Ojos dorados
Kagome
Le agradezco al cielo el hecho de que Sango y Rin vinieran conmigo, ya que no pude concentrarme en ningún momento de la reunión, ¿y todo por qué? por esos intensos ojos dorados que no dejaron de mirarme.
Inicio del flashback.
Todos nos encontrábamos en la sala de juntas, por lo que la señora Kaede comenzó a hablar, no sin antes pedirnos que nos sentáramos en la mesa central. Sango se sentó en uno de los laterales, junto a ella, Rin y a su lado, yo. El imbécil se sentó justo frente a mi (debí imaginarlo) y, quien supongo que es su hermano, lo hizo frente a Rin.
Myoga fue quien tomó la palabra y comenzó a explicar detalles del porqué deseaban esta remodelación y hubiese estado encantada de entender todo, de no ser porque ese idiota de mirada cautivadora no apartaba sus ojos de mi.
¿Acaso no le interesaba nada el proyecto?
Sango tomó la palabra, exponiendo los motivos por los cuales nosotras seriamos capaces de afrontar este proyecto y, nuevamente no pude prestar atención, sin embargo, en esta ocasión tuve que hacer más que simplemente ignorarlo. El muy descarado acarició mi pantorrilla con su zapato y, no conforme con eso, comenzó a ascender hasta llegar a mi muslo, tratando de elevar mi falda.
¡¿Qué demonios está haciendo?!
Le lancé una mirada fatal y pude notar, debajo del puño que cubría su boca, aquella sonrisa altanera que tanto me irritaba.
Sesshomaru se pronunció, hablando sobre el diseño que su padre les había dejado, sin embargo, omitió completamente el hablar de él o del porque no se había presentado y, al parecer, el comité tampoco quiso saber las causas de su ausencia.
Finalmente, Hoshiyomi expresó su contento con el hecho de que ambos estemos involucrados en esto y se puso de pie, extendiéndole la mano a Rin y Sesshomaru, dando por finalizada la reunión.
Todo hubiese salido medianamente bien, de no ser por aquellas palabras que el imbécil pronunció cuando nos encontrábamos en la puerta de la sala.
- ¿Señorita...? - me miró.
- Higurashi. - respondí entre dientes.
- Higurashi. - y ahí estaba esa molesta sonrisa. - ¿Puedo hablar con usted un momento afuera?
Fin del flashback.
Y ahí me encontraba, siguiéndolo por el mismo pasillo por el que habíamos ingresado. Su cabello plateado se bamboleaba al son de sus pasos y, por un segundo, sentí el deseo de peinarlo entre mis dedos.
Salimos e, inmediatamente, me tomó del brazo, colocándome contra la pared.
- Vaya... al parecer el destino se empeña en juntarnos.
- ¿Quién demonios te crees para hablarme de esa manera?
Sin perder la sonrisa, elevó dos de sus dedos y sus ojos viajaron de ellos a mi mirada.
- ¿Te lo recuerdo?
- ¿Qué vas a recordarme? ¿Qué fuiste un cobarde en dos ocasiones? - una risa abandonó sus perfectos labios.
- Lo siento, hermosa, pero te conocí como mi clienta y eso te deja fuera de mi alcance.
- ¿Entonces por qué te mantienes tan cerca?
- ¿No te gusta? - su nariz se pegó con la mía y su cálido aliento respiraba en mis labios. - ¿Así como no te gustó mi caricia ahí dentro?
- Si llego a tener problemas con mis amigas por tu culpa...
- Yo tengo un problema mayor. - me tomó de la cintura, pegándome a su cuerpo al mismo tiempo en que mi rostro se chocaba con su hombro. - ¿Lo sientes?
Por supuesto que sentía su gran erección, después de todo ésta estaba chocando con mi abdomen bajo.
- Eres la culpable de este predicamento.
- Escúchame bien, Inuyasha. - tomé su miembro con la idea de que se alejaría de inmediato, después de todo, una de sus reglas era que no debía tocarlo, sin embargo, no lo hizo.
Su mirada se posó nuevamente en la mía y juro que, por un momento, pensé que iba a besarme apasionadamente. Cerró sus ojos y meneó la cabeza.
- Me traerás problemas.
- ¿Y por qué no te vas?
Tomó mi trasero, elevándome y apoyando mi espalda contra la pared, mientras su miembro se posaba en mi centro, arrancándome un suspiro.
- No puedo.
- Estamos en la calle.
- Ya rompí dos de mis reglas. - posó sus labios en mi cuello, presionando mi entrepierna. - Ya me tocaste... y ya sabes mi nombre.
- Estamos en la calle. - murmuré nuevamente.
- Aquí nadie viene. - respondió en el mismo tono. - Puedo follarte en este instante y nadie lo sabrá.
- Hazlo. - mi voz salió con un ligero tono de súplica.
Me elevó un poco más, provocando que nuestros sexos rozaran deliciosamente.
- Inuyasha...
- ¿Así ibas a gritar mi nombre?
- Más fuerte. - sonreí al sentir que su agarre se intensificó en mis muslos.
Estaba preparada para recibir una dosis de él cuando me soltó repentinamente y se alejó. Nuevamente me quedé con cara de idiota, observándolo con rabia en mi mirada.
- Lo siento, pero se están acercando.
- ¿He?
Antes de que pudiese preguntar a lo que se refería, un mensaje llegó a mi celular y, por alguna razón decidí mirarlo.
¿Ese es el tipo por el que no quieres regresar conmigo? Vaya, no sabía que te habías convertido en una puta.
Bankotsu... estaba segura de que se trataba de él aunque su número no estaba en la lista de mis contactos.
Sin darme cuenta comencé a mirar a mi alrededor y, al parecer, mi expresión fue tan notoria que hasta él supo que algo sucedía.
- ¿Qué ocurre?
- Nada. - respondí rápida y nerviosamente.
- Si, claro. - tomó mi muñeca, elevando el móvil.
- ¡Oye! ¡¿Qué estás...?!
- Ja. - me soltó. - ¿Ex novio celoso? ¿Qué sucedió? ¿No soporto verte en brazos de alguien mejor?
- ¿Y quién te dijo que eres mejor?
Nuevamente, antes de que uno de los dos dijera algo más, otro mensaje llegó.
Maldita perra... tienes suerte que elegí irme en vez de acercarme, de lo contrario, mi puño se hubiera estrellado en tu cara con mayor fuerza que la última vez.
Esta vez, Inuyasha se paró a mi lado, leyendo el mensaje junto conmigo. Mis ojos buscaron humedecerse, sin embargo, no iba a permitir que me siguiera doliendo, no más.
- ¿Te golpeaba? - su tono se oyó más serio de lo habitual.
- ¿Te interesa?
- Te estoy preguntando de verdad. - no mentía, podía verlo en sus ojos dorados.
- Era mutuo. - respondí, desviando la mirada.
- ¿Mutuo en que sentido?
- ¿Cómo en que sentido?
- ¿Tú lo golpeabas también o te defendías de sus golpes?
Me quedé en silencio un segundo, pensando en si revelar o no aquella respuesta, sin embargo, las palabras abandonaron mis labios antes de que mi mente terminara de decidirse.
- La segunda. - aclaré mi garganta. - Y no quiero hablar del tema, menos con alguien a quien no conozco.
- Si me conoces. - lo mire confundida. - Sabes mi nombre, sabes de quien soy hijo y donde trabajo, además, conoces mi segundo trabajo. - sonrió. - Ya no soy un desconocido para ti.
- Eso tampoco te convierte en mi mejor amigo, además, tú no sabes nada de mi.
- En este momento lo único que me interesa saber es quién es el imbécil que te envió esos mensajes.
- ¿Para que?
- Sólo dímelo.
Por suerte, en ese momento, la puerta se abrió y las chicas, en compañía de Sesshomaru, salieron del hospital.
Inuyasha.
Sabía que se estaban acercando, sin embargo, mi atención se concentró tanto en esos mensajes que no advertí que se encontraban a unos pasos de distancia. Mi mirada se cruzó con la de Sesshomaru en el momento en que salieron y supe que tendríamos una tensa plática al regresar a la empresa, sin embargo, no estaba preparado para lo que pronunciarían después.
- Que bueno que están aquí. - sonrió la joven de cabello largo castaño, la cuál llevaba una vestimenta similar a Kagome. - Joven Inuyasha, estuvimos hablando con su hermano y mañana mismo podemos comenzar a trabajar juntos.
- ¿Qué? - el murmuro de sorpresa, de la mujer a mi lado, me arrancó una sonrisa de satisfacción.
- Oh, ¿de verdad? - la miré y sus ojos denotaban una molestia absoluta. - Me alegra mucho saber eso, aunque, me sorprende que Sesshomaru haya estado tan... dispuesto para comenzar de inmediato.
Él entrecerró sus ojos ante mi burla, sin embargo, no pronunció ni una sola palabra.
- Mañana hablaremos sobre como nos dividiremos, ¿si? - la otra amiga se pronunció.
- Es momentos de irnos. - intervino mi hermano. - ¿Necesitan que las llevemos? - por alguna razón, sus ojos sólo se posaban en la castaña de menor estatura, casi como si la invitación fuese sólo para ella.
- No es necesario. - no me sorprendió para nada que ella estuviese en contra, sin embargo, no iba a permitir que se escapara como si nada.
- De hecho, creo que es muy necesario. - sonreí. - Es una pena que no quepamos todos en un sólo auto. - sus mejillas se encendieron en ese mismo momento. - Sesshomaru, ¿podrías decirle a Jaken que envíe a Totosai por nosotros?
- ¿Nosotros? - murmuró.
- Por supuesto, Higurashi, ambos estamos en la misma área, es demasiado obvio que trabajaremos juntos en este proyecto. - las amigas trataron de disimular sus risas, pero fueron muy malas en ello.
- Entonces, ¿ustedes se encargaran del dibujo?
- Exacto. - trate de sonar serio y no burlón. - Antes de que se vayan, ¿me dirían sus nombres, damas?
- Sango Saoto.
- Y yo soy Rin Hitachi.
- Un placer, ya saben mi nombre. - la mire. - Inuyasha Taisho.
- El placer es nuestro. - Rin sonrió.
- Señoritas. - Sesshomaru se aclaró la garganta. - Por favor, vengan conmigo, mi chofer nos está esperando por allá.
- No te olvides de decirle a Totosai que lo estaré esperando. - sonreí mientras él me lanzaba una mirada fatal.
- Ay no puede ser. - murmuró ella, apoyando su frente contra la pared. Gran error.
Me pegué a su espalda en el mismo momento en que su cuerpo se tensó.
- ¿Qué haces? - me miró por sobre su hombro.
- Así tendremos más tiempo de charlar. - sonreí, pasando su mano por su cintura.
- ¿Podrías... dejar de tocarme?
- ¿Es demasiado para ti? - llevé mi mano a su mejilla.
- Inuyasha.
Maldición, ¿Cómo demonios no me percaté de su olor?
Me alejé rápidamente de Kagome y voltee, encontrándome con su mirada azulada y su expresión seria.
- Miroku. - respondí de manera reseca. - ¿Qué estas haciendo acá?
- Vine a visitar a un familiar. - mintió.
- ¿Justo en esta zona?
- Así es.
- Oigan. - ella intervino. - No se quien es usted...
- Miroku, mi nombre es Miroku, un placer señorita... - extendió su mano.
- Kagome. - la estrechó.
La sonrisa del imbécil gritaba que ya lo sabía, sin embargo, ella no tenía forma de saberlo.
- Es un placer.
- Por allá está Sesshomaru, te esta esperando. - lo señalé, ya que, al parecer, se dio cuenta de inmediato de que mi plan se había arruinado y decidió regresar.
Pasó la mirada por los dos y asintió, despidiéndose con sus ojos pero sin emitir ni una sola palabra. Miroku se pronunció ni bien ella y mi hermano desaparecieron.
- ¿Te volviste loco? - su dura expresión me decía que estaba en serios problemas.
- Ya, no es para tanto...
- Ella ya te conoce... seguramente que ya conoce tu identidad y de lo que vives, ¿sabes todo lo que significa?
- ¿Qué vas a obligarme a permanecer a su lado? - sonreí.
- Que voy a despedirte si sigues con este juego. - mi sonrisa se borró de mi rostro. - Tal vez para ti esto no es nada, pero para mi es un trabajo serio, ¿ya olvidaste todo lo que te dije cuando decidiste adentrarte en este mundo?
- ¡Keh!...
Inicio del flashback.
- ¿Estas seguro de lo que dices? - preguntó con mayor seriedad de la que pretendía escuchar.
- Claro. - respondí, recostado en el sofá de su sala. - ¿Qué tan malo podría ser?
- Inuyasha. - suspiró. - Querido amigo, entiendo que lo veas como un juego, pero esto es un negocio, de hecho, yo vivo de esto, no sólo se trata de conocer o poseer a hermosas mujeres, existen reglas que debes respetar.
- Feh, seguro que eso le quita la diversión a todo ¿verdad?
- También es una protección para mi y quienes trabajan en esto. - se puso de pie, extendiéndome una hoja de papel.
Si quieres ser parte de esto llamado "SexPlay" tienes que prestarle atención a estas simples reglas.
Número 1: Ellas no pueden tocarte.
El empleado debe ser el encarado de que la clienta atraviese, de la mejor manera, aquella experiencia sexual, sin embargo, sólo él puede llevar acabo el acto (ya sea con sus manos lo lengua) ella no debe tocarlo bajo ninguna circunstancia, ya que esto presupondría una especie de confianza que no poseen ni deben poseer.
Regla número 2: Queda terminantemente prohibida la penetración durante el acto.
Bajo ningún punto de vista el empleado y su clienta deben tener sexo como cualquier pareja lo haría. Romper esta regla significará un castigo severo, el cuál será acorde al participante en cuestión.
Regla número 3: Tu identidad debe permanecer en secreto.
Esta terminantemente prohibido que el empleado revele cualquier tipo de dato de su vida personal, ya sea: Nombre, edad, ocupación, etc. Esto no sólo protegerá la identidad del empleado si no también la de la empresa. Además, el empleado no tendrá ningún tipo de dato de la clienta con la que vaya a interactuar.
Regla número 4: Retirarse al finalizar el acto.
Una vez que aquel encuentro haya llegado al clímax, el empleado debe retirarse de manera inmediata del lugar sin entablar ningún tipo de conversación con la clienta.
Regla número 5: El empleado y la clienta no deben volver a verse.
Queda total, absoluta y terminantemente prohibido que el empleado y la clienta vuelvan a mantener contacto entre sí una vez finalizado el encuentro, ya que esto significaría poner en riesgo el anonimato de la empresa. Cualquier empleado que infrinja esta regla, será expulsado de manera inmediata y amenazado con ser demandado si llegase a dar algún tipo de dato de "SexPlay".
El empleado debe demostrar su compromiso con la empresa, entregándole su tiempo cuando esta lo disponga. Puede retirarse en el momento que lo desee, sin embargo, si este llegase a involucrarse emocional/sentimentalmente con alguna persona ajena a este mundo, se procederá a su inmediata remoción del puesto.
Si desea ser parte de este mundo, deberá firmar un contrato de confidencialidad que lo comprometerá de por vida, ya que una vez que ingresa, jamás podrá escapar completamente de ella.
- Oye... esta última oración parece una amenaza más que otra cosa. - lo miré, arqueando una ceja.
- Es la idea. - sonrió, sentándose en el sillón del frente. - Si las personas que vienen aquí se sienten bajo una amenaza constante, cumplirán a rajatabla todo lo que dice ahí... y el hecho de que tú te involucres, es un verdadero problema para mi.
- ¿Y eso por qué?
- Porque soy tu mejor amigo. - bebió un sorbo. - Y sé que te aprovecharás de alguna manera de eso.
Fin del flashback.
Aunque odie darle la razón a alguien, debía admitir que tenía razón, después de todo, me había dejado pasar el desliz con Kikyo sólo por eso.
- Inuyasha... - tomó su nariz entre sus manos, tratando de calmarse. - He tenido demasiada paciencia contigo, pero... creo que es momento de que te alejes de todo esto.
- Tienes que estar bromeando. - crucé mis brazos. - ¡Ni siquiera he hablado con ella sobre la empresa o algo que me comprometa!
- ¡Ella ya sabe quien eres!
- ¡No es mi culpa! - grité, notablemente molesto. - ¡Sólo vine a una estúpida reunión de trabajo! ¡Jamás pensé que debería trabajar con ella!
- ¿Trabajar con ella?
- Si. - suspire. - Al parecer, Kagome también es arquitecta.
- Oh, con que ya son amigos, digo... como la llamas por su nombre.
- ¡¿Puedes comprender que no es mi culpa?!
- Ya. - elevó sus manos. - Puedo entender que esto es una mera casualidad, pero tienes que mantenerte alejado de ella.
- ¿Qué parte de que trabajemos juntos no comprendiste? Lo siento Miroku, pero no puedo abandonar este proyecto cuando mi padre fue quien nos dio la orden de estar al frente hasta que él regrese.
Por supuesto que Miroku estaba enterado de todo lo que sucedía con mi padre, las amenazas y todo el lio que había con aquellos bastardos, además, la simple mención de Toga Taisho hacía que su expresión se suavizara.
- ¿Al menos puede mantener tus manos alejadas de ella y tu boca cerrada?
- Trataré...
- Inuyasha.
- De acuerdo, lo haré, sólo hablaré con ella de temas relacionados con este proyecto. - mentí.
- Bien. - acomodó su camisa. - Oye... había unas chicas con tu hermano. - su repentino cambió de tema llamó mi atención. - ¿Sabes como se llaman?
- ¿Sango y Rin? - sonrió. - Oh, ya entiendo... una de ellas fue quién habló contigo sobre el trabajo, ¿verdad?
- Mi querido cabecita blanca, no puedo mentirte.
Aquello era un gran punto a mi favor, después de todo, en los cientos de años que llevábamos siendo amigos, jamás había mostrado interés genuino en alguna mujer ya fuese humana o yokai. Con un poco de suerte, podría usar eso a mi favor.
- Comprendo... - comenzamos a caminar en dirección de la calle. - Dime, ¿Cómo me encontraste?
- Sólo pasaba por aquí y percibí tu olor... supe que estabas haciendo algo indebido en cuanto vi a tu hermano con Sango y la otra joven.
Sango... ella era su interés... de acuerdo, querida Sango, serás mi escudo para evitar problemas, aunque tú no tienes porque saberlo.
Kagome.
El día había sido lastimosamente largo, no sólo por el bombardeo de preguntas de las chicas al llegar a nuestras oficinas, si no porque no había podido quitarme de la mente aquellos ojos dorados que me habían mirado con una mezcla de intensidad y deseo, una mezcla que me volvía loca. Sus caricias aún eran palpables en mi cuerpo, así como el sonido de su voz susurrándome en el oído.
Te conocí como mi clienta, y eso te deja fuera de mi alcance.
¿Entonces ese es el motivo por el que nunca avanza? ¿La morena con la que lo vi aquella noche no tiene nada que ver? aún así, ¿Quién es ella y que relación tiene con él?
Menee la cabeza, después de todo, sus asuntos personales no eran los míos, además, sólo compartiríamos tiempo juntos por este proyecto, al finalizar, cada cuál seguiría su camino.
- Si, no debemos vernos más. - murmuré mientras caminaba de regreso a casa.
El atardecer estaba transcurriendo más rápido de lo que me esperaría y una especie de miedo comenzó a invadirme a medida que me acercaba a mi casa.
¿Y si Bankotsu se encontraba en la puerta? al fin y al cabo esta mañana estaba furioso, no sólo por nuestra pelea si no porque, si verdaderamente me vio con Inuyasha, su furia debió escalar a niveles colosales, los mismos a los que llegaba segundos antes de que su puño se estrellara con alguna parte de mi cuerpo.
Inuyasha Taisho.
Nuevamente mi mente se posaba en su rostro y sus ojos, los cuáles se rehusaban a salir de mis pensamientos. Nuevamente menee la cabeza, apartándolos, sin embargo, una sonrisa se formó en mis labios a sabiendas de que por fin la persona que había sido la causante de mis sueños mojados, tenía nombre y apellido.
Me detuve en seco al observar aquel hombre, de espaldas, en la puerta de mi edificio. Su cabello negro largo llegaba a la altura de la cintura y, aunque se encontraba sin recoger, eso no me garantizaba que no fuera Bankotsu. El aire dejó de circular durante unos segundos, sin embargo, me relajé en el momento en que volteó y sus ojos celestes se encontraron con los míos.
- Hola, preciosa. - me sonrió.
- Hola, Koga. - le devolví la sonrisa. - ¿Qué haces aquí?
- Tenía muchas ganas de verte, ¿hice mal?
- Para nada. - coloqué la llave magnética, abriendo la puerta.
Subimos a mi departamento hablando de cosas triviales, tales como sobre como habían sido nuestros días y lo frío que estaba el exterior.
- ¿Deseas tomar algo? - pregunté, dejando mis cosas sobre el sofá
- Sólo quiero una cosa. - se acercó, tomándome entre sus brazos y besó mis labios.
Por supuesto que le correspondí, era lo que siempre hacía cada vez que nos veíamos.
- Te extrañé. - me sorprendió. Era la primera vez que pronunciaba algo similar.
- ¿Si? - no supe que responder.
Sin abandonar mis labios, me tomó por los muslos, provocando que envolviera mis piernas alrededor de su cintura. La siguiente parada fue mi cama, la misma en la que habíamos tenido sexo en reiteradas ocasiones.
El ritmo de sus besos aumentó, al mismo tiempo en que ambos nos deshacíamos de las prendas del otro. Momentos después, él se encontraba en mi interior, penetrándome con la misma intensidad con la que siempre lo hacía.
- Koga. - gemí al sentir como mordía mi pezón.
- Me encantas. - gruñó contra mi piel. - Diablos... estás mojada
Estas mojada.
Mi expresión se modificó al escuchar esas palabras en mi mente pronunciadas por otra voz. Si, por la voz del imbécil que iba a ver mañana.
Traté de disimular y, de no ser porque Koga estaba muy ocupado jugando con mis pechos, se hubiese percatado de mi cambio. Rápidamente cambié nuestra posición y quedé sobre él, comenzando a brincar como la primera vez que lo hicimos.
- Si preciosa... me encanta como te mueves.
Escondí mi rostro en su cuello sin dejar de moverme.
¿Qué demonios me esta pasando?
La mirada celeste de aquel moreno se había tornado dorada ante mis ojos. No podía permitirme follar con alguien pensando en otra persona, nadie se merece algo tan cruel. Me elevé y aprisioné sus labios con los míos, aunque ya no sabía si por estar sobre él o por pensar que estaba sobre aquel peliplata de mirada intensa y lujuriosa.
- ¡Koga! - arquee mi cuerpo al sentir mi liberación aproximarse.
- Si, mi amor. - sus manos se aferraron a mi cadera, acelerando mis movimientos.
Ambos finalizamos al mismo tiempo, profesando un sonoro gemido de exaltación. Caí sobre su pecho, mientras él acariciaba mi espalda.
- Maldición, Kagome. - susurró, dejando un beso sobre mi cuero cabelludo. - Eres deliciosa.
- Gracias. - sonreí, besando su hombro y poniéndome de pie.
Busqué mi ropa de noche y me fui a dar una ducha. Al salir, él ya se había vestido.
- ¿Ya te vas? - por alguna razón no quería que se marchara, no deseaba estar sola esa noche.
- ¿Quieres que me quede? - su sorpresa era evidente.
- Bueno, eso si no tienes nada mejor que hacer.
- ¿Qué puede ser mejor que estar con la mujer más hermosa del mundo?
Koga podía ser muy tierno cuando lo deseaba.
- ¿Quieres que cocine o pedimos...?
- ¿Pizza? - tomó su teléfono, sacándome una nueva sonrisa. - Pizza será.
Extra
Kikyo
Cualquiera que observara la manera en la que me hablaba, sin ningún tipo de interés, me diría que me alejara de inmediato, sin embargo me era imposible. Su mirada dorada era hipnotizante y ni hablar de su cuerpo o...
Mi mente viajó al momento en el que nos conocimos, mientras me colocaba la ropa, escuchando al agua de la ducha caer bruscamente.
Inicio del flashback.
Luego de pensar y repensar mil veces sobre si verdaderamente deseaba hacer esto, me encontré a mi misma haciéndolo. Si, estaba a la espera de un desconocido del que sabía que, si cometía un error, podía costarme la vida.
Me miré en el espejo una última vez.
Es imposible que no le guste.
Pensé, acomodando mi vestido de seda rojo, ajustado al cuerpo y mi largo y lacio cabello. No me sentía como una diosa del Olimpo, pero si lo suficientemente deseable como para que él cayera.
El timbre sonó y me apresuré en recibirlo. Su mirada dorada me atravesó en el mismo instante en el que abrí la puerta y supe que ya había ganado la batalla, sólo me quedaba asegurarme la victoria.
- Buenas noches. - sonreí. - Soy Kikyo. - di el primer paso sin siquiera dejarlo decir una palabra.
- No debías decirme eso. - sonrió, dando un paso hacía mi. - Dime... Kikyo... - cerró la puerta a sus espaldas. - ¿Cómo es que una joven tan hermosa llamaría a un servicio como este? Digo, es imposible que estés sola.
- La curiosidad mató al gato. - observé un destello rojizo en su mirada, producto de la evidente excitación. - Pero yo deseo matarte de otra forma. - me pegué a su cuerpo y nuestros labios se rozaron.
- Regla número...
No lo dejé terminar, ya que mi boca se abrazó a la suya y mis piernas se enredaron en sus caderas. Lejos de alejarse y mantener el orden, siguió mi juego, colocándome sobre la mesa sin dejar de besarme. Momentos después, su miembro me estaba llenando por completo, llevándome a la locura en cada estocada.
- Dime tu nombre. - su momento de debilidad era mi oportunidad.
- No puedo...
- ¡Dilo! - gemí en su oído.
- Inuyasha. - gruñó.
Listo, mi objetivo había sido cumplido, él ya no tendría escapatoria de mi y, por ende, de ellos, sin embargo, algo me decía que este joven iba a traerme problemas a futuro.
Fin del flashback.
Y así fue, porque ahora ya no me encontraba siguiéndolo por órdenes si no por propia necesidad, queriendo protegerlo del problema en el que no sabía que se encontraba y en el que había caído por mi culpa.
Caminé por las calles transitadas con destino a mi casa, sin embargo, su suave voz hizo que me detuviera.
- Buenos días, señorita Kikyo.
- Buenos días, Naraku. - voltee, acercándome.
- Veo que viene de la casa del inútil de Inuyasha.
- ¿No fue así como tú y el otro imbécil me lo ordenaron?
- Si, así fue. - sonrió, acariciando un mechón de mi cabello. - Pero no puedo negar que me pone un poco celoso el saber que él tiene su cuerpo mucho más tiempo que yo.
- Naraku. - sonreí, acercándome y rodeando su cuello con mis brazos. - Ya te dije lo que tienes que hacer si quieres que sea tuya para siempre. - pasé las yemas de mis dedos por sus labios, remarcando la zona de los colmillos.
- Señorita Kikyo. - sonrió, pasando sus manos por mi cintura. - ¿Realmente cree que soy tan estúpido como para caer en ese juego tan tonto? - sus labios se acercaron a mi cuello. - Si desea ser una yokai, tiene que ganárselo. - su cálido aliento provocaba una especie de excitación en mi. - Y no olvide que... todos pierden algo en ese proceso.
- Naraku. - suspiré, apretando ligeramente su hombro.
- ¿Esta dispuesta a hacerlo?
- Sabes que si,
- Entonces deberá seguir por este camino. - nuestras miradas se encontraron y mordió sutilmente mi labio inferior. - Cuando los Taisho sean nuestros, usted tendrá su recompensa.
- Y... ¿Qué pasará con ella?
- Sólo la vida sabe donde está y quién la tiene. - comenzamos a caminar, sin soltarnos el uno al otro. - Y, si he de ser sincero, no es a mi a quien le interesa su vida.
- Pero a su hermano si.
- Y es por eso que lo estoy ayudando, querida. - sonrió besando mi frente. - Ven... necesito que me des algo antes de continuar con mi día.
Le devolví la sonrisa, sabiendo exactamente a lo que se refería.
