Suavidad, tranquilidad y ternura

Kagome

No podía negar que estaba demasiado molesta, sin embargo sabía que no era el momento para comenzar una discusión.

Ya tendremos tiempo para hablar.

Salí del edificio y me senté en el asiento del conductor. Emití un largo y sonoro suspiro, el cuál tenía por finalidad el tratar de borrar un poco la frustración que sentía en ese momento.

¿Por qué no me permitió escuchar algo sobre Kahori? ¿Tanto le afecta lo que puedan decirle de ella?.

- ¿Qué estoy pensando?. - murmuré, tapando mi rostro con mis manos. - Por supuesto que le afecta. No puedo pretender que se olvide de ella así como si nada.

Mucho menos con todo lo que está sucediendo.

Y fue en ese momento en el que noté que aún me faltaba demasiado por madurar a nivel emocional, ya que luchaba constantemente con mi idea de aquel querer egoísta, ese en el que Inuyasha se veía forzado a no tener un pasado o peor, a pretender que no existía, mientras yo estaba a su lado a toda costa.

Porque si, hoy comprendí que Kahori me molestaba... y mucho más de lo que podría molestarme Kikyo.

Traté de apartas mis pensamientos de ambas mujeres y concentrarme en algo más, por lo que terminé pensando en lo que había escuchado momentos atrás: Una nueva mujer llamada Zero y el padre de Inuyasha que estaba desaparecido.

- ¿Por qué no me dijo nada de todo esto?. - apoyé mi cabeza en el asiento y fijé mis ojos en la parte superior del parabrisas. - Son demasiadas cosas que están sucediendo al mismo tiempo.

Me quedé en silencio, con mi mirada fija en esa zona y perdí la noción del tiempo, tanto que para cuando regresé en si, Inuyasha estaba ingresando a auto.

Inuyasha

- ¿De que estás hablando? - fue lo único que logré pronunciar luego de que ella terminara esa frase.

- De lo que escuchaste. - respondió seriamente. - Kahori recuperará sus recuerdos y, te guste o no, eso te incluye a ti.

- Por la forma en la que te expresas, se siente como si lo hicieras más por mi que por ella misma.

- No te creas tan importante, Inuyasha. - sonrió, mostrando un dejo de verdadera burla. - Kahori renació en esta época hace muchos años y Urasue la encontró cuando era una bebé, una a la que abandonaron en un hospital en otra región de Japón.

- ¿Qué? - susurré.

- ¿Crees que todo esto es una mera causalidad? - no respondí. - ¿O pensaste que ella cayó del cielo de la noche a la mañana?.

- ¿Podrías hablar normalmente y no con ese complejo de superioridad? Me estas irritando de verdad.

- Lo lamento. - suspiró y algo cambió en su mirada. - Me he acostumbrado demasiado a estar a la defensiva.

- Bien, ya dime el cuento completo.

- Hace más de 20 años... una bebé fue abandonada en el hospital de Osaka. - por primera vez en la noche, una sonrisa tranquila emergió en su rostro. - Urasue soñó con ella la misma noche en la que la dejaron... y supo de inmediato que era ella. - desvió sus ojos al suelo. - No dudó en ir a buscarla e iniciar los trámites para su adopción legal, después de todo tenemos que ajustarnos a las reglas modernas.

- Entonces la crio como su hija. - terminé por ella.

- Si, sólo que... hicieron su vida allá en Osaka, lejos de todos los conocidos de este lugar, incluido de ti. Allí Urasue decidió que iba a mantenerla alejada de su pasado y su verdadera identidad. La llamó Himari y le asigno esta nueva vida... y yo estuve de acuerdo.

- ¿Y por qué regresaron? ¿Por qué justo ahora?.

- Kahori... - soltó una pequeña risa. - Esa niña insolente decidió que quería estudiar en la Universidad imperial de Tokio... y sólo le dijo a su madre cuando ya tenía todo preparado. - me miró. - Pero ambos sabemos lo que motivó esa decisión.

- No, sólo tú lo sabes, yo no estoy comprendiendo nada.

- Su alma es la misma, Inuyasha. Quizás su conciencia y recuerdos estén dormidos, pero su alma no... ella te reconoce, ella sabía que estabas aquí y buscó cualquier pretexto para regresar a tu lado.

Su alma todavía me ama.

- Yo... tengo muchos sentimientos por Kahori pero...

- Lo se, pude verlo. - miró en dirección de la puerta. - Esa mujer es tu presente ahora, puedo notarlo en tus ojos y la forma en la que quieres protegerla de todo esto, incluso de mi. - sonrió. - Pero deberás ser tú el encargado de decirle esto a Kahori.

- Por supuesto que hablaré con ella cuando llegue el momento.

Aunque... si he de ser honesto, no veo la manera de que eso pueda salir bien.

- Espero que así sea. - suspiró. - ¿Quieres que te diga lo que creo que está sucediendo? - asentí. - Magatsuhi está tratando de reactivar la Perla de Shikon.

- ¿Qué? Pero... nadie sabe que sucedió con esa Perla, es imposible que él...

- Como verás, los imposibles al parecer no existen y, de alguna manera, él logró obtenerla pero...

- Pero tú y Urasue dejaron un sello en ella y por eso él no puede utilizarla.

- Bien, al parecer conoces parte de la historia.

- ¿Cuál es la manera de reactivarla?.

- Sólo la sangre, de la descendiente de la familia de la última protectora de la Perla, puede reactivarla.

Inmediatamente mi mente viajó a Kagome, Sango y Rin. Magatsuhi se había acercado a ellas de manera voluntaria, buscando atraerlas a este ridículo proyecto... ¿eso significaba que acaso la sangre de alguna de las tres reactivaría la Shikon No Tama?.

La última protectora de la perla fue Kahori, entonces... ¿alguna de ellas desciende de Kahori?.

- Espérate un momento, dijiste descendiente de Kahori... ella no tuvo hijos, ¿Cómo es eso posible?.

- Y es por esto que es importante escuchar bien cuando alguien habla. - pasó sus dedos por sus cienes. - Dije descendiente de la FAMILIA de Kahori.

- Ella no tenía familia.

- No que tú conocieras.

- Bien, un nuevo Secreto acaba de ser develado.

- No es un secreto. - nuevamente me sonrió. - Ella tampoco lo supo en su momento.

- Bien... a ver si entendí bien. - reí irónicamente. - No sólo que Kahori recuperará su memoria, si no que me aseguras que Magatsuhi posee la perla y necesita la sangre de alguien que desciende de algún familiar de Kahori... ¿hay algo más?.

- No por ahora.

- Que bueno que me recalcas eso. - suspiré. - Bien, si ya no hay nada más de que hablar, me iré a tratar de procesar todo esto.

Sin esperar respuestas, volteé y me dirigí a la puerta, sin embargo ella me habló antes de que llegara a la salida.

- No ilusiones a Kahori si ya estas enamorado de alguien más. - fue contundente.

- No pensaba hacer lo contrario, Midoriko.

Salí, sintiéndome completamente aturdido. Este tema parecía una historia sin fin y, a medida que avanzaban los días, todo se complicaba aún más y nuevos frentes de batalla se abrían en mi vida.

El frío de la noche golpeó mi rostro y mi vista se fijó en el auto. Internamente me sentí aliviado cuando recordé que ella me estaba esperando, aunque también sabía que le debía una disculpa y unas explicaciones.

Ingresé y me quedé ahí, mirando al frente y esperando que ella fuera la primera en pronunciarse, pero no lo hizo. El ambiente se había puesto tenso, tal y como lo esperaba, sin embargo sabía que tenía que romperlo tarde o temprano.

- Lo siento. - fui honesto. - Lamento si al hacerte salir pensaste que estabas sobrando, pero...

- Lo entiendo. - la miré, completamente sorprendido. - No querías que escuchara sobre ella.

- No es que no quiera que escuches sobre ella, es que no quiero que malinterpretes mis reacciones. - me miró con una expresión de confusión en su rostro. - Quiero que entiendas que Kahori es un tema un poco sensible para mi, por todo el contexto de lo que... ya sabes.

- Si, ya te dije que lo entiendo. - respondió con seriedad. - Y si elegir estar contigo supongo que tengo que aceptar eso.

- Hablas como si pensaras que la quiero más a ella que a ti.

- ¿Y no es así? - verdaderamente me sorprendió que afirmara mis palabras. - Dijiste que ella es la mujer que más amaste en la vida, ¿lo olvidaste?.

Maldición, yo y mi bocota cuando me enfado.

- También te dije que quería estar a tu lado, ¿eso no cuenta? y se que ella está con vida y no muy lejos de aquí... sabes perfectamente que podría haber elegido irme con ella. - la verdad que este tema si me molestaba un poco, pero debía controlar un poco más mis palabras.

- Hablas como si me estuvieras haciendo un favor. - miró por la ventanilla.

- Kag. - suspiré, apoyando mi frente en el volante. - Sabes que no es así. - murmuré. - ¿De verdad quieres iniciar una discusión?.

- No. - respondió en el mismo tono. - No lo quiero.

- Bueno, ¿entonces podemos irnos? - asintió y puse en marcha el auto.

El camino hacía su departamento lo realizamos en un profundo silencio, sin embargo no se sintió incómodo, por el contrario, cada uno estaba inmerso en sus propios pensamientos. Al llegar a su hogar, ninguno emitió palabra durante los primeros segundos.

- ¿Estas bien? - no sabía que preguntar.

- Si. - y nuevamente el silencio, sin embargo esta vez sólo duró unos momentos. - ¿Quieres pasar?. - pude notar lo mucho que le costó el pronunciar aquellas palabras.

- ¿Segura que quieres que entre?. - asintió y sonreí, ya que me generaba un poco de ternura el hecho de que actuara de esa manera. - Entonces... ¿me puedo quedar a dormir?. - me miró y noté la sorpresa en su rostro, algo que hizo que mi sonrisa se ampliara. - ¿Dije algo malo?.

- No... no, no es eso, sólo que... pensé que no querrías estar conmigo.

- ¿Por qué no iba a querer? - arqueé mis cejas, ya que verdaderamente no me esperaba esa pregunta.

- Bueno, quizás tenías mucho en que pensar con el asunto de Kahori y esa otra mujer...

- Kag, podemos discutirlo en el interior si lo deseas.

Nuevamente asintió y descendió del auto, segundos después yo hice lo mismo. Ingresamos y ella, luego de colocar su abrigo sobre el respaldo de la silla, se dirigió a la cocina mientras yo me sentaba.

- ¿Quieres algo de tomar?.

- No, gracias.

Sólo necesito que todo esto se termine de una buena vez.

Pensé, al mismo tiempo en que regresaba con un vaso de agua en su mano.

- ¿Seguro no quieres? - bebió un sorbo.

- No, bonita, gracias.

- ¿Qué sucedió? ¿Midoriko te dijo algo malo?.

- Bueno... - pase mis manos por mi rostro, recordando la imagen de Kahori y Kirinmaru y el hecho de que fuera a recuperar su memoria. - Eso depende de lo que interpretes por malo.

- ¿Ella está en peligro?

- Todos lo estamos. - la mire. - Mientras Magatsuhi siga libre y dando vueltas por ahí, todos podemos ser victimas de sus planes.

- Ella no te llamó sólo por eso. - entrecerró sus ojos. - Es imposible... ella te dijo algo más, ¿vedad?.

- Verdad, me dijo algo más... y ese algo es que le devolverá la memoria a Kahori. - la miré y noté como sus ojos se abrieron ampliamente. - Ya no será Himari... volverá a ser ella.

Kagome

Sentí como si mi pecho se hundiera y apretara mi corazón. Si Himari, Kahori o como se llamara, recuperaba la memoria... entonces recuperaría sus sentimientos por Inuyasha.

¿Y él que hará ante eso? ¿Será capaz de resistirse cuando vuelva a ver el amor en sus ojos? ¿Y si se da cuenta de que quiere estar a su lado? ¿Seré capaz de soportarlo?.

- ¿Puedes dejar de atormentarte?.

- ¿He?. - lo miré.

- ¿Acaso crees que no me doy cuenta de que te estas haciendo mil preguntas en este momento?.

- ¿Tienes la habilidad de leer mentes también?. - me crucé de brazos, tratando de disimular el hecho de que tenía razón en todo.

- No, pero te conozco Higurashi... estoy seguro de que te estas preguntando si regresaré con ella o que haré cuando ella se me acerque.

Maldito, de verdad se dio cuenta.

- Estas loco, Taisho... jamás pensaría en eso.

- ¿No?. - arqueó una ceja mientras me observaba con aquella sonrisa burlona.

- No... pero... sólo por curiosidad... ¿Qué harás cuando ella te vea y te reconozca? - inmediatamente desvié mi mirada, quizás porque no quería ver la expresión de sus ojos.

No soportaba la forma en la que se ensombrecían cuando le preguntaba algo relacionado a ella... casi como si estuviese forzándose a reprimir sus sentimientos.

- Decirle la verdad.

- Ósea...

- Qué estoy contigo.

Volví a fijar mi mirada en él en el mismo instante en que su mano tomó la mía y noté que se había acercado sin que lo escuchara ponerse de pie.

- Inuyasha... - murmuré, perdiéndome en el dorado de sus ojos.

- ¿Sabes que deseo en este momento, Kagome?. - su mano ascendió a mi mejilla y comenzó a acariciarla con suavidad.

- ¿Qué cosa?.

- Que seamos sólo tú y yo. Qué nos olvidemos del mundo y de todo lo que está sucediendo. - se acercó, apoyando su nariz sobre la mía. - Hagamos de cuenta que no existen los problemas... sólo seamos el uno del otro.

- Amor... - susurré, tomando su rostro con mis manos.

- Repítelo.

- Amor. - sonreí.

- Te amo. - y me besó tan suave y delicadamente que sus palabras se volvieron realidad en menos de un segundo.

Él quiere olvidarse de todo... ¿Y quién soy yo para negarme a esto?.

Inuyasha

La paz que encontraba en sus brazos era una que se me hacía demasiado difícil de explicar. La suavidad de sus labios y la ternura de sus besos eran algo que simplemente me hacían perder la razón.

Casi como una anestesia que iba durmiendo, uno a uno, todos los problemas y malestares que me aquejaban.

Mis manos se posaron en su cintura y la acaricie como si de una muñeca de cristal se tratara. Ella, por su parte, ascendió su toque hacía mi cabello, peinándolo con sus dedos. Tenía ganas de sentir su piel sobre la mía, de perdernos en un momento de éxtasis en el que fuéramos sólo los dos contra el mundo.

Contra un mundo que se detuvo, esperando a que nosotros volvamos a retomar el rumbo diario.

- Vamos a la habitación. - pronuncié sin abandonar sus labios y ella sonrió.

- ¿Qué deseas?.

- A ti. - descendí a su trasero y lo apreté con firmeza. - A ti, conmigo

- ¿Si? - me abrazó por la cintura, pegando su cuerpo al mío y supe que estábamos en la misma sintonía.

La tomé por los muslos, elevándola y dejando que se enredara en mi cadera. Comencé a caminar hacia su habitación, en donde ingresamos y la recosté sobre la cama, volviendo a besarla con suavidad. Por primera vez no había desesperación o lujuria, más bien se sentía una hermosa y confortable calma. No había prisa por unir nuestros cuerpos, más bien estábamos disfrutando cada caricia, como si hasta la más insignificante fuese capaz de encendernos un poco más.

Me coloqué entre sus piernas, las cuales ella abrió en toda su extensión. Mi miembro presionó en su centro con la misma serenidad con la que nuestros labios danzaban sobre los del otro. Tomé sus manos y las elevé por sobre su cabeza, acariciando sus palmas con mis dedos hasta que, al fin, quedaron entrelazadas. Comencé un vaivén igual de suave, abandonando sus labios y dirigiéndome a su cuello.

- Inuyasha. - murmuró.

- ¿Mmm?.

- Te amo.

Sonreí, mordiendo sutilmente la piel de su cuello y busqué su mirada.

- Yo también. - dejé un pequeño beso en sus labios. - ¿Qué me hiciste?

- ¿Por qué?.

- Porque ahora no me imagino la vida sin ti.

Comenzó a acariciar mi espalda con demasiada tranquilidad, por lo que retomé mi ligero vaivén sobre su entrepierna, sólo que esta vez desvistiéndola poco a poco.

Suavidad, tranquilidad, ternura.

Esas palabras eran las que mejor definían la manera en la que nos estábamos desempeñando en este acto. Una nueva sensación se había apoderado de mi, y es que era la primera vez que sentía mucho más allá del deseo carnal. Era la primera vez en la que sentía que alguien ingresaba en mi ser, tocando lo más profundo de mi alma.

Ella era la primera persona a la que no quería abandonar luego de que el sexo terminara.

La manera lenta en la que comenzamos a desvestirnos no modificó en nada la intensidad que, estaba seguro, ambos sentíamos en el pecho. Pude sentir como su piel desnuda se estremecía ante mis delicadas caricias y noté que lo mismo le sucedía a mi cuerpo. Comencé a notar contactos que antes no, como el de nuestros torsos friccionando o mis piernas chocando las suyas. Mi mente fue mucho más allá de lo cotidiano, de lo normal.

Y se sintió fenomenal.

- Mi amor... - susurró, sintiendo como mi miembro jugaba con su cavidad.

- ¿Te gusta? - mis labios se encontraban disfrutando de la textura de sus pechos.

- Me encanta. - en cámara lenta, arqueó su espalda y supe que era el momento.

Busqué su mirada y me adentré en ella, dejándome deleitar por la deliciosa sensación de sus paredes abrazándome tan cálidamente. Un pequeño gemido fue la mejor respuesta a mi acto. Nuestras respiraciones perecían en los labios del otro, bailando en la misma sintonía en la que el vaivén de nuestros cuerpos se volvían uno. Disfrutando, gozando sin prisa y con calma.

Pequeños gritos de placer se escapaban de sus finos labios al sentir como todo de mi llenaba su ser, de a momentos en pequeñas dosis de rudeza, como si deseara quedarme grabado en ella para siempre. Sus manos no dejaron de acariciar mi espalda en ningún momento mientras nuestras bocas viajaban a diferentes partes de nuestros cuerpos, por momentos dejando pequeñas mordidas y, por otros, sólo dejando estelas de saliva brillando a contra luz.

No necesitábamos cambiar de posición porque aquella era perfecta. Si, la más simple de todas las posturas era la que nos estaba llevando a la locura poco a poco, quizás porque no nos encontrábamos en el frenesí de lo físico, si no que estábamos más allá.

Nuestras almas estaban entrelazadas, gritándonos que por fin nos habíamos encontrado, pidiéndonos que no nos apartáramos jamás. El ritmo de nuestros corazones nos anunciaban que nuestros cuerpos habían nacido el uno para el otro, ya que se amoldaban a la perfección y hoy nos estaban demostrando que podían amarse tanto en la locura como en la paz absoluta. Hoy estábamos haciendo el amor.

Hoy le estaba haciendo el amor al amor de mi vida.