Una más

Kagome

Sus palabras y la manera en la que ralentizó sus movimientos, haciéndolos más suaves y profundos, se sintieron extremadamente cálidos y exquisitos.

Casi... como si estuviera haciéndome el amor.

No... no era posible, ¿o si?.

Nuestras bocas danzaban lentamente, al igual que la manera en la que se adentraba en mi, tan tierno, tan dulce, tan hermoso. Nuestras manos permanecían entrelazadas en lo alto. Estábamos unidos de una manera compleja de explicar.

Pero sin dudas, era mucho más que una mera conexión física.

No es sólo sexo.

Sus palabras deambulaban en mi mente, entremezcladas con el embriagador sabor del momento.

Si no era sólo sexo, ¿Qué más había?

Nuestras bocas se separaron y él comenzó a besar mi cuello de la misma manera, arrancándome sonoros y lentos gemidos.

- Eres un sueño. - murmuró contra mi piel.

- ¿Así lo imaginabas? - comencé a acariciar su espalda.

- Es mejor de lo que imaginé.

Elevé mi pelvis, enredando mis piernas en sus caderas y pude notar como se arrodillaba. Un gemido se oyó en el momento en que aquella primera estocada me llenó por completo.

- ¡Inuyasha! - mordí su hombro.

- ¿Te gusta así?

- No te detengas...

- Lo que me pidas, mi amor.

- No me digas así... - un nuevo grito se escapó.

- ¿Por qué? - pasó su lengua por mi mejilla. - ¿Acaso no te gusta?

- No soy tu amor. - mordí mis labios mientras él me penetraba con mayor intensidad.

- Eres mía en este momento. - mordió mi oreja.

- Pero no... dios... tu amor.

- Mi amor. - volvió a susurrarme en el oído.

Tú te lo ganaste Taisho.

Con una fuerza que el calor del momento me otorgó, logré darnos vuelta, quedando sobre él.

- ¿Cómo me llamaste? - comencé a saltar de inmediato, deleitándome con el roce de su pubis con mi zona sensible.

- Mi... amor. - gimió, cerrando sus ojos mientras sus manos ascendían a mis pechos.

Incliné mi cabeza hacía atrás, realizando todo tipo de movimientos que, al parecer, nos estaban llevando a los dos a la locura.

- Mi amor. - pronuncié, sin mirarlo.

- Repítelo.

- No.

Se elevó, tomándome fuertemente por el cabello, obligándome a mirarlo.

- Te dije que lo repitieras.

- Oblígame. - sonreí, sin dejar de removerme.

Su mano se estrelló en mi trasero, arrancándome un suspiro.

- Repítelo.

- No...

Nuevamente el sonido de su palma con mi piel, retumbó en el eco del lugar.

- Eres perversa. - sonrió.

- No me conoces. - mordí sutilmente sus labios. - Mi amor.

Sus manos se clavaron en mis caderas, guiando mis movimientos, los cuales se profundizaban cada vez más.

- Maldición... - mordió mi cuello.

- No puedo...

- Hazlo... libérate para mi, mi amor.

- Inuyasha. - gemí, sintiendo como aquel hormigueo crecía en mi vientre. - Lléname por completo.

Sentí el pinchazo de sus garras en mi piel en el mismo momento en que grité su nombre y noté como él crecía en mi interior, haciéndome explotar en todos los sentidos de la palabra. No sólo mi cuerpo colapsó, mi mente y mis emociones se le unieron de inmediato, como si estuviera dentro de un tornado completamente irracional y emocionante, quizás lo más contradictorio y hermoso con lo que me había topado en los últimos años de mi vida.

Inuyasha.

Y si en ese momento alguien me hubiese preguntado, ¿Qué deseas? la respuesta hubiese sido: Quedarme aquí para siempre.

La abrace con fuerza, deleitándome con los últimos espasmos de su liberación. Cerré mis ojos, manteniendo mis labios en su hombro con aquella sensación de de que si me alejaba, la fantasía se rompería y todo se esfumaría.

¿Por qué de pronto sentía la necesidad de corroborar que esto era real?

- Inuyasha. - en ese momento me percaté de la fuerza de mi agarre sobre su cuerpo y me relajé, buscando su mirada. - ¿Estas bien?

El brillo en sus ojos, entremezclado con el sudor de su piel y su cabello alborotado, hicieron mi respiración más irregular de lo que ya estaba.

Es... muy hermosa.

Elevé mi mano, colocándola a la altura de su mejilla mientras recostaba su rostro en mi palma, cerrando sus ojos sin perder la sonrisa.

- ¿Cómo te sientes? - pregunté en baja voz.

- Estoy bien, ¿y tú?

- Igual. - sonreí, besando sus labios. - ¿Valió la pena?

- ¿Con honestidad?

- No necesitamos el orgullo en este momento.

- Cada segundo. - nos quedamos en silencio unos momentos, observándonos.

- ¿Qué?

- ¿Qué quisiste decir... con eso?

- Hm... - sonreí, jugando con un mechón de su pelo. - ¿No sentiste nada?

- ¿En que sentido?

Para estas alturas, ya no me sorprendía que ninguno de los dos se animara a dar el primer paso en las palabras cuando se tratara de algo importante.

- Dime... ¿Qué sentiste?

- Bueno... - se sonrojó, causándome demasiada ternura. - Fue... fue...

- Fue extraño, ¿verdad? - me miró confundida. - En el sentido en que se sintió... diferente.

- ¿Diferente?

Maldición, Kagome, no me hagas hablar.

Suspiré, debatiéndome internamente en si decir o no lo que sentía.

- Yo... - desvié mi mirada. - Es la primera vez que siento... una conexión diferente.

- ¿Tú también? - murmuró, sorprendiéndome.

- Entonces... ¿Tú? - asintió.

- ¿Y que crees... que deberíamos hacer?

- Bueno... - tragué saliva, sintiéndome un poco más nervioso. - Yo creo que deberíamos disfrutar de lo que sea que... tenga que ser.

- ¿Sin restricciones? - sonrió, pasando la yema de sus dedos por mi pecho.

- ¿Serás capaz de soportarlo? - le devolví la sonrisa. - Eres demasiado celosa.

- ¿Qué hay de ti? - arqueó una ceja y yo reí. - Tranquilo, no seriamos buena pareja después de todo... somos muy diferentes.

Aquellas palabras no fueron de mi agrado, pero no tenía intenciones de comenzar una discusión.

- Pues, no me interesa. - giré, acomodándola en el suelo mientras me colocaba entre sus piernas. - Eres mía esta noche.

- Y tú mío. - mordió sutilmente mis labios.

- Sólo tuyo, pequeña. - comencé a devorar sus labios, sintiendo como poco a poco el deseo volvía a instalarse entre los dos, dejándonos en claro que la noche recién comenzaba.

Kagome

A la mañana siguiente

Me hubiese encantado decir que abrí mis ojos en el momento en que la alarma comenzó a sonar, pero la realidad era que no había podido dormir en toda la noche. Giré mi cabeza, observándolo dormir y una sonrisa emergió. Acaricie su mano, la cuál descansaba en mi vientre desnudo y la pregunta salió casi involuntariamente de mis labios.

- ¿Y ahora que?

Aquel murmuró fue suficiente como para que reaccionara, más no para despertarlo.

Llevé mis ojos al techo nuevamente. La noche que habíamos pasado había sido indescriptible y aún sentía cada uno de sus movimientos en cada rincón de mi cuerpo, después de todo, estuvimos unidos hasta que el sueño terminó por vencernos, o al menos él pensó que yo también iba a dormir.

Mi mente regresaba una y otra vez a nuestra cena y todo lo que habíamos hablado.

Kahori.

Bankotsu.

Demonios y humanos.

La Perla de Shikon.

Yo quiero protegerte...

- Son... demasiadas cosas. - murmuré. - Y... temo no ser capaz de lidiar con todo.

- ¿Qué te sucede?

- ¿Inuyasha? - volví mis ojos y me encontré con su mirada de oro, la cual me observaba semi enterrada en la almohada.

- Estas hablando sola desde hace rato.

- Lo siento, no quería despertarte.

- No tienes que disculparte. - apretó el agarre sobre mi vientre y me llevó hacía él, dejando mi rostro entre su mentón y su cuello. - Puedes decirme lo que te preocupa.

- ¿De verdad quieres saberlo? - noté como su piel se erizó.

- Si. - susurró.

- Todo lo que hablamos anoche...

- Te esta persiguiendo. - terminó por mi, algo que agradecí con creces. - Y de todo eso... ¿Qué es lo que más te perturba?

Me alejé un poco, observándolo directamente a los ojos.

- Tú me dijiste que estabas dispuesto a convertirte en humano por Kahori, ¿verdad? - asintió. - Pero también dijiste que ella podía haberse convertido en demonio... ¿Cómo es eso posible?

- ¿Quieres saber como un humano podría convertirse en demonio?

Asentí mientras notaba un dejo de duda en su mirada.

Inuyasha

Sabía que su cabeza era un mar de pensamientos desde el mismo momento en que la escuché pronunciar aquella primera pregunta, sin embargo estaba seguro de que lo que la acongojaba estaba relacionado con eso y fue por ello que me sorprendió con creces cuando noté que ese no era el caso.

- ¿Cómo es eso posible?

- ¿Quieres saber como un humano podría convertirse en demonio? - asintió y no podía mentir, si me intrigaba el porque de su duda. - Bueno... no se si lograrás entenderlo.

- Trataré.

- De acuerdo. - suspiré. - ¿Alguna vez escuchaste sobre las marcas? - meneó la cabeza. - Una marca... - comencé a pasar las yemas de mis dedos por su cuello. - Es cuando un demonio deja su huella en la piel de un humano o el ser que desee convertir.

- Se escucha a como cuando le escribes tu nombre a un objeto... para que todos sepan que es de tu propiedad.

- Y en parte esta relacionado con eso, sin embargo... - hice una pausa, ya que verdaderamente no era un tema del que me gustase hablar. - Las marcas son la manera mediante la cual el humano... dejará de serlo.

- ¿Sólo con eso? - la confusión se apoderó de su rostro.

- No, no es sólo con eso...

- ¿Entonces?

- Kag. - comencé a acariciar su mejilla y noté como su cuerpo se relajó ante mi contacto. - Lo siento, pero no es algo de lo que desee hablar ahora.

- ¿Por qué?

- Sólo... no lo deseo.

- De acuerdo. - apoyó su rostro en mi pecho y no dude en abrazarla.

- ¿Qué más te inquieta?

- Hm... - noté que sonrió. - ¿Cómo sabes que estoy inquieta?

- Tu cuerpo dice mucho más que tus palabras.

Un pequeño silencio se instaló entre los dos, hasta que ella decidió romperlo.

- ¿Soy una más?

En ese momento fui yo quien se tensó.

- ¿Una más?

- Olvídalo. - suspiró.

Por supuesto que no iba a olvidarlo.

- Dilo. - respondí.

- No tiene sentido.

- Lo tiene y lo sabes.

Un nuevo silencio se instaló.

- Supongo que soy sólo una más de tus conquistas. - su tono era serio y denotaba una molestia interna bastante grande pero disimulable.

- Hm... - sonreí. - ¿Te importa?

Busque su mirada y ella entrecerró sus ojos unos momentos, desviándolos.

- No en realidad.

- Entonces tampoco te importara mi respuesta.

- Tienes razón. - maldición, al parecer era igual de orgullosa que yo. - No me interesa.

Se puso de pie sin la menor intención de cubrir su cuerpo y yo sólo me limité a recorrerlo con mi mirada. Se dirigió a la puerta de su habitación y la abrió, observándome con un intenso brillo en su mirada.

- ¿Quieres desayunar? Aún tenemos tiempo antes de ir al trabajo.

- ¿Tú eres el desayuno? - mordí mis labios, dejando en claro mis intenciones.

- Tal vez... - sonrió, saliendo de la habitación.

La realidad era que no era una más... para nada, pero... ¿estaba listo para decírselo? Además, ¿Qué le diría?

Kagome, me gustas más que las demás, ¿Quieres que intentemos algo?

- Keh, sería muy estúpido lanzarme de esa manera... ya no quiero tener que lidiar con esos tontos sentimientos.

Inmediatamente el rostro de Kahori pasó por mi mente y la nostalgia me invadió. No deseaba para nada pensar en ella en un momento como este, pero cada vez que mi mente pronunciaba la palabra sentimientos, ella aparecía sin más.

Después de todo, por la única mujer que alguna vez sentí algo fue por ella.

Al menos hasta que Kagome llegó y... quizás eso se termine volviendo un problemas más adelante.

Meneé la cabeza, tratando de apartar aquellas emociones que me atravesaban y me puse de pie, dirigiéndome a la cocina. Al llegar, me quedé contemplándola. Estaba cocinando totalmente desnuda como si de cualquier día normal se tratara y, por alguna razón, una imagen del futuro se presentó y me reprimí al darme cuenta de que me había imaginado una escena con esta mujer.

Inmediatamente reemplacé esos pensamientos con pequeñas imágenes de ella y la manera en la que respondía a mi en aquel acto carnal. Sin más, me acerqué, tomándola fuertemente por el cabello mientras pasaba mi lengua por su cuello.

Kagome

Hui... hui como una cobarde al no obtener la respuesta que necesitada. Aunque... si me permitía no ser tan dura conmigo misma, debía admitir que había salido de aquella incómoda situación con un cierto toque de elegancia.

Llegué a la cocina y apoyé ambas palmas sobre el mesón, emitiendo un pequeño suspiro.

¿Por qué tuve que preguntarle si era una más? Mejor dicho... ¡¿Por qué me importa el saber lo que piensa o siente?!

Mis recuerdos me dieron la respuesta de manera inmediata, al mismo tiempo en que prendía la estufa y buscaba los elementos para comenzar a preparar el desayuno.

Inicio del flashback.

La noche estaba espectacular y ese fue el motivo por el cual decidimos ir a una discoteca y, así despejar nuestras mentes de la ardua semana.

La estábamos pasando de maravillas, bebiendo, riendo y provocándonos mutuamente con leves toques, bailes sensuales y besos con intenciones de ir más allá.

- Mira. - susurró en mi oído, volteándome en dirección de una joven que resaltaba por sobre las demás. - ¿Viste esa rubia?

Me molesté de inmediato, pero quería saber lo que pretendía.

- ¿Qué tiene? Es bonita... - me crucé de brazos.

- ¿Has notado el cuerpo que tiene?

- ¿Por qué me dices esas cosas?

- Porque ese es el tipo de cuerpo que me gusta...

- Entonces puedes irte con ella. - traté de zafarme de su agarre, pero el me llevó nuevamente contra su pecho.

- Tranquila, bonita. - sonrió, besando mi mejilla. - Lo decía porque me encantaría que te vieras así.

- ¿No te atraigo? - toda la felicidad que venía experimentando, al parecer se había esfumado.

- Por supuesto que lo haces. - sonrió, acariciando mi mejilla. - Pero no puedo mentir... te follaría más duro si tuvieses ese trasero.

- Gracias. - nuevamente traté de zafarme y, nuevamente me detuvo.

- Quizás esta noche te haga el amor como un salvaje. - soltó un pequeño rugido que me hizo sonreír involuntariamente.

Y aunque terminé cediendo ante sus caricias al llegar a su departamento y entregarme por completo a él, no pude evitar preguntarme si, durante todo el sexo, estuvo pensando en mi o en la rubia del club.

Fin del flashback.

Jamás pude comprobar que me engañaba, pero las dudas no faltaron y, si debía ser honesta, tampoco me sorprendería el corroborar, hoy en día, que tenía razón.

Quizás el hecho de sentime menos atractiva que las mujeres que él observaba fue lo que, con el paso del tiempo, terminó sembrando esta insidimulable inseguridad, la misma que hoy me estaba llevando a preguntarle a un hombre que no era nada mio, si yo era o no importante para él.

Ni siquiera pude notar que estaba en el mismo lugar que yo, al menos no hasta que sus dedos se enredaron en mi cabello y sentí su lengua recorrer la piel de mi cuello.

- Inuyasha... - susurré, arqueando mi espalda contra su pecho.

- ¿Pensaste que me quedaría esperando el desayuno en la cama? - murmuró, haciéndome sonreir.

- Aún no esta listo.

- Yo creo que si... - deslizó su mano por mi abdomen, deteniéndose e introduciendo su dedo en mi intimidad me arrancó un sonoro suspiro. - Perfecta.

- ¿Te gusto?

Me volteó, besándome con la misma intensidad con la que me había besado la noche anterior, al mismo tiempo en que sus dedos apretaban mi cuero cabelludo.

- ¿Cómo puedes preguntar eso? - murmuró, tomándome por las caderas y colocandome sobre el mesón.

Sin esperar mi respuesta, me penetró, arrancándome un pequeño grito.

- Inuyasha. - me aferré a él, dejandome envolver por el mar de emociones que me atravesaron en ese momento.

- Me vuelves loco. - gruñó, comenzando a embestirme.

- No me mientas... - clavé mis uñas en su espalda, sin dejar de suspirar.

- No eres una más. - susurró, callando cualquier otra pregunta que pudiera hacerle en ese momento, mientras nuestros cuerpos se unían nuevamente en aquel acto que nos llevaba al cielo a los dos.

Extra

Kikyo

El resto de mi día lo pasé con mi mente divida entre Naraku y Kaede. Por suerte para mi, mi trabajo de secretaria en esta época del año no era muy demandante que digamos.

- Señorita Kikyo.

- ¿Si, señor Hitachi?

- Confirme la reunión de mañana con los Oldsoshi, si su propuesta me convence, financiaremos su producto.

- De acuerdo, señor. - anoté el pendiente en mi computadora y, al llegar la noche, enviaría la confirmación.

- Perfecto. - sonrió. - Bueno, por el día de hoy no hay nada más que hacer, asique puede retirarse si lo desea. - comenzó a caminar en dirección de la salida. - ¿Puedes cerrar?

- Claro, muchas gracias.

Asintió y salió. Tomé mi móvil, programando aquel recordatorio y, sin pensarlo dos veces, llamé a mi hermana.

- ¿Kikyo?

- Kaede, ya estoy libre, ¿te parece si nos encontramos en la cafetería que esta a dos calles del hospital?

- Te estaré esperando.

- De acuerdo.

Corté y, mientras recogía mis cosas, me debatía internamente en si tratar o no de comunicarme con Naraku. La mujer que había encontrado en su departamento parecía ser alguien conocida y, a juzgar por el hecho de no haberme dado mi lugar, podía deberse a que no le convenía revelar mi identidad pero, ¿por qué?.

Con todas las dudas en mi cabeza, cerré la oficina y me encaminé hacía aquella cafeteria. Al llegar, pude reconocer a Kaede en una de las zonas más alejadas de la entrada y eso me dio el primer indicio: lo que quería decirme verdaderamente era algo serio.

- Hola. - le sonreí, sentándome frente a ella. - ¿Cómo estas?

- Heramana. - me devolvió la sonrisa. - Han sido días complicados.

Kaede era notablemente más mayor que yo y eso se debía a que nuestro padre había decidido engendrar una nueva hija muchos años después de haber terminado la relación con la madre de Kaede, sin embargo aquello no había sido motivo de odio ni mucho menos, por el contrario, ella había actuado de manera completamente maternal conmigo desde el comienzo, incluso por momentos mucho mas que mi propia madre.

- ¿Qué sucede? Te note preocupada cuando me llamaste hoy.

- Myoga. - la sola pronunciación de aquel nombre hizo que mis sentidos se pusieran alerta de inmediato. - ¿Qué sucede con Myoga?

- Él... llegó hoy con una inquietante noticia. - me quedé en silencio, esperando a que continuara.

Inicio del flashback.

Kaede

Me encontraba en la pequeña oficina, esperando a que el comité se hiciera presente para leer aquel informe que la señorita Sango Saoto nos había enviado. En ese momento, el señor Myoga ingresó y, a juzgar por la expresión de su rostro, algo había sucedido.

-Buenos días, señor Myoga.

- Buenos días, Kaede. - me sonrió levemente, sentándose frente a mi.

El silencio reinó durante unos segundos y su mirada se encontraba perdida en alguna parte de la habitación.

- ¿Sucede algo?

- ¿Qué?

- No parece tener una muy buena cara esta mañana. - sonrió, volviendo a desviar sus ojos.

De repente, elevó su rostro, observando hacía todas las direcciones, haciendome saber que lo que fuera que iba a decirme, debía quedar sólo entre nosotros.

- ¿El señor Yoshiyomi le ha mencionado algo más acerca de la precensia de ese hombre?

Aquel tema provocaba que mi cuerpo se tensara sin importar quien hablara sobre ello.

- No, sólo lo que nos dijo en aquella ocación. - suspiró, apoyando sus codos sobre la mesa.

- El amo Taisho ha desaparecido. - soltó sin más. - Nadie sabe en donde esta.

- ¿Qué? - mi mano, la cual tenía como destino el tomar uno de los documentos de la mesa, se quedó inmóvil en el aire.

- Si la señorita Zero no aparece pronto, las cosas se pondrán muy feas...

Antes de que pudiese responder, Hoshiyomi ingresó y, para nuestra sorpresa, lo hizo a la par de aquel al que llamaban Magatsuhi.

Fin del flashback.

- ¿Desaparecido? - verdaderamente me había sorprendido.

¿Cómo es eso...? ¿Inuyasha estará enterado? No parecía muy... afectado.

- Hermana, las cosas van a salirse de control en cualquier momento, tienes que hablar con Naraku y aleja...

- No. - intervine. - Naraku no tiene que enterarse de nada de esto.

- ¿Qué? Pero...

- Si él llega a saber lo de Toga Taisho, no dudará en aprovecharse.

- Kikyo... por favor, dime que tú no sabes donde se encuentra cautiva esa mujer, por favor.

Me quedé en silencio, después de todo si lo sabía y no podía mentirle... no a ella.

- Mientras menos sepas de esto, mejor. - traté de mostrarme lo más firme posible para que comprendiera la seriedad de la situación.

La realidad era que Kaede estaba enterada de la mitad de las cosas y, lamentablemente, supo de toda esta situación casi por casualidad y una mala jugada del destino. El imbécil de Magatsuhi la había entrometido y yo pretendía mantenerla al margen o lo menos involucrada posible.

- Hermana, tienes que salir de ahí... o puedes terminar mal.

- Tranquila. - sonreí, tratando de transmitirle un poco de tranquilidad. - Naraku jamás permitiría que alguien me hiciera daño.

- ¿Estas segura de que puedes confiar en él?

- Si. - asentí, aunque en mi interior no estaba muy convencida. - Cuando todo esto termine... por fin sucederá y estaremos juntos.

Así como me lo prometió.

- Kaede... ¿Has sabido algo más sobre esa mujer?

Meneó la cabeza.

- Sólo lo que nos dijo aquella vez...

- Es mejor que se mantenga así. - sonreí. - Kaede... ¿Cómo has estado? - ya había tenido demasiado de los problemas por hoy, por lo que decidí continuar con una charla como sólo las que nosotras podíamos tener.

Extra

Sango.

Llegué a mi departamento y, al cerrar la puerta detrás de mi, me deslicé por ella hasta quedar en el suelo. Mil pensamientos invadieron mi mente y todos me llevaban a ese hombre que había conocido de manera peculiar.

- Miroku. - murmuré. - ¿Será...?

Inicio del flashback.

Terminé de ordenar mi escritorio y me puse de pie a sabiendas de que, en cualquier momento, las chicas y los Taisho (que al parecer habían decidido quedarse toda la jornada) saldrían de sus oficinas.

Las palabras de aquel inútil se habían quedado resonando en mi mente y sentía la urgencia de quitarme aquella duda.

Por suerte para mi, me sumergí tanto en mi mente que, antes de darme cuenta, el sonido de las puertas abriéndose me regresó a la realidad. El contraste de ambos pares me sorprendió. Por un lado, Inuyasha y Kagome charlaban amenamente, sonriendose mientras que, por el otro, Sesshomaru y Rin mantenían su vista fija en la nada, denotando una innegable tensión.

- Bueno. - pronunció el Taisho menor. - Supongo que él será capaz de adelantarme los detalles en la oficina, ¿verdad? - su hermano no respondió.

- Si, con Rin también nos pondremos al corriente, ¿no es así?

- ¿He? - Rin parecia bastante distraida. - Oh, si... así es.

- Taisho. - ambos me miraron. - Oh, lo siento, le hablaba al menos listo.

- Inuyasha. - pronunció su hermano, provocando las sonrisas de todas.

- Imbécil. - gruñó. - ¿Qué quieres Saoto?

- Necesito hablar contigo en privado.

- Bien, al menos tienes buen gusto.

- Cierra la boca. - respondí entre dientes mientras me apartaba y él me seguía. Mientras tanto, Sesshomaru se dirigió al ascensor, hablando solamente con Kagome.

- ¿Qué quieres? No tengo todo el día.

- Vaya, ¿mostrabas esa urgencia por irte mientras estaban encerrados en la oficina?

- Tú no eres Kagome, asique no me interesa hablar contigo salvo que sea algo bueno.

- Bien, entonces seré directa. - traté de disimular mis nervios. - Lo que me dijiste de tu amigo...

- ¿Miroku? - noté como abrió ligeramente sus ojos.

- Si ese...

- Ya veo. - sonrió. - Te gusto la manera en la que te folló y quieres repetirlo, ¿verdad?

- ¡Cállate! - sentí el ardor subir hasta mis mejillas. - ¡¿Por qué eres tan idiota?!

- Si por decir idiota te refieres a decir la verdad, entonces si. - cruzó sus brazos. - Por favor, Sango, no me vendrás con los cuentos del amor y esas cursilerías, después de todo sólo se vieron dos veces.

Maldición, el imbécil tiene razón, pero no puedo permitir que lo sepa.

Suspiré, visiblemente frustrada por tener que admitirlo.

- Sólo dime si lo que dijiste fue verdad o sólo te estabas burlando de mi.

- ¿De verdad te importa?

- ¿Crees que estoy soportando tus estupideces sólo porque si?

- No te mentí, verdaderamente es la primera vez que lo veo interesado en una mujer.

Fin del flashback.

Caminé hacía la cocina y tomé un poco de agua, sin embargo mi mente me traicionó, llevándome nuevamente a aquel momento... el momento en el que todo de él estaba poseyéndome por completo... llevándome a aquel lugar placentero que hacía mucho no visitaba.

¿Realmente quiero volver a verlo?

- Idiota. - murmuré. - ¿Cómo pretendes tratar de mentirte a ti misma?.

Claro que quiero volver a ver a ese chico.

- Pero... ¿Cómo? - hice una pausa, dejando que mi voz interior me diera una respuesta. - ¡Tienes que estar demente! - grité, comenzando a reír como loca ante aquel susurro.

¿Pedirle ayuda a él? ¿De verdad? Bueno... no lo se, si lo analizo bien... quizás no sea tan descabellado como me pareció.