¿Esperaban este capítulo? Lo dudo mucho, pero espero que sea agradable a sus ojos...
¿Qué más puedo decir? Que, aparentemente, en más de una ocasión nos tiraremos de los pelos con las decisiones de los personajes. Si, los amaremos y odiaremos en igual medida o, al menos, esa será mi intención.
¿Algún recordatorio? Si, esto es FICCIÓN PURA.
Los leo...
Prohibida
6 meses después del primer encuentro.
Kagome
- ¿No crees que ya es hora de que te desestreses? - Rin y su insistencia a veces podían ser insoportables.
- Amiga, te adoro, pero... ¿de verdad?
- Hemos trabajado durante toda la semana, Kag, nos merecemos un descanso, ¿no crees?
Me quedé en silencio, meditando mi decisión.
- Yo me apunto. - Sango ingresó a la oficina, dejando la carpeta del futuro proyecto sobre la mesa. - El hecho de tener que ser la intermediaria entre ustedes y el comité del hospital ya me ha cansado.
- Esta bien. - sonreí. - Pero con una condición. - ambas me miraban con atención. - Que nos alcoholicemos hasta olvidarnos de todo este asunto.
Y ahora me encontraba frente al espejo de cuerpo completo que colgaba en mi habitación, ultimando detalles de mi vestido y maquillaje.
- Ya no puedo escapar. - murmuré, reprimiéndome mentalmente por siempre tener este momento de arrepentimiento antes de salir
Un mensaje de Rin, en mi celular, me aviso que ya se encontraban en el taxi, esperándome en la puerta del edificio. Tomé lo necesario y descendí rápidamente. Al ingresar al auto, me encontré con ella y Sango, sentadas en el asiento trasero.
- ¿Y Ayame? - pregunté, acomodándome mientras cerraba la puerta.
- Tuvo que trabajar, la llamaron de último minuto.
Me sentí un poco mal por ella, después de todo, su trabajo como enfermera era mucho más estresante, agotador y demandante que el nuestro y, seguramente, ya estaba anhelado un descanso.
El camino hacia la discoteca fue muy a nuestro estilo. Risas, burlas y alguna que otra mirada cómplice que, con toda probabilidad, le haya hecho desear al chofer que nuestro viaje se terminara pronto.
Ingresamos al lugar y notamos que estaba bastante concurrido, mucho más de lo habitual. Inmediatamente, Sango y yo ocupamos unos lugares en una esquina apartada, mientras Rin se dirigió a la barra, regresando con varios tragos en sus pequeñas manos.
- Bueno, al menos tu habilidad de camarera si fue útil. - bromeó Sango.
- De algo tenía que servirme trabajar desde tan joven.
- Olvidemos los malos trabajos, chicas. - intervine. - Ahora tenemos nuestro propio lugar.
- Amen por eso, hermanas. - Sango y sus frases extrañas.
Mientras más bebíamos, más divertido se ponía todo y más lento comenzaban a pasar los minutos.
- ¿Bailamos? - sugerí.
- ¿Tú crees? - Rin dudó.
- Oh, vamos. - Sango la tomó por el brazo, no se si para insistirle o utilizarla como apoyo para no caer al suelo. - Hay muchos chicos guapos por aquí... ¿por qué no nos conseguimos a alguien para pasar el rato?
Normalmente lo pensaría dos veces, pero esta noche no. Esta noche tenía ganas de que unas cálidas manos masculinas recorrieran mi cuerpo en la pista de baila y, tal vez, en otro lugar, ¿por qué no?
Sin dejar de reír, nos dirigimos a la pista, dejándonos llevar por el ritmo suave y sensual de la música. Cerré mis ojos, sintiéndome en las nubes, sin embargo, al abrirlos pude notar que Rin y Sango reían mirando en mi dirección y murmurando algo inaudible para mi.
- ¿Qué...?
Fue en ese momento que sentí su presencia justo detrás de mi. ¿Cómo era posible que no me hubiese percatado de que estaba allí si, literalmente, su torso estaba pegado a mi espalda? Ah, si, el alcohol.
Sentí su cálida mano sobre mi abdomen y, en lugar de detenerme, comencé a moverme con más suavidad, pegándome más aún a él. Nuevamente cerré mis ojos, dejando que mi cuerpo sintiera cada fibra del suyo. Momentos después, lo miré por sobre mi hombro.
Mi respiración se detuvo al encontrarme con aquellos orbes dorados que me observaban con intensidad, al mismo tiempo en que una sonrisa torcida se formaba en su rostro. Le devolví el gesto, inclinándome hacía adelante y profundizando mi movimiento contra su pelvis. Inmediatamente sus manos se clavaron en mis caderas y podría jurar que mordió sus labios, observando mi trasero.
Antes de que pudiese voltear y decir una palabra, me tomó por el brazo, llevándome entre la multitud. ¿Proteste? Para nada, para esa altura, deseaba estar sobre él, brincando como si no hubiese un mañana.
¿El baño? si, efectivamente lo corroboré cuando la puerta se cerró detrás nuestro. Voltee, con la esperanza de aferrarme a sus labios con desesperación, sin embargo, grande fue mi sorpresa cuando vi que me acorraló, de espaldas a él, hasta quedar frente a los espejos.
- ¿Qué haces? - murmuré.
A modo de respuesta, posó ambas manos sobre mis pechos, apretándolos con fuerza.
¿Qué esperas? ¡Fóllame de una maldita vez!
- ¿Quién eres? - claramente, mi mente estaba amenazando con dejar mi cuerpo en cualquier momento.
- Alguien a quién no te interesa conocer. - respondió al fin, pasando su lengua por mi clavícula.
- ¿Y quién te dijo que no? - apreté ligeramente mis piernas en el mismo momento en que sus manos elevaron mi vestido y comenzaron a acariciar mi trasero.
- ¿Estas mojada? - su voz se sintió como un cálido susurro en mi oído y mi mente viajó a ese momento.
Inicio del flashback.
Mi cuerpo completamente desnudo estaba sobre la mesa, mientras su lengua jugueteaba con uno de mis pezones y su mano masajeaba el otro. Mis suspiros iban en aumento mientras el deseo de sentir más comenzaba a hacer estragos en mi entrepierna.
Sus ojos de oro se encontraron con los míos e, inevitablemente, mordí mis labios.
- ¿Te gusta?
¿Qué si me gusta? ¿Por qué no lo comprueba?
Como si hubiese leído mi mente, una de sus manos se deslizaron sobre mi abdomen, deteniéndose en mi entrada. Su sonrisa me reveló su siguiente movimiento y yo ya no podía esperar. Arquee mi cabeza en el mismo momento en que dos de sus dedos se introdujeron en mi, al mismo tiempo en que pronunciaba aquella frase.
- Estas mojada.
Fin del flashback.
- ¿Por qué no me lo dices tú?
Me incliné sobre el lavabo, mientras sentía su dura erección contra mi trasero, sin embargo, la maldita ropa se seguía interponiendo entre los dos.
- Deseas que te folle. - no fue pregunta, fue afirmación. - Quieres sentirme bien dentro de ti. - cada palabra era un nuevo cosquilleo, acompañado de sus manos apretando mis caderas con fuerza. - Y, ¿sabes qué? - se inclinó sobre mi espalda, dejando sus labios a la altura de mi oreja. - Yo me muero por penetrarte.
¡¿Entonces que demonios estas esperando?!
- Dime tu nombre... así puedo gritarlo mientras me follas.
- Pequeña... - mis palabras hicieron algún tipo de efecto en él, ya que me dio una pequeña embestida, al mismo tiempo en que mordía sutilmente mi hombro. - No puedo...
- ¿Por qué? - apoyé mi nuca sobre su cuerpo.
- Eres prohibida para mi.
¿Prohibida? ¿A que se refería? ¿Tenía algo que ver con nuestro primer encuentro?
- Pero te deseo como un demente.
Su mano se coló en mi falda y, sin más, corrió mis bragas, entrando en contacto con los pliegues de mi entrepierna, acariciándolos con sutileza. Un sonoro gemido abandonó mis labios y noté como se contenía para no sucumbir a su deseo.
Estamos iguales, hermoso ser del placer.
Me penetró con sus dedos con la misma intensidad con la que lo había hecho aquella noche y, nuevamente, me encontré removiéndome contra ellos, haciendo realidad aquel sueño que venía despertándome todas las mañanas con la entrepierna deseosa de volver a sentirlo.
Mis gemidos se entremezclaban con los suyos, los cuales resonaban en mis oídos. Estaba lista para explotar en un mar de placer cuando... se alejó.
¿Qué?
Lo miré, completamente desconcertada, mientas me observaba fijamente, sonriendo. Tal vez estaba loca, pero... por un segundo me pareció ver un destello rojizo en su mirada. Abrió su boca, introduciendo en ella sus dedos, los mismos que habían estado en mi interior. Sus labios se movieron en ese instante y lo único que llegué a comprender fue que pronunció una palabra, aunque a mis odios no llegó su sonido.
Deliciosa.
Antes de que pudiese procesar todo... se fue, dejándome parada allí. Me tomó unos minutos salir del baño, completamente aturdida por todo, desde la ingesta de alcohol, hasta la sensación de sus manos en mi cuerpo, la cuál aún prevalecía.
- Rin, Sango. - murmuré el nombre de las chicas, recordando que había llegado con ellas a la discoteca.
Regresé a la pista principal con la idea de buscarlas, sin embargo, no me esperaba para nada la imagen que se presentó ante mi.
Al otro lado, el imbécil de cabello plateado tenía contra la barra a una hermosa joven mientras sus manos acariciaban su cintura y su sonrisa burlona, aparentemente, la estaba molestando, lo supe por la forma en la que lo miraba.
¿Era su novia? ¿Acaso ella era el motivo por el que yo era prohibida para él? fuera cual fuera la respuesta, sólo una cosa me quedó clara: era un idiota.
¿Y por qué me molestaba la manera en la que la estaba tocando? no puede ser, realmente estaba detenida, en el medio de la pista de baile, observando a un desconocido acariciar los muslos de otra mujer.
Apretó su trasero con fuerza y yo entrecerré mis ojos. Me estaba enojando sin ningún tipo de motivo. Bueno, en realidad si había uno: no era yo la que estaba entre sus bazos. Sus labios comenzaron a devorar los de ella, mientras las pequeñas manos de la joven viajaban a su miembro, apretándolo con sutileza.
¿Es que acaso no conocen la discreción?
Se preguntó mi hipócrita mente.
Se apartó de su boca y algo le susurró en el oigo, algo que lo hizo sonreír. En ese momento, sin soltarla, giró su cabeza en mi dirección, mirándome fijamente.
Juro que, por un milisegundo, pensé que su expresión iba a ser de sorpresa o peor aun, de arrepentimiento, sin embargo, aquella maldita sonrisa maliciosa apareció, burlándose de mi.
Apreté mis puños en señal de frustración mientras él, sin apartar sus ojos de los míos, comenzaba a besar el cuello de aquella morena. Me hubiera quedado observándolos más tiempo de no ser por la cálida mano que se posó sobre mi hombro, la cuál me obligó a voltear.
- Kag. - sonrió.
- ¡Koga! - no lo pensé dos veces y me lancé a sus brazos, abrazándolo con fuerza.
Si los ángeles existen, definitivamente él cayó del cielo.
Koga y yo habíamos tenido un par de citas durante los últimos dos meses, aún así, no habíamos llegado a nada en concreto, al menos no hasta esta noche.
¿Te gusta jugar, chico? Bien, te demostraré que no solamente tú puedes divertirte.
- ¿Qué estas haciendo aquí sola? - me quedé observando su mirada celeste durante unos segundos - ¿Kag?
No lo dudé. Mi boca se aferró a la suya con todo el deseo y hambre que tenía contenida desde el momento en que el otro idiota se había alejado. Pude notar la reciprocidad de la acción en el momento en que Koga me envolvió en sus brazos y su lengua se unió a la mía. Me pegué más a él, específicamente mi pelvis a su miembro, el cual había comenzado a notarse.
- Vaya... - pronunció cuando no separamos. - ¿Estas bien?
- No quiero hablar. - murmuré, mordiendo su labio inferior. - Quiero follar... quiero que me follen.
- Las mejores palabras que oí en mi vida. - volvió a besarme, apretando mi trasero con fuerza.
No podía irme con la duda en la mente, por lo que, aprovechando el momento, giré a Koga y abrí mis ojos, sin dejar de besarlo.
Lo imaginé.
Mi pecho se llenó de orgullo al ver la expresión en aquel rostro perfectamente moldeado. Sus ojos dorados parecían estar más brillantes que antes y, al parecer, poco le importaba que la joven estuviese besando su cuello, su mirada estaba puesta en mi... en mi y Koga. No soy psicóloga ni nada cercano, pero podría jurar que había ira en su expresión, la misma que profesaría una persona que observa como algo que desea con creces, es tomado por alguien más.
¿Me acabó de enredar en una pelea imaginaria con un desconocido al que sólo había visto una vez? Si, y para ser honesta, amaba haber sido la vencedora.
- ¿Vamos a mi auto? - la voz de Koga me regresó a la realidad.
- A donde sea.
Me tomó del brazo y le dediqué una última mirada a mi oponente, una en la que sus ojos de oro me atravesaron sin miramientos.
El camino hacia el estacionamiento se hizo peligrosamente corto. ¿Quería follar con Koga? si, después de todo, no sólo era un hombre sumamente atractivo, si no que mi cuerpo pedía a gritos una liberación en algunas manos masculinas.
- ¿Prefieres ir a un lugar más privado? - preguntó, quitando la alarma de su auto.
- Hablas demasiado. - él sonrió, abriendo la puerta del auto.
Lo lancé al interior, subiéndome sobre él. Rápidamente desabotoné su pantalón y liberé su miembro, el cuál posicioné en mi entrada.
- Eres directa, eso me gusta.
Maldición, las mismas palabras que ese otro idiota... y la misma sensación.
Antes de que pudiese ir más allá, su celular comenzó a sonar y, para mi sorpresa, lo tomó y respondió.
¿Era realmente necesario en esta situación? ¿Qué podía ser más importante que esto?
- ¿Qué quieres, Inuyasha? - su tono era de hostilidad. - ¿Qué? - una risa ronca abandonó sus labios. - Lo lamento... - recorrió mi cuerpo, al mismo tiempo en que corría mis bragas a un lado. - Ya es tarde. - me penetró de una sola estocada, arrancándome un gemido de placer. - Puedes escuchar si lo deseas.
Lanzó el celular al asiento delantero y llevó sus manos a mis caderas, guiando mis movimientos.
No me contuve y jadee, gemí y grite todo lo que hubiese deseado gritar en aquel baño. Cerré mis ojos, imaginándome que el imbécil de cabello plateado era quién estaba dándome estas sabrosas embestidas.
Inuyasha.
- No comprendo porque me obligaste a venir aquí. - pregunté, bebiendo un sorbo de aquella amarga cerveza.
- Porque te estas volviendo más amargo que esta bebida. - Miroku y sus estúpidos chistes eran algo que solían sacarme de quicio.
- Y lo que es peor, ¿por qué demonios invitaste a Kikyo? Tengo una decena de mujeres aquí para elegir.
- Para recordarte tus estúpidos errores y el porque no tienes que volver a cometerlos.
- ¿No crees que extendiste demasiado el castigo? ¿Ya te dije que me ha hablado de tener una relación? - una sonora risa abandonó sus labios. - ¡¿Cómo puedes reírte de eso, idiota?!
- Te lo mereces. - se encogió de hombros. - Esas son las consecuencias de no hacer tu trabajo como corresponde. Si piensas con la cabeza equivocada, vivirás metiéndote en problemas.
- Keh. - bebí otro sorbo, llevando mi mirada hacia la pista principal. Gran error.
En el medio de la gente estaba ella, bailando con sus amigas como si fuese la única mujer en la discoteca y la realidad era, que ante mis ojos, lo era.
Su perfecto cuerpo estaba cubierto por un vestido plateado, el cual contorneaba su esbelta figura a la perfección. Sin darme cuenta, me vi sonriendo lujuriosamente como un idiota, sin embargo, debía mantenerme en mi lugar o podría tener problemas... o eso hubiese hecho de no ser por el movimiento de sus caderas y como su vestido se elevaba sutilmente, dejando ver un poco más de lo que seguramente quería mostrar. Relamí mis labios y supe que no podía esperar más.
- Ya regreso.
- ¿A donde vas? - me miró confundido.
- Al baño. - tomé un nuevo trago. - Dile a Kikyo que me espere.
Antes de recibir más preguntas, salí disparado en dirección de la pista y, como si fuese un golpe de suerte, las luces bajaron un poco, dificultando la visibilidad de quienes se encontraban fuera de ella.
Me abrí paso entre la multitud hasta quedar detrás de ella. Sus amigas se dieron cuenta de inmediato, sin embargo, mi hermosa mujer seguía bailando como si yo no existiera. Las jóvenes frente a ella comenzaron a compartir sonrisas cómplices, seguramente reconociendo mi identidad y fue en ese momento en que ella también notó mi presencia. Pase mi mano por su cintura, apoyándola sobre su abdomen y fui testigo de aquel precioso movimiento. Miró por sobre su hombro y sus ojos se encontraron con los míos, haciéndome sonreír de inmediato.
Lejos de acobardarse o ruborizarse, profundizo su meneo, apoyando todo su trasero sobre mi miembro, lo que provocó que mis manos se clavaran en sus caderas y mordiera mi labio inferior, contemplando su perfecta figura, aquella que quería volver a ver completamente desnuda.
La tomé del brazo y comencé a abrirme paso entre la gente.
¿Dónde puedo ir? No hay ningún lugar lo suficientemente privado como para ir más allá... oh, si, el baño.
Ingresamos y cerré con el seguro, debatiéndome internamente si follarla o no, después de todo, ya tenía demasiados problemas con una mujer siguiéndome, no necesitaba otra. Aún así... maldición, quería penetrarla como un salvaje.
Ella volteó y supe sus intenciones de inmediato. Debía alejarme lo más lejos posible de sus labios o de lo contrario mi auto control se iría por la borda. La tomé entre mis brazos y la dejé en una prisión imaginaria entre el lavabo y mi cuerpo.
- ¿Qué haces? - murmuró.
No respondí. Coloqué mis manos sobre sus pechos y los apreté con fuerza, deleitándome con el sonido de sus suspiros.
- ¿Quién eres? - insistió, conteniéndose para no gritar.
Esa urgencia innecesaria de los humanos de querer conocer más de los demás hasta para las cosas más causales como esta, era algo que yo no poseía.
- Alguien a quien no te interesa conocer. - pasé su lengua por su clavícula, reprimiendo el deseo de clavar mis dientes en ella.
- ¿Y quién dijo que no? - elevé su vestido y comencé a acariciar su perfecto, delicioso y redondo trasero, tratando de que el tono de su voz no me hiciera trastabillar.
- ¿Estas mojada? - susurré en su oído, ya conociendo la respuesta.
Permaneció en silencio durante un segundo, sin embargo, su respuesta me desarmó por completo.
- ¿Y por qué no lo averiguas tú? - se inclinó sobre el lavabo, apoyando completamente su trasero en mi miembro, el cual había comenzado a doler de deseo.
- Deseas que te folle. - no fue pregunta, fue afirmación. - Quieres sentirme bien dentro de ti. - mis manos ejercían cada vez más presión sobre sus caderas. - Y, ¿sabes qué? - me incliné sobre su espalda. - Yo me muero por penetrarte. - no mentía.
- Dime tu nombre... así puedo gritarlo mientras me follas.
- Pequeña... - la maldita estaba haciendo estragos en mi interior, lo supe en el mismo momento en que le di una leve embestida, deseando que la ropa se desintegrara en ese momento. - No puedo...
- ¿Por qué? - apoyó su nuca sobre mi hombro.
- Eres prohibida para mi. - nuevamente no mentía. - Pero te deseo como un demente.
Me abrí paso en su falda y corrí sus bragas, entrando en contacto con aquellos deliciosos pliegues que tanto había disfrutado la noche de su cumpleaños. El gemido que profesó volvió todo más difícil de lo que ya era, por lo que decidí cruzar el límite... si no la penetraba, las consecuencias no serían tan severas, ¿o si?
Mis dedos ingresaron con fuerza en su interior, buscando que los mismos recuerdos que yo tenía, la invadieran. Antes de que pudiese darme cuenta, ella se estaba restregando contra mi mano y nuestros gemidos retumbaban en el baño. Su liberación se acercaba y estaba dispuesto a continuar, sin embargo, la sangre comenzó a quemar bajo mis venas y supe que era el momento de alejarme o no habría vuelta atrás.
Me alejé y sonreí ante su cara de confusión. No podía mentir, una parte de mi también estaba frustrada, pero nada podía hacer para cambiar las cosas. Llevé mis dos dedos a mi boca y los lamí con sutileza, corroborando lo que ya sabía.
- Deliciosa. - murmuré y, acto seguido, abandoné el lugar.
Caminé lo más rápido que pude hasta la barra. Lamentablemente Kikyo ya estaba ahí y no parecía estar feliz o, al menos, era lo que su cara me demostraba.
- Lamento la tardanza. - pronuncié.
- Ahí lo tienes. - Miroku me señaló. - Ahora puedes reprocharle todo a él.
- ¿Qué sucede? - sonreí, colocando a Kikyo entre la barra y mi cuerpo, al mismo tiempo en que mis manos comenzaban a acariciar su cintura.
- ¿Dónde estabas? - su mirada destilaba molestia. - ¿Qué estabas haciendo?
- ¿Acaso eres mi novia?
Mi sonrisa burlona no desaparecía y eso la enfadaba más. Llevé mis manos a la parte interna de sus muslos, acariciándolos con suavidad.
- Estaba preparándome para ti, hermosa. - la besé con hambre... con el mismo hambre que sentía por otra mujer.
Su mano viajó a mi miembro, el cual apretó con sutileza. Sus labios abandonaron los míos y los llevó a mi oído.
- ¿Con quién demonios estabas?
Una carcajada salió sin que pudiese contenerla y, a modo de contención, la abracé, buscando que no se enfadara más de lo que ya estaba. Giré mi mirada y me sorprendí gratamente al verla mirándonos.
¿Hacía cuanto estaba parada allí? No lo sabía, pero su rostro destilaba ira, ¿acaso estaba celosa? si la respuesta era afirmativa, me encantaba. Sonreí y, con la intención de incrementar su enojo, comencé a besar el cuello de Kikyo. Sus ojos se entrecerraron y supe que la victoria era inminente... o eso creí.
Vi que volteó y mis labios se apartaron de la piel de Kikyo. Mi sonrisa se esfumó por completo al ver como el imbécil de Koga la envolvía en sus brazos.
De todas las malditas personas que existían en esta asquerosa discoteca... ¿realmente tenía que ser él?
Kikyo tomó mi rostro ente sus manos y comenzó a besar mis labios, sin embargo, me las arreglé para ofrecerle mi cuello mientras mis ojos volvían a posarse en ella, quien ahora estaba besando con desesperación a ese idiota.
Con la misma desesperación que lo hubiese hecho conmigo.
Se separaron y hablaron brevemente antes de que ese imbécil colocara las manos sobre su trasero. ¿Cómo se atrevía a tocarla de esa manera?
La lengua de Kikyo seguía recorriendo parte de mi cuello y mi mejilla y aún así no lograba captar mi completa atención.
Volvieron a besarse y comprendí todo. Sus ojos se posaron en los míos y percibí aquel brillo de satisfacción. La maldita se estaba vengando de lo que había visto segundos atrás.
¿Y como podía estar tan seguro de eso? no lo sé, sólo lo sabía.
Se retiraron tomados de la mano y no pude soportarlo.
- Regreso en un momento. - pronuncié.
- ¿Y ahora a donde te vas? - se quejó.
- Tranquila. - deje un leve beso en sus labios. - Regresaré a abrir esas hermosas piernas, mi amor.
Lo último lo pronuncié con la intención de que sus palabras se quedaran con ella y no decidiera seguirme. La voz de Miroku gritó mi nombre y decidí ignorarlo, luego me enfrentaría a las consecuencias.
Conocía lo suficientemente bien a Koga como para adivinar a donde la llevaría, mucho más si ella había mostrado algún tipo de urgencia en tener sexo.
Llegué al estacionamiento en el mismo momento en que ella lo lanzaba al asiento trasero y, en un intento desesperadamente patético, completamente inusual en mi, tomé mi celular y marqué su número. Para cuando obtuve respuesta, ella ya estaba sentada sobre él.
- ¿Qué quieres, Inuyasha? - respondió de mala manera.
- Ni se te ocurra, Koga. - gruñí. - Ni se te ocurra fallártela... ella es mía.
¿Qué clase de ruego idiota acaban de profesar mis labios?
Inmediatamente, una risa abandonó sus labios y, desde mi rango de visión, noté como se removía, probablemente acomodándose en su entrada
- Lo lamento... ya es tarde. - la penetró sin más, lo supe por la manera en la que la cabeza de ella se hizo hacia atrás y aquel gemido atravesó mi tímpano a través del celular. - Puedes escuchar si lo deseas.
Lanzó el móvil y sus manos se colocaron sobre su cadera mientras ella brincaba completamente extasiada.
Como buen masoquista, me quedé en línea unos segundos, escuchando como sus más profundos sonidos eran provocados por otra persona que no era yo.
Cuando caí en cuentas de que estaba siendo más patético de lo que hubiese imaginado, corté y voltee, decidido a ir en busca de Kikyo para pasar el resto de la noche entre sus piernas.
