Antifaz

Kagome

- ¿Una fiesta? - pregunté, observándola con una expresión extrañada en mi rostro.

- Si, una fiesta. - replicó sin perder la sonrisa. - Resulta que, este fin de semana, mi padre va a estar a cargo de una de las fiestas más prestigiosas de esta ciudad y, en recompensa por aceptar tomar este proyecto, me pidió que las invitara.

- Oye, espera un momento. - Sango fue quien tomó la palabra. - No me digas que te refieres a esas fiestas extravagantes de la elite de la ciudad.

- De hecho... - metió la mano dentro de su bolso y sacó una especie de tarjeta. - Esta es la invitación formal.

Rin la tomó mientras nosotras nos colocábamos a su lado. Aquella tarjeta era completamente negra y tenía grabadas las iniciales del hospital (HT) en un intenso color plateado. Al abrirla nos encontramos con el mismo fondo y aquel texto, del mismo color que las iniciales, sólo que esta vez al final se vislumbraba un dibujo de lo que parecía ser un antifaz.

- ¿Qué significa ese antifaz? - pregunté sin reparar en lo que decía más arriba.

- Digamos que la temática será esas fiestas estilo película hollywoodense.

- No me digas que tendremos que llevar elegantes vestidos y un antifaz.

- Estas en lo correcto, mi querida Sango. - guiñó su ojo. - Será divertido.

- Oye. - elevé mis manos, meneando la cabeza. - ¿Y por qué hacen una fiesta?

- Todos los años el hospital hace un evento de caridad, con una temática especial e invita a la elite de Tokio, quienes suelen ser los que dejan más dinero. - sonrió. - Los empleados nunca estamos invitados, pero esta vez yo fui quién las llevó hasta este proyecto, asique por primera vez estaré allí. - respondió completamente emocionada.

- Ayame. - intervino Rin. - Entiendo tu emoción pero... esa clase particular de eventos... no lo sé.

- ¿Qué sucede? - nos miró extrañada, ya que ninguna de las tres estábamos muy convencidas.

- A ver, ¿Cómo te lo digo de manera suave? - Sango colocó su mano en su mentón. - Digamos que la gente rica tiene mala fama.

- ¿Mala fama?

- Ay por favor, ¿nunca viste una película?

- Chicas. - comenzó a reír. - Esto sólo es un evento de caridad.

- He visto películas en donde en esos eventos subastan personas.

- Y eso me confirma que amas el cine, Sango, pero esto es la vida real y no, no hay subastas.

- Ayame. - intervine. - Entiendo que no sucederán las mismas cosas que en las películas, pero no puedes negarme que esos eventos, cuanto menos, son extravagantes y no en el buen sentido.

- Como les dije, es la primera vez que voy a ir a uno de esos. Por favor chicas, sólo será una noche para beber y divertirnos, quizás hasta burlarnos de algunos invitados.

- Si prometemos que lo pensaremos, ¿nos dejarás tranquilas? - sonreí.

- Mínimo... espero que mínimo lo prometan.

- Bien, entonces lo pensaremos, ¿de acuerdo, chicas? - ambas asintieron. - Y ahora, eres bienvenida a quedarte si lo deseas, pero debo volver a la oficina, tengo cosas que adelantar.

- Al igual que yo. - respondió Rin.

- Bueno Ayame, supongo que te quedarás conmigo mientras imprimo los avances de los demás proyectos.

- Con gusto mi adorada Sango. - la abrazó, al mismo tiempo en que Rin y yo nos dirigíamos a nuestras oficinas.

El resto de la tarde me limité a avanzar en pequeños detalles de proyectos personales que habían quedado relegados, sin embargo a medida que el atardecer se acercaba, el recuerdo de lo vivido el día anterior comenzaba a atormentarme.

- Bankotsu me siguió... nadie me garantiza que hoy no lo haga de nuevo.

Aunque... ¿se atrevería tan pronto?

Él siempre había sido una persona bastante mental en su vida y con mental me refería al estilo de persona que planea, a veces con mucha antelación, sus movimientos cuando tiene algo que hacer.

- Y eso es peligroso.

Además, es un yokai... y, al parecer, su olfato es bastante agudo. No puede ser... ¿de verdad estoy sintiendo miedo?

- Si, efectivamente tengo miedo.

Ya había olvidado la última vez que lo había sentido.

Suspiré, mientras las secuencias de aquel suceso atravesaban mi mente.

Inicio del flashback.

- Kag, ¿hasta cuando vas a seguir así? - Rin me alcanzó una bolsa con hielo mientras aún secaba mis lágrimas. - Tienes que hablar con tu madre.

- ¿Qué? - respondí, haciendo una mueca de dolor mientras me aplicaba el hielo en el pómulo. - ¡No! Imposible...

- ¡¿Cómo puedes decir eso?! - Sango gritó. - ¡Kagome Higurashi, mírate la cara! ¡Por dios!

- Sólo es un moretón, no es el primero.

- ¡Jamás debió haber primero!

- Chicas, ya soy una mujer adulta, no necesito hablar con mi madre sobre esto...

- Kag...

- Y confío en que ustedes tampoco lo harán. - las miré a las dos. - No quiero que nadie se entrometa en esto.

- ¡Entonces deshazte de ese imbécil!

- Sango... - Rin trató de calmarla. - Tenemos que tratar de comprender su miedo...

- ¿Miedo? - me miró. - Kag, no tienes que tenerle miedo a un imbécil como él, es más, para esta altura deberías odiarlo.

- No puedo. - murmuré, desviando la mirada.

Y es que... ustedes no tienen idea de como se pone cuando esta furioso.

Fin del flashback.

Antes de darme cuenta, una lágrima estaba recorriendo mi mejilla.

- No puede ser. - sonreí, quitándola. - Lo recuerdo bien... esa fue la primera vez en la que ellas me vieron golpeada y vulnerable. Recuerdo... el miedo que sentí cuando les comenté el infierno en el que se había convertido mi relación con Bankotsu.

Y recuerdo... que pensé que esa noche iba a morir.

Inicio del flashback.

- Ya... - sonreí mientras él besaba mi cuello. - Amor, hoy no.

- ¿Por qué, hermosa? - mordió el lóbulo de mi oreja. - ¿Acaso no me deseas?

- No es eso... mañana tengo clases temprano, tengo que estar bien despierta y ya es muy tarde.

- ¿Me vas a decir que las estúpidas clases son más importantes que yo?

- No, Bank... sabes que no hay nada más importante que tú, pero quiero dormir un poco más.

Se alejó bruscamente, elevándose levemente en la cama.

- ¿Segura que es eso?

- ¿De que hablas? - lo miré confundida.

- Creo que lo de dormir sólo es una excusa. - entrecerró sus ojos. - Siempre estas dispuesta a tener sexo conmigo, ¿Qué te sucede?

- No me sucede nada, amor, sólo estoy cansada.

- ¿Cansada? ¡Ja! ¿De que puedes estar cansada si no haces nada? Yo soy el que trabaja.

- Tú elegiste trabajar... podrías estar estudiando también.

- ¡¿Y quién te daría de comer?!

- ¿Perdón?

- ¡Estoy trabajando sólo para que vayas a tu estúpida universidad! ¡¿Así me pagas?!

- ¡Oye! ¡¿Qué te pasa?! - me elevé, dejándome llevar por el enojo.

- Eres una maldita desagradecida... Deberías darme las gracias por el simple hecho de estar contigo, puedo asegurarte que nadie te soportaría tanto como yo.

- ¿Quieres apostar? - elevé una de mis cejas. - Puedo jurar que podría encontrar alguien mejor que tú con sólo salir de la puerta, ¡Y no necesito tu estúpido dinero!

Lo siguiente sucedió en cámara rápida. Antes de ser consciente de que su mano se había estrellado en mi cara, él se encontraba sobre mi, con ambas manos sobre mi cuello.

- ¡No aprenderás nunca! ¡¿Verdad?! - nuevamente aquel destello rojo se asomaba en sus ojos.

- ¿Qué...? No puedo... - me ahogué antes de si quiera terminar la frase.

- ¡¿Cuantas veces tengo que golpearte para que me muestres respeto?! - comenzó a estrellar mi cabeza contra la almohada. - ¡Maldita seas, Kagome!

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras observaba su perturbarte expresión. Por un momento la escena me pareció surreal, sobre todo cuando sentí que estaba perdiendo la batalla. Si él seguía apretando mi cuello iba a matarme. Mis manos sujetaban las suyas y, quizás en un acto de supervivencia, quité una de ellas y tomé la lámpara que se encontraba sobre la mesa de noche, estrellándola contra su cabeza.

- ¡Maldita! - me soltó, tomando su mejilla, la cuál había comenzado a sangrar sin parar mientras yo me escabullía y salía corriendo del departamento.

Fin del flashback.

- Recuerdo que lo único que llegué a tomar fue mi teléfono... y gracias al cielo que así fue, de lo contrario no hubiese estado segura de si Rin me hubiese recibido en su departamento.

Aquella... fue la última vez en la que sentí miedo de que me asesinara. Supongo que aquel fue el límite... el estar cerca de la muerte.

- Creo que lo mejor será compartir un taxi con Sango o Rin. - suspiré.

Miré la hora en el móvil y decidí que era suficiente por hoy. Cerré mi computadora y, al salir, sólo me encontré con Sango.

- Vaya, pensé que te ibas a quedar a dormir en la oficina.

- ¿Y Ayame? - miré hacia todos lados.

- Se fue hace como una hora, tuve que volver a prometerle que analizaríamos la posibilidad de ir a esa fiesta.

- Si, creo que deberíamos discutirlo mañana. - sonreí. - Es que me duele demasiado la cabeza.

- Por mi esta bien. - se puso de pie, tomando su bolso. - Un momento, ¿mañana vienen los Taisho?

- No lo se. - me encogí de hombros.

- Ay no puede ser... Rin me dijo eso antes de salir. - se quejó. - No quiero ni siquiera ver su rostro.

- Tranquila. - reí levemente. - Ya te dije que yo me encargaré de Inuyasha.

- Espero que lo mantengas alejado de mi... o lo mataré.

- No es que me interese su seguridad, pero si me interesa tu cordura, amiga. - una pequeña carcajada abandonó sus labios.

- ¿Nos vamos juntas?

- Claro, ¿Rin se fue antes?

- Si, me dijo que tenía que ir a ver Kohaku. - elevó sus cejas de manera sugerente.

- Vaya. - me uní a su gesto. - ¿Acaso tendrás un nuevo miembro en tu familia?

- No lo se y, por el momento, no planeo entrometerme. - me ofreció su brazo, el cuál tomé.

- Y me parece una decisión muy acertada.

Sin soltarnos, comenzamos a caminar en dirección del ascensor, mientras charlábamos de cosas triviales del trabajo.

Inuyasha.

A la mañana siguiente.

El sonido de mi celular se escuchaba cada vez más cerca, hasta que finalmente abrí mis ojos.

Maldita sea.

Lo tomé, abriendo ampliamente mi mirada al ver no sólo el nombre de mi hermano, si no la hora que era.

- Sesshomaru. - respondí, elevándome y restregando mis ojos con el dorso de mi mano.

- No me interesa saber con quien dormiste o que hiciste anoche, pero tenías que estar en la oficina a las 8, son las 9 y ni siquiera has salido de la cama.

- No te voy a pedir disculpas, pero estaré allá en un momento.

- No, ven directo a la oficina de Amai Dezain, las jovencitas Hitachi y Saoto te están esperando.

¿Y Kagome?

- Maldición, ¿de verdad tenemos que trabajar allí hoy?

- ¿De verdad crees que vas a hacerme creer que eso te molesta, hermano? Más te vale que te apresures.

Cortó la llamada y me senté en la cama. Ya no tenía tiempo de bañarme, por lo que sólo me limité a tomar la ropa y cambiarme.

Sesshomaru dijo que Rin y Sango me estaban esperando, pero no mencionó a Kagome... ¿Por qué no estará allí? ¿Le habrá sucedido algo?

- Si ese imbécil de Bankotsu... - menee la cabeza, recordando nuestra discusión del día anterior. - Es verdad, no tengo que entrometerme en eso.

Salí de la habitación y me sorprendí de inmediato al encontrarme a Kikyo, sosteniendo una bandeja con un delicado desayuno.

Mierda, me olvidé que ella estaba aquí y... aún así no pude percibir su olor.

- Buenos días, dormilón. - me sonrió.

- Kikyo, ¿hace cuanto te despertaste? ¿Por qué no me avisaste?

- Te veías muy lindo durmiendo, ¿hice mal?

- ¿Qué? No... no, descuida.

No puedo hacerte responsable de mi irresponsabilidad.

- Te preparé un pequeño desayuno, pensé que podíamos comerlo en la cama pero veo que ya estas cambiado.

- Si, lo siento Kikyo, pero mi hermano me llamó para el trabajo, tengo que salir de inmediato.

- Oh, entiendo, entonces también me iré. - su comprensión me sorprendió. - ¿Me das un momento para cambiarme?

- Claro, si. - me entregó la bandeja e ingresó a mi habitación, ya que lo único que la cubría era mi camisa.

Dejé las cosa sobre la mesada de la cocina y me senté a esperarla. Mi mente no dejaba de pensar en Kagome y el motivo de su ausencia en la oficina, ¿Y si verdaderamente le había ocurrido algo? o, ¿Y si Sesshomaru no la había nombrado a propósito para que me apurara?

- En ese caso, no repararé en golpearte, maldito.

- ¿Hablando sólo, amor?

Kikyo apareció de repente, sorprendiéndome. Al parecer, esa mañana estaba bastante sobresaltado.

- ¿Lista? - asintió. - Bien, vamos.

Salimos del departamento y descendimos hasta el estacionamiento, ingresamos en el auto y... no encendió. No importó cuantos arranques traté de darle, el maldito no quiso responderme.

- Tiene que ser una broma. - me quejé.

- Tranquilo, amor. - colocó una mano sobre mi hombro. - Podemos compartir un taxi.

- Ya lo se, pero no entiendo que le sucedió.

- Puedes verlo por la tarde, recuerda que tienes que llegar al trabajo.

- De acuerdo. - tomé mi móvil y pedí un Uber. - ¿Te parece si esperamos afuera?

- Claro.

Salimos del edificio y nos quedamos ahí, esperando. Sorprendentemente me encontré sintiéndome bastante incómodo ante el silencio que había entre los dos, ya que ni ella ni yo pronunciábamos una palabra.

- No hace tanto frio. - pronuncié.

- No, será un lindo día. - respondió, sonriéndome.

Y nuevamente el silencio.

Kikyo y yo nos conocíamos hacía bastante tiempo, sin embargo jamás habíamos compartido más que un par de charlas. Y, si debía ser honesto, mucho más era el tiempo que habíamos pasado follando que conociéndonos formalmente.

- ¿Tienes mucho trabajo? - preguntó ella.

- Eso creo... espero que no. - sonreí.

- Asumo que no debe ser fácil estar a cargo de una empresa.

- Bueno, no estoy a cargo, sólo estoy cubriendo a mi padre.

- Oh, ¿él se marchó?

- Mira, ahí viene el Uber. - señalé el auto que se estacionó frente a nosotros. - Lamento no poder ser caballeroso, pero necesito llegar rápido al trabajo.

- No te preocupes, Inu, iremos directo.

- Gracias. - le abrí la puerta y ambos ingresamos.

Luego de un corto viaje, adornado por el silencio, llegamos al edificio en donde trabajaba Kagome y, para mi sorpresa, la vi llegando rápidamente.

- Gracias por dejarme venir primero, Kikyo. - pronuncié sin mirarla al mismo tiempo en que abría la puerta y trataba de descender.

En el momento el que puse un pie en la calle, mi mirada se cruzó con la de ella, sin embargo cuando estaba a punto de bajar, Kikyo tomó mi brazo, llevándome nuevamente al interior. Tomó mi rostro con ambas manos y me besó, sorprendiéndome en parte.

- Nos hablamos, amor.

- He... si, nos hablamos. - salí, cerrando la puerta. Voltee y ella ya había ingresado.

Maldición, seguramente nos vio.

Corrí, abrí la puerta y, antes de que las puertas del ascensor se cerraran, me interpuse, ingresando junto con ella.

- ¿Noche agitada? - la miré sonriendo, tratando de no demostrar emociones comprometedoras.

- ¿Cómo puede darte la cara para hablarme después de todo lo que dijiste?

- Bien, comenzamos fuerte. - reí y detuve el ascensor.

- ¡¿Qué haces?!

- No se puede trabajar en un ambiente hostil asique, antes de ingresar a la oficina, debemos estar en buenos términos.

- Bien, ¿Qué es lo que quieres?

- Quiero que me reconozcas que, si no te hubieses puesto celosa, no hubiese sucedido nada.

- ¿Disculpa? Si no hubieses estado jugando a la pareja perfecta con esa tal Kikyo, nada hubiese sucedido.

Mi sonrisa se amplió ante su respuesta, la cuál reconfirmaba sus celos.

- De acuerdo, dices eso, ¿verdad? - me apoyé en la puerta. - Hablas como si yo tuviese un compromiso contigo y lo hubiese roto. - sus labios se abrieron ligeramente al mismo tiempo en que sus mejillas se sonrojaban.

- Si lo planteas de ese manera si suena mal, pero... - elevó su dedo. - No es moralmente correcto hacer eso.

- ¿De verdad vas a hablarme de moral, Higurashi? - di un paso hacía ella en el mismo momento en que retrocedía. - ¿De verdad tendrás ese tupé?

Kagome.

Sentí el calor invadir mi rostro en el mismo momento en el que me vi expuesta y es que, si debía ser sincera, había respondido a su pregunta a base de mi enojo.

- Lo dice el mismo que me compró ropa a mi y se la entregó a su mujercita.

Una carcajada hizo eco en el interior de aquel pequeño lugar.

- Kikyo no es mi mujercita y, para que te quedes tranquila, no se la entregué, de hecho, ni siquiera la vio.

Entonces si pasaron la noche juntos... lo supuse en el mismo momento en que vi que ella estaba en el Uber.

El saber eso no hizo más que incrementar mi enojo.

- Pues, ¿sabes una cosa? La maldita ropa que me prestaste ahora descansa en el basurero.

- Vaya. - su altanera sonrisa no se borraba. - Eso es de alguien resentido, ¿sabias?

- Bueno, Taisho, ya que quieres hablar de este tipo de cosas, dime algo, ¿Por qué manipulaste a Sango para que siguiera tus órdenes?

Por fin aquella maldita sonrisa se borró.

- ¿Te fue con el chisme?

- ¿Chisme? ¿Crees que afectar la salud psicológica de alguien es un simple juego?

- Keh... - apoyo su espalda completamente en la puerta del ascensor. - ¿Qué fue lo que te dijo?

- Todo.

- ¿Si te dijo que yo no la envié a que se follara a mi mejor amigo?

- Eso no es lo importante en este momento.

- Entonces ¿Qué quieres saber?

- ¿Por qué lo hiciste?

- ¿Por qué crees?

Nos quedamos en silencio, quizás esperando a que el otro dijera lo que los dos ya sabíamos pero, por orgullo, no queríamos pronunciar.

- Nos están esperando, Taisho. - antes de cometer una locura, toqué el botón y volví a poner en funcionamiento el ascensor. - Demasiado tiempo hemos perdido con estos juegos.

- ¿Crees que son juegos?

Desvié mi mirada en el mismo momento en que las puertas se abrieron y salí despedida, oyendo sus pasos detrás de mi.

Extra.

Rin

Cerré la puerta detrás de mi y emití un pequeño suspiro. Adoraba a Ayame pero no tenía mucho interés en aquella fiesta, motivo el cuál decidí darle prioridad al trabajo.

Me senté al frente de mi computadora y, durante alrededor de 2 horas, no despegué mis ojos de la pantalla.

- Bien. - murmuré, guardando las modificaciones de la lista de materiales del proyecto del salón de belleza Cutie.

Me recliné sobre la silla en el mismo momento en que mi celular comenzó a sonar. Aquel número no estaba entre mis contactos, pero no podía no responder, después de todo podía tratarse de un nuevo cliente.

- ¿Hola?

- ¿Señorita Hitachi? - abrí ampliamente mis ojos al escuchar su voz, se suponía que los Taisho debían llamar a Sango por cuestiones del trabajo.

- ¿Señor Sesshomaru? - trate de sonar calmada pero la realidad era que mi cuerpo temblaba de solo volver a oírlo.

- Buenos días, me alegra encontrarla, sólo quería avisarle que, mañana iremos a continuar con la discusión sobre nuestro proyecto en conjunto, ¿de acuerdo?

¿Por qué me habla de manera tan formal después de lo que sucedió entre nosotros?

- De acuerdo, le avisaré a las chicas.

- Bien, que tenga un buen día.

- Igualmente, señor Sesshomaru.

Corté la llamada y una punzada atravesó mi pecho. Aquel llamado había sido frío como el hielo y, para ser honesta, me dolió.

Inicio del flashback

- ¿Estas dispuesta a esto, Rin? - pronunció mientras yo me perdía en el dorado de sus ojos.

- Si. - murmuré. - Estoy dispuesta.

Él sonrió levemente al mismo tiempo en que comenzó a elevar mi sweater y, posteriormente, quitó los botones de mi camisa. Sus profunda mirada examinó minuciosamente aquella zona, provocando que tragara saliva de los nervios. Hacía demasiado tiempo que no estaba expuesta ante un hombre, pero valía la pena.

Llevó sus labios a mis pechos y comenzó a besarlos sobre la tela mientras yo mordía mi boca en respuesta.

- Tienes una piel suave. - pronunció, mirándome fijamente.

- ¿Si? - mis mejillas ardían, sin embargo no podía dejar de observarlo.

De una manera más que habilidosa desabotonó mi sostén y, sin dudarlo, adentró su lengua en aquella zona, arrancándome un suspiro.

Fin del flashback.

Menee mi cabeza, tratando de arrancarme esos recuerdos.

- No puede ser. - suspire. - ¿Por qué tuve que hacer eso?

¿Por qué me siento de esa manera? Me siento... ¿usada?

- No, nadie me obligó a hacer eso, lo hice porque quise, entonces no tengo que tener esa sensación.

Me puse de pie y salí de la oficina, encontrándome con Sango y Ayame, quienes estaban tomando un café.

- Al fin alguien da señales de vida. - pronunció Ayame.

- ¿Por qué lo dices? - sonreí, parándome detrás de ella.

- Bueno, ni tú ni Kag se mostraron luego de irse a sus oficinas.

- Tal vez porque nosotras si tenemos que trabajar. - saqué mi lengua al mismo tiempo en que iba a prepararme un café.

- Oye, la niña se volvió rebelde. - se burló Ayame.

- No te dejes engañar, querida. - Sango guiñó su ojo. - Rin no es una jovencita dulce.

- No tienes argumentos para asegurar eso. - pase frente a ellas. - Nos vemos más tarde, chismosas. - reí, encerrándome nuevamente.

Normalmente iría a almorzar, pero desde la llamada de él, mi apetito disminuyó notablemente. Suspiré y volví a mi computadora.

Perdí completamente la noción del tiempo, sin embargo, aquella llamada me regresó a la realidad.

- Kohaku. - respondí, sonriendo.

- Buenas tardes, Rin. - su tierna voz siempre provocaba mi sonrisa. - ¿Cómo estas?

- Bien, bueno... de hecho, me duele un poco la cabeza, he tenido mucho trabajo.

- ¿Quieres que vayamos a merendar? Quizás un poco de aire te venga bien.

- ¿Estas seguro?

- Si, acabo de salir del trabajo, nada me haría más feliz que verte.

- Kohaku... - mordí mis labios. - De acuerdo, ¿Dónde nos encontramos?

- ¿Quieres que pase por ti?

- Bien, te espero abajo.

- Bien.

Cortamos la llamada y tomé mis cosas. Al salir sólo Sango estaba en su escritorio.

- ¿Y Ayame?

- Se fue, al parecer la necesitaban en el hospital.

- Oh, veo.

- ¿Te vas tan temprano?

- Voy a tomar un té con Kohaku. - la sonrisa de Sango emergió al instante.

- Vaya... comprendo. - guiñó su ojo.

- Oye, no es lo que piensas. - elevé mis manos. - Sólo iremos a merendar.

- No dije nada, tú malpiensas las cosas.

- No, te conozco.

- Seguro. - rio.

- Como sea. - reí también. - ¿Nos vemos mañana? Oh, llamaron de S I T Designs, mañana vendrán

- No puede ser. - su sonrisa se borró. - Oye, ¿Y por qué no me llamaron a mi? Se supone que soy su secretaria.

- No lo sé. - me encogí de hombros, desentendiéndome de inmediato. - Y me voy antes de que se me haga tarde.

- Que te diviertas... - aquella sonrisa emergió nuevamente.

- Cállate.

Salí del edificio y me quedé allí, parada al lado de la puerta, observando a ambos lados de la calle.

Deberías sentirte miserable... el pobre de Kohaku siempre esta para ti y tú te lanzas al primer imbécil que te parece sexy.

- Cierra la boca. - le murmuré a la voz que resonó en mi cabeza, sobre todo por el hecho de que tenía razón.

Kohaku era un joven más que dulce y atento, sin embargo por momentos parecía que éramos amigos y no algo más, o al menos eso era lo que sentía cada vez que nos veíamos.

¿Qué harás cuando él piense en dar el siguiente paso?

- Maldición.

Era verdad... ¿Qué iba a suceder el día en el que él quiera formalizar?

- Pero ¿Qué estoy pensando? Si ni siquiera hemos ido más allá de un beso.

Inicio del flashback.

Meses atrás.

El día está hermoso.

Pensé, sentada bajo aquel inmenso árbol, en uno de los parques más grandes de la ciudad. Mi celular vibró en ese instante y, al encender la pantalla, mis ojos se enfocaron en lo que tenía al frente y no pude evitar sonreír.

- Tiene que ser una broma. - me puse de pie.

- ¿Por qué lo dices? - sonrió, haciéndose el desentendido.

- ¿Eso es para mi? - señalé las flores "ocultas" detrás de su espalda.

- Sólo lo mejor para la mejor de todas.

- Kohaku. - murmuré, recibiéndolas. - Son hermosas.

- ¿De verdad te gustaron?

- Claro que si.

Nos quedamos en silencio, observándonos fijamente. Pude notar como sus mejillas se encendían al mismo tiempo en que tragaba saliva. Mi corazón comenzó a golpear fuerte mi pecho, sobre todo cuando noté que su rostro se acercaba en cámara lenta. Cerré mis ojos, dándole mi total consentimiento para que sus labios se posaran sobre los míos, lo cuál sucedió sólo segundos después.

Fin del flashback.

Kohaku es un gran chico... No puede ser que esté dudando de esto en este momento, no sólo por...

- Rin.

- ¿He? - miré al frente, encontrándome con sus ojos castaños. Sonreí y me subí al taxi. - Lo siento, pero no te vi.

- Lo note. - rio, dándole la dirección al chofer.

- ¿Iremos allá? - me sorprendí.

- Si... - su sonrisa se veía más radiante de lo que esperaba.

Kohaku, ¿Qué estas planeando?