Perspectivas
Miroku.
Salí detrás de mi amigo y me quedé observándolo unos momentos. Podía notar que estaba completamente en shock, su mirada perdida me lo indicaba. Sin embargo, de repente se marchó en una dirección concreta y, cuando estuve a punto de seguirlo, una mano me retuvo.
- ¿Vas a huir de mi toda la noche?
- Kagura. - sonreí al voltear. - Que bueno que me encontraste.
- ¿Me estabas esperando?
No precisamente...
- Claro, sería imposible olvidarme de tu belleza.
- No necesitas halagos baratos. - llevó sus manos al cuello de mi camisa. - Podemos continuar la plática en otro lugar.
Tomé su mano y comencé a caminar entre las personas. El lugar estaba demasiado lleno como para avanzar tranquilos, sin embargo aquello no fue impedimento para que mis ojos se cruzaran con los de ella. Sonreí al notar como sus labios se separaban ligeramente ya que, con toda seguridad, no era una escena que esperaba ver. Asentí levemente mientras la furia de su mirada atravesaba mi pecho.
Lo siento, linda, pero es mi trabajo.
Subimos por las escaleras y nos detuvimos frente a la habitación señalada. Al ingresar, cerré la puerta con el seguro y no necesité voltear para sentir sus brazos rodeando mi cuello nuevamente.
- Supongo que no me harás esperar. - su cálido aliento sobre mi oreja podía encender mis más bajos deseos.
- Claro que no. - volteé y nuestros labios quedaron peligrosamente cerca. - Dime, ¿Qué es lo que deseas?
- Quiero saber si pensaste sobre mi propuesta.
La realidad era que no lo había hecho, pero si debía ser honesto, económicamente me convenía tener mujeres en el negocio.
Si algo he aprendido es que los hombres son más sencillos que las mujeres, sin embargo también pueden ser más peligrosos.
- Acepto. - noté la sorpresa en su rostro, aunque trató de ocultarlo muy bien. - Pero... debo decirte que hay reglas. - inmediatamente quité sus brazos de mi cuello. - Y ni tú ni yo debemos romperlas.
- ¿Reglas? - arqueó una ceja. - Oh, ya veo, no eres del tipo de jefes divertidos, ¿verdad?
- ¿Quieres estar en el negocio? - hice una pausa. - Deberás acatar las reglas al pie de la letra, de lo contrario... estarás despedida.
- Me estas hablando como si fuese una simple empleada, ¿Dónde quedó tu caballerosidad?
- Querida Kagura. - tomé sus manos, sonriendo. - Por supuesto que soy un caballero, pero es el precio que todos pagan por estar en esto. - guiñé mi ojo. - Te esperaré el lunes para que firmes los documentos pertinentes, te entregaré las reglas y charlaremos sobre la posición dentro de la empresa y el dinero.
- Si que te tomas el negocio con seriedad.
- Por eso estoy en este lugar, hermosa. - acaricié su mejilla. - Te veo el lunes, que disfrutes la fiesta.
Salí de la habitación y me dirigí al único objetivo que me interesaba, ya tendría tiempo de pensar en la expansión de SexPlay.
Sobre todo el pensar si hice o no un buen trato.
Sango
- ¿Crees que le sucedió algo malo? - preguntó Ayame al ver como se alejaban.
- Eso parece. - respondí sin dejar de observarlas.
¿Qué te sucedió, Kagome?
Sin embargo otra imagen se atravesó ante mis ojos, provocando que mi confusión se volviera una molestia bastante grande.
¿Miroku? ¡¿Qué demonios?!
Sus ojos se enfocaron en los míos y sonrió, probablemente porque mi cara debió parecer un chiste. Pude notar que llevaba de la mano a una mujer, sin embargo no logré verle el rostro, algo que fue muy oportuno para ella.
Obviamente que los seguí con la mirada hasta que desaparecieron el la segunda planta.
- Ese malnacido. - murmuré.
- ¿Qué dijiste?
- ¡Ayame! - me sobresalté al recordar que estaba a su lado. - Nada, ¿las esperamos aquí?
- Bueno... - ella se puso de puntillas y elevó su rostro, casi como si buscara a alguien. - Ven. - tomó mi mano y comenzó a caminar, sorprendiéndome.
- ¿A donde vamos?
- Ya no lo soporto.
- ¿Qué? ¿De que estas hablando?
Atravesamos una marea completa de personas que estaban bailando, comiendo y tomando mientras hablaban y, antes de darnos cuenta, nos encontrábamos frente al director del hospital, el cual estaba hablando con el señor Myoga y la señora Kaede.
- Padre. - pronunció en un tono bastante inquietante.
- Ayame. - murmuró, fijando sus ojos nosotras. - ¿Qué sucede?
- Por favor, no puedo más con esto. - de la nada, sus ojos se llenaron de lágrimas. - Necesito que les digas lo que esta sucediendo.
¿Lo que está sucediendo?
- Hija. - la tomó por los hombros. - ¿Magatsuhi te vio venir hasta mi con tu amiga?
- No lo se, supongo que no, de lo contrario ya estaría aquí.
- Bien, relájate, se que llevas un gran peso sobre tus hombros y no quieres que nadie salga lastimado.
- ¡¿Alguien puede decirme que demonios está sucediendo?! - me exalté al sentir que estaba expuesta a un peligro inminente y no lo sabía.
- Niña, si valoras tu vida te pido que hables con la mayor discreción posible o él te escuchará.
- ¿De quien demonios están hablando? - si bien mi voz bajó unos tonos, mi molestia era evidente.
- Sango, por favor perdóname, yo no quería...
- Ayame, suficiente. - Hoshiyomi tomó mi mano y me alejó de la zona.
- ¡¿Qué está...?!
Nos detuvimos frente a una puerta en la que ingresamos. El lugar estaba completamente a oscuras, por lo que no podía ver ni siquiera lo que estaba a centímetros de mi.
- ¡¿Qué caja...?!
- ¡Silencio! - aquel grito provocó que diera un respingo y me quedara inmóvil. - ¡Te dije que no llamaras la atención! - pude escuchar un resoplido. - Maldición, no contaba con que Ayame se quebrara tan rápido.
Y en ese momento mi mente cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo y el miedo comenzó a invadirme. Estaba en una habitación completamente a solas con un hombre con el que no había tenido un trato que fuera más allá del laboral y, como si fuese poco, estaba susurrando cosas preocupantes, ¿acaso iba a asesinarme allí mismo?.
- Sango. - pronunció con seriedad, sacándome de mis pensamientos. - Necesito que me escuches con atención, ¿puede ser?
- Lo escucho. - traté de sonar firme.
- Me encargaré de que sea Ayame quien te cuente a ti, y a tus amigas, la historia completa pero por el momento debo decirte que tienen que alejarse de un hombre en particular.
- No me diga... ¿de ese tal Magatsuhi?
- Exacto, Magatsuhi es un hombre alto, de cabello plateado y ojos rojos como la sangre. - sus palabras, sumándole el hecho de que no podía ver absolutamente nada, me hicieron sentir que verdaderamente estaba en una película de terror. - Es de vital importancia para ustedes que se mantengan lejos de él o, por el contrario, que lo ignoren si él se les acerca.
- Pero...
- Los detalles te los dirá Ayame, ya que fue ella quien al parecer no soporta más la situación. - un ligero suspiro abandonó sus labios. - Por el momento es todo lo que puedo hacer por ustedes sin arriesgar mi propio cuello.
Y sin decir más, abrió la puerta y se marchó, dejándome con el mundo de cabeza. Se suponía que habíamos ido a una fiesta invitadas por el comité y ahora resultaba ser que fuimos atraídas vaya a saber para que.
- ¿Qué demonios está pasando? - murmuré, saliendo.
- Vaya Saoto, no sabía que te agradaban las personas mayores. - voltee al escuchar su voz.
- ¡Miroku! - lo abracé, seguramente sorprendiéndolo. - Por favor, necesito encontrar a mis amigas.
Ayame
- ¿Crees que le sucedió algo malo? - pregunté al ver como Kagome y Rin se alejaban.
- Eso parece. - me respondió Sango.
En ese momento una culpa enorme me invadió. Ella se veía muy desorientada después de haber hablado con Taisho y, a pesar de no saber exactamente el porque, si estaba segura que eso la convertía en un blanco para Magatsuhi.
Por un instante tuve el impulso de tomar a Sango y seguirlas, sin embargo aquello podía parecer sospechoso para Sango. De un instante a otro me vi acorralada, invadida por el miedo y la incertidumbre.
- Ese malnacido. - la voz de ella me sacó de mis pensamientos.
- ¿Qué dijiste? - no se si soné demasiado desesperada, pero no me agradó el tono en el
- ¡Ayame! - al parecer la sobresalté. - Nada, ¿las esperamos aquí?
- Bueno... - me puse de puntillas, tratando de encontrarlas, sin embargo mis ojos se cruzaron con los de él y aquella sonrisa complacida, la cual parecía gritarme "estas haciendo bien tu trabajo", fue la gota que rebalsó el vaso. - Ven.
Tomé la mano de Sango y comencé a caminar a toda velocidad en búsqueda de mi padre.
- Ya no lo soporto. - pronuncié luego de escuchar que ella preguntaba algo, algo que no llegué a comprender bien.
Podía percibir el aroma de mi padre, por lo que me dirigí directamente hacía él, rogando no entrar en una crisis de ansiedad en ese mismo instante.
Padre... papá...
En aquel momento me sentí aquella niña pequeña que necesitaba la protección de sus padres y todo se potenció al recordar la mirada que mi madre poseía la última vez que la había visto.
- Padre.
- Ayame. - me miró y pude notar la sorpresa en sus ojos. - ¿Qué sucede?
- Por favor, no puedo más con esto. - mis ojos se llenaron de lágrimas. - Necesito que les digas lo que esta sucediendo.
- Hija. - él se acercó de inmediato, tomándome por los hombros con cierta firmeza. - ¿Magatsuhi te vio venir hasta mi con tu amiga?
- No lo se, supongo que no, de lo contrario ya estaría aquí. - mentí, ya qué él si me había visto pero no estaba segura de si había pensado o no en seguirme.
- Bien, relájate, se que llevas un gran peso sobre tus hombros y no quieres que nadie salga lastimado.
Aquellas palabras, acompañadas de las primeras lágrimas que comenzaron a recorrer mis mejillas, me dieron un cierto dejo de alivio.
- ¡¿Alguien puede decirme que demonios está sucediendo?! - el grito de Sango hizo que todo se volviera mucho más complejo.
No... mis amigas, ellas jamás van a perdonarme por haber puesto en este lugar.
- Niña, si valoras tu vida te pido que hables con la mayor discreción posible o él te escuchará. - se pronució mi padre
- ¿De quien demonios están hablando?
- Sango, por favor perdóname, yo no quería... - traté de intervenir.
- Ayame, suficiente. - mi padre me miró fijamente segundos antes de que tomarse la mano de ella y se alejarán rápidamente.
- ¡Padre! - traté de seguirlos, pero la mano de Kaede me detuvo.
- Ayame querida, tranquila. - el tono maternal de su voz hizo que terminara de quebrarme.
- ¡Yo no quería esto! - grité, apoyando mi cabeza sobre su hombro. - ¡Él me obligó! ¡Él tiene a mi mamá!
Mi mamá...
- Señorita Ayame. - Myoga intervino. - Creo que lo mejor va a ser que se retire.
- ¡No! ¡No puedo dejarlas solas! ¡Él va...!
- Ayame. - Kaede me tomó por los hombros. - Tus lágrimas están llamando la atención de los presentes, si sigues de esta manera sólo atraerás la atención de Magatsuhi. No entiendo lo que está sucediendo, pero debes tranquilizarte.
- Venga, señorita Ayame. - Myoga tomó mi mano. - Yo la llevaré a su casa, señora Kaede ¿puede encargarse del señor Hoshiyomi?
- Claro, ve tranquila y no te preocupes por tus amigas, ellas estarán bien.
Asentí, tratando de secar mis lágrimas y comencé a seguir a Myoga. Mi mirada se posó en el suelo, casi como esquivando a los presentes ya que sabía que podía encontrarme con él en cualquier momento, sin embargo mi cabeza chocó con el pecho de alguien y me vi en la obligación de elevar mis ojos.
- Koga. - murmuré al encontrarme con sus ojos celestes. - ¿Qué haces aquí?
- Ayame, ¿Qué te sucede? - preguntó y recordé que había estado llorando, por lo que seguramente mis ojos se venían hinchados.
- No, no me pasa nada pero...
- Por favor. - intervino. - No le digas a Kagome que estoy aquí.
¿Qué?.
