Especial de otros personajes
Naraku
Extendí mis garras, introduciéndolas en la misma cerradura que ya había profanado esa misma tarde, mientras ella se encontraba jugando a la familia feliz con Taisho. Caminé hacía la habitación, abriendo la puerta con cautela.
- ¡¿Qué haces aquí?! - susurró, sentándose en la cama mientras se cubría con las sábanas y rápidamente miraba a Inuyasha, quién ni siquiera se inmutó.
Mis ojos se fijaron en la copa de vino que descansaba sobre su mesa de noche y sonreí.
Tan predecible como siempre, idiota.
- ¿Por qué no se despierta?
- ¿Qué pasa, Kikyo? ¿Tienes miedo de que haya dañado a tu amado?
- ¿Qué le hiciste? - murmuró, completamente aterrorizada, provocando el aumento de mi sonrisa ante su reacción. - ¿Cómo supiste que...?
- ¿Crees que soy idiota, bonita? ¿Creíste que no me iba a dar cuenta de que no te rociaste con el veneno para venir a verlo? - volvió a mirar al idiota, quizás pensando que estaba muerto. - Tranquila, sólo dormirá hasta tarde... nos conocemos desde la época feudal, ¿crees que no conozco las bebidas que ingiere?
- ¿Tú...? - miró la copa de vino. - ¿Le pusiste algo ahí?
- Felicitaciones, tienes el nivel de intuición de una niña. - me burlé. - No te estreses pensando en como entré, ya que para ser la casa de un Taisho, la seguridad es nula. - suspiré, mirando a mi alrededor. - Como sea, ven.
- ¿Qué?
- Lo que escuchaste, sígueme al living. - la miré, recorriendo su torso. - Sólo ponte una camisa al menos.
Caminé hasta la sala y, segundos después, ella salió de la habitación, cerrando la puerta.
- ¿Sigues con el temor de que se despierte?
- ¿Qué es lo que quieres?
- ¿Por qué no te pusiste el veneno en la piel?
- ¿Sólo por eso viniste a...?
- Sh. - me acerqué, poniendo mis garras sobre la piel de su cuello. - Tenemos un trato, ¿lo olvidaste?
- Yo... no confío en que aquello no le hará daño al bebé.
- Oh, cierto. - miré su pequeño vientre. - El bastardo.
- No le digas así. - respondió, apretando sus dientes. - Es mi hijo.
- Pero no mío. - descendí mi mano hasta aquella zona, sintiendo como su piel crujía levemente frente al filo de mis dedos, sin desgarrarse. - Aún estás en las primeras semanas, ¿verdad?
- ¿Por qué quieres saberlo?
- Porque así es más sencillo destruirte si no me obedeces.
- ¿Realmente serías capaz de hacerme algo tan cruel?
- Cada acción, tiene una reacción, mi querida Kikyo. - fijé mis ojos en ella. - Y cada acción que elijas no realizar, tendrá su debida consecuencia. El veneno no dañará a nadie más que a Inuyasha.
- ¿Y si ya no siendo deseos de lastimarlo?
- Entonces... - la tomé por el cabello, jalándola hacía el suelo. - Ya no tienes nada que hacer en este mundo, ¿o si?
Kikyo
El dolor no era mayor que mi miedo. Si, el miedo de que Naraku fuese capaz de destruir la vida de mi hijo en sólo segundos.
Aún no había comenzado con el segundo trimestre de mi embarazo, por lo cual, incluso el estar discutiendo con él, ya podía ser un eventual riesgo. Necesitaba convencerlo de que seguiría con el plan, ya después vería como hacer para desviar su atención.
- Lo haré. - pronuncié sin más. - Seguiré con el plan, pero ya suéltame.
- De acuerdo, eso me dice que te encariñaste demasiado con la porquería que llevas dentro. - cerré mis ojos, sintiendo ira por la manera en la que se refería a mi bebé, pero sabía que debía callarme.
Me erguí, mirando su cínica sonrisa, la cual me garantizaba que, efectivamente, estaba disfrutando de mi dolor.
¿En que momento te convertiste en este ser tan cruel, Naraku?
- ¿Quieres tomar un café? - preguntó, como si nada hubiese pasado. - Todavía tienes horas hasta que tu amado se despierte.
- ¿Mi amado?
- Ya te dije que no soy tonto, Kikyo. - volteó, caminando hasta la cocina. - Estas perdidamente enamorada de ese idiota. Y no te culpo, no fuiste la primera en pasar por su cama. - se burló. - Tampoco serás la última, si es que tenías la ilusión de que se enamoraría de ti.
No se si está enamorado de mi, pero seré su esposa y eso es algo que no logarás impedir.
Pensé, quedándome callada, después de todo, debía mantener la compostura hasta que se marchara.
- Sólo te diré, que deberás encontrar la manera para estar más cerca de Inuyasha. - regresó, con sólo una taza en la mano. - Introdúcete en su vida, si es necesario, vuélvete su mascota. - bebió un sorbo. - ¿A tu bastardo le gusta el café?
Las horas iban a ser largas, pero debía ser fuerte, debía ser fuerte si quería un futuro con Inuyasha y, sobre todo, proteger la vida de mi bebé.
Kahori
Me despedí de Inuyasha con una sonrisa y subí al Uber. Era increíble como mi vida había cambiado tan drásticamente en sólo unas horas. Desde que había recuperado la memoria, había tenido más revelaciones que recuerdos, tanto de Urasue, la persona que me crio en esta vida, la misma que me protegió en la pasada, como de Midoriko e Inuyasha. Una me había revelado la existencia de una familia que no conocí, mientras que el otro me había revelado detalles de la forma en la que siguió con su vida.
Una vida, en la que yo no estuve.
No podía negarlo, si me dolía el saber que había vuelto a enamorarse, sin embargo, ¿Quién no estaría de esta manera? Es decir, ¿alguien querría que la persona que ama, amara a alguien más? Nadie. Pero, ¿acaso no se trataba de esto también el amor? De dejar ir, de dejar que la persona amada, sea feliz.
Y yo amo tanto a Inuyasha, que jamás podría pedirle que se quedara a mi lado si ya no es su dedeo. Si alguien más ya está en su corazón.
Iba a tomarme tiempo, lo sabía, pero algún día iba a sanar, algún día mi corazón tendría una nueva oportunidad de volver a amar, después de todo, la vida ya me estaba dando otra con oportunidad con sólo estar aquí.
Llegué a la casa de Urasue e ingresé, dejando la llave sobre la mesa.
- ¿Mamá? - me había acostumbrado a llamarla de esa manera, por lo que me iba a ser demasiado complejo el desacostumbrarme a ella. - Ya estoy aquí, ¿Qué sucedió?
Nadie me respondió, lo que me pareció demasiado extraño. La casa no era muy grande como para que no pudiese escucharme. Miré hacia el pasillo y tampoco había señales de mi hermana Hitomiko, por lo que decidí ingresar a la cocina, quedándome perpleja frente a la figura que allí estaba sentada.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Me recuerdas? - preguntó, esbozando una enorme sonrisa.
Miré la mesa, encontrándome con el teléfono de Urasue, lo que me preocupó realmente.
- ¿Qué le hiciste a mi madre?
- Oh, ¿lo dices por esto? - tomó el móvil. - Al parecer, tu madre es bastante descuidada, porque esto estaba sobre la mesa frente al sillón. - tenía sentido, Urasue no era la persona más adicta a este artefacto después de todo. Se puso de pie, provocando que diera un paso hacía atrás. - ¿Qué sucede, Kahori? - sonrió. - ¿Me tienes miedo?
No, no le tenía miedo, pero tampoco tenía mi arco para poder defenderme. Además, mis poderes espirituales aún no se sentían tan fuertes como antes.
- Nunca le temería a una escoria como tú. - entrecerré mis ojos. - ¿Crees que he olvidado nuestro pequeño enfrentamiento en la otra época? - pronuncié, recordando el momento en que terminó alejándose luego de que mis flechas superaran sus expectativas.
- ¿Pequeño encuentro? - rio. - Al parecer, tu memoria no regresó tan fiable, ¿verdad?
- ¿De que hablas?
Continué retrocediendo mientras él se me acercaba. Sus ojos rojos estaban fijos en los míos, mostrándome una mezcla de perversas emociones, unas que me rizaban los vellos.
Magatsuhi
Había sido tan sencillo el ingresar a esa casa, tan fácil de vulnerar aquella cerradura sin la necesidad de destruirla, pero, sin dudas, lo que más me sorprendía, era el hecho de que un móvil se encontrara ahí, sobre la mesa de la sala.
- Mmm, Midoriko. - murmuré. - ¿Crees que soy tonto? - me acerqué, tomándolo y, por supuesto que no tenía bloqueo de seguridad. - ¿Esto es lo que quieres? - le hablé a la nada. - Bien, traigamos a la princesa a su castillo.
Le envié un mensaje a Kahori e ingresé a la cocina, donde me senté, esperándola. Llegó más rápido de lo que hubiese imaginado, por lo que troné mis dedos, esperando que el show comenzara.
No se cuales son tus verdaderas intenciones, mujer, pero con gusto concederé tu deseo.
Pude notar que me reconoció inmediatamente con sólo verme, pero, al parecer, no recordaba la historia completa.
¿Acaso era esto para lo que me hiciste venir? Bien.
Luego de nuestro pequeño intercambio de palabras, me puse de pie, al mismo tiempo en que ella retrocedía. En pocos segundos, ya estábamos en la sala. Corroboré que no recordaba todo lo que había sucedido, pero lo que más me sorprendía, era que la misma mujer que quería protegerla, la había puesto, nuevamente, en las manos de su asesino.
- ¿De que hablas? - la confusión en su rostro era exquisita, por lo que ya no veía la hora de acortar la distancia entre los dos.
En un rápido movimiento, la tomé por el cuello, elevándola, sintiendo la misma adrenalina que aquella noche.
- ¿Estas dispuesta a recordar? - mi sonrisa creció, mientras las imágenes comenzaban a pasar frente a mis ojos y, por ende, los suyos.
Inicio del flashback.
- ¿Quién está ahí? - preguntó con firmeza, mirando a su alrededor, seguramente no observando más que el basto bosque, elevarse frente a ella.
Hm, demasiado valiente para venir hasta aquí sola.
Si, mi aroma estaba camuflado para que nadie pudiese interferir, sin embargo, frente a ella, mi energía era notoria.
Me asomé, notando el brillo del objeto que moría por poseer: La Shikon No Tama.
Desenvainé mi espada casi sin hacer ruido, y esperé el momento indicado, el cuál fue cuando ella se acercó en mi dirección.
Ahora.
Todo pasó en cámara rápida. El filo de mi arma rasgo su pecho sin más mientras un gemido de dolor, entremezclado con la sorpresa, se desprendía de sus labios. Sentí el peso de su cuerpo caer sobre la hierba, pero ya no me interesaba si seguía con vida o no, ya que lo que quería, estaba entre mis manos, por lo que continué mi camino sin mirar atrás.
Fin del flashback.
- Tú... fuiste tú, maldito. - pronunció, intentando respirar.
La solté, dejándola que cayera al suelo y tomara su cuello, recobrando el aliento poco a poco.
- Recordaste todo, ¿verdad? - sonreí, sintiéndome completamente victorioso. - La soledad, el miedo, la desesperación... el dolor... Inuyasha. - sus ojos estaban llenos de lágrimas y su mirada reflejaba el odio que sentía. - No mentiré, me hubiese encantado quedarme a ver como la vida se te iba lentamente, pero tenía cosas más importantes que hacer. - me encogí de hombros.
- Maldito. - su gemido de dolor se sentía como música para mis oídos, por lo que decidí exprimir al máximo esa sensación.
Me acerqué, arrodillándome frente a ella, sin perder mi sonrisa.
- Si en algún momento te preguntaste, ¿Por qué? ¿Quién fue? quiero que sepas, que fui yo. - ladee mi cabeza. - Yo te destruí, Kahori, y no creas que dudaría en hacerlo nuevamente. - susurré. - Inuyasha no te protegió en aquella época y me aseguraré de que no lo haga tampoco en esta. - me puse de pie, sin dejar de mirarla. - Si valoras tu nueva vida, no te metas en mi camino.
Le dediqué una última sonrisa y salí, dejándola, seguramente, con el alma destrozada, otra vez.
