Ese beso
Inuyasha
El peso de sus palabras repercutió en mi cuerpo, el cual había quedado completamente inmóvil y no respondía ni siquiera cuando mi propia mente intentaba moverlo.
- ¿Qué demonios estas esperando? - gritó sigilosamente. - ¡Ven aquí!
Y, al parecer, la voz de mi padre poseía la suficiente autoridad como para que por fin pudiese obedecer. Me acerqué, posicionándose a su lado, tragándome todas las palabras y los gritos que quería profesar. Él dio el primer paso y lo seguí, lo siguiente que escuché fue su saludo.
- Buenos días, señorita.
Vi como la mirada de Kikyo se elevó y se quedó completamente paralizada, casi como si hubiese visto a un fantasma.
Casi como si ya lo conociera.
Aunque, si debía ser cien por ciento sincero, mi padre era un hombre reconocido en toda la ciudad, por lo que no debía llamarme la atención que ella lo conociera.
- Buenos días. - respondió, intentando mantener la calma. - Lo siento, no quería importunar.
- Tranquila. - intervine. - No lo hiciste, sólo veníamos charlando algunas cosas del trabajo con mi padre.
- ¿Tu padre? - bien, entonces sólo la intimidó su presencia.
- Si, los presento. - lo miré. - El señor Inu No Taisho, presidente de la empresa y mi padre. - la miré a ella. - Ella es Kikyo, una conocida. - ambos se dieron la mano, pero, sin dudas, pude notar como la mirada de ella se ensombreció al escuchar la forma en la que la presenté.
- Un placer, don Taisho.
- Lo mismo digo, señorita. - sonrió, asintiendo. - Yo me retiraré para que puedan hablar tranquilos. Inuyasha. - me miró. - Que no se te olvide lo que hablamos.
No respondí, me limité a desviar la mirada y esperar a que desapareciera por el pasillo y así, poder ingresar a la oficina. Ella me siguió y cerró la puerta detrás de si.
- Buenos días. - la saludé. - Lamento haber sido descortés.
- No te preocupes, comprendo la situación, no debe ser fácil ser el hijo del jefe.
- No, no lo es, en eso tienes razón. - sonreí levemente. - ¿Sucede algo? No esperaba encontrarte aquí.
- No... bueno, si. - hizo una pausa. - Acabo de agendar turno para la ecografía y... será hoy por la tarde.
- ¿Qué? - me quedé completamente en shock. - ¿Hoy? - caí en la silla, ya que recordaba que Kahori me había pedido el vernos y hablar esa misma tarde.
No sabía el como aún me mantenía cuerdo con tantas cosas y tantas personas a cargo, por lo que, por el bien de mi salud mental, debía comenzar a ordenar mi vida y alejarme de aquellos con los que no era necesario interactuar, aunque eso implicara el tener que perder contacto con gente que me importara.
Quizás, lo mejor será seguir protegiendo a Kagome y Kahori a distancia.
- Si estas ocupado o no quieres ir, sabes que lo entenderé.
- No, no, no es eso, Kikyo. - la miré. - Sólo dime el horario y allí estaré.
- A las 5.
- Perfecto, pasaré por tu departamento.
- Gracias. - me sonrió. - Lamento haber venido sin avisar, espero no haberte causado problemas con tu padre.
Mi padre.
Pusiste dos vidas inocentes en peligro y deberás corresponderles con la tuya.
Sabía que, en el fondo, tenía razón. Sabía que había cometido un error al involucrarme tan libremente con Kikyo y ahora iba a pagar las consecuencias. Quizás, si esto se hubiese dado en otro momento, simplemente me hubiese hecho cargo de mi hijo tal y como tenía planeado, pero, al saber que Magatsuhi verdaderamente estaría dispuesto a destruirlo todo a su paso, incluyendo a mi hijo, debía estar cerca de él para poder protegerlo.
Y eso implicaba estar cerca de Kikyo. Pero... ¿casarme?
- No, no te preocupes por eso. - ella asintió y volteó con la intención de irse. - Kikyo. - me puse de pie y volteó a verme. - Necesito que hablemos de algo... - no podía, no tenía el valor para decirlo en ese momento. - Por favor, ¿podemos ir a mi departamento después de la ecografía?
- ¿A tu departamento? - se sorprendió y yo asentí. - Bueno... por supuesto que no tendría problema en hacerlo... ¿sucede algo malo?
- No, bueno, no lo se. - efectivamente para mi si era malo, pero no sabía si para ella también lo sería. - Nos vemos a las 5, ¿si?
- Si. - me dedicó una última sonrisa y volteó, saliendo de la oficina.
Caí nuevamente en la silla, emitiendo un pronunciado suspiro. ¿Qué estaba a punto de hacer? ¿Verdaderamente iba a acceder a casarme sin amor? ¿Estaba a punto de aceptar aquella sentencia de vida? Si, podía hacerlo, al menos hasta que todo hubiese terminado y pudiese alejarme de Kikyo.
- Maldición. - la lucha interna era innegable y mis emociones para nada bonitas, pero, aún así, debía ser responsable, ya no tenía opciones.
Tomé mi móvil y busqué el número de Kahori, marcándolo, rezando para que pudiese responderme.
- ¿Inuyasha?
- Hola. - sonreí al escuchar su voz. - ¿Cómo estas?
- Estaba pensando en ti.
Cerré mis ojos ante esas palabras, las cuales verdaderamente me dolían.
- Necesito verte. - pronuncié. - ¿Estas libre ahora?
- Si... si, por favor, yo también necesito verte.
- Bien, ¿Qué te parece en el café que se encuentra cerca del parque?
Propuse aquella locación a propósito, ya que el hecho de recordar la imágen que Midoriko me había mostrado, provocó que cierta molestia invadiera mi pecho. Un pequeño silencio se instaló entre los dos y me fue inevitable el preguntarme si estaba relacionado a aquello.
- Esta bien. Te espero ahí en una hora.
- Ahí estaré.
Su tono había cambiado notablemente en aquella frase y fue casi una confirmación de lo que pensaba.
La siguiente hora la pasé sumergido en las cosas del trabajo y, cuando el momento llegó, simplemente me puse de pie, tomé las llaves de mi auto y descendí hasta la puerta principal, en donde me encontré a mi hermano.
- Vaya, ¿recién llegas?
- Eso no te incumbe.
Y, al parecer, alguien no estaba del mejor humor.
- ¿Qué te traes con Hitachi? ¿Era demasiado urgente el estar solo con ella en esa oficina?
Se detuvo unos pasos adelante y regresó sus ojos hacía mi, dejando ver aquel destello rojizo, el cual me hizo saber que no estaba enojado, estaba al borde de la histeria y el estar cerca, era un peligro inminente para mi.
No dije nada más, sólo continué mi camino. Minutos más tarde, llegué al lugar en cuestión y la vi. Estaba sentada en una banqueta en el parque, con su mirada fija en sus manos, las cuales jugaban amenamente sobe sus rodillas. Su imagen se intercaló con la de la época feudal y mi corazón se apretó inevitablemente.
No soportaría perderte si algo sale mal al convertirte en demonio, además... no quiero vivir más años que tú. Me volveré humano, por ti.
Las palabras que le pronuncié aquella noche, atravesaron mi mente, y mis manos apretaron el volante involuntariamente. Aquella confesión, la misma que había pronunciado con tanta decisión, amor y anhelo, hoy estaba manchada por la distancia y no sólo la que la muerte había puesto entre los dos, sino por la distancia que, al verla, me recordaba que otra persona estaba en mi corazón.
- ¿Cómo se supone que tendré el valor para decirte todo esto? Mi querida Kahori.
Descendí del carro y fui a su encuentro. Sonreí en el mismo instante en el que nuestras miradas se encontraron y aquella sonrisa emergió en sus labios. Sin embargo, si me sorprendí cuando no hizo más que ponerse de pie y mantenerse en su lugar, todo lo contrario a su reacción la noche anterior.
- Lamento si tardé, ¿me esperaste mucho?
- No, no en realidad... ¿Quieres que vayamos?
- Si, claro.
Comenzamos a caminar y verdaderamente algo no me estaba gustando. Ella estaba tensa, como si algo la estuviera preocupando y, para estas alturas, estaba seguro de que era algo más que venir al mismo café en el que había estado con Kirinmaru. Ingresamos y nos sentamos en una de las mesas más alejadas del lugar, en donde rápidamente fuimos atendidos y pedimos nuestros desayunos.
- Oye. - pronuncié al notar que evitaba mirarme. - ¿Estas bien?
- Si. - me sonrió tristemente por primera vez. - Es sólo que... tengo muchas cosas que procesar.
- ¿Anoche pudiste hablar con Midoriko? - asintió. - ¿Puedo saber lo que te dijo?
Comenzó a relatarme todo lo sucedido, todas sus preguntas, todas sus respuestas y las revelaciones de la familia que no sabía que tenía en la época feudal, amén de el hecho del porqué, hasta anoche, había llevado la vida de esta manera.
- Yo... estoy tan confundida con todo, es decir... Magatsuhi... La Perla de Shikon. - sus ojos se llenaron de lágrimas en ese instante. - Esa miserable joya fue el motivo por el que mi vida se terminó en aquel momento. - fijó sus ojos en mi y sentí que el mundo se me venía encima. - Pudimos haber sido tan felices.
- Kahori. - susurré, tomando sus manos y apretándolas con fuerzas.
- ¿Qué sentiste? - mis ojos se abrieron ligeramente al escuchar su pregunta. - ¿Qué sentiste cuando yo morí?
- ¿Qué sentí? - ella asintió. - Sentí que había perdido todo en la vida. - fui honesto. - Cuando te perdí... quería irme contigo.
- Inuyasha. - murmuró, apretando mis manos.
- Yo, lloré mucho, Kahori. Lloré durante meses. - tragué saliva. - Te busqué, te busqué como no tienes idea. Cada día buscaba una nueva pista, un nuevo indicio, algo que me dijera que aún estabas conmigo.
No mentía, cada bendita palabra que estaba pronunciando, reflejaba todas y cada una de las situaciones que viví en el aquel momento. Estuve deprimido durante años, negándome a la simple idea de vivir.
- ¿Sabes por qué no decidí terminar con mi estadía en este mundo y seguirte?
- Hubiese odiado que lo hicieras. - las primeras lágrimas cayeron.
- Por eso no lo hice. - sonreí, tratando de contener mi llanto. - Siempre tuve presentes tus últimas palabras, Kahori. Aún así, siempre tuve la esperanza de volver a encontrarte.
Prométeme... que te enamoraras... que vas a casarte y tener muchos hijos, así como lo soñamos aquel día, ¿lo recuerdas?
Sus palabras atravesaron mi mente en ese momento.
- Y aquí estoy. - sonrió y, sin darme cuenta, apreté sus manos con tensión. - Pero... ya lo sé todo.
- ¿Qué?
- Si... me hiciste caso, seguiste con tu vida.
- ¿Midoriko? - solté sin pensar y ella asintió.
Maldita sea, le dije que, expresamente, yo iba a contarle sobre esto, ¡¿Por qué demonios tuvo que adelantarse?!
- Le dije que yo iba a contarte. - cerré mis ojos, tratando de contener el enojo, sin soltarla.
- Ella temía que no lo hicieras, no quería verme sufrir. - un silencio se instaló entre los dos. - ¿Es la chica que vimos en el parque?
- No. - murmuré, alejando mis manos. - Ella se llama Kikyo. - hice una pausa. - Ella... está esperando a mi hijo. - el tacto no se había vuelto mi mayor cualidad.
- ¿Qué? - susurró, abriendo sus ojos completamente.
- Cuando te perdí, me juré que nunca más volvería a amar a alguien y... no lo hice, no hasta... hasta hace poco. Pero, a lo largo de mi vida, me involucré con algunas personas y Kikyo fue una de ellas y... jamás pensé que terminaríamos así.
- Inuyasha...
- Lo se, fui un idiota. - suspiré.
En ese instante, el joven regresó con las tazas de café y los panecillos para que pudiéramos continuar con la platica, con el estómago lleno.
- El Inuyasha que conocí, se haría responsable de su hijo... - sonrío, bebiendo un sorbo.
- Eso es lo que haré. - le devolví la sonrisa, imitando su acción. - Y... también es por eso... que me casaré con ella.
Casi se ahoga con el sorbo que había bebido y yo reí levemente con la expresión de su rostro.
- ¿Qué? - asentí. - Pero... no es ella la chica de la que te enamoraste, ¿Por qué casarte? entiendo que debes ser responsable, pero... ¿No crees que es demasiado?
- Mi padre me lo ordenó. - mi sonrisa se borró y mis palabras se pronunciaron con un dejo de amargura. - Sabes que nosotros no somos humanos y, en nuestro clan, las reglas son las reglas.
- Lo se. - desvió la mirada. - Recuerdo que, cuando decidiste convertirte en humano, ibas a vivir conmigo en la aldea.
- Si, hubiese sido imposible el volver a acercarme al castillo en ese momento.
- ¿Realmente piensas que tu padre no te hubiese permitido volver, siendo humano?
- No lo se, pero... lo que realmente me interesaba era estar contigo, y sabía que tu rol como sacerdotisa era fundamental en la aldea. Además, no soportaba la idea de que nuestros tiempos corrieran de manera diferente.
- Si, tampoco querías arriesgar mi vida a la conversión yokai.
- Créeme, Kahori, que no hubiese soportado perderte de esa forma. - volví a tomar un sorbo de café. - Yo... no pude protegerte la noche en la que fuiste asesinada. - un nudo en la garganta se formó en ese instante.
- Por favor, dime que no estuviste todo este tiempo sintiéndote culpable por ello.
- Tendrás que disculparme si te enfada, pero si lo hice, si me reproché el no haber llegado a tiempo, si me reproché el no haber estado a tu lado... si me culpé porque hayas atravesado eso sola.
- Oye. - extendió su mano, tomando la mía. - Tú fuiste por mi. - sonrió. - Fuiste a buscarme, me sostuviste en tus brazos, besaste mis labios, fuiste mi último recuerdo, Inuyasha. El recuerdo más hermoso.
Kahori, sigues siendo tan hermosa y dulce como te recordaba.
- Y esto fue lo que me enamoró de ti. - le devolví la sonrisa. - Tu dulzura, tu forma de ser...
- ¿Puedes hablarme de ella? - preguntó, sin perder su mirada llena de amor.
- ¿Estas segura?
- Si... necesito saber que estarás en buenas manos.
- Kahori. - desvié mis ojos, un poco avergonzado. - Su nombre es Kagome y... la vi por primera vez hace un año en una circunstancia un poco extraña. - la confusión se apoderó de su rostro. - Oye, mi vida es cuestionable en este mundo. - elevé mis manos. - Pero la vida se encargó de seguir cruzándonos. Por cosas de Magatsuhi terminamos trabajando juntos...
- ¿Cosas de Magatsuhi?
- Es una larga historia, quizás pueda contártela en otro momento porque no tengo todo el día, pero... a medida que la fui conociendo, a medida que compartimos tiempo juntos, yo... yo sólo...
- Te enamoraste. - aún me sorprendía la dulzura con la que pronunciaba esas palabras. - ¿Es una buena persona?
- No tengo dudas de ello.
- Entonces no debes casarte con Kikyo. - respondió con firmeza. - Tienes que casarte con Kagome.
- Hablar de casamiento es demasiado, Kahori... pero... si desearía poder estar con ella sin todo esto en el medio.
- ¿Ella sabe lo de tu hijo?
- Si... si y lo aceptó, también sabe de ti, de mi naturaleza yokai y demás.
- ¿Y aún así decidió quedarse contigo?
- Se que es complicado para ella, pero si, si quería estar a mi lado aunque... - hice una pausa, recordando el momento en el que todo se terminó. - Finalmente todo se fue por la borda, la situación nos superó y decidimos alejarnos.
- Inuyasha, no debes hacer esto. - la miré, confundido. - Entiendo lo que dices de tu padre, pero no puedes condenar tu vida sólo por el deber.
- No es tan sencillo, Kahori, hay demasiado que no sabes.
- Esta bien, pero... quiero que sepas que no debes preocuparte por mi. - me sonrió. - Jamás podría separarte de la persona que amas.
- Kahori. - murmuré.
En ese instante, un mensaje llegó a su móvil, el cual tomó, respondió y volvió a dejar sobre la mesa.
- Tengo que irme en un momento. - por alguna razón, una pequeña punzada emergió en mi pecho.
¿Acaso iba a irse con Kirinmaru?
Sabía que no podía preguntar aquello, mucho menos decir algo al respecto, no después de lo que ella me estaba diciendo.
- Esta bien, ¿quieres que te lleve a algún lugar?
- No, pasarán por mi en unos minutos.
- Bien, ¿vamos a la entrada? - asintió.
Nos pusimos de pie, pagué la cuenta y salimos. Nos detuvimos en la acera, con nuestras miradas fijas en el parque.
- Creo que aún hay mucho de lo que tenemos que hablar. - pronuncié, mirándola.
- Lo mismo pienso. - sus ojos grises se encontraron con los míos. - ¿Puedo decirte algo?
- Por supuesto que puedes.
- Inuyasha... - colocó su mano sobre mi mejilla. - Te amo, sin embargo, puedo ver en tus ojos el amor que tienes por esa chica llamada Kagome. - sonrió. - Quiero que seas feliz, siempre fue mi deseo, incluso cuando mi vida en este mundo terminó. - sus ojos se llenaron de lágrimas. - Por favor, no hagas una locura... si se aman, no dejen que estas cosas se interpongan.
- Kahori. - susurré, colocado mi frente sobre la suya, al mismo tiempo en que tomaba su rostro entre mis manos. - ¿Sabes? a veces desearía que todo hubiese sido diferente.
- Shhhh. - sonrió, cerrando sus ojos. - Quizás en otra vida pudimos casarnos y tuvimos hijos.
- Muchos. - sonreí también.
- Si. - abrió su mirada. - Pero... en esta vida, tu corazón le pertenece a esa chica. - puso su mano sobre mi pecho. - No pierdas a Kagome. - me quedé en silencio, procesando sus palabras. - ¿Puedo pedirte algo más? - asentí. - ¿Puedo despedirme de ti?
La besé sin dudarlo, encerrando su cuerpo entre mis brazos y dejándome llevar por aquella impulsividad. La última vez que la había besado, en la época feudal, había sido en el medio de una tragedia, una acción llena de dolor y añoranza, casi como si el hecho de unir mis labios con los suyos, iba a garantizarme que no moriría. Sin embargo, esta vez se sentía completamente diferente. Ese beso era liberador para los dos, el cierre perfecto de nuestra historia que, en su momento, había comenzado como un hermoso cuento de amor y que se convirtió en una historia de horror. Un beso de despedida entre dos personas que se amaron, pero que comprendieron que, en esta vida, no eran el uno para el otro.
