Adios...

Inuyasha

Me quedé inmóvil, sintiendo como sus dulces labios estaban unidos a los míos y, por un segundo, estuve a punto de cerrar mis ojos y dejarme llevar por todas las repentinas emociones que me invadieron.

Kagome.

Su rostro pasó por mi mente y la culpa me invadió de inmediato, por lo que la tomé por los brazos y, disimuladamente, me separé de su agarre.

- Kahori. - murmuré, tratando de llamar su atención. - ¿Cómo te sientes?

- Inuyasha. - repitió mi nombre. - Mi amor, eres tú.

Cerré mis ojos, ya que sus palabras atravesaban mi pecho como si de filosos chuchillos se trataran.

- Volviste a ser la misma. - sonreí levemente, tratando de ocultar la profunda tristeza que comenzaba a agobiarme. - Ahora si regresaste.

- Si. - murmuró, acariciando mi mejilla. - Lamento mucho el no haberte reconocido, por favor, perdóname.

No podía, simplemente no podía sostenerle la mirada por mucho tiempo, ya que podía ver el amor reflejado en ella. El mismo brillo que poseía en la época feudal, el mismo anhelo y cariño que tanto amaba y que, en este momento, me estaba destruyendo por dentro.

- No tienes que disculparte. - la abracé, ya que era la única manera de poder dejar de mirarla sin hacerla sospechar o sentir mal.

Ya llegaría el momento en el que podríamos hablar tranquilos.

- Tú no tienes la culpa de nada. - llevé mis ojos a Midoriko, quien mantenía su seria expresión mientras que, por el contrario, Urasue no podía ocultar sus lágrimas. - Tienes muchas cosas que hablar con ellas. - pronuncié, alejándome

- Inuyasha tiene razón. - se acercó, colocando su mano sobre su hombro. - Estoy segura de que tienes muchas preguntas, ¿no es así?

- Si, hay demasiadas cosas que necesito saber.

- Yo... - intervine, aclarando mi garganta. - Yo debo marcharme.

- Quédate. - aquella suplica no hacía las cosas más fáciles. - Por favor, amor, no te vayas, no ahora que por fin podemos estar juntos.

- Kahori. - todos llevamos nuestros ojos a Urasue. - Necesitamos estar sólo las tres. Con Inuyasha podrás hablar mañana.

- Pero...

- Ellas tienen razón. No es bueno que te satures de información.

- Prométeme que nos veremos mañana. - volvió a acariciar mi mejilla.

- De acuerdo. - murmuré. - Mañana vendré por ti y hablaremos, ¿de acuerdo?

- Si. - sonrió y me abrazó fuertemente.

Mi mirada se cruzó con la de Midoriko y noté como me juzgaba a través de ella. Me alejé antes de que si quiera intentara besarme y, sin voltear a verla, salí disparado de la casa.

Maldición, ¿Por qué tiene que suceder todo esto?

Pensé, ingresando al auto casi de manera automática, fijando mis ojos en la nada y tomando el volante con fuerza.

- Es real. - murmuré. - Realmente ella volvió a ser la misma que yo conocía.

Kahori regresó.

Apoyé mi frente sobre el volante y emití un largo suspiro. ¿De donde se suponía que sacaría fuerzas para enfrentar todo lo que vendría?. Se suponía que debía estar cenando con mi padre y hermano, recibiendo más información sobre todo este embrollo, sin embargo, no podía estar tranquilo hasta que Kagome no supiera lo que pasaba.

Tomé mi móvil con la intención de llamarla, pero recordé una cosa:

- Cierto... ella iba a cenar con Koga hoy.

Un nuevo suspiro abandonó mis labios y no supe que hacer. Estaba seguro de que no iba a estar en paz hasta que le contara todo a ella, pero, por otro lado, no quería interrumpir su cena con el sarnoso, ya que seguramente sería para problemas.

Sin embargo, si sólo la llamo...

Y así lo hice. Marqué su número y esperé su respuesta mientras recostaba mi nuca en el asiento.

- ¿Inuyasha?

- Kagome, lamento si interrumpí, pero...

- Descuida, no interrumpiste nada. - intervino.

- ¿Qué?

- Koga sólo vino unos minutos y se marchó.

- ¿Por qué?

- Bueno...

- No, espera, ¿estas en tu departamento?

- Si.

- Voy para allá.

- ¿Sucedió algo?

Corté sin responderle aquello. No me sentía bien, lo sucedido con Kahori me había dejado con la mente destruida, pero tenía que continuar, lo último que deseaba era otra pelea innecesaria con Kagome por dejar las cosas para después.

Aunque nada me garantizaba que ese fuese el momento indicado para decirle esto.

Sin pensarlo más, encendí el auto y me marché.

Kagome

La llamada de Inuyasha verdaderamente me había sorprendido, sin embargo, más me sorprendió el hecho de que no respondiera lo que le pregunté. Obviamente que eso me indicó que, efectivamente, algo había sucedido.

Salí de la cama, ya que cuando Koga se marchó, me había dispuesto a dormir, pero ante la llamada de él, no podía mantenerme ahí. Acomodé un poco mi cabello y, sin quitarme el pijama, me senté el la sala a esperarlo.

Unos minutos después, escuché el timbre del portero y, desde mi lugar, abrí para que pudiese ingresar al edificio. Comencé a caminar de un lado a otro, intentando calmar mis nervios, después de todo, habíamos peleado apenas en la mañana y no nos habíamos comunicado en todo el día.

Unos leves golpes en la puerta hicieron que corriera a abrirla.

- Hola. - sonreí levemente, ya que me era inevitable contener aquel gesto frente a lo hermoso de su rostro.

- Hola, Kag. - me devolvió la sonrisa e ingresó.

Sin embargo, pude notar algo en su mirada que no estaba bien... se veía, ¿triste?

- ¿Qué sucede? Digo... no te esperaba por aquí a estas horas.

- Bueno... - definitivamente algo no estaba bien. - Surgió algo hace unos momentos.

- Inuyasha, no me asustes. - me acerqué lentamente.

- Ven. - extendió su mano, la cuál tomé, y me guio hasta una de las sillas, en donde se sentó y me sentó sobre su regazo. Apoyó su cabeza sobre mi hombro y me fue inevitable no abrazarlo. - ¿Prometes que no te enojarás?

- Sabes que no puedo prometerte eso. - fui honesta.

- Hm. - sonrió. - Si, lo sé, pero al menos necesito que me dejes hablar primero.

Bien, ahora si estaba segura de que algo malo había sucedido.

- Trataré. - murmuré, peinando su cabello entre mis dedos.

Me dio un pequeño beso en mi mejilla y se quedó en silencio, quizás buscando las palabras adecuadas.

- Estaba en mi casa, esperando a que se hiciera la hora para ir a cenar con mi padre y hermano...

- ¿Tu padre? - me sorprendí. - ¿No era que no sabías donde estaba?

- No lo sabía... hasta esta mañana cuando llegué a la oficina y lo encontré ahí. - sonrió. - Aún no he tenido tiempo de hablar con él y, de hecho, ya debería estar en su casa, pero...

- Pero...

- Pero, recibí una llamada de Midoriko. - me tensé de inmediato al escuchar el nombre de esa mujer. - Y me pidió que fuese a la casa de Urasue.

- ¿Y ella es...?

- La mujer que crio a Kahori.

Aparté mis manos de su cabello, poniéndome a la defensiva.

- ¿Y ella estaba allí?

- Si. - susurró, causando que el pecho se me apretara. - ¿Recuerdas lo que te dije que Midoriko quería hacer?

Entonces lo comprendí todo y sentí como mi todo a mi alrededor se desvanecía, casi como si mi realidad se hubiese convertido en una mera incertidumbre.

- Le devolvió la memoria. - no fue pregunta, fue afirmación, y el tono en el que pronuncié aquellas palabras denotó lo que estaba sintiendo en ese instante. Él sólo asintió. - ¿Y que sucedió?

Permaneció en silencio, poniéndome mucho más tensa de lo que ya me encontraba.

- Ella... - lo miré y no pudo sostenerme la mirada, por lo que me fui preparando para lo que ya sabía. - Ella me besó.

Cerré mis ojos, intentando de que todo el enojo que me estaba envolviendo no estallara, pero, si debía ser honesta, me estaba resultando muy difícil.

- Ella te besó. - repetí y asintió. - Y tú... ¿Qué hiciste? - tragué saliva, ya que me había costado mucho hacer esa pregunta.

- Nada.

Nada.

Me puse de pie e intenté alejarme, pero me tomó de la mano.

- Kagome. - también se puso de pie. - No podía apartarla como si nada, mucho menos segundos después de que recuperó sus recuerdos y...

- Y recuperó el amor que te tiene. - sentencié amargamente, ya que, a pesar de que sabía que ella no tenía la culpa de nada, detestaba la idea de que estuviera enamorada de él.

Sobre todo teniendo en cuenta de que, al morir, él también la amaba... o la ama, ya no lo sé.

- Sabes que yo no tengo la culpa de eso.

- Lo se. - no quería voltear, no quería ver su rostro. - ¿Qué sentiste?

- ¿Qué?

- Eso, Inuyasha, ¿Qué sentiste? - mis ojos se cristalizaron de inmediato, sin embargo, no quería llorar. A pesar de todo, quería mantener la promesa que me había hecho. - Te hice una pregunta. - hablé, ya que él se había quedado en silencio.

Volteé y sentí mis piernas flaquear al ver la expresión de tristeza en su rostro.

- Kag...

- No. - susurré. - Responde lo que te pregunté, ¿Qué sentiste?

- Tú sabes que jamás te mentiría, ¿verdad?

- ¡Deja de evadir la pregunta! - quité mi mano bruscamente. - ¡¿Qué sentiste, Inuyasha Taisho?! ¡¿Qué sentiste cuando ella te besó?!

- Nostalgia. - murmuró, al mismo tiempo en que la primera lágrima rebelde abandonaba uno de mis ojos. - Tristeza... Fue muy duro ver como me miraba. - volvió a desviar su mirada. - Me sentí... muy mal al tener que fingir que todo era igual a la última vez que nos vimos.

- No la apartaste. - volví a afirmar. - Ni siquiera le hablaste de mi, ¿verdad?

- No tuve tiempo Kag.

- No tuviste tiempo. - sonreí irónicamente. - Ni aunque hubieses pasado toda la noche con ella le hubieses dicho de mi.

- Estoy aquí, ¿o no?

- Siempre lo dices como un consuelo. - me crucé de brazos. - Siempre me recuerdas que podrías estar con ella y no lo haces.

- Te lo digo para que sepas cuales son mis prioridades, ¿acaso no te no alcanza con eso?

- Si soy tu prioridad, dime: ¿Correspondiste su beso?

Y nuevamente se quedó en silencio.

- No, no lo hice. La aparté sutilmente.

- ¿Pensaste en hacerlo? - podía sentir como mis piernas comenzaban a temblar. - ¿Pensaste en corresponderlo?

- Maldición. - gruñó. - Si, si lo pensé, pero me acordé de ti.

Ahora la que permanecí en silencio fui yo. Volteé y caminé en la dirección contraria a la que él se encontraba, tratando de procesar toda la información que me había soltado.

Tenía razón, si iba a ser demasiado para mi.

- Kag. - sentí su mano sobre mi hombro y, por un instante, aquel contacto me dolió. - Por favor, ya te he dicho lo que siento.

- No puedo. - murmuré. - Lo siento, Inuyasha, pero no puedo con esto.

Inuyasha

Sentí una fuerte punzada en mi pecho al escucharla decir aquellas palabras.

- ¿Qué me quieres decir?

- Que no puedo con todo esto. - quería que me mirara, pero, al parecer, ella no tenía aquellas intenciones. - No puedo, sabiendo que aún guardas sentimientos por ellas.

- ¿Acaso crees que te estoy mintiendo, Kagome?

- No a mi. - la confusión se apoderó de mi. - Te estas mintiendo a ti mismo.

- Keh, ¿De que demonios hablas? Te estoy siendo más que sincero.

- No. - volteó y, si sus ojos fueran chuchillos, sin dudas me hubiesen atravesado. - Escucha tus respuestas, Inuyasha. Sigues guardando tus sentimientos por Kahori y... no te culpo. - murmuró las últimas palabras. - Ustedes fueron separados de manera repentina y no volviste a verla hasta... ahora.

- Pero te conocí a ti y...

- Y te confundiste. - sonrió tristemente. - Cuando por fin pusiste tu atención en alguien más, ella volvió y puso tu mundo de cabeza, tal y como lo hizo cuando la conociste por primera vez.

- Kagome...

- Quizás si están destinados a estar juntos después de todo.

- Ahora la que no está siendo clara eres tú.

- Al contrario, te estoy diciendo lo que pienso verdaderamente. - su tono neutral me estaba asustando un poco. - Tú y yo no podemos estar juntos, no así.

- ¿Otra vez con lo mismo? - estaba comenzando a frustrarme. - ¿Volverás a jugar esa carta? Cada vez que sucede algo que no te agrada, lanzas esa respuesta.

- Tienes razón. - y volvió a sonreír. - La primera vez lo dije creyendo que iba a poder estar lejos de ti, pero... al saber que efectivamente habías regresado a sus brazos... - hizo una pausa, tragándose sus lágrima.

- ¿Volviste a mi por un capricho?

- ¿Crees que me expondría de esta manera frente a ti por nada?

- No. - murmuré, desviando la mirada. - Se que volviste porque si me quieres, pero...

- Pero no puedo, no mientras tus sentimientos por Kahori siguen ahí. - señaló mi pecho. - Puedo lidiar con el hecho de que tengas un hijo con Kikyo, pero no con esto.

- Te amo, Kagome. - noté que estaba lanzando las últimas palabras para intentar que desistiera de su decisión.

- Yo también te amo. - nuevamente sus ojitos se cristalizaron. - Ojalá seamos tú y yo quienes están destinados a encontrarse al final del camino.

- Kag... - intenté acercarme, pero me detuvo.

- No, no lo hagas. No lo hagas más difícil. - descendió sus ojos. - Mantendremos una relación de trabajo, pero no más.

- No hagas esto. - murmuré. - No nos hagas esto.

- Es lo mejor para los dos. - cerró sus ojos. - No quiero... saber más nada de ti o de Kahori... salvó que mi vida o la de alguien más esté en peligro.

Sabía que aquello lo decía por Magatsuhi y todo lo que sucedía a nuestro alrededor.

- Por favor, sólo acércate a mi en la oficina. No me llames, no me escribas, no me busques... Has de cuenta que jamás nos conocimos.

- No puedes pedirme eso, Kagome.

- Ya te lo pedí. - elevó su mirada y nuevamente sonrió. - Gracias por todo lo que hiciste por mi, Inuyasha.

- ¿Qué hay de Bankotsu? ¿Crees que me olvidé de él? ¿Qué pasará si viene a buscarte o trata de hacerte daño?

- Yo me encargaré de él. Siempre lo hice después de todo.

- La última vez casi te mata.

- No fue la última vez que lo vi, Inuyasha.

- ¿Qué? - me quedé mudo ante esas palabras.

- Volví a cruzármelo y sigo con vida.

- ¿Por qué no me dijiste nada?

- Esa conversación ya no tiene sentido.

- ¡¿Por qué evades el tema?!

- ¡Porque ya no tengo más nada que hablar contigo!

Nos quedamos en silencio, observándonos durante unos momentos.

- No tienes nada más que hablar conmigo.

- No. - respondió con firmeza.

- Bien, si esta es tu decisión final, la respetaré. - pasé por su lado y me detuve en la puerta. - Higurashi... tú tampoco intentes contactarme fuera del trabajo. - me dolió enormemente decir aquello, pero aún me quedaba algo de orgullo. - Yo tampoco quiero volver a saber nada sobre ti.

Y sin más, salí y regresé a mi auto con una rapidez que ni yo sabía que tenía. Ingresé y volví a apoyar mi cabeza en el respaldo del asiento, tratando de ahogar aquellas lágrimas que intentaban salirse.

La última vez que lloré, fue cuando Kahori murió.

Tomé mi móvil y busqué el número de Kagome. Me quedé mirándolo durante unos segundos hasta que decidía que hacer.

- No puedo seguir con este juego Kag. - murmuré. - Un día no quieres nada conmigo, luego si y al final no. Lo siento.

Y la bloqueé para después eliminarla de mis contactos, asegurándome de que no tendría forma de contactarse si se arrepentía de su decisión.

Sólo me queda continuar mi vida.

Encendí el carro y salí en dirección de la casa de mi padre.

Kagome

El sonido de la puerta cerrándose hizo que todo saliera por fin. Cubrí mis ojos con ambas manos y me dejé caer, dejando que el llanto se apoderara de mi y me liberara de todo el dolor que me estaba atravesando.

Lo intenté, Inuyasha, juro que lo intenté.

No mentía, verdaderamente estaba dispuesta a ver hasta donde podríamos llegar, sin embargo, en menos de 24hs demasiadas cosas nos habían agobiado y una pelea se desató, sacando a la luz que aún no estábamos listos para afrontar esto y esta fue la gota que rebalsó el vaso.

Sabía que yo tampoco había hecho las cosas de la mejor manera, sobre todo luego de decirle que no quería nada y no poder mantenerme firme en mi decisión, pero esta vez era diferente. Esta vez estaba segura de que lo mejor era estar separados.

No supe cuanto tiempo me quedé en aquella posición, sólo se que me puse de pie en cuanto me quedé sin lágrimas y sentí mis ojos completamente hinchados. Los restregué y caminé en silencio hacia mi cama, en donde me dejé caer. Me quedé observando el techo durante unos momentos hasta que tomé mi móvil con una sola intención: Buscar su número.

- Parece que se adelantó. - susurré al notar que estaba bloqueada. - Pero esta bien, es lo que quería. - intenté mentirme, quizás buscando aliviar un poco el dolor.

Y aún sabiendo que él ya había accionado, hice lo mismo, bloqueando su número y eliminándolo por si mis emociones decidían traicionarme y volver a hablarle.

Esta bien así. Fue lindo mientras duró.

- Adiós, Inuyasha. - murmuré, cerrando mis ojos y esperando que el sueño se apoderara de mi.

Extra

Koga.

Abrí mis ojos lentamente. No sabía cuanto tiempo había estado durmiendo, pero al parecer fue mucho más que una hora.

- ¿Qué? - murmuré al sentir que alguien más estaba a mi lado y que, al parecer, la estaba abrazando. - ¿Ayame?

Esta dormida.

Noté que su rostro estaba sobre mi pecho y no pude evitar sentir como mi corazón comenzaba a latir con fuerza, quizás producto de que no me esperaba para nada esta escena. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Moverme lentamente y dejarla que siguiera durmiendo o despertarla? No, eso iba a ser peor, ya que el momento se volvería sumamente incómodo para los dos.

Intenté realizar el primer movimiento, elevando mi brazo y quitándolo de su hombro, pero ella me abrazó, colocando su pierna sobre la mía, removiéndose un poco más.

- ¡Ayame! - murmuré. - ¡¿Qué demonios estas haciendo?!

Pude sentir como mis mejillas comenzaban a arder y estaba seguro de que era porque me había sonrojado.

¡Maldición! Se suponen que estas cosas no me pasan a mi.

Nuevamente intenté moverme, pero el roce de su pierna simplemente estaba en una zona bastante peligrosa y mis nervios no me estaban ayudando.

- Koga. - murmuró, provocando que fijara mis ojos en ella.

Aún dormida, sonrió, y sólo en ese instante reparé en los detalles que antes no había visto. Su cabello rojizo estaba peinado hacía atrás, dejando completamente despejado su rostro. El color blanco de su piel le daba un brillo especial. Casi sin quererlo, llevé mis ojos a sus labios, notando su color rosado y delgadez.

Meneé la cabeza, sintiendo que ya estaba siendo demasiado para mi, pero, cuando intentaba separarme, ella no me lo permitía. Intenté alejarme una tercera vez y sentí como volvió a removerse. La miré y, poco a poco, su mirada se encontró con la mía. Lo siguiente que escuché fue un grito, un empujón y como ambos caímos al suelo.

- ¡¿Qué te sucede?! - grité, poniéndome de pie.

- ¡¿Por qué no me despertaste, idiota?!

- ¡¿Por qué mejor no me dices lo que estabas haciendo en el sofá en primer lugar?!

Ayame

Y por supuesto que me quedé callada, ya que no sabía que excusa poner para que todo sonara creíble. Sólo tenía dos opciones: decirle que no había un motivo sólido que justificara aquella acción u optar por el silencio.

- Nada. - desvié mis ojos, visiblemente avergonzada. - No lo se, sólo lo hice y ya, ¿tienes algún problema con eso? - claro que iba a molestarme para que ya no mencionara nada.

- No dije que tuviera problema. - volteó y caminó a la habitación. - Sólo no me agrada que quieras echarme la culpa a mi de lo que tú quisiste hacer.

¿He? ¿No está molesto?

Permanecí en silencio, a riesgo de que lo que pudiera decir, pudiese ser usado en mi contra.

- Y puedes estar tranquila... - salió de la habitación minutos después, colocándose una nueva playera y ya con un nuevo pantalón. - No volveré a mencionar esto.

- Gracias. - respondí, visiblemente aliviada. - ¿A donde iremos?

- Conozco un lugar un poco desolado en el que podrás desenvolverte sin miedo a que nadie nos vea.

- ¿Es peligroso?

- Si. - tomó su móvil y comenzó a escribir. - Para cualquier humano con malas intenciones, puedo asegurarte de que será un lugar peligroso.

Sonreí ante su comentario y me quedé observándolo, embelesada en su perfecto rostro, hasta que él me miró y traté de disimular un poco. Regresé sobre mis pasos y comencé a tomar las cosas que había dejado regadas en el suelo, al lado de la mesa.

- Ayame.

- ¿Qué?

- Te advierto una cosa. - giré y nuestros ojos se encontraron nuevamente. - No seré suave, ¿de acuerdo? No eres una humana, eres una hanyo, y deberás comportarte como tal.

- ¿Debo recordarte que eres un demonio? - sus palabras verdaderamente me asustaron.

- ¿Crees que otro yokai tendrá compasión por ti el día que te enfrente?

- No se que tienes en mente, pero te recuerdo que tu naturaleza es más fuerte que la mía.

- Y tu naturaleza es superior a la de un humano normal, asique deberás sacar ventaja de eso. - entrecerré mis ojos, tratando de descifrar a lo que se refería. - El Uber ya está aquí. - volvió a mirar su móvil. - Vamos.