hazel y Will le dieron miradas igualmente indignadas

—Era una buena idea —dijo Nico a la defensiva

—¿Qué parte de dejarte con una manada de vacas asesinas era buena idea? —preguntó Will

—Hazel estaba herida —dijo Nico

Con la cara encendida y las voces gritando en su mente, Frank no estaba seguro de poder cambiar de forma, pero se disponía a intentarlo cuando una voz detrás de él dijo:

Tus amigos no pueden ayudarte. Ellos no conocen la cura.

—¿Ya ves? Ni siquiera habría sido buena idea —señaló Will

—No sé ustedes, pero yo disfruto mucho cuando Will critica a Nico —comentó Thalia

—Es divertido —asintió Piper

—Feliz de entretenerlas —resopló Nico

Frank se dio la vuelta. En el umbral de la casa negra había un joven con pantalones y camisa vaqueros. Tenía el cabello moreno rizado y una sonrisa amistosa, aunque Frank dudaba que fuera amistoso. Probablemente ni siquiera fuera humano. En ese momento a Frank le daba igual.

—Por supuesto, hay prioridades —asintió Afrodita

—Es entendible —comentó Perséfone

—Todos estamos de acuerdo en que hubiéramos hecho lo mismo —asintió Percy

¿Puedes curarla? —preguntó.

Por supuesto —dijo el joven—. Pero más vale que entréis deprisa. Creo que habéis cabreado a todos los catoblepas de Venecia.

—¿Los qué? —preguntó Sammy

—Cato-blepas —dijo Afrodita

—Me gusta más el nombre de vacas asesinas —comentó Lena

—Más fácil y les da estatus —asintió Travis

—El capítulo acabó —dijo Afrodita —¿Quién quiere seguir leyendo?