Bienvenidos a esta nueva historia, la cuál, por el momento, sólo tendrá esta breve introducción.
¿Cuál es mi idea? Adentrarnos en un mundo nuevo (nuevo en lo que respecta a mi escritura) en donde lo moralmente incorrecto prevalecerá. ¿Romance rosa? lo dudo mucho. ¿Sexo y erotismo? Bastante. ¿Misterio? el aura de la trama girará en torno a esto.
Como dice la sinopsis, un secreto compartido, ¿será esta doble vida? o mejor dicho, la doble vida, ¿hace referencia a este secreto o a algo mucho más oscuro? No lo sé, pero podemos descubrirlos juntos.
¿Cuál es mi objetivo? Que este fanfic sea la representación de todo aquello que no debe hacerse/aplicarse en la vida real.
¿Algún pedido para mis lectores? Si, que se tomen esta historia como lo que es, una simple fantasía en la que todo puede pasar.
¿Advertencias? irán al comienzo de cada capítulo que necesite una, ya que, al no tener mucho desarrollado, puede suceder cualquier cosa.
Los dejo con este primer capítulo y, por supuesto, leo sus teorías, comentarios, opiniones y demás.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Rumiko Takahashi.
El regalo
Kagome
¡Feliz cumpleaños a ti!
Al fin aquella tediosa canción había llegado a su fin, por lo que me incline un poco, soplando las velas que adornaban el pastel de mi cumpleaños número 23.
Los nuevos aplausos de mis amigas resonaron en mi departamento y no pude hacer más que regalarles una sonrisa de agradecimiento, no sólo por este pequeño detalle, si no por todo en general.
Rin, Sango y Ayame se mostraban más efusivas de lo normal y, por un momento pensé que estaba loca, ya que me parecía verlas compartir algunas miradas de complicidad, como si me estuviesen ocultando algo. Pronto comprendería que no era sólo mi imaginación.
Corté el pastel y lo repartí entre las cuatro, al igual que lo que quedaba de las botellas de vino que, desde la cena, habíamos estado bebiendo. Todo lo demás se desarrolló con normalidad, continuamos con nuestras pláticas, sonrisas y anécdotas, sin embargo, todo dio un giro inesperado de un momento a otro.
Sango observó su celular y, sin decir nada, se puso de pie, mirando a las demás.
- Chicas, ya es medianoche.
- ¿Y? - pregunté confundida. - ¿Desde cuando la hora es un impedimento un sábado por la noche?
En ese momento, el timbre sonó, provocando que diera un respingo y regresara mis ojos castaños hacía ellas, quienes me observaban con una sonrisa maliciosa en sus rostros.
- ¿Qué es eso?
- Tu regalo. - Rin se pronunció en el mismo momento en que ella y Ayame se colocaban al lado de Sango y caminaban hacia la puerta.
¿Qué había dicho? ¿Regalo de cumpleaños? ¿Era una especie de broma?
Supongo que, debido a la efectividad del vino, mis reflejos estaban un poco lentos, sin embargo eso no impidió que el pánico me invadiera cuando noté que verdaderamente estaban dispuestas a irse, dejándome sola con vaya a saber que o quien.
- Esperen. - pronuncié alcanzándolas. - ¿Qué demonios están haciendo?
- Sólo relájate. - la cara de Sango no me relajaba para nada. - ¿Hace cuanto que rompiste con Bankotsu? ¿Un año?
¿Por que carajos traía a ese imbécil a la conversación? ¿Qué estaban planeando?
- Se más directa, amiga. - Ayame tomó la palabra. - ¿Hace cuanto que no tienes sexo?
¡¿QUÉ ACABABA DE PREGUNTARME?! ¡¿ACASO ESE QUE TOCÓ EL TIMBRE ERA ALGUIEN PARA QUE YO...?!
No tuve tiempo de responder, ya que cuando mi mente terminó de procesar aquella pregunta, ellas se encontraban a las afueras del departamento, hablando con quien quiera que fuese que ingresaría en segundos.
- No lo olvides. - Rin me dedicó una última mirada. - Qué sea inolvidable.
Mis amigas, mis malditas amigas habían llevado su juego de perversión más allá de lo imaginable y me habían contratado un tipo para follar.
¿Qué se supone que debía hacer? ¿Cerrarle la puerta en la cara a ese desconocido y esconderme en las sábanas o abrirle las piernas y entregarme al placer momentáneo y fugaz que hacía tanto que no sentía?
Nuevamente, la respuesta se quedó en mi mente, ya que el desconocido ingresó, cerrando la puerta detrás de si.
No lograba verlo bien, ya que una capucha cubría su cabeza y toda su vestimenta, la cuál consistía en una campera abierta, una camisa, unos jeans y unos zapatos, era completamente negra.
- Hola.
¿Hola? ¿De verdad fue lo único que pude pronunciar?
Una sonrisa se formó en sus labios, al mismo tiempo en que, con un tono gravemente suave, respondía de la misma manera.
- Yo... no se que te habrán dicho mis amigas, pero...
- Tranquila, sólo me contrataron para darte un regalo.
Okey... entonces, ¿verdaderamente su miembro es mi regalo?
No soy del tipo de mujer que se acobarda tan fácilmente, mucho menos la joven casta y pura que se negaría rotundamente a algo como esto y, era evidente que mis amigas estaban consciente de ello, de lo contrario jamás hubieran llegado a este nivel.
- De acuerdo, entonces, ¿Qué debo hacer? ¿Abrirte las piernas y ya?
- ¿Siempre eres tan directa?
Bajó su capucha y mis labios se abrieron ligeramente ante la imagen que apareció frente a mi. Su campera rodó por el suelo y pude sentir, claramente, una pequeña presión en mi centro, el cuál había comenzado a humedecerse.
Aquel joven poseía un dorado perfecto en sus ojos y su cabellera platinada le daba un toque angelicalmente sensual, algo que se contradecía bastante, pero que llevaba su belleza a un nuevo nivel, uno que jamás había visto. Su cuerpo gritaba gimnasio en cada rincón de el y, por un momento, me vi a mi misma sobre la mesa, gritando su nombre sin ningún tipo de pudor.
- ¿No se supone que es eso a lo que vienes?
Una pequeña risa abandonó sus labios y mi pecho se relajó un poco, quizás porque me dio un poco de ternura su reacción.
- Vine a regalarte un orgasmo.
Dios mío, aquella palabra en su voz se sentía tan deliciosa que mi cuerpo comenzó a actuar por inercia y, antes de darme cuenta, me encontraba frente a él, mirándolo fijamente a los ojos.
- Veo que no eres tímida, eso me agrada. - elevó su mano, pasando la parte externa de sus dedos por el contorno de mi rostro. - En este trabajo es poco usual el no tener que lidiar con el convencimiento primero.
¿Trabajo? ¿De verdad dijo trabajo? Por alguna razón, no me agrado el término que utilizó, pero traté de hacer a un lado aquel sentimiento negativo y concentrarme en lo bueno que podría salir de aquel encuentro.
- ¿Vives de follarte mujeres? - y ahí estaba nuevamente aquella risa encantadora.
- No debería decirlo, pero... digamos que vivo una especie de... doble vida.
- Oh... ósea que esto es un secreto.
- Tal vez. - sus labios se acercaron a los míos a tal punto que pude sentir su cálido aliento rozarlos. - ¿Sabes que no es un secreto? - menee la cabeza. - Qué eres una de las chicas más hermosa que he visitado.
- Supongo que eso ayudará. - murmuré. - No tendrás que hacer demasiado esfuerzo para tener una erección.
- Ya la tengo.
Traté de llevar mi mano a su entrepierna, corroborando que lo que decía no era mentira, sin embargo, él me detuvo.
- Primera regla: No puedes tocarme.
- ¿Qué?
Bien, eso verdaderamente me desconcertó.
- ¿Creíste que esto sería como aquellas películas en donde la persona simplemente llega y tienen sexo? - su mano se posó sobre uno de mis pechos. - Solamente yo puedo recorrer tu cuerpo, pero el mío esta prohibido para ti.
- No comprendo. - me estremecí cuando sus labios se posaron en mi cuello, dejando una pequeña estela de saliva, que provocó que un suspiro abandonara mis labios. - ¿Entonces como...?
- Hay muchas formas de tener un orgasmo, preciosa...
Maldición, el tono de su jodida voz era algo con lo que no sabría si podría lidiar.
- ¿Cómo te llamas? - por alguna razón sentí la necesidad de saber con quien estaba interactuando de manera tan íntima.
- Regla número tres: jamás reveles tu identidad. - sonrió. - Es muy probable que después de esto no nos volvamos a ver, por lo que no necesitamos saber nada del otro. - nuestras miradas volvieron a encontrarse. - Sólo disfruta y déjame llevarte al cielo.
Inuyasha
Alrededor de una hora después.
Ingresé a mi departamento con la esperanza de que Kikyo aún estuviese despierta. Necesitaba desquitar todo este deseo que llevaba contenido, el cuál había causado que mi miembro se mantuviese duro durante todo el camino a casa.
Era la segunda vez, desde que estaba en esto, que luchaba internamente por no ir más allá o romper alguna de las reglas. De hecho, si lo hice, si rompí una y fue aquella en la que debía retirarme una vez que ella hubiese tenido su orgasmo. No me fui cuando terminó, por el contrario, me quedé y decidí continuar, llevándola a un segundo mar de placer que me encargué de disfrutar con creces.
El agudo sonido de sus gemidos y el sabor de su humedad se habían quedado conmigo, volviéndolo todo una tortura.
¿Qué si la hubiese follado? Asumo que, de no ser por estas estúpidas reglas y porque Miroku ya me había dejado pasar una falla, bajo la amenaza de que fuese la única, aún estaría penetrándola con intensidad, después de todo, su entrepierna se sentía jodidamente deliciosa.
Abrí la puerta de la habitación y, para mi alivio, ella se encontraba recostada en la cama, leyendo una revista. Nuestras miradas se encontraron e, inevitablemente, sonreí, sin embargo, ella no parecía muy feliz.
- ¿Una clienta difícil?
- Un poco. - cerré e ingresé, acercándome a ella.
- Tu erección dice que te quedaste con ganas de ir más allá. - sus ojos se posaron sobre mi entrepierna.
- ¿Pretendes que sea un robot cuando haga esto?
- Creía que yo era la única a la que podías follar.
- ¿Crees que si me la hubiese follado estaría así? - señalé mi miembro. - Eres la única que puede disfrutarlo.
Aunque en esta ocasión no seas la causante de esto.
Kikyo había sido el primer error al que me refería. Llevaba poco más de un año en esto cuando tuve que ir a su departamento. Fue mi perdición en el mismo momento en que abrió la puerta con aquel vestido rojo ajustado a su cuerpo. Momentos después de comenzar, me encontré follándola contra la pared mientras sus gemidos se perdían en mis labios.
¿Me trajo problemas? Demasiados, sobre todo con Miroku, quién a pesar de ser mi mejor amigo, no me dejó pasar este desliz y me obligó a mantenerme cerca de ella con la finalidad de preservar nuestra sociedad en secreto.
¿Me molestaba? Para nada, tenía una mujer hermosa que me abría las piernas cada vez que yo lo deseaba, lo cuál era super útil, sobre todo después de atender a un clienta jodidamente deseable como la que acababa de tener en mis manos.
¿Temía que se convirtiera en un problema a futuro? Sólo si comenzaba con sus estupideces de relación formal y una vida normal, algo que había lanzado hacía un tiempo y de lo que yo me desentendí al instante, después de todo, me gustaba mantener este estilo de vida y ella no era lo suficientemente importante como para dejarlo todo.
A veces me pregunto, ¿Kikyo querría continuar a mi lado si conociera mis secretos más oscuros? Si, hay mucho de lo que ella no estaba enterada y, asumo, que saldría corriendo si supiera toda la verdad.
- Compruébamelo. - su tono juguetón me dijo que estaba todo listo para tener sexo y eso me agradaba. Mientras más rápido comenzara, más rápido podría irme a dormir.
Desabotoné mi pantalón, descendiéndolo junto con mi ropa interior y me coloqué entre sus piernas, corriendo su vestido junto con sus bragas.
- ¿No quieres un juego previo? - besó mis labios.
- No lo necesito. - sin esperar respuesta, la penetré, recibiendo en mis labios su gemido. - Estas mojada.
Mala elección de palabras, ya que ellas me llevaron directamente al rostro de la otra joven
- Estas mojada. - pronuncié, introduciendo uno de mis dedos mientras relamía mis labios.
Antes de darme cuenta, me encontré follándome a Kikyo sin dejar de pensar en la manera en la que podría haber obtenido las mismas reacciones en aquella hermosa mujer.
Maldición, aquel rostro no desaparece... el sonido de sus gemidos en mis oídos tapan con creces los que esta profesando Kikyo... esto no es bueno... esto es un mal presagio... esto no esta bien.
